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Mostrando las entradas de junio 30, 2013

la obra de Shakespeare era una mierda

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¿Se puede hablar de crítica cuando lo que se hace es proferir burla y escarnio? Han existido personajes que equivocadamente manejaron esas fórmulas llanas, pero al hacerlo contaban con la suficiente autoridad para lanzarse como hienas hambrientas sobre sus víctimas; caso singular fue León Tolstoi, quien dijo que la obra de Shakespeare era una mierda y su autor un pinchi plagiador. El tiempo le dio la razón al creador de Otelo. ¿Porqué Tolstoi al criticar a Shakespeare lo embadurna de giña? Porque Shakespeare no fue moralmente superior a la época que vivía. Porque en la obra del escritor inglés no encontramos una sola palabra que muestre simpatía por el pueblo. Shakespeare se colocó al lado de la clase alta; sus dramas son esencialmente aristocráticos. «Cuando introduce en escena a burgueses y hombres de pueblo —dice Gramsci— los presenta casi siempre en forma despreciable o repugnante, los convierte en tema de burla». La opinión de Tolstoi a este respecto ¿estaba correcta o el ruc

una critica rompedora de madres

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Una «crítica» ejercitada con balizajes estrepitosos es la que yo me impongo; una critica rompedora de madres. Se trata de combatir el carácter trascendentalista y epifenoménico del discurso mamón y pendejo que abunda; despojar de su abstracción esa retórica hueca, frívola y mezquina que repiten los promotores y los agentes publicistas del establecimiento cultural oficial y empresarial y ofrecen como panacea absoluta de la engañosa libertad de expresión; hipérbole de la humillación y la segregación cultural. Palabrería encubierta como un mojigato remedo de la tradición estética y artimaña del superego despiadado y del conformismo social disfrazado de erudición postiza. Por otra parte, hay que evitar los trucos del amiguismo y las estrategias de socialización. Aunque esto, a mí ni me va ni me viene.

los intereses de las clases dominantes

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La coerción, la mediatización y la imposición de valores inicia en los niveles superestructura les de la cultura. Los proyectos culturales adquieren connotaciones políticas casi imperceptibles que refuerzan los bastiones del poder. Si la cultura se ha de entender como sociedad (capitalista) de relaciones pervertidas y sublimadas, entonces los intelectuales, desde el punto de vista ideológico, son coincidentes con los intereses de las clases dominantes. A un manojo de mitos que son una serie de contradicciones le intenta dar el nombre de uniformidad cultural. El punto de arranque para toda consideración histórica-cultural sigue siendo la mistificación y la falsedad, degradación de las cualidades creativas del arte en el más ruin discurso escolástico.

En el inmenso tejido de los acontecimientos

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"Me reconozco en las pequeñas cosas y las pequeñas vidas sin residuos de historia. En el inmenso tejido de los acontecimientos, de los gestos y de las palabras de que está compuesto el destino de un grupo humano. Prefiero quedarme, a riesgo de perderme con ellos, con el gesto y la palabra y no con el resumen, el hito o la pauta. Y acaso parte del compromiso o de la tarea consista en eso. En contar una historia de los hombres y no la Historia a secas." HAROLDO CONTI

la mistificación y la falsedad

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La coerción, la mediatización y la imposición de valores inicia en los niveles superestructura les de la cultura. Los proyectos culturales adquieren connotaciones políticas casi imperceptibles que refuerzan los bastiones del poder. Si la cultura se ha de entender como sociedad (capitalista) de relaciones pervertidas y sublimadas, entonces los intelectuales, desde el punto de vista ideológico, son coincidentes con los intereses de las clases dominantes. A un manojo de mitos que son una serie de contradicciones le intenta dar el nombre de uniformidad cultural. El punto de arranque para toda consideración histórica-cultural sigue siendo la mistificación y la falsedad, degradación de las cualidades creativas del arte en el más ruin discurso escolástico.

El quehacer intelectual ya no tiene sentido ni ubicación precisa

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Los culturosos ya no sirven a la cultura, sino que se sirven de ella. Subsiste en el fondo una sociología de difusión del engaño, un rótulo anfibológico con el que se pretende seguir contrabandeando los simulacros de capilla y cofradía en un pueblo de ignorantes y desposeídos, una simulada idealización del problema cultural en manos de ilusos que, vanamente, creen que pueden hacer lo que los políticos no hacen. El quehacer intelectual ya no tiene sentido ni ubicación precisa, se ha descongestionado. Y el cambio de intención que antes era un fin, hoy es un medio. Y la vida culturosa es un banquete o una inanición. Y más ahora que hay portentosa hambruna de artistas, intelectuales y promotores independientes.