Los poetastros de las comarcas de la Tía Juana
Los poetastros de las comarcas de la Tía Juana, y
puntos circunvecinos, no toleran que una poesía mejor que la suya salga a
flote. Por eso con obstrucciones se divulga la creación literaria. El sueño de
poetas desconocidos queda enterrado y su talento injustamente denostado, y los
maletas acaban detentando el lugar de los buenos. ¿A quién escogen entre todo
el bulto de candidatos a publicar y a salir a escena culturosa cuando organizan
sus mentadas lecturitas, si la imprudencia, la mezquindad, la mala leche y la
falta de visión son los factores que determinan la gracia publicitaria del
marginado esteta? Los criterios de selección que predominan son chapuceros, de
bajo anaquel, y con claras resonancias de cuatachismo trufado de lambisconerías.
Y, al final de cuentas, el birote termina en un rebajamiento descarado de la
literatura, en una omnipresencia falsa, hija de la desmedida ambición y de un
lirismo torpe. Para esas cabronas y cabrones la poesía no es asunto del
lenguaje sino del apalabre, y lo que preconizan en su parafernalia, en cuanto a
que «la cultura no debe tener límites» y que «todos somos poetas», no es más
que mierda altamente concentrada. El trasfondo mentiroso se vislumbra como un
intelectualismo populista que fácilmente puede ser desmentido por cualquier
borracho o niño tonto: «La convocatoria de pertenecer a nuestros grupos se
encuentra siempre abierta. Y todos son bienvenidos».
—¡Sí, cómo no! Y el esperma es un veneno •