la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer y seducir a morras bobas
¿Para que tanto adorno y rimbombancia cretina? El
trayecto para llegar al afluente de los hidrófilos genitales es corto y el
troquelado del proceso de estampón también es muy fácil: con la desenvoltura de
un «pleyboyín» el bato llega y conoce a la ruca; acto seguido la embabuca; se
la ensarta y luego «babai», ai te ves. El paralelo de las transacciones es para
satisfacer la egolatría sexual (llegó, cojo y me voy).
—Naaa. Que nariz de la luna, que rayo de luz… y la
chingada.
Ya lo dicen las feministas desahuciadas y
arrepentidas, los amantes ideales son aquellos dos extraños que acaban de
cruzar palabra y el mejor sexo lo proporcionan las papanatas, las de poco o
nulo entendimiento, es decir, las pendejas son las que más disfrutan la
cochadera. Y la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer
y seducir a morras bobas.
—Aunque hay putillas muy delicadas que quieren poseer
alma y conciencia, carnal. ¿Cómo la ves?
—Por eso —y por otras mengambreas no menos
prioritarias— se legitima la putería, puesto que, en determinadas situaciones
de premura o de hartazgo, es mejor pagar que persuadir. Y he ahí el motivo por
el cual los batos, sea por comodidad o satisfacción, prefieren tirarse a una
puta.
Y, ciertamente, como dijera un cholo metrosexual de
la «Anabel», no hay cosa más estorbosa en una pirujilla que su pinche
refinamiento que, a decir la neta, se trata de una actitud mamona que hace la
vida estorbosa e impide disfrutarla.