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Mostrando las entradas de julio 7, 2013

Para lograr un acertado tino poético se requieren más que palabras

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Poco antes de enchocharse, el poeta César Pavese escribió que la unidad espiritual surge al elegir las palabras. Pero yo no creo que la cosa se así de pelada. Sostener tal afirmación equivale a concebir la poesía como un simple receptáculo de forma. Para lograr un acertado tino poético se requieren más que palabras. Y, puesto que aquello que la palabra no alcanza a explicar es precisamente lo que le da valor estético, por ejemplo: una pandilla gerundios ninis paseándose en bicicletas.

Los poetastros de las comarcas de la Tía Juana

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Los poetastros de las comarcas de la Tía Juana, y puntos circunvecinos, no toleran que una poesía mejor que la suya salga a flote. Por eso con obstrucciones se divulga la creación literaria. El sueño de poetas desconocidos queda enterrado y su talento injustamente denostado, y los maletas acaban detentando el lugar de los buenos. ¿A quién escogen entre todo el bulto de candidatos a publicar y a salir a escena culturosa cuando organizan sus mentadas lecturitas, si la imprudencia, la mezquindad, la mala leche y la falta de visión son los factores que determinan la gracia publicitaria del marginado esteta? Los criterios de selección que predominan son chapuceros, de bajo anaquel, y con claras resonancias de cuatachismo trufado de lambisconerías. Y, al final de cuentas, el birote termina en un rebajamiento descarado de la literatura, en una omnipresencia falsa, hija de la desmedida ambición y de un lirismo torpe. Para esas cabronas y cabrones la poesía no es asunto del lenguaje sino

Sacan hasta las sonajas y los cinturones de cascabel para anunciar al mundo quiénes son

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Así se pisa el umbral de la literatura, meneando el culo y balanceando del cuello las medallas, premios, doctorados y demás corcholatas que han ganado. Sacan hasta las sonajas y los cinturones de cascabel para anunciar al mundo quiénes son. Con las turgencias curriculares que exhiben pretenden ser distintos en un lugar en el que la pobreza y la anemia cultural los hacen ver como seres abyectos. Si acaso, poéticamente hablando, como pájaros aturdidos, ominosos jilgueros de la retórica nauseabunda.

Persistente sensualidad en el íntimo espacio

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La «meme merdé» de siempre; las mismas caras, los mismos culos. Toda la estructura está carcomida por la corrupción y los enjuagues sorderos. Qué expectante composición polimorfa: becarios, premiados, adeptos de capillas, promotores de sus propias intuiciones superyóicas. La usura institucional a flor de piel. —¿Cómo han sido elegidos? —Diremos que con los funcionales “criterios” con los que operan los aviesos intereses personales, las mezquindades y los cuchupos. La hada madrina de las letras bajacalifornianas ha levantado su varita mágica y ha escogido a sus agraciados y agraciadas. No se hace otra cosa que aplicar la misma consigna: «Tú, sí; ella también; ese güey, no; aquella puta tampoco». —Los criterios de selección son como una gigantesca mordida en una nalga. Persistente sensualidad en el íntimo espacio, diría el joto de Proust.

Corrió tras un jamón y se encontró con una silueta de humo

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El bato fue pendejo porque la venganza es una debilidad vergonzosa. Corrió tras un jamón y se encontró con una silueta de humo; entonces le vinieron los íntimos dolores de cojones, lanzó gemidos de despecho porque no se hizo de mulas y no tuvo más opción que pegarse una pajueliada o hacer un hoyo en la pared y meter por ahí la bichola para desfogarse. Ya se imaginaba que estaría dándose la yuca en un cuarto de hotel, con luces azuladas, cama redonda y espejo en el techo. Pero, ¡oh, desilusión! Esa faena lúbrica no se concretó; el ansia se le esfumó como se pierde el vapor de los lagos al elevarse en el vacío; proscenio de flores que no germinó ni siquiera en aburrida tertulia cafecera.

Tu soledad es un espejo

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Tu soledad es un espejo y tu furor una virtud reprimida. Tu corazón exclama una cosa y tus labios susurran aquello que está imaginando y que no quieres decir en voz alta: esas caricias que se enredan por el cuello y que queman hasta las axilas.