«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» • EPITELIOMA LÍRICO DE LOS GENITALES



EPITELIOMA LÍRICO DE LOS GENITALES

Supuestamente el ingrediente medular y generador del libro «Nuestra cama es de flores» lo constituye el erotismo, y forzando las expresiones de los tópicos concupiscentes, la ominosa carga estética de la obra se reparte en elementos del estipendio sexual; se abultan en los poemas palabras y sintagmas como «herramientas», «orgasmos múltiples», «ayuntándose», «punto g», «humedad entre las piernas», «abertura que destile sexo», «miembro», «entrepierna», «clítoris», «energía sexual», «vello púbico», «cuerpos desnudos», «semen derramado», «senos», «montada», «copular», «senos», «pubis tibio y acolchado», «muslos», piernas», «caderas», «méteme tu gran falo», «hazme parir», «vente en mí», «lubricidad», «penetración de tu carne», «puta». Y eso sin desglosar los repetidos y refritos lugares comunes.
Qué benignas son las poetas con el lenguaje formal; su «adecentamiento» léxico-gramatical les prohíbe pronunciar términos y alocuciones tan singulares como coger, cochar, culiar, parchar, mamar, chupar, becerriar, bajarse al agua, verga, pito, garrote, palo, riata, bichora, pepa, panocha, culo. Actitud reduccionista del cachondeo en el proceso de equilibrio metapoético. Dicho de otra manera: la formalización hipócrita que convierte lo feo en bello, y viceversa.
¿Dónde está, pues, el arte que destruye y construye? La belleza no se puede retener en si mismo, tiene que encarnar en otras figuras que se le oponen. Parece que —en complicidad tácita— las poetas antologadas se adaptan al cabal cumplimiento de la moral y de las buenas costumbres; a la conveniencia institucional, dirán otros. Con mucha enjundia le pisan el acelerador a sus máquinas reverberas, pero ninguna se atreve a invocar la palabra nalgas. Solamente una jaina (Lorena Cienfuegos) osa en emplear el voquible puta. Y lo aplica de una forma inadecuada:

«caigo a tus pies,
inocente como una puta».


—Háganme el favor. Si acaso habrá putas «decentes», es decir, pendejas, pero inocentes, como que ai sí está cabrón asegurar tal condición.
—Es que no se quieren acorrientar y caer en la leperada vulgar, musitará su amanuense Luperco Castillo Udiarte.
—Ajá. Así le pondremos.

LOS LUGARES COMUNES Y SUPERCOMUNES

La evidencia exacta y próxima a la verdad objetiva, así trascienden en versículos atestados de lugares comunes: «penetración de tu carne a la mía», «hunde tu humedad», «la frescura de tu espuma», «humedece a esta mujer», «tiñe el perfil de mi cuerpo con tu tinta», «tus labios de seda», «impregnar sobre tu piel mis ultimas quimeras», «soy el árbol en que reposas», «los cuerpos se amarran y se anudan en el sexo», «lengua culebra», «el monte de Venus», «furiosas tormentas», «te llevo entre mis piernas», «soplo divino», «delicioso liquido tibio», «en su boca todo sabe a miel», «embrujo de un beso», «contigo dentro soy fuego eterno», «camino al entierro que consumas entre mis piernas», «bebes de mi vino», «deseo ardiente», «rey entre mis piernas», «vientre en llamas», «arder en las llamas de tu fuego», «bebe la vida de mis senos», «dos cuerpos que se entretejen», «incendios que anidan en el vientre», «traigo deseos en mi vientre», «calmar este fuego que me arde», «sentir a flor de piel», «loca de placer», «lecho bañado de rocío», «ojos tiernos», «el calor de tu cuerpo» y etcétera y más etcéteras.
Mezclas espurias de vaguedades equívocas. Así ¿qué perspectiva de progreso puede tener la poesía erótica? Recargado estilo de melodramas pueriles y, además, lírica prejuiciosa e insuficiente. En el talento cuestionable se lleva la penitencia, franqueada por la respetabilidad de las oraciones de poco talante y de minúsculo atrevimiento de poetizar las ganas de cogerse mutuamente. Se incorporan algunos gestos, pero las excepciones no son muchas. La poesía erótica no ha salido del gueto, ni con la infalibilidad de la tecnología porno-visual. El mensaje moralizador ya va implícito en los versos, la indomable pulsación del órgano genital se reprime —¿para ganarse a lector o el sitio en la edición?— con la hibridez genérica de una retórica no muy librada del polvo de la escolástica y de la influencia romántica decadente. Entonces, ¿dónde queda la plenitud concreta de decir la poeta, en su condición de ente sexuado, lo que a ella le valga verga?

—Ay, divina redención de la lingüística. Se ve que trabajan en una sociedad controlada, llena de prejuicios y tabúes.
—Las gallinas cacarean pero no ponen huevos.

La visión del sexo en la literatura es una sensación cáustica-cerebral de que las palabras ya no satisfacen porque la poesía erótica que leemos se trasmite también por adoctrinamiento. Y la tipología es clara: la mujer-poeta se «realiza» a través de la oración y el misticismo. Y, desde ese ángulo de consideración, implora la felicidad (o la satisfacción carnal); la cual sólo puede darle el macho, el bato cogelón. Y pocas, muy pocas, reivindican la condición femenina. En el libre ejercicio de la sexualidad, abstraída en las correspondientes piezas líricas, son triunfadoras en un mundo de mujeres reprimidas.

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