PEGAJOSO FAVORITISMO Y FINGIDA IMPARCIALIDAD [EN LOS PREMIOS ESTATALES DE LITERATURA]


PEGAJOSO FAVORITISMO Y FINGIDA IMPARCIALIDAD
[EN LOS PREMIOS ESTATALES DE LITERATURA]



«Para vivir como artista dejé de trabajar hace unos diez o doce años. Fue sumamente desagradable para mí. Ni siquiera puedo decir que mi decisión fuese un asunto de elección. Tenía que hacerlo o moriría de aburrimiento. Por supuesto, no me pagaron para dejar de trabajar y vivir como artista. Pronto llegó el momento en que tuve que mendigar un pedazo de pan. Aquellos a quienes les pedía pan o abrigo me contestaban cosas extrañas. Hermano, me dijo un hombre, ¿por qué no guardas dinero para los días de lluvia? Otro me dijo: abre tu corazón a Dios y serás salvado. Y otro: únete al sindicato y te encontraremos un trabajo y podrás comer y tener un lugar para dormir. Ninguno me dio dinero, lo cual era todo lo que yo pedía. Me di cuenta de que estaba condenado al ostracismo y de que, si uno elige vivir su vida a su manera, debe pagar el precio»


Henry Miller, Carta abierta a los surrealistas...



«En mi poesía se refleja la influencia de la cábala judía. Se sirvió otro trago y se lo tomó de golpe. Tú eres bonita y no estás mal, me dijo el poetastro galán. Yo le adiviné sus intenciones y antes de que pudiera acercarse siquiera, me cambié de sitio.
¿Te atiende como se debe ese tonto que se dice tu marido? Soy un buen poeta y requiero una mujer como tú, que me represente en sociedad. ¿Te imaginas acompañándome a las veladas literarias? ¡Te envidiarían tus amigas! Oh, Dios: mírala, es la musa del vate, dirán conteniendo la rabia. Piénsalo Lorena. Anoche te escribí un modesto poema que quiero dejarte. No lo leas hasta que me haya ido»


Juan Gerardo Sampedro
, Ojos de entonces



«tales fueron los preclaros varones que galardonaron con el alboroque de ricas preseas, envidiables privilegios y pías fundaciones [a este culo de San Diego y el muladar mexicalense], que les otorgó perenne mansión ultratelúrica para los mortales despojos»

Saturnino Bermúdez, en La Regenta, Leopoldo Alas Clarín




JABICOTE POR LITERATURA Y ROLLO CABULERO

En la «kulturkampf» telúrica las perrerías equivalen a genialidades y el «humus» que alimenta la literatura es una repelia de vanidad y bufonería, de existencia bastarda que supone la unión envejecida de la escuelas sesenteras setenteras y de alocuciones corrientes y facilonas, cuya producción letrera es el resultado de una puja mediocre y sin talento. [1]
Y el engranaje prefabricado de las mediaciones tramposas no se hace esperar cuando el Instituto de Cultura de Baja California (ICBC), en una especie de tributo a la charlatanería y a la calidad escurridiza de las manifestaciones estéticas que saltan al vacío, refilotea la noticia de los premios estatales de literatura 2008. Raídos donaires de las famas súbitas, y alargando las pedigüeñas y cetrinas baisas, entre pitos y palmas, se arremangan el ego para recibir trofeo los personajeros y cotorrones de siempre: el Gabriel Trujillo Muñoz (en poesía; háganme el favor), el José Juan Aboytia (en narrativa; háganme el favor), el Gerardo Navarro (en dramaturgia; háganme el favor) y el Juan Carlos Reyna (en periodismo cultural; háganme el favor).

—¡Ay, qué gracia! —musitó una concursante de nalgas prietas y que nada ganó por no tener palancas en los corrillos de las letras cuchupleteras de Baja California.

Y como ya no hay decencia en las costumbres ni en las pretensiones de alcanzar bonetes, en la andanada también arreciaron con mención honorífica palaciega: el Omar Pimienta (en narrativa; háganme el rechingado favor), la Mayra Luna (en ensayo; háganme el rechingado favor) y el Juan Carlos Rea (en cuento infantil; háganme el rechingado favor).

—Jabicote por literatura
—Eso ya es burladero o sinvergüenzada.
—¡Cómo nos falta cultura!

Y en efecto, daba lo mismo si cualquiera de los merecedores al premio estatal de letras metía al concurso pañales mojados o crucigramas sin contestar. No se antojan extrañas las distinciones que se hacen a los susodichos premiados, la mayoría de estos y de aquellos, es decir, los que reciben y dan los premios, forman un conjunto de personajes que se tapan con la misma cobija, mutuamente se arrojan mendrugos de favoritismos y son aficionados a elogiar con mentiras. Juntos, representantes de la institución culturera, escritoretes y miembros del jurado, se agrupan en una congregación de maromeros, paleros y peleles en la que ellos y nada más ellos se hallan en condiciones de fufar. Aherrojados por la facción y los criterios de compromiso hacia los miembros de sus capillas, son los únicos protagonistas y beneficiarios de los programas y proyectos culturales, excluyendo no solamente a los grandes sectores de la población, sino a la pelusa de su misma condición pequeñoburguesa que no comulga con sus idearios ni con el sentido de sus actividades y pretensiones estéticas, morales y políticas. Y donde las decisiones de neutralidad no tienen cabida, forman la supervivencia literaria con los obstáculos e inconvenientes que establecen las restricciones de grupúsculos privilegiados a la posible democracia cultural. Y esta afirmación no es hipótesis que se tenga que comprobar, son datos vistosos y dichos por sinigual a la puerta de cualquier tabernucho o rincón oscuro.

—Que se haga la changa y la mala gachapla en becas y premios literarios no es ningún secreto.

En lo que cabe a las funciones deliberativas de quienes fungen como parte del jurado y preceptúan la elección de ganadores de concursos literarios, éstas son totalmente desequilibradas y en ausencia de una democracia-técnica (ya no diga democracia-condición social, porque es inexistente). Todas las pugnas, intereses encontrados, políticas de grupo, intromisiones, amañamientos, arreglos tras bambalinas y demás prácticas viciadas, vienen a repercutir en el momento de tomar decisiones. Por tanto, al fallo emitido no le queda un hueso sano de imparcialidad, por lo que no se puede hablar de una deliberación concienzuda, sino de favoritismo pegajoso y fingida neutralidad. [2]

—O sea, un redomado maquiavelismo que ya ni siquiera se comenta en voz baja.

Y así se aumenta el espesor de degradación institucional de la cultura, porque conociendo las costumbres intachables de nuestros literatos para hacerse de un premio, pasar como partidario, adepto, prosélito o allegado de la taberna tertulera a la que asisten los ilustres miembros de jurado dictaminador es una de las grandes claves para entrar al sistema de manga ancha y allanarse a los provechos personales que la membresía conlleve. Si después de entregar la preciada joya literaria en la oficina de los bojotes del ICBC, custodiando el momento en que se darán a conocer los resultados del certamen, pero llegada la fecha confirma el concursante que su trabajo textualero no salió entre los premiados, entonces sin muina, y en virtud de que la mutualidad es generosa con todos los apadrinados, debe esperar la siguiente ronda y aceptar con agrado la penitencia de trescientas sesentaicinco noches. Y nada de abrumarse o henchirse porque al menos el preciado bocado no se lo comerá un enemigo. Más adelante echaremos un oclayo a los acomodados al gabinete decididor de los premios literarios y bajo qué criterios se logra “descubrir” el producto literario merecedor del premio, aunque de antemano ya le fue dada su predestinación, fijada desde el día en que el literato aspirante a la presea hubo presentado su textículo.

—Si es que no fue mucho antes, en plena convocatoria.



GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ
O LA FLOR INSÍPIDA DE LA COFRADÍA CHICALENSE


A la ineptitud de los organismos oficiales de la cultura dominante le sigue el descrédito, y es que, por enésima ocasión, el chamán de las letras barbudas, Gabriel Trujillo Muñoz, implicado en el negocio de los apalabres, y de antemano sabedor que se llevaría el galardón, metió una «plaket» al concurso literario convocado por el Instituto de Cultura de Baja California (ICBC) y, obviamente, se llevó el galardón de poesía 2008, juntamente con una firula por un monto de 25 mil pesos. Con jueces dictaminadores como el José Vicente Anaya, el Antonio Deltoro y el Ernesto Lumbreras no hay manera de quitarle la coartada al prevaricato cultural, pues la elección de ganón no se fundó en la verdad mediante, sino en la falsa objetividad, en la encantadora sumisión del jurado a los intereses egocéntricos del doctor Trujillo Muñoz, quien se apodera del premio cual si fuere el don Juan que no solamente se coge a la fémina, sino que además se apropia de su alma.

—Un seudoamor literario de capilla en la colosal mentira que se anuncia como asunto de mucha dignidad poética.

Y estos son los modos de convivencia actuales, de añeja chirimía en el resabio garboso del compadrazgo. Y es que el polígrafo mechudo del valle de Mexicali trae las manos llenas de anillos made in ICBC y le nacen alacranes en la lengua cuando de apalabrar premios literarios se trata la cosa. A edad muy temprana, condiscípulo de bajos estudios de la Marisela Jacobo, anterior madrota del Instituto de Cultura de Baja California, situación que es uno de los precedentes que respaldan las licencias de don Gabriel Trujillo; y otro digesto que —por intimidad de contertulios— define similar afinidad de sacristía literaria es el derretido calor del compadrazgo que escurre entre el Trujillo Muñoz y el Ángel Norzagaray, actual director del organismo culturero ya referido, y a quienes no se les doblan los ánimos para dejarse trastear las nalgas por su recíproca amistad (como el amor idealizado entre Dido y Eneas, o las apostrofadas concupiscencias mayatiles de Nerón y Esporo), muy útil para taimar cohecho y prevaricato entre literatos y hombres de gobierno.
Cortados con las mismas tijeras están los pelafustanes que sirven de jurado consumador de los premios y premiados; y, teniendo interpuesta la zalamería vocinglera, por encargo oficial cifran el mundo novelero y las milagrerías poéticas, incluyen la cachaza de los deseos meritorios para los recomendados y sólo piden alguna gracia. [3]

—Dime lo que deseas, preciosa.
—Este... este... desde hace tiempo vive en mi alma el anhelo de obtener en premio de literatura.
—¡Jesús! Creí que me ibas a pedir un favor muy difícil de cumplir. Veo que traes buena recomendación; y me la sueltan de sopetón: «Mi sobrina es una botarate, pero quiere ser poeta. Asístala con premio muy mono. Ha tomado el nombre de Reyna Burladera como seudónimo. Ya le di mis palabras al señor director, sólo me falta usted y los demás integrantes del jurado. Por favor páseles la presente misiva. Posdata: no me desairen y empeñado tengo hacia ustedes mi leal compromiso de llevarlos a más altura». Atentamente. El diputado nominal por el Distrito de la Tía Juana, licenciado Piojoaparte.
—Y, a todo esto, ¿cómo se llama tu obra?
—El coyote que renguea de una pata.
—¿Y porqué concursas?
—Oooohhhh, hasta la pregunta está de más. ¿Cómo que porqué?
—Por la avidez del prestigio.

Toda poesía es petición y reproche —le dijo Celan a Heidegger. Es indudable que, como otros literatos que conforman la reducida mafia culturera vinculada a las directrices del oficialismo, el doctor Gabriel Trujillo Muñoz hace valer las divisas de sus influencias y contactos para incidir en la decisión del jurado dictaminador; registra su candidatura como participante y la preferencia queda urdida. Trujillo no es poeta bueno ni malo, y ¿porqué continuamente gana premios literarios? Por el chupapollismo de sus amanuenses, por el necesario intercambio de favores entre cofradías y capillas culturosas, por el cortejo del dedazo, por sus relaciones interpersonales con el hampa de la vidita infraliteraria que le acompasan valla hacia el cementerio de papel. En esta ocasión, la tropilla integrada —como ya dijimos— por el José Vicente Anaya, el Antonio Deltoro y el Ernesto Lumbreras le resguarda el curro a don Gabriel y le aguanta cualquier chacota. En vez de jueces literarios parecen damas perejilas de sobresaltadas pupilas ante el relámpago de palabras que cachirulea míster Trujillo. Puede el bato tirarles puños de tierra a los ojos, repartirles cachetadas o aventarles un flato en la cara y ninguno dirá nada; esbozarán una premeditada sonrisa hipocritona (aunque, eso sí, se acogerán a escondidas y en silencio al cacareo llorón). Aguantan y le hacen el paro porque también ellos arrastran una deuda con el chaval de las barbas y se mueven con la flexibilidad de un reptil.[4]

—He ahí las razones de que el vinagre sea miel y que los réditos devengados se paguen con sonajeros y palmoteos.

Y esta es la oración que debe agradar y que la deuda reclama, aupando el regocijo de las albricias a las órdenes del escribidor de la obra poética «Civilización», que fue premiada suscitando este pomposo galleo que parece haber salido de la sesera de un analfabeto del siglo XVIII:

«En esta obra se encontró un tono épico notable que hace justicia a la historia y a la actualidad de Baja California [como si la actualidad no fuera también parte de la historia]. Asimismo, el libro está construido con un sentido orgánico que sabe establecer felices correspondencias [¿quién sabe establecer esas felices correspondencias?; ¿el libro o el sentido orgánico?] entre el todo y las partes, construyendo un mural fundacional [quizá para reclamar la inclusión de grafitis] de esta región del país» [que dicho sea de paso, y por si no sabían, también se llama Baja California].

Los redactores del mugroso informe ni el mínimo esfuerzo hicieron en seguir las indicaciones que don Julio Casares consignó en su libraco «Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía».

—Bueno, derrochando galimatías los güevonazos justifican que sí trabajan y saben aprovechar al máximo la cochambrera lingüística y la demencial sintaxis que parece escrita con las tepalcuanas.

¿A qué equivalen las algarazas cretinas de «tono épico notable», «justicia a la historia y a la actualidad», «sentido orgánico», «felices correspondencias», «mural fundacional» y demás mariguaneces? Es un maldito bochinche arreado a palos de ciegos garabatillos que no dan claras luces pero sí tamaños disparates. Para estos cabrones del José Vicente Anaya, del Antonio Deltoro y del Ernesto Lumbreras, la épica es más que el «Mahabharata», el «Ramayana» o «La Iliada» y «La Odisea» juntas; y no tienen ningún empacho en situarla en Mexicali y en los episodios de pugna, no entre aqueos y troyanos, sino entre policías y bandas delincuenciales; no en la causa del rapto de la bella Helena, sino en los secuestros de gordos empresarios y la ascensión no es a la montaña de Crotona, sino al cerro de El Centinela; y donde, seguramente, Gabriel Trujillo es Ulises, que es también reconocido por su nodriza, la que ahora se hace llamar Fortunata de las becas y los premios.

—¿Y el pastor de los pueblos?

Seguramente no será el comandante Agamenón, sino el virrey de la Baja California, Guadalupe «La Petunia» Osuna Millán, quien demagogea que está haciéndole «justicia» al pueblo (aunque no, precisamente, a la historia y a la actualidad de Baja California)

—¡Me hierve el culo de gusanos!

En cuanto a la inefable revoltura de que el libraco del Trujillo «está construido con un sentido orgánico que sabe establecer felices correspondencias entre el todo y las partes», ¿de qué manera se precisa el mentado «sentido orgánico»? Obviamente que con una significación distinta a la ya perdida (como unidad orgánica entre teoría y práctica, entre gobernantes y gobernados) y que, de acuerdo con Gramsci, ha sido envenenada por la concepción burocrática, «para la cual en realidad no existe unidad sino pantano estancado superficialmente calmado y “mudo”, o sea yuxtaposición de mecánica de “unidades” individuales sin relación entre sí».
Por tanto, y en términos trujillescos, ¿cómo habrá de ser explicado ese «sentido orgánico»?; pues lo orgánico es una adecuación de la organización al movimiento histórico real, y es orgánico porque toma en cuenta el movimiento, que es el modo orgánico de manifestarse de la realidad histórica, como apuntaba Gramsci. Pero lo orgánico también toma en cuenta algo relativamente estable y permanente.

—Entonces, ¿cuál habrá de ser la precisión del término?

Considerando que la noción trujillesca se trata de un «sentido orgánico que sabe establecer felices correspondencias entre el todo y las partes», no hay duda que se refiere a la segunda acepción, es decir, lo orgánico como elemento de estabilidad y permanencia, como encarnación del centralismo burocrático, en el que «se ha formado un grupo estrechamente privilegiado que tiende a perpetuar sus privilegios regulando e incluso sofocando el nacimiento de fuerzas contrariantes en la base, aunque estas fuerzas sean homogéneas en intereses con los intereses dominantes» [Cuadernos de la cárcel, libro IV].
Y ya para finiquitar con el primer galardonado, veamos dónde encaja el último eslabón de palabrejas de estos atolondrados jueces literarios que soflaman la construcción de «un mural fundacional de esta región del país».
El lector o lectora podrán poner su cara de liebre asustada al no entender ni papa, pues se trata de una de las muchas maneras que tienen los pedantes en hacer sentir el peso de sus pedanterías.
¿Porqué? Por nada. Pero tantas estupideces juntas le echan a perder el día a cualquiera que se sienta feliz. Puros afeites de elocuencias mamonas y, en el fondo, ridículas y pendejas.

—«Mural fundacional» podría ser ¿algo relacionado con el arte de la albañilería?
—Para librarnos de los disparates, digamos que así es.

Esperemos nada más que la cháchara poética de don Gabriel Trujillo no se encuentre en el mismo rango que el rollo melcochero ya examinado.

— O sea, locuciones extraídas de la pereza y la incomprensión racional



JOSÉ JUAN ABOYTIA
O CUANDO LA FICCIÓN FALSIFICA LA REALIDAD


Confírmase también que con la novelucha intitulada «Ficción barata No. 4» el José Juan Aboytia ha tendido la mano pediche para recibir el premio estatal de literatura 2008. Y el tonsurado se alucina con las cameladas que tira el jurado dictaminador, integrado por tres barzotas del oficialismo culturero que responden a los nombres de Lara Zavala, Eduardo Antonio Parra, y Arturo Trejo Villafuerte, laureando al chaval, supuestamente por estas cualidades:

«Un ágil ritmo narrativo, su conocimiento del bajo mundo, su crítica de la realidad social de la ciudad de Tijuana, su juego meta-ficcional y su sentido del humor»

Formidable desafío en una materia tan sublime como el bajo mundo; una aventura parecida a la del mismísimo Alejandro Magno; azuzando perros callejeros con sarna, pinchándose la vena con los tecatos de la Zona norte, terrible y aventado como los padrotes y atracadores. Hombre de letras en contacto directo con las experiencias del lumpendesarrollo y trasvasadas al apostolado literario con un «ágil ritmo narrativo», inextricablemente enlazado con las almas callejeras, la virilidad criminal y su cruda materialización social, ¿a la manera de Jean Genet, de Fedor Dostoyevski, de Norman Mailer, de Jules Vallès?

—Farsa, pura farsa y más farsa.

Sin haber leído aún la noveluca del autor galardonado, me atrevo a afirmar que el batillo no conoce la situación ni el terreno del «bajo mundo» que supuestamente pisa. Hay en el Aboytia una implícita adhesión a su entorno pequeñoburgués, inseparable como si fuera una esencia inmutable; podrá forzar las puertas de la sencillez pero nunca llegará al mero corazón de los hábitos humildes. Ni siquiera con la ganzúa de señorito de mierda clasemediero que utiliza para «curiosear» de modo fugaz y reversible en las crudas pajoleras de los desarraigados y desclasados. Por los pespuntes ya dados, seguro lo que dimana de libraco es un imitación folklórica en miniatura de los bajos fondos, una copia de la mentalidad oprimida y promiscua, una baratija de vacuidad para ensalzarse y escandalizar a los burguesitos de sus categoría y clase social. Si acaso un dicotómico mito romántico que no se contamina con la escoria ni reviste el auténtico drama subyacente en los estratos miserables, brutales y repulsivos. Un tema bastante fácil de explotar y ponerlo en el escaparate maniqueísta y mojigato de una literatura remolona y chapucera que, por antonomasia, se trasmuta en morbo y espectáculo de las clases dominantes y categorías afines a esa conciencia.
Sin embargo, hay quienes se dejan embaucar con semejante palabrería de preconizar que el batillo ha sido premiado por su «conocimiento del bajo mundo, su crítica de la realidad social de la ciudad de Tijuana», además de otras pedanterías evocadas. Una virtud tan ostensible y aparatosa se le atribuye al autor por su novela «Ficción barata No. 4», lo que sin velos esas alusiones significan sandeces. La «crítica de la realidad social» que se dice lleva a cabo el novelista, supondría la exigencia de un análisis sicológico y ambiental de las especificaciones de un realismo concreto de lo popular y callejero como visión refractada de los agudos problemas sociales que suceden en el entorno tijuanense.
Pero existe una doble imposibilidad para penetrar las estructuras del subsuelo; la primera es por motivo del «modus vivendi» del narrador, ajeno a la chusma, y, la segunda por el orden técnico del «modus operandis», pues, por lo que nos dicen los juececillos, se intenta llegar al fondo de lo más escabroso con el subterfugio del «juego meta-ficcional», y que no está en función de crear los esquemas descriptivos de una realidad social sobre la cual han de desplegarse los cuestionamientos críticos que contiene el discurso narrativo. La «metaficción» desdibuja los límites entre la literatura y la vida; y lo que hace con la realidad es llenarla de agujeros, vaciar el contenido de sus estructuras con recursos retóricos que no revelan una verdad porque la ocultan; su realidad es predominantemente interna, un repliegue de formas laberínticas, de dispersiones narrativas sobre acontecimientos de escritura que se condensa sobre otra escritura, donde no hay fronteras entre sujeto y objeto, entre significado y significante; expresa un «thelos» místico sin limitaciones temporales. Entonces, si es una «heterotopía» (o sea, ritual de escritura) que remite a un universo abstracto, ajeno a la realidad, ¿cómo le hace con su «juego» el «metaficcionero» del José Juan Aboytia para instrumentar la «crítica de la realidad social»?

—¿No parece esto una flagrante contradicción?

Los apologistas de nuestras glorias literarias debieron agregar que la «crítica de la realidad social» que lleva a cabo el chaval premiado en su manojo de expresiones narrativas es una crítica abúlica y contentadiza que documenta fragmentaciones, reliquias y desperdicios de una realidad que existe por condicionamiento conceptual, es decir, por mera instrumentación retórica y mistificación de la gramática que acomoda el discurso literario a los intereses que más convengan a la ideología del sistema cultural.
Cuando la señora del perrito chihuahueño, Elizabeth Algrávez, madroteaba la dirección del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana (IMAC), salió a estantes una contrahecha edición de cinco libracos (dramaturgia, crónica, narrativa, ensayo y poesía) intitulada «El margen reversible» (IMAC, 2003); y en el «libro III», correspondiente a «Narrativa», figuraron 17 personajeros de la letriada narrativa, algunos diletantes y otros de consumada trayectoria. En orden de presentación así quedó el reparto estelar: José Juan Aboytia, Federico Campbell, Rosina Conde, Luis Humberto Crosthwaite, Esalí, Javier Fernández Acévez, Fran Ilich, Javier González Cárdenas, Julieta González Irigoyen, Carlos Martín Gutiérrez, Raúl López Hidalgo, Teresa Palau, Martín Romero, Bruno Ruiz Pusateri, Rafa Saavedra, Marco Antonio Samaniego y Leobardo Sarabia.
No está de más agregar que la mayoría de los textículos de estos señorones fueron antologados por vía del apalabre, la recomendación y el cuatachismo. Me puse espulgar las páginas de los cinco brolis y con respecto a las barruntadas narrativas del José Juan Aboytia sobrevino lo que a continuación despacho. [5]
Este chaval para rumiar su impotencia, desfachatadamente se avienta sin cortapisas sobre el papelaje que dejó tendido en los estantes de bibliotecas y librerías don Jorge Luis Borges; y el morro, queriéndolo secundar, garabatea un remedo titulado «El hombre sentado en la banca lee mi libro». De eso no cabe duda, pues con una mañosa emulación pretende hacer pasar como producto de su cuestionable imaginación un texto que no es otra cosa que un vil plagio del che, autor del Aleph. Se quiere pasar de listo presentando un cuento mal confeccionado, usurpando de manera muy pitera la narrativa laberíntica y las historias circulares de factura borgiana. No se puede decir que en su texto hay similitud ni coincidencia con las perplejidades metafísicas producidas por el escritor argentino como «refutación del tiempo», sino un acto de plagio mal estructurado. «Esta refutación —apuntó Borges— está de algún modo en todos mis libros: la prefiguran los poemas Inscripción en cualquier sepulcro y El truco, de mi Fervor de Buenos Aires (1923); lo declaran dos artículos de Inquisiciones (1925), la página 46 de Evaristo Carriego (1930), el relato Sentirse en muerte de mi Historia de la eternidad (1936), la nota de la página 24 de El jardín de senderos que se bifurcan».
La idea circular que sustenta el cuento que este clonador hace pasar como genialidad suya fue saqueada de un relato de Borges, sólo que el encuentro de los personajes de la narración de JLB no sucede en la intemperie, sino dentro de una taberna; allí, sentados frente a la barra de la cantinucha es donde precisamente se conocen los dos tipos protagonistas de la acción, «cuyo principio —para citar a Borges— es inconcebible como su fin». Señalado desde otro ángulo: «dos individuos que se ignoran, pero en quienes se opera el mismo proceso».
Ahora, si Borges afirmaba que esa clase de registro era una «frusilería demasiado evanescente», imagínense ¿qué se puede decir de este copión desvergonzado del Aboytia?

—¿No le gustaría irse a vivir al país de José Luis Borgues?




GERARDO NAVARRO
O LA LITERATURA COMO EXCRECENCIA INTELECTUALOIDE


En la bullanga de las tarambanas también se coló el marsupial de nombre Gerardo Navarro, escrutador de la peor clase de caramanchos teatreros, lo cual no es óbice para que, gracias al chanchullo y la componenda, lo acaloren con un premio literario en la categoría de dramaturgia. Batiendo el zancajo del perifollo de la ignorancia, la incultura y la estupidez, y casi dispuesto a besarles el culo a los adelantados que le cabildearon el galardón, aunque él escupa la mofeta que el premio se lo ganó con honradez y acrisolada proeza artística.

—Si ese güey no gana ni en el cubilete
—Entonces se hizo de mulas por alianza de cenáculos y todo salió por frioleras.

Este galardonado discípulo del Aniceto Burrerías es una muestra palpable de que para ser «intelectual» no se requiere usar el cerebro. Lo que este infranélido produce como autor de poesía y supuestas obras de teatro son subproductos mentales de estupidez prescolar, empapelados con un nivel tosco de redacción y en un estado primitivo casi de afición pedante y boba. El bato ya lleva tiempo reptando con un eskechillo que titula el «Nemónico», una auténtica cabronada en la que barrunta pastiches pololeados con esoterismo «niuéch» y una que otra mamada de truquitos magicianos.

—Canónico enano de las fatuidades de Taurus de Brasil y Walter Mercado.

Este teatrero mamón también fue incluido en la antología que editó el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana (IMAC) bajo el membrete de «El margen reversible» (2003); y un maltrecho jelengue suyo, intitulado «Hotel de cristal», fue publicado en el libro I de «Dramaturgia». Se trata de un eskechillo en el que su autor gorjea chonchos disparates de pútrida gramática y una sintaxis que parece un auténtico caso forense de malhechura escritural, muy cercana a la que garrapatearía un retrasado mental. Garnache seudoliterario que por cierto me tocó pasarlo por hacha en un Vertedero de cretinadas, demostrando el estado de degradación intelectual y el bajo perfil de creatividad que tiene el seudoesteta galardonado con el premio de literatura en el área de la dramaturgia donde precisamente no pela un chango a nalgadas.
Transcribo algunos pasajes del ariticulejo en el que me avoqué a darle análisis al garnache seudoliterario para que los lectores consideren las razones por las cuales el Gerardo Navarro amacucó el dichoso galardón literario y sopesen en qué circunstancias se encuentra la picaresca culturera al beneficiar a pillos que ingresan al privilegiado club del elitismo rastacuerero que sin cortapisas intima con la ridiculez y el rebajamiento de lo que se admite como expresión de arte. [6]
«Hotel de cristal» es un intento fallido de dramatizar una de las múltiples facetas del lumpendesarrollo de bajos fondos, pero aflorando un degenerado romanticismo populachero en el que concurren lecturas del calado de «Los asesinos seriales más famosos de la historia», marejadas de «malditismo» decimonónico, aprovechamiento perezoso y paródico de truculencias estilo Goyo Cárdenas y Chinta Aznar. Plantea una visión irreverente de las cosas que se reduce a estupor de nota roja, percepción resemantizada del «ghost story», campechaneada con las travesuras del vampiro de Bram Stoker, Freddy Krugar y Chukie y lo que resta de la legión de freaks. Pura metáfora del miedo cuyo territorio de conflicto y disputa queda situado en la buhardilla del sistema donde malviven los elementos desclasados, sin más estímulos que la jediondez, el vicio y la promiscuidad, y que acaban en sobredosis de desgracias.
Una versión aguada de maniqueísmo que mañosamente estigmatiza a los humildes como los detentadores de todo mal, ajenos a la belleza, bondad o fraternidad: los pobres son unos monstruos, bestias sin benevolencia; y sólo la gente bonita de la clase alta y media burguesía es magnánima, civilizada y de elevados valores.

—Jajá. Qué pinche teatrero tan prejuiciosamente tendencioso y balín.

«Hotel de cristal» no representa el contorno de alguien que ha vivido en los arrabales, sino de otro alguien que mira o accede desde afuera. Y esté fenómeno de hipocresía estilística no sólo se advierte en el caso de nuestro invitado sino que es patente en la mayoría de escritoretes de esta región que producen libelos poéticos, narrativos y teatrales, y vale decir que las cosas han empeorado en vez de mejorar.

—Hete ahí la falta de originalidad que provoca la fiebre de pueblo y el «gusto» por el arrabal.

En efecto, el lenguaje conque el mamoncete del Navarrín construye los diálogos y parlamentos discursivos resulta espeluznantemente artificial, los personajes adoptan registros verbales postizos que dan la idea de que fueron construidos apriorísticamente desde un cubículo de academia. En el redrojo navarresco hay una ausencia del protagonismo verdaderamente lumpen en las acciones de los personajes, no hay eclosión del auténtico submundo que habitan los parias y los desarraigados sociales. Un submundo de miseria, explotación, desolación, vicio y crimen que no conoce el autor del esketch por la sencilla razón de que él es un pequeñoburgués atrapado en sus propias contradicciones de clase; clase opuesta y antagónica a la que pone en escena y enchancleta a su clientela teatrera, sin correspondencia con la realidad. Se apasiona falsamente con la situación de una clase social que no es la suya, que no habla su lenguaje ni asume por convicción propia su pensamiento e idiosincrasia. Lo que el Gerardo Navarro sabe de la clase baja y de los paupérrimos que la integran lo ha aprendido en los libros, y ni siquiera por auténticos especialistas que se han introducido en esos recovecos del desamparo y la desigualdad. Su doble formación, burguesa y académica, explica los síntomas de su «voluntarismo» de sentirse gente de pueblo; afán de querencia por sentirse bajuno y parte de la plebe humilde.

—Pero una cosa son las palabras y otra los hechos.

El bato lo único que tiene de pobre es su miseria moral e intelectual, antítesis de su megalomaníaca autopropaganda curricular (pedantería, cinismo esnob y vedetismo mamón) que delata su charlatanería esponjosa y nauseabunda que sólo sirve para atarantar majes. Además, el pequeñoburgués tiene una fijación casi enfermiza de insertarle a su currícula, digamos que hasta la marca de chescos que toma, las vacunas del perro, los güevitos de Pascua, el nombre del médico que le hizo la circuncisión y su primer calcetín de Navidad, entre otros vejestorios. El bato, ingenuamente, cree que basta con simpatizar con los elementos de los bajos estratos, atribuyéndoles la categoría de antihéroes, con el fin de brillar mesiánicamente en la selva oscura de la historia. Su concepción burguesa únicamente permite que los traslade a la literatura como objetos de motivación folclórica, como sujetos raros, curiosos, o sea, simple y llanamente como representantes pintorescos, maquetas de personajes estrafalarios para exhibición de la burguesía ociosa y de un “gusto estético” moralmente infamante. [7]

—Dicho de otra manera, se ocupa de ellos del modo en que lo haría un burgués que arroja unas cuantas monedas al menesteroso.

«Hotel de cristal» no es más que un figurín retórico de un estilo de teatro de forma esnob, diseñado para abrir mercado literario, aprovechando —por gusto puramente «estético»— la vida de los segmentos sociales miserables, «panorama» que le interesa por la intriga, por su visaje grotesco, conveniente para la diversión de carácter mecanicista y para mofa de la clase dominante.

—Y en el engaño de las apariencias, ¿cuál fue el «ne plus ultra» que lo hizo entrar al palco de honor de los premiados?

Por lo que se lee en el sabotaje de las deliberaciones, se trata de un gazpacho titulado «Yonke Humano», que cinchada la venada, igual que el eskechillo «Hotel de cristal», estéticamente hablando no ha de llevar a ninguna parte. Y así el jurado dictaminador —integrado por el David Olguín, el Fernando Muñoz Castillo y el Noé Morales Muñoz— hicieron gala de su bajeza y falsedad, anteponiendo el ciego compromiso que exige el amafiamiento culturero y las capas protectoras de la hipocresía, la mediocridad y la pendejez.
Y guachen lo que provoca el patético comercio de las infusiones correligionarias y las promociones de capilla:

«Decidimos otorgarle el premio por unanimidad, al considerar que retrata, con pericia narrativa y un dibujo sólido de personajes y situaciones, los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país».


—Y tururú-tururú.

Pero los epónimos baladreros exageran hasta extremos irracionales y se niegan a reconocer las evidencias que ponen en entredicho los repugnantes extravíos de pérfidos halagos con los que se solaza la puerilidad, la cutrería, la pifia y la pelma que se desprenden como pestilencias de las sopitas letreras que cocina este paria del «perfórmanz» desvanecido en reguetón de sicomagia. Gracias a la máscara teatrera, al disfraz del talento y, principalmente, al supremo acto de las murumacas sopladas desde la efímera autoridad del apalabre —considerando que la cultura literaria, como dice Alfred Kazin, padece el mismo desorden y lacras que la política— del boíl de los estropicios de la dramaturgia, por citote, se escogió a este güey del Navarro para el «jápening» del premio de literatura en esa categoría, pese a la ausencia de percepción e intelección para desplegar valores estéticos, pues el bato no tiene talento en la mollera, es superficial, copión y un mentecato con el rasgo común de papagayo emulador del la parasicología y esoterismo de escaparate.



JUAN CARLOS REYNA
O CUANDO EL BUEY QUIERE COMER CARNE COMO EL LEÓN


La relación de la conciencia con la realidad perturba cuando las apariencias ocupan el lugar de las esencias. Un bato es un bato y sólo en determinadas circunstancias llega a convertirse en poeta, periodista, ratero, mayate, panadero, carterista o catedrático, según sean las formas fetichistas de la objetividad. Pero la función encubridora de aquello que no es lo que es, siempre deja costras que poco a poco comienzan a levantarse y desprenderse. Porque —como dijo el máster Luckacs— dos cosas hechas iguales por dos personas diferentes no son la misma cosa. Por eso, como apuntaba don Francisco Zarco, «la tendencia más natural del hombre es adquirir alguna superioridad sobre sus semejantes, y cuando esto le es absolutamente imposible, se conforma con aparentarlo» [Perro que ladra no muerde].

—Y para ello se hace el mutuo cambio de elogios.

Se ha dicho con obsequio a la mentira que el Juan Carlos Reyna es un periodista cultural que hace periodismo cultural y que por ello ha ganado el premio de periodismo cultural. Una delatora estupidez que se palpa hasta en el membrete que da el agraciado a su repertorio de ilusionismo: «Flor Caníbal: Quince Atisbos de un Arte Capaz de Consumirse A Sí Mismo». Y hay una razón de concordancia en la charlatanería, porque lo que la cultura busca en sus múltiples interpretaciones es público, mercado, clientela, consumidores.
En el caso del mequetrefe galardonado, se vale retorcer todas las premisas. Sus cagarrutas textuales no rebasan los linderos de pintoresquismo norfronterizo y la notícula turistera del típico gacetillero funcionalmente analfabeto.

—Ah, y que además se sueña poeta). [8]

Sin embargo, los aullantes coyotes de comité dictaminador —el Humberto Musacchio, el Juan Manuel Servín y la Eve Gil— barruntan la sicología oportunista y carroñera, la sinecura de sus puñeteras y vergonzosas conjeturas.
Y miren nada más conqué naturalidad y sutileza ovillan la madeja:

«Esta obra tiene la gran capacidad analítica del autor [ni modos que de quién], sin duda [lo cual, froidianamente, significa que sí hay duda], domina los temas que aborda [¿qué les dije?; el pobre cabrón no domina ni madres]; su riqueza de vocabulario [¡¿?!], la amenidad de la prosa [¡¿?!]».

Okey, ciertamente se necesita la comprensión técnica y, supongamos, que el batillo laureado tiene «capacidad analítica», «domina los temas» y hay «riqueza de vocabulario» y «amenidad de la prosa» (lo cual es una rufianesca y putota mentira); pero esa comprensión técnica literaria no es más que una comprensión preliminar. Ahora, ¿dónde está la principal incumbencia?; es decir, las cualidades dominantes que legitiman la resolución del fallo dado en favor del Reyna.

—El mensaje es claro y sencillo; de buena gana unos y otros hasta se mamarían la verga y la panocha, respectivamente.

Conqué grado de fiabilidad se atreven a precisar la tozudez de sus camelos, queriéndolos ajustar a una verdad que está frita en falsedades. Porque a leguas se ve que el balance de cualidades es inservible y moralmente nefasto.

—En el siglo XVIII, hasta los niños idealizaban las actividades y modos de pensar de los adultos; ahora se cagan encima de ellos.

El argumento debería de ser un pesimismo kafkiano: me da gusto que premien y publiquen mis textos, pero yo en su lugar los rechazaría. Pero hay melolengos capaces de sentir admiración hasta por los peores defectos; y lo más grotesco resulta ser cuando son presentados como pertinentes modelos de inspiración destinados a rehabilitar una cultura chatarra. Que se diga que el Juan Carlos Reyna y el Gerardo Navarro son escribidores hechos y derechos no es más que una desmesurada procacidad de cínica ironía con la cual se da a entender todo lo contrario. A mas de otras personalidades seudoliterarias que también son pura faramalla, verbigracia la Lorena Mancilla, el Gilberto Licona, la Regina Swain, la Amaranta Caballero, la Margarita Valencia, la Mayra Luna, la Karla López, la Abril Castro, el Rafa Saavedra, el Bruno Ruiz, el Roberto Partida, la Brenda Yáñez, la Paula Elena Castillo Hurtado, la Paty Blake, la Diana Licéaga, la Miryam Ruiz, la Mariana Martínez, el Roberto Navarro, la Lorena Cienfuegos, el Horacio Ortiz Villacorta. [9]

—¿Con semejantes babiones de letras pueden erigirse modelos representativos de la literatura norfronteriza?

Ni siquiera la mitad de ellos se ajusta al rango medio de la estética ordinaria; lo cual no es obstáculo para tener entrada al palco de las antologías locales y despacharse con la cuchara grande de la vanidad. Promoción de la literatura con la finalidad de degradarla y aniquilarla de todo basamento de esteticidad, precisamente cuando se suscitan ficticias sensaciones y falsas creencias de que se trabaja chingonamente con la palabra.

—Mientras tanto, el ICBC otorga premios sin importar que el ganador sea un pobre idiota.



BECAS Y PREMIOS PARA «LOS DE SIEMPRE»

El martes 22 de julio de 2008, a escasos nueve meses que comenzara a mordisquear el hueso de director del Instituto de Cultura de Baja California, en una entrevista abierta en el periódico «La Crónica» de Chicali, un lector le pregunta al Norzagaray que si «su administración tomará en cuenta que todas las convocatorias de concurso que realiza ICBC no sean ganadas por los mismos de siempre». A lo que don Angelín responde confianzuda y cachazudamente que «en cuanto a las becas o premios estas las ganan quienes pasan el análisis de un jurado imparcial. Esto es, no queda al libre arbitrio de ninguna autoridad que no sea la de especialistas. Hay, por tanto, que superar con calidad a "los de siempre"».
Si la clica galardonada con los premios de literatura pertenece a la cuadrilla pervertidora de la cultura, aliada al gusto y escala de valores de las cofradías que detentan el monopolio de las prebendas y canonjías anquilosadas por usufructo elitista y las pretensiones advenedizas, ¿cómo puede entonces el Ángel Norzagaray atreverse a dar señeras explicaciones de lo más ruin y grotesco? O su palabrería chiclosa ¿será solamente una concisión idealista de expresar demagógicas intuiciones para salir del paso y escurrir el bulto como tiro por viaje lo hacen los políticos venales? Por lo que se advierte, Norzagaray tampoco supera la bajeza y la iniquidad de los prianistas que parodian sin piedad sobre sus propias caricaturas «reductio ad nauseaum».
La pregunta del lector preguntón apunta hacia la suspicacia de creer que existe una selección previa de becados y premiados desde el momento en que las solicitudes y convocatorias son entregadas en la ventanilla de la oficina de recepción del ICBC. Continuidad selectiva que cuenta con amistades y “arreglos” de cabilderos que operan dentro y fuera de las instituciones encargadas de partir y repartir el queso de las dádivas y los merecimientos literarios; y que en realidad no es más que el reflejo del carácter selectivo de la sociedad capitalista mexicana, inspirándose en las simpatías o compadrazgos o filiaciones capilleras para establecer los nombramientos de las tríadas de los jurados dictaminadores de premios y de los también premiados. Así, por ejemplo, y en nombre del excelso mandarinato culturero, la burocrática comisión dictaminadora —integrada por el David Olguín, el Fernando Muñoz Castillo y el Noé Morales Muñoz— decide otorgarle el premio de dramaturgia a un pendejete del calado y tropel del Gerardo Navarro, dizque porque el bato «retrata, con pericia narrativa y un dibujo sólido de personajes y situaciones, los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país».
Conforme al pulso de los géneros literarios, y poniendo la mirada en lo que debe de ser el birote, o sea, sin adarme de sindéresis, la hechura premiada es de teatro, no de novela o cuento. Se habla de «pericia narrativa» cuando la cosa atañe, por consiguiente, a una transfiguración artística cuyos filones son explícitamente «diegéticos», redactados literariamente en la expresividad del drama escenográfico, donde lo narrativo es un aspecto parcial y secundario, porque la plena expresividad de la «recitación» se suscita por los actores protagónicos y los caracteres materiales de la escena (luz, color, decorado, dirección, etcétera), estrechamente ligados al sentido poético del espectáculo trágico-cómico de la obra de teatro que por naturaleza se vive estéticamente «in situ». Por tradición, el teatro es parte de una cultura oral y su valoración no se determina por los pañolitos de la narrativa.

—Y eso lo sabe hasta el Gurrola.

Pero eso qué importa, si el batillo, autor del «Yonque» premiado le ha robado el corazón al gran jurado. Y con respecto a «los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país» que el teatrero de marras «retrata», seguramente habrá de ser la lucha entre los pobres y los poderosos, introduciendo el autor su moral pequeñoburguesa al presentar a la perrada popular como seres despreciables y repugnantes.
Y desde el bunker donde atiende sus gestiones —o vaya el retruécano— y gestionar sus atenciones, paremos orejas nomás pa oír lo que badulaquea don Ángel Norzagaray, que las becas y los galardones quedan condicionados al «análisis de un jurado imparcial», y que a sus asegunes está formado por ciudadanos “distinguidos”, “respetables”, “honorables”, “experimentados”, “abnegados” y “objetivos”. Pero el contenido real de tales «virtudes» y «valores» dista mucho de la retórica nominal que pregona; toda vez que se identifican con la docilidad, la obediencia y la sumisión hacia el principio de cuatachismo y favoritismo en turno.

—Con lacras como la Evelina Gil, otorgándole fallo favorable a miembros de su misma recua culturera sí que estamos jodidos. [10]

Explotando temas trillados y naufragando en babas de lugarejos comunes, parece que se pretende eternizar a «los mismos de siempre» y a uno que otro arribista que lamió hasta donde topa el hueso pubiano. Políticamente funcionales, a eso están obligados los dictaminadores, y en palabras dichas por Petronio, obrando «como los aduladores de comedia cuando mendigan una cena entre los ricos, no piensan más que en decir lo que creen que será más agradable al auditorio, pues no conseguirían lo que piden si no halagasen los oídos» [El Satiricón].
Y para mantenerse siempre en la nómina de los apalabres el procedimiento de resolución es sencillo, pues es de incubación rotativa y de espiral burocrática en la dirección de los «cuadros» beneficiados. Como queriendo seguir un modelo gongorino, ridículamente usando nombres como «Psiquis», «Adonis», entran a concurso el Raúl Acevedo Savín y el Pancho Morales; mientras por el extremo donde se coloca la campanilla están, listos para jalar el mecate del badajo, la Eve Gil y el Gabriel Trujillo. Luego los papeles se invierten, a éstos les toca concursar y a aquellos sonar la venia de la campanita, y así sucesivamente hasta llegar a una aburrida reiteración de premios, jueces y premiados. Revueltos todos en viejas y nuevas camarillas donde ya no se sabe quiénes son los léperos y los hombres de talento. Cualquiera sabe cómo se precisa el “apoyo” o la parola hacia los protegidos y recomendados, es decir, la complicidad de capilla, simplemente se les pide a la terna de los «dadores» en turno la dejadez de su responsabilidad moral en aras del prevaricato y la arbitrariedad.
Con una cultura dominadora que impone la falsedad de sus monigotes ya no se le puede devolver al arte la inocencia creativa, su libre ejercicio espiritual. Y ante tal imposibilidad de enderezar lo torcido, la única salida de combate ha de ser entonces una crítica despiadada y de carnicería analítica en el tratamiento de los temas.



NOTAS FINALES
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.- Y al decir que el «humus» que alimenta la literatura es una repelia de vanidad y bufonería, de existencia bastarda que supone la unión envejecida de la escuelas sesenteras setenteras y de alocuciones corrientes y facilonas, cuya producción letrera es el resultado de una puja mediocre y sin talento, me refiero que sus puntos de contacto que le dan marcada influencia y potajes para insuflar los garbanzos literarios de penurias provincianas en los recovecos de la geotextualidad. Y para aliviar el lastre, se desentrañan dentro de dicho «contexto» literario, protoliterario y cuasiliterario, manifestaciones que no parecen plasmadas por vía de la convicción interna de la disciplina estética de la palabra, sino por el azar concurrente de los ditirambos retóricos, la ominosa charlatanería, el diletantismo chabacano, la monstruosa ignorancia y los prejuicios del narcisismo capillero. Todo un sistema que gira en torno a la podredumbre literaria, al vulgar pregón de chichisbeos simuladores de poesía, novela y cuento. Aprendiendo a capturar vocablos para armar un mazacote de frases, sin habilidad imaginativa e inocua sensiblería, y siguiendo los poligráficos ejemplos de Octavio Paz, Juan Goytisolo, Juan Marsé y demás linajudos escritores, se cree que ya se tiene consumado el hecho literario, el viaje que tanto han soñado los petulantes pajecillos y secuaces de la cauda oficial de la cultura, hoy degradados en máquinas reverberas del convencionalismo literario.

2.- Además de que, en abrumadora mayoría, el nivel de calidad estética del quehacer escritural suele ser predominantemente rastrero y el avance cultural nugatorio, la derruida ornamentación de la literatura que aquí se produce contiene un mismo decorado de fondo en sus particularidades expresivas. Una literatura como símbolo de creación arbitraria e inmadura, recapturada a través de un prisma falsificado por el fariseísmo, la pedantería, el esnobismo y los alicientes oportunistas. Cenáculos exclusivistas incorporados al proyecto cultural oficialista, capillas gambeteando el apoyo institucional para sobrevivir parasitariamente del mecenazgo, grupúsculos parapetados en mafias que cortejan los estipendios, monopolizan las becas y agandallan los premios. Entre la runfla de literatos atados al pesebre, y que se desenvuelven sin trabas en el palacio de la mierda del perro (como le decía Brecht a la cultura), con todo su carácter de casta privilegiada, están los siguientes pichones, palomas y pisaflores: el Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, el Pancho Morales, el Luperco Castillo Udiarte, el Alfonso García Cortez, el Tijuana Gringo (Charles Daniel Thomas), el Juan Martínez, el Raúl Linares, el Daniel Serrano la Aída Méndez Flores, la Teresa López Avedoy, el Francisco Morales, el Horacio Ortiz Villacorta, el Juan Carlos Reyna, la Mónica Morales, el Adolfo Morales Moncada, la Paty Blake, la Julieta González Irgoyen, el Antonio Mercado, la Ariadna Hitchel, el Juan Salpri, la Luxia López, el Miguel Quivira, el Roberto Navarro, el José Manuel di Bella, la Hadia Farfán, la Paula Elena Castillo Hurtado, la Elizabeth Salcedo, el Juan Antonio di Bella, la Diana Licéaga, la Miryam Ruiz, la Mariana Martínez, la Lorena Cienfuegos, el Tomás di Bella, la Sharon Vázquez, el Gilberto Licona, la Amaranta Caballero, el Roberto Partida, el Gerardo Navarro, la Mayra Luna, el Ricardo Mendoza, la Olga García, el Francisco Bustos, la Bibiana Padilla, la Paulina de la Cueva, la Rosa Espinoza, el Fernando Vizcarra, la Isabel Velázquez, el Sergio Gómez Montero, la Jissel González, el Javier González Cárdenas, el Jorge Ortega, el Bruno Ruiz, la Alejandra Rioseco, la Elizabeth Algrávez, el Luis Cortés Bargalló, la Bibi Padilla, la Abril Castro, la Violeta Villavicencio, la Brenda Yáñez, el Pedro López Solís, el Omar Pimienta, el Eduardo Cong, la Jenny Donnovan, la Margarita Valencia, el Fidel Lucero, la Andrea Escudero Curiel, la Aglae Margalli, la Martha Edna Castillo, la Mara Longoria, la Alma Delia Martínez, la Adriana Sing, el Pedro Camacho, La Esalí (Estela Alicia López Lomas), la María Edma Gómez, la Ruth Vargas Leyva, la Ana María Fernández, el Gilberto Licona, la Petra Bonilla, la Vianet «Beyina» Medina, el Julio Álvarez «El Chamuco», el Jonnathan Curiel, la Rosina Conde, el Daniel Serrano, el Erasmo Katarino Yépez, el Víctor Soto Ferrel, la Elizabeth Algrávez, la Ivonne Arballo, la Elizabeth Cassezús, la Ariadna Hitchel, el Josué Peñaloza, la Luxia López, el Miguel Quivira, la Hadia Farfán, la Mónica Morales, la Sharon Vázquez, la Luisa Ruiz, el Thomas Di Bella, la Guadalupe Rivemar, el Humberto Félix Berumen, el Sergio Romel Alfonso, el Horacio Ortiz Villacorta y demás figuras representativas de lo más podrido y trucado que se puede encontrar en el muladar de la cultura fronteriza, la gran masa de la pacotilla literaria, como dijera Gramsci, que se cree la gran detonadora del arte literario, extraviada en medio de sus recursos expresivos y de sus propias incongruencias; cada uno esperando turno en la pasarela y el «momento de la coyuntura» para extenderle la mano a la canonjía, la dádiva y la compensación; es decir, ese dinero que sale de los bolsillos de la perrada, propiciando más el sangrado económico de la miserable dieta alimentaría de chinchina popular. Mientras el panorama se ensombrece, ellos reactivan el «chou», con estilo y elegancia, en la cloaca de una cultura palaciega y de postín, estrechamente vinculada a los sistemas verticales de explotación económica y de las superestructuras simbólicas que mistifican la idea de que no existe diferencia entre aparatos de dominio y sociedad. Son relativistas que aún consideran al conglomerado humano como una totalidad abstracta (arte para toda la sociedad), cuando en realidad es para unos cuantos, para ellos, como un derecho feudal de usufructo para sacar provechos particulares. «Es el sexenio de la cultura y de las artes en general, gracias al gran apoyo que estamos recibiendo del gobernador José Guadalupe Osuna Millán», declara en una entrevista el director del ICBC, Ángel Norzagaray, y agrega: «y esto se puede corroborar: Un apoyo por igual a todas las disciplinas y a todos los sectores sociales». Cultureros del barbarismo avanzado repitiendo los mismos arquetipos y mitos del pasado. Un montón de basura que crece hasta el cielo, como decía Walter Benjamin.
Véanse los Vertederos de cretinadas intitulados «EL VENDAVAL DE LOS PARÁSITOS [BUROCRACIA CULTURAL, BECARIOS Y CAPILLAS]», «PREVARICATO CULTURAL Y BÁCULOS DEL MECENAZGO» y «GAMBERRISMO OFICIAL Y PARASITISMO CULTUROSO».

3.- Véanse los articulejos «TRUJILLO CAMBIA LA LITERATURA POR EL APLAUDÍMETRO», «EL CANON DEL GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ [O CUANDO EL MECHUDO-BARBÓN SE DESMELENA]» y el apartado «TRUJILLO Y SUS TRUJILLADAS» en el Vertedero de cretinadas «EL CENTRO ESTATAL DE LAS ARTES O EL NUEVO CANTO DEL CISNE VIEJO»; asimismo, véase el CAPÍTULO XXXIX del broli «Regüeldos tertuleros», cabeziado como «LA LAVANDERÍA LITERARIA DE JORGE ORTEGA Y TRUJILLO MUÑOZ».

4.- Con relación a la gran falsedad de las propuestas culturales en las que sólo hay mediocridad, improvisación, engaño, apatía, manipulación, demagogia y confusión, y gracias al impulso que le dan a la literatura institucionalizada batillos del calibre ético-estético del José Chente Anaya, aprovechando la recta para hacer mangas y capirotes con los premios, becas, cursos y tallercitos que proporciona la patria de las letras, remítase el lector o la lectora al segmento intitulado «LOS GATOS PARDOS DE LA CULTUROSADA OFICIAL» del articulejo «UN PASEO POR EL MULADAR DE LAS LETRAS», a efecto de vislumbrar los actos de insólita prestidigitación en manos de una mafia seudocultural a la que pertenecen el José Chente Anaya, el Antonio Deltoro, el Ernesto Lumbreras, el Humberto Musacchio, el Juan Manuel Servín, la Eve Gil y demás runfleros que fungen como “evualuadores” de las genialidades letreras en comento. Son ellos parte del ejército de abadesas y peinadoras que ayudan a controlar y amortiguar los momentos de refulgencia histórica en la vida intelectual del país, creando, aceptando y legitimando la manufactura de cualquier cascajo y basura. Brincan mejor que las pulgas cuando se trata de asegurar su sobrevivencia (de canonjía y mecenazgo), estableciendo una buena relación con el poder, besándoles las brillosas peloneras al Sergio Vela Martínez y al Felipe Calderón Hinojosa.
Asimismo, remito a la lectura del Vertedero de cretinadas «JOSÉ VICENTE ANAYA O EL HAMBRE DE LOS PIOJOS EN UNA PELUCA» y al CAPÍTULO LXI, «EL TALLER POÉTICO DEL JOSÉ VICENTE ANAYA», del broli «Regüeldos tertuleros».

5.- Véase el «EL ÚLTIMO ENGENDRO DEL IMAC: EL MARGEN RETACHABLE, UNA EDICIÓN MACUARRA».

6.- Según narra la leyenda, la casta Lucrecia fue violada por Sexto Tarquinio, hijo de L. Tarquinio, último rey de Roma, provocándose por ello el hundimiento de la monarquía. La historia viene a cuento porque la meretriz culturosa Gerardo Navarro sintiose igual que la bella Lucrecia cuando, librando una nimia batalla contra la estupidez, le hice fritangas su magna obra literaria intitulada «Hotel de cristal». Pieza por pieza le desmonté su mugroso badulaque (andamiaje discursivo, estructura sintáctica, instrumentación teórica, mala educación estética, motivos de falsa pasión clasemediera, sicologismo barato, impericia y falta de técnica en la expresión de caracteres de los dos únicos personajes que figuraron en su escuálido esketch) y la conclusión fue una exhortación a no leerlo nunca; pues, su esperpento teatrero está adobado de ínfima calidad literaria y ponerle encima los ojos es peor que cogerse una puta con ladillas. Sus postulados esenciales no fueron otra cosa que una flaqueza de talento y una travestida taumaturgia de producto tianguero (a la manera de Taurus de Brasil, Gualter Mercado y Jaime Mafufán), de fantasías metasíquicas y otras vaciedades espiritistas y de trílers superchamuscados. Como ya antes dije, dos personajes intervienen como protagonistas de la acción: el «Gringo», un «hispano, veterano de la invasión a Panamá», y el «Morro», un chaval «tijuanense del Cañón del Pato». Desde el principio se observa, a simple vista, que la tensión dramática que reporta el libelo navarresco es anémica y, el final, lo que tiene de tormentoso lo tiene de ridículo y facilón. Desde la conciencia de los personajes las ideas surgen sin orden, semejan a algo parecido a una orquesta de músicos que tocan desafinados. La visión descarnada de ese subsuelo social que presenta el autor por medio de sus personajes desprende un tufo a pedantismo e imposición de ideas falsas e inverosímiles. Asimismo, salta a la vista la incoherencia de la trama y el absurdo final, pésimamente impostado. No hay auténtica dramaticidad, los parlamentos carecen de fundamentación estética, en los personajes no hay ni un ápice de complejidad síquica; de la violencia verbal y el ensañamiento agresivo, que deben propalar la fuerza literaria y la eficacia conmovedora en el lector-espectador, apenas vemos sus pequeños barruntos. Y en cuanto a la calidad de la escritura, el autor no cumple con tal exigencia de primer orden. Desde el punto de vista estético, cuando no degenera en una simple metáfora, su visión del mundo se reduce al solipsismo; y, desde el punto de vista filosófico, es decir como concepción del mundo, «Hotel de cristal» da lugar a formas de irracionalismo y arbitrariedad que intentan extinguir los males del mundo con otras calamidades. En otras palabras, se trata de elevar la ideología a categoría de sistema filosófico sirviéndose para ello de una metodología pragmática derivada de una política de inmediatez que no mide las consecuencias y no le importa descuartizar al mundo porque su fin ulterior es, precisamente, fragmentar la realidad, a la que únicamente se le otorga valor instrumental. A continuación sólo reproduciré la acotación introductoria de su vasca teatrera, insertando entre corchetes mis respectivos comentarios, toda vez que la sintaxis que sirve de esqueleto discursivo parece obra de una verdulera o de un tirabichi de la calle Cagüila:

"En una luz de la ciudad que alumbra un cuartucho" [que alguna alma caritativa nos dé la pista; ¿quién alumbra?, ¿la luz, la ciudad o el cuartucho?] "donde se fermenta" [se escribe: fermentan] "el más duro silencio y olvido" [otra pregunta: ¿en qué lugar se fermentan ese olvido y ese silencio nada blando?; además ¿cómo se fermenta silencio, o el olvido?, según sea el caso; y a propósito, ¿hay silencios duros?]; "un par de sombras llegan apresuradas" [construcción sintáctica incorrecta; el adjetivo no puede ser determinador directo del verbo, a no ser que se le agregue el sufijo mente, «apresuradamente»; ya que es función del adverbio; Por tanto, corrijo: «un par de sombras apresuradas llegaron»] "escondiéndose de la policía" [yo diría que ni falta que hace esconderse de la chota; ¿quién puede arrestar a una sombra?]; "entran y ponen un garrote de" [como] "tranca a la puerta" [la preposición correcta es: en]. "Están alterados y dispuestos a prepararse algo para fumar" [¿quiénes están alterados?; si se refiere a las sombras, pues lo correcto sería escribir «alteradas» y «dispuestas»; y ¿para qué tanto pinche prejuicio?, ¿porqué no dice lo que van a fumar?]. "Hay en las paredes:" [¿de dónde?] "poemas escritos con navaja, dibujos del chupacabras en bolígrafos" [ese chupacabras debe llevar mayúscula en su primera letra, pues se trata de un nombre propio, aunque sea un animalejo inexistente que inventó el Neto Zedillo para desviar la atención del «error de diciembre»; y en cuanto a la preposición «en» que complementa a bolígrafo, lo correcto es: «con bolígrafo»]. "La única ventana" [¿de qué lugar?] "está cubierta de aluminio" [¿no serán los vidrios de la ventana los que están cubiertos con aluminio?] "y tiene algunos hoyos por donde entran ráfagas de luz" [¡ah, chingao!, pues ni que fuera metralleta]. "La iluminación es tétrica, como de prisión" [¿a poco así es la iluminación de una prisión?]; "el único foco encendido sube y baja de voltaje. Al fondo del cuarto hay una tina llena de orines con" [donde está, hay, etc] "un patito de plástico que flota y se desliza lentamente" [entonces es un mar, con olas para surfear]. "Uno de ellos" [¿a quién se refiere?, ¿a un patito o a una de las dos sombras?], "apresuradamente se prepara a" [preposición correcta: «para», porque indica finalidad, no destino] "fumar cristal: calienta con una vela un foco roto" [¿verdad que no es el foco que endenantes dijiste que era el único que estaba encendido y que subía y bajaba de voltaje?] "que usa de pipa; mientras, el otro se acerca a la tina para orinar" [¡ufff!, ¡por fin, acabamos!].
Me chismorreó el mamacallos del Jaime Cháidez que en el momento que Navarruco se chutó mis comentarios se le enardecieron bien machín la emociones y se encrespó como gorila al que le pican en el culo un tambache de mochomos; y que el bato del coraje que agarró escupía moco verde y pegajoso hasta por donde le ronca el sapo, es decir, hasta por detroit míchigan. Jajajaja. Más tarde, sumido en su laberinto de melolengueces, el cretinazo preparó una especie de réplica en la cual ni siquiera por pestaña abordó mis argumentos, los escamoteó y prefirió escurrir el bulto por los recovecos de las lamentaciones y reparos de chamaquita ultrajada. Su cerebro obtuso no le permitió más defensa que la rutilación de sabanazos al aire y vituperios de deshonra (no a mí, si no a él), llamándome cotillero y calumniador, pocohombre cargado de complejos, buhonero de la difamación, etcétera y más etcéteras. Que me iba a demandar y no sé otras mamadas sentenciaba en el furor de sus corajes. Yo solamente lo escuchaba como quien ve llover y, de vez en vez, soltaba de la cura mis carcajadas rebelaisianas (murmurando en mis adentros: ¡ay, pobre pendejo!).
A propósito, véase el Vertedero de cretinadas intitulado «EL GERARDO NAVARRO O EL “BARDO THODOL” VERSIÓN ANICETO BARRERÍAS».

7.- Y, efectivamente, con la mayor presteza que puede tener la vanidad, hermana de la lisonja y sobrina del camelo, en la página 133 del libraco I (Dramaturgia), de «El margen reversible» (IMAC, 2003), aparece la bienhechora trayectoria culturosa del Gerardo Navarro, en la que el bato, como dijera Nietzsche, nos quiere hacer creer que vale más de lo que le autorizan sus fuerzas verdaderas. Sus méritos y virtudes se hallan acrisolados en una ficha que, más que escrita por la mano de un simple mortal, parece que fue trazada por la Providencia.
Tripeen:
«Gerardo Navarro. Nació en San Diego, California. Es percusionista, dramaturgo, performer y mago. Cursó estudios en la Universidad de California San Diego. Ha impartido talleres de performance y poesía oral en Panamá, Nicaragua, Texas y California. Está antologado en Vicios privados (1997) y en dos tomos de la serie Teatro del norte. Ha colaborado con David Ávalos, Michael Schorr, Guillermo Gómez-Peña, y los grupos Culture Clash y El Campo Ruse. En 1997 obtuvo el premio The Best of the Net por un proyecto de poesía animada en el ciberespacio».
También el batillo es asiduo a untarle la melcocha de su currícula a las gacetillas donde algún panderetero le da coima publicitaria.
Guachen:
«El Mnemónico, representado por el artista Gerardo Navarro, II, (1963), inicia su carrera como mago a los 11 años de edad, estudiando los principios de la magia con el mago argentino Robillini (rip), pintura con Mani Farber, escultura con Italo Scanga (rip), performance con Elenor Antin, happening con Allan Kaprow, spokenword con Jerome Rothenberg, comunicaciones con Dee Dee Halleck, teatro con Jorge Huerta, y dramaturgia con el Dr. Hugo Salcedo. El artista es originario de "Tijuandiego" [¿¡!?]. Estudió en la Universidad de California, San Diego (UCSD). Así como en el Centro de Artes Escénicas del Noroeste (CAEN)».
Detrás de toda su porqueriza seudoestética y su talento artístico están los remanentes de una propaganda que apesta a cretinismo, petulancia y megalomania. ¿Acaso no tiene otra manera de revelarse como un su auténtico escritor?; ¿acaso el valor primordial de ser un literato reside en rellenar de afeites una currícula? El Navarro es otro de los tantos descerebrados que para llegar al raquítico umbral de la literatura lo hacen meneando el culo y balanceando del cuello las medallas, premios, cursitos y demás corcholatas que ha recibido. Non pierde ocasión en sacar las sonajas y los cinturones de cascabel para anunciarle al mundo quién es. Con las turgencias curriculares y cartas pastorales que exhibe pretende ser distinto en un lugar en el que la pobreza y la anemia cultural lo hacen ver como ser abyecto. Pero todo ese chorizo de vanaglorias es puro blof, parafernalia trinquetera, «rocstarismo» de acomplejado que la juega de Juan Camaney.

8.- Véase el CAPÍTULO XLIII del broli «Regüeldos tertuleros», intitulado «EL JUAN CARLOS REYNA O LA ILUSIÓN DE SER POETA».

9.- Tocante a la cuestión de la creación poética, como ya lo anoté en páginas de mi libraco «Regüeldos tertuleros» (CAPÍTULO LIX, «POESÍA COMO UN MONTÓN DE MIERDA»), debido al negocio de la propaganda trinquetera cualquier pendejo o pendeja ya se cree todo un diente del Parnaso; y lo peor del caso es que esos cabrones y cabronas llegan a convertirse en poetas y hacen pasar por poesía verborreicas cuchufletas e insulsas trivialidades que gracias a la parafernalia gacetillera adquieren un sabor de trascendencia. Irreverencias de libertinos que no traen ni siquiera un pingajo de poesía encarnada en el espíritu. Hay aquí ingredientes de sobra para condimentar un suculento puchero, por ejemplo grupo «Poeta-No lugar» (conformado por el Antonio Mercado, el Adrián Volt, la Ariadna Hitchel, el Josué Peñaloza, el Juan Salpri, la Luxia López, el Miguel Quivira, la Paty Blake y el Roberto Navarro, acurrucados en http://www.varia-creacion.blogspot.com/) «Las Lunas» (que es un trío de cretinas integrado por la Hadia Farfán, la Mónica Morales y la Sharon Vázquez, sitiadas en la página güeb: http://bitacoradeviajelunar.blogspot.com/), «Acanto y laurel» (un grupúsculo madroteado por la nefasta de la Aída Méndez y dos que tres padrotines más), el «Proyecto Editorial Existir» (a cargo del Gilberto Licona y su ganga andrógina), «Las Matronas» (a resultas de la Amaranta Caballero, el Pepe Vázquez, el Roberto Partida y otras coladas), el «Tijuana Bloguita Front» (cofradía del Rafa Saavedra en la que resaltan mamertos como el Juan Carlos Reyna y el Erasmo Katarino Yépez), además de otros copleros de la verba vertical que andan rebotando de un lado a otro. Esta virulencia supuestamente poética no es otra cosa que una burda maniobra que se reparte a cachetes como el rosario de la aurora; una fórmula abstracta tan incomprensiva que puede tener cualquier significado. Esa es la descripción de la inmanencia que se teje pregonando fantasías. En extremo, la candidez que contiene la cantaleta boba «todos somos poetas». Se trata de una parálisis parmenídea en la que ya no hay discernimiento entre pureza e impureza, entre emoción y poesía.
Para no hacer más choncha estas disertaciones, me abstengo de apuntalar opiniones acerca de los forliculeros que se dedican a envenenar el ambiente periodístico con sus fétidas miasmas y cretinismos insoportables. Fulanetes que por su afición al embuste, y a quienes no les queda ni una mirruña de vergüenza, se autonombran periodistas culturales.
Véase también el Vertedero de cretinadas intitulado «PADRÓN ESTATAL DE POETAS DE LA BAJA CALIFORNIA».

10.- Tocante a la Evelina Gil, ¿¡cómo es posible que esta vieja cochina y chapucera se diga seguidora de Simone de Beauvoir y perogrulle luchas feministas y debates de género?!, cuando, a decir verdad, su tono defensivo es una afirmación machista de tomo y lomo. Con lambisconería explícita ha hecho muladares asquerosos en el submundo de las letras, consolidando aún más los mezquinos intereses y las inmoralidades de las mafias cultureras. Pasa a primer plano en asuntos del cuchupo y los arreglos debajo del agua para privilegiar a gente de su capilla. Ha surgido de la escoria misma de la artisticidad literaria que da cartas de privilegio a los fanfarrones que se hinchan en la túrgida charlatanería. La julana se ha erigido como una de las principales pandereteras de los grupúsculos seudoliterarios que predominan en la escena tertulera de este tafanario fronterizo. En páginas del suplemento «Identidad» no pierde ocasión para deslenguarse en hipertrofiados textos en los que grulla la mediación chapucera y la lambisconería desbozalada. Y no hay articulejo de esta tía en el que no se lea repugiña de adulación rastrera en favor de ciertas madmuaselas y cretinos que como escritores o versificadoras andan muy tirados al catre. En fin, la pelafustana se entrega en cuerpo y alma (lo cual no quiere decir que con seriedad intelectual) a su iconoclastia de párvulo, atestando sus libelos con chatarra idolátrica de ciertos bichos fantásticos, pertenecientes a las ya consabidas bandas de seudoliteratos. Bueno, al menos la maula le saca provecho a la imbecilidad cultural.
Meterse a fullero tiene su chiste y también cansa, pues hay que recoger en un tambo de 200 litros la baba de los bulcheteros. Hay que reconocerle a la ruca dos cosas: su desfachatez para abrevar la coima en nombre del prevaricato cultural y la capacidad para decantar la máquina reverbera con longos chorizales grafológicos por los senderos de la mediocridad y la complacencia.
Lo anterior ha quedado dicho y redicho en pretéritos articulejos, por tanto, véanse los textículos «COBA Y ADULACIÓN PARA EL COMERCIO DE LA AMISTAD • NEOESCOLASTICISMO Y LAMBISCONERÍA CRÓNICA» y «ARRIBA AL CHOU LA VINDICADORA DE LAS PERRAS DEL ZACAS» en el Vertedero de cretinadas «LOS VALORES DEGENERATIVOS DEL VERBO [EVELINA GIL, GUILLERMO SAMPERIO, CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL Y ERASMO KATARINO YÉPEZ]».

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