Corrió tras un jamón y se encontró con una silueta de humo
El bato fue pendejo porque la venganza es una
debilidad vergonzosa. Corrió tras un jamón y se encontró con una silueta de
humo; entonces le vinieron los íntimos dolores de cojones, lanzó gemidos de
despecho porque no se hizo de mulas y no tuvo más opción que pegarse una
pajueliada o hacer un hoyo en la pared y meter por ahí la bichola para
desfogarse. Ya se imaginaba que estaría dándose la yuca en un cuarto de hotel,
con luces azuladas, cama redonda y espejo en el techo. Pero, ¡oh, desilusión!
Esa faena lúbrica no se concretó; el ansia se le esfumó como se pierde el vapor
de los lagos al elevarse en el vacío; proscenio de flores que no germinó ni
siquiera en aburrida tertulia cafecera.