Entradas

bebedero de vibraciones lubricas

Imagen
El sol está en su cenit y el alma no es más que un vapor. —Que la gente no conoce el estado de los espíritus. ¿Quién dijo eso? ¿Dónde está pues el espíritu? ¿Se esconde en un cesto de ropa sucia? Le da golpes a la tapa del ataúd. Antes de que te mueras déjame entrar a tu vagina, señora poeta. Devolver el cadáver a la tierra. Sí, pero antes quítame el calificativo de puta y te daré este nido de piojos blancos, este cacharro de pulgas de burdel, este bebedero de vibraciones lubricas, este receptáculo de peces carbonizados, esta planicie empastada de carne sudorosa. Turista del paraíso sexual cuya extraversión lingüística sobrepasa los menesteres de la textualidad académica. Y no se puede hacer nada para mitigar la fosforescencia de los órganos genitales, dijo una vez don Camilo Cela. Yuxtaposición de elementos contrarios, que la materia se pegue al verbo. Y yo me siento incapaz de escribir cuando estoy frente a tus nalgas.

El autosacrificio de la fémina es una autodestrucción

Imagen
El placer, como a veces el canto poético, deriva de los vínculos del engaño y la manipulación, del postulado de dar y recibir satisfacción. Qué loable intención didáctica. Egoísmo y adoración como principales alimentos espirituales de una relación amorosa-sexual, casi feudal como la que le incumbe a una dama y a su séquito de vasallos. El autosacrificio de la fémina es una autodestrucción porque en la clara idolatría que suscita el mito, y lo que se denomina naturaleza femenina es un producto totalmente artificial. Se ha injertado en la idiosincrasia la creencia de que la naturaleza forjó a la mujer, dotándola de dulzura, encanto y delicadeza. Y muchas jainas son vocingleras de ripios neofeudalistas y ridículas paladinas del patriarcado, y sin saberlo o haciéndose giles, se han allanado a la dependencia sexual creyendo que se trata de un acto de afirmación. Abstracción cosificada y mella de confusión entre feminismo y mojigatería. Y, en efecto, la sensualidad no ha perdido aún su

la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer y seducir a morras bobas

Imagen
¿Para que tanto adorno y rimbombancia cretina? El trayecto para llegar al afluente de los hidrófilos genitales es corto y el troquelado del proceso de estampón también es muy fácil: con la desenvoltura de un «pleyboyín» el bato llega y conoce a la ruca; acto seguido la embabuca; se la ensarta y luego «babai», ai te ves. El paralelo de las transacciones es para satisfacer la egolatría sexual (llegó, cojo y me voy). —Naaa. Que nariz de la luna, que rayo de luz… y la chingada. Ya lo dicen las feministas desahuciadas y arrepentidas, los amantes ideales son aquellos dos extraños que acaban de cruzar palabra y el mejor sexo lo proporcionan las papanatas, las de poco o nulo entendimiento, es decir, las pendejas son las que más disfrutan la cochadera. Y la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer y seducir a morras bobas. —Aunque hay putillas muy delicadas que quieren poseer alma y conciencia, carnal. ¿Cómo la ves? —Por eso —y por otras mengambreas no

estratagemas sicológicos del patriarcad

Imagen
En los procesos de abstracción de la mística uterina hay una variopinta presteza de las turgencias erótico-sexuales. Y en la competencia literaria se sacan a la colada toda clase de trapitos y bisuterías retóricas. En la difusión del sermón erótico se reporta con prez el surtido de la despensa, desde una perorata de sermones y flores, pasando por vocingleos de viejas gruñonas a canturreos de adalides del matriarcado, sacramentos del coito, sublimaciones de la penetración fálica, autoelevación femenina que no se alcanza por culpa de rufianes a cuyos pies se arrodillan putas y maricones, rapsodias de liberación sexual obstruida por el pecado y el sentimiento de culpa, objetivación del egocentrismo y la vanidad. Todo esto en la inveterada situación de la mujer convertida en encanto lúbrico. Además de una catarsis, prexiste un compendio de histeria sexual expresada en confitería poética. Sobre la mujer recae todo el peso del erotismo, la candidez épico-sexual. Por lo regular, casi t

en los fuegos vestales del amor

Imagen
En similitud con las figuras legendarias —a la par de Tristan e Isolda, Mellisanda y Pelleas, María y Efraín—; nulidad y mutilación de la individualidad como el «motif» o tema recurrente. Fundirse en un solo componente de unidad significa mellar la autonomía porque se anula la existencia tanto material como formal de la mujer o, en su defecto, su individualidad se supedita y se vincula al manflero cogedor, aunque se reconozca el mutuo afecto. —Y en los fuegos vestales del amor ¿quién lleva la voz cantante? Seguro que no es la querida manfla tentadora. En la producción de emociones lúbricas ¿quién toma la iniciativa? A veces ella, y en el cometido de suscitar el deleite los papeles se yuxtaponen, no de forma permanente, solamente en la profusión de los primores eróticos, cuando el amante parece un programado perro pavloviano. El poderío varonil disimula debilidad y le otorga a la mujer minúsculas concesiones. Mucha complacencia y poca inteligencia en un ejemplo de poesí