en los fuegos vestales del amor

En similitud con las figuras legendarias —a la par de Tristan e Isolda, Mellisanda y Pelleas, María y Efraín—; nulidad y mutilación de la individualidad como el «motif» o tema recurrente. Fundirse en un solo componente de unidad significa mellar la autonomía porque se anula la existencia tanto material como formal de la mujer o, en su defecto, su individualidad se supedita y se vincula al manflero cogedor, aunque se reconozca el mutuo afecto.

—Y en los fuegos vestales del amor ¿quién lleva la voz cantante? Seguro que no es la querida manfla tentadora.

En la producción de emociones lúbricas ¿quién toma la iniciativa? A veces ella, y en el cometido de suscitar el deleite los papeles se yuxtaponen, no de forma permanente, solamente en la profusión de los primores eróticos, cuando el amante parece un programado perro pavloviano.

El poderío varonil disimula debilidad y le otorga a la mujer minúsculas concesiones. Mucha complacencia y poca inteligencia en un ejemplo de poesía erótica y de política sexual.

—Porque el gamberro machincuepas, regularmente, no saluda ni se quita el sombrero, y una vez que lleva a cabo su hazaña, se fleta los chones y los tramados, murmurando en sus adentros: «Ahora sí, pélate, Tintán».

Entradas más populares de este blog

DOSSIER CARLOS LÓPEZ DZUR [TROZOS POÉTICOS]

«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» O EL AGUACHIRLE SENTIMENTAL CLASEMEDIERO