23 de abril de 2009

LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]




Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez


CUANDO EL CANTO DEL GALLO ES DE GALLINA PONEDORA
LA COCHINA CONDE Y OTROS PRODUCTOS PARA CABALLERO


Como buen machito engreído (dijera Paquita la del Barrio), y a quien no se le enseña que los hombres son iguales que las mujeres (porque son ellas las obligadas a aprender que son iguales que los hombres), el chuzonero celebra el triunfo político-literario de los seres con heráldica ranura, el espécimen escribano dotado de concha o pepa.

«Es momento de decirlo: la escritura más arriesgada de Tijuana ha sido femenina. En lo que toca a la generación fundadora de la profesionalización de esta literatura fronteriza, El agente secreto (1990) de Rosina Conde, que la primera vez que lo leí me dejó perplejo y me cambió la forma de ver la literatura» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

A los nuevos críticos y analistas del mundo entero, recomendamos que tengan a bien seguir los métodos implementados por este galimatiyador. Rediez y jolinez, «es momento de decirlo»: verán como se les facilitará la chamba. Son chingaderas. Tan culto, tan trucha y dizque tan leído que está el bato para, finalmente, valer madre. Quiere así indicar que «la escritura más arriesgada de Tijuana ha sido femenina», pero qué le importa al cabrón gastarse chorros de tinta y kilos para de papel para referirse a la «Cochina» Conde y a su nalguita la «Quihubolesqué», a la que trata de empajar con la primera susodicha.

—Qué tiene de extraordinario el guacal literario de la Conde, lo suyo sigue siendo el costumbrismo telúrico (perdón por el pleonasmo) que le trasuda el feminismo estereotipado y la plastiquera “subversión” pequeñoburguesa; elementos que la ruca inmiscuye en sus macilentos textos como falso porte de mujer cabrona para explayar falsas barruntadas de feminismo setentero ya ranciado.

Y en esa transición del “éxito” femenil, en el que hasta la Muerte se viste de mujer, al gallofero no se le podían pasar de tueste las habas y tarde se le hacía ya para sacar a relucir el guardapelo de su manceba. [6]

«Y más recientemente también ha sido una autora la que ha escrito obra interesante: Lo peor de ambos mundos (2006) de Mayra Luna que, según Julio Ortega, es una de las mejores narradoras de su generación en Latinoamérica» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

Conque su hetaira la Mayra Luna, paridora por lavativa textualera del broli «Lo peor de ambos mundos», es según los asegunes del Julio Ortega «una de las mejores narradoras de su generación en Latinoamérica».

¿Y qué? —como dijo el hermano del hijo del papa, o sea, el «Canacas». A Gabriel García Márquez le otorgaron el premio Nobel porque los académicos suecos creyeron que era de izquierda. Para describir la realidad se conceptualiza con palabras, pero las palabras son insuficientes. Y hay que ver bajo qué influjos el «opinador» relativiza, desdeña, encomia o lengüetea (pocamadrismo, ignorancia o desconocimiento de métodos y teorías). Por tanto, conociéndole las ancas al pollo de nuestro corral, se deduce que el “crédito” del tal Ortega fue despachado con mucho ligerismo.

—O sea, que es un crédito sin crédito.

En un breve texto antológico, cuyos protagonistas son Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Don Emmanuel Carballo explica el punto luminoso de un aforismo de Karl Krauss que se refiere a la irresponsabilidad que por complacencia, arrebato o atolondramiento suscitan las palabras; y mas, si la saeta es verbosamente camelera y lanzada por boca de un jayán o cacagrande. Porque, sentado el precedente es más difícil despegar el chicle. [7]«Los juicios literarios que emiten escritores famosos en un órgano sofisticado —señala Carballo— se supone que son irrebatibles o, por lo menos que se aproximan a la verdad, a la verdad que el status quo aplaude y el lector común y corriente no osa poner en duda». [8]

—Pues sí, pintan al Diablo con cuernos pero no los tiene.

Pero la torva verdad del estatuskú, llena de bondad y de ilusoria omnipotencia —cuyos merolicos y achimeros son capaces de equiparar la boda y el matrimonio del Nicolás Sarkozy y la Carla Brunin con el pipiripao y el acuilmado concubinato del Erasmo Katarino Yépez y la «Maula» Luna— aquí se la Pérez Prado con todos los de la orquesta.
Los tongos churritos del Julio Ortega, ¿qué significación pueden tener para la gente totalmente ajena y apartada de la camada de mamertos yepezianos y demás pajarracos que actúan como los gansos que creen que donde existe un hoyo hay un nido?
En cuanto a lo espetado por Fulano Ortega de llamar a la «Maula» Luna «una de las mejores narradoras de su generación en Latinoamérica», baste decir que es una más de las aberraciones que, seguramente, acostumbra a disparatar cuando se pone muy pedo y mariguano, o en circunstancias en que trae hambre sexual.

—¡Uuuy, sí...! Juuulioortegaaa!

Cabrones como el mentado Julio Ortega se pueden hallar donde sea. Un literato que se respete no dará mirlos como los que asegura don Katarino que el atento viejo lépero desaguó sobre su advenediza jaina como elocuente riachuelo expresivo. Oficios de la caridad y la benevolencia entre los palurdos miembros de una misma casta culturera que se exhiben en el tajuelo de las mentiras oficiales sin remordimiento de conciencia. Ahora, si el reputado escritor ha trasmitido —con toda cachaza y altanería— las hipócritas adulaciones con las que también se peina el ego el maridazo de la «Maula» Luna, porqué no, titiritándole de ardores y comezones la bichola, podría trasmitir también un enfermedad contagiosa como la venérea gota del soldado y configurar a su receptor en un inmediato candidato a veinte mil unidades de penicilina. [9]
Regresemos con lo que opina el máster Carballo respecto a estos rebotes. «De viva voz, y entre amigos, esos mismos juicios suelen ser menos doctorales y más en mangas de camisa. Los “escritores famosos” comentan en confianza lo que no era correcto afirmar por escrito. El autor estudiado no sólo tiene cualidades “cualidades” sino también “defectos”. Por conveniencia callan la lista de imperfecciones y se esfuerzan por aumentar méritos difíciles de comprobar. A esa crítica hablada no tiene acceso el lector común y corriente, quien comulga con ruedas de molino» [Borges, Bioy y los escritores mexicanos]. [9]

En efecto, quién puede asegurar que el mentado Ortega, ya despabilado y con la mollera serena, no podría haberse retractado y voltear la tortilla, escupiendo hasta lo que no de la pobre melolenga esa.


LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]



BOCADILLLOS DE JAEZ MUY AL ESTILO DE JUANITA JIMÉNEZ
EL RAFA SAAVEDRA Y EL YETZET DE CULTUREROS ATUFADOS


Otra muestra más de las innumerables y robustas cuchufletas que le dan fama al manganciero de marras, a efecto de recibir el fingido cariño de gandumbas acostumbrados también impregnarse de desatinos, burradas y camelos, es el jubileo que arma en favor del «Príncipe del pochoñol».

—Pero… cómo no lo va caroquear, si el Rafadro es un bibriador.

«Más joven pero igual de sonado en aquel tiempo era Rafa Saavedra, cuya mejor obra es Lejos del Noise (2003), una colección de narraciones híbridas que llevó a su cima lo que en los noventas lo distinguió: la combinación de atmósferas musicales, vivenciales y urbanas con remezcla del inglés (muy distinta a la del spanglish chicano)»
[Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—Para mi que el Rafadro se “entiende” con el papá del Erasmo Katarino Yépez.
—Fíjate que yo creo que sí se anda poniendo en amores con el exmarido de la señora Yépez. Por cierto, la trataba muy mal a la pobre. Es un golpeador de mujeres el méndigo.
—A lo mejor… pues, yo tengo mis dudas, porque al Rafaelín ya se le está yendo el tiempo (¡ay, encanto de criatura!) y no se le ven ganas de que quiera matrimoniarse y hacer vida marital como Dios manda.
—Ay, qué pena, pobre muchacho. Qué lastima que su juventud la esté malogrando en puras noches de farra en tugurios de la mala nota y «párys» de chamacos que apenas están saliendo de la adolescencia.
Ve-tú-a-saber, Juanita, en qué otras cosas andará metido el muchacho.
—Yo creo que ni ha de trabajar, porque se levanta después de las doce del día, preguntando qué horas son y dónde va a ser la próxima fiesta.
—Pues… te diré, Juanita. Con eso de que ni siquiera plancha la ropa que se pone.
Sí-cierto. Anda en unas fachas y con unas garraletas que parece que las acaba de sacar de una almohada.
En fin… cada quien. Sírveme otro jerecito y vamos a ver qué más dice el mentado «Charkito» del Rafa y sus amigos.
—¡Aaaay, mira nomas! ¡Qué falta de tacto de este hombre! Está amargado…
—Con razón lo corrieron del periódico.
—Hicieron bien.

—¡Úfame, león! —exclama un conspicuo personaje «ambiental» (porque duerme en la calle), luego de escuchar los anteriores quehaceres “dialógicos” de las ñorsas (y, entre las cuales solamente pudo identificar a una astracana del "auténtico" periodismo "cultural", de ideas muy cercanas a las de Hegel



EL CATECUMENADO HUMBERTO «TIBIO» FÉLIX BERUMEN
EL TLACUILO ACREEDOR DE LOS YEPEZCOS BESOS NEGROS


Después darle el último de los mamelucos a su compinchero el Rafa Saavedra, el chupóptero y malogrado novelista-poeta procede a estamparle el beso negro al Humberto Félix Berumen (o dixit el Luperco Castillo Udiarte: María Félix Cerumen, para los amigos).

«Quien se ocupó desde un principio de seguirle la pista a la literatura tijuanense y debatirla fue el prosista Humberto Félix Berumen, cuya Tijuana, la horrible (2005) es una joya» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

Habrá quien considere que son admirables las masculladas de don Erasmo Katarino Yépez y, más cuando se afana redactando maulerías de variado género por medio de una jerga rica en disparates, compuesta de futesas, cretinismos, incoherencias y conjeturas idiotas.

—El bato tiene una mentalidad tan plana y atachada, pues considera que todo lo que se escribe es literatura.

Lo que no soflama el mamarracho Erasmo Katarino de su lisonjeado tlacuilo es el hecho de que las desviaciones políticas de este “estetólogo” marcan el rumbo de sus posturas estimativas (complacencia servil, alabanza capillera y devolución de favores); efectos de los amañamientos, amarres y apalabres político-cultureros que —como formas superestructurales de supuestos “debatimientos prosísticos”— inciden en las directrices de la valoración retórica-estética de míster Berumen, quien por réditos simbólicos y pecuniarios participa en el control unitario y en los reajustes institucionales que requiere la dicotomía de la clase económicamente dominante y la clase económicamente dominada. Oposición por sometimiento; o sea, marxismo clásico remplazado por el gusto artístico y simbiosis del «contexto» político-ideológico que se vuelve invisible, imperceptible y —metafóricamente hablando— ojo de hormiga. [4]

En el uso de sus liviandades, y luego de hacer sonrojar las pupilas de míster Berumen con sus desmedidos coqueteos, talladas de güevos y, finalmente, el susodicho beso negro, Erasmo Katarino se lanza a carcavear con un trío de poetas desfasados que —por sus productos caseros y sin relevancia— están condenados a perecer en la periferia.

«En lo que toca a la poesía en Tijuana, la obra de Francisco Morales y la de Roberto Castillo, ambos dedicados a la celebración del poeta urbano, ha sido una contribución más que significativa. Y, por otro lado, Luis Cortés Bargalló, un poeta de los finos márgenes indomables» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]



DEL TANGO CHOLERO AL PARKIADERO DE LA PAJARITA DE LA SANTA FE

Ajustémosle un detalle a las contorsiones emocionales del muñeco alborozado porque la literatura tijuanense ha subido como la espuma de cerveza caliente y, como ya se sabe, que quien la «elevó» fue el escritor chilango-sonorense, nacido en este hermoso culo de San Diego, con su libraco «Tijuanenses» (1983). El infeliz embridador de las tepalcuanas de la «Maula» Luna la vuelve a cajetear, pues no sabe que el libraco que el «elevadorista» Campbell convirtió en «elevador» no fue precisamente el que menciona nuestro invitado, sino que se trata de otro.
Y el dato veraz corre a cargo del Martín Romero: «Federico Campbell ha puesto los cimientos de lo que será la casa de la imaginación entrañable en esta tierra del norte. Su libro “La clave Morse” ha iniciado la obra de construcción» [Bitácora norteña, 20 de junio de 2004].

—Simón, pero esa «obra de construcción» pué que —como están las cosas en este tafanario fronterizo— se quede a medio chile, únicamente con el veinte por ciento de su edificación (sin banquetas, sin enjarrar, sin drenaje, sin alumbrado, sin agua potable, sin puertas, sin ventanas, ¡uf!).

Pero en el lapachar, donde ni siquiera hay «obra negra», el extasiado Katarino ya ve tremenda casotota construida en zona muy especial de la ciudad, una mansión de concreto y mármol, una hermosa fuentecita con agua (no como la de la Cibeles que no tiene guara), columpios, resbaladillas, brincolines y escucha los gritos de los niños que musicalizan el ambiente.
Dos cositas más para echar al olvido este asunto y pasar a atender a un buen jomi de don Erasmo y a quien, por cierto, le anda procurando la corona de olivo del heroísmo crítico-literario.
La primera (mejor digo, la penúltima), en cuanto a lo que supone el EKY dela obra «Tijuanenses» (1983), en el sinsentido de que dicho broli «sigue siendo un clásico», he consultado con el señor Meños Pléeis (que, dicho sea de paso, chambea de «viene-viene» en el parkiadero del centro comercial La Pajarita del fraccionamiento Santa Fe, delegación San Antonio de los Buenos) a fin de que me oriente y me diga si el mencionado libro del Campbell cumple la edad reglamentaria para ser considerado un «clásico».

—Mire, cabrón, para que un libro siga siendo un clásico, pues… intelíjale, usted; antes tiene que ser clásico; y para eso se necesita nada más y nada menos que transcurra un pinche tostón de años; o sea, cincuenta calacas o primaveras.
—El libro de Campbell no tiene ni la micha de años.
—¿Tonces?

Entonces… procedamos a revisar otra de las lucubraciones que —sin mangas ni calzoncillos— salen a la luz pública con un valor de doble (como cretinismo y majadería).
Si fue durante su época de preparatoriano cuando el pamplinero chaval decidió dedicarse a la literatura, ¿por qué no se licenció en tal carrera y, en cambio, terminó reduciéndose en un pigmeo de la filosofía? Además, y para completar la incongruencia, el atarantado afirma que en el enganchón literario «Campbell era la referencia obligada».
Una «referencia obligada» a la que jamás dio el mínimo cumplimiento y la mandó a roncar al archivo muerto (una caja media repleta con puros libros adquiridos de chéiser y que algún puchador, pariente o compa del tirabichi que los levantó del dompe de la basura, hará con ellos cucuruchos para envolver guatitos de mota). Sin embargo, y aunque lo presuma, el bato no posee un mínimo de mácula de virtud que le permita conducirse exploratoriamente en el terreno de la letras como lo ha hecho el autor de «La clave Morse».
Sin embargo, habilitado como está en extravíos ridículos, descoyuntando galimatías, patrañerías y demás baratijas conceptuales, se siente muy calenturiento con sus modelitos literarios y demás protomamadas.

—Sí, «escritor calenturiento» y, además, «sediento» que «desea procrear y parir libros deformes cuyo destino debió ser el aborto», como dice el Martín Romero.

—Un supuesto oficio literario que palia con muchos nombres.

Sin dejar de reconocerle al bato que ha proporcionado mucho material para mis Vertedero de cretinadas, como escritor de novelas y textos narrativos nomás no la cuaja; en lo que él llama sus «logros» literarios, paradójicamente, no logra dar la adecuada y profunda expresión que le es inherente. ¿porqué lo toman tan en serio si narrador y poeta?

—Es un escritor malogrado en tales géneros literarios.


22 de abril de 2009

LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA PUTOTA Y BIG FALSEDAD]


Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez



LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA
[SE FUNDA EN UNA PUTOTA Y BIG FALSEDAD]



Ya bien lo platicaba el máster Arturo Jauretche que una patada en los merititos güevos, en el momento en que se requiera arrimarla, puede dar más enseñanza sobre la realidad que chutarse una pinchi biblioteca repleta de libracos.



PROLEGÓMENOS DE UN COMPLEJO DISPARATARIO TEÓRICO
Y ALEGORÍAS FIGURATIVAS EN LAS TETAS DE LA MAYRA LUNA


Hay una infinidad de sandeces, melolengueces o suatadas que ya forman un complejo disparatario teórico por suponer la mafufesca idea de que ciudades como Tijuana, por su situación geográfica de vecindario o mingitorio de los Estados Unidos, constituyen «privilegiados espacios de experimentación». Y parloteando el «cantus firmus» de un cretinismo llano y ritual, corifeos y payasos monocordes —como el Roberto Jiménez Rosique, el Pedro Ochoa Palacios, el Patricio Bayardo Gómez, el Mario Ortiz Villacorta, el Roberto Navarro, el José Vicente Anaya, el Jaime Cháidez Bonilla, el Erasmo Katarino Yépez, el Antonio Navalón, la Diana Palaversich, el Adolfo Nodal, el Alejandro Rodríguez y otros— que palpitan de emoción cuando se tragan y dan a tragar la cábula de que este rancho gigante es una especie de «epítome universal de la cultura y las artes», una «hibridación de múltiples factores socioculturales».
Celebran la garrullería de un imaginario «cosmopolitismo» que únicamente existe en sus enfermizas mentes y, asimismo, llegan al extremo sostener como certeza sociológica la barrabasada de que dicho «cosmopolitismo» («efusión de culturas», dicen los mamones), «trasciende condicionamientos de clase, género o raza»; concibiéndose a este territorial culazo como parte un «fenómeno capaz de funcionar como “modelo de alternativa cultural” para el mundo entero». [1]

—Vaya mariguanada de incongruentes y pretenciosos.

En «Nociones enciclopédicas y temas de cultura», el máster Gramsci señaló que «cada nación tiene su poeta o escritor en el que resume la gloria intelectual de la nación y de la raza. Homero para Grecia, Dante para Italia, Cervantes para España, Camoes para Portugal, Shakespeare para Inglaterra, Goethe para Alemania». Pero aquí no se distingue nada de eso, todo lo relacionado con la literatura y las demás artes tiende a ser una especie de sortilegio solitario, un quilongo viscoso de incomunicación que ya no puede cumplir su antigua función porque que no hay más experiencia que lo expresado. Cada quien se aproxima al pasado desde su presente, un pasado que no se puede abarcar en su totalidad porque es inconmesurable. Y lo que se puede alcanzar y seleccionar es lo que se recoge y se configura como tradición en su materialidad literaria.
En la literatura no se ha creado una relación estética en su conjunto, sino en aspectos parciales. Tampoco se ha logrado una «desprovincialización» del arte y la cultura, aunque los coyotes de la sinecura oficial lo aúllen en lo alto de la loma de la promoción. En lo concerniente al campo de las letras, lo que hay es una literatura del conformismo de la rutina de la pasividad y del parasitismo.
Como buen hermanastro de la publicidad, y batiéndose de nalgas en el lodazal de las imposibilidades, el Erasmo Katarino Yépez escribió un articulejo en el que da muestras palpables de sus impías incongruencias, confusiones y falsedades. Es una tabarra que apareció publicada en el suplemento anexo del periódico El Mexicano (22 de junio de 2008) y que lleva el interrogante título de «¿Hay una tradición literaria en Tijuana?». Desopilando barbaridades, y en su intentona de fetichizar un mito local como símbolo de universalidad, el chupóptero del CONACULTA se contesta con estas pifias:

«No sólo podemos decir que hay una tradición literaria tijuanense porque ya exista un buen número de libros que compiten nacional e internacionalmente con sus pares, sino porque entre ellos hay afinidades de exploración escritural» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—¡Gulp!

Y, ¿en qué tendederos de vecindario se asolean esas «afinidades de exploración escritural»? Y, ¿quiénes son los chinguetas autores de esos brolis «que compiten nacional e internacionalmente con sus pares»? A ver, excluyendo al par de viejos jotolones del Federico Campbell y el Daniel Sada (que ya son más chilangos que norteños), ¿qué pintiparado literato de Tijuana tendría un novela con tablas suficientes para ponerse al tú-por-tú con «Los años de la guerra a muerte»?, novela de Mario Szichman. ¿Algún libro del difunto Ernesto Mejía Sánchez (1985) con otro del también ya muertito Jorge Raúl López Hidalgo (1997)? ¿François Furet a la par de David Piñera Ramírez? ¿El “finísimo” Alfonso García Cortez (Tijuana, 1963) frente al también “rococó” Juan Carlos Bautista (Chiapas, 1964)?; ¿la María Rivera (ciudad de México, 1972), la Rocío Cerón (ciudad de México, 1972) o la Maricela Guerrero (ciudad de México, 1977), en un mano-a-mano contra cualquiera de las protopoetas o seudopoetas de los forúnculos «Existir» o «Apancho y laurel»? [2]

—Descabellada exageración, tan idiota como putañera.

Enseguida don Katarino se avienta una chifladura con la que casi llega al colmo de la irracionalidad; y nada más le faltó un poco de atrevimiento para afirmar que la literatura tijuanense viene muy mona y decidida a encontrarse con nosotros y nos aborda como si se tratara de una persona que nos estuviera esperando para decirnos alguna chingadera o reclamarnos un pago como el acreedor que nos busca para que saldemos la deuda pendiente.
Y he aquí la pítima contestación de gracejadas:

«¿Qué es lo que la literatura tijuanense ha indagado? Ante todo: una voluntad de abrir un camino distinto al de la literatura mexicana canónica, una valentía prácticamente única en todo el país» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—¡Uy, sí, cómo no! Y mis tanates son de ojos ubicuos.

¿Estará conciente de la realidad este farolero? Por asomo de mínima decencia debería autoconstreñirse a decir la verdad acerca de la cuestión literaria tijuanense y de lo que implica al respecto la menguada tradición. Pero el pastorcillo del discurso poco le falta para decirnos que desde el tiempo en que él comienza a exudar sus primeras babas retóricas, la literatura tijuanense adquirió la suprema calidad estética, previos empujones que fueron dados por el Federico Campbell y el Luis Humberto Crosthwaite. [3]

«Hace diez años la respuesta era aún aventurada. Hoy es claro que la literatura tijuanense existe. Aquí se escribe desde principios del siglo XX, por supuesto, pero para poder decir que hay literatura tiene que haber calidad que compita, al menos, nacionalmente. El primer autor que elevó la literatura tijuanense a este nivel fue Federico Campbell con Tijuanenses (1983), un libro de relatos que sigue siendo un clásico. Cuando yo estaba en la preparatoria (y ya había decidido dedicarme a la literatura), Campbell era la referencia obligada. Campbell y Luis Humberto Crosthwaite con El gran pretender (1990), una novela corta, experimental, un libro raro y tremendamente musical» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

Como quien dice, y con mucho garbo, la suplencia de este letradillo hacía falta en el «contexto» histórico literario de este pueblo semiurbano; y que por el lado prepóstero de tal fabulación se avizora un ambiente culturero, atestado de estupidización banal y corrompido hasta las cachas. Y con su actitud demagógica comercial, y queriendo ser lo que no ha podido, don Erasmo viene a apestar más ese entorno, reputando sus “espíritus” elegidos y, además, aprovechando el raite del furgón de las palabras para enviarle al Güicho Crosthwaite la adhesión a su comité. Pero el autor de «El gran pretender» no traga al Katarino y, en contraprestación a la lambisconería que le prodiga, lo manda a hacerse una puñeta rusa entre las dos tetas de la Mayra Luna.

PARA QUE LA LITERATURA SE VUELVA INÚTILMENTE INÚTIL

En cuanto a los efectos volitivos, puede captarse fácilmente en la verborrea de don Katarino el rebasamiento del «objeto» —la literatura tijuanense— sobre el «sujeto» —el escritor tijuanense—; fenómeno-esencia con voluntad propia y que se subsume en un acto resuelto sin la génesis del individuo, la “Miss Literatura Tijuanense” queda convertida en una “Gran Señorona” que existe con independencia respecto de la opción del sujeto, poniéndose en marcha ella misma, caminando de un lugar a otro (por «un camino distinto» del que recorre la vieja chanclera llamada “Doña Canónica”), haciéndoles iris a quienes la chulean o le avientan piropos, meneando las nalgas como si fuera una mujer que ha dejado de ser una tinéyer y de pronto se descubre hembra de un macho, con autonomía, entusiasmo y «una valentía prácticamente única en todo el país».

—¡Óoorale!, el asunto está tan mazacotudo que parece una práxis del más allá.
—Bien dicen que cuando abunda la fantasía los enigmas están a peso y a tostón.

Los enigmas son la representación más peculiar de la literatura romántica, fuente de todas las emociones y a veces de las rabias; el sagrado soplo invisible que los metatextualeros han convertido en una macarra sofista de absorción acrítica y mecanicista. Metatextualeros como el Erasmín Yépez también se han apoderado de la ironía romántica, pero no en su noción de línea horizontal, sino concebida como un círculo en el que no hay punto de llegada ni de salida. Y se recurre a ella como una teoría cuando los sofismas textualeros no pueden reducir a una sola unidad los opuestos. Por tanto, no tienen más alternativa que mantenerlos en tensión, ya sea hacia abajo o hacia arriba; aplastándolos (es decir, «sublimando» sus contradicciones) o elevándolos por encima de las contradicciones, evadiéndose y apelando al abstracto principio de la “suprema” la libertad (es decir, poniendo distancia; que es lo mismo que hacerse guaje, escurrir el bulto o navegar con banderita de astuto-pendejo para chingarse a otro pendejo, pero sin astucia). El habla y el silencio, la maldad y la bondad, se corresponden en mutua pertinencia. Todo ello relacionado con la elaboracion de herramientas de cohesión social (pautas, códigos, preceptos, símbolos, etcétera) y conformar un proyecto de cultura común, incompleto y desfigurado.

Y ¿porqué esa “Gran Señorona” —o sea, la literatura tijuanense— suele ser una dama «prácticamente única en todo el país» y muy distinta a las demás ñoras?

«Sus temas han sido la propia Tijuana, la frontera y, en general, la construcción de la identidad (sexual, urbana, nacional, etc). Además (y esto es lo más relevante) ha aportado formas, estructuras riesgosas, distintas a las de otras tradiciones. Y este es el rasgo central de la literatura tijuanense: ha experimentado con el lenguaje popular y massmediático y, sobre todo, ha buscado romper géneros tradicionales (mezclándolos o yendo más allá de ellos)» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—Mentiras.

En realidad, esa “Gran Señorona” —o sea, la literatura tijuanense— no es muy distinta a «Doña Eme», la beata bigotona que en los fanis de Rius representaba a la censura. Los temas que recoge la “Gran Señorona” están supeditados al panegirismo de las modas y lugares comunes tocados por encimita y sin sobrepasar el nivel de la epidermis. Ideas avejentadas y apolilladas son las que dan forma esas supuestas «estructuras riesgosas», que nada tienen de riesgosas porque no se exploran los conflictos graves del momento presente.

27 de marzo de 2009

REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 • DE SÁBADO GIGANTE A LAS HORAS DE JUNIO [DON FRANCISCO ACEVEDO SAVÍN]


Don Francisco: Tú, te diviertes mucho escribiendo ¿verdad? Te carcajeas solito.
Charcomen:Es lo que dice Bukowski: si sufres por escribir, no escribas, cabrón.
Don Francisco: Margarita Yourcenar decía que sufría porque escribía. Yo también sufro, mi Charco.
Charcomen:Pues si sufres porque escribes, entonces no escribas, pendejo.
Don Francisco: Sí, ¿verdad? Eso es masoquismo. Y hasta ahorita me doy cuenta.
Charcomen: ¡Ah, raza!


REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •

DE SÁBADO GIGANTE A LAS HORAS DE JUNIO


Respecto a la forma en que la mafia culturera —vinculada a las directrices del oficialismo— cachirulea los premios literarios, el Charcomen escribió en su blog (elcharkito.blogspot.com) un articulejo titulado «PEGAJOSO FAVORITISMO Y FINGIDA IMPARCIALIDAD [EN LOS PREMIOS ESTATALES DE LITERATURA]», refiriéndose al redomado maquiavelismo que existe entre los «dadores» y «recibidores» de tales preseas letrísticas, argumentando que para mantenerse siempre en la nómina de los apalabres, el procedimiento de resolución es tan sencillo como una incubación rotativa y de espiral burocrática en la dirección de sus «cuadros» beneficiados. O sea, como queriendo seguir un modelo gongorino, ridículamente usando nombres como «Psiquis», «Adonis», entran a concurso —por ejemplo— el Raúl Acevedo Savín y el Pancho Morales; y mientras por el extremo donde se coloca la campanilla están, listos para jalar el mecate del badajo, la Eve Gil y el Gabriel Trujillo. Luego los papeles se invierten, a éstos les toca concursar y a aquellos sonar la venia de la campanita, y así sucesivamente hasta llegar a una aburrida reiteración de premios, jueces y premiados. Revueltos todos en viejas y nuevas camarillas donde ya no se sabe quiénes son los léperos y los hombres de talento. Cualquiera sabe cómo se precisa el “apoyo” o la parola hacia los protegidos y recomendados, es decir, la complicidad de capilla, simplemente se les pide a la terna de los «dadores» en turno la dejadez de su responsabilidad moral en aras del prevaricato y la arbitrariedad.
—Asi cómo, pues.
—Uuuuuh, y se hizo la luz y el dicharazo del Charcomen se cumplió como si fuera una premonicion.
—¡Adió! ¿Porqué, tú?
—Pues, porque le dieron hace poco rato un premio de poesia a «Don Francisco» Acevedo Savín por un versiado libraco que metió a concurso con todas la de la ley capuchineadora del troquel literario.

La "señorita" Cecy, presidenta del club de fansde «Don Francisco» Savín.

REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 • ENTRE EL LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE, EL MARTÍN ROMERO, EL RAMÓN BETANCOURT, EL DANIEL SADA Y LA COCHINA CONDE



REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •

ENTRE EL LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE, EL MARTÍN ROMERO, EL RAMÓN BETANCOURT, EL DANIEL SADA Y LA COCHINA CONDE

Dice don «Papasquiaro» en su teta de vidrio:

«p.s. de los escritores fronterizos (si es que la literatura alcanza estas escisiones) sólo vale la pena daniel sada. a años luz de distancia se encuentra crosthwaite y mucho más lejos la rosina conde se lleva el bronce. el resto son parásitos sólo que aún no se dan cuenta. Pobrecitos» [enero de 2008, literalengua.blogspot.com].


—Como dijera el Vicente Fox, sí, pero no. O no, pero sí. Entre el viejo marica del Daniel Sada (que, en realidad, se llama Federico Campell) y don Humberto Crósguait se encuentran dos letreadores, relativamente chacalosos y fuera del alón del prevaricato culturero, me refiero al Martín Romero (autor de un sola novela, pero chingona: «La silla eléctrica») y al Ramón Betancourt, hacedor de la «Sulamita y otros cuentos».
—Y en cuanto a la tercera olisca, la señora comadreja que lleva por mote y apellido «Cochina Conde» (dixit Raúl Rincón Meza), esta carifata saltó de la bisoja con gachapla; y desde hace mucho tiempo ya no tiene conqué querer; sólo le queda el hipo rabioso del feminismo clitoriano de quinto patio y la sopa garbancera de una rancia y desabrida literatura. Pero aun así, como en todas partes, la ñasca se disputa el julepe entre la perrada de escritorzuelas bobas e intrascendentes que pululan como guaguanos en este ignorante culazo de San Diego.
Ergo, la tradicion literaria de por acá se funda en una big falsedad.

LEER NOVELA Y POESÍA EN TIJUANA ES DE MUCHO TRABAJO PORQUE NO EXISTEN



NOVELA Y POESÍA

Marzo de 2004


«Yo dejé de leer novela desde hace tiempo. Y lo hice porque caí en una enfermedad, luego en otra. Y así que por eso no tenía tiempo para leer novelas. Cuando me enfermé no hacía otra cosa que estar en mi casa, en la cama. Entonces, me dispuse a buscar a los poetas que se me fueron en blanco, incluso los más modernos, los más actuales.
Yo no he dejado de estar en contacto con los escritores y con lo que escriben. Por ejemplo, en Tijuana, perdóname, pero leer poesía de Tijuana es de mucho trabajo porque no existe, y si es novela, pues tampoco.
Yo me he pasado años de no tener con quién hablar de nada de nada; de no encontrar con quién hablar de filosofía. Porque no hay nadie. ¿Te das cuenta?
Ni hablar de poesía porque no hay nadie con quién hablar de poesía en Tijuana; en Mexicali, tampoco» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

LA FE



LA FE

Marzo de 2004


«Para mí, la fe no es lo fundamental. Para mí lo que cuenta es la vida. La fe es otra de las cosas que se tienen a veces, o no se tienen en la vida.
Yo respeto a la gente que tiene fe, y punto» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

INTELIGENCIA, CORAZÓN Y VOLUNTAD



INTELIGENCIA, CORAZÓN Y VOLUNTAD

Marzo de 2004

«Con la inteligencia abstraes, con el corazón sientes y con la voluntad haces las cosas. Por eso hay hombres de ideas, hay hombres de personas y hay hombres de cosas.
Las personas de cosas de cosas son los sastres, los carpinteros y algunos artistas. Los hombres de personas son los vendedores ambulantes, los agentes viajeros, los novelistas. Los hombres de ideas son los matemáticos, los físicos, los filósofos» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

LOS ÚNICOS ORADORES QUE QUEDAN SON LOS LOCUTORES • MICROENTREVISTA CON EL PRO RUBÉN VIZCAÍNO VALENCIA



MICROENTREVISTA CON EL PRO RUBÉN VIZCAÍNO VALENCIA
Verano de 2003


CHARCOMEN: Pro, he visto que ha estado escribiendo mucho este año; y le ha pegado tanto al relato como a la poesía.

PRO VIZCA: He estado escribiendo muchas páginas de narrativa, pero no me había metido en la poesía porque no había encontrado un poeta que me impresionara de verdad para lograr mi propio impulso poético. He escrito mucho este año, de todo. Cuando te enfermas y ya tienes ochenta años, nomás andas pensando a qué horas vas a dar el muertazo. Tengo mucho material, pero ahora que me puse a verlo con más calma, me di cuenta que hay montón de basura.

CHARCOMEN: ¿Elimina, tira?

PRO VIZCA: Sí, tengo que tirar muchas cosas porque escribo todos los días.

CHARCOMEN: ¿Se ha enfrentado a la hoja en blanco y quedarse de a seis? Como en esas ocasiones en que no puede escribir nada. ¿Le ha pasado?

PRO VIZCA: Sí, claro que sí. Pero, generalmente eso se debe a que uno tiene algún problema.

CHARCOMEN: Pro, y a la internet, ¿no se ha metido?

PRO VIZCA: Ahorita ya soy torpe hasta para escribir en máquina. Me llena más estar en contacto con ustedes, tratar con las personas.

CHARCOMEN: De ahí la necesidad de usted de estar siempre entre la perrada.

PRO VIZCA: Sí, yo siempre he sentido la necesidad de andar entre la gente. Yo soy orador y puedo estar ante diez mil cabrones en una plaza de toros. El orador no es más que un pinche actor, es un artista que tiene un gran gusto por la palabra hablada, por el tono de las expresiones, de la voz, que no es lo mismo que el tono de la palabra; esos matices que da la música. El orador es un hombre que ama la música, la palabra hablada. Pero como escritores, los oradores casi siempre son muy pendejos.

CHARCOMEN: Pero ahora los únicos oradores que quedan son los locutores.

PRO VIZCA: Tú lo has dicho. Así es.

24 de marzo de 2009

LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE • UN ESCRITOR DE SEGUNDA CATEGORÍA



LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE
• UN ESCRITOR DE SEGUNDA CATEGORÍA


«A los escritores tijuanenses no les gusta escribir sobre Tijuana. Y si lo hacen, por ejemplo, en el caso de Crosthwaite, lo hacen en una forma divertida. Y lo que es más, se preocupan especialmente por las cosas más populacheras, más típicas. A veces, incluso, por las cosas perfectamente más folklóricas de la ciudad. ¿Qué quiero decir con eso? O sea, que él, Crosthwaite, quisiera penetrar en sí, en un cierto campo no sólo del lenguaje, si no de la realidad. De hecho, lo ha tocado.
Para mí, no ha logrado, hasta ahora, nada muy trascendente. Sin embargo, yo…
Un día me lo encontré y le dije: mira, a mí siempre me has parecido un escritor de segunda categoría. Espero que un día me des una obra definitiva, una verdadera gran obra, una obra tuya, madura.
Si, de un tiempo acá, he vuelto a releer tus cosas, te podría decir que, a lo mejor, sin que tú te lo hayas propuesto, y con el afán de encontrar cosas típicas, curiosas y divertidas, simpáticas de la ciudad (que es lo que a ti más te atrae), a sabiendas, o no, has encontrado ciertos tipos humanos a los que no les has podido sacar provecho; porque solamente lo encuentras en la realidad, una realidad que tú no conoces a fondo; porque no te quieres involucrar en ese medio; porque tú ni siquiera tienes carácter para eso. Pero a ti te producen una gran curiosidad ciertos agujeros de la ciudad de Tijuana, ciertos callejones, ciertos rincones, ciertos basureros.
Ciertas cosas que te parecen muy simpáticas y muy divertidas. Y no creo que las conozcas a fondo; no te interesan; las ves un poco desde afuera.
Pero, independientemente de eso, creo que eres uno de los primeros escritores que ha cubierto un cierto tipo de sujetos; algunos que aparecen periódicamente por los dictados de las modas de vestir, de peinarse, de hablar, de giros, etcétera, etcétera; y los has captado un poco superficialmente.
Pero, independientemente de eso, leyendo las cosas que has escrito —ya en los últimos años—, digo que —quién sabe—, si ahí, en esos pequeños atisbos haya algo que alguna otra persona pueda profundizar donde tú dejaste una chispita, un hallazgo, una lucecita, donde tú has querido hacer literatura; y en donde has querido, o no, has descubierto una verdad. Y eso es valioso» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

TIJUANENSE A RATOS



TIJUANENSE A RATOS

«Yo soy tijuanense a ratos. Ni soy fanático. Yo soy solamente de aquellos que… (fallas de audio en la grabación)…y de aquellos que no. Los demás, chinguen a sus madres.
Para ser tijuanense hay que saber quién es uno; y eso, como que está muy cabrón» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

UNA TIJUANENSE DE CEMENTO Y DE HIERRO



UNA TIJUANENSE DE CEMENTO Y DE HIERRO

«Hace pocos días conocí a una mujer, tijuanense de cemento y de hierro (y de tiempo completo). Que es raro ya encontrar una gente así de cuadrada, tan localista y con tanta convicción, con tanta honestidad.
Tijuanenses partidarios de Pío XII y de Hitler» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

JOSE LEZAMA LIMA



JOSE LEZAMA LIMA

«Yo, con José Lezama Lima no me meto porque nunca lo he entendido. Su poesía nunca la entendí; alguna que otra cosa sí.
Él tiene su propio lenguaje, sus propias claves. Para algunos es un gran poeta. A mí me vale…
En la prosa que he leído de este escritor cubano, casualmente en Paradiso, y en otras obras más, hace muchas citas que, casi todas, están equivocadas. Hace gala de muchos conocimientos de literatura, historia, etcétera. Pero lastima que ninguna esté en su lugar.
Posiblemente… es que lo hizo de memoria» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

LA GUAIFA, EL PERICO Y DOS ESCRITORES PROGRES [U OTRA PROPUESTA PARA DESCANONIZAR LA LITERATURA LATINOAMERICANA]



LA GUAIFA, EL PERICO Y DOS ESCRITORES PROGRES
[U OTRA PROPUESTA PARA DESCANONIZAR LA LITERATURA LATINOAMERICANA]


Entraron doña Mercedes, el Gabo y Carlos Fuentes en un restaurante de la ciudad de México.

[El Gabo llevaba un perico colombiano posando sobre el hombro derecho]

—¿Cuatro sillas? —les preguntó el mesero, después de las buenas tardes.
—No, pendejo. ¡Qué no ves que somos cuatro?

Más tarde, y después de refinar, el pajarraco se cagó encima de un mantel.

Todos dijeron fani (y en inglés, en el original).

EL FÉLIX BERUMEN O EL HIJO DEL LOBO FEROZ QUE SE COMIÓ A BLANCA NIEVES Y A LOS SIETE COCHINITOS • REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •



REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •

EL FÉLIX BERUMEN O EL HIJO DEL LOBO FEROZ
QUE SE COMIÓ A BLANCA NIEVES Y A LOS SIETE COCHINITOS


—La «Gabacha tertulera» me contó que un poeta le contó lo que enseguida cuento del profesor Félix Berumen.

Félix Berumen hace traducciones muy fáciles, muy bobas, muy pendejas. Pero… aaaaah, qué bien pone la máquina de escribir en la orilla de una mesa de la cafetería de la universidad; sacando el bato la pipa. Y, si tú lo ves fumar, te das cuenta que no le gusta el pinche tabaco. Al cabrón que le gusta el tabaco, lo masca, lo traga, se lo mete por… las narices; no saca del saco la pipa y luego se la pone entre los labios; y se da su vuelta para que todo mundo se pueda dar cuenta que el señor va a fumar.

—El fumador de cepa no está esperando que lo vean fumar.
—Lo que pasa es que don Félix Berumen se cree el hijo del lobo feroz que se comió a Blanca Nieves y a los siete cochinitos.

6 de marzo de 2009

LA GERETA DE LOS CALCAÑOS LE ABRE LAS NALGAS AL ATARDECER [EL RAFA SAAVEDRA, LA PATY BLAKE Y OTROS PÁJAROS CILANTREROS]


LA GERETA DE LOS CALCAÑOS LE ABRE LAS NALGAS AL ATARDECER
[EL RAFA SAAVEDRA, LA PATY BLAKE
Y OTROS PÁJAROS CILANTREROS]



«…en tijuana ser poeta o escritor es más fácil que conseguir un permiso de volatinero o de vendedor ambulante en la 5 y 10.
…mediocridad artística [de] esos que pretenden vivir de la literatura con trabajos de aprendices…
el mayor daño que le han causado a la literatura es culpa de los escritores y de la vida estética que persiguen como perros en celo: pobres: eunucos. y los hay, desde aquí en la frontera, desde el más enano y escribidor de fábulas pendejas, hasta el más ínclito pontificador poseso de escalafones y escaños por demás oprobiosos».

Papasquiaro, literalengua.blogspot.com


Recuerdo que el pro Rubén Vizcaíno Valencia, con sorpresa iracunda y botandeándoselas, mientras cogía las ediciones números 3, 4 y 5 de los «Cuadernos Existir», en los que fueron publicados, respectivamente, los poemas de la Paty Blake («el árbol», noviembre de 2002), de la Teresa López Avedoy («piedra papel o poema», febrero de 2003) y de la Aurely Monraz («El libro de los cuatro elementos y dos más», abril de 2003), mostrándomelas, el ruco me tiraba esta túrica: «Mira, me acaban de traer esto; que es pura basura. Son poemas de muchachitas que quieren hablar de "¡ayyy, uuuuhhh!, me hace falta amor", o de una mujer que dice: "yo tengo la puerta abierta... que no sé qué; ¿por qué no llegan?". Es una cosita ingenua y anticuada porque no pueden hablar siquiera de lo que pasa en el tiempo, solamente hablan de sus experiencias personales, íntimas, y nada más. Son poemas que hacen para ellas mismas o para un pequeño grupito de amiguitos, de compañeritos de salón de clases» [Rubén Vizcaíno Valencia, Autobiografía oral, julio de 2003].


TACUACHES PROTOLITERARIOS AMARRADOS DE LA MISMA PIOLA

En el sistema del protectorado de las letras de este pueblo semiurbano y de asfalto cacarizo, la intromisión de los cretinismos y las vacuidades suele ser un acto de rutinaria fajina; y nada de extraño tiene —aunque sí cosa de mucha risa— avizorar que dos de los principales prebendados de nuestro folclor culturero han sido escogidos en calidad de mentores literarios.
Alea le, el Rafa Saavedra, alias el «príncipe de pochoñol», para pasmar sus novedosas técnicas narrativas (incluyendo la decodificación de maromas mentales); y, alea le, la Patricia Blake, protopoeta oficial del panismo bajacaliforniano, para embobar una poesía —ya transformada en estrategia— cuyo impulso creador no proviene de la emanación sapiencial ni su fuente de inspiración de las musas, sino de la ignorancia.

—¿!Maestros talleristas esos güeyes!? ¡Rediez!
—¡Nooooo…maaaames-güeeeyy!
—¿Dónde andará cagando el Diablo?
—¿Porqué?

Porque sucede que ese par de cachiruleros, como la mayoría de las cofrades del grupúsculo «Tijuana bloguita front», no son capaces ni de mudarles las bacinicas a sus abuelas. Sin embargo, porque son buenos para hacer pasar por literatura los falsos balidos y realizar dobleces (y no precisamente en las hojas de papel), por la ley de la causalidad de los amarres y apalabres, se han conjurado para promoverse como institutrices de cursitos y tallercitos seudoliterarios.

—Y, de pilón, con tales garrulas de empobrecida creatividad, darle más chispa a los matutes de la bohemia ramplona y parasitaria. [1]

Por eso y por más, en el borde de lo absurdo se anuncia el sayal de escuelita poética con su respectiva encomendera, a la gorda Blake; más el carifancho para aprender nuevos modelos narrativos, en lo que toca al baquetón del Rafadro. Y, tanto el uno como la otra, andan embriagados con el valimiento de senequistas, agorando la taranta de la creatividad letrera; muy majos y prestos para dar pócimas de enseñanza y cátedra a futuros escritorzuelos y poetastros de infantil e ingenuo gusto literario.
Y como si quisieran recordarnos que son de un carácter serio y recto, entes de gran virtud estética, estos catatónicos pediches y adictos duros al prevaricato culturero, atolondran a melolengos con esta clase de chureles publicitarios de gacetilla finsemanera:

«Taller literario para jóvenes. Impartido por Patricia Blake. Salón de Talleres, 2do Piso del ICBC. Todos los martes, 5:00 a 6:00 p.m. Sin costo».

—Pero… (a todo eso) ¿qué intentan crear?; ¿un mito o una misión?
—Lo que usted quiera. Pues aquí, tan variados son los funcionalismos de la política culturera que hasta un boleto para el Infierno se puede obtener.

Sin mucho esfuerzo de sesera se descubre que en los productos letreros de la Blake sólo hay levadura. En la protopoesía que la ruca teje no hay ligazón entre sensibilidad e inteligencia. Peregrinando entre frivolidades y baboseos, en sus versitos no hace otra cosa que repetir las mismas chancletearías que regurgitan los apimplados poetazos en serie, clichés que se arrebujan en los folletines y mesas de lectura. Podrá haber en sus letritas mucho tacto y dulzura, pero no suficiencia estética de cabal poesía, aunque la ruca traiga la inspiración metida debajo del chichero. [2]
Por otra parte, los ensueños que el Rafa Saavedra drena desde cabecita de alcornoque se logran como imposturas, apariencias o espejismos del autoengaño. Y cuando el bato abandona el silencio —que no es más que vil güevonería— se apodera de la palabra y se mete a pullar la cátedra letrística de las «nuevas formas narrativas» que le encomendaron inculcara a sus pupilos (unos miserables estampados, hechos con más negligencia que imaginación, son las mentadas «nuevas formas narrativas»). [3]

«Nuevas formas narrativas. Taller dirigido a jóvenes, impartido por Rafa Saavedra con duración de 3 días. Casa de la 9. Lunes 23 (5:00 a 8:00 p.m.), Martes 24 y Miércoles 25 (5:00 a 6:30 p.m.) de Febrero. Sin costo».

—Pero… ¡qué güevos y qué verijas!
—Aguanta, mi buen. No te vayas con la finta. Si ellos se animan a hacer el ridículo y a presentarse en calidad de bufones de cortesanía, no se debe a razones de voluntarioso albedrío ni a motivaciones particularísimas; en el fondo, les duele hasta el alma porque todas esas faramallas les dan asco y los avergüenza.
—Entonces, ¿porqué lo hacen?
—Por algo más infranqueable que todo lo anterior; por el pavor que tienen de quedarse aislados en el yermo del anonimato o varados en las negras aguas del olvido.
—¿Así está el pedo, entonces?
—Simona la cacariza; o como dicen los yaquis: «egüi turi kecha malea».

Además de ser personajes de pabellón y seudoliteratos movidos por la codicia de la vanidad (o por la causalidad de la razón tendenciosa), la Paty Blake y el Rafadrín son espíritus confusos que se creen muy lúcidos y dispuestos a “deconstruir” por decreto —para no decir por mandato divino— el compadrazgo y el cuatachismo que Dios les ha dado. Sin saber cómo se han hecho literatos, cretinamente ahora pasan por ilustres «enseñadores» de salmodias literarias, siendo que son matraqueros de una asociación de diletantes y de un clubecito seudoartístico que se distingue por su acendrado parasitismo. Y, por si esto fuera poco, en la tertulia o el remangue tabernero toman cierto aire de intelectuales para aparentar lo que no son y simular lo que sí son: cursilones, ridículos y grandilocuentes en boberías y suatadas, haciendo de la literatura un modelo de conducta esnobista, mamona y de sabiduría postiza.
Pero lo que no se les puede negar ni regatear es la gran sensibilidad que poseen para lo innoblemente indecente en las sagas del reparto de “estímulos” y “apoyos” que estos sedicentes creadores, junto con otros ratones de su misma cepa culturosa, reciben de las instituciones oficiales con una cachaza y un cinismo más grande que el de Calicles. [4]

—Disfrutan y sufren la vida con dos caras, como si fueran unas verdaderas celebridades (que van y vienen de Tijuana a Acapulco, de Monterrey a Tijuana o de Tijuana a Güisquilucan).


TRAVESTISMO LINGÜÍSTICO PARA LA CULTURA UNDERGROUND

Y qué ingenioso y avezado trasgresor del «establishment» debe ser don Rafa Saavedra. Y no faltará quien diga que ha heredado la bilis, el coraje y la verbosidad exaltada de los poetas malditos, la flamígera espada del demonio palabrero. Porque, de acuerdo con el pitorreo biográfico suyo que se consigna en la página 135 del librejo número 3 de «El margen reversible» (IMAC, 2003), se lee lo que sigue:

«RAFA SAAVEDRA. Nació en Tijuana en 1967. Es narrador y uno de los promotores más entusiastas de la cultura underground desde principios de los años ochenta. Ha publicado Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio (1996), Buten Smileys (1997) y Lejos del Noise (2003). Ha sido colaborador de diversas publicaciones periódicas y es considerado un autor de culto» [página 135].

—De seguro que el batillo ha de ser tan respetado como Bukowski o Karmelo Iribarren.

Pepenemos algunos cretinismos: promotor entusiasta, chico “underground” y “autor de culto”. Y, aparte de sus joterías, ¿qué más ha aportado al desarrollo de la literatura nuestro promotor entusiasta? ¿Pensará el bato que con sus cochinos libros ya la tiene cuajada en los aparejos de la literatura universal y por ello se considera que es un “autor de culto”? Promotoría es moverse guiñolescamente; entusiasmo equivale a una especie de valemadrismo y escribir al garete, sin textura apropiada para fortalecer los puntos medulares del relato.
Seguramente que, por su escueta e insípida prosa, los calabobos lo han de tener en su catálogo como uno de los más conspicuos y singulares componedores de magistrales textículos narrativos.
Pero, por mucho que así pudiera parecer tal remame de virtud, lo que destaca en la escritura del Rafa Saavedra es un surtido de palabrejas que parecen haber salido de la parte baja y trasera del tubo digestivo.

—Lastima que esos brolis («Postcards de ocio y odio», «Buten Smileys» y «Lejos del Noise») no traigan una bolsa para vomitar.

Ahora, ¿cómo devela la corriente de pensamiento “underground” —en su línea estética, política, filosófica y moral— nuestro “autor de culto” en sus jaculatorios quehaceres literarios o, según sea el caso, extraliterarios? Recurriendo a la recetas que los especuladores de antaño aplicaban como tesituras de idiosincrasia para asegurar el «continuum» de la tradición y los arquetipos de la cultura dominante, como un discurso similar a la demagogia antimperialista de la burguesía nacional en su periodo histórico de organización y consolidación del poder. En los trapicheos textuales del Rafadro el atributo “underground” es sólo un cliché decorativo, una imagen deformada, producto de la parafernalia mediática de aldea que lleva el sello de travestismo lingüístico y sin correspondencia con el «ethos» real y concreto de la miserable cultura tijuanense, falsificada en sus estructuras seudoartísticas por toda clase de bufonadas.
Pero no hay que regatearles sus méritos a payasos como el Rafadro que, en sintonía con la gruesa ganga de simuladores y falsearios, se maquillan de dignos “promotores entusiastas” y de ilustres representantes de la cultura, y luego salen escena para proclamar la abundancia en la pobreza.
Por tanto, hay reconocerles que emplean una gran astucia en tales menjurjes; y, asimismo, la tenacidad con la que se emperran por contaminar de logorreta seudocultural hasta el último rincón donde se han detenido a miar.
Se ha empleado a la ligera el término «underground», y adjudicárselo al Rafadro equivale a un atípico arrebato de estado de ánimo; es decir, a nada. Ineluctable vacuidad que ha perdido el sentido unívoco que tenía reservado para la literatura marginal, sin vínculos institucionales, como expresión de ruptura con el proyecto oficial de cultura y ajena a todo ambiente intelectual acrítico, corrompido, oportunista y de prodigioso escaparate; literatura marginal en la que, por supuesto, no se puede incluir nuestro intalentoso «príncipe del pochoñol». Si en verdad existiera en su «praxis» el raigambre «underground», implicaría un contradicción con el sumiso proceder que lo caracteriza como borrego del sistema, del poder institucional de la derecha. Son conocidas las serviles acciones que el bato despliega como agente difusor de la cultura chatarra institucional. Por tanto, si fuera un auténtico escritor y artista «underground», ya le hubieran quitado de la boca la chichi presupuestal y confiscado las prebendas, bonos, apoyos y canonjías de la infusión oficial de la cultura. Aunque, y no obstante que en el crisol de sus frecuentes metamorfosis ideológicas (ternura de servir a Dios y al Diablo), se muestre como adalid del radicalismo estetizante y pregonero de eclosiones rebeldes y contestatarias. Pero todo es puro blof; o séase, un pinchi travestismo lingüístico.

—Guacreer que el Rafadro es promotor entusiasta de la cultura underground.
—Jajaja.

Que las anteriores aberraciones, son más creíbles las palabras que soltaba Jack Keruac cuando afirmaba que recordaba el día de su nacimiento y que además era pariente de Napoleón Bonaparte. Seguro que desde sus alucinadas colleras le brota la ocurrencia de creerse como Brodsky o Ajmátova, sin haber pasado —salvo en las tiras de celuloide— por la experiencia del terror político, la persecución policíaca, la represión y la humillación.

—Qué buena oferta de salvación moral reserva el mundillo cultural; como un personaje fantasmal o como la fuerza demoníaca ejerciendo su poder sobre Fausto.
—Y… qué queliace. Con tal de que no nos suceda lo que a Juana de Arco, preferible mil veces seguir el mismo juego en que apuestan las feministas de postín cuando agitan sus entrañas y mueven las nalgas frente al espectáculo de las muertas de Juárez para hacerse de fama.
—Hijos de la chi…lindrina.


LAS NUEVAS FORMAS NARRATIVAS: VIEJAS CHANCLUDAS
A LAS QUE SUPONEN TODAVÍA UNAS JOVENCITAS


Nuevas formas narrativas le llaman a las vejeces retóricas que el Rafadro y sus compincheros suponen que todavía son unas jovencitas. Y todo eso gracias a los escamoteos de la frugal ambigüedad y los estultos métodos que aplican los atarantapayos. En realidad, esas «nuevas formas narrativas» que se precisan como materia del «taller dirigido a jóvenes», y a cargo del Rafa Saavedra, por más novísimas que se consideren en el presente momento, resultan ser sólo apariencias de mera connotación, representatividad nominal de palabras, simplificación mecanicista a la que —por influjo de las modas y los esnobismos diletantes, usureros o mediáticos— se le quiere dar un interés muy primordial, como si de «vanguardias» se tratara el asunto.
Pero más allá del plano superficial (que conlleva la pretensión de revivir un cadáver), en su dimensión profunda, y a través de una simulada independencia, neutralidad o purismo estético que se le otorga al objeto, se cumple una función ideológica de apropiación institucional de la actividad estética, separando la literatura de sus relaciones más radicales, desvertebrándole la fuerza intrínseca de su lenguaje, reduciendo sus expresiones a una «filosofía» del placer, del entretenimiento y de la evasión; trasvasando sus códigos hacia una «hermenéutica» de la ininteligibilidad; insertándole condicionamientos enajenantes que retardan el proceso de evolución del arte, lastran la literatura y detienen su desarrollo.
Muy pocos saben que Platonov —antes que Gorki, Babel, Bulgakov y Pilniak— es el prodigio de las letras rusas; y, análogamente al anterior ejemplo, muchos ignoran que los actuales emplastes que se aplican en las prácticas del género narrativo, unas veces como pretendidos paradigmas y otras como simples tentativas, han perdido la pertinencia sociológica que mantenía al cuento y novela en las constantes históricas de la literatura. Se denosta la causa eficiente que les dio origen y lo que queda es solamente una ofrenda a los valores literarios del pasado, un apacible pintoresquismo romántico y de nostalgia decimonónica. La praxis del escritor se determina por criterios extrartísticos (de mercado, de engaño mediático, etcé) y el sentido de la obra se actualiza en un vacío estético, confundiéndose el hecho literario con las elaboraciones verbales de cualquier índole, que poco o nada tienen ya que ver con la auténtica expresión literaria.

—Dicho lo anterior con arreglo al principio de que todo es literaturizable y apto para instrumentalizarse como literatura propiamente dicha.

Pero, no obstante, ni Cervantes, ni Joyce, ni Dostoyevski, ni Flaubert, ni Kafka, han sido superados. Son parte de una generación novelística de dimensión superior a cualquiera que venga ha hacer de las suyas en la historia de la literatura. El trasplante mecánico de los clichés y las consignas oficiales del poder cultural tienen más peso que la estética, que en su deformación teórica ya está aplastada, castrada, hecha añicos. La obra ya no es más que el producto de una superestructura seudoartística que opera con la máscara de la democracia cultual y bajo la cual subyace un asistencialismo paternal, plutocrático, excluyente, retrogrado y parasitario.
No hay que exagerar con la gilipollez de «nuevas formas narrativas» cuando se trabaja con estructuras ya consolidadas, cuando ya no se aportan innovaciones, ni se han modificado las convenciones del género; mas, por el contrario, siguen teniendo vigencia porque se han aprovechado y reciclado, introduciéndose como particularidades propias de cada narrador.
Vamos a poner como ejemplo el caso de un escritor tan mañoso como Gabriel García Márquez que le da al lector lo que éste pide. Contrariamente a lo que se piensa, el «guayabito» colombiano no modificó nada y tampoco fijó nuevos rumbos en el entramado estructural de la narrativa. Las condiciones histórico sociales en que escribió su gran obra ya no eran las propicias ni correspondientes a las novelas que habían sido escritas antes de que surgieran sus obras. García Márquez no es fundador de una nueva literatura como en sus tiempos lo fueron Faustino Sarmiento y José Hernández en la Argentina, Marcel Proust en Francia, Edgar Allan Poe en los Estados Unidos o James Joyce en Irlanda. La aportación más significativa en el panorama literario, y quizá la única a partir de 1960, ha sido la del «nouveau roman»; y hasta el momento presente no ha habido otra. [5]
Quienes se dejan embelecar por el embrujo de la mercadotecnia librera a la que se subsumen las últimas producciones letristicas de Gabriel García Márquez, como dice Álvaro Marín en «Sacralizaciones del mercado», son seres «incapaces de valorar la literatura colombiana en su conjunto, puesto que esperan que un libro se lea menos por sus contenidos que por la influencia de interrelaciones y alianzas con los medios, el poder económico y el poder político como ocurre con "Vivir para contarla", optan por negar otras expresiones, muchas veces más complejas que las que avala el mercado editorial». Con sus sofismas, la industria cultural, como lo refiere Marín, «crea, piensa, y edita por todos, y ante una necesidad de autenticidad expresiva, antepone la homogenización y las categorías inexistentes en el mundo intelectual. Cuando una editorial promueve "el mejor escritor", lo que realmente promueve es "el escritor más vendido"». [6]

—Pero hay gente que se engaña terminológicamente.
—Pues sí, comenzado por el Rafadro y su recua de metatextualeros de bajo anaquel.

Muchos personajeros escriben porque no tienen otra cosa que hacer; otros más por esnobismo; otros porque creen que la literatura es rentable; algunos otros por angustia y desesperación; muy pocos lo hacen por desentrañar los misterios y conflictos entre el «ser» y el «signo». Si no se abandonan las pretensiones de los sentidos no se puede llegar a ser un buen narrador. Las técnicas y recursos no son nada si en el momento de crear la obra no hay esa fuerza interna que existe como necesidad y ordena el desenvolvimiento del proceso creativo como una experiencia estética. Pero, como las cosas no son así, en definitiva, toda relación de lo imaginario con la literatura está abocada al fracaso; y su única salvación está en los «mass-media», como simplificación de forma y contenido que convierte a la literatura en subproducto.


UNA PROMESA LITERARIA EN LA PRÉDICA DE LA POSTMODERNIDAD

Antes de andar volanteando en folletines su anémica preceptiva seudoliteraria, don Rafa Saavedra debería indagar dónde se empaquetan las nuevas morcillas narrativas en sus múltiples facetas (pedofilia, robo, secuestro, asesinato, etcé); lo ayudaría a aliviar un poco ese lastre de angustia que se carga por sentirse un escritor diferente y excepcional. Como sugerencia pilatesca de mi parte presentaré uno de los últimos pespuntes narrativos que difuminan la realidad a seso dormido de la ficción; aunque, de cierto modo, modificando —rebajando— la hondura temática, la figura del antihéroe, pero conservando aún cierto aliento balzacquiano y agregándole como infaltable aderezo metatextualero algunas virutas de la relatoría borgeana.
Y con toda la mitologia que le es propia al lenguaje, se incorpora al panorama de las letras bajacalifornianas el politonal discurso del señor Rafael Morales Magaña, una revelacion que, mediante el dicidido apoyo y promocion de nuestros elefantes blancos del arte y la cultura (IMAC, CONACULTA e ICBC), bien podria figurar —parafraseando al mamacallos del Jaime Cháidez Bonilla— como la nueva “promesa literaria”.

Nota: dada la cultura cerril y la pedestre instrucción conque cuenta el autor del metatexto (o como se prefiera: metarrelato, metacuento o metaficción), la riqueza de la referencias literarias se las puede poner cada lector; y no obsta lo antes dicho para que el narrador sea considerado como uno de los principales valuartes del «realismo sucio» norfronterizo, rebasando no solamente los chiclosos cuentos que escruta el pelón Fadanelli, sino tambien las tramas que el Enrique Serna dispone en su libraco «El miedo a los animales».

Mataban perros y vendían la carne

«TIJUANA.- Un rastro clandestino utilizado para sacrificar perros cuya carne presumiblemente era vendida para consumo humano, fue descubierto al mediodía en el fraccionamiento El Mirador, por la Policía Municipal, en una acción que culminó con tres detenidos. La casa se ubica en calle Había Vizcaíno número 3084, y es rentada por Mariana López, Alejandra Loaiza y Edward Evede, de 22, 21 y 25 años de edad. Ahí los municipales encontraron cerca de 200 canes muertos. Los jóvenes dijeron que se trataba de un refugio para perros abandonados, pero hay evidencias de que sacrificaban a unos para alimentar a otros y al parecer una buena cantidad la vendían a expendios de tacos. El asunto es investigado por la Dirección de Riesgo Sanitario, de la Secretaría de Salud Pública Federal» [Rafael Morales Magaña, de la sección colorada del periódico El Mexicano, edición del viernes 13 de febrero de 2009].

El ejemplo de la prosa anterior, considerando que ya no hay obra digna de mención, ¿acaso no merece un tratamiento desmitificador? En términos de oscuras antinomias, el tipo es duro en la recreación del folklor clasemediero y de arrabal; nada hermético y manejando con destreza la simbiosis de la expresión y la información.


CUANDO LOS BUITRES SON DEL TAMAÑO DE UN SIMIO

No es la virtud creadora la que abre camino en el fangal de las antípodas del relativismo político; tampoco el baladrar de las cursilerías; ni siquiera el apeste a marica o mujerzuela que pudiera desprenderse de las zaguaneras de la carne porosa que fincha los esqueletos; ni mucho menos de alguna efusión lagrimera…

—Es la retocada y untuosa morisqueta del fantochismo, la coimería, el vaho de la etérea moral azotado al aire, la corrupción que no es sólo del habla y la escritura, la... la… la…
—¡Ya, ya, ya! Dilo, pues... tú, Guzmán del Alfarache, que has de verte en cualquier papel que te asignen: profesor, taxista, medico, puto, asesino, mayate, pollero, puchador, gamberro, chichifo, cruzado, pederasta o talibán.
—Qué acritud la tuya. Siempre me estás cagando el palo.
—Y, tú ¿qué harías contra ellos, si te dieras cuenta que son unos chingaqueditos que la quieren jugar de santurrones?
—Haría lo mismo que hacen ellos contra sus amigos, y lo mismo que hacen aquellos que andan a su lado, que por comer, viajar, pistear y conseguir un techo por vía del gollete, los vendería, los traicionaría, los patearía y me los cog…
—Acaba ya, y di en conclusión, para que ya no me chingues la borrega, que son como tú, unos culeros; y de mucha gandallez, más que tú, porque si tú te chingas a uno pobre pendejo, ellos se chingan a cien y a mil más; tú le partes la madre a un cantón, ellos se la parten a un país entero.
—Amigo, poeta ficcionero, ¿quieres, por favor, dejar de agarrarme el culo? Las mañas que tú sabes yo también las sé. Así que no hagas conmigo lo que dices que té haces con otros güeyes.
—Muy bien, señora Blake.
—Muy bien, señor Rafadro.
—Muy bien, señor Norzagaray.
—Muy bien, señor Félix Berumen.
—Muy bien, señora García Montaño.
—Muy bien, señor Trujillo Muñoz.
—Muy bien, señor Soto Ferrel.
—Muy bien, señor Acevedo Savín.
—Muy bien, señor Castillo Udiarte.
—Muy bien, señor Gutiérrez Vidal.
—Muy bien, señor García Cortez.
—Muy bien, señor Valenzuela Arce
—Muy bien, señor Rincón Meza
—Muy bien, señora González Irigoyen
—Muy bien, señora Álvarez Vicencio,
—Muy bien, señor Gómez Montero
—Muy bien, señor Ortiz Villacorta
—Muy bien, señor Morales Moncada
—Muy bien, señora Olivares Torres
—Muy bien, señor Bayardo Gómez

En el «ricorsi» viquiano de su historia, quienquiera que sea el mono o la mona que se coloque en los escaparates de la cultura oficial, por principio de tradición esa culturilla de vida esplendorosa, putita, zaumadora, salamera, mafiosa, cuatísima, buenaza, convenenciera y que sigue siendo un lírico sorbete de cagada, lo vuelve anacrónico, agachona, lambiscón, complaciente, ratonero, arrastrada, cachudo, pusilánime, nalgasprontas, gingirín, cortijera, parásito.

—¡Todos! ¡Todos! ¡Todos! —gritó Álvaro de Campos, alias Fernando Pessoa, y luego agregó: ¡Basura, polvareda, chusma provinciana, pandillaje intelectual!; ¡incompetentes al descubierto, botes de basura volteados hacia abajo en la puerta de la Insuficiencia de la época!
¡Quiten todo esto de mi vista!
¡Consigan manojos de paja y pónganlos a fingir gente que sea otra!
¡Fuera de aquí todo esto! ¡Fuera de aquí todo esto!
¡Ultimátum a todos ellos y a todos los demás que sean como todos ellos!
Si no quieren salir, quédense y lávense.


NOTAS FINALES O GÜEVOS DE COCHI

1.- Efectivamente, mediante las garrulas de empobrecida creatividad, que son el fruto podrido de los tallercitos y demás ejercicios plenarios de actividad seudoestética, hay un “arte” que se expresa en términos individualistas, y no en el sentido propio de cultura; muy utilitario para embucharse algunos fajos de pasta y así darle más chispa a los matutes de la bohemia ramplona y parasitaria. Porque a veces (o, para mejor decir, muchas veces), la condición del artista deriva o encuentra su justificación en un síntoma de constricción con el cual se evita trabajar. Y, si algún escéptico no lo cree, pues que le pregunte al Francisco Morales, una de las principales chinches del bienquiste estatal de la cultura.

2.- Véase el Vertedero de cretinadas intitulado «NUESTRA CAMA ES DE FLORES O EL AGUACHIRLE SENTIMENTAL CLASEMEDIERO», específicamente los apartados «EPITELIOMA LÍRICO DE LOS GENITALES», «¿QUÉ FUE PRIMERO: LA RESPIRACIÓN O EL LATIDO?» y «CUANDO EL DIOS PAN PRODIGA CUIDADOS FÁLICOS».

3.- Véase el Vertedero de cretinadas cabeziado como «EL RAFA SAAVEDRA Y SUS «RADIANTES» ENGENDROS».

4.- Nomás para que le tanteen el agua a los camotes, si estos batillos y jainas medradores se llevan de calle a Calicles, quien era un sofista más cínico que Protágoras, imagínense la largueza que poseen para medrar los activos del presupuesto destinado a los asuntos de la cultura y las artes.

5.- En lo que respecta a la poesía, la interpretación no podría ser diferente; los poetas, miméticos o no miméticos, trabajan perpetuando las mismas formas que ya otros repitieron. Aquí, entre los poetas más inflados está don Luperco Castillo Udiarte, quien se chupó los pregones de feria que, desde hace mucho tiempo atrás, Raúl González Tuñón metió en sus poemas.

6.- Álvaro Marín, Sacralizaciones del mercado, García Márquez: de la literatura a la industria cultural, Variaciones alrededor de la aldea, Le Monde diplomatique, edición Colombia, noviembre de 2002.

Tijuana es el culo de San Diego

Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...