La
habitación esta cargada de mal humor; es un preludio avisando que las
cosas entre los enamorados se van a poner feas, color de hormiga. El
huésped parece un león enjaulado que se niega a comer la carne de burro
porque ya probó la de gladiador.
Esa noche el batillo
soñó con serpientes y perdió los estribos cuando su amasia llegó con
una cara que anunciaba que había tenido sexo con otro macizo.
—"¿Dónde estabas?"
—"Salí con la Natacha a tomar una sangría."
—"¡Sangría la que te voy a sacar del hocico! ¡No me mientas! ¡La Natacha estaba en su casa y en ningún momento salió!"
La ruca no dijo nada, se quedó absorta pensando que
había sido pillada de ingenua, víctima de un cuatro. Y en efecto, la
Natacha con una astucia que la misma serpiente bíblica envidiaría,
semanas antes había aceitado la máquina de la perfidia planeando
reventar los delgados hilos de la relación disfuncional. Supo convencer a
la jaina y presentole un tipo, paisano suyo (lamento haber olvidado su
nombre), quien al darse cuenta que la mujer del batillo cachudo tenía
un alma infantil no le fue difícil bajarle la luna y las estrellas.
El bato, vestido con una ridícula piyama que una de sus
sectaristas le regaló el día del estudiante, sólo abría la boca para
decir maldiciones y groserías.
—"¡Dónde chingados está la mujer que decía tener ojos sólo para mí?" —furioso y como poseído gritaba—:
—"¡Si ahorita tuviera a mi alcance una pistola, te juro que te la
encañonaba en el entrecejo y te la vaciaba! ¡Todas las mujeres son
iguales!".
Debido a los esputos, gritos,
maldiciones, ofensas, improperios, bofetadas, aruñones y tortazos, la
historia de marras se enreda en lo indescifrable. Y Omito exponer otros
destellos purulentos que parecen sacados de la poesía maldita.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
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