EL NARCISISMO RATONIL DE LA AURELY MONRAZ



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez

EL NARCISISMO RATONIL DE LA AURELY MONRAZ




CON EL TIRO MONTADO EN LA RECÁMARA DE LA FUSCA LETRERA


Hoy me ocuparé de otro espécimen, «sunt illi testes» (o sea, miembro sin testículos), y perteneciente a la fauna poética del «Proyecto Editorial Existir», empresa que timonea el oscuro Gilberto Licona, y en la que predomina, como ya se sabe, la ginecocracia. El asunto protoliterario concierne de la licenciada en lengua y literatura hispanoamericanas Aurely Monraz Sandoval (Tijuana, BC, 1977), autora del poemario «El libro de los cuatro elementos y dos más».

—O sea, de los seis elementos. Pa no andar con tanto pancho.

Un título esotérico y ajeno a los contenidos temáticos del texto existiroso, publicado en el mes de abril de 2003. El librito de la Monraz corresponde a la edición número 5 de los «Cuadernos Existir» y consta de 44 piezas letreras que van de simples frases a enunciados líricos (y no líricos) de dos, tres, cinco y hasta 14 o 22 renglones.

—No se hagan muchas ilusiones, el producto en comento, estéticamente está más pelón que un monte en invierno.

En cuanto a calidad literaria, deja mucho que desear, por su elaboración y disposición de los detalles y por la forma exterior. Y en lo que toca a la versificación, no hay simetría, la estructura es libre y predomina la tacañería porque la mayoría de los poemas (por llamarlos de algún modo) son demasiado cortos, casi esquemáticos y desprovistos de cesura. De acuerdo con las leyes del arte, el trabajo de la ruca no tiene encanto ni fuerza de sugerencia; es vacuo e insustancial y no satisface el gusto ni contenta al oído.

LAS QUIMERAS DE OTROS GÜEYES SON MIS RUTINAS

Antes de entrarle al asunto, asomémonos a la fatua feria de vanidades que la mentada Monraz Sandoval nos presenta como su pedigrí en la contraportada del minilibraco. Sólo le faltó colgarse las corcholatas, los foquitos de navidad y mencionar las vacunas de su perro y su colección de barbis.
Y aquí suelto el hilo:

«Cursó los diplomados de Historia y técnica cinematográfica (uabc-Cineteca Nacional) y de Gestión cultural (Conaculta). Formó parte del taller 'El acto de la memoria: edición y publicación', impartido por Felipe Ehrenberg». [Mucho gusto]. «Participó» [nomás una vez] «como expositora en el encuentro 'Media and Democracy'» [en el idioma patronal, por si cabe alguna duda] «y en la conferencia 'Poesía en la frontera' en la Universidad de California en San Diego».

Y pa que se vea que en los pedos del pavoneo no se escatima, continuamos oreando a los cuatro vientos su currículum:

«Ha participado con textos en exposiciones visuales» [faltaba más que la ruca se quedara cruzada de brazos, o, mejor dicho: con los brazos cruzados] «como 'La catrina' de Felipe Contreras y 'Cachoras del desierto' del artista Alfonso Arámbula. Su trabajo visual ha sido presentado en las exposiciones colectivas 'Axis mundis' (1999) y en 'Los tesoros de Margarita' (2001)».

Y, además, pa que se les enchueque la jeta de pura envidia, le pintamos otra rayita al tigrillo empampirolado de la vanidad rastacuera:

«Fue ganadora del primer lugar en la muestra 'La noche de los creativoros', en la categoría de diseño de vestuario por dos años consecutivos».

—¡Quihúbole, cabrones! ¿Qué les dije? ¿No que no se puede ser dos veces chinguetas?

Y para que se caguen pa dentro ai les va esto:

«En el 2001 obtuvo el primer lugar en los 'Premios cultura', promovidos por el Instituto Municipal de Arte y Cultura, en la categoría de Rock» [¡ora, tú!; y ¿porqué rock con mayúscula?].

Por lo que se deduce, a la manola Juan Camaney le queda guango y el pendejo de Robert Fripp le viene a dar chain a sus zapatos.
Guachen la modestia que sigue:

«Sus aportaciones musicales aparecen en la compilación Motivos del sitio 29. Además forma parte del grupo de promotores de rock local 'Los de abajito'».

—De cincho que 'Los de abajito' tocan como 'Los de arribita'.

Y el remate no podía ser más seráfico:

«Promueve la cultura desde 1993» [¡jolines!; ¿no será la incultura eso que dice que promueve?], «y actualmente se desarrolla en el campo de la gestión cultural y el mercado del arte» [¡chetos con sabor a fresa!] «con varios proyectos independientes e institucionales» [los cuales omite mencionar por aquello de la piratería y, en cambio, para consolación nuestra, nos atosiga de cretinismos esputos].

Después de leer la anterior plétora narcisista, creo que sólo faltaría escribir el nombre de la rucaila con caracteres diamantinos y bordes orlado; y luego guardarlo para siempre en el fondo de baúl de la conciencia.

—A estas alturas del partido, cinchada la mula que Harold Bloom ya la debe tener inscrita en su Canon occidental.

Y eso que la autora, como ella lo advierte en el prolegómeno de su cuadernillo (página 5), no se considera poeta ni buena escritora. Y, queriendo escurrir el bulto, apunta en sentido masculinizado [¿porqué?]:

«Yo no soy un buen escritor y mucho menos un poeta...».

Y, con actitud circunspecta, insiste:

«Ahora, tres años después, sé que no soy poeta y mucho menos artista».

—¡Uyuyuy! Entonces… todo lo que dijiste; ¿qué se vaya por el resumidero de las aguas puercas y encerotadas?

Con que no es poeta ni escritora. ¡Qué tal si lo fuera! Pues, cinchada la mula, que la mina se lleva el premio Nobel a su cantona.

Aunque pretenda mostrar recato y modoso juicio de humildad, esto de nada sirve, pues el tepache ya está regado. Y allá ustedes si se quieren tragar el sapo creyendo en la salida peregrina que ofrece la ruca, en el sentido de que no le gusta darse bombo.

—¡Qué manera tan pitera de salirse por peteneras! No es decente mamar y dar topes al mismo tiempo.

Como se avizora en lo leído, a la ruca la domina un exagerado espíritu de contradicción. Pero, por un momento, apartémosle la trompa de las henchidas ubres de la vanidad y pasemos a los despliegues verbales que estructura y desestructura la no-poeta en su libraco «El libro de los cuatro elementos y dos más».

CUANDO LA POESÍA NO ESUN FIN SINO UN PRETEXTO

Incapacitado y forastero en el hábitat poético es el escueto texto que abre el poemario (página 9); se titula «Yo», y a pesar de que invoca el elemento sinecuanon que permite la fermentación lírica, el poemita, por así designarlo, es una insulsa y desabrida alusión de baja inspiración.
Comprobémoslo:

«Un reflejo.
El otro lado del espejo y lo que Alicia encuentra ahí
hace cambiar la dirección de la luz».


«Solo» es un poema de dos renglones (página 11), donde la mina lo único que hace es obviar lo obvio:

«Sin inquilinos sobre la cama,
el espacio es más visible».


—¡Agüevo!

Le sigue «Buba» (página 12), una trivialidad inservible para la vehemencia, que en lugar de poema equivale a un pedazo de torva cursilona calcada de alguna canción empalagosa berreada por Los temerarios o por el puñalito que le hizo el Loco Valdez a la Verónica Castro.
Juzguen ustedes lo que afirmo:

«Escucho tu llanto,
persigo tus pasos
y tú no estás»


—Tararararaaá. ¿A poco ño?

Utilizando el recurso de la personificación, la Monraz nos ofrece otra minucia cuyo ribete se emparienta con aquella vieja rola remilgona conocida como Página blanca, y que algunos nostálgicos la tararean más o menos así: página blanca fue mi corazón, donde escribiste.... no sé qué chingados de amor.
En efecto, la poeta titula su pieza como el nombre de la rola ya citada, y para variarlo le agrega una preposición: «Página en blanco»; y apunta en ella una conjetura bobalicona ya muy trillada por escritores y poetas de ayer, hoy y de los que vendrán mañana.

«No soy quien deja de escribir,
es la pluma la que en ocasiones se rebela».


—Aja. Como don Quijote se le rebeló a Cervantes, como Maqroll el Gaviero se le rebeló a Álvaro Mutis, como Pereira se le rebeló a Tabucchi, como Raskolnikov se le rebeló Dostoyesvki o como doña Tere Vicencio (oh, perdón), quise decir como el Gran Preténder se le rebeló a Luis Humberto Crosthwaite.

Hasta aquí la tal Aurely nos ha defraudado. En su elaboración no ha habido mediación creadora; su producción es pobretona y en la lectura se vislumbra una escasa interioridad subjetiva con una tibieza de grititos sensibleros. Sus defectos son palpables y se descubren con poca diligencia por cualquiera que carezca de las nociones más elementales de crítica. Habrá que ver si la autora logra ser una buena poeta o se queda en su sueño, porque el contenido de su cuaderno no pasa de ser una simple concatenación semántica, una mimesis de caparazón vacío, reflejo intuitivo de expresión-representación.

—Pero si la cosa no se trata de producir poemas como una fábrica de salchichas. ¿O sí?

Por mi parte, yo tengo la sospecha (por lo que dicta la moda de «aspirar» a ser o creerse poeta) que la ruca es solamente una socialité metida al menjurje de la poetiada; especializada en pelearse con su alter ego, y que se inspira en traje de baño y con un daiquiri en la baisa, apilando palabras sin ton ni son como luciérnagas sin luz, «huérfanas de calor». A lo mejor son mis desvaríos. Aunque, de lo que sí estoy convencido es que pocas líneas de su texto, parafraseando a la cofrade la Camelia García, tienen sabor a poesía.

ZAPPING CULTURAL: AGÁRRALE LAS NALGAS A LAS CULEBRAS

No quiero ser injusto ni mala leche al juzgar el ejercicio protopoético (o, mejor dicho, de palabras perecederas) de la Aurely Monraz Sandoval, por lo que enseguida me abocaré a localizar, si es que existen, virtudes poéticas en los poemas que ofrece la jaina; o, ya de jodido, cuando menos, encontrar en sus estados emocionales algunos destellos que revelen alguna calidad lírica; aunque sea de baja escala estética pero que se cuadren en un estilo propio. La intención no es echar pestes ni clavarle un clavo más al féretro del difunto. Aunque, viéndola bien, habrá que hacer eso cuando se preste la ocasión. Pues lo acre de mis comentarios es lo que le da sabor al pozole y las palabrotas que uso, aclaro, son un síntoma de la coherencia ética y estética del crítico de la literatura. La función de la crítica es normativa y contribuye a elevar la condición del esteta en aras de la perfección. He aquí la necesidad del crítico literario, que debe fungir —según el Christopher Domínguez Michael— como un mercenario dispuesto a emplearse a las órdenes del ejército que escriba mejor.
Por mi parte, yo prefiero pecar de culero que caer en la meliflua y estercolera hipocresía. Y no nos engañemos: lo que parece turrón puede que sea mierda, y viceversa.

—Muy cierto, men. No todo lo que brilla es oro, ni todo lo que blanquea es coca.

Vindicando la verdad como postura de convicción, el máster Francisco Zarco exteriorizó el adagio a su manera: «Quitad al mundo todo lo que es fingido, y no quedará casi nada». Todo esto se lo platico a usted, lectora o lector, porque bien puede llegar un falso poeta y tomarnos el pelo. Pero una vez detectados, ¿qué haríamos para evitar que proliferen esos bochornos perjudiciales para el arte? No lo sé, pero hace poco leí («Historia del Buscón» de Francisco de Quevedo, capítulo X) acerca de la Problemática contra los poetas hueros, chirles (vanos, aparentes) y hebenes (inútiles e insustanciales). Sucede que un sacristán lee a Pablos, personaje de la obra quevediana, una premática en la que califica a los poetas con los mismos parangones que se les adjudicaban a los moros, refiriéndose a los estetas como miembros de una «secta infernal de hombres condenados al perpetuo concepto, despedazadores de vocablos y volteadores de razones».
Y con esa virulencia el sacristán inicia su premática, proponiendo remediar la situación de los poetas de esta manera:

«Atendiendo a que este género de sabandijas que llaman poetas que son nuestros prójimos y cristianos aunque malos; viendo que todo el año adoran cejas, dientes, listones y zapatillas, haciendo otros pecados más enormes, mandamos que la Semana Santa recojan a todos los poetas públicos y cantoneros (los que están en las esquinas), como a las malas mujeres, y que los desengañen del yerro en que andan y procuren convertirlos. Y para esto señalamos casas de arrepentidos» [página 62].

CLICHÉ DE UNA PINCHI PASIÓN EXCESIVA: ABUSA DE TU INSPIRACIÓN


Pasemos, pues, a tirarle oclayo a los gemidos retóricos que repugiña la malograda esteta en su libraco. «El poeta» (página 17) es uno de los cuatro textos con mayor extensión en la obrita (de 14 renglones para ser precisos). Al meterle faro al texto, luego-luego se descubre que el poeta al que alude Monraz Sandoval es, nada más y nada menos, el mismísimo che Jorge Luis Borges.
La ruca no tiene desperdicio en colmarlo de lisonjas, arrojarse a sus pies y ponerlo en un altar como santo de su devoción. Copio el poema y los comentarios que hago del mismo los encierro en corchetes

«Tras salir del túnel
cayó la bruma de la ceguera,
tiempo en el que descendió la neblina amarilla en la Argentina;»


[Nel, pues al evacuar don Jorge Luis Borges de la panochita de su mamá, no es verdad que hubiera perdido la vista en el momento que lo echan al mundo; el autor del «Aleph» se quedó ciego ya estando de ruco; la visión la fue perdiendo paulatinamente, primero en un ojo y después con el otro faro sólo alcanzaba a videar siluetas con manchas de color gris].

«los ojos del poeta ya no estaban,»

[Nel, esos oclayos sí estaban; lo que no estaba era su capacidad de percepción visualizadora].

«las lágrimas empañaron los vidrios»

[Nel, el che Borges no usaba anteojos; a no ser que la autora se refiera a los vidrios de las ventanas de la casa del poeta].

«fueron los lamentos de Buenos Aires escritos entre líneas,
mensajes enterrados entre fervores e inquisiciones,»


(Nel, a don Jorge Luis Borges jamás se le escuchó proferir lamento alguno por motivo de su ceguera; al menos en público no lo hizo].

«lágrimas sin ojos para el poeta»

—Que sí tenía ojos; lo que padecía era ceguera. ¡Chingado!

«¿Cómo sería el mundo en los ojos del ciego?»

—Pues… cómo va a ser… oscuro y en tinieblas. ¡Joder con esta tía!

«Devorador de libros que cedió sus ojos a las letras»


[Borges jamás cedió ni siquiera las pantaletas de las niñas de sus ojos; y eso de devorador de libros resultaría únicamente aplicable a los ratones que merodeaban en los estantes de la biblioteca donde el che camellaba y que, a falta de algún mendrugo de pan o de chorizo, los roedores se refinaban algún que otro libro].

«Quisiera haber sido la pluma que escribiera sus dictados»

[Qué poca autoestima la de la poeta; ¿porqué no mejor su lazarilla?; pues, acabándosete la tinta, lo más seguro, es que el che te jondeara al puto bote de la basura.

«nadar en tinta por el laberinto de sus ruinas circulares»


[¿A poco las plumas nadan en tinta? Lo probable sería que nadaras entre papeles arrugados, toallas con moco verde y botellas vacías de vino tinto. Y eso de ruinas circulares, supongo que serían las maromas mentales —la metafísica— del che, y ¿tan jodida estaban ya sus ideas para que fueran unas ruinas?].

«Borges ciego de los ojos
Borges ojos de libro»


—Bueno, se trata de metáforas.

Dejémonos de macanas y pasemos a otra mengambrea. Quienes conocen la poética de Guillaume Apollinaire, «Alcools y Calligrammes», creador de una poesía visual y de objetividad informe, libre de la lógica sintáctica y considerada como la primera manifestación antimodernista, podrán advertir que «Llanto» (página 27) es una calca desfigurada y versión deslavada de La pluie (La lluvia, también traducido como Llueve), una forma de trabajo manual que Apollinaire diseñó por medio de una tipografía geométrica de inspiración cubista. La Aurely, fusilándose la técnica apollinariana para hacer su poema, únicamente le bastó refreírse un poquitín los visajes vanguardistas. La ruca no parece empeñarse en buscar una poética propia. Pero, en cambio, es muy dada a alucinar con efímeras glorias.

LO MEJORCITO ENTRE TODO LO SARREADO

En las páginas 14, 30 y 46 de «El libro de los cuatro elementos y dos más», encontramos versos menguados que la poeta lanza en una sola línea. Semejan aforismos de hibridez metafórica y constituyen, creo que por su rigor y parquedad, por su ímpetu, cadencia y color, lo más acabado y digno de ser tomado en cuenta como verdadera materia literaria.
A continuación los transcribo:

«Poeta
Mi experiencia es poesía»


«Caterpillar
Soy un asesino de paredes»


«Arañas
Eterna tejedora de velos de ilusiones»


Siendo la última pieza literaria a criticar, «Mi Yo» (página 37) constituye el poema más extenso de la serie (22 renglones) y una apasionada tentativa creadora casi elaborada con rigor y eficacia. Su temática se reduce obsesiones verbales, a lo íntimo, a lo subjetivo. Por su connotación lúdica es el primer y único soplo de poesía que traspasa el coqueteo literario. Es un lacónico exordio mediante el cual la poeta arroja lo que le agobia, es decir los malestares de la conciencia.
Me limito a dar cuenta de esta semillita verbosa y de la cual pudiera llegar a germinar una verdadera poesía:

«Me gusta sentir frío;
que la piel se enchine,
el techo y el piso truenen,
escuchar ladrar los perros,
que la soledad me abrace con su capa de miedo
y la pluma se deslice en la obscuridad;
escuchar el silencio en la nada
y el gruñir de mis pecados»

«Me gusta dormir días completos,
contemplar mis uñas color frío
y que la almohada trague mi cabeza por completo»

«Amo el ocio y la buena vida,
el embriagarme solo y pregonar mis amores.
Me gusta sentir frío;
que la piel se enchine,
dormir en la cama de Bukowski y Kundera
escribir sobre la pared
y gritar hacia adentro»

«Me gusta morir todos los días
estar solo y dormir»

«Me gusta sentir frío
y que la piel se enchine»


Con veinte poemas portadores de la carga estética y de los signos que manifiesta la praxis escritural en cuestión, la poeta se colocaría en el umbral de la autenticidad y no en la nómina de los letreadores de talento liliputiense y de imperdonable negligencia profesional, pero felizmente incorporados al walfare state cultural. No hay que olvidar que la poesía es la hija consentida del ingenio y la imaginación, pero también es, según decía Mario Benedetti, el tuerto de la literatura, un tuerto que no será rey. Sin embargo, ¿porqué existen pocos poetas dignos de ser llamados así, ahora que la poesía es aparentemente fácil de escribir?

—Ni tanto, afirman pensadores estéticos: parir un niño es más fácil que escribir un buen poema.

Baudelaire
apuntaba en «Nuevos comentarios sobre Poe» esta certeza de valoración: un poema sólo merece su título en la medida que excita, que arrebata el alma, y el valor positivo de un poema está en razón directa de esta excitación, de este arrebato del alma.
Los textos que no abordé fueron descartados porque no merecen el gasto mínimo de papel, tinta y tiempo. Les podría sacar jugo pero... ya pa qué, como contestó la viejita cuando le pidieron el quinto.
Concluyo este Vertedero de cretinadas con una pregunta: ¿porqué la poetastra, siendo una chuchis —o sea, una ruca, hablando lunfardianamente en el lunfardo de los argentinos— se comporta como un machito en su libelo literario?

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