Cuando se descubre el prejuicio ultraconservador en las palabras no hay manera de tapar el dedo con el sol (como diría el Roberto Putacazo). Y por más que zangoloteen las cucarachas peludas para anunciar que se es de mente abierta, de avanzada, en el discurso brota la rancia gazmoñería que controla. Un ejemplo de esta doblez lo denota la plastiquera actricilla Ana de la Reguera (que pese a todo, la ruca tiene un culito muy aceptable, dicho sea de paso); y es que la mina susodicha omite llamar a las cosas por su nombre, mientras se ostenta de "muy alivianada". Ella dice "intimidad" para no mencionar lo que la perrada conoce como culiadera, cogedera, cochadera, parchadera, acueste, revolcón, matar la rata, playar, enfierrar, echar pata, ponerle, fletar, etcé. —Sino quería quemarse de raspa, mejor hubiera dicho acto sexual, y san camaleón. Para no hacer muy largo el cuento, el caso es que una gacetillera de la farándula le preguntó a la ruca si es p