Fingiendo una elevada «ascesis», la mayoria de los escritorzuelos ¨inspirados¨ de esta comarca tijuanera y bajacaliforniana señorean cretina y estólidamente que la güevonería y el parasitismo deben perdurar en comunión permanente con la poesía (o, mejor dicho, con la fístula de cursilerías que estos me,lolengos consideran que es elocuente poesía). Y cada mañana, al despuntar el alba, se au toconfieren las virtudes cardinales de un «superego» lírico; y que, en realidad, se trata de un autodistanciamiento de la conciencia para paliar sus propias culpas y sublimar (o aplastar) las pulsaciones de un superyó edípico. Dicho en términos escuetos, esto supone que para autoconsumarse en divo de la «poetiada» se requiere la condición de zángano. Y claro está, también es necesario escribir versitos inocuos e inofensivos y crearse “valiosas” amistades de literatuelos de similar corte y confección (igual de ambiguos, pandrosos, gorrones, oportunistas, cobardes y lambiscones