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Mostrando las entradas de octubre 11, 2009

«EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS» • EN REGÜELDOS TERTULEROS •

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En algunos capítulos de la blognovela «REGÜELDOS TERTULEROS O LA DEFORMACIÓN DE LOS HÉROES LITERARIOS DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO» se apostillaran algunos temas acerca de la chocoaventuras de este fanfarrón apodado «el poestastro que arrastra las patas» ; y para que el cirro le acabe de hacer malas tripas, diré que, como adelanto, sacaremos del escondrijo de los testimonios y confesiones la ruda emocion habida en su relación conyugal y de qué manera ese ojete pretendía acusar de mariguana a su guaifa para que la encarcelarán y le instruyeran causa penal y privar a a pobre ruca de la patria potestad sobre sus menores hijos. Asimismo, se balicharán otros asuntos, tales como la trácala que el poetastro se aventó en contra de la empresa donde laboró y de donde lo echarón por güevon y por tragarse a cucharadas el ceviche y otras mengambreas que se ofrecía a la clientela; y lo más tétrico, y que se refiere al delicado problema de abuso sexual cometido en perjuicio de menores, en la ca

JUAN MARTÍNEZ / EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS [O LA AFABLE MELINDRERÍA DE LO QUE NO ES POESÍA]

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Más que poeta, este charanguero posee el egregio mérito de ser un besamanos, un chupapollas y un zampaboñigas. Vertedero de cretinadas Por Éktor Henrique Martínez JUAN MARTÍNEZ / EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS [O LA AFABLE MELINDRERÍA DE LO QUE NO ES POESÍA] SIEMPRE EL DIABLO LE DISPUTA A DIOS SU CARNE De la misma manera en que aparece la mueca fea en el instante posterior a una sonrisa, y aunque suene paradójico, en el acto poético de la libre creación también puede haber una restricción deliberada que echa por tierra la proclamada invención sin límites que se pregona. Me refiero a la capacidad de fingir la afición hacia lo bonito, hacia lo suave; poniéndose la máscara de lo afable y el disfraz de la melindrería, los buenos modales y el trato social exageradamente refinado, modoso y lisonjero. Y en esa facultad de “vibrar”, el Juan José Martínez de la Cerda se pinta solo; y al erguirse en poeta —que arrastra las patas— se coloca la careta de la credulidad y e