EL ÚLTIMO ENGENDRO DEL IMAC:
EL MARGEN RETACHABLE, UNA EDICIÓN MACUARRA


«¡No me jodas, que me da risa!
escribir, como decía Onetti, es una necesidad.
Decía el ilustre borracho que hay dos clases de escritores,
los que quieren ser escritores y los que escriben sin parar»

Alfons Cervera

«..soy fiel al escritor que pasa por alto las
presiones nefastas del que busca, por medios
mezquinos o publicar una obra ya sea bajándose
su dueño los pantalones o comportándose
como besaculos ante el editor déspota y gandalla»

Martín Romero

¿HAY ALGUIEN EN EL IMAC QUE SEPA DE LITERATURA?

«El margen reversible» se titula el último engendro literario gestado en las entrañas de la burocracia cultoraloide que madroteaba la ñorsa Elizabeth Algrávez, y quien fungiera como directora del Instituto Municipal de Arte y Cultura durante el periodo de desgobierno municipal de Jesus Gonzalez Reyes, alias el «Camello».

—¿Para qué tanto regodeo pleonásmico con eso de IMAC?; conque hubieran bautizado a ese organismo de inútiles burriciegos simplemente con el nombre de Instituto Municipal de Cultura bastaba, pues el concepto cultura incluye al de las arte).

Cinco libracos (dramaturgia, crónica, narrativa, ensayo y poesía) integran ese producto letrero que el IMAC sacó a tenderetes para justificar la güevonería y —de paso— chantajear a los escasos lectores.
«El margen reversible» es un producto contrahecho y parido de mala gana por la gavilla de cultureros, adjuntos administración panista local que desgobernaba el municipo de Tiyei; es decir, una muestra de lo que se hizo con las rebabas monetarias que sobraron de las partidas económicas destinadas a construir el puente de la 5 y 10 (30 melones de pesos de un presupuesto de 500 milloncejos de sopes, aprovechados como un rico filón por obra y gracia del exvirrey Chuy González); una edición que se armó con despojos —tanto económicos como literarios—; producto del conformismo, la pasividad y la rutina burocráticas.
«El margen reversible» es una selección de textos que ofrece una visión fragmentada de la literatura bajacaliforniana que abarca desde finales de los años sesenta (Rubén Vizcaíno Valencia), atravesando los tres subsecuentes decenios, 1970, 80 y 90 (Raúl Rincón Meza, Roberto Castillo y Martín Romero), hasta la tocar el aura pútrida de la posmodernidad (Noé Carrillo y Lorena Cienfuegos).
La edición de marras salió a flote a principios del mes de junio de 2004, aprovechando la XXII Feria del Libro de Tijuana para imponerse la medalla fajinera y decir que se trabaja en pro de la cultura.
En la penúltima página de cada uno de los 5 libros se advierte que la mentada edición estuvo a cargo de Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, Milton Valenzuela y de un comité editorial integrado por Sergio Romel Alfonso G., Mario Ortiz Villacorta y Mark Weiss.

—Pero ninguno de estos güevones se dignó a elaborar un prólogo o presentación de la pasarela de autores que engrosaron «El margen reversible».
—Hijos de su chi...moltrufia; no pudieron añadir una méndiga introducción.

Los ilusos antes mencionados, miembros de una mafia cultural que camina en cámara lenta, con la cachaza de su inviabilidad literaria sacaron a la bravota la edición en cuestión, quizá con la creencia de llevar a la práctica la creación de un paraíso sin manzanas.



QUÉ GÜEVA ESCRIBIR UN PRÓLOGO


Enterados que no hay preludio que encabece el contenido de los 5 libracos que componen «El margen reversible», se calcula el tamaño de la güevonería, el desinterés y la irresponsable omisión de escribirlo, en aras de la premura por incautar los honores baratos, el almidonado reconocimiento de bufones repugnantes que figuran como funcionarios y asesores de cuestiones relacionadas con la cultura, sin prever —o importándoles madre— los resultados que pudiera tener una obra tan mamarrachadamente expuesta como retazo simbólico de la producción literaria habida en el noroeste de México.
Un prólogo es tan imprescindible y útil en todo corpus de letras; toda antología que se precie de ser decente no debe pasarlo por alto. A la elegante varona y a su cuadrilla de incondicionales les importó más entregarse a aficiones que no guardan la menor correspondencia con el quehacer escritural, pero sí con el relajo frívolo, la jarana, el ridículo oropel y el hedonismo de copa y calcetín de látex.
Por otra parte, la atribulada especie que ronda por la institución culturosa, irradiando sus emblemas de méritos acartonados, deja mucho que desear. Recuérdese, a manera de ejemplo ilustrativo, que la señora Elizabeth Algrávez, recién nombrada titular del IMAC, por obra y gracia del flamante dedo del desgobernador del estado, casi un año dejó su chamba tirada, cual chacha mal pagada.
Durante ese tiempo, solamente presentaba su mejor cara ante las cámaras. La holgazanería le hizo trizas la doncellez.
Al pajueleo de estos bribones me gustaría endosarle el pedacito de un poemita que el taralaila de Salvador Novo envió al panzón de don Alfonso Reyes en 1959:

¡Cuán presto desistió de su trabajo
este huevón que no hace lo que debe!
En vano es que lo invoquen o lo llamen,
amenacen, exhorten o supliquen,
estrujen, froten, rueguen o reclamen.
Perezoso y undívago cual líquen,
no pretendemos ya que nos lo mamen,
sino —¡siquiera!— que nos lo mastiquen •


No hubo preámbulo, pero... ah, qué tal el tratamiento cortesano que aplican como esponjoso prolegómeno estos arrastrados al dirigirse a sus supremas autoridades; voluptuoso es el deslengüe que arrojan en calidad de prefacio.
Y, en cambio, les importa un sorbete la atención que merecen los hipotéticos lectores. A éstos que los parta un rayo, no así al señor presidente y al señor gobernador; seres todopoderosos de quienes han recibido —de rodillas y mirando al cielo, sudorosos y jadeando— la marmaja catorcenal, la beca, las aguas frescas, el filete de res bourgignon, el boleto del bingo, las tanguitas de Jorton Plaza, el pomo de pisto levantado en la tienda UETA de San Ysidro, las comilonas de gorrión y demás chuchulucos.

—Todo eso ¿en contraprestación de qué?

Pues del gesto mojigato, la pleitesía obligada, y de lo más importante, de la privación de una libertad —real y concreta— que sólo tienen de vez en cuando y efímeramente, como las putas de los lupanares de pueblo que salen a la calle cuando la madrota se lo permite.

En fin, continuemos revisando el asunto.

Al omitir el prólogo, ineludible obligación que por actitud haragana debieron haber considerado un apéndice estorboso, el vacío escritural conlleva al silencio verbal y, por ende, a la inexistencia del discurso. De este mutismo obstinado nos habla Roman Jakobson en sus célebres estudios lingüísticos.
Los melolengos facultados para menear el traste literario fraguado en la carraca de arte y cultura, por no verter prefacio alguno en la edición a sus cargos, hoy se antojan a candidatos merecedores de una chicotiza de 500 latigazos en cada nalga. Poco o nada les importó causar la regresión desintegradora de la palabra como lo haría un infante que se niega a hablar o un esquizofrénico que huye de la realidad; es decir —para emplear una expresión de Jakobson—, se volcaron hacia lo que el lingüista llama «afasia universalis», o sea el desvanecimiento o aniquilación de voz y lenguaje.
Se separaron de un lenguaje cuya funcionalidad, necesariamente permite la representación de la realidad, ficticia o veraz, pero realidad al fin. Con el hecho de omisión le dieron a la palabra significatividad de grado cero, total negación, silencio bruto (muy diferente al «silencio elocuente» que implica un elemento complementario del lenguaje porque es un silencio con significado, equiparable a las particularidades discursivas que tiene la palabra).

—Ahora, ¿dónde radica la causa que de-genera este despojamiento del contenido y la forma de las propiedades enunciativas?

Hay quienes dicen que su raíz está en la división esquizoide del yo, en la alienación lingüística, otros afirman que tal regresión proviene de fuentes autoritarias que imponen el silencio a la manera de mordaza fascistoide.
Sean peras o manzanas, sandías y melones, lo cierto es que sus efectos, una vez desmascarados al descollar las contradicciones que se ocultan en forma de trampas sicológicas, poseen una fuerza patética capaz de domesticar al mismísimo Nietzsche; despuntar ambigüedades al grado de llegar a confundir lo antisocial con lo revolucionario.

—O convertir el gastado coño de una puta en una virginal e inmaculada panochita.

Asimismo, son el cipotazo de la irresponsabilidad, el facilismo mezquino y de la pedantería que arrastran los cretinos para dar rienda suelta a la vanidad y a los espasmos de un delirio de grandeza, huérfano de méritos y virtudes, a expensas de explotar la credulidad ñoña.
Por eso, en lo que incumbe a este caso de silencio, negativa de prologar la edición de «El margen reversible», no podría hallarse mejor justificación para tal mutismo empeñado en eludir responsabilidades. Sino hay manera eficaz para falsear el discurso, retorcer impulsos de la palabra, entonces la solución del problema será guardar silencio.
La triquiñuela me trae a la memoria los panchos de la vieja gruñona, un personaje de una obra del teatro guiñolesco que fingía sordera y mudez porque no quería rendirle cuentas a sus acreedores y, entre contorsiones, pestañeos y miraditas estúpidas, freía mímicamente la mentira que los ratones le habían comido la lengua.
En uno de sus tantos expansivos ensayos, Alfonso Reyes asevera que el ser humano "es esencialmente Logos: necesita hablar y decir, hablar con palabras de cuanto ve y entiende, de cuanto no ve y no entiende, decírselo a sí mismo y al prójimo. Si nunca puede estarse quieto, tampoco puede estarse callado. El comentar es su función específica, en cuanto percibe objetivamente su función creadora". Luego, el zotaquín sabiondo concluye con esta advertencia: "Alto parlante, el hombre; o, como dice el Diálogo de la lengua, incorregible 'hablistán'." [Génesis de la crítica, p. 289].


NOMÁS DOS PARRAFITOS MAMONES

Lo único que aparece en forma repetida es una triste y escueta nota solapera, garabateada por alguna puñetera manita anónima que apunta esta mariguanada, escrita con un lenguaje híbrido y mierdoso:

"Toda literatura regional supone la noción del margen" [mentira, y si así fuera, tal suposición ¿con respecto a qué o a quién sería?] "una que se funda sobre la periferia de la escritura nacional" [o una escritura nacional que se funda sobre la periferia] "o de la lengua" [¿qué lengua y lengua de quién?; ¿la lengua que lame el glande o el escroto?, ¿o la lengua enrollada en forma de cucurucho que se mete por el remolino del culo después de dar el beso negro?]. "El margen reversible es un intento por subvertir lo supuesto" [entonces ¿a qué viene el título que ampara la edición, si precisamente lo que pretenden hacer es desvirtuar o trastocar la supuesta noción de margen?; si serán...], "dando cuenta de lo que Tijuana ha producido en términos literarios durante los últimos años" [bueno, habrá de aclararse qué se entiende por 'últimos años', toda vez que en los libracos aparecen algunos textos que fueron escritos en la época del caldo].
Efectivamente, y se señalan como botones de muestra el ensayo sociológico «De pachucos, cholos y punks» (1985), del cholólogo Manuel Valenzuela, malamente incluído en la categoría de crónica, y el poema «Tijuana a Go-Go», del pro Rubén Vizcaíno, que data de 1967, cuando el «Piojito» era el mejor cine de Tijuana y la Zona Río un vil corral de vacas.
El cretino encargado de trincar el discursito de solapa, y a quien seguramente ni le preocupan las aberraciones, no tiene idea de la espesa crema de incoherencias que ha batido en su batea de babas.

Leamos el segundo cacho que cierra la retintina:

"Los cinco tomos" [en realidad, se trata de 5 enclenques libritos] "de esta antología reúne un ecléctico grupo de escritores" [ni tanto, la mayoría son coyotes que aúllan en la misma loma] "en activo" [ni tanto, algunos ya se dieron cuenta que la literatura no sirve para nada y decidieron dejar escribir sus mamadas, y otros, ya casi se encuentran a un pie del sepulcro], "propuestas estéticas y perspectivas temáticas" [sí, como las 'propuestas estéticas' que reivindican los señorones Jesús Blancornelas y Óscar Genel] "que nos revelan un cúmulo de voces en la búsqueda constante por definir sus propios márgenes" [ni tanto, pues al Federico Campbell, por citar un ejemplo, le vienen guangos esos pinchis 'márgenes'].

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