27 de marzo de 2009

LA FE



LA FE

Marzo de 2004


«Para mí, la fe no es lo fundamental. Para mí lo que cuenta es la vida. La fe es otra de las cosas que se tienen a veces, o no se tienen en la vida.
Yo respeto a la gente que tiene fe, y punto» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

INTELIGENCIA, CORAZÓN Y VOLUNTAD



INTELIGENCIA, CORAZÓN Y VOLUNTAD

Marzo de 2004

«Con la inteligencia abstraes, con el corazón sientes y con la voluntad haces las cosas. Por eso hay hombres de ideas, hay hombres de personas y hay hombres de cosas.
Las personas de cosas de cosas son los sastres, los carpinteros y algunos artistas. Los hombres de personas son los vendedores ambulantes, los agentes viajeros, los novelistas. Los hombres de ideas son los matemáticos, los físicos, los filósofos» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

LOS ÚNICOS ORADORES QUE QUEDAN SON LOS LOCUTORES • MICROENTREVISTA CON EL PRO RUBÉN VIZCAÍNO VALENCIA



MICROENTREVISTA CON EL PRO RUBÉN VIZCAÍNO VALENCIA
Verano de 2003


CHARCOMEN: Pro, he visto que ha estado escribiendo mucho este año; y le ha pegado tanto al relato como a la poesía.

PRO VIZCA: He estado escribiendo muchas páginas de narrativa, pero no me había metido en la poesía porque no había encontrado un poeta que me impresionara de verdad para lograr mi propio impulso poético. He escrito mucho este año, de todo. Cuando te enfermas y ya tienes ochenta años, nomás andas pensando a qué horas vas a dar el muertazo. Tengo mucho material, pero ahora que me puse a verlo con más calma, me di cuenta que hay montón de basura.

CHARCOMEN: ¿Elimina, tira?

PRO VIZCA: Sí, tengo que tirar muchas cosas porque escribo todos los días.

CHARCOMEN: ¿Se ha enfrentado a la hoja en blanco y quedarse de a seis? Como en esas ocasiones en que no puede escribir nada. ¿Le ha pasado?

PRO VIZCA: Sí, claro que sí. Pero, generalmente eso se debe a que uno tiene algún problema.

CHARCOMEN: Pro, y a la internet, ¿no se ha metido?

PRO VIZCA: Ahorita ya soy torpe hasta para escribir en máquina. Me llena más estar en contacto con ustedes, tratar con las personas.

CHARCOMEN: De ahí la necesidad de usted de estar siempre entre la perrada.

PRO VIZCA: Sí, yo siempre he sentido la necesidad de andar entre la gente. Yo soy orador y puedo estar ante diez mil cabrones en una plaza de toros. El orador no es más que un pinche actor, es un artista que tiene un gran gusto por la palabra hablada, por el tono de las expresiones, de la voz, que no es lo mismo que el tono de la palabra; esos matices que da la música. El orador es un hombre que ama la música, la palabra hablada. Pero como escritores, los oradores casi siempre son muy pendejos.

CHARCOMEN: Pero ahora los únicos oradores que quedan son los locutores.

PRO VIZCA: Tú lo has dicho. Así es.

24 de marzo de 2009

LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE • UN ESCRITOR DE SEGUNDA CATEGORÍA



LUIS HUMBERTO CROSTHWAITE
• UN ESCRITOR DE SEGUNDA CATEGORÍA


«A los escritores tijuanenses no les gusta escribir sobre Tijuana. Y si lo hacen, por ejemplo, en el caso de Crosthwaite, lo hacen en una forma divertida. Y lo que es más, se preocupan especialmente por las cosas más populacheras, más típicas. A veces, incluso, por las cosas perfectamente más folklóricas de la ciudad. ¿Qué quiero decir con eso? O sea, que él, Crosthwaite, quisiera penetrar en sí, en un cierto campo no sólo del lenguaje, si no de la realidad. De hecho, lo ha tocado.
Para mí, no ha logrado, hasta ahora, nada muy trascendente. Sin embargo, yo…
Un día me lo encontré y le dije: mira, a mí siempre me has parecido un escritor de segunda categoría. Espero que un día me des una obra definitiva, una verdadera gran obra, una obra tuya, madura.
Si, de un tiempo acá, he vuelto a releer tus cosas, te podría decir que, a lo mejor, sin que tú te lo hayas propuesto, y con el afán de encontrar cosas típicas, curiosas y divertidas, simpáticas de la ciudad (que es lo que a ti más te atrae), a sabiendas, o no, has encontrado ciertos tipos humanos a los que no les has podido sacar provecho; porque solamente lo encuentras en la realidad, una realidad que tú no conoces a fondo; porque no te quieres involucrar en ese medio; porque tú ni siquiera tienes carácter para eso. Pero a ti te producen una gran curiosidad ciertos agujeros de la ciudad de Tijuana, ciertos callejones, ciertos rincones, ciertos basureros.
Ciertas cosas que te parecen muy simpáticas y muy divertidas. Y no creo que las conozcas a fondo; no te interesan; las ves un poco desde afuera.
Pero, independientemente de eso, creo que eres uno de los primeros escritores que ha cubierto un cierto tipo de sujetos; algunos que aparecen periódicamente por los dictados de las modas de vestir, de peinarse, de hablar, de giros, etcétera, etcétera; y los has captado un poco superficialmente.
Pero, independientemente de eso, leyendo las cosas que has escrito —ya en los últimos años—, digo que —quién sabe—, si ahí, en esos pequeños atisbos haya algo que alguna otra persona pueda profundizar donde tú dejaste una chispita, un hallazgo, una lucecita, donde tú has querido hacer literatura; y en donde has querido, o no, has descubierto una verdad. Y eso es valioso» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

TIJUANENSE A RATOS



TIJUANENSE A RATOS

«Yo soy tijuanense a ratos. Ni soy fanático. Yo soy solamente de aquellos que… (fallas de audio en la grabación)…y de aquellos que no. Los demás, chinguen a sus madres.
Para ser tijuanense hay que saber quién es uno; y eso, como que está muy cabrón» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

UNA TIJUANENSE DE CEMENTO Y DE HIERRO



UNA TIJUANENSE DE CEMENTO Y DE HIERRO

«Hace pocos días conocí a una mujer, tijuanense de cemento y de hierro (y de tiempo completo). Que es raro ya encontrar una gente así de cuadrada, tan localista y con tanta convicción, con tanta honestidad.
Tijuanenses partidarios de Pío XII y de Hitler» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

JOSE LEZAMA LIMA



JOSE LEZAMA LIMA

«Yo, con José Lezama Lima no me meto porque nunca lo he entendido. Su poesía nunca la entendí; alguna que otra cosa sí.
Él tiene su propio lenguaje, sus propias claves. Para algunos es un gran poeta. A mí me vale…
En la prosa que he leído de este escritor cubano, casualmente en Paradiso, y en otras obras más, hace muchas citas que, casi todas, están equivocadas. Hace gala de muchos conocimientos de literatura, historia, etcétera. Pero lastima que ninguna esté en su lugar.
Posiblemente… es que lo hizo de memoria» [Rubén Vizcaíno Valencia, de la biografía Un moralista en casa de putas, broli casi terminado a cargo del Éktor Henrique Martínez, alias el Charcomen].

LA GUAIFA, EL PERICO Y DOS ESCRITORES PROGRES [U OTRA PROPUESTA PARA DESCANONIZAR LA LITERATURA LATINOAMERICANA]



LA GUAIFA, EL PERICO Y DOS ESCRITORES PROGRES
[U OTRA PROPUESTA PARA DESCANONIZAR LA LITERATURA LATINOAMERICANA]


Entraron doña Mercedes, el Gabo y Carlos Fuentes en un restaurante de la ciudad de México.

[El Gabo llevaba un perico colombiano posando sobre el hombro derecho]

—¿Cuatro sillas? —les preguntó el mesero, después de las buenas tardes.
—No, pendejo. ¡Qué no ves que somos cuatro?

Más tarde, y después de refinar, el pajarraco se cagó encima de un mantel.

Todos dijeron fani (y en inglés, en el original).

EL FÉLIX BERUMEN O EL HIJO DEL LOBO FEROZ QUE SE COMIÓ A BLANCA NIEVES Y A LOS SIETE COCHINITOS • REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •



REGÜELDOS TERTULEROS • TOMO 2 •

EL FÉLIX BERUMEN O EL HIJO DEL LOBO FEROZ
QUE SE COMIÓ A BLANCA NIEVES Y A LOS SIETE COCHINITOS


—La «Gabacha tertulera» me contó que un poeta le contó lo que enseguida cuento del profesor Félix Berumen.

Félix Berumen hace traducciones muy fáciles, muy bobas, muy pendejas. Pero… aaaaah, qué bien pone la máquina de escribir en la orilla de una mesa de la cafetería de la universidad; sacando el bato la pipa. Y, si tú lo ves fumar, te das cuenta que no le gusta el pinche tabaco. Al cabrón que le gusta el tabaco, lo masca, lo traga, se lo mete por… las narices; no saca del saco la pipa y luego se la pone entre los labios; y se da su vuelta para que todo mundo se pueda dar cuenta que el señor va a fumar.

—El fumador de cepa no está esperando que lo vean fumar.
—Lo que pasa es que don Félix Berumen se cree el hijo del lobo feroz que se comió a Blanca Nieves y a los siete cochinitos.

6 de marzo de 2009

LA GERETA DE LOS CALCAÑOS LE ABRE LAS NALGAS AL ATARDECER [EL RAFA SAAVEDRA, LA PATY BLAKE Y OTROS PÁJAROS CILANTREROS]


LA GERETA DE LOS CALCAÑOS LE ABRE LAS NALGAS AL ATARDECER
[EL RAFA SAAVEDRA, LA PATY BLAKE
Y OTROS PÁJAROS CILANTREROS]



«…en tijuana ser poeta o escritor es más fácil que conseguir un permiso de volatinero o de vendedor ambulante en la 5 y 10.
…mediocridad artística [de] esos que pretenden vivir de la literatura con trabajos de aprendices…
el mayor daño que le han causado a la literatura es culpa de los escritores y de la vida estética que persiguen como perros en celo: pobres: eunucos. y los hay, desde aquí en la frontera, desde el más enano y escribidor de fábulas pendejas, hasta el más ínclito pontificador poseso de escalafones y escaños por demás oprobiosos».

Papasquiaro, literalengua.blogspot.com


Recuerdo que el pro Rubén Vizcaíno Valencia, con sorpresa iracunda y botandeándoselas, mientras cogía las ediciones números 3, 4 y 5 de los «Cuadernos Existir», en los que fueron publicados, respectivamente, los poemas de la Paty Blake («el árbol», noviembre de 2002), de la Teresa López Avedoy («piedra papel o poema», febrero de 2003) y de la Aurely Monraz («El libro de los cuatro elementos y dos más», abril de 2003), mostrándomelas, el ruco me tiraba esta túrica: «Mira, me acaban de traer esto; que es pura basura. Son poemas de muchachitas que quieren hablar de "¡ayyy, uuuuhhh!, me hace falta amor", o de una mujer que dice: "yo tengo la puerta abierta... que no sé qué; ¿por qué no llegan?". Es una cosita ingenua y anticuada porque no pueden hablar siquiera de lo que pasa en el tiempo, solamente hablan de sus experiencias personales, íntimas, y nada más. Son poemas que hacen para ellas mismas o para un pequeño grupito de amiguitos, de compañeritos de salón de clases» [Rubén Vizcaíno Valencia, Autobiografía oral, julio de 2003].


TACUACHES PROTOLITERARIOS AMARRADOS DE LA MISMA PIOLA

En el sistema del protectorado de las letras de este pueblo semiurbano y de asfalto cacarizo, la intromisión de los cretinismos y las vacuidades suele ser un acto de rutinaria fajina; y nada de extraño tiene —aunque sí cosa de mucha risa— avizorar que dos de los principales prebendados de nuestro folclor culturero han sido escogidos en calidad de mentores literarios.
Alea le, el Rafa Saavedra, alias el «príncipe de pochoñol», para pasmar sus novedosas técnicas narrativas (incluyendo la decodificación de maromas mentales); y, alea le, la Patricia Blake, protopoeta oficial del panismo bajacaliforniano, para embobar una poesía —ya transformada en estrategia— cuyo impulso creador no proviene de la emanación sapiencial ni su fuente de inspiración de las musas, sino de la ignorancia.

—¿!Maestros talleristas esos güeyes!? ¡Rediez!
—¡Nooooo…maaaames-güeeeyy!
—¿Dónde andará cagando el Diablo?
—¿Porqué?

Porque sucede que ese par de cachiruleros, como la mayoría de las cofrades del grupúsculo «Tijuana bloguita front», no son capaces ni de mudarles las bacinicas a sus abuelas. Sin embargo, porque son buenos para hacer pasar por literatura los falsos balidos y realizar dobleces (y no precisamente en las hojas de papel), por la ley de la causalidad de los amarres y apalabres, se han conjurado para promoverse como institutrices de cursitos y tallercitos seudoliterarios.

—Y, de pilón, con tales garrulas de empobrecida creatividad, darle más chispa a los matutes de la bohemia ramplona y parasitaria. [1]

Por eso y por más, en el borde de lo absurdo se anuncia el sayal de escuelita poética con su respectiva encomendera, a la gorda Blake; más el carifancho para aprender nuevos modelos narrativos, en lo que toca al baquetón del Rafadro. Y, tanto el uno como la otra, andan embriagados con el valimiento de senequistas, agorando la taranta de la creatividad letrera; muy majos y prestos para dar pócimas de enseñanza y cátedra a futuros escritorzuelos y poetastros de infantil e ingenuo gusto literario.
Y como si quisieran recordarnos que son de un carácter serio y recto, entes de gran virtud estética, estos catatónicos pediches y adictos duros al prevaricato culturero, atolondran a melolengos con esta clase de chureles publicitarios de gacetilla finsemanera:

«Taller literario para jóvenes. Impartido por Patricia Blake. Salón de Talleres, 2do Piso del ICBC. Todos los martes, 5:00 a 6:00 p.m. Sin costo».

—Pero… (a todo eso) ¿qué intentan crear?; ¿un mito o una misión?
—Lo que usted quiera. Pues aquí, tan variados son los funcionalismos de la política culturera que hasta un boleto para el Infierno se puede obtener.

Sin mucho esfuerzo de sesera se descubre que en los productos letreros de la Blake sólo hay levadura. En la protopoesía que la ruca teje no hay ligazón entre sensibilidad e inteligencia. Peregrinando entre frivolidades y baboseos, en sus versitos no hace otra cosa que repetir las mismas chancletearías que regurgitan los apimplados poetazos en serie, clichés que se arrebujan en los folletines y mesas de lectura. Podrá haber en sus letritas mucho tacto y dulzura, pero no suficiencia estética de cabal poesía, aunque la ruca traiga la inspiración metida debajo del chichero. [2]
Por otra parte, los ensueños que el Rafa Saavedra drena desde cabecita de alcornoque se logran como imposturas, apariencias o espejismos del autoengaño. Y cuando el bato abandona el silencio —que no es más que vil güevonería— se apodera de la palabra y se mete a pullar la cátedra letrística de las «nuevas formas narrativas» que le encomendaron inculcara a sus pupilos (unos miserables estampados, hechos con más negligencia que imaginación, son las mentadas «nuevas formas narrativas»). [3]

«Nuevas formas narrativas. Taller dirigido a jóvenes, impartido por Rafa Saavedra con duración de 3 días. Casa de la 9. Lunes 23 (5:00 a 8:00 p.m.), Martes 24 y Miércoles 25 (5:00 a 6:30 p.m.) de Febrero. Sin costo».

—Pero… ¡qué güevos y qué verijas!
—Aguanta, mi buen. No te vayas con la finta. Si ellos se animan a hacer el ridículo y a presentarse en calidad de bufones de cortesanía, no se debe a razones de voluntarioso albedrío ni a motivaciones particularísimas; en el fondo, les duele hasta el alma porque todas esas faramallas les dan asco y los avergüenza.
—Entonces, ¿porqué lo hacen?
—Por algo más infranqueable que todo lo anterior; por el pavor que tienen de quedarse aislados en el yermo del anonimato o varados en las negras aguas del olvido.
—¿Así está el pedo, entonces?
—Simona la cacariza; o como dicen los yaquis: «egüi turi kecha malea».

Además de ser personajes de pabellón y seudoliteratos movidos por la codicia de la vanidad (o por la causalidad de la razón tendenciosa), la Paty Blake y el Rafadrín son espíritus confusos que se creen muy lúcidos y dispuestos a “deconstruir” por decreto —para no decir por mandato divino— el compadrazgo y el cuatachismo que Dios les ha dado. Sin saber cómo se han hecho literatos, cretinamente ahora pasan por ilustres «enseñadores» de salmodias literarias, siendo que son matraqueros de una asociación de diletantes y de un clubecito seudoartístico que se distingue por su acendrado parasitismo. Y, por si esto fuera poco, en la tertulia o el remangue tabernero toman cierto aire de intelectuales para aparentar lo que no son y simular lo que sí son: cursilones, ridículos y grandilocuentes en boberías y suatadas, haciendo de la literatura un modelo de conducta esnobista, mamona y de sabiduría postiza.
Pero lo que no se les puede negar ni regatear es la gran sensibilidad que poseen para lo innoblemente indecente en las sagas del reparto de “estímulos” y “apoyos” que estos sedicentes creadores, junto con otros ratones de su misma cepa culturosa, reciben de las instituciones oficiales con una cachaza y un cinismo más grande que el de Calicles. [4]

—Disfrutan y sufren la vida con dos caras, como si fueran unas verdaderas celebridades (que van y vienen de Tijuana a Acapulco, de Monterrey a Tijuana o de Tijuana a Güisquilucan).


TRAVESTISMO LINGÜÍSTICO PARA LA CULTURA UNDERGROUND

Y qué ingenioso y avezado trasgresor del «establishment» debe ser don Rafa Saavedra. Y no faltará quien diga que ha heredado la bilis, el coraje y la verbosidad exaltada de los poetas malditos, la flamígera espada del demonio palabrero. Porque, de acuerdo con el pitorreo biográfico suyo que se consigna en la página 135 del librejo número 3 de «El margen reversible» (IMAC, 2003), se lee lo que sigue:

«RAFA SAAVEDRA. Nació en Tijuana en 1967. Es narrador y uno de los promotores más entusiastas de la cultura underground desde principios de los años ochenta. Ha publicado Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio (1996), Buten Smileys (1997) y Lejos del Noise (2003). Ha sido colaborador de diversas publicaciones periódicas y es considerado un autor de culto» [página 135].

—De seguro que el batillo ha de ser tan respetado como Bukowski o Karmelo Iribarren.

Pepenemos algunos cretinismos: promotor entusiasta, chico “underground” y “autor de culto”. Y, aparte de sus joterías, ¿qué más ha aportado al desarrollo de la literatura nuestro promotor entusiasta? ¿Pensará el bato que con sus cochinos libros ya la tiene cuajada en los aparejos de la literatura universal y por ello se considera que es un “autor de culto”? Promotoría es moverse guiñolescamente; entusiasmo equivale a una especie de valemadrismo y escribir al garete, sin textura apropiada para fortalecer los puntos medulares del relato.
Seguramente que, por su escueta e insípida prosa, los calabobos lo han de tener en su catálogo como uno de los más conspicuos y singulares componedores de magistrales textículos narrativos.
Pero, por mucho que así pudiera parecer tal remame de virtud, lo que destaca en la escritura del Rafa Saavedra es un surtido de palabrejas que parecen haber salido de la parte baja y trasera del tubo digestivo.

—Lastima que esos brolis («Postcards de ocio y odio», «Buten Smileys» y «Lejos del Noise») no traigan una bolsa para vomitar.

Ahora, ¿cómo devela la corriente de pensamiento “underground” —en su línea estética, política, filosófica y moral— nuestro “autor de culto” en sus jaculatorios quehaceres literarios o, según sea el caso, extraliterarios? Recurriendo a la recetas que los especuladores de antaño aplicaban como tesituras de idiosincrasia para asegurar el «continuum» de la tradición y los arquetipos de la cultura dominante, como un discurso similar a la demagogia antimperialista de la burguesía nacional en su periodo histórico de organización y consolidación del poder. En los trapicheos textuales del Rafadro el atributo “underground” es sólo un cliché decorativo, una imagen deformada, producto de la parafernalia mediática de aldea que lleva el sello de travestismo lingüístico y sin correspondencia con el «ethos» real y concreto de la miserable cultura tijuanense, falsificada en sus estructuras seudoartísticas por toda clase de bufonadas.
Pero no hay que regatearles sus méritos a payasos como el Rafadro que, en sintonía con la gruesa ganga de simuladores y falsearios, se maquillan de dignos “promotores entusiastas” y de ilustres representantes de la cultura, y luego salen escena para proclamar la abundancia en la pobreza.
Por tanto, hay reconocerles que emplean una gran astucia en tales menjurjes; y, asimismo, la tenacidad con la que se emperran por contaminar de logorreta seudocultural hasta el último rincón donde se han detenido a miar.
Se ha empleado a la ligera el término «underground», y adjudicárselo al Rafadro equivale a un atípico arrebato de estado de ánimo; es decir, a nada. Ineluctable vacuidad que ha perdido el sentido unívoco que tenía reservado para la literatura marginal, sin vínculos institucionales, como expresión de ruptura con el proyecto oficial de cultura y ajena a todo ambiente intelectual acrítico, corrompido, oportunista y de prodigioso escaparate; literatura marginal en la que, por supuesto, no se puede incluir nuestro intalentoso «príncipe del pochoñol». Si en verdad existiera en su «praxis» el raigambre «underground», implicaría un contradicción con el sumiso proceder que lo caracteriza como borrego del sistema, del poder institucional de la derecha. Son conocidas las serviles acciones que el bato despliega como agente difusor de la cultura chatarra institucional. Por tanto, si fuera un auténtico escritor y artista «underground», ya le hubieran quitado de la boca la chichi presupuestal y confiscado las prebendas, bonos, apoyos y canonjías de la infusión oficial de la cultura. Aunque, y no obstante que en el crisol de sus frecuentes metamorfosis ideológicas (ternura de servir a Dios y al Diablo), se muestre como adalid del radicalismo estetizante y pregonero de eclosiones rebeldes y contestatarias. Pero todo es puro blof; o séase, un pinchi travestismo lingüístico.

—Guacreer que el Rafadro es promotor entusiasta de la cultura underground.
—Jajaja.

Que las anteriores aberraciones, son más creíbles las palabras que soltaba Jack Keruac cuando afirmaba que recordaba el día de su nacimiento y que además era pariente de Napoleón Bonaparte. Seguro que desde sus alucinadas colleras le brota la ocurrencia de creerse como Brodsky o Ajmátova, sin haber pasado —salvo en las tiras de celuloide— por la experiencia del terror político, la persecución policíaca, la represión y la humillación.

—Qué buena oferta de salvación moral reserva el mundillo cultural; como un personaje fantasmal o como la fuerza demoníaca ejerciendo su poder sobre Fausto.
—Y… qué queliace. Con tal de que no nos suceda lo que a Juana de Arco, preferible mil veces seguir el mismo juego en que apuestan las feministas de postín cuando agitan sus entrañas y mueven las nalgas frente al espectáculo de las muertas de Juárez para hacerse de fama.
—Hijos de la chi…lindrina.


LAS NUEVAS FORMAS NARRATIVAS: VIEJAS CHANCLUDAS
A LAS QUE SUPONEN TODAVÍA UNAS JOVENCITAS


Nuevas formas narrativas le llaman a las vejeces retóricas que el Rafadro y sus compincheros suponen que todavía son unas jovencitas. Y todo eso gracias a los escamoteos de la frugal ambigüedad y los estultos métodos que aplican los atarantapayos. En realidad, esas «nuevas formas narrativas» que se precisan como materia del «taller dirigido a jóvenes», y a cargo del Rafa Saavedra, por más novísimas que se consideren en el presente momento, resultan ser sólo apariencias de mera connotación, representatividad nominal de palabras, simplificación mecanicista a la que —por influjo de las modas y los esnobismos diletantes, usureros o mediáticos— se le quiere dar un interés muy primordial, como si de «vanguardias» se tratara el asunto.
Pero más allá del plano superficial (que conlleva la pretensión de revivir un cadáver), en su dimensión profunda, y a través de una simulada independencia, neutralidad o purismo estético que se le otorga al objeto, se cumple una función ideológica de apropiación institucional de la actividad estética, separando la literatura de sus relaciones más radicales, desvertebrándole la fuerza intrínseca de su lenguaje, reduciendo sus expresiones a una «filosofía» del placer, del entretenimiento y de la evasión; trasvasando sus códigos hacia una «hermenéutica» de la ininteligibilidad; insertándole condicionamientos enajenantes que retardan el proceso de evolución del arte, lastran la literatura y detienen su desarrollo.
Muy pocos saben que Platonov —antes que Gorki, Babel, Bulgakov y Pilniak— es el prodigio de las letras rusas; y, análogamente al anterior ejemplo, muchos ignoran que los actuales emplastes que se aplican en las prácticas del género narrativo, unas veces como pretendidos paradigmas y otras como simples tentativas, han perdido la pertinencia sociológica que mantenía al cuento y novela en las constantes históricas de la literatura. Se denosta la causa eficiente que les dio origen y lo que queda es solamente una ofrenda a los valores literarios del pasado, un apacible pintoresquismo romántico y de nostalgia decimonónica. La praxis del escritor se determina por criterios extrartísticos (de mercado, de engaño mediático, etcé) y el sentido de la obra se actualiza en un vacío estético, confundiéndose el hecho literario con las elaboraciones verbales de cualquier índole, que poco o nada tienen ya que ver con la auténtica expresión literaria.

—Dicho lo anterior con arreglo al principio de que todo es literaturizable y apto para instrumentalizarse como literatura propiamente dicha.

Pero, no obstante, ni Cervantes, ni Joyce, ni Dostoyevski, ni Flaubert, ni Kafka, han sido superados. Son parte de una generación novelística de dimensión superior a cualquiera que venga ha hacer de las suyas en la historia de la literatura. El trasplante mecánico de los clichés y las consignas oficiales del poder cultural tienen más peso que la estética, que en su deformación teórica ya está aplastada, castrada, hecha añicos. La obra ya no es más que el producto de una superestructura seudoartística que opera con la máscara de la democracia cultual y bajo la cual subyace un asistencialismo paternal, plutocrático, excluyente, retrogrado y parasitario.
No hay que exagerar con la gilipollez de «nuevas formas narrativas» cuando se trabaja con estructuras ya consolidadas, cuando ya no se aportan innovaciones, ni se han modificado las convenciones del género; mas, por el contrario, siguen teniendo vigencia porque se han aprovechado y reciclado, introduciéndose como particularidades propias de cada narrador.
Vamos a poner como ejemplo el caso de un escritor tan mañoso como Gabriel García Márquez que le da al lector lo que éste pide. Contrariamente a lo que se piensa, el «guayabito» colombiano no modificó nada y tampoco fijó nuevos rumbos en el entramado estructural de la narrativa. Las condiciones histórico sociales en que escribió su gran obra ya no eran las propicias ni correspondientes a las novelas que habían sido escritas antes de que surgieran sus obras. García Márquez no es fundador de una nueva literatura como en sus tiempos lo fueron Faustino Sarmiento y José Hernández en la Argentina, Marcel Proust en Francia, Edgar Allan Poe en los Estados Unidos o James Joyce en Irlanda. La aportación más significativa en el panorama literario, y quizá la única a partir de 1960, ha sido la del «nouveau roman»; y hasta el momento presente no ha habido otra. [5]
Quienes se dejan embelecar por el embrujo de la mercadotecnia librera a la que se subsumen las últimas producciones letristicas de Gabriel García Márquez, como dice Álvaro Marín en «Sacralizaciones del mercado», son seres «incapaces de valorar la literatura colombiana en su conjunto, puesto que esperan que un libro se lea menos por sus contenidos que por la influencia de interrelaciones y alianzas con los medios, el poder económico y el poder político como ocurre con "Vivir para contarla", optan por negar otras expresiones, muchas veces más complejas que las que avala el mercado editorial». Con sus sofismas, la industria cultural, como lo refiere Marín, «crea, piensa, y edita por todos, y ante una necesidad de autenticidad expresiva, antepone la homogenización y las categorías inexistentes en el mundo intelectual. Cuando una editorial promueve "el mejor escritor", lo que realmente promueve es "el escritor más vendido"». [6]

—Pero hay gente que se engaña terminológicamente.
—Pues sí, comenzado por el Rafadro y su recua de metatextualeros de bajo anaquel.

Muchos personajeros escriben porque no tienen otra cosa que hacer; otros más por esnobismo; otros porque creen que la literatura es rentable; algunos otros por angustia y desesperación; muy pocos lo hacen por desentrañar los misterios y conflictos entre el «ser» y el «signo». Si no se abandonan las pretensiones de los sentidos no se puede llegar a ser un buen narrador. Las técnicas y recursos no son nada si en el momento de crear la obra no hay esa fuerza interna que existe como necesidad y ordena el desenvolvimiento del proceso creativo como una experiencia estética. Pero, como las cosas no son así, en definitiva, toda relación de lo imaginario con la literatura está abocada al fracaso; y su única salvación está en los «mass-media», como simplificación de forma y contenido que convierte a la literatura en subproducto.


UNA PROMESA LITERARIA EN LA PRÉDICA DE LA POSTMODERNIDAD

Antes de andar volanteando en folletines su anémica preceptiva seudoliteraria, don Rafa Saavedra debería indagar dónde se empaquetan las nuevas morcillas narrativas en sus múltiples facetas (pedofilia, robo, secuestro, asesinato, etcé); lo ayudaría a aliviar un poco ese lastre de angustia que se carga por sentirse un escritor diferente y excepcional. Como sugerencia pilatesca de mi parte presentaré uno de los últimos pespuntes narrativos que difuminan la realidad a seso dormido de la ficción; aunque, de cierto modo, modificando —rebajando— la hondura temática, la figura del antihéroe, pero conservando aún cierto aliento balzacquiano y agregándole como infaltable aderezo metatextualero algunas virutas de la relatoría borgeana.
Y con toda la mitologia que le es propia al lenguaje, se incorpora al panorama de las letras bajacalifornianas el politonal discurso del señor Rafael Morales Magaña, una revelacion que, mediante el dicidido apoyo y promocion de nuestros elefantes blancos del arte y la cultura (IMAC, CONACULTA e ICBC), bien podria figurar —parafraseando al mamacallos del Jaime Cháidez Bonilla— como la nueva “promesa literaria”.

Nota: dada la cultura cerril y la pedestre instrucción conque cuenta el autor del metatexto (o como se prefiera: metarrelato, metacuento o metaficción), la riqueza de la referencias literarias se las puede poner cada lector; y no obsta lo antes dicho para que el narrador sea considerado como uno de los principales valuartes del «realismo sucio» norfronterizo, rebasando no solamente los chiclosos cuentos que escruta el pelón Fadanelli, sino tambien las tramas que el Enrique Serna dispone en su libraco «El miedo a los animales».

Mataban perros y vendían la carne

«TIJUANA.- Un rastro clandestino utilizado para sacrificar perros cuya carne presumiblemente era vendida para consumo humano, fue descubierto al mediodía en el fraccionamiento El Mirador, por la Policía Municipal, en una acción que culminó con tres detenidos. La casa se ubica en calle Había Vizcaíno número 3084, y es rentada por Mariana López, Alejandra Loaiza y Edward Evede, de 22, 21 y 25 años de edad. Ahí los municipales encontraron cerca de 200 canes muertos. Los jóvenes dijeron que se trataba de un refugio para perros abandonados, pero hay evidencias de que sacrificaban a unos para alimentar a otros y al parecer una buena cantidad la vendían a expendios de tacos. El asunto es investigado por la Dirección de Riesgo Sanitario, de la Secretaría de Salud Pública Federal» [Rafael Morales Magaña, de la sección colorada del periódico El Mexicano, edición del viernes 13 de febrero de 2009].

El ejemplo de la prosa anterior, considerando que ya no hay obra digna de mención, ¿acaso no merece un tratamiento desmitificador? En términos de oscuras antinomias, el tipo es duro en la recreación del folklor clasemediero y de arrabal; nada hermético y manejando con destreza la simbiosis de la expresión y la información.


CUANDO LOS BUITRES SON DEL TAMAÑO DE UN SIMIO

No es la virtud creadora la que abre camino en el fangal de las antípodas del relativismo político; tampoco el baladrar de las cursilerías; ni siquiera el apeste a marica o mujerzuela que pudiera desprenderse de las zaguaneras de la carne porosa que fincha los esqueletos; ni mucho menos de alguna efusión lagrimera…

—Es la retocada y untuosa morisqueta del fantochismo, la coimería, el vaho de la etérea moral azotado al aire, la corrupción que no es sólo del habla y la escritura, la... la… la…
—¡Ya, ya, ya! Dilo, pues... tú, Guzmán del Alfarache, que has de verte en cualquier papel que te asignen: profesor, taxista, medico, puto, asesino, mayate, pollero, puchador, gamberro, chichifo, cruzado, pederasta o talibán.
—Qué acritud la tuya. Siempre me estás cagando el palo.
—Y, tú ¿qué harías contra ellos, si te dieras cuenta que son unos chingaqueditos que la quieren jugar de santurrones?
—Haría lo mismo que hacen ellos contra sus amigos, y lo mismo que hacen aquellos que andan a su lado, que por comer, viajar, pistear y conseguir un techo por vía del gollete, los vendería, los traicionaría, los patearía y me los cog…
—Acaba ya, y di en conclusión, para que ya no me chingues la borrega, que son como tú, unos culeros; y de mucha gandallez, más que tú, porque si tú te chingas a uno pobre pendejo, ellos se chingan a cien y a mil más; tú le partes la madre a un cantón, ellos se la parten a un país entero.
—Amigo, poeta ficcionero, ¿quieres, por favor, dejar de agarrarme el culo? Las mañas que tú sabes yo también las sé. Así que no hagas conmigo lo que dices que té haces con otros güeyes.
—Muy bien, señora Blake.
—Muy bien, señor Rafadro.
—Muy bien, señor Norzagaray.
—Muy bien, señor Félix Berumen.
—Muy bien, señora García Montaño.
—Muy bien, señor Trujillo Muñoz.
—Muy bien, señor Soto Ferrel.
—Muy bien, señor Acevedo Savín.
—Muy bien, señor Castillo Udiarte.
—Muy bien, señor Gutiérrez Vidal.
—Muy bien, señor García Cortez.
—Muy bien, señor Valenzuela Arce
—Muy bien, señor Rincón Meza
—Muy bien, señora González Irigoyen
—Muy bien, señora Álvarez Vicencio,
—Muy bien, señor Gómez Montero
—Muy bien, señor Ortiz Villacorta
—Muy bien, señor Morales Moncada
—Muy bien, señora Olivares Torres
—Muy bien, señor Bayardo Gómez

En el «ricorsi» viquiano de su historia, quienquiera que sea el mono o la mona que se coloque en los escaparates de la cultura oficial, por principio de tradición esa culturilla de vida esplendorosa, putita, zaumadora, salamera, mafiosa, cuatísima, buenaza, convenenciera y que sigue siendo un lírico sorbete de cagada, lo vuelve anacrónico, agachona, lambiscón, complaciente, ratonero, arrastrada, cachudo, pusilánime, nalgasprontas, gingirín, cortijera, parásito.

—¡Todos! ¡Todos! ¡Todos! —gritó Álvaro de Campos, alias Fernando Pessoa, y luego agregó: ¡Basura, polvareda, chusma provinciana, pandillaje intelectual!; ¡incompetentes al descubierto, botes de basura volteados hacia abajo en la puerta de la Insuficiencia de la época!
¡Quiten todo esto de mi vista!
¡Consigan manojos de paja y pónganlos a fingir gente que sea otra!
¡Fuera de aquí todo esto! ¡Fuera de aquí todo esto!
¡Ultimátum a todos ellos y a todos los demás que sean como todos ellos!
Si no quieren salir, quédense y lávense.


NOTAS FINALES O GÜEVOS DE COCHI

1.- Efectivamente, mediante las garrulas de empobrecida creatividad, que son el fruto podrido de los tallercitos y demás ejercicios plenarios de actividad seudoestética, hay un “arte” que se expresa en términos individualistas, y no en el sentido propio de cultura; muy utilitario para embucharse algunos fajos de pasta y así darle más chispa a los matutes de la bohemia ramplona y parasitaria. Porque a veces (o, para mejor decir, muchas veces), la condición del artista deriva o encuentra su justificación en un síntoma de constricción con el cual se evita trabajar. Y, si algún escéptico no lo cree, pues que le pregunte al Francisco Morales, una de las principales chinches del bienquiste estatal de la cultura.

2.- Véase el Vertedero de cretinadas intitulado «NUESTRA CAMA ES DE FLORES O EL AGUACHIRLE SENTIMENTAL CLASEMEDIERO», específicamente los apartados «EPITELIOMA LÍRICO DE LOS GENITALES», «¿QUÉ FUE PRIMERO: LA RESPIRACIÓN O EL LATIDO?» y «CUANDO EL DIOS PAN PRODIGA CUIDADOS FÁLICOS».

3.- Véase el Vertedero de cretinadas cabeziado como «EL RAFA SAAVEDRA Y SUS «RADIANTES» ENGENDROS».

4.- Nomás para que le tanteen el agua a los camotes, si estos batillos y jainas medradores se llevan de calle a Calicles, quien era un sofista más cínico que Protágoras, imagínense la largueza que poseen para medrar los activos del presupuesto destinado a los asuntos de la cultura y las artes.

5.- En lo que respecta a la poesía, la interpretación no podría ser diferente; los poetas, miméticos o no miméticos, trabajan perpetuando las mismas formas que ya otros repitieron. Aquí, entre los poetas más inflados está don Luperco Castillo Udiarte, quien se chupó los pregones de feria que, desde hace mucho tiempo atrás, Raúl González Tuñón metió en sus poemas.

6.- Álvaro Marín, Sacralizaciones del mercado, García Márquez: de la literatura a la industria cultural, Variaciones alrededor de la aldea, Le Monde diplomatique, edición Colombia, noviembre de 2002.

27 de febrero de 2009

LA METAFICCION



Metaficción es, supuestamente, hacer literatura desde la literatura misma. Sí es cierto, pero en forma paródica, humorística y sarcástica. No desde la forma pastichera y fusilando las estructuras joyceanas que se han vuelto ya un cliché. Además, y considerando aparte que la mayoría de la metaficción es literatura terriblemente mala, quienes la escriben son, en su inmensa mayoría, noveles y diletantes que nada más siguen las influencias de dos o tres escritores; y pareciera que solamente han leído al Tito Monterroso, al che Borges y al Julio Cortázar. Más de allí, comercialmente no pasan.

EL ENVILECIMIENTO LINGÜÍSTICO DEL METARRELATO



A los montoncitos de letras insulsas y que no sirven ni para una sopa analfabetera, algunos depistados la llaman literatura.
Y son batallones de bípedos descerebrados los que figuran como personajes de esa picaresca oligofrénica.




No bastando que el marxismo maldigerido haya hecho de la filosofía una ideología, ahora lo que ahora se pretenden sus tránsfugas es convertirla en metarrelato y teoricismo semántico, otorgándole con mucho el burdo cliché de antifilosofía; una especie de neometafísica pero sin ontologia, mediante la cual sus postulantes pretenden indagar, describir y valorar el mundo con el rasero de la hermenéutica y del discurso semiótico.
Esta «nueva reina de las ciencias» desemboca en un nominalismo pragmático que sustituye la categoría del ser por la noción de lo relativo y parapeta los problemas de la sociedad en las covachas del nihilismo y la incultura.




Hay gente que carga su vida como si llevara una fiera colgada al cuello. Pero lo más sorprendente es que no se molesta ni se acongoja con tal bestia; esa bestia mitológica, similar a una quimera, con cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón y que escupía fuego por el hocico. El poeta Charles Baudelaire, en uno de sus «Pequeños poemas en prosa», dijo que una vez él vio a un grupo de hombres encorvados y que cada uno de ellos llevaba sobre su espalda un monstruoso animal, tan igual de pesado como un saco de harina o de carbón. Y esa bestia —dice Baudelaire— «no era de un peso inerte; al contrario abrazaba y oprimía a hombre con sus elásticos y poderosos músculos; se aferraba al pecho de su montura con sus dos garras. El poeta maldito señala algo curioso y desconcertante: «Ninguno de aquellos parecía irritado con la fiera suspendida de su cuello y pegada a la espalda; se hubiese dicho que la consideraban una parte integrante de sí mismos» [p. 102].




La política en manos de un ignorante es como una pistola cargada en manos de un chilpayate.

CUENTOS Y LEYENDAS DE CARLOS LÓPEZ DZUR


Mi araña predilecta en el congal

Desde Los Angeles, California, una hermanita me escribió y dijo: Veníte vos. La jefita se muere porque no le gusta la ciudad. Mientras saca las tortillas del comal estaría llora que te llora, pensando que me van a matar como a los jotros tres. Ya muertos ellos, mis hermanos mayores, en los combates a favor de la guerrilla sandinista, la jefa se acusaba, mortificándose, de que nos abandonó. En vano fue a Guatemala, se pasó a México, terminó en Los Angeles, siempre trabaja y trabaja, por el mínimo salario, o engañada, mica chueca y el pedo y no pudo mandar sus ahorritos pa'l Salvador. Es cierto: no proveyó para el sustento, como quiso... Yo no la culpo. La quiero desde niño, aunque me habría gustado que viviera más años a mi lado. Aún no supe que murió.

Aquí en Tijuana, como mudo y culcumeque, yo hago el feo. Una choya me aplasta. Miro a una cipota que me atrae. Es como el agua bonita de Atecozol y la adoro tan pachito que ni sé. Ella me surte de aguas, me manda cervezas de oquis y bebo. En poquitas horas se metió en mi corazón pa' no quererla yo ni arrancar. ¡Juro que es la primera vez que fumo y bebo!

Yo no soy miedoso: lo mismo me quedaría aquí por ella, o me migro y voy y veo a mamá. Voy si Chepina dijera que lo haga pueh, ¿pero sin ella? ¡Así me apacha más el volado de ir o quedarme!

Idiota, como un bolo, yo arremedo al pájaro burlón. Juego feo con mi alma porque soy necio, o me traye necio, la vida por causa de este amor. Me dijo: chica tarea, ite pal' Norte, vos sabés, no hablás inglés. Ni oficio ni colones, ¿pa'que te vas allá a sufrir? También se sufre allá y acá, pienso. Sería mi gloria oirla con otro volado: ¡quedáte pueh!

Ella huele a rico gozo hasta en la cúcura mácara. Perfumada se baña, se acuesta, se estremece, dejándose robar la rosa de los vientos... De seguro que esta es mi araña predilecta aquí donde vine a parar. Ella se completa en mi anhelo. No sé por qué. Olor salvado de mi dolor será y me tiene en su cuerpo y yo en el suyo me quiero.

¡Qué alegría sería que yo amaneciera sobre sus pétalos!

Hoy no sé si tendré un techo donde crujir. O una cama. O un sofá. ¡Si pegaré los ojos, no lo sé! Mi desamparo es total.

Y yo sería un beso vivo, en paso de alacrán, si me dijera: ¡Vení conmigo o quedáte vos! Subiría por su tallo hasta la cumbre, allá donde sólo el viento descuelga el polen. Tonto soy quizás; me aferro a ella durante el día de hoy. ¿Pero qué tengo?

Estuve en hambre. Ella me alimentó. Comí un guiso caliente. Lo ordenó al cocinero. Lo pagó por mí. En mi morral, guardé unos plátanos maduros, dos naranjas, un cestillo de fresas y un mangó. ¡Todo lo proveyó! Cena que también fue lo primero que comí en muchos días.

Esta noche es inolvidable. Es la más larga y caudalosa, como el Sonsonate profundo. Durante muchas noches tuve que vagar y correr por los montes. Ella me animó a confesarlo. Le dije que soy de Atecozol y que me fui de allí hasta Ahuachapán, queriendo ver una chica ciudad. Nací en la ruralía, donde no había escuelas; sólo guerillas y miseria. Campesinos tristes, plagas en las milpas, desaliento. Y, al menos, dije que ví el monumento a La Madre. El cipotico con su manita en los ojos, muerto de llorar, sería yo.

Y de golpe, ella dijo: ¡Soy de Ahuachapán, qué casualidad! Desde ese momento, pacho pupularía en mi cabeza, facilito que bebí lo que me dio. ¡Hasta su beso de puro tamagás sería como zambullirse en manantiales! Fue su dádiva final.

Me gustaste. Llegaste a Tijuana, como ellas, mi madre y mis hermanas, para que la guerra no las pudiera apachar. Los jijodeputas del ejército, a las mujercitas como tiliches se las trayen. ¡Qué dolor! ¡A ellas que huelen a parchas y café, las desfloran en nuestro triste país que combate por angustia, enardecidamente! Si no te hubieses ido, como hicíste, seguro que te iban a desjonrar. Estás tan linda...

La metralla da valor a la deshonra, si no que lo digan los vientres descosidos a tiros, las tumbas que por Sonsonate me hallé. ¡Qué bueno que estás aquí, Chepina y yo contigo!

Me va a pijiar esta choya si dejo de creer en tí. Hay palabras que no te salvan de otras bocas. Yo te hablaré al tiro, con el alma en la mano. Dijeron que eres una zorra y me dolió. Sus resuellos, sus jetas salteadoras, buscan tus besos. Acabo de ver cómo otros te acechan y me dijíste: ¡Calmate, cerote! Olvídalo.

El Belloso te echó una mirada fea porque me das atención, me díste de comer. Sin feria, no hay pollero, gritó para que yo lo oyera. El estará celoso. Ni modo. Te sentaste conmigo que huelo a campo y estoy desesperado en el congal. Sin aguas que me bañaran, sin ríos que pueda oir con su llamado a zambullirse y ser limpio como lo que fluye hacia el mar, o hacia Dios. ¡Gracias por lo que me das sin conocerme pueh!

¡Qué afortunado es aquel que, igual que yo, por accidente, al llegar a tus lugares, percibe el olor de tus manos! ¡Tus cumbres! Yo diría: ¡Cuidado es una flor de loto! Una sagrada espiga. Aún veo que la inocencia fluye, se quedó sedienta de tí. Te atrapa. Tu compasión es perfume que entraría por mi cuerpo. Me empozaste en la choya de esta fascinación. ¡Eres hermosa, amiga mía! Me salvadueñas con tu humanidad: el gozo ya lo pusiste en mis ojos. Estoy chinito por tí.

Caminas y yo te sigo con la mirada mansamente, sea que vayas a cobrar unas cervezas, o a bailar con otros hombres. Echas tus ríos sobre los prados. Me has salvado. Había sudor en mi frente, me secaste. Había frío en mis huesos y, con el contacto de tu geografía, siento la tibieza de la noche. ¡Bendita sea tu lengua que es un ápice que escribe con saliva el nombre de mi origen!

Me dijíste salvita y echaste sal a mi vida y dije: Vivo, y mi corazón (que sujeta a las serpientes) se estremece cuando pienso que en la madrugada amaneceré contigo, aún no lo sé, pero me lo has prometido y tal vez sea que escarbaré la tierra de tu olor grato, florecido, con uñas de mi siglo. O mis edades. O tal vez será que dormiré en un espacio de alfombra que te sobre, y me darás una cobija y en la mañana, frutas, leche, un pedazo de pan. Amiga mía, te lo agradezco.

Ya mentí, le dije que sós un primo. Que necesitarás ir al Norte. Que si no hay coyote que te admita pa'l cruce, yo me rifo el volado. Te llevo, pero no llorés más.

Ni modo que crea ser el primero, el único y el postrero, entre quienes han madrugado a preguntar: ¿por qué te traes la patria hecha jazmín, tan grata es tu piel; por qué salvas la vergüenza a estos cuerpos que huelen a abandono, a herida de bayoneta y machete criminal? Tú, mozuela del campo, aún puedes entender con la sola mirada. ¡Es que he visto, cara a cara, el dolor!

Eres aún una semilla y un sol apetecido; ritual de raíz y lluvia. Y, claro, bailadora, frenesí geotrópico. Ova y valva, polen y útero. ¿Por qué hueles así, si este lugar es un fumadero de chacuacos? Alguien tose como quien vomitará los Faros en un tris desesperado, a falta de una bocanada de sus Salem acostumbrados. O aire puro, al menos, sin olor de vómito y orinajos.

Los gringos te llamaron a sus mesas, pero preferíste que sean otras niñas quienes atendieran a esa gente. Yo llegué y a mi tristeza fuiste tú quien la reconocíste. Estuve tan hambriento que temblaba, pero sólo te dije:Entré por el frío. Pudíste pasar de largo, ignorándome, asqueada. No tú. Otras chamacas aquí no se acercaron ni cuando más boqueaba.

Tú víste en mí a un árbol de vida, me regaste. ¡Samaritana, que te bendiga la Vírgen del Pilar!

¿Por qué no descompones, pudres, o acabas de matar al que viene con el hambre y el bostezo más oscuro? ¿Por qué tu olor es tan sabroso? ¡Me díste pan y comí! Bendita tu mano, cipota por el amor amasada. Salvas mi dolor de la vergüenza... Derramé unas lágrimas como si fuese yo un borracho que ya no puede con sus culpas. De gratitud se llora algunas veces. ¿Recuerdas? Me sorprendíste bolo, terco por las ganas de llorar y no te has burlado de mí... Te juro que soy remacho y bruto, si querés, pero tengo que llorar. A veces tengo que llorar...

No venga nadie a molestarlo, dijíste. El no trae dinero, pero yo lo convido.

Entonces observé tu hembritud: tienes la autoridad de 5 pies y 6 pulgadas de estatura. Yo soy un chaparro. ¡Eres tú, caray, una hermosura bah! Desafié tu aliento de mariposa de la noche, con ganas de besarte como hizo él. Supe que tus zarcillos anunciarían que tus mejillas son frágiles, tersas y que tus verdaderas palabras se esconden para quien sólo se entera de oídas sobre quién eres... Tu libertad no la fija nadie: autolegislas. Tus ojos también son tiernos, lloran por mí, pero engañan. Seguro es el ambiente hostil que vivís. O que eres un pájaro hechicero y divino.

Eres la favorita de El Belloso. Lo sé, pero basta saber que él no te ama. Si te amara, no dejaría que otro vea tus muslos y quiera pellizcarlos. No habrías bailado así, como bailaste, sino por la amenaza a que te invocan...

Olor salvado del rencor, ¡qué dulcemente hueles, a mil millas de tu casa! No supe cómo llegué y busqué esa mano que me obsequia el cigarro pa' los nervios, cuando yo no tengo otra cosa que la miseria de mi aliento. Es un Alas, dijíste. Alas de ángel tuvíste para mí. Ni colones partidos a la mitad hay en mis bolsillos. Nunca antes he fumado y me has traído un cigarrillo que me quita el apachurre. Tal parece que me estás mimando, o me chiqueas...

¡Tan pijiado estoy que te debo las Tecates! Sonreíste. Dientes blancos, completitos. Boca que juele a goma de mascar. El Belloso no se puede negar. Te ayudará, me consuela. Después de él, soy yo quien mando aquí.

Ella se arrima y rodea mi cuello con su brazo y yo le miro las chichis lindotas. Se ríe. Ella tiene unos ojos grandes, chingueadores. Yo bajo la mirada. Me puso el chunche de uno de sus muslos en mi pierna. Estás retierno vos, te sonrojás. Acordáte, primo, que me fichas vos.

Vestida está de sífide. Falda corta, fácil de mirar su calzón. Y la piel suya es tan suave que exuda amor, tersura. Redime el deseo, revive el hambre de poseer, porque es compacta a la fiera dulzura y desata las ganas de palpar su carne y morderla con la paciencia con que a una manzana se muerde cuando es perfectamente roja y su pulpa es un cielo con sabor. Al bailar, Chepina revuelca el olor de la carne viva, abre conductos cósmicos y acelera la noche en plenitud. El amor que inspira estará formado por llamas. Sus pasos sazonados preanuncian el momento de tenderse, abrirse y gozarse, con palisandros y cedros y nogal, y echar muchas raíces en el interior de la tierra. ¡Hallar el agua dulce, el pozo de la dicha, las selvas y sus cantos bajo el cielo!

¿Con qué esplendor, ciego y profundo, primario e ignoto, danzo? Me llevó al centro de la pista, donde llovía una luz sicodélica, relámpagos de rojos y amarillos zarpasos. Se pegó a mí, enchinándome la piel... ¡Fue la primera vez! ¡Calqué sus movimientos! Bailar fue más de lo que soñé esta noche caudalosa como el Sonsonate profundo.

Me bailaste vos, te juro que no sé.

Pégate bien y no me pises. Aprenderás.

Yo sentí los pezoncillos túrgidos de ella, ricamente arrimados a mi piel y dialogué con su corazón y dije: ¡Ojalá pueda danzar así y me quieras! y mi ombligo se comunicó con una raíz de su pelvis y me habría gustado echar mis manos a sus nalgas, apretárselas, escondido entre las parejas de la pista, pero temí que la pepereche se enojara!

Feo volado si me viera El Belloso, berraco con la mujer que él explota para sí. Vino y me dijo: ¡Estás celeque, tú no sirves para nada! ¡No sabes bailar! Pues poco sabía de mí. He bailado entre tiros de metralla y nunca me han matado. Cuando las guindas militares limpiaban las zonas de Guazapa, no me reclutaron a la fuerza. ¡Me encabroné bah! Tuve que matar, ojalá sea la útima vez, dije a poquito que escapé. Seguro que no me olvidan quienes me buscan todavía. Sobreviví.

Se hizo casi de madrugada. Y un pensamiento, por enojo, encendió mi corazón. Llegó una gente de El Belloso a reclamar al primer grupo de pollosMejor que nos vuelvan por aquí, porque los vamos a madrear...

¿Qué harán conmigo?

Después quien entró al lugar, ya a puertas cerradas, fue un contingente de clientela que provino de otros congales de la vecindad. Venían por su mota. ¡Si imaginaras, jefita, el lugar en que estoy! Este grupo no baila entre pobres infelices como yo; no comulga con pollos tránsfugas. No entran a El Fracaso, donde las entradas huelen a puro meado y las puertas traseras, mucho peor. Dijeron que al Adelita's Bar la mota la surten desde aquí. Que las ficheras más lindas, veteranas, las reclutan acá y, así pasan, de un lado al otro; pero Chepina sigue siendo la reina, la que más atrae a todos al fichar. Baila. Enseña su loco piernón. Mezcla su arrogancia con la juventud y no se deja malquerer. Ella es quien da precio a la pasión, capricho a su voluntad.

Algunos sombrerudos y narcos de este montón trajeron consigo a mujeres más perfumadas y alhajadas que las que fichan en Coahuila. Supervisor de ellos, al parecer, fue éste, policía migratorio, y aún hace galas con sendas placas y su acento anglosajón, aunque su pinta es de apache, hijo del malvivir. Es el concesor de protección. Su lema es: Cuentas claras, dinero por delante...

Es un cucho, cuico odioso, prepotente, cínico. Y su pelo colocho se está volviendo gris. Alburea, con escarnio, al mismo dueño del congal. El Belloso es una sombra cuando él comanda. Ambos, el segundón y el cucho, tratarían sus negocios. Se coquean en la noche; se amanecen allí.

Fue el primero quien dijo:

¡Que baile la Chepina y al narizaso, cabrones!

El grito fue mandato. ¡A joder!

Este acto es el lujo de la noche. Ultima fase de un volado antes de amanecer. Se guarda para la bola de coqueros. Te rifan, amor. Te hopean. Tu noche se apuesta a la ventaja y los alardes de estos mogrollos con pulseras y cadenas, alhajudos. Y profanarían hasta sus madres por ver la leche correr. No en balde, al comprender el proceso, comienza mi tristeza otra vez.

No vengan los muertos a prometer la vida que les falta. Están ya muertos en vida y no lo saben. Ella es quien sabrá si les oirá; no venga nadie que no la necesite. Sólo ella ofrecerá más, si es lo que quiere. ¡A ver quién se la lleva esta noche!, grita el pinche milico... No vengan los más vivos a despreciar el árbol de su vida, porque de ese árbol me alimento. Ella es la vida verdadera que me salva del odio y la desolación. No venga Satanás en forma de culebra a prometer el Reino de lo Oscuro. No vengan los mercaderes a robar sus secretos. No venga el narco impío, el Soberano Cabrón.

De por sí, ella es luminosa; pero estos ciegos no la ven. Aquí el ambiente huele a vicio. Ella no.

Colocaron los reflectores de modo que se iluminara el centro de la mesa. Yo sí la ví en una esquina, todavía persignándose. Yo era un poeta del campo, asustado y en la miseria, enamorado. Que no venga el acusador, incluyéndome, por olfato de torva virulencia, a poner una falta, a dar toque de queda y prohibir su holocausto de conciliación y buena voluntad.

Ella subió sobre la mesa. Lo supe por el olor de maravilla: su belleza sensual. Una media luna, su sonrisa, me avisó. En medio de su boca, ví su dentadura, envidiable y clara como la pulpa del coco. Detrás de la bragueta, mi pija se cargó.

Por un momento, me jacté. Ella no sonreía a nadie. Quizás a mí. Chiquiadora pueh... ¡Qué pedantería sentimental que yo lo diga! A puertas cerradas, su danza comienza. Se contorsiona al vaivén de una música rítmica, melosa, alucinante. Arropada por el espacio, aguijonada por las luces rosadas y azulosas alternativamente, se desabotona la blusa. Zafó una hebillita que ceñía su sostén y su falda. Se acaricia las caderas con sus propias manos. Juega con los bordillos de encajes de su enagua verduzca. Así serán los montes lamidos por penumbras de las tardes, allá en El Salvador.

Un giro voluptuoso y liberó las chichis. Sus pezones quedaron al fresco, mordidos por suspiros de la gente. No tuve más remedio que mirarlos; no quería cerrar los ojos y no verlos. ¡Pero estaba tan celoso ante los gritos de la chusma que, viéndolos yo con mi vergüenza en vilo, pensé que los quitaba de la vista de la gente y los guardaba en un refugio secreto de mis ojos!

No tuve hasta entonces una idea sobre el por qué del rito en la cantina; pero creí que adivinaría el final y que el odio me partía el espinazo otra vez. ¡Mi niña se rifaba como objeto erotizante entre esta selecta muchedumbre, lombriguera! Ahora, cuando mi corazón palpitaba, traicionado con mucha más pena que discordia, ella bajó su zagalejo muslos abajo. Utilizó las punticas de sus dedos. Echó mi aliento abajo, golpeando los campanarios del deseo y volcándolo contra mis propios suspiros.

Su sensual lentitud espanta a los espectros. ¡Deja un silencio, con muchos ecos! Demasiados suspiros se mueren en el aire. Se acarició los muslos. Una mano fue rumbo a la vulva. La embejucó a sus entrepiernas, como serpiente enroscada entre lianas. Tenía los dedos bajo el elástico de las bragas, buscándose el pitón o un ojo d huracán porque ella es hija del Edén. Después ella amasaría su sexo con las palmas de sus manos. Y oliscarías sus dedos para verificar su olor de mujer. Llevó a la boca el índice, el pulgar, el meñique... golosa, insinuadora, como quien va y prueba un caldo sin más cucharas que sus dedos. O el sazón de la sopa en cocinas del rancho. Sabroso horno tienes de seguro entre tus muslos firmes y torneados.

Sin dejar de menear su cintura, se colocó de espaldas a la muchedumbre: movía su traserito como una batidora. O un molinillo de café. Cocinaba las pupusas del deliquio para mi arrobamiento. Desde un toldo profundo, más allá de las bardas fronterizas, dije: Gracias. Volví y te amé.

¡Estaba en pantaletas como manjar servido! Un tamal, el sexo. Tal vez será un monte sembrado de chirimoyas y anonas. ¡Qué tarugo el corazón mío; no quise mirarla cuando más la aclamó la gentuza por querer verla sin calzones! Vestía un bikini de seda, color esmeralda, tan breve que, ultimadamente, viéndola de frente, por un par de instantes, me guardé su imagen de montículo. Ese chocho habría de ser como volcán de lava ardiente. Yo también erupcionba. Cantó fuera del alma mi pájaro burlón. Se mojaron mis muslos; se secaron mis labios, sólo por haberte contemplado.

Como complemento a su paisaje, ella tiene unos vellitos prietos o una discreta red castaña de matojos Debajo del ombligo y, a la vista, se dibuja como araña peluda que se detuvo al pie de un laberinto de miel o a una colmena. Abajo, la dimensión de su pupusa se pierde en el color canela de su carne, pero su centro tiene un negruzco plomo, como lo espeso de la noche y nogal purpúreo donde empieza una rosa, su clotis espinoso. Viéndola así, con todos sus detalles, de a tiro que los canijos clamaron por su desnudez como perros en jauría. Los dólares volaban sobre y debajo de la mesa.

Ví, sus tetas que, regocijadas por el ritmo, encantaban. ¡Duras, espléndidas, juveniles! Un segundo de su esplendor, ya al contemplarla toda, y me conmoví...

Los gritos tan cochinos me asustaron.

¡A la puerca se van! No quise ver más. Oírlos dolía como una puñalada. Chepina me estaba matando después de levantarme entre los muertos. Mi mente se fue a Los Angeles, a los mitos de la ciudad donde mi madre ya no esperó más. Mi pasado se paseó como los burros por toda Centroamérica. Me pesaron las piernas al erguirme. Iba a escapar de la mesa y el congal, irme por charrizales de la oscura Tijuana. Iba a correr, a olvidar su lindo olor, pepereche, a comer polvo y arcilla de caminos amargos.

No voy a soñar contigo, olor salvado de dolor. Decepcionas. Esta fue mi muerte y vida, descuajándose en público sin control de mi parte. Mi alma se molía en alguna matanza incomprensible, inexpresable... Me apachaste, mujer.

¿Por qué bailas así en el resbalón del hombre? Calla y no lo digas. ¡No quiero saberlo! ¿Por qué pasas a las manos del hediondo más canijo, por qué te vendes y rechazas al sobrio y al triste, de repente, si me has visto y por horas me has compadecido?

Al fin me puse en pie. Vaya jodido, ¿quién habría creído que, a las orillas del río de Paz, en Guatemala, camino a este falso paraíso, los compas nicaraguenses, me asaltaran?... Que te reclutás, gústele a usté o no, vas con la Contra, me gritaron, o te morís aquí. Pues aquí muero, veníte vos a matarme, dije ... pero yo voy a ver a la jefa que me parió. Al fin me puse en pie después de chica pelotera que formé en la memoria. Nunca olvidaré que maté a cuchilladas por mi porción de libertad, aún mal servida, despatriada. Sí, maté otra vez.

Hoy que ví, bajo tu enagua, el amasijo mojisco de tu pusa, ¡ay y la parte trasera de tus muslos, tu culo que se batía como un metrallón que vomita sus disparos en el aire, me hallo más ensangrentado dentro del alma que en la carne! Has dolido más.

Al fin, con tu provocación de hembrita tan chilosa, me has derramado en este achís de quererte, siendo para mis actos tan prohibida. ¡Sería más fácil volver a matar que quererte! Tú te descantillas. Te echaste la maroma de encuerarte. Te ríes junto a esos hombres que no conocen el olor del carago que yo adiviné en tu cuerpo y con el cual me hechizaste.

¡Tan cerca estuve yo de irme contigo a Achuachapán y volver a jurar ante el Monumento al General Menéndez, viva la Revolución, capacitámonos para la paz, seamos honrados y decentes, por una generación de justicia en esta patria que es Cristo Salvador!

Y, por estar cerca de tus ojos y mirarlos con timidez, ¡qué paradoja! Me desmiento al decir: ¡Eres sagrada! ... aún creyéndolo. Por ti, yo lucharía, aunque tenga que matar. Vengar a los niños que han volado en pedazos en las selvas, las bombas asesinas y el complot de las zonas minadas. Lloro aún las cipotas violadas en aldeas, o las hambres padecidas y las viudas sin consuelo, mis hermanos reclutados en las guindas. Quiero paz y me llevas tú de nuevo al desgaste, al dolor que no tiene caminos...

Aullaban por tí. Te bajaste de la mesa mientras El Belloso y el Cocho de la migra se hartaban con el dinero de tus bailes. ¿Pa' qué decir a vos que me voy? Empero, hallé tu mirada de ojos ardorosos siguiéndome. Pensé en irme sin decirte ni adiós pueh. Me pijiaría esta choya si hablara más y te dijera ya no creo en tí. Que por un acto final, que son desbalagos de tu cachondez, tu olor naufraga. Te pierdo. Que has vuelto a esconderte en ese más allá desde el cual nada puede conocerse ni verificarse en su verdad.

¿A dónde vas?

De repente, tiraste de un mantel violentamente. Echaste las copas y las botellas al carajo. Te arropaste los senos y gritaste:

¡No te vayas, saparruco!

A toda prisa, saltaste a tus pantaletas nuevamente. Como un choco, con el rabillo del ojo lo ví. Creí que sería la útima vez antes de perderme.

Ganaste, menso. ¿A dónde crees que vas?

Corriste hacia mí. Yo no lo esperaba. No habría querido oirte. Tu boca me sorprendió. Besaste con ardor la mía. Como becerrilla que mama, apresurándose. Me hallaste la molleja. Como un tamagás, tu lengua entró entre mis dientes, barzoniada, porosa, rascadora, hábil como una culebra. Clavaste en lo más tierno tu filero de esperanza. Tu beso me quitó la pena de repente. Chupaste tu redención a mis expensas. De paso, reconstruíste mi anhelo de esperarte.

La gentuza ni se molestaba ya en mirar. Te habían perdido. Aquella turba, imbécilmente sonreída y envidiosa, te olvidaría también. Zampó la idea en sus cabezas: Hallaste a un hombre, salvador de tu reino. Desafiaste todos los vaticinios. Y, peor aún, ¡iba yo a apelcocharme con tus huesos y pulpezas! No para tí, para ellos: yo sería un miguelero que supo cómo chuliarte con su triste estampa de baboso, mejor que todos los que te desearon!

¡Suerte que tienen los que no se bañan! Habían perdido y tú te irías conmigo. Había sucedido otras veces, con las mozas del campo y la provincia, con las más bellas y fuertes guanacas! Se redimían y supe que fue verdad cuando salimos.

El Belloso y el Cocho sorbían el polvo blanco. Cenaban por sus narices. Su alimento, líneas de coca, inhaladas por el hueco de popotes, arregladas en hileras con navajas y tarjetas. ¡Qué utensilios, basura, bah! Nos dijeron adiós con la mano y nos chotearon, a viva voz:

Se fue con un pendejo esta noche, pinche güila. Ya no la veremos más, Belloso. Los hambrientos, como él, se llevan lo mejor del ganado y ellas lo arriesgan todo y se van a la chingada.


Posdata: Salvador se casó con Josefina. Dejaron las miserias de Tijuana. Se mudaron a Los Angeles. Ella conserva el Corvette de sus viejas andanzas. Lo apostaron todo al futuro. Para el muchacho, ella es aún sagrada. Procrearon tres hijos. Dolor, por su olor salvado: ¡han sido felices! pero ya nunca volvieron a El Salvador. Un reportaje, en la sección «Inmigrantes», de El Reportero Gráfico (Orange County) fue el documento base de este cuento y se publicó en junio de 1992, bajo mi firma.

LUISA FERNANDA LINDO



Replegar las palabras, volverse
silencio. Repetir las formas sin
caer en el error de la copia. No
ser siquiera la imitación de otro.
Todo se torna extraño, todo
se torna lo mismo. Yo, sumergida
en la ciudad abandonada, presa de
historias que ya todos olvidaron
menos yo, que me fui y me quedé
en un tiempo suspendido.
Me fui quedando, y quedo en
fantasmas. Quedada es aquella
que se deja estar. Quedada también,
la que se fue jurando no regresar.
Ahora el espejo roto, y mi
empecinamiento por reconstruir
una imagen astillada.
El silencio está hecho de mentiras.
Pero no me convenzo. No puedo mentirme.
No puedo adherirme al silencio.
Hipotecar mi palabra y vestirme de otra.
Alguna vez alquilé frases hechas, habité
lugares comunes y vendí baratijas. Ahora,
no perdono el hecho de sentirme embaucada
en casas sin techo, en donde suenan objetos
hechos de vitreaux. El vidrio me lastima.
Duele el vidrio soplado. Siento vértigo
de adentrarme en la feria de objetos artesanales.
Hecho en casa. Hecho a mano. Hecho mierda.
Desecho.
Y me despojo de todas las palabras que
aprendí en los libros del mostrador de vanidades.
Una sola palabra te legitima. Una palabra te nombra.
Uno mismo se nombra, se llama,
pero no voltea.

MARCELA PARRA



Fábula de la divina providencia y una lata de jurel

Abierta de cuajo y de piernas abiertas
de un tajo metálico
hijos muertos va pariendo
pariendo aunque más vale por vómito
que por parto.

Por parto más valdría seguir pujando
por vómito
abierto un cuajo de tajo metálico.

Una vez he aceptado ya ser cómplice
de este daño
y esparcido en un segundo el cementerio en el mantel.

Me distancio del encuentro
con la lata de jurel
por comer sobre una herida
y les digo, yo también poseo mi tajo metálico.

Me vale más decirlo
y no descubran por la fuerza
que de fuerza yo he vivido
he fingido por la fuerza
la que arrastra objetos a la hierba
esas desmayadas, objetos de todo condón umbilical.

Me desvío y vuelvo a ratos
en aquello que se conserva
algo del bestiario del jurel y las arvejas.

Pero por qué no mis manos (por mi culpa)
por qué no mi regla (porque sangro).

Preguntaste cuando niña ¿por qué yo sangro?
si nunca me he pegado entremedio ni en la nuca
sólo en las rodillas
de ahí para abajo de las piernas
(por tu culpa, por tu culpa, por mi vulva).

Apenas excomulgan los puños en el pecho
y el deseo castigando
en cómodas cuotas mensuales.

Eso y más me vale por vómito
que por parto
pues tengo el cuerpo desahuciado en una lata de jurel.

SOLEDAD CASTRESANA



advertencia a los que se pierden por deseo

para no llorar
Capitán prefirió
que le arrancaran el ojo

moscas verdes
le copulaban la cuenca

yo sí lloraba

papá se acercó
con la navaja

el ojo era chiquito
en su mano de héroe

el perro no se movió

sostuvo la mirada del filo
mordió el aullido

nunca dejó que le taparan el hueco •




charco en calma

arde la lluvia
si roza las rodillas
la huella de las chalas
la marca de la hoja

empecinadas las ortigas
se niegan al peso del agua
sus aguijones inquietan
el ritmo hostil de la cintura

el rebenque
lastima la calma del charco

sudor de mujer y de yegua
confunden el cuero

la hembra
de cara en el barro
busca el sentido del tacto

cerdos y gallinas
deshacen los rastros •





la suerte del que come


un pollo salta
va dejando sobre la arena
el rastro de sus tripas
la sombra tibia de los órganos
que insisten

cada paso lo ahueca

cuando queda vacío
huesos y plumas
cae
sobre otro pollo rendido

en un rincón del gallinero
con la cloaca del ave
todavía entre los dientes
el perro se relame

no conoce
la suerte del que juega
con la comida del amo •
Soledad Castresana

Soledad Castresana
del libro Carneada (Buenos Aires, Alción, 2007)

13 de febrero de 2009

TRABUCANDO LA IDENTIDAD DEL SER LATINOAMERICANO


TRABUCANDO LA IDENTIDAD DEL SER LATINOAMERICANO

¿Conqué valores puede compenetrarse el ser latinoamericano para encontrase a sí mismo en su plena identidad si estos son nulos, escasean o se hayan quebrantados? ¿Acaso cuando obtenga la tipicidad de su propio desarrollo material o descubra nuevas formas de subrevivencia política, económica y cultural? ¿Continuará perdido y confundido en su laberinto de mitología histórica en donde lo que abunda es la zozobra, la angustia, la deshumanizacion y la soledad?

—Todo queda en un dispendio mental de especulaciones abstractas y de referencias cultureras, librescas, y sin concreción con los componentes subjetivos y objetivos de la realidad.

Lo que si se puede asegurar es que la identidad latinoamericana más que una forma de conciencia compartida es un mecanismo de autodefensa del cual se valen los desclasados y marginados para sacar la cabeza del fangal y oponerse a las amenazas y los despojos de cualquier índole.
Los problemas culturales que ocurren en la conciencia y el entorno de las clases pobres, marginadas, paupérrimas y miserables de las sociedades latinoamericanas, y en las que el grueso de la población se constituye por mestizos e indígenas, y son los “temas” o cuestiones centrales en los —hoy de moda— estudios culturales.
Y no esta de más decir que dicha labor académica se disfraza como lucha literaria desde las entrañas de la burocracia político cultural. Y vaya manera de incursionar en las insensateces y los cretinismos. Fingiendo que promueven el bienestar cultural para las clases desposeídas, y abogando fórmulas y recetas totalmente erróneas, cuando no ridículas y disparatadas, olvidan la verdad artística (o sea, histórica) y en sus conclusiones no ofrecen nada que no sea la una actividad “cultural” de gúevoneria intelectual encaminada a matar el tiempo y a desmoralizar a la plebe que quiere organizar su vida en alternancia con una evolución cultural.
Futilezas y más futilezas en íntima relación con la subcultura chatarra. Esa es la lógica cultural del capitalismo tardío, como dice Fredric Jameson. Pero, como dijera un teórico renuente a renunciar al marxismo, lo que hace falta ante esta confusión degradante, es un desafío directo al orden existente en la política y en el arte, una verdadera rendición del mundo por medio de cualquier modo formal que el artista disponga. Esto significa, en primer lugar, vencer la crisis actual que existe en la perspectiva artística.

Tijuana es el culo de San Diego

Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...