Un poema de Paula Peyseré
Llegabas ebrio para ducharte y mojarnos
borracho pero erguido, estar
alcoholizado te calentaban los recuerdos,
succionando de mi cuello la carne
en pala de la lengua la punta
¡ comerme el cuello! Y no podía ser,
evidentemente nunca te alcanzaba.
Entonces arrasabas
por la espalda, dos horas, porque soy muy maciza:
-Grandota- me decías
-lo más hermoso que vi en mi vida- me decías
-hacéme con Quilmes-
y yo interpretaba: en tu abdomen
jugar al muertito que no acaba, alargado,
con olor nuevo a malta, el sexo
de chuparnos en cerveza.
Cojer se volvía hermoso,
algo de religión, amistades,
abrazarse con despedida o viajes,
porque se parecía más a emborracharse que a querer •
evidentemente nunca te alcanzaba.
Entonces arrasabas
por la espalda, dos horas, porque soy muy maciza:
-Grandota- me decías
-lo más hermoso que vi en mi vida- me decías
-hacéme con Quilmes-
y yo interpretaba: en tu abdomen
jugar al muertito que no acaba, alargado,
con olor nuevo a malta, el sexo
de chuparnos en cerveza.
Cojer se volvía hermoso,
algo de religión, amistades,
abrazarse con despedida o viajes,
porque se parecía más a emborracharse que a querer •
Paula Peyseré