Así se pisa el umbral de la literatura, meneando el
culo y balanceando del cuello las medallas, premios, doctorados y demás
corcholatas que han ganado. Sacan hasta las sonajas y los cinturones de
cascabel para anunciar al mundo quiénes son. Con las turgencias curriculares
que exhiben pretenden ser distintos en un lugar en el que la pobreza y la
anemia cultural los hacen ver como seres abyectos. Si acaso, poéticamente
hablando, como pájaros aturdidos, ominosos jilgueros de la retórica
nauseabunda.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...

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