EL CLICHÉ CONSUMISTA EN GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Sin hacer menoscabo de la vertiente mítica que subyace en su
narrativa, ni subestimar la magistral capacidad de aprehensión de
representaciones simbólicas que revelan sus libros, y que le ha
dado legitimidad de virtuoso hombre de letras, con sus dos últimas
obras («Vivir para contarlo» y «Memorias de mis putas tristes») que, en
comparación con alguna de las novelas precedentes, son simples
elaboraciones de secuencias descriptivas, Gabriel García Márquez ha
evolucionado hacia el cliché consumista. Ahora escribe para satisfacer
las necesidades del mercado, escribe para que sus libros sean consumidos
en vez de leídos. La praxis escritural ha sido transformada en
estrategia y el autor de «Cien años de soledad» se acomoda en un mercado
de libros que se encuentra atestado de subproductos mentales. Como
quien dice, su repudio al capitalismo coincide con una similar
fascinación que demuestra al involucrarse en sus mecanismos de
mercadotecnia voraz e insertar y someter sus productos literarios en los
mecanismos y leyes de la industria cultural de dicho sistema. Son
apetencias estético-comerciales de naturaleza transitoria, dirá don
Gabito para autoconsolarse. Quienes se dejan embelecar por el embrujo
mercadológico que se cargan las ultimas producciones letrísticas de
Gabriel García Márquez, como dice Álvaro Marín, son seres incapaces de
valorar la literatura colombiana en su conjunto.