—¿Cuál es el verdadero nombre de Gabriela Mistral?



Y, a vuelco de impresiones y adjetivaciones inútiles, y con muy poco sentido de proporción estética, el protopoeta se sumerge en una ensoñación telúrica —o acción personificada— que se impone como entidad intangible y ambigua, (patente en la presencia del quiasmo «melódica angustiante»), y en cuya “apoteosis” (o “momento epifánico”) resuena como una «pequeña voz» que dicta órdenes y establece prohibiciones («no camines entre nubes», «si te detienes acabas»).

Se pretende hacer pasar por poesía una divagación introspectiva o discurso de invocación que se expresa en el rango de las indeterminaciones subjetivas de un espíritu fustigado.

He aquí sólo un entremés con sus caracteres resplandecientes de mezola y confusión.

—Ay, se me doblan los ánimos.

—¿Cuál es el verdadero nombre de Gabriela Mistral?

—Toma mi pañuelo y límpiate esos mocos.

—¡No me tortees enfrente de la gente!

—Ya vienen los chalanes.

—¿Me ayudas a destapar esta caguama?

—Preséntate con porte de poeta.

—¿No trajeron edecanes?

—No seas culera y dime la neta; ¿la hago o no la hago como poeta?

—No se trata de eso. Ya me están llamando para…

—Buenas tardes. Tenemos aquí al joven…

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