pedanterías indescifrables

    Ensayistas, críticos, investigadores, literatos y poetas (a quienes llamaremos «intelectuales» sólo para estirar el término), raramente ablandan la rigidez de su jerga abstracta e indescifrable; su retórica obnubilada. Se entregan al despilfarro verborreico como si compitieran para ofrecer un producto literario no apto al sentido común; y con tal nebulosidad expresiva acaban espantando a los lectores.
Toda lectura conduce siempre a este resultado: o el pensamiento se aclara o se confunde. «Si la literatura —declara Ignacio Taibo II— no baja de las supuestas alturas, para convivir con los ciudadanos comunes y corrientes, no tiene un espacio real, está fuera de la realidad» [Letras sobre papel, abril de 2000].
Y las alteraciones parecen hechas a propósito, quedando traslapadas las normas léxicas corrientes en un hermetismo o en ambigüedad de arrebatada elocuencia que huele a oportunismo, sin más compromiso que responder al encargo de la autocensura para generarse ventajas o para impresionar a la grey de mamertos con pedanterías indescifrables.

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