El bato fue pendejo porque la venganza es una
debilidad vergonzosa. Corrió tras un jamón y se encontró con una silueta de
humo; entonces le vinieron los íntimos dolores de cojones, lanzó gemidos de
despecho porque no se hizo de mulas y no tuvo más opción que pegarse una
pajueliada o hacer un hoyo en la pared y meter por ahí la bichola para
desfogarse. Ya se imaginaba que estaría dándose la yuca en un cuarto de hotel,
con luces azuladas, cama redonda y espejo en el techo. Pero, ¡oh, desilusión!
Esa faena lúbrica no se concretó; el ansia se le esfumó como se pierde el vapor
de los lagos al elevarse en el vacío; proscenio de flores que no germinó ni
siquiera en aburrida tertulia cafecera.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...

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