PEQUEÑO PERIODISMO MIOPE Y ESTÚPIDO [O EL CUENTO DE LAS MIL Y UNA BARRABASADAS]

PEQUEÑO PERIODISMO MIOPE Y ESTÚPIDO
[O EL CUENTO DE LAS MIL Y UNA BARRABASADAS]



«Se trata de hacer ver que tenemos una cultura, que tenemos un gran filósofo, un gran genio literario, pero que nadie vaya a preguntar qué hay detrás de las páginas que nadie lee».

Eduardo Subirats


FRIOLEROS DE MENTALIDAD GELATINOSA

Los síntomas crecientes de la estupidización gacetillera obligan a plantear si tal estado de melolenguez es meramente una aguda fase transitoria en la corrompida y degenerada actividad periodística de hoy en día. Para barnizar los hechos con simples apariencias, y a falta de alcances cognoscitivos, no queda otra salida que llamarle juicio estético a las vulgares actitudes sicológicas.

—Amargo testamento para los pocos bienpensantes en el devenir histórico cultural.

Y ha de ser un tema muy apasionante interesarse por individuos del yetzet culturoso y bregarles complacencias y algunos cálculos que indiquen hasta el 85 por ciento de lambisconerías.

—Y para eso no se necesita más que invertir la fórmula del huevo y el pollo.

La pretensión de respetabilidad en favor de una minoría de gente improductiva, basándose el gacetillero en un manifiesto de cualidades de circunlocución y obsequiosidad que ni siquiera llegan a configurar verdades a medias. Las cosas que se dicen de algún escritorzuelo o poetastro no se pueden descubrir porque no tienen valor por sí mismas, pues tal valor se haya condicionado por la propaganda. Y ése es el estigma que lleva la actividad periodística, rutina soporífera, de mamacallos que se autonombran periodistas culturales que solamente balbucean espesas babas de facundia.

—Y quién mejor que un periodista para convertir las palabras en fraseología.

Palabra y realidad ya no concuerdan; y todo aquel que se niegue a reconocer la nueva realidad, por estar en contradicción con sus intereses, o acaso incluso con su pereza, se siente amparado por la fraseología, como decía Ernest Fischer.
Referentes igualitarios de la mendacidad periodística son el Jaime Cháidez Bonilla del suplemento «Identidad» del periódico «El Mexicano», la gacetillera del semanario Zeta, Gabriela Olivares Torres, con su «Ezenario cultural», el Enrique Mendoza Hernández (Zeta), el José Israel Ibarra González (El Mexicano), el Armando Cáceda Ochoa (Tijuaneo), el Paco Zavala (La Prensa de San Diego), el Pablo de Sainz (La Prensa de San Diego) y otros frioleros de mentalidad gelatinosa que rondan la cultura del espectáculo.
La profunda formación científica y filosófica que los respalda, y con la que aspiran a alcanzar la totalidad goetheana, equivale a lo que Robert Musil denominaba «multilateral ignorancia».
También son piezas del mismo montaje: el Max Mejía, editor y director de «Arte de vivir», y la Alma Delia Martínez Cobián, directora del hebdomario «Bitácora». [1]
Todos ellos funcionan como difusores de una cultura de folletín, dañina por su influencia nefasta en el proceso de creación de las obras de arte; no distinguen lo que es verdadera cultura (erudita, compleja), de aquello que es cultura de entretenimiento. Han provocado un bochinche de confusión y una chorrada de desorientación, un zafarrancho que incita a los que quieren reflexionar a no reflexionar.
Qué fascinante labor la de engañar a los que quieren informarse, precisamente desinformándolos. Y el agujero negro se encuentra en las páginas de los suplementos y secciones —dizque— culturales de los periódicos; anuncian con debilidad mental (casi patológica) las hazañas y virtudes de los señorones y señoronas de la protoliteratura norbajacaliforniana.
Gacetillas sin consistencia intelectual, reacias al análisis, a la crítica, al debate; pero enriquecidas con los peores esperpentos de la ineptitud, la farsa y la mediocridad brontosáurica; son plataformas publicitarias al servicio de los mismos monaguillos culturosos que se exhiben en el escaparate de las mentiras oficiales. Son mamparas cerradas de fantasmagoría y falsedad; medios propagadores del mito suburbano, del discurso vacío como arma ideológica, esforzados por publicitarle premios y doctorados a los ganadores de las carreras de ratas escribanas.

EN EL ESCAPARATE DE LAS MENTIRAS OFICIALES

Se necesita un gran propaganda de convencimiento para que no colapsen las huecas voces que desde allí decantan y reivindican un cultura —gregaria y facilona— que no mantiene correspondencia ni filiación con las propuestas que alardea, dejando que todo ruede a merced de la inanidad, la estupidez y los escamoteos. Los pocos sedimentos culturales que existen en este muladar fronterizo toman una dirección abstracta de metáforas chuscas y de estrafalaria bisutería cuando el periodismo seudocultural de gacetilla se permite dar relevancia de algún hecho relacionado con las expresiones artísticas. No hay asomo de crítica ni mínimos visos de seriedad intelectual a la hora de imbuirse en las reseñas. Atroces libelos de sensibilidad adiestrada de una cohorte de servidores, buenos para el chantaje y para cobrar lisonjas.
Prensa culturera, tan rapaz como zafia, perpetrada por barzotas que cumplen sus cometidos de acuerdo con los dictados de los machotes y las carpetas salivosas de sus pendejadas. Coja el lector o la lectora un periódico y ábralo en la sección de espectáculos y se dará cuenta de la porquería que los dizque periodistas culturales rotulan en calidad de artículos, comentarios o reseñas sobre asuntos relacionados con la literatura, música o pintura. Y ¿qué es lo que se lee? El neoescolasticismo de las “bellas” recitaciones “poéticas” de salón; el gran gusto estético de la pequeña burguesía, automatizada por la mediocridad del pragmatismo.
Pura estrategia publicitaria y exaltación de la bohemia parasitaria que pregona un desfasado «malditismo» literario de ropero. Elites estetizadas y gacetilleros seudoculturales se influyen mutuamente y perviven en un sistema de alianzas, estandarizados por la secuencia de la política cultural dirigista. Refinada, de buen gusto, dirán ellos. Pero en realidad son las posiciones más ranciadas del culturalismo oficial; actitudes de atraso moral e intelectual que tienen maniatada no sólo a las conciencias sino a las expresiones literarias.

EL ZAMPABOÑIGAS DE JAIME CHÁIDEZ BONILLA

Los espacios culturales deben distribuirse equitativamente, asevera hipócritamente el chupapollas del Jaime Cháidez Bonilla, mientras aborta por el culo sus viejos prejuicios, el arribismo y la puñalada trapera. Es otro de los cabrones zampaboñigas que tampoco titubea en declararse promotor cultural (esto ya lo anoté en parágrafos pretéritos, así que no voy a dar aquí mucho detalle). El tema de la cultura en boca de este topile es pura demagogia y de contenido nominal como el de los programas oficiales que aupuran su inviabilidad. El mamacallos del Jaime Cháidez pertenece al club de los seudointelectuales orgánicos compelidos al deber abstracto de una cultura de pacotilla que le exige ser un fariseo hijo de tapu. Su interferencia en el entorno de la gacetilla papiresca se determina por influencia de la mezquindad y orfandad ética. Es un camaleón de las mutaciones políticas e ideológicas; y más que promotor (como él según se autodenomina) es un ojete obstructor de los escarapelos discursivos contrarios a su credo fundamentalista.
Bien que pedía mi atención crítica para que le metiera hacha a ciertos fulanos que no eran de su agrado ni santos de su capilla; verbigracia el lorocutor Alonso Morales Moncada, a quien el Cháidez trompeaba por la espalda y le aventaba mojicones de cagada, ignoro yo porqué. Y tan puto que en varias ocasiones me solicitó que escribiera un «Vertedero de cretinadas» a propósito de las badulaques que el mentado Morales Moncada garrapatea en calidad de poetastro, «que sea con toda la candela posible, Charkito», todavía me decía el güey. Claro que el pendejo se quedó esperando el texto, pues yo no escribo por consigna. Pero, en cambio, se le aflojaban los goznes del esfínter cada vez que a mis anchuras les rajaba leña a sus cofrades. Y el maricón se acobardaba pidiéndome que por favor le bajara de tono a mis invectivas, eso me lo hacía llegar a través de sutiles y tontos consejos. Recuerdo que el infeliz casi lloraba y se arrodillaba (es más, casi hasta me mamaba la verga) con tal de que no publicara textos en contra de él y de sus compinches. Y a mí que con eso más cuerda me daban. Hasta que dijo amén. No hay cabida para el Charkito en las páginas del suplemento. Lo más burdo, nefasto y repugnante es que el culero jamás tuvo el valor de desafanarme del suplemento a machetazo limpio y sin ningún melindre decirme: «vete a la verga». Eso es mucha gallardía para una gallina como el Cháidez. Recurrió a una intriga telenovelesca y con base en infundíos me atribuyó ser el autor de amenazas en contra de él y de su familia, y hasta publicó un libelo en su pendeja columnita (el baboso no dijo si tales amenazas eran de muerte o simples amagos). Por supuesto que ni los pijoteros de su cuadrilla culturera se la creyeron. Pero obtuvo lo que quería; echarme del suplemento porque mis articulejos le provocaban retorcimientos nerviosos, importándole madres la libertad de expresar las ideas como concepto básico del pensamiento. Y decir que pululan los rufianes de la misma calaña del Cháidez que se proclaman promotores y difusores de la cultura. Porque, como dice el máster Eduardo Subirats: «Es inmoral, por ejemplo, que un periódico decida boicotear a alguien simplemente porque no pertenece a su clan: es antiético. El que hace esto, además de adoptar un gesto propio de la Inquisición, demuestra que no tiene la menor consistencia». [2]
La supuesta fecundidad histórico-cultural de la que tanto presume este mamapijas es una vil soflama, y lo que existe como tal solamente es un desarrollo personal de individuos aislados o semiagrupados en cofradías que no han tenido eficacia ni trascendencia en los procesos sociales; únicamente ha habido protagonismo, vedetismo culturero y bufonadas que se extinguen rápidamente de un día para otro. Puro aislamiento y ebullición momentánea de tautologías literarias e imitaciones de vulgata. Mucha vanidad y poco espíritu creador es lo que se emplasta en los papiruchos seudoculturales.

—Bueno, dejemos en paz a este mamarracho del Cháidez y pasemos a otra cosa.

LITERATURA ENCLENQUE Y PERSONAJES DE PABELLÓN
A poco de ventear por el submundo de la cultura, surge con claridad la existencia de las entidades literarias y poéticas que lo constituyen, pero que sin embargo participan en los asuntos del arte de modo muy diferente a lo que podría ser una actividad estética. Y aunque tales personeros están inexorablemente incluidos como enunciadores y trasmisores de tales manifestaciones, cabe afirmar que se encuentran apartados de los axiomas fundamentales de la creación; pues la idea o eje que los mueve suele ser una pretensión de éxito; la esencia real de los «logros» encuentra la justificación en estímulos de codicia y prioridades que son compatibles con las artimañas políticas y la sicología tradicional que da abolengo y prestigio hasta en el lúgubre fango. Y los perfilamientos que matizan promueven mediáticamente a estas figuras relumbronas del submundo culturero son más de las veces perogrulladas o sutilezas de circunstancias triviales. En la unción de la ignorancia y las cursilerías emotivas, librar una lucha en vano contra la estupidez y fustigar contra los cacareos engreídos es lo que a mí me toca.
Ni pedo. Ya lo decía el máster Rubén Vizcaíno, «alguien tiene que recoger la basura del callejón; y ese jale te tocó a ti, men». Y con la cero tolerancia de la crítica que los pone en jaque, pues a uno lo miran como si apestara a mierda.

—Vayamos entonces a ver quién boquea dicharachos.
—Juega el pollo.

En la edición del semanario «Zeta», correspondiente a la «semana del 5 al 11 de diciembre de 2008», se pone de pechito la parafernalia de los forliculeros que atienden los supuestos menesteres de la cultura. Y en efecto, el ritual de la perfecta publicidad como acción de espectáculo corre por cuenta del gacetillero quitapelillos Enrique Mendoza Hernández, quien vuelve a hacer de las suyas, y esta vez con una baratija letrera intitulada «En la poesía de Jorge Ortega» (páginas 14-B y 15-B), en la que acomete con una terrible fiebre lisonjera que introduce en la plana como si fueran universales de cagatintas medievales.
El incomunicador, en vez de periodista parece un mozo de botica, y hasta me atrevo a decir que en lugar de cerebro trae un Frutilupis metido en la sesera, pues el articulejo que publica es un mullido glosario de insensateces y un vaivén de holgado besaculos. [3]
Y guachen hasta dónde llega su atrevimiento de franquear el trasero cuando colma de gracias a su invitado:

«Así como Baja California tiene a uno de sus máximos representantes de narrativa en la pluma de Daniel Sada, el estado también puede presumir a un poeta de altos vuelos: Jorge Ortega. Al menos el aval de los premios así lo indica: Ambos cachanillas han sido reconocidos por editoriales españolas de añeja tradición, como Anagrama e Hiperión, respectivamente».

—Detengamos aquí. ¿Qué le pasa a ese cabrón?; ¿está enfermo de la cabeza o tiene el culo lleno de gaguanos?

El Jorge Ortega, «un poeta de altos vuelos», y ¿por obra de qué piltrafa desmadejada? Taradez extrema.

—Cuando alguien quiera disfrazarse de pendejo, pídale la cara prestada a este güey del Enrique Mendoza Hernández que casi suspira como cucufata en procesión papal.

Y ya que andamos en cosa del escusado y de idealismos cursilones, y respecto del «aval de los premios» conque le dan «reconocimientos» al Ortega las «editoriales españolas de añeja tradición», ¿sabrá el besamanos del gacetillero de marras que las mencionadas empresas editoras forman parte de una apabullante corporación trasnacional de la industria del libro y que su fuerte no es tanto la calidad estética de una obra ni el virtuosismo del los literatos, sino ensartar las cuñas publicitarias en los valores literarios para convertirlos en valores de mercado?
Además, considérese la metamorfosis del intelectual; es decir, con los cambios de perspectivas estéticas y culturales el escritor provinciano ha dejado ya de existir. O sea, la marginalidad como punto de estrategia en el discurso es aprovechada por industrialización de la creación literaria. Después de América Latina, cuando ya se anunciaba la muerte del «bum» a principios de los años setenta, le tocó a España, específicamente a Barcelona, partir el bacalao en la circulación del discurso literario por vía de la distribución masiva. El libro se volvió un negocio muy redituable de las compañías multinacionales, sin que importara para ello el bajo perfil intelectual de los autores. Y no importaba porque el renacimiento letrero apuntaba a una banalización cultural, a la falacia editorial, que situaba a la literatura en el mundo del espectáculo y convertía a los escritores en personajes de farándula y televisión.

—Pero como nuestro gacetillero invitado es bien babas, ni cuenta se había dado de eso.

El Jorge Ortega ha sido galardonado con premios y ¿qué?; eso no garantiza la chingonería. Kafka padecía insomnio y cefalalgia, y después se enfermó de tuberculosis. He ahí lo que para el escritor checo fueron unos auténticos premios.
[4]
El incomunicador Enrique Mendoza Hernández sin ningún melindre acepta y reproduce la inflada magnificencia del merenguero poeta chicalense y poco le falta para considerarlo a la par de Jubal, hijo de Lamech y padre de los poetas.
Tripeen:

«Hay que empezar diciendo que Jorge Ortega (Mexicali, 1972) fue finalista único del Premio de poesía Hiperión 2005 en la Península Ibérica, otorgado por la editorial homónima, uno de los sellos de mayor prestigio en el mundo hispano».

Es que ahora son tenues y casi imperceptibles las diferencias que hay entre un poeta y un cantante maricón. Pues, en ambos prevalecen la verborrea grácil, ligereza y el mal gusto. Con decirles que hasta una caca de perro alcanza la expresión totalizadora del trascendente mérito artístico.

—¿Y qué regolda y perora el cretino presupuestívoro del Jorge Ortega con relación a la «obtención de semejante distinción»?

—A ver, escupe, Lupe.

«Ser finalista único del Premio Hiperión le ha dado a mi trabajo una visibilidad que no hubiera tenido sin este galardón; premios de esta naturaleza, premios trasatlánticos como el Herralde de Anagrama, que recibió Daniel Sada; el Premio Hiperión , en este caso del cual resulté favorecido, no puedo negar que la principal ventaja o el principal privilegio que esto concede, es que la obra de la noche a la mañana adquiere una visibilidad que quizá le hubiera tomado cinco o hasta diez años alcanzarla, esto abre muchas puertas»

Vaya forma de comportarse como todo un mamoncete y escurrirle de la mamadora un rosario de cuchufletas bulcheteras.

—Ay, sí, muge el poetastro, «premios trasatlánticos».

LA PERTINENCIA DEL SERMÓN PAJARONALGONESCO

«Premios trasatlánticos» que para Jean Paul Sartre o Rómulo Gallegos serían ejemplos de la peor basura, y para el batillo se equiparan a un puto «privilegio» o «ventaja», toda vez que por ellos su disparatario protopoético «de la noche a la mañana adquiere una visibilidad que quizá le hubiera tomado cinco o hasta diez años alcanzarla».

—Mejor dicho esa «visibilidad» fue gracias a una nalgona que en calidad de cabildera le ayudó al bato a que le dieran el trofeo cinco vejetes que de seguro ni siquiera leyeron el bodrio.

Un desprecio hacia la verdad histórica: «cinco o hasta diez años» marcan el límite entre la obscuridad y el brillo del sol. A la bastarda de Chimalguacán, la señorita Sor Juana Inés de la Cruz, le pernoctaron sus versos más de doscientos años, hasta que fue rescatada por unos poetas jotitos del siglo XX; Maquiavelo tuvo que ser redescubierto por Fitche; el marqués de Sade por Guillaume Apollinaire y el borracho de don Edgar por Baudelaire. Y hubo hasta quienes se pegaron un plomazo en la tatema para hacerse de la fama que hoy presume el señorito Ortega.

—Es que ahora somos muy veloces.

Y en efecto, los pespuntes de la envergadura triunfal le llegaron al vaporazo y el chaval se ahorró, según berrea, «cinco o hasta diez años». Así, de pronto, en un abrir y cerrar de ojitos lagañosos, la fama le apareció pintada en una de sus nalguitas.

—Bah, puras runflerías.

¿Y sino la hubiera librado en ese tiempo tan preciso? Porque, déjenme decirles, que ese pobre rapaversos ni siquiera es capaz de elaborar una poesía digna de nuestro tiempo, como tampoco puede armar con pertinencia su sermón pajaronalgonesco, menos puede pronosticarle un destino inmediato a las malacancheces que garrapatea. Es más, yo creo que el infeliz ni siquiera sabe qué cosas hará dentro de los siguientes 60 minutos.

—Sin embargo, una pinche bagatela basta para desatar una torrencial baba de faroladas, jactancias y petulancias mamonas.

Leamos otras líneas que efundió la puñetera manita de nuestro ganso del periodismo repetitivo y adulador que ya siente que hasta le arden los tanates de la pura emoción que le causa encomiar al zamugo agraciado.

«Jorge Ortega se ha ganado el reconocimiento internacional por el uso exacto e irónico de versos octosílabos, endecasílabos, alejandrinos; aun cuando hoy en día lo que abunda entre los poetas es el verso libre».

Y a esas rumiaciones se les llama periodismo literario. Sin un pujo de reflexión, y prorrumpiendo mucha ignorancia en cuestiones de crítica literaria, el gacetillero nos sale con la gracejada de que míster Ortega «se ha ganado el reconocimiento internacional por el uso exacto e irónico de versos octosílabos, endecasílabos, alejandrinos». Y ¿qué? Como si versificar fuera cosa del otro mundo.

Ovidio confesaba que cualquier cosa que decía la hablaba en verso.

Hemos de advertir que si el camelo que refiere el periodiquero es el «ábrete-sésamo»de los sulfatos poéticos, con poca confianza y algo de caridad, seguramente el autor de los siguientes versos quedaría por «ipso facto» habilitado para recibir honras y alabanzas, y con «némine discrepanti», o sea, con todos los votos del jurado, hacer que las glándulas semióticas alcancen la cuadratura internacional.

«Ahora si tengo por cierto
que la muerte viene al trote
pues siempre va el zopilote
en pos del caballo muerto».


En el suave retiro del academicismo ostión y bajo el abrigo de la filantropía política —habilitada en beca para payo que no es desarrapado— el Jorge Ortega metió en el molde de la métrica las golillas de sus costuras y retazos polisémicos a la manera de un baratillero neobarroco; y embozado en ese viejo capote salió a vocinglear sus rimas. Tales menudencias apantallaron a ciertos majes que condescendieron a la reverencia, creyendo que los calzones del poeta Ortega eran de holanes con hilos de plata. Gracias al idiotismo duro, de ahí pal real la cosa fue facilona. Y como el bato es muy dado a pedantear, resultó lo que tenía que resultar: los gallináceos comenzaron a oviparar publicidad; quesque el «reconocimiento internacional por el uso exacto e irónico de versos octosílabos, endecasílabos, alejandrinos» y demás antiguallas. Y en el «hic et nuc» el güey tuvo su «in primis» porque «hoy en día lo que abunda entre los poetas es el verso libre».
Para lograr un acertado tino poético no es necesario ceñirse a los dictados de la tradición morfosintáctica y a los esquemas culteranos. El estrofismo rígido representa una limitación y hasta una pinche ucronía. Aunque para un fauto empachado de teoría el afán puede que sea plausible; sin embargo, hoy carece de la eficiencia que antaño tenía, es estorboso, retrogrado y ni siquiera aporta nuevos cánones metodológicos en las estructuras líricas. Por eso se explica que los poetas prefieran mendigar en la pitanza del verso libre. [5]

—¿A quién quiere convencer el gacetillero con tales burradas?; pues, según mis cuentas, sin el canillazo de la mafia literaria el Ortega no hubiera recibido por sus botargas ni un puto premio y seguiría siendo lo que es: un bufón propenso a la milonga, un don nadie.
—Y a esas rumiaciones se le llaman periodismo literario. Joder.

Don Enrique Mendoza Hernández debería saber, primero, que hablar de cosas sin entenderlas es lo que se denomina pedantismo, y quien las habla es un pedante; y, segundo, que en la nómina oficial y extraoficial de los poetas bajacalifornianos no hay ninguno que pueda ser considerado de primer orden en el preclaro lirismo de la poesía für ewig (o sea, para siempre). No hay pruebas manifiestas de que exista una vitalidad poética. [6]
El Jorge Orteguín trae arrastrando los defectos del academicismo ramplón, la cosificación del sentir poético que causan los cursitos de poesía en los talleres literarios; maquila versitos por medio de una técnica esquemática, aparentemente repentina y de toque rápido, arremolinado imágenes en ejercicios de abstracción, de expresionismo intelectual que se pudre en el afán emular las voces de los poetas que propenden siempre a la evasión. No puede sacudirse las telarañas metafísicas de la sensibilidad adiestrada. Su poesía es de alcances meramente escolares, acrítica y distinguidamente aburrida, un refractario de la decorología palabrera y la rancia exquisitez de los modelos literarios importados y de segunda mano. En su producción letrera son muchas las intuiciones suyas que pasan de contrabando al contexto de la poesía sin lograr ser poesía, a lo sumo verbalizaciones sicológicas o epistemológicas que impactan a ciertos melolengos que no saben distinguir qué cosa es poesía y qué cosa no lo es. Por la heterogenia del subjetivismo ya casi no hay capacidad de diferenciación.

—Y mira tú, señor periodiquero, lo que te platicaré. Hará cosa de no pocos años, cuando yo era todavía un niño, jugaba y jugaba a veces con un trompo y en ocasiones seguidas también con un yoyo. A esa edad yo ignoraba que los movimientos del trompo y el yoyo eran unas tautologías, Y ahora que ya lo sé solamente conservo las tautologías.


NOTAS FINALES
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.- En «Vertedero de cretinadas», véase también el articulejo «JAIME CHÁIDEZ BONILLA Y JORGE ORTEGA • O LAS ARGAMANCIAS DE LA CULTURILLA LOCA» y «MOMENTOS DE SATRAPÍAS CULTURALES [ALEJANDRO RODRÍGUEZ Y JAIME CHÁIDEZ BONILLA]».
Respecto a la tozuda gacetillera del semanario Zeta, Gabriela Olivares Torres, véase el textículo «DELEITÁNDOSE COMO DUQUESA ASIDUA A CUENTOS COCHINOS • BARATIJAS PERIODÍSTICAS DE GABRIELA OLIVARES»
Para dar constancia de los arrumacos que discursea el señorón Max Mejía en su fanzín «Arte de vivir», véase el articulejo «ALICUIJES DEPENDIENTES DE LA CULTURA OFICIAL»
Con relación al discurso terciado por la directora del semanario «Bitácora», véase el articulejo «ALMA DELIA MARTÍNEZ COBIÁN • CULTUROSOS CONTRA PARROQUIANOS»

2.- En «Vertedero de cretinadas», véase el articulejo «JAIME CHÁIDEZ BONILLA Y JORGE ORTEGA • O LAS ARGAMANCIAS DE LA CULTURILLA LOCA».

3.- Para ahondar un poco más en los menjurjes del gacetillero de nombre Enrique Mendoza, y confirmar de qué modo el batillo palmotea los garlochos de abierta apología de las instituciones de la cultura oficial y sus correspectivos personajes cultureros, remito a los lectores al «Vertedero de cretinadas» intitulado «EL ÁNGEL NORZAGARAY SE LAS VUELVE A TRAGAR ARDIENDO EN UNA ENTREVISTA PALACIEGA».

4.- En «Vertedero de cretinadas», véase el articulejo «JAIME CHÁIDEZ BONILLA Y JORGE ORTEGA • O LAS ARGAMANCIAS DE LA CULTURILLA LOCA».

5.- Para que el gacetillero no ande con vaguedades y se instruya un poquito, cuando su y cuando su salopada parafernalia se lo permita, reproduzco aquí algunos ELEMENTOS FORMALES DE LA VERSIFICACIÓN TRADICIONAL O CLÁSICA, para que alardee con legitimidad y conocimiento de causa.

METRO: medida de un verso en cantidad.
Arte menor: de dos sílabas a 8.
Arte mayor: de más de 9 sílabas.

LICENCIAS POÉTICAS
Sinalefa: vocales finales de una palabra e iniciales de otra formando una silaba.
Hiato: separación de vocales finales e iniciales de palabras.
Sinéresis: se forma un diptongo forzado donde no existe.
Diéresis: se deshace un diptongo formando 2 sílabas.
RIMA: igualdad o semejanza habida entre las ultimas silabas de los versos de un poema.
Consonante: cuando a partir de la última vocal acentuada son iguales tanto las vocales como las consonantes.
Asonante: cuando solo son iguales las vocales de un poema.

RITMO: es el movimiento armónico que existe en el verso.
ESTROFA: unión de varios versos con características determinadas.
de 2 versos:
Pareado.
de 3 versos:
Terceto.
de 4 versos: Cuaderna Vía = 14 sílabas, una sola rima.
Cuarteta = 8 sílabas, rima ABAB.
Serventesio = 11 sílabas, rima ABAB.
Redondilla = 8 sílabas, rima ABBA.
Cuarteto = 11 sílabas, rima ABBA.
de 5 versos:
Quintilla = (8 sílabas).
Quinteto = (11 sílabas).
de 6 versos:
Sextil.
LIRA.
de 7 versos:
Seguidilla.
de 8 versos:
Octava real (11 sílabas) y Octavilla (8 sílabas).
de 10 versos:
Décima.
de 14 versos:
Soneto: distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, con una rima ABBA los cuartetos y los tercetos al arbitrio del poeta.

6.- Se trata de un padrón dado por las musas en favor de los prominentes y reputados poetas que representan a la poesía de Baja California en los jardines de Parnaso oficial; y la lista corresponde al sitio de internet «Literatura de Baja California», localizable en http://larc.sdsu.edu/baja/index.html.
Véase al respecto «PADRÓN ESTATAL DE POETAS DE LA BAJA CALIFORNIA»

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