«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» O LA «KLINEXIZACIÓN» DE LA POESÍA


LA ASEPSIA LÍRICA COMO FORMA DE OCIO EMERGENTE

La «weltanshauung» —es decir, el contenido de la obra «Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers»— es el timbre sonoro del canto erótico en el que sus autoras recargan la subjetividad a extremos de asepsia lírica y forma de ocio emergente que también funcionan como ideología. Exhiben la idea romántica de adjuntarle a lo sexual tópicos de fatalidad espiritual, solipsismo cósmico, arrebatada fantasía de evasión y proyección de miedos, deseos y obsesiones. En el cálido colofón de esa totalidad poética, trasmutada en libro, se ofrece una versión muy aguada del asunto erótico y varias razones concurren a explicar que la mayor parte de las minas antologadas se han transfigurado en poetisas a una velocidad inaudita. Se rigen por la máxima de seguir haciendo poesía como siempre la han venido escribiendo las poetas malas y chafitas. Hay que reconocer que hay indicios de un progreso poético pero la mayor parte de la cosecha es indigencia, literatura bastarda sin raíz en que afincarse. Las relaciones de identidad son sustanciales en casi todas las poetas que colaboran en la edición que pastorea don Luperco Castillo Udiarte.
Vayamos a ver algunos textos en los que la alegoría, la mitificación social y el código pequeñoburgués se precisa como un sistema de connotación en el cual confluyen una serie de particularidades que integran una unidad más o menos homogénea de idioma, idiosincrasia, formación cultural, historia, religión y costumbres.
Con un modelo poético de probeta se quiere edulcorar y disfrazar la autenticidad erótica.

«Cuando llegaste
lo primero que se te ocurrió
fue que la cama
era demasiada pequeña para tres.
Sin embargo,
nos acostamos e hicimos el amor» •

Gloria Ortiz (página 14)

Se adopta una forma de dualismo ontológico como consigna rutinaria de marketing y en el cursi galicismo «hacer el amor» está la gran obsesión temática de la triangulación sexística entre ¿dos mujeres y un hombre?, ¿tres matacuaces y una fémina? o ¿dos batillos y una ruca? No se sabe, la ambigüedad es el recurso más destacado que inaugura el principio de la duda, el denominador común de la indecisión o imposibilidad de apostar a algo concreto en los menesteres de la carne. Debemos suponer que al matador, al final de cuentas, no le importó echarse un polvo sobre cualquier petate.
Poeticidad no del todo convincente.



USTED PUEDE ACOSTARSE CON CUALQUIERA

Picaporte de angustia por no saciar las ganas de coger, es el poema de doña Ruth Vargas Leyva, «Amor en tiempo del ordenador» (página 21), y que dice así:

«Cómo amarte
si no toco tu piel,
si mis dedos no conocen
el calor de tu cuerpo,
la sutileza del pliegue de tu axila,
la curva de tu oreja.

Como si sólo imagino
la textura de tu espalda,
la fortaleza de tus rodillas,
el rumor de los cuerpos.

Lo único real
es la humedad entre las piernas.
Desearte sin que te enteres
que en otro sitio
todos los portales se han abierto.
Sin que te enteres
que al cerrar el ordenador
todo ha acabado.

La virtualidad de un amor
cuya única virtud es no tenerte cerca,
no poder morderte,
no poder marcar mis uñas en tu espalda,
no poder atarte,
no poder pasar mi lengua por tu lengua
no, poder, a besos, comerte.

Lo que te pierdes» •

«Y en mis locos y ardientes desvaríos / bendigo tus desdenes», declamaría, un poco abrumado, Manuel Acuña. Get fooled, lo triste es que la poeta solamente imagina que coge y se la cogen. Lo único real es la gastada paráfrasis de «humedad entre las piernas». El poema mejor habría de titularse «Una chacalona masturbándose frente a la pecé». No se requiere mucha perspicacia para adivinar que la ruca anda pidiendo a gritos —silenciosos— el favor de la caradepapa. Otro ejemplo más de sensibilidad hormada y con pocos gérmenes de originalidad creadora. La renuncia al atrevimiento de decir llana y abiertamente «quiero» es también dimisión del poder poético. Prejuicios y más prejuicios.
Bien haría, si a la tía aún le quedan ganas para aventarse en sabroso palestino, en pedirle algún consejito a Paquita la del Barrio, quien ni muina hace cuando canta sin tapujos:

«No chifle usted, que tengo muy sensible los oídos; el cuento me lo sé ya de memoria. Puede acostarse usted con cualquiera».

Voy a suponer, empero, que doña Ruth leyó al marqués de Sade, entonces, con su colmillo retorcido de mujer inteligente, e influenciadora de nuevas voces poéticas, ¿porqué anda tan jodida en tales cuestiones lúbricas? Qué poeta tan enanita, no aprovechó la oportunidad de portarse como si fuera tianguis de barrio. En síntesis, el poema resulta abrumadoramente idiota con un erotismo que carece de encanto. Bien haría la poetarra Vargas Leyva en optimizar el espíritu, si es que todavía tiene tiempo, pues, como canturrea doña Pacorra, ya no se calienta en el primer hervor.



LA «KLINEXIZACIÓN» DE LA POESÍA

Equivalente a un bacín para recibir los excrementos mayores, entre otros, son los poemas plasmados en las páginas 106 y 108, cuya tutoría corresponde a Diana Liceága y Myriam Ruiz. A continuación, por razones de náusea espiritual, me permito reproducir solamente el texto de la primera vate.

«Muéstrame la lluvia trémula,
fragancias de jazmín nocturno,
muéstrame las olas que se mecen
ondulantes al paso del viento,
tiñe el perfil de mi cuerpo con tu tinta
y deja a tu alma se quede en la mía,
dibuja flores en las paredes,
siembra enredaderas a mis pies
para estar siempre junto a ti,
raya un clavel en mis entrañas
y hazlo florecer con tus labios de seda,
perfila un alcatraz sobre tu cuerpo
y déjame amar su único cuerpo,
antes de que esta noche muera,
que el color llene las pupilas,
delinea esta única silueta
que se hincha y no para de crecer
antes que esta noche se marchite» •

Diana Liceága

La autora del poema ha decidido enchanclarse en la edición de marras con una notable impudicia, tremendo papasal de alebrijes bobalicones que no dicen nada, versos podridos por el afán de emular trapiches prosódicos. La teoría lingüística ya no está dotada de poderes explicativos y los condicionamientos de la semántica se aíslan en los niveles mistificadores de la gramática parda. Ahora la poesía precisa un testimonio mediático de la realidad, reduciendo a nada los procesos multiformes del desarrollo del arte, y los partidarios del enfoque abstracto formalista —como Julia Kristeva— no admiten la presencia de la realidad en la obra artística, sólo aceptan el nivel del cuadro artístico de palabras como simple ilustración. Son los síntomas divisorios entre el signo estético y la imagen artística donde no hay comprensión ni percepción. De esta manera la imagen ya no está en posibilidades de absorber ni atraer los nuevos fenómenos de la realidad, sino que los excluye y los evade. Por eso los poemas de Diana Liceága y Myriam Ruiz (por llamarlos bajo esa factura lírica) no comunican nada ni tampoco tienen calidad estética alguna. En otras palabras, se trata de arte, únicamente, como asimilación figurativa del mundo y en el cual ya no se trasmite la veracidad y la cognición de la realidad, sino todo lo contrario. Y cada vez es más frecuente escribir con ese talante, pues sucede lo mismo con los poemas de Isabel Velásquez (página 72), Adriana Sing (página 64) y de Guadalupe Esparza (página 66).
Hasta la insípida dulzura suele ser irritante:

«Soy sin que lo magines
quien da nombre a tus sueños
una caricia de luz
una sábana húmeda
entre tus piernas vencidas» •

Guadalupe Esparza

En lo que toca a la ñorsa Isabel Velázquez, como el macho follador, blanco de tantos desvelos, no tiene intenciones de compartir su amor con la susodicha, entonces la poeta construye una artificialidad para salir del paso, reiterando interrogantes que, por cuadruplicado, inician con la misma cantinela.
Por economía gramatical, reproduzco solamente la primera y última estrofa del poema.

¿Cómo será tu piel de madrugada…
Olerá a mar, tendrá el sabor
Acaso de las olas?

¿Cómo será tu piel en el momento
en que no sueño, ni pienso, ni respiro
por otros poros que no sean los de tu cuerpo,
en otros sueños que no sean los de tu reino?

Isabel Velázquez (página 72)

Además del empalagoso y frenético sentimentalismo que invade de cabo a rabo, la pasividad se trueca en desesperanza y, en el obsesivo fetiche del decoro relumbrón entre reyes y princesas, la cosa vuelca en algo semejante a un escenario medieval.



DOMÉSTICA PIEDAD DISFRAZADA DE BRAVURA

Como todo placer debe contener el ascua sacra del amor, pues qué mejor que idealizarlo con idioteces o desmesuras chabacanas. La mistificación de la gramática, sustituyendo la realidad a través del signo y la personificación de los fenómenos de la naturaleza, las acciones y facultades humanas, como es el caso también de Mariana Martínez Esténs (página 110) con el siguiente poema:

«Recorre mis dunas y mi largo cuello,
camino olvidado de camellos, del aire,
mientras mi boca transpira lunas desérticas
que tú, mi bello náufrago, implorabas.
Besa mis perlas.
Hunde tu humedad en los gritos de mi ombligo,
prueba mis ásperas caderas filtrándose
entre mis dedos.
Vuélveme playa.
Devuélvele a este desierto el ritmo de tus olas,
la frescura de tu espuma,
ese vaivén delicioso que,
en marea alta, se funde con mis rocas
salpicándome el alma.
Déjame oler a sal, a luna llena;
deja que los cangrejos me recorran,
apurados, de mi sexo a la lengua,
que me estremezca.
Humedece a esta mujer harta de tanta tolvanera,
temerosa de que la erosión la olvide.
Déjame oliendo a salitre entre las sabanas,
el dulce sabor de esta tormenta,
para que mañana despierte recordando
que mi desierto lo visitó un marinero» •


El poema se rige por un principio de contigüidad o similitud bastante estereotipado y en la intelección de las metáforas se percibe una naturaleza dual que, elevándose a lo abstracto e ilusorio, encubre los miedos y demás antípodas de las contradicciones. En cuanto a su forma, hay un método trivial de designación estética y, en su contenido estructural, una pasividad que da rienda suelta al sentimentalismo y al mito en la insípida dulzura del paisaje desértico y marítimo, aunado al no muy ingenioso ardid amoroso del matalote eventual y desconocido que llega, presto a rajar leña, vestidito de marinero.
Cuando las poetas, entre palabrería virtuosa, le confieren a los machines los títulos de «marinero», «bello náufrago», (Mariana Martínez), «arquero» (Esalí), «reptil» (Ana María Fernández, Brenda Yáñez), «rey» (Matilde López, Isabel Velázquez), «ser alado» (Dulce Selene García, Karina Vázquez, Elizabeth Salcedo) y «dios» (Elizabeth Algrávez) no hacen sino lisonjear la vanidad del pequeñoburgués que se las cuchiplanchea, desplegando una apasionada añoranza del heroísmo aristocrático. La adulación queda suplantada por el dimorfismo sexual (la mujer no es igual, es diferente).
Algunas adoptan un tono punitivo pero, al punto de clímax, terminan como infaustas gurruminas o engreídas golfillas (Lorena Cienfuegos, Paty Blake, Violeta Villavicencio, Margarita Valencia Triana) y, al final, encaminan el ramalazo hacia una torpe salida.

«Me contagio del vértigo de tus dedos,
caigo a tus pies,
inocente como una puta.
Me dejo ver vulnerable y ausente
para que no puedas intuirme.
Te hago creer que me tienes
cuando, en realidad,
desde hace horas
yo soy la que te tengo» •

Lorena Cienfuegos (página 114)

El hiperbólico estereotipo de la pasión en sus rígidas categorías mentales y con un barniz literario que no perjudica su feminidad pero, tampoco, viola el tabú del recato que las inhibe y las paraliza. Ya han ganado una miserable pitanza: el obsesivo fetiche del decoro y la modestia, el orgullo estúpido y los escrúpulos religiosos. En otras palabras, el perfecto modo de sumisión cooperadora que las poetas, protopoetas y seudopoetas recitan con doméstica piedad disfrazada de bravura.

—Qué bien reclaman el papel que le corresponde a la mujer de la clase media.

En cuanto a la panocha o pucha, epítome de la feminidad, receptáculo de la universalidad pasional y artefacto biologico de la reproducción de las especies mundanas, cuando las poetas abandonan el silencio y se apropian de la palabra no lo hacen con la singular concreción, sino a través de un sistema de signos lingüísticos poco perceptibles y en un nivel de graduación íntimamente inofensivo. Como si el verbo les hubiera sido dado por la virgen María, le llaman a la menstruación «ciclo lunar» y las sensualidades de coito se deliberan sin radicalidad, sin displicencia. La verga es sinónimo de «anzuelo», «serpiente» o «daga». La poesía se emite mediante signos de incomunicación humana y el intercambio de semen y jugos vaginales se trasmuta en simbología de un mundo idílico y pastoral (identificado, en lo terrenal, con el elegante barrio residencial). Para justificar sus desafueros, la hembra lúdica colorea su discurso con imágenes falsas y aburridas (la mujer, una flor, una planta, que se cultiva y se riega).
Y en esa interminable red de mecanismos síquicos, manipulado por la ideología del arte como superestructura clasista, se difuminan los referentes vivos y corpóreos del erotismo.
Y con este desustanciado acervo terminológico resaltan las compensaciones sentimentales de la gente culta:

en Violeta Villavicencio: «el tejido frágil del abismo» para decir panocha;
en Amaranta Caballero: «Fáunulo» para decir bichorudo;
en Gloria Arenal: «lunas» para decir chichis o tetas;
en Matilde López: «triangulo» para decir pucha;
en Elizabeth Cazessús: «tejido amoroso» para decir verga, semen;
en Martha Edna Castillo: «mar interior» para decir panocha;
en Esalí: «murallas» para decir nalgas o cacharro;
en Aglae Margalli: «porción de infinito», «sol llorando» para decir verga;
en Alma Delia Martínez: «prohibido juego» para decir coger;
en Adriana Sing: «prado fértil» para decir panocha;
en Karina Vázquez: «delicioso líquido tibio» para decir semen;
en Elizabeth Algrávez: «oquedad» para decir panocha.
Y así, sucesivamente, cuidan el pudor para no verse impúdicas.

—Tanto desperdicio para salir con una carita, forrada de ganas de tener sexo. ¿Para qué?, si en los primores de la vulgaridad la nimiedad es el lenguaje.



LA AMBIGÜEDAD COMO UNA DIALÉCTICA PARALIZADA

En las formas peculiares del pensamiento, las poetas, seudopoetas y protopoetas —que engalanan la antología «Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers»— son de una filiación abstracta y pedantemente ambigua, de un liberalismo moderado y conservador. Aspectos de un orden superficialmente romántico con sus correspectivas extravagancias y desenfrenos lúdicos. Un modo metafóreo de acentuar el vaniloquio, despojando a la poesía de sus halos racionales. En los tiempos anteriores a Babel, la poesía no se descifraba ni era sortilegio para solitarios lectores.
Jules Renard dijo, casi al final de sus días, que la literatura era opacidad y mentira. ¿Y la poesía? Un desperdicio de vocabularios que ya no cabe en el basurero semántico, materia hablada y trajinada en masa compacta que ya ha perdido entendimiento. Literatura que equivale a vacío, como los libros, como los salones llenos de sillas pero vacíos; sin gente, muriendo por inercia y por asfixia de soledad. Pero el poeta se aferra a ser último hombre (o mujer) entre los bueyes y los asnos. Teoría de la división divina en la concepción hiperhistórica de los metafísicos modernos. La imitación y el continuismo ya parecen una insondable fatalidad. ¿Porqué no se manifiestan con una realidad efectiva y acorde con los momentos actuales que exige la coyuntura estética contemporánea? En los confines de la vida práctica y mundana de los seres concretos también existen elementos enriquecedores para el quehacer poético.
¿Acaso les resulta muy difícil o imposible erradicar las falsas trascendencias de morfologías inmanentistas? El meollo del asunto, creo, estriba en los procesos mentales de subordinar la materia a las nociones del espíritu. La flagrante división entre lo ideal y lo real-concreto se simboliza en el canto de las sirenas que no pueden disfrutar Ulises y sus galeotes porque tienen los oídos taponeados con cera. Y en la historia de dos mundos, el de la evasión y el de la producción de facto, la cultura se haya confinada al espectro de las ideas, reducida a creación artística e intelectual, nada más.
En la entelequia vivencial que afirma la idea del doble mundo también se personifica lo irracional y lo sobrenatural. Y, cada vez más ajena a la perspicacia histórica, la clarividencia creadora sondea lo ignoto y, cerrando barbacana a lo real, se emblandece en la representación ilusoria, en la instancia de lo extraño, lo mítico y lo fantasioso sin vinculación directa con el mundanal circundante, perecedero, mortal y transitorio.
La fantasía también alcanza cómicas tonalidades.
Guachen:

«Mas también estuvo en mí el soplo divino»
«Dios me hizo a mí»
«Descubro el tamaño de las manos de Dios sobre mi cuerpo»
«He tocado con mis manos el límite del infinito»

Elizabeth Algrávez (página 80)

Como en san Pablo, y de acuerdo con el precepto seglar, la mujer ante la autoridad del señor que todo lo puede, es decir, el culto a una superioridad nociva y contranatural. Prosaicos reflejos de la vida real. Por el amor del «señor» —que todo lo ilumina— la himenea letrada está dispuesta a que la chicoteen, a andar a gatas, que le introduzcan un azotador por la vaina y hasta por donde le ronca el sapo. Toda una táctica sicopolítica del sistema vicario en la más sutil manipulación encuadernada en mitos.
Hay también un rico surtido de fábulas relativas al negocio del amor compenetrado.
Y explícita es la fusión entre el hombre y la mujer en el preciso instante del chacachaca:

«Quise envolverte,
sellar tus poros con mi lengua
renunciar al rictus»

Alejandra Rioseco (página 78)


«En cuclillas, entrelazados
en cuatro patas,
mirando el suelo
frente al espejo»

Elizabeth Villa (página 76)

«Contigo dentro soy fuego eterno
Calcíname»

Flora Calderón (página 60)

En similitud con las figuras legendarias —a la par de Tristan e Isolda, Mellisanda y Pelleas, María y Efraín—; nulidad y mutilación de la individualidad como el «motif» o tema recurrente:

«La noche observa tranquila
dos cuerpos que se entretejen
rabiosamente»

Floridalma Alfonzo (página 52)

Fundirse en un solo componente de unidad significa mellar la autonomía porque se anula la existencia tanto material como formal de la mujer o, en su defecto, su individualidad se supedita y se vincula al manflero cogedor, aunque se reconozca el mutuo afecto.
En los fuegos vestales del amor ¿quién lleva la voz cantante? Seguro que no es la querida manfla tentadora.

«…dos cálidas texturas enlazadas,
en eclipse de sombras,
renovados cuencos de ternura
volcados en uno solo»
María Edma Gómez (página 18)

En la producción de emociones lúbricas ¿quién toma la iniciativa? A veces ella, y en el cometido de suscitar el deleite los papeles se yuxtaponen, no de forma permanente, solamente en la profusión de los primores eróticos, cuando el amante parece un programado perro pavloviano:

«…como los cuerpos que se amarran
Y se anudan en el sexo
Y entonces,
mi lengua culebra
te buscará y atacará
hasta dejar sin piel
tu presa más viril»

Brenda Yánez (página 98)

El poderío varonil disimula debilidad y le otorga a la mujer minúsculas concesiones. Mucha complacencia y poca inteligencia en un ejemplo de poesía erótica y de política sexual. Porque el gamberro machincuepas, regularmente, no saluda ni se quita el sombrero, y una vez que lleva a cabo su hazaña, se fleta los chones y los tramados, murmurando en sus adentros:

«Ahora sí, ya pélate, Tintán».


Y con ese golpe se consolida la posición dominante, la potencia del fetichismo seductor que se destila por el ojo de la verga como delicado elixir.
Labor de espíritus confusos que se creen lúcidos.
Miren, esto ya es el colmo: la intrusión en el acto es de puro lenguaje

«Desde la orilla
en espiral asciendes
hasta tocar el centro
y la vida se derrama
un caracol huye
el mar interior
arrulla una sonrisa» •

Martha Edna Castillo (página 44)

Babélica geometría de palabras trazadas a cordel, diría Descartes. Las mismas nomenclaturas son vomitadas por varias de las poetas en sus algarabías aparatosas que resquebrajan la coherencia. Puede pasar una semana el lector, discurriendo en frases y enunciados para saber qué fregados quiso decir la poeta y vano será el esfuerzo por desentrañar la moyana. Todo acabará en ojeras preguntonas y en orejas largas.

—Qué desconcierto, qué indiferencia para el sentido común.

La mafufada o insistencia simbolista de que el lenguaje se comunica a sí mismo se patentiza en el sermón lírico que presenta Aglae Margalli (página 38) bajo el membrete de «La llama-da». Cabe destacar que un texto siempre genera más ideas que aquellas que su procreador quiso incorporar. Y de acuerdo con la lógica codificada en el poema de la caballera Aglae Margalli, los reiterados elementos léxicos, presentes en los poemas de otras minas antologadas: «llamaradas de ópalo», «círculo cárdeno», «filamento agitado», «los resquicios de su centro», «gota de luz», «solitario parpadeo», «vaciedad eterna», «nonada de gritar», «templo de venus», «ritmo de ballesta», «saciar la eternidad», «hiedra aferrada», «el eco de la sabiduría», «testa afiebrada de cardos», «porción de infinito», «odre hambriento», «profundidad del centro de los días», etcétera, sustentan la determinación poética en un ambiente de evasión que adquiere una calidad fantasmal o celestialmente deificadora.
Lo inusitado frente a lo cotidiano. Y en la heterogeneidad veleidosa que hay entre ensueño y realidad, la ambigüedad se cultiva intencionalmente. La poeta, seguramente para darse tartarín o, quizá, para camuflar su pudibundez, pretende hibridarse en una mezcla de profundidad y ligereza. Aunque no se comprendan, ni de sopetón colgado, los datos referentes a la exégesis de la versificación legal de un poema: dicción y estilo, número y armonía.

—¡Vaya tía! Qué afectación tan excesiva. Así las debe tener la caona.

Reincide la preferencia por el acto de evasión en los poemas de Esalí, Ana María Fernández, Ivonne V. Arballo, Aglae Margalli, Martha Edna Castillo, Elizabeth Cassezús, Gloria Arenal, Alma Delia Martínez, Adriana Sing, Guadalupe Esparza, Isabel Velázquez, Alejandra Rioseco, Elizabeth Algrávez, Bibi Padilla, Amaranta Caballero, Violeta Villavicencio, Paula Elena Castillo Hurtado, Diana Licéaga, Miryam Ruiz y Mariana Martínez. Ahora bien, si estas madmuaselas se vinculan a lo mágico y sobrenatural es porque representan lo irracional, el perímetro limitado del mundo pequeñoburgués que se evanesce hacia los espacios abiertos, con sus nexos indómitos, brutos e insensatos (mar, desierto, firmamento y escenarios caóticos).
En este supremo estado de gracia, el discurso asciende hacia dimensiones cósmicas y los órganos genitales adquieren una personalidad independiente. Un maniqueo tan romántico pero, a la vez, tan perverso (verbigracia: la vagina como recipiente de notoria utilidad para la virilidad del chulo y el pene como verdugo musculoso, símbolo de la opresión, el dominio y la egolatría).
Pantomima sexual y falacia fálica en el vocingleo cursilesco de la flor-mujer que sigue los lineamientos del díctum y se comporta, en su erotismo lírico, peor que la Lupe Alvírez, ante las insinuaciones del ñacurutú o el pájaro uyuyuy.

—«La virgen arriba.
El diablo, abajo.
Y en medio,
la hortiga y el escarabajo»,
le dijo Luisa Mercedes Lévinson a Marechal.
—¡Éitale!, gritó Borges, un poco acongojado.



SIRENA TROCADA EN MANATÍ

No obstante que en el rebullir de las pulsaciones líricas hay un apetito sexual tan feroz como el hambre de una rata famélica, la vergüenza es la que regula el comportamiento moral de la mayoría de las poetas, seudopoetas y protopoetas, circunscritas al broli ya referido, y que se impone como un medio de control antisubversivo. No es necesario que les dicten la línea de demarcación por vía de extramuros, ellas mismas se autorregulan frente al grupo dominante, digamos que es una forma «normal» de reaccionar a su entorno social.
Ocurre la transgresión de reglas pero la maledicencia no puede ser muy fuerte o intensa; hay que ser relativamente recatadas para no espantar u ofender. Se tranquiliza a la conciencia con un discurso inoperante.
Y ¿quién de ellas se atreve a criticar los prejuicios sexuales existentes con la férrea voluntad y el intenso amor que enuncian en sus poemas?

—Naaa. Ellas prefieren engolosinarse con enredos sintácticos.

Las poetas han adoptado un lenguaje que no las representa, el discurso que explaya el sentido e intuición de la vivencia erótica está marcado por el poder y la autocensura. Aunque etéreo y sentimental, es un artificio literario sujeto a la semántica androcéntrica. Han claudicado ante la moral dominante con sutilezas expresivas muy dignas del alma femenina, regurgitando simbolismos polisémicos (noche, niebla, luz, rocío, aurora) y disfrazando lo explícitamente peyorativo con un léxico apropiado para las señoronas decentes.
Por ello recurren a imágenes oscuras, ambiguas y confusas que obnubilan su conciencia y rebajan su dignidad (mujer fatal, solterona, puta). Ni la topografía del cuerpo femenino se rebela contra los prejuicios de la educación y los patrones ideológicos masculinos. Sus relaciones, asentadas sobre el principio de hegemonía varonil, se concilian y se reconcilian con la oposición. La sirena queda trocada en manatí.



ANDROCENTRISMO DE LA MENTALIDAD CONSERVADORA

Víctima de la castrante represión patriarcal, la mujer, tradicionalmente ha sido un receptáculo del semen, sin otra consideración que ser un objeto del deseo y de la satisfacción carnal. Y se refuerza la subordinación del sexo femenino a los criterios machistas, mediante un erotismo poético hecho a la medida exacta de los valores masculinos. Y su ideología dominante se ejerce con la insistencia invocadora del amasio, del matalote, el chulo o el bato cogelón; contraparte traspisonada metafóricamente como «Adán», «arquero», «reptil», «rey», «ente alado», «dios», aludido como sujeto tácito, pronombre personal o simple nomenclatura («Él», hombre); con la orientación del discurso poético hacia la comunicación y con la utilización de los recursos y elementos lingüísticos ya decodificados por la moral y la buena educación recibida.
El falogocentrismo aparentemente inofensivo.
Aun cuando ha recibido educación superior, la mujer se mantiene en un estado de infantilismo, emitiendo votos de complacencia y docilidad, es decir, interactuando en su papel de animadora servil:

«…ven a mí,
vente en mí,
inúndame,
no te salgas»

Dulce Selene García

«Débiles florecillas», les dicen todavía a las putillas:

«…caigo a tus pies,
inocente como una puta…»
Lorena Cienfuegos

El ritual contiene claras exhortaciones a la sumisión y obediencia:

«Tú, Ulises, aventurero, vas y navegas, buscas nuevas mujeres,
Nuevos vinos, pero regresas a luchar contra mi cuerpo que casi te pertenece»
Miryam Ruiz

Lenguaje coagulado de automatismo social y que ya no convence:

«Quiero yacer perturbada,
Amanecer en tu entrepierna»

Elizabeth Salcedo

Y la expresión es opresión:

«De hoy a mis sueños
duermo, por no recordarlos la bestia
su daga
ata y golpea
lo que hiere y entierra
para crear victorias húmedas»

Elizabeth Sobarzo

Feministas tratando de honrar al macho, almas atormentadas en su insatisfacción perenne de no tener o de tener mucho. Y, no obstante que la poesía erótica, por su paganismo cachondero, suele ser irreversiblemente laica, el ritual de ayuntamiento carnal se halla calcado de figuras de soberbia divinidad, de glorioso sacramento que tiene a Dios como primera divisa.
Y un criterio expositivo no muy alejado de la edad media, con el debido decoro que le corresponde a la expresión erótico-sexual en su oportunismo literario y en el paroxismo del fervor, Elizabeth Algrávez, Alejandra Rioseco, Brenda Yánez, Aglae Margalli y Alma Delia Martínez se dirigen a sus amasios con una jerga digna de una iglesia disidente y, al leer sus poemas, se tiene la impresión de que las rucas han caído en un letargo mental. Pero son como Atenea, traicionan a su sexo.
He ahí el misterio del dios «Falo», salvando religiosamente a la mujer moderna.

—Y el representante varonil de la poesía erótica ¿no reparó ni dijo pío, cuando se avocó a escoger los textos que integrarían el broli?
—¿Luperco Castillo Udiarte?
—Zip.
—Uta, compa… El bato ni siquiera se atreve a desbaratar los lugares comunes. Detrás de su piel de lobo se esconde una oveja panista; proclive al institucionalismo y al dogmatismo académico, su disfraz ya le queda chico.



INCAPACIDAD LITERARIA E INSUFICIENCIA DE TALENTO

«Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers» es una obra que transparenta los avatares y sucesos cotidianos o eventuales, verdaderos o imaginarios, de la cosificación del acto sexual y sus fragmentarias zonas erógenas. Adelantándome a las objeciones que se puedan argüir, en el sentido de que el libro es un objeto netamente artístico, en lugar de la habilitación exitosa para un reconocimiento público, lo que en trasfondo se percibe es un muestrario de color rosa, aunado a que se comete una injuria hacia los lectores por el hecho de publicar flaquezas. Ciertos poemas compaginan la edición de broli por incapacidad de literaria y por insuficiencia de talento artístico en sus progenitoras y, muchas de ellas, personas incultas e impreparadas. Pocas de las barbis lúdicas son las que se distancian del erotismo banal.

—Pero, qué importa, al fin y al cabo, es la indiferencia del pluralismo posmoderno lo que mueve a la machaca en cuestión.

La defensa social de la creación artística está destronando al arte y a don Luperco Castillo Udiarte, al parecer, le vale un sorbete y la mitad de otro, si diez o veinte de sus invitadas son de calidad o no.
«Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers», más que una obra poética es un librito de ejercicios espirituales, porque una cosa es escribir poemas y otra ser poeta.




NOTAS


1.- Véase el Vertedero de cretinadas intitulado «PADRÓN ESTATAL DE POETAS DE LA BAJA CALIFORNIA».

2.- A continuación un poema de Margarita Roncarolo:

LAS MUJERES DE LA BURGUESÍA NO NOS ANDAMOS
EMBADURNANDO EL CORPIÑO


es cosa de mujeres

nunca una mujer se ensuciaría el corpiño con la grasa del pollo
tampoco la piel que está debajo del corpiño
grasa de pollo entre la piel y el corpiño
todo el tiempo sintiendo ahí la piel sucia el corpiño raspando la grasa del pollo

hay pocas cosas que una mujer no haría

muy pocas cosas

qué guardaría Ud. Señora dentro de su corpiño?
Un billete de cualquier cifra (según su grado de necesidad)
un papel con una dirección vital
un pañuelito perfumado mi abuela guardaba en el corpiño
un pañuelito con puntillas
sobresalía la puntilla / nos secaba las lágrimas con la punta / de la puntilla
un ramo de margaritas?
La bolsita de alcanfor / prendida con un alfiler de gancho /
en una cinta roja para el mal de ojo
una medallita de la Virgen
una navaja un estilete un cuchillo / para asesinar al amante infiel
puedo sacar el cuchillo del centro de mi corpiño sin cortarme la piel
delicada de mis pechos blancos
la carta de mi amorcito
la llave de la alcoba del palacio Sacó la pesada llave con leve mano de entre sus níveos pechos
la mujer de barbazul extrajo la enorme llave de entre sus corpiños / con volantas / la hizo girar en la cerradura / volvió a guardarla en su pecho
un frasquito con veneno insecticida para las hormigas cianuro para echar en la boca / del hormiguero / montonero
un pincel atravesado de lado a lado
una lapicera si es escritora
una manzana / Eva / la que duerme en el paraíso
vuelca la mano dentro del corpiño y ofrece gentil
a Blancanieves / la bruja

todos gestos graciosos

leves

dignos

nobles / incluso con la nobleza del asesinato

o del puñal que se hunde en la propia piel

rasgando el corpiño

hay erotismo en la mano que se hunde en el corpiño

pero la mujer vieja y desdentada que el domingo se presentó en la puerta de una casa del Partido de La Matanza y que pidió comida a la otra mujer (que no era vieja pero tan pobre) y que recibió en su mano la presita de pollo (que le entregaba desde otra mano o sea sin plato ni cuchillo ni servilleta de papel ni siquiera trozo de diario la pequeña hija de la otra mujer) la mujer vieja sólo vieja agarró el pedazo de pollo y se lo guardó en el corpiño.

Desde ese día me baño sin parar. Y he lavado todos mis corpiños con agua de lavandas y espliegos y aromas de inciensos (aprovechando la cercanía de las fiestas navideñas y toda esta cosa tan grata del espíritu ritual)

Y no hay caso con la grasa.
MARGARITA RONCAROLO
29/12/2000

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