TIRRIA DE GOMBROWICZ Y CHOCHEZ DE BORGES




ATLETAS DEL ESPIRITU UNIVERSAL


Se dice que el buen Jorge Luis Borges, "atleta del espíritu universal" y malinchista de corazón (pues afirmaba que el español era un idioma feo), gustaba alabar genocidas como Pinochet y Videla. No pocas veces calificó de "caballero" al general Jorge Rafael Videla y a tres años de la masacre en el palacio de la Moneda recibió condecoración del matón chileno.

—Pero, en cambio, en el plano literario, se comportaba implacable con Corneille, sangriento con Breton y desdeñoso con Baudelaire.

Gabriel Cacho Millet escribe al respecto:

"En agosto de aquel mismo año (1976) acepta ser condecorado en la Embajada de Chile en Buenos Aires con la Gran Cruz de la orden al mérito Bernardo O'Higgins y viaja luego a Santiago, todavía ensangrentado por la represión de Pinochet, para ser doctorado por la Universidad de Santiago y asistir a un banquete donde se encontrará con el dictador."

—Y esa fue una razón por la cual los suecos le negaron el premio Nobel en 1979, mandándolo a hacer puñetas; y chillaba cada vez que se lo volvían a negar.

Nikito Nipongo dice que Borges comía mierda para ocultar su resentimiento. Vale la pena reproducir lo que el lingüista y crítico acérrimo de la podrida Real Academia Española, en su libro «Perlas Japonesas», apunta acerca de la agenda oculta del escritor argentino, y nos muestra la deteriorada moral y la vena reaccionaria del discípulo de Macedonio Fernández:

"En 1979 se concedió aquel premio a un oscuro poeta griego. Y Borges volvió a lloriquear: 'Sí, ya sé que el Nobel es para Odisseus Elytis. No conozco la obra de ese poeta, pero me alegro de que sea griego' (también lo era Onassis y no por ello había que alegrarse)". Así berreaba don Jorge Luis: "Si alguna vez me dieran el premio Nobel, me sentiría muy contento".

Y don Nik prosigue, poniéndonos al tanto de la situación borgiana, y guachen como saca a balcón al bibliotecario argentino:

"Al anterior gimoteo le da este remate Borges: 'Pero fíjese, que yo sabía que me jugaba el premio Nobel cuando fui a Chile y el presidente... ¿cómo se llama?' (El entrevistador le sopla: 'Pinochet'). 'Sí, Pinochet me entregó la condecoración. Yo quiero mucho a Chile y entendí que me condecoraba la nación chilena, mis lectores chilenos'... Borges podrá tener muy poca vergüenza; su memoria, en cambio –y lo digo en serio-, se distingue por prodigiosa. Fingir que olvidó el apellido del asesino de Allende no es más que una payasada lamentable. Peor resulta salir conque la condecoración no se la otorgó Pinochet, sino el oprimido pueblo de Chile. Naturalmente que Borges recuerda muy bien el ditirambo que labró en honor del tirano sanguinario, el 22 de septiembre de 1976 (apenas tres años después de la caída de Salvador Allende y de la consecuente destrucción de la democracia chilena). Visitó entonces el palacio Diego Portales de Santiago de Chile, sede de la junta militar, y babeando se dirigió al cerdo de Pinochet así: 'Es un honor ser recibido por usted, general; en Argentina, Chile y Paraguay se están salvando la libertad y el orden.' Basta esa atrocidad, haber exaltado las dictaduras castrenses de su país, de Chile y de Uruguay, con una barbeada a Pinochet, para que los academicos suecos le nieguen de por vida el premio por el que tanto acatarra desconsoladamente."

Ni las obras de Borges están exentas de impregnaciones políticas, e incluso en sus conferencias vociferaba paparruchas como éstas:

"Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía, por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí (sic). La idea de la democracia, esa extraña idea..." (en College de France, 1983).

Cinco años más tarde de haber publicado Historia Universal de la infamia, precisamente cuando los nazis invaden la Rusia estalinista (Operación Barbarroja, 1941), el escritor argentino manda al mercado su libro «El jardín de los senderos que se bifurcan», dedicado, por cierto, a su amigocha Victoria Ocampo, admiradora ferviente de Lawrence de Arabia, mercenario al servicio de la corona británica.

—Y que algunos mamones lo nombran el Che Guevara del desierto

Y de quien la Ocampo tenía una fotografía dedicada, colocada sobre su escritorio en la editorial Sur.

—Pero ¿a qué viene aquí el nombre de ese cabrón llamado T. H. Lawrence (1888-1935)?
—Pues fue un compinche de atrocidades de otro carnicero llamado Liddell Hart (1890-1970), estratega militar inglés que suprimió el concepto de 'población civil' sin reconocer la diferencia entre soldados y paisanos", inventor de la blizkrieg (guerra relámpago), táctica militar que consiste en usar los tanques como fuerza de penetración profunda en el campo enemigo, cortando las tropas y los suministros (José Steinsleger).

Y pues (otra vez) bien, el apolítico Borges, en su libro «El jardín de los senderos que se bifurcan», comienza citando al tal Liddell Hart, mientras que, en sincronía con la publicación del texto borgeano, el general Heinz Guderian, comandante hitleriano, aplica la táctica de la blizkrieg sobre la población soviética.
Así se las gastaba en el terreno estético el metafísico jomi de Adolfo Bioy Casares. Poco le faltó para calificar de "seres divinos" a los tiranuelos a quienes les lamía las botas.

—Y ya inmerso en la cuacha, tampoco tuvo madre al dedicar a Richard Nixon la traducción de un libro de Walt Whitman.

Con excepción de Nikito Nipongo, Roque Dalton y Mario Benedetti, entre otros críticos y pensadores culturales, hubo quienes evitaron las turbulencias y prefirieron anclarse en aguas tibias subrayando solamente lo obvio. En un ensayo escrito en 1971 («El hacedor, El concepto de ficcion», Planeta, 1997), Juan José Saer se refirió a Borges con estas palabras:

"Me abstengo de buscar una relación entre la evolución del pensamiento político de Borges y la poca calidad de sus últimos libros, por temor de que esa relación sea inexistente. Más bien prefiero afirmar que hace algunas décadas Borges ha escrito cuatro o cinco libros que figuran entre los más perfectos de nuestro tiempo, y que el tartamudeo político y literario es uno de los derechos, o de los inevitables estragos, que debemos reconocerle a la ancianidad".

—Bonita forma de dar beneplácito; dispensándolo por su chochez; así que el pobre ruco cegatón ya no sabe lo que escribe y opina.

Funesta fatalidad que no ha lugar, como dirían mis amigos leguleyos. Borges todavía no era un fiambre; la cordura y la memoria prodigiosa lo acompañaron hasta el día en que felpó y entregó el equipo a san Pablo.

—Si Borges viviera en los momentos de agresión bélica en contra de Irak, ya se sabe en qué lado estaría.

Basta recordar una más de sus vilezas, a propósito de los baños de napalm que el Pentágono arreciaba sobre pueblo vietnamita:

"Si se ve la guerra de Vietnam como parte de la guerra contra el comunismo, está plenamente justificada." Borges construyó una constelación asombrosa de la ficción, pero se mostró lánguido y pasivo ante posiciones políticas y sociales, que al final de cuentas le restaron calidad moral al refugiarse en un esteticismo esotérico –l'art pour l'art- y defender únicamente "valores literarios" (la irrealidad es condición del arte").

Hay quienes opinan que la inclinación de Borges hacia el ultraísmo era puro pancho, una actitud esnob ante la vida. Sé que Borges tuvo mucho talento como narrador de ficciones, y sé lo que el ruco vale, visceralmente como un poeta anticomunista. Pero el discípulo de Macedonio, bajo el signo ultraísta, de mozalbete cometió el crimen de mirar hacia la izquierda, tuvo lo suyo de «bolchevique».

—Y es que el men también la cuajó de escritor comunista, como el Octavio Paz de acá.

En la época macarhtiana Borges escribió un poema titulado Ritmos rojos, que le costó la cancelación de la visa para no poder entrar a los Yunaites. Debido a ese poema el tímido escritor de cuentos fantásticos y metafísicos estaba –de pura barbacoa- incluido en la lista negra de Ronald Reagan.

—Cuando éste era balcón de la CIA en Jóligud.

Antes de que fuera famoso sus compinches lo llamaban el poeta ciego, el Homero en penumbras, el hombre gris que se ganaba el pan con el sudor de su frente y que padecía el complejo de Edipo (siempre salía acompañado de su madre; era mis ojos, decía Borges). No hay que olvidar que la fama chipocluda le llegó a partir de que chupó faros (como suele suceder).

—En vida, poca clica lo pelaba; y angora, a un chinguero de güeyes no se les cai del hocico. Borges pallá, Borges pacá...

(¡Cretinos!).

Su divulgación hoy en día, más que seria, es pendeja; se le cita sin conocerlo, sin leerlo (igual que Octavio Paz, quien, dicho sea de paso, negó la poeticidad en Borges, sólo porque éste jamás escribió un poema extenso.

—¡Háganme el favor! Con ese tipo de jaladas salía el tal Paz.
—Retaba a don Yorch a superar al mismísimo autor de la Ilíada.
—Sí, como aquel cabrón ya se había dejado caer Piedra de Sol, pues le venía guango soltar el churro ese.

La juventud de Borges fue muy dolorosa. De morro -el sicólogo Miguel Cohen-Miller fue quien lo atendió- y dice su loquero que Jorge Luis a los 19 años no padecía fobia sexual, pero el che se cargaba un trauma sexual de pocamadre, ya que su jefe lo había iniciado a la vida sexual ni más ni menos que con su madrastra. Es por tal motivo —escribe Gabriel Cacho Millet— que en ningún verso de Borges cabe un muslo, un seno, la apretada sombra de una mujer o un beso que no sea inmortal (y el único cuento de tema amoroso que escribió –a sus 75 abriles- es Ulrica, en El libro de arena). ¿Acaso el pudor froideano lo distanciaba del erotismo? Con quebrada. En su producción no permean las carnes erógenas (pito y panocha), el deseo y la pasión lúbrica.

—A los más que llegan sus escritos es al beso, al apapacho santurrón y a la manita sudada.

Tocante a esto, Enrique López Aguilar escribe:

«Cuando él habla de las relaciones entre hombre y mujer en sus poemas, siempre evita la alusión directa a piel, cuerpos, sexualidad, y prefiere concentrarse en esa condensación absoluta de las emociones asociadas con el amor: encuentro, enamoramiento, fascinación, el leve roce de los labios o las manos, la certidumbre del arrasamiento personal, el abandono o la separación, la falta de correspondencia, la nostalgia».

—Nada de sobar el oso ni repegar la guásima; cero faje ni agasajo marinero.
—¿Se poncharía alguna vez a la María Kodama?
—Nel, prefirió el mundo metafísico que matar la cochi. Zambullirse en las sabrosas nalgas de una mina... ¡ni de loco! Ya de perdis un becerrazo.
—Menos.

A pesar de que siempre estuvo rodeado de puras jainas (mamá, carnala, alumnas, secretarias, amigas, lazarillas, etc.).

—¡Chale, qué desperdicio de jamón!
—Si yo hubiera estado en sus zapatos hubiera rajado más leña que la chingada.

«He sido demasiado pudoroso» –alegaba el ruco. Entre otros, éstos son algunos de los cacharros que desperdició Borges: María Esther Vázquez, Estela Canto, Delia Ingenieros, Matilde Urbach, sin contar una de las Ocampo. Para Borges el único compromiso del poeta es con la belleza:

«el poeta se compromete sólo con la belleza. Ese es su único compromiso». Pero más allá de la estética, ¿era Borges un poeta comprometido? Claro que sí; su bisabuelo (el coronel Juárez) fue chiloguán –vencedor- en la batalla de Junín. Estos fueron los versos de Jorge Luis, escritos en los años del gobierno peronista: «Junín son dos civiles que en una esquina maldicen a un tirano, / o un hombre oscuro que se muere en la cárcel».

Durante el peronismo (1945), la jechu y la carnala de Borges fueron apañadas por los gorilas de la mili. En ese entonces la progenitora del poeta ya estaba muy cáscara y éste era un don nadie que se ganaba la vida como bibliotecario municipal, es decir, un pericoperro que no pelaba un chango a nalgadas por su condición de burócrata oscuro de tercer nivel. Treinta años más tarde Borges elogió la valentía de su jefita:

«tu prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos».

Al poeta, por grillero, no le fue muy bien que digamos, en 1946, a pocos meses de la instalación de la dictadura peronista, lo ascendieron o degradaron (según sea el caso) a inspector de aves, conejos y huevos. Claro está que Borges no le entró al jale. Victoria Ocampo en la revista Sur (agosto de 1946) publicó la declaracion que el jomi de Bioy Casares rajó al respecto: "Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez (sic). Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor."
Borges abandonó su filiación de «poeta bolchevique» debido a las cagasonerías del marxismo estaliniano; pues, ¡no mames!, esa madre era igual que el nazismo, me dijo mi compa el Güero Bitachi (un poeta taquero o un taquero poeta).

—Y ¿qué tal se la refuegueaba don Jorge Luis con los poetas marxistas?
—¡Puta tía! Le cagaban de a madre. Empezando con el joto de Federico García Lorca, Rafael Alberti y, principalmente, Pablo Neruda.

A este último no lo podía ver ni el papel china. Y cada vez podía le aventaba cuacha, a morir. Así se expresaba Borges del autor del Canto general, a quien consideraba un hombre muy mezquino: «Escribió un libro acerca de los tiranos de Sudamérica, y a continuación varias estrofas contra los Estados Unidos. Ahora se sabe que todo eso es basura. Y no dice ni una palabra contra Perón. Porque tenía un pleito en Buenos Aires, eso me lo explicaron luego, y no quería arriesgarse. Y así, cuando se suponía que escribía a voz en cuello, lleno de noble indignación, no tenía nada que decir contra Perón».

—Échense ese trompo a la uña.

A García Lorca, más que por rojillo, lo destestaba por mamilas. Y es que, una vez cuando Borges cayó en España, durante una tertulia, Federico se lo cotorreó al decir que estaba preparando un libro acerca de un personaje muy famoso. Borges, con mucha solemnidad, le inquirió: "¿Y quién es ese famoso personaje del que habla usted?" –Miquimaus –respondió sarcásticamente García Lorca. Don Jorge, emputadísimo, replicó:

"Me retiro. Veo que aquí no se puede hablar con seriedad".

El che se abrió, mientras el jotito gachupas se cagaba de la risa.

—Pero, ¡qué perrón estaba el ruco pa literear! Su inspiración lo hacía apuntar rollos como éstos: las estrellas, -corazones de Dios- laten intensidad.
—¡Úfame, león! A ver, qué más.
—Tripea éste: Aun el alba es un pájaro perdido en la vileza más remota del mundo.
—Ai tuvo, ése. Vas hacer que mi jaina se venga en las pantaletas. Ta bien prendida del argentino. Casi se mea cada vez que oye pronunciar su nombre. Se chorrea como las tácuaras –nacas- que se caldean con el Lupillo Rivera.

Ni el Vicente Fox sabía quién era Borges, se refirió a él –en un congreso de la lengua española- llamándolo José Luis Borgues. ¿Por qué es poca la perrada que lo colorea? Porque era un escritor que escribía pa los escritores (¡y vaya la rebuznancia, men!). Un esteta dificultoso de leer, que atestaba su literatura con frases cultas y eruditas, un creador de la posmodernidad que les ganaba el tirón a aquellos que, precisamente, trataban de definir la posmodernidad, según advierte Jacques Derrida: "Borges hace cosquillas, pero en el cerebro."

—Y ¿qué decía el panzón de Alfonso Reyes acerca de Borges?
—Que don Jorge figuraba como el mejor ensayista occidental de su momento, pero, en cambio, era un hacedor de versos torpes y su poesía poco musical (en otras palabras: valía madre como poeta). El pedo estribaba en que no lo aceptaban en el campo de la lírica.

Escribe Juan Domingo Argüelles que Julio Cortázar cuenta que Witold Gombrowicz, en 1963, al momento que este último hace efectivo su exilio argentino, al pisar la escalerilla de la ballena voladora que lo arrojará a Europa, les aventó a sus discípulos, que lo despedían en el aeropuerto, esta provocación borgiana:

"Muchachos, maten a Borges."

Para los chamacos concretar tal mandato equivalía a un parricidio.

—Tirria de Gombrowicz, chochez de Borges.

Entradas más populares de este blog

Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales

Un territorial culazo como modelo de alternativa cultural

Tijuana es el culo de San Diego