La mediocridad intelectual, el protagonismo de diva, el feminismo aburguesado y la frivolidad cínica, son lacras que tienen a la pintura y a la literatura al borde del abismo. ¿Eso puede entenderse como arte ambicioso? Lo que en realidad campea en el ámbito cultural y artístico de Tijuana, y poblaciones circunvecinas de la Baja California, además de lo banal, es un provincianismo rascuacho que agobia a quienes se dedican a la artisteada y a los asuntos vinculados con la literatura, la pintura o la poesía. Puede que en acciones y conciencia sean proclives al cosmopolitismo pero, al final de cuentas, se delatan como lo que son: aldeanos sin convicción ni compromiso serio con los rollos de la estética. Y ya se sabe que, al final de la comedia, una vez desenmascarada la concha de nácar, aparece la penuria localista de seres simplones, rústicos, vulgares y pueblerinos que explayan el recogimiento individualista y la cerrazón telúrica (es decir, sicológica) de un entorno sociocultural dond...