29 de febrero de 2008

TIJUANEO: UN TÍTULO QUE SE ACOGE AL CLICHÉ


TIJUANEO: UN TÍTULO QUE SE ACOGE AL CLICHÉ

Sumidos en sopor letárgico de sus contradicciones, y como si compitieran para concebir las más sublimes ideas de la humanidad —pero igual que los ciegos que no ven el sol en el cenit— los anónimos editorialistas del fanzín «Tijuaneo» (año 2, número 14, enero de 2008), pensando que su islilla es la única que existe, echan así el arrebato de sus campanillas:

«Porque Tijuana es nuestra hermosa ciudad, nuestro nido, en la que muchos nacieron y en la que otros han sido adoptados con el paso del tiempo, pero a fin de cuentas es la ciudad de todos los que vivimos aquí y la hacemos crecer, es un auténtico bastión para el futuro del país».

Qué barbaridad. La realidad es ahora una figuración y, mientras se cantan loas, Tijuana se columbra con sus «dosis de asaltos, extorsiones, secuestros y encobijados, situación que mantiene en vilo a la sociedad bajacaliforniana» [Tijuanazos y tijuanaches, «Tijuaneo» # 14, enero de 2008, página 5]. Tijuana es una «hermosa ciudad» y «un auténtico bastión para el futuro del país», debido a «la inaguantable cantidad de basura que se acumula en algunas áreas de la ciudad y que además de causar un espantoso y desagradable espectáculo, es un foco de enfermedades» [Tijuanazos y tijuanaches].
Las palabras cobran sentido para quien las escribe pero no para quien las lee, y más cuando las hipótesis de refutación se apoyan en evidencias empíricas. Considérese lo siguiente: «Sea lo que fuere, una ciudad sucia no califica para ser un atractivo turístico y no es lo que se merecen los tijuanenses» [Tijuanazos y tijuanaches].
Ahora esto: «Hace pocos días, el Ejército capturó en Baja California a 20 personas entre sicarios y capos del cártel de los Arellano. El gobernador Osuna Millán presumió el hecho ante los medios como un triunfo» [Raúl Ramírez Bahena, Mandos militares a seguridad pública, «Tijuaneo» #14, enero de 2008, página 60].

—Y todas las citas fueron extraídas del mismo fanzín, pa que no se crea que hubo cachirulazo.

Mas allá de ensimismarse en espejismos, los tijuaneos deberían contribuir a que la verdad desbarate las patrañas. La fantochesca manía de ver con esos ojitos lagañosos a Tijuana parece seguir una línea bastante ortodoxa de mitos y supersticiones tan vacíos que pueden ser llenados con cualquier contenido histórico. Como si los lectores que nos chutamos el pápiro que regentea míster Rocktavio Hernández fuéramos unos bobalicones. Se les agradece el servicio de información que prestan al público de leyedores y que, por su importancia, dicha labor de escritura comunicativa y de difusión como apuntaba don Antonio Gramsci, «no puede confiársele a cualquier chapucero aprendiz de redactor, como suelen hacer algunos periódicos: exige el máximo de responsabilidad poética e intelectual y el máximo de capacidad literaria y de inventiva en las ideas, en los encabezados, etc.» [Cuadernos de la cárcel].

—No hay que olvidar que las quimeras siempre se rompen como las pompas de jabón.

NOTAS PARA EL TEXTÍCULO «NUESTRA CAMA ES DE FLORES»


NOTAS O HUEVOS DE COCHI

1.- Véase el Vertedero de cretinadas intitulado «PADRÓN ESTATAL DE POETAS DE LA BAJA CALIFORNIA».

2.- Dando cuenta de la poesía de la señorita Paula Peyseré (Buenos Aires, Argentina, 21 de abril de 1981), remito a los lectores al articulejo «PAULA PEYSERÉ O LA POESÍA COMO POTENCIA VERBAL». Nada untuosa ni mojigata, cuando esta boludita toca un tema escatológico, su caterva terminológica surge como cosa normal; es decir, la Peyseré se porta como si empleara vocablos biensonantes o versos sáficos y sin el menor viso de pudibundez ni se anda guardando distancias al construir el discurso poético:

Canción del cuerpo sin órganos

lo que me canta el culo comprende
un chiste para un reo y un bobo

o cualquiera se daría cuenta que no es sano

lo que me canta el culo predica: flor es egoísta
separàla de las otras, las màs verdes que no pretenden
corola ni tienen coronita

lo que me canta el culo, dàte cuenta -incluìlo-
encanta en su mafia;
mi Capacidad de olvido

ya no me acuerdo,
lo que me canta

(... algo cariñoso, estrofas
quejidos de niña simpática que grita,
se le va de las manos y grita)

se pone nervioso cantando y arremete •
Paula Peyseré

3.- En las anorexias filosóficas o en las porciones del sentido común (según sea el caso) que palmea como perspectivismo relativista de nuestra realidad inmediata, pudiera ser que si haya —por exigencias de prerrogativa estética (o antiestética) del escritor— putas decentes que no sean catalogadas como sinónimas de «pendejas», sino todo lo contrario.
—Pero… ¿hay putas decentes que no son pendejas?
—Claro que las hay. Pero, ¡uuuy!, son de familias distinguidas. Las únicas que los mojigatos toleran, y las aceptan por que están en deuda con don Dinero y doña Política, y no pueden renunciar a los privilegios que la pareja les ofrece, de ella se sirven. Los mojigatos reproducen su ideología y sus hábitos, defienden su moral decadente a ultranza. Esa es la razón de sus chanchullos lingüísticos; se vale romper con los recatos, cuando las putas ricachonas, gracias al decoro del deslenguaje que pulen los mojigatos se transforman en señoras respetables y no se les dicen putas sino "mujeres de mucho mundo"; en cambio las pirujas de arrabal, como están más peladas que las mangas de un chaleco, continúan siendo putas.
Lo decía don Francisco de Quevedo:

"porque las putas graves son costosas, y las putillas viles, afrentosas."


—Esto es ya muy sabido, que el mojigato según el tamaño del sapo da y quita el decoro. El mismo que "da al bajo silla y al cobarde hace guerrero."
—Y, para remachar, volvamos con el señor que escribía con las uñas aceradas:

Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

[Desengaño de las mujeres, Versos de burlas].

4.- Para una aproximación del capitán del libro de antología poética erótica mujeril, véase el Vertedero de cretinadas, anunciado con el cabezal «LUPERCO CASTILLO UDIARTE O LA POESÍA COMO ANUNCIO INSUFLERO».

5.- Esta poeta, aunque no es tan maleta como aparenta, con este tipo de parafernalia megalomaniaca se autopromociona en su vitrina bloguera:

«Elizabeth Sobarzo Gaona. Ensenada, Baja California, Mexico. Escritora, autora de los libros Sueños bajo la lengua (FEBC, CONACULTA), Vino de boca, Athame Editorial. Ganadora de la mención honorífica del Premio a la Juventud 2000, Coordinadora de Salas de Lectura (CONACULTA desde 1999). Es fundadora y responsable del círculo de creación colectiva arte_factos (2001-2007) Ha publicado en diferentes revistas y periódicos. Ha tomado cursos con maestros como Dionisio Morales, Francisco Hinojosa, Alma Velazco (Distrito Federal) y Flora Calderón entre otros. Promotora de la lecto-escritura (CONACULTA), Directora de Athame Editorial. Editora del Tríptico mensual “TRIP poético” y del fanzine “art y maña” el cual se distribuye en México, Guadalajara y Argentina. Ha sido tallerista de varios grupos, Ha sido compilada y traducida por Roberto Castillo en la antología de poesía erótica femenina (2007 CECUT CONACULTA) Nuestra Cama es de Flores/Our bed is made of flowers. y Antologada por Flora Calderón Ruiz en el taller de La Caverna Dizquelexica».


6.- Respecto a este concepto de omnipotencia patronal, interesa ver lo que el máster Antonio Gramsci escribe en una de sus tantas notas carcelarias:

«En un artículo de Alessandro Chiapelli, “Come s'inquadra il pensiero filosofico nell'economia del mondo”, Nuova Antologia, de 1 de abril de 1931, se pueden recoger elementos para mostrar que en todo el mundo occidental, a diferencia del asiático (India), la concepción de Dios está íntimamente atada a la concepción de propiedad y de propietario: "[...] el concepto de propiedad, igual que es el centro de gravedad y la raíz de todo nuestro sistema jurídico, así también es la urdimbre de toda nuestra estructura civil y mental. Hasta nuestro concepto teológico está a menudo forjado según este modelo, y Dios se representa a veces como el gran propietario del mundo. La rebelión contra Dios en el Paraíso perdido, de Milton, igual que en el poema de Dante, se representa como el temerario intento de Satanás o de Lucifer de expropiar al Omnipotente y deponerlo de su altísimo trono. Un agudo colaborador, director precisamente en otro tiempo del Hibbert Journal (Jacks, "The Universe as Philosopher", Hibbert Journal, octubre de 1917, pág. 26), cuenta que asistió a una conferencia en la cual la prueba de la existencia de Dios se obtenía de la necesidad de postular un propietario o poseedor del mundo. ¿Cómo podría creerse que una propiedad tan grande, tan selecta y fructífera, no pertenezca a nadie? Es, en sustancia, la misma pregunta que se hace en el sublime monólogo el pastor errante del Asia, de Leopardi. Puede dudarse de que haya habido o no una primera causa del mundo. Pero la necesidad de un primer propietario tiene que ser manifiesta e indudable". Chiappelli se olvida de que también en el Credo Dios es "creador v señor (dominus, amo, propietario) del cielo y de la tierra"»
[Cuadernos de la cárcel, tomo 3, página 119].

7.- Recuerdo que el pro Rubén Vizcaíno Valencia, con sorpresa iracunda y botandeándoselas, mientras cogía las ediciones números 3, 4 y 5 de los «Cuadernos Existir», en los que fueron publicados, respectivamente, los poemas de la Paty Blake («el árbol», noviembre de 2002), de la Teresa López Avedoy («piedra papel o poema», febrero de 2003) y de la Aurely Monraz («El libro de los cuatro elementos y dos más», abril de 2003), mostrándomelas me decía:

«Mira, me acaban de traer esto; que es pura basura. Son poemas de muchachitas que quieren hablar de "¡ayyy, uuuuhhh!, me hace falta amor", o de una mujer que dice: "yo tengo la puerta abierta... que no sé qué; ¿por qué no llegan?". Es una cosita ingenua y anticuada porque no pueden hablar siquiera de lo que pasa en el tiempo, solamente hablan de sus experiencias personales, íntimas, y nada más. Son poemas que hacen para ellas mismas o para un pequeño grupito de amiguitos, de compañeritos de salón de clases. La poesía que hoy se escribe la ves como anticuada, empobrecida, localista y empequeñecida, pero algunos poetas, excepcionalmente, tienen cosas muy valiosas, verdaderamente hermosas y que alcanzan a salirse de nuestro tiempo y de la experiencia individual, y aciertan en algún tema. Es, por decir, de esas iluminaciones, revelaciones en que llega Satanás y no sabes ni cómo»
[Rubén Vizcaíno Valencia, Autobiografía oral, julio de 2003].

LA DEFORMACIÓN DE LOS HÉROES LITERARIOS DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO


REGÜELDOS TERTULEROS
blognovela

CAPÍTULO LVI


LA FARFULLA DE LA VEHEMENCIA
[O AQUELLO QUE A DURAS PENAS PUEDE LLAMARSE POESÍA]


Para las festividades programadas con motivo del día del niño, los representantes de orfelinatos y casas de indigencia del estado de Baja California le pidieron a la comunidad artística y cultural que les proporcionaran trescientas piezas de pollo (de preferencia doble pechuga y marca Bachoco); y la respuesta fue que los artistillos y promotores culturosos dijeron que no estaban en condiciones de cooperar con tal ayuda pollífera, pero argumentaron que si los menesteros pedigüeños tenían la necesidad de 500 poetas, bien dispuestos estarían los miembros de las cofradías cultureras de servirles.

—Y cabe agregar que el aprovisionamiento lúdico estaría dotado entonces con la siguiente flota de aquiescentes ridiculones: el Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, el Pancho Morales, el Luperco Castillo Udiarte, el Alfonso García Cortez, el Erasmo Katarino Yépez, el Tijuana Gringo (Charles Daniel Thomas), el Juan Martínez (el poeta que arrastra las patas), la Aída Méndez Flores, la Teresa López Avedoy, el Francisco Morales, el Horacio Ortiz Villacorta, el Juan Carlos Reyna, la Mónica Morales, el Adolfo Morales Moncada, la Paty Blake, la Julieta González, el Antonio Mercado, la Ariadna Hitchel, el Juan Salpri, la Luxia López, el Miguel Quivira, el Roberto Navarro, la Hadia Farfán, la Paula Elena Castillo Hurtado, la Elizabeth Salcedo, la Diana Licéaga, la Miryam Ruiz, la Mariana Martínez, la Lorena Cienfuegos, la Sharon Vázquez, el Gilberto Licona, la Amaranta Caballero, el Roberto Partida, el Gerardo Navarro, la Mayra Luna, el Ricardo Mendoza, la Olga García, el Francisco Bustos, la Bibiana Padilla, Esparza, Paulina de la Cueva, la Rosa Espinoza, la Isabel Velázquez, La Jissel González, el Javier González Cárdenas, el Edmundo Lizardi, el Jorge Ortega, el Bruno Ruiz, la Alejandra Rioseco, la Elizabeth Algrávez, la Bibi Padilla, la Abril Castro, la Violeta Villavicencio, la Brenda Yáñez, el Pedro López Solís, el Omar Pimienta, el Eduardo Cong, la Jenny Donnovan, la Margarita Valencia, el Fidel Lucero, la Andrea Escudero Curiel, la Aglae Margalli, Martha Edna Castillo, la Mara Longoria, la Alma Delia Martínez, la Adriana Sing, el Pedro Camacho, La Esalí (Estela Alicia López Lomas), la María Edma Gómez, la Ruth Vargas Leyva, la Ana María Fernández, entre otros volcancillos que eructan más pedorrera que poesía.
—Providencia de prestar servicio a la humanidad cuando el institnyo de la necesidad los alumbra.
—Vaya forma de devolver el cadáver a la tierra.

25 de febrero de 2008

«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» O CUANDO EL DIOS PAN PRODIGA CUIDADOS FÁLICOS


CUANDO EL DIOS PAN PRODIGA CUIDADOS FÁLICOS

En lo que respecta al libraco «Nuestra cama es de flores», la mujer-poeta a figurar en la dichosa antología que doña Tere Vicencio (efectiva del CECUT) le encomendó a su compadre Luperco Castillo Udiarte, debió someterse a la misma tesitura lógica de la mujer común y corriente, en el sentido de ser contemplada y calificada por el omnipresente jurado unilateral masculino.

—Ah, y nada de intransigencia en contra de su promotor poético. Bueno, si acaso orgullo y ostentación.
—¡Nálgame, Dios! Un machito es el que dice quién sale o no publicada. De otra manera la conquista editorial de sustraer el sentimiento al coño, pues resulta vana y frustrante.

El placer, como a veces el canto poético, deriva de los vínculos del engaño y la manipulación, del postulado de dar y recibir satisfacción. Qué loable intención didáctica. Egoísmo y adoración como principales alimentos espirituales de una relación amorosa-sexual, casi feudal como la que le incumbe a una dama y a su séquito de vasallos. El autosacrificio de la fémina es una autodestrucción porque en la clara idolatría que suscita el mito, lo que se denomina naturaleza femenina es un producto totalmente artificial. Se ha injertado en la idiosincrasia la creencia de que la naturaleza forjó a la mujer, dotándola de dulzura, encanto y delicadeza. Y muchas de las poetas antologadas en el broli «Nuestra cama es de flores» son vocingleras de ripios neofeudalistas y ridículas paladinas del patriarcado que se han allanado a la dependencia sexual creyendo que se trata de un acto de afirmación.
Abstracción cosificada y mella de confusión entre feminismo y mojigatería:

«Me arrepiento:
de haber cerrado las piernas
y que mi mano haya suplido tu esencia»


Elizabeth Sobarzo (página 94).

Y, en efecto, la sensualidad no ha perdido aún su aura nefanda de mojigatería:

«no acostumbro
besar el ombligo
de un extraño» •


Paty Blake (página 102).

Pensamiento y frustración. Virtud de la fontanería en la mística uterina, eyaculación de las tensiones y escurridero de jugos hacia la cloaca. El alma escindida de las ambivalencias. Según cálculos precisos, «a la hora en que los pelos erizados forman agujas».

—¿El acto sexual es una «entrega» y un acto de sometimiento?
—De placer, contestarán las más bravas y avezadas.
—¡Órale! (con acentuación fonética chilanga esta interjección, plis).

Y en el despliegue del autoengaño, siempre el «monstruo sagrado de las siete cabezas» —sociedad, familia, honor, religión, moral, deber, convenciones, principios— (dixit Teresa de la Parra) está presente en el artificio de la poetización, en la sensualidad deliberada que encierran los epítetos con los que se atiende a los apetitos del machincuepas. Y las literatas logreras están fascinadas con los machigüis del «subléme» canchanchán, excelso depositario de los ardores uterinos. Así se portan las enamoradas catequistas, extasiadas en sus arranques de pasión y efervescencia, reciben el elixir de la virilidad como fervientes devotas.
Y ahora que las intelectuales se han dividido en inteligentes y pendejas, habría que recordar a Andreas Salome, la que fuera amante de Nietzsche, de Freud y de Rilke, y quien ha sido todo un paradigma de la mujer que no depende de los hombres. Pocas mujeres de deslumbrante trayectoria vital como ella y la Simone de Beauvoir.
Aunque se haga alarde de una elocuente democracia erotico-sexual, gran parte de los poemas que contiene «Nuestra cama es de flores», se traducen en sermones anacrónicos, impregnados con una mentalidad reaccionaria, en los que no se salvan las distancias ni los abismos entre los sexos que se conjugan y se compenetran.

—¿Qué es preferible: una dama pendeja y complaciente o una ruca inteligente y amarga?



RETÓRICA TORCIDÍSIMA Y ENORMEMENTE CURSI


En la página 52 del libraco —que caponea don Luperco Castillo Udiarte— se encuentra el poema de Floridalma Alfonzo, intitulado «Vuelo nocturno». Pasemos a leerlo y a dar tinta de cómo pinta el menjurje estético.

La noche observa tranquila
dos cuerpos que se entretejen
rabiosamente.

A la nariz de la luna
llega el olor de amor y semen
derramado.

Ahora
la pareja duerme
mientras un rayo de luz
estremece la noche



—¿Estará al tanto la poeta Floridalma Alfonzo de que el acto sexual ya no es clandestino ni difícil de conseguir?
—Con quebrada y no.

Como es de advertirse, en forma análoga a otros malogrados poemas (Chuyita Yuriar, Adriana Sing, Guadalupe Esparza), el acto sexual sucede y culmina entre sábanas o cuiltas y, en cuanto la autora pone el punto final, la pieza lírica se desgaja y cae. El texto es una síntesis de retacería acumulada en una burda expectación de lugarejos comunes y expuesto a través del prejuiciado enjuto de la tercera persona (singular pronombre) que retrata —masticándose alegorías y metáforas de rigor con el gastado recurso de la personificación— una concupiscencia acartonada. En doña Floridalma Alfonzo la poesía se trasmuta en una especie de fábula de video-clip, cuya sensibilidad rumia en la impotencia de la «objetividad». Igual que muchas otras minas invitadas, la ñorsa concibe a la literatura como si fuera un vía de escape de la realidad que poco (o nada) tiene de real.
Muchas poetas subliman en sus textos lo que en el mundo real reprimen. La poeta, absurdamente, dice sentir lo que no siente porque no interviene activamente en aquello que plasma. Como los periodistas «neutros», habla sin pasión, de modo impersonal, sacándole la vuelta al acto del forniqueo. A lo más que llega la logrera mujer de letras es a percibir el tufo de semen y la desustanciada cosa que entiende por la noción de «amor».

—Ah, pero da gusto verla cómo asciende y levanta el vuelo, porque, de cincho, ella no sabe que una cosa es la literatura y otra la vida.

Sin embargo, Floridalma Alfonzo, con la conciencia estructural que la conduce a redactar desfasados versitos y empleando una retórica retorcidísima y enormemente cursi, obra a la manera de Chateubriand, pues nos quiere dar pata por pechuga. ¿Para que tanto adorno y rimbombancia cretina? El trayecto para llegar al afluente de los hidrófilos genitales es corto y el troquelado del proceso de estampón también es muy fácil: con la desenvoltura de un «pleyboyín» el bato llega y conoce a la ruca; acto seguido la embabuca; se la ensarta y luego «babai», ai te ves. El paralelo de las transacciones es para satisfacer la egolatría sexual (llegó, cojo y me voy).

—Naaa. Que nariz de la luna, que rayo de luz… y la chingada.

Ya lo dicen las feministas desahuciadas y arrepentidas, los amantes ideales son aquellos dos extraños que acaban de cruzar palabra y el mejor sexo lo proporcionan las papanatas, las de poco o nulo entendimiento, es decir, las pendejas son las que más disfrutan la cochadera. Y la estrategia de la obnubilación mental es la ideal para convencer y seducir a morras bobas.

—Aunque hay putillas muy delicadas que quieren poseer alma y conciencia, carnal. ¿Cómo la ves?
—Por eso —y por otras mengambreas no menos prioritarias— se legitima la putería, puesto que, en determinadas situaciones de premura o de hartazgo, es mejor pagar que persuadir. Y he ahí el motivo por el cual los batos, sea por comodidad o satisfacción, prefieren tirarse a una puta.

—¿Cazar el semen con la vagina? ¡Vaya negocio!, replicó con escepticismo sartreano doña Simone de Beauvoir.
—Y, ciertamente, como dijera un cholo metrosexual de la «Anabel», no hay cosa más estorbosa en una pirujilla que su pinche refinamiento que, a decir la neta, se trata de una actitud mamona que hace la vida estorbosa e impide disfrutarla.



MODOSA PERO MORBOSA COMO CHAMACA DE CALENDARIO

Con el arrobamiento del deleite que en hedonismo le corresponde, en el poema «Fetiche» (página 74), la poeta Karina Vázquez, entre vuelo de pájaro y fontanería seminal, con sosegada tranquilidad y previo a un polvote, nos describe una escena de hepitermia eclosión que, en términos rastreros, supone un chaquetazo marca «Acme». Vayamos a pindonguear el contenido del texto para dar constancia de cómo se las gasta la mina en el capul sexológico:

«Mis pies levitan sobre tus manos
se apresuran a tu goce
tu lengua recorre
con lentitud plácida
cada dedo
húmedos se enredan tus vellos
abundantes ásperos
con las puntas toco tu miembro
son diestras manos mis pies
te acarician con vigor
delicioso líquido tibio corre
por mi frío empeine
los descanso sobre tu vientre
agitado palpita tu corazón
el mío en espera
del próximo vuelo» •

Karina Vázquez

—Modosa pero morbosa como chamaca de almanaque kitch es la mentada Karinita.

Es innegable la sinceridad de la emoción superyóica que la ruca desparrama sobre el poema. Aunque en una versión muy diplomática y respetuosa de jalarle el buche al güíjolo a su amasio o cumpán, y pese a que el embeleco cachondero no difiere mucho de un servicio de lupanar, la pieza lírica en comento rebasa el canon de un simple ensueño masturbatorio y casi se logra como un buen poema. Es un modelo de inspiración fluida, legible, y sin ortodoxia estilística. La validez del texto estriba en que no revela ficción grafica, sino todo lo contrario, un estándar de plausible realidad que colinda con la confesión autobiográfica de una mujer ordinaria y en aproximación a la conjunción estética. Se trata de discurso lirico que, con más encanto que fuerza lúdica, pone en movimiento las emociones sin recurrir al sentimentalismo pasmoso ni a imágenes distorsionadas. La poeta asume su normal actitud que su condición de mujer le impone, adoptando una visión del mundo (cachondero) en un producto literario que sugiere o representa lo que es ella misma, sin lanzar reproches ni abultar los inminentes temores —de los apriorismos moralizantes— que siempre se invocan cuando la embriaguez del amor se disipa. [7]

15 de febrero de 2008

«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» O CUANDO LA MUJER ES UNA METONIMIA


CUANDO LA MUJER ES UNA METONIMIA

En los procesos de abstracción de la mística uterina que contiene el libraco «Nuestra cama es de flores» hay una variopinta presteza de las turgencias erótico-sexuales. En competencia literaria elitista y dirigiéndose a una exquisita y selecta minoría, las alocuciones poéticas de las minas antologadas sacan a la colada toda clase de trapitos y bisuterías retóricas. En la difusión del sermón erótico se reporta con prez el surtido de la despensa, desde una perorata de sermones y flores, pasando por vocingleos de viejas gruñonas, a canturreos de adalides del matriarcado, sacramentos del coito, sublimaciones de la penetración fálica, autoelevación femenina que no se alcanza por culpa de rufianes a cuyos pies se arrodillan putas y maricones, rapsodias de liberación sexual obstruida por el pecado y el sentimiento de culpa, objetivación del egocentrismo y la vanidad.
Todo esto en la inveterada situación de la mujer convertida en encanto lúbrico.
Además de una catarsis culturosa, «Nuestra cama es de flores» es un compendio de histeria sexual expresada en confitería poética. Sobre la mujer recae todo el peso del erotismo, la candidez épico-sexual. Por lo regular, casi todos los contactos sexuales cumplen el mismo cometido y, cuando no es así, los ensueños son sólo masturbatorios. Coño y polla se estafan y se regatean mutuamente las delicias del placer. Toxicomanía sexual a la que es difícil renunciar.

—Vayamos a ver algunos casos en los que la mujer es una metonimia, es decir, una pucha.
—Arre, Lulú.



EL COÑO APESTA PERO AGRADA

Adentrémonos al poema de Elizabeth Sobarzo (página 94) e intitulado «Penitencia», y démonos cuenta cómo la interlocutora pretende reaccionar con cierta dosis de moralidad o recato cuchupletero, pero sólo es un blof.

«Confieso:
Que entre desnudez y vida
no veo distancia.
Que entre dolor y sequía
habita la soledad.

Me arrepiento:
de haber cerrado las piernas
y que mi mano haya suplido tu esencia» •


Elizabeth Sobarzo

Por mi parte, confiésome yo que el poema en cuestión (que, a decir verdad, ni a poema llega) es uno de los peores textos que he leído de esa ruca. Alarde de cursilería barata. Con su discursito de mojigatería postiza, la Sobarzo se asemeja a esas tipas que no quieren admitir que están descontentas con la vida y que, dada la oportunidad, se ofrecerían como holocaustos en favor de la humanidad, creyendo que, previamente a su inmolación de mártir de las justas causas, hasta podría recibir un certificado de civismo refrendado por el mismísimo presidente espurio.
Por su forma retórica, el poema está trazado por la sintética guevonería del facilismo y la vulgar divagación. Es de una inspiración castrada que no alcanza, ni a mentadas de madre, el hipnótico delirio del que hablaba Juan Arturo Rimbaud antes de partir a Abisinia. La ruca solamente se consagra a darle un valor de ornato a su «yo», ponderando las más lacerantes carencias sexuales.
Continuando con la pasarela programada, y en la misma escala de tonalidad que postinea la poeta Elizabeth Sobarzo, se registran otras ridiculeces, cursiladas, tonterías y estupideces en la talacha letristica de Adriana Sing, autora de un poema que, partido en dos secciones, resuena con este mullir:

«II

Sobre una cama los amantes navegan
ríos que se vuelven mares de sábanas
blancas como banderas de paz
entre las piernas un valle de despierta
mientras sus manos buscan en la piel
el amor que de golpe resucita
en su boca todo sabe a miel
todo es madrugada sólo el silencio
anuncia la comunión de los amantes
enero en sus ojos es una promesa
una luz que el tiempo no apaga» •


Adriana Sing


En el devaluado recurso estilístico de la personificación está el proceso de transferencia de la personalidad y para el respetuoso formalismo las alegorías. El poema de la Adriana Sing (página 64) se distorsiona hacia lo difuso y lo exagerado y, por ende, no alcanza altura expresiva. El tipo de estímulo que predomina es visual, imágenes emocionales de mucho cliché y que, en maniobra retórica o plano lingüístico, sugieren un conjunto de simulaciones y artificios. En presencia abstracta, imperan los estereotipos de una poesía «políticamente correcta» y nada más.
¿Y en cuanto al mensaje erótico? Bueno, espulgando en la intrascendencia de «la comunión de los amantes», además de la encantadora sumisión, aquí el «donjuan» toma el cuerpo de la fémina, al mismo tiempo que se apodera de su alma y… (por favor no se rían para terminar esto juntos) …y se vuelve «una luz que el tiempo no apaga».



EL MENSAJE EROTICO DE DIAFANA CRISTIANDAD

En contrapartida y contraste con las representaciones protodiabólicas que consignan en sus textos lúdicos poetas como Flora Calderón («Marea de brujas»), en otras buenas vecinas y comadres rezumban versos de perenne campaña ultratelúrica y cuya sofisticación no admite parangón.
Guachen esta fusión de ascetismo y erotización misticoide:

«I
Esta mañana
volví a ser el polvo del que surgió Adán
(quien ayúntandose con el resto de los seres creados
los encontró impropios para su abrazo)
y fui costilla
fui hembra
hecha para copular.

II
Mas también estuvo en mi el soplo divino
hecho Adán a su imagen y semejanza
Dios me hizo a mí
Del tamaño de su concupiscencia.

III
He recorrido, como quien deslinda un baldío,
la circunferencia de mis senos
Pienso en el día de la Creación
Descubro el tamaño de las manos de Dios sobre mi cuerpo».


Elizabeth Algrávez (página 80)

—¿Cuándo llegará Dios?, pregunta la poeta, relamiéndose los labios.

En mancuerna con Alma Delia Martínez, la poeta Algrávez parece que recita las lecciones de sacramento y de eucaristía que le inculcaron desde que comenzo a asistir a las clases de catecismo y a los retiros espirituales. Estando en toda su libertad de echarle a la olla todos los aderezos, la poeta no quiere cosas del tamaño natural —ésas son para mujeres del montón— y, con un (no muy) ingenioso proyecto misionero, se tira a matar en los ajiacos de la redención divina. Y en esa radical desconexión del mundo, Dios es para la Liz Algrávez el gran máster de la falocracia. La diócesis del coito, la carne divina también es carne humana sujetada por la inercia de la sotana.

—Sí, señor. Porque la mujer que es demasiado humana es poco hembra.

Dios, y a veces el cobarde Adán, son los ejemplares perfectos en ese seudoamor místico, la quintaesencia del macho cogelón. Pero lo que no saben es que Dios es más impotente que un eunuco.
Desde sus mortales despojos líricos, a las poetas sólo les faltó medir la estructura de sus poemas con el calendario Galván.

—Con decir que hasta en el título del broli parece haber la injerencia de alguna congregación religiosa.
—Poetas cristeras sobre el estado laico. ¡Uy, que el Demonio nos libre!



¿QUÉ FUE PRIMERO: LA RESPIRACIÓN O EL LATIDO?

En los apriorismos ideológicos y moralizantes no hay otra prueba de amor que flores, chocolates y bombones. Entonces el «yo» se sublima en una experiencia casi platónica de las blandengues nalgas carnosas.
Y he aquí el caso en el que una de tantas poetas se hace avara en sus efusiones eróticas, a través de un poema titulado «Sesuda conclusión»:

«He pensado
que urge conocernos
cruzar la bruma
ciegos, no importa
descomponernos,
acortar el en medio
de tajo,
saltarnos pasos
protocolarios
no me importa
si prefieres café o té,
o si tus ojos combinan con tu camisa,
no importa
lo que urge es conocernos:

no acostumbro
besar el ombligo
de un extraño» •


Paty Blake (página 102).

En el caso de esta ruca, Paty Blake, su poema se convierte en una alegoría sociológica y política que revela no solamente lo que se siente, sino lo que se piensa y se cree. El resultado es de un múltiple conflicto de valores, una rebeldía injertada artificialmente.

—Primero dice que sí afloja y después dice que nogales.

Otra vez poesía que depende los estereotipos oficiales del amor. En «Sesuda conclusión», que nada tiene de sesuda, lo que bien podría haber sido un detalle genuino de erotismo queda sepultado por el pundonor. ¿Cómo se mide la resistencia sexual que la fémina opone a sus deseos lúbricos? ¿Es un acto de afirmación? Digo, porque la frigidez, la castidad y la negativa contra el coito son estratagemas sicológicos del patriarcado, tendientes a limitar y restringir la libre cochadera. Falacias que las feministas aplican para no capitular ante la hegemonía del macho.
Y así se arrastran las frustraciones cuando en tales comedias el verdadero actor del coito es el pene. Mediante argumento un tanto bobo, que está a la orden del día, la poeta se imagina ser la dueña de la situación. Pero se autoengaña, más que una «Sesuda conclusión», lo que se lee es un impresionismo del subconsciente y, como diría un tango gardeliano, el poema se equipara a un descolado mueble viejo que no tiene espacio en el corazón.



LA RELAJACIÓN DE LA PUDIBUNDEZ

En el escarceo exhibicionista de la moda sexual, y sin guardarse las distancias ni matices en la expresión, Dulce Selene García, figura literaria de primera magnitud en la susodicha antología, arremete con una pieza lírica que se titula «Mis yos sibaritas» (página 84). Aportadora de unos de los mejores poemas, la poeta tecatense no se anda con remilgos y, con una fuerza rítmica, avienta un discurso, estéticamente muy efectivo, y que parece ser un sabotaje en contra de los ideales feministas.

«I

Ven, inúndame,
méteme tu gran falo,
toda tú eres falo.
toda tú,
pese a tu afán de ser dolor de roble,
Eres siempre goce.

II

Sigue azotándome,
sígueme fornicando,
sígueme conquistando y pon en mi cama siempre flores,
dale a mis flores siempre espinas que llevarme,
dale a mi boca tu semen de canto de ballenas y delfines,
su signos a mi diestra,
mi siniestra te quiere ver en ella lo más larga que se pueda.

Dame tus alas,
te llevo entre mis piernas
hazme parir volando primaveras y gaviotas.

Quiero tener un hijo tuyo
quieren mis galaxias amamantar un hijo sólo tuyo,
un niño girasol
de ojos de luna que siempre llena,
de mejillas rosas rojas abiertas,
brazos de mar,
corazón de maná
y vías lácteas en la boca del verbo.

Quiero seguir tratando de alumbrar,
ven a mí,
vente en mí,
inúndame,
no te salgas» •


Dulce Selene García

En intro se describe la escena con los asegunes de la fantasía masculina tradicional pero se entrecruzan los géneros y, en la marcada inclinación por la lujuria, queda denotada la especificidad de dos hembras («méteme tu gran falo, / toda tú eres falo. / toda tú»). Se cifra la identidad de la contraparte en una ambigüedad que luego se resuelve («pese a tu afán de ser dolor de roble, /eres siempre goce»). No obstante lo anterior, el sistema de los signos es perceptible a los parámetros del androcentrismo, a la hegemonía fálica, es decir, la poeta ha metido el alma de un hombre en la envoltura de una mujer. Y, en efecto, el formato artístico es estrictamente masculino por su camuflage ambivalente. Aunque la máscara del «ángel del hogar» ha caído al suelo y los roles sociosexuales de las caballeras se han invertido, en Dulce Selene García se manifiesta la sintomatología sicológica de la prioridad del macho. La idealización de los valores masculinos como feminismo de segundo nivel en las maniobras y tácticas amorosas del donjuan y en la plenitud del fetichismo seductor que sigue intacto («sigue azotándome, / sígueme fornicando, / sígueme conquistando y pon en mi cama siempre flores»). Una sulfurosa imaginación cachondera que simboliza en sus calores vaginales el artefacto de la energía primigenia («mi siniestra te quiere ver en ella lo más larga que se pueda»), y cuando la verga cumple su función excretora, la contraparte amorosa se trasmuta en un pez gigante: «dale a mi boca tu semen de canto de ballenas y delfines». La poeta acepta con gratitud la manifestación del poderío («dame tus alas, / te llevo entre mis piernas / hazme parir volando primaveras y gaviotas) y, dominada y subyugada en la cama floripondia, rinde una especie de homenaje al animal rugiente: «Quiero tener un hijo tuyo / quieren mis galaxias amamantar un hijo sólo tuyo».
Expuesta la acción de copular en su estado más puro y desgarbado, el remate del poema no podría ser más elocuentemente lascivo: «vente en mí, / inúndame, no te salgas». A través de un sentimiento sojuzgado el texto logra su valor estético y con su humildad implorante, pero con mucha lascivia, la poeta parece decirnos que en la panocha está el poder magnético de la jermu, mientras se baila un jarabe tapatío encima de los cacareados principios de la libertad sexual.

—Al diablo con eso. Es la fricción de los órganos genitales lo que más importa.

Que «Mis yos sibaritas» sirva de utilidad y ejemplo a las insignificancias retóricas y demás poemitas de circunstancias que han arrimado las otras literatas a la edición de marras.

—Quizá para ellas el poema de la Dulce Selene sea el canto del paraíso perdido.
—Guácreer, dijo la Chimoltrufia.

8 de febrero de 2008

«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» O LA «KLINEXIZACIÓN» DE LA POESÍA


LA ASEPSIA LÍRICA COMO FORMA DE OCIO EMERGENTE

La «weltanshauung» —es decir, el contenido de la obra «Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers»— es el timbre sonoro del canto erótico en el que sus autoras recargan la subjetividad a extremos de asepsia lírica y forma de ocio emergente que también funcionan como ideología. Exhiben la idea romántica de adjuntarle a lo sexual tópicos de fatalidad espiritual, solipsismo cósmico, arrebatada fantasía de evasión y proyección de miedos, deseos y obsesiones. En el cálido colofón de esa totalidad poética, trasmutada en libro, se ofrece una versión muy aguada del asunto erótico y varias razones concurren a explicar que la mayor parte de las minas antologadas se han transfigurado en poetisas a una velocidad inaudita. Se rigen por la máxima de seguir haciendo poesía como siempre la han venido escribiendo las poetas malas y chafitas. Hay que reconocer que hay indicios de un progreso poético pero la mayor parte de la cosecha es indigencia, literatura bastarda sin raíz en que afincarse. Las relaciones de identidad son sustanciales en casi todas las poetas que colaboran en la edición que pastorea don Luperco Castillo Udiarte.
Vayamos a ver algunos textos en los que la alegoría, la mitificación social y el código pequeñoburgués se precisa como un sistema de connotación en el cual confluyen una serie de particularidades que integran una unidad más o menos homogénea de idioma, idiosincrasia, formación cultural, historia, religión y costumbres.
Con un modelo poético de probeta se quiere edulcorar y disfrazar la autenticidad erótica.

«Cuando llegaste
lo primero que se te ocurrió
fue que la cama
era demasiada pequeña para tres.
Sin embargo,
nos acostamos e hicimos el amor» •

Gloria Ortiz (página 14)

Se adopta una forma de dualismo ontológico como consigna rutinaria de marketing y en el cursi galicismo «hacer el amor» está la gran obsesión temática de la triangulación sexística entre ¿dos mujeres y un hombre?, ¿tres matacuaces y una fémina? o ¿dos batillos y una ruca? No se sabe, la ambigüedad es el recurso más destacado que inaugura el principio de la duda, el denominador común de la indecisión o imposibilidad de apostar a algo concreto en los menesteres de la carne. Debemos suponer que al matador, al final de cuentas, no le importó echarse un polvo sobre cualquier petate.
Poeticidad no del todo convincente.



USTED PUEDE ACOSTARSE CON CUALQUIERA

Picaporte de angustia por no saciar las ganas de coger, es el poema de doña Ruth Vargas Leyva, «Amor en tiempo del ordenador» (página 21), y que dice así:

«Cómo amarte
si no toco tu piel,
si mis dedos no conocen
el calor de tu cuerpo,
la sutileza del pliegue de tu axila,
la curva de tu oreja.

Como si sólo imagino
la textura de tu espalda,
la fortaleza de tus rodillas,
el rumor de los cuerpos.

Lo único real
es la humedad entre las piernas.
Desearte sin que te enteres
que en otro sitio
todos los portales se han abierto.
Sin que te enteres
que al cerrar el ordenador
todo ha acabado.

La virtualidad de un amor
cuya única virtud es no tenerte cerca,
no poder morderte,
no poder marcar mis uñas en tu espalda,
no poder atarte,
no poder pasar mi lengua por tu lengua
no, poder, a besos, comerte.

Lo que te pierdes» •

«Y en mis locos y ardientes desvaríos / bendigo tus desdenes», declamaría, un poco abrumado, Manuel Acuña. Get fooled, lo triste es que la poeta solamente imagina que coge y se la cogen. Lo único real es la gastada paráfrasis de «humedad entre las piernas». El poema mejor habría de titularse «Una chacalona masturbándose frente a la pecé». No se requiere mucha perspicacia para adivinar que la ruca anda pidiendo a gritos —silenciosos— el favor de la caradepapa. Otro ejemplo más de sensibilidad hormada y con pocos gérmenes de originalidad creadora. La renuncia al atrevimiento de decir llana y abiertamente «quiero» es también dimisión del poder poético. Prejuicios y más prejuicios.
Bien haría, si a la tía aún le quedan ganas para aventarse en sabroso palestino, en pedirle algún consejito a Paquita la del Barrio, quien ni muina hace cuando canta sin tapujos:

«No chifle usted, que tengo muy sensible los oídos; el cuento me lo sé ya de memoria. Puede acostarse usted con cualquiera».

Voy a suponer, empero, que doña Ruth leyó al marqués de Sade, entonces, con su colmillo retorcido de mujer inteligente, e influenciadora de nuevas voces poéticas, ¿porqué anda tan jodida en tales cuestiones lúbricas? Qué poeta tan enanita, no aprovechó la oportunidad de portarse como si fuera tianguis de barrio. En síntesis, el poema resulta abrumadoramente idiota con un erotismo que carece de encanto. Bien haría la poetarra Vargas Leyva en optimizar el espíritu, si es que todavía tiene tiempo, pues, como canturrea doña Pacorra, ya no se calienta en el primer hervor.



LA «KLINEXIZACIÓN» DE LA POESÍA

Equivalente a un bacín para recibir los excrementos mayores, entre otros, son los poemas plasmados en las páginas 106 y 108, cuya tutoría corresponde a Diana Liceága y Myriam Ruiz. A continuación, por razones de náusea espiritual, me permito reproducir solamente el texto de la primera vate.

«Muéstrame la lluvia trémula,
fragancias de jazmín nocturno,
muéstrame las olas que se mecen
ondulantes al paso del viento,
tiñe el perfil de mi cuerpo con tu tinta
y deja a tu alma se quede en la mía,
dibuja flores en las paredes,
siembra enredaderas a mis pies
para estar siempre junto a ti,
raya un clavel en mis entrañas
y hazlo florecer con tus labios de seda,
perfila un alcatraz sobre tu cuerpo
y déjame amar su único cuerpo,
antes de que esta noche muera,
que el color llene las pupilas,
delinea esta única silueta
que se hincha y no para de crecer
antes que esta noche se marchite» •

Diana Liceága

La autora del poema ha decidido enchanclarse en la edición de marras con una notable impudicia, tremendo papasal de alebrijes bobalicones que no dicen nada, versos podridos por el afán de emular trapiches prosódicos. La teoría lingüística ya no está dotada de poderes explicativos y los condicionamientos de la semántica se aíslan en los niveles mistificadores de la gramática parda. Ahora la poesía precisa un testimonio mediático de la realidad, reduciendo a nada los procesos multiformes del desarrollo del arte, y los partidarios del enfoque abstracto formalista —como Julia Kristeva— no admiten la presencia de la realidad en la obra artística, sólo aceptan el nivel del cuadro artístico de palabras como simple ilustración. Son los síntomas divisorios entre el signo estético y la imagen artística donde no hay comprensión ni percepción. De esta manera la imagen ya no está en posibilidades de absorber ni atraer los nuevos fenómenos de la realidad, sino que los excluye y los evade. Por eso los poemas de Diana Liceága y Myriam Ruiz (por llamarlos bajo esa factura lírica) no comunican nada ni tampoco tienen calidad estética alguna. En otras palabras, se trata de arte, únicamente, como asimilación figurativa del mundo y en el cual ya no se trasmite la veracidad y la cognición de la realidad, sino todo lo contrario. Y cada vez es más frecuente escribir con ese talante, pues sucede lo mismo con los poemas de Isabel Velásquez (página 72), Adriana Sing (página 64) y de Guadalupe Esparza (página 66).
Hasta la insípida dulzura suele ser irritante:

«Soy sin que lo magines
quien da nombre a tus sueños
una caricia de luz
una sábana húmeda
entre tus piernas vencidas» •

Guadalupe Esparza

En lo que toca a la ñorsa Isabel Velázquez, como el macho follador, blanco de tantos desvelos, no tiene intenciones de compartir su amor con la susodicha, entonces la poeta construye una artificialidad para salir del paso, reiterando interrogantes que, por cuadruplicado, inician con la misma cantinela.
Por economía gramatical, reproduzco solamente la primera y última estrofa del poema.

¿Cómo será tu piel de madrugada…
Olerá a mar, tendrá el sabor
Acaso de las olas?

¿Cómo será tu piel en el momento
en que no sueño, ni pienso, ni respiro
por otros poros que no sean los de tu cuerpo,
en otros sueños que no sean los de tu reino?

Isabel Velázquez (página 72)

Además del empalagoso y frenético sentimentalismo que invade de cabo a rabo, la pasividad se trueca en desesperanza y, en el obsesivo fetiche del decoro relumbrón entre reyes y princesas, la cosa vuelca en algo semejante a un escenario medieval.



DOMÉSTICA PIEDAD DISFRAZADA DE BRAVURA

Como todo placer debe contener el ascua sacra del amor, pues qué mejor que idealizarlo con idioteces o desmesuras chabacanas. La mistificación de la gramática, sustituyendo la realidad a través del signo y la personificación de los fenómenos de la naturaleza, las acciones y facultades humanas, como es el caso también de Mariana Martínez Esténs (página 110) con el siguiente poema:

«Recorre mis dunas y mi largo cuello,
camino olvidado de camellos, del aire,
mientras mi boca transpira lunas desérticas
que tú, mi bello náufrago, implorabas.
Besa mis perlas.
Hunde tu humedad en los gritos de mi ombligo,
prueba mis ásperas caderas filtrándose
entre mis dedos.
Vuélveme playa.
Devuélvele a este desierto el ritmo de tus olas,
la frescura de tu espuma,
ese vaivén delicioso que,
en marea alta, se funde con mis rocas
salpicándome el alma.
Déjame oler a sal, a luna llena;
deja que los cangrejos me recorran,
apurados, de mi sexo a la lengua,
que me estremezca.
Humedece a esta mujer harta de tanta tolvanera,
temerosa de que la erosión la olvide.
Déjame oliendo a salitre entre las sabanas,
el dulce sabor de esta tormenta,
para que mañana despierte recordando
que mi desierto lo visitó un marinero» •


El poema se rige por un principio de contigüidad o similitud bastante estereotipado y en la intelección de las metáforas se percibe una naturaleza dual que, elevándose a lo abstracto e ilusorio, encubre los miedos y demás antípodas de las contradicciones. En cuanto a su forma, hay un método trivial de designación estética y, en su contenido estructural, una pasividad que da rienda suelta al sentimentalismo y al mito en la insípida dulzura del paisaje desértico y marítimo, aunado al no muy ingenioso ardid amoroso del matalote eventual y desconocido que llega, presto a rajar leña, vestidito de marinero.
Cuando las poetas, entre palabrería virtuosa, le confieren a los machines los títulos de «marinero», «bello náufrago», (Mariana Martínez), «arquero» (Esalí), «reptil» (Ana María Fernández, Brenda Yáñez), «rey» (Matilde López, Isabel Velázquez), «ser alado» (Dulce Selene García, Karina Vázquez, Elizabeth Salcedo) y «dios» (Elizabeth Algrávez) no hacen sino lisonjear la vanidad del pequeñoburgués que se las cuchiplanchea, desplegando una apasionada añoranza del heroísmo aristocrático. La adulación queda suplantada por el dimorfismo sexual (la mujer no es igual, es diferente).
Algunas adoptan un tono punitivo pero, al punto de clímax, terminan como infaustas gurruminas o engreídas golfillas (Lorena Cienfuegos, Paty Blake, Violeta Villavicencio, Margarita Valencia Triana) y, al final, encaminan el ramalazo hacia una torpe salida.

«Me contagio del vértigo de tus dedos,
caigo a tus pies,
inocente como una puta.
Me dejo ver vulnerable y ausente
para que no puedas intuirme.
Te hago creer que me tienes
cuando, en realidad,
desde hace horas
yo soy la que te tengo» •

Lorena Cienfuegos (página 114)

El hiperbólico estereotipo de la pasión en sus rígidas categorías mentales y con un barniz literario que no perjudica su feminidad pero, tampoco, viola el tabú del recato que las inhibe y las paraliza. Ya han ganado una miserable pitanza: el obsesivo fetiche del decoro y la modestia, el orgullo estúpido y los escrúpulos religiosos. En otras palabras, el perfecto modo de sumisión cooperadora que las poetas, protopoetas y seudopoetas recitan con doméstica piedad disfrazada de bravura.

—Qué bien reclaman el papel que le corresponde a la mujer de la clase media.

En cuanto a la panocha o pucha, epítome de la feminidad, receptáculo de la universalidad pasional y artefacto biologico de la reproducción de las especies mundanas, cuando las poetas abandonan el silencio y se apropian de la palabra no lo hacen con la singular concreción, sino a través de un sistema de signos lingüísticos poco perceptibles y en un nivel de graduación íntimamente inofensivo. Como si el verbo les hubiera sido dado por la virgen María, le llaman a la menstruación «ciclo lunar» y las sensualidades de coito se deliberan sin radicalidad, sin displicencia. La verga es sinónimo de «anzuelo», «serpiente» o «daga». La poesía se emite mediante signos de incomunicación humana y el intercambio de semen y jugos vaginales se trasmuta en simbología de un mundo idílico y pastoral (identificado, en lo terrenal, con el elegante barrio residencial). Para justificar sus desafueros, la hembra lúdica colorea su discurso con imágenes falsas y aburridas (la mujer, una flor, una planta, que se cultiva y se riega).
Y en esa interminable red de mecanismos síquicos, manipulado por la ideología del arte como superestructura clasista, se difuminan los referentes vivos y corpóreos del erotismo.
Y con este desustanciado acervo terminológico resaltan las compensaciones sentimentales de la gente culta:

en Violeta Villavicencio: «el tejido frágil del abismo» para decir panocha;
en Amaranta Caballero: «Fáunulo» para decir bichorudo;
en Gloria Arenal: «lunas» para decir chichis o tetas;
en Matilde López: «triangulo» para decir pucha;
en Elizabeth Cazessús: «tejido amoroso» para decir verga, semen;
en Martha Edna Castillo: «mar interior» para decir panocha;
en Esalí: «murallas» para decir nalgas o cacharro;
en Aglae Margalli: «porción de infinito», «sol llorando» para decir verga;
en Alma Delia Martínez: «prohibido juego» para decir coger;
en Adriana Sing: «prado fértil» para decir panocha;
en Karina Vázquez: «delicioso líquido tibio» para decir semen;
en Elizabeth Algrávez: «oquedad» para decir panocha.
Y así, sucesivamente, cuidan el pudor para no verse impúdicas.

—Tanto desperdicio para salir con una carita, forrada de ganas de tener sexo. ¿Para qué?, si en los primores de la vulgaridad la nimiedad es el lenguaje.



LA AMBIGÜEDAD COMO UNA DIALÉCTICA PARALIZADA

En las formas peculiares del pensamiento, las poetas, seudopoetas y protopoetas —que engalanan la antología «Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers»— son de una filiación abstracta y pedantemente ambigua, de un liberalismo moderado y conservador. Aspectos de un orden superficialmente romántico con sus correspectivas extravagancias y desenfrenos lúdicos. Un modo metafóreo de acentuar el vaniloquio, despojando a la poesía de sus halos racionales. En los tiempos anteriores a Babel, la poesía no se descifraba ni era sortilegio para solitarios lectores.
Jules Renard dijo, casi al final de sus días, que la literatura era opacidad y mentira. ¿Y la poesía? Un desperdicio de vocabularios que ya no cabe en el basurero semántico, materia hablada y trajinada en masa compacta que ya ha perdido entendimiento. Literatura que equivale a vacío, como los libros, como los salones llenos de sillas pero vacíos; sin gente, muriendo por inercia y por asfixia de soledad. Pero el poeta se aferra a ser último hombre (o mujer) entre los bueyes y los asnos. Teoría de la división divina en la concepción hiperhistórica de los metafísicos modernos. La imitación y el continuismo ya parecen una insondable fatalidad. ¿Porqué no se manifiestan con una realidad efectiva y acorde con los momentos actuales que exige la coyuntura estética contemporánea? En los confines de la vida práctica y mundana de los seres concretos también existen elementos enriquecedores para el quehacer poético.
¿Acaso les resulta muy difícil o imposible erradicar las falsas trascendencias de morfologías inmanentistas? El meollo del asunto, creo, estriba en los procesos mentales de subordinar la materia a las nociones del espíritu. La flagrante división entre lo ideal y lo real-concreto se simboliza en el canto de las sirenas que no pueden disfrutar Ulises y sus galeotes porque tienen los oídos taponeados con cera. Y en la historia de dos mundos, el de la evasión y el de la producción de facto, la cultura se haya confinada al espectro de las ideas, reducida a creación artística e intelectual, nada más.
En la entelequia vivencial que afirma la idea del doble mundo también se personifica lo irracional y lo sobrenatural. Y, cada vez más ajena a la perspicacia histórica, la clarividencia creadora sondea lo ignoto y, cerrando barbacana a lo real, se emblandece en la representación ilusoria, en la instancia de lo extraño, lo mítico y lo fantasioso sin vinculación directa con el mundanal circundante, perecedero, mortal y transitorio.
La fantasía también alcanza cómicas tonalidades.
Guachen:

«Mas también estuvo en mí el soplo divino»
«Dios me hizo a mí»
«Descubro el tamaño de las manos de Dios sobre mi cuerpo»
«He tocado con mis manos el límite del infinito»

Elizabeth Algrávez (página 80)

Como en san Pablo, y de acuerdo con el precepto seglar, la mujer ante la autoridad del señor que todo lo puede, es decir, el culto a una superioridad nociva y contranatural. Prosaicos reflejos de la vida real. Por el amor del «señor» —que todo lo ilumina— la himenea letrada está dispuesta a que la chicoteen, a andar a gatas, que le introduzcan un azotador por la vaina y hasta por donde le ronca el sapo. Toda una táctica sicopolítica del sistema vicario en la más sutil manipulación encuadernada en mitos.
Hay también un rico surtido de fábulas relativas al negocio del amor compenetrado.
Y explícita es la fusión entre el hombre y la mujer en el preciso instante del chacachaca:

«Quise envolverte,
sellar tus poros con mi lengua
renunciar al rictus»

Alejandra Rioseco (página 78)


«En cuclillas, entrelazados
en cuatro patas,
mirando el suelo
frente al espejo»

Elizabeth Villa (página 76)

«Contigo dentro soy fuego eterno
Calcíname»

Flora Calderón (página 60)

En similitud con las figuras legendarias —a la par de Tristan e Isolda, Mellisanda y Pelleas, María y Efraín—; nulidad y mutilación de la individualidad como el «motif» o tema recurrente:

«La noche observa tranquila
dos cuerpos que se entretejen
rabiosamente»

Floridalma Alfonzo (página 52)

Fundirse en un solo componente de unidad significa mellar la autonomía porque se anula la existencia tanto material como formal de la mujer o, en su defecto, su individualidad se supedita y se vincula al manflero cogedor, aunque se reconozca el mutuo afecto.
En los fuegos vestales del amor ¿quién lleva la voz cantante? Seguro que no es la querida manfla tentadora.

«…dos cálidas texturas enlazadas,
en eclipse de sombras,
renovados cuencos de ternura
volcados en uno solo»
María Edma Gómez (página 18)

En la producción de emociones lúbricas ¿quién toma la iniciativa? A veces ella, y en el cometido de suscitar el deleite los papeles se yuxtaponen, no de forma permanente, solamente en la profusión de los primores eróticos, cuando el amante parece un programado perro pavloviano:

«…como los cuerpos que se amarran
Y se anudan en el sexo
Y entonces,
mi lengua culebra
te buscará y atacará
hasta dejar sin piel
tu presa más viril»

Brenda Yánez (página 98)

El poderío varonil disimula debilidad y le otorga a la mujer minúsculas concesiones. Mucha complacencia y poca inteligencia en un ejemplo de poesía erótica y de política sexual. Porque el gamberro machincuepas, regularmente, no saluda ni se quita el sombrero, y una vez que lleva a cabo su hazaña, se fleta los chones y los tramados, murmurando en sus adentros:

«Ahora sí, ya pélate, Tintán».


Y con ese golpe se consolida la posición dominante, la potencia del fetichismo seductor que se destila por el ojo de la verga como delicado elixir.
Labor de espíritus confusos que se creen lúcidos.
Miren, esto ya es el colmo: la intrusión en el acto es de puro lenguaje

«Desde la orilla
en espiral asciendes
hasta tocar el centro
y la vida se derrama
un caracol huye
el mar interior
arrulla una sonrisa» •

Martha Edna Castillo (página 44)

Babélica geometría de palabras trazadas a cordel, diría Descartes. Las mismas nomenclaturas son vomitadas por varias de las poetas en sus algarabías aparatosas que resquebrajan la coherencia. Puede pasar una semana el lector, discurriendo en frases y enunciados para saber qué fregados quiso decir la poeta y vano será el esfuerzo por desentrañar la moyana. Todo acabará en ojeras preguntonas y en orejas largas.

—Qué desconcierto, qué indiferencia para el sentido común.

La mafufada o insistencia simbolista de que el lenguaje se comunica a sí mismo se patentiza en el sermón lírico que presenta Aglae Margalli (página 38) bajo el membrete de «La llama-da». Cabe destacar que un texto siempre genera más ideas que aquellas que su procreador quiso incorporar. Y de acuerdo con la lógica codificada en el poema de la caballera Aglae Margalli, los reiterados elementos léxicos, presentes en los poemas de otras minas antologadas: «llamaradas de ópalo», «círculo cárdeno», «filamento agitado», «los resquicios de su centro», «gota de luz», «solitario parpadeo», «vaciedad eterna», «nonada de gritar», «templo de venus», «ritmo de ballesta», «saciar la eternidad», «hiedra aferrada», «el eco de la sabiduría», «testa afiebrada de cardos», «porción de infinito», «odre hambriento», «profundidad del centro de los días», etcétera, sustentan la determinación poética en un ambiente de evasión que adquiere una calidad fantasmal o celestialmente deificadora.
Lo inusitado frente a lo cotidiano. Y en la heterogeneidad veleidosa que hay entre ensueño y realidad, la ambigüedad se cultiva intencionalmente. La poeta, seguramente para darse tartarín o, quizá, para camuflar su pudibundez, pretende hibridarse en una mezcla de profundidad y ligereza. Aunque no se comprendan, ni de sopetón colgado, los datos referentes a la exégesis de la versificación legal de un poema: dicción y estilo, número y armonía.

—¡Vaya tía! Qué afectación tan excesiva. Así las debe tener la caona.

Reincide la preferencia por el acto de evasión en los poemas de Esalí, Ana María Fernández, Ivonne V. Arballo, Aglae Margalli, Martha Edna Castillo, Elizabeth Cassezús, Gloria Arenal, Alma Delia Martínez, Adriana Sing, Guadalupe Esparza, Isabel Velázquez, Alejandra Rioseco, Elizabeth Algrávez, Bibi Padilla, Amaranta Caballero, Violeta Villavicencio, Paula Elena Castillo Hurtado, Diana Licéaga, Miryam Ruiz y Mariana Martínez. Ahora bien, si estas madmuaselas se vinculan a lo mágico y sobrenatural es porque representan lo irracional, el perímetro limitado del mundo pequeñoburgués que se evanesce hacia los espacios abiertos, con sus nexos indómitos, brutos e insensatos (mar, desierto, firmamento y escenarios caóticos).
En este supremo estado de gracia, el discurso asciende hacia dimensiones cósmicas y los órganos genitales adquieren una personalidad independiente. Un maniqueo tan romántico pero, a la vez, tan perverso (verbigracia: la vagina como recipiente de notoria utilidad para la virilidad del chulo y el pene como verdugo musculoso, símbolo de la opresión, el dominio y la egolatría).
Pantomima sexual y falacia fálica en el vocingleo cursilesco de la flor-mujer que sigue los lineamientos del díctum y se comporta, en su erotismo lírico, peor que la Lupe Alvírez, ante las insinuaciones del ñacurutú o el pájaro uyuyuy.

—«La virgen arriba.
El diablo, abajo.
Y en medio,
la hortiga y el escarabajo»,
le dijo Luisa Mercedes Lévinson a Marechal.
—¡Éitale!, gritó Borges, un poco acongojado.



SIRENA TROCADA EN MANATÍ

No obstante que en el rebullir de las pulsaciones líricas hay un apetito sexual tan feroz como el hambre de una rata famélica, la vergüenza es la que regula el comportamiento moral de la mayoría de las poetas, seudopoetas y protopoetas, circunscritas al broli ya referido, y que se impone como un medio de control antisubversivo. No es necesario que les dicten la línea de demarcación por vía de extramuros, ellas mismas se autorregulan frente al grupo dominante, digamos que es una forma «normal» de reaccionar a su entorno social.
Ocurre la transgresión de reglas pero la maledicencia no puede ser muy fuerte o intensa; hay que ser relativamente recatadas para no espantar u ofender. Se tranquiliza a la conciencia con un discurso inoperante.
Y ¿quién de ellas se atreve a criticar los prejuicios sexuales existentes con la férrea voluntad y el intenso amor que enuncian en sus poemas?

—Naaa. Ellas prefieren engolosinarse con enredos sintácticos.

Las poetas han adoptado un lenguaje que no las representa, el discurso que explaya el sentido e intuición de la vivencia erótica está marcado por el poder y la autocensura. Aunque etéreo y sentimental, es un artificio literario sujeto a la semántica androcéntrica. Han claudicado ante la moral dominante con sutilezas expresivas muy dignas del alma femenina, regurgitando simbolismos polisémicos (noche, niebla, luz, rocío, aurora) y disfrazando lo explícitamente peyorativo con un léxico apropiado para las señoronas decentes.
Por ello recurren a imágenes oscuras, ambiguas y confusas que obnubilan su conciencia y rebajan su dignidad (mujer fatal, solterona, puta). Ni la topografía del cuerpo femenino se rebela contra los prejuicios de la educación y los patrones ideológicos masculinos. Sus relaciones, asentadas sobre el principio de hegemonía varonil, se concilian y se reconcilian con la oposición. La sirena queda trocada en manatí.



ANDROCENTRISMO DE LA MENTALIDAD CONSERVADORA

Víctima de la castrante represión patriarcal, la mujer, tradicionalmente ha sido un receptáculo del semen, sin otra consideración que ser un objeto del deseo y de la satisfacción carnal. Y se refuerza la subordinación del sexo femenino a los criterios machistas, mediante un erotismo poético hecho a la medida exacta de los valores masculinos. Y su ideología dominante se ejerce con la insistencia invocadora del amasio, del matalote, el chulo o el bato cogelón; contraparte traspisonada metafóricamente como «Adán», «arquero», «reptil», «rey», «ente alado», «dios», aludido como sujeto tácito, pronombre personal o simple nomenclatura («Él», hombre); con la orientación del discurso poético hacia la comunicación y con la utilización de los recursos y elementos lingüísticos ya decodificados por la moral y la buena educación recibida.
El falogocentrismo aparentemente inofensivo.
Aun cuando ha recibido educación superior, la mujer se mantiene en un estado de infantilismo, emitiendo votos de complacencia y docilidad, es decir, interactuando en su papel de animadora servil:

«…ven a mí,
vente en mí,
inúndame,
no te salgas»

Dulce Selene García

«Débiles florecillas», les dicen todavía a las putillas:

«…caigo a tus pies,
inocente como una puta…»
Lorena Cienfuegos

El ritual contiene claras exhortaciones a la sumisión y obediencia:

«Tú, Ulises, aventurero, vas y navegas, buscas nuevas mujeres,
Nuevos vinos, pero regresas a luchar contra mi cuerpo que casi te pertenece»
Miryam Ruiz

Lenguaje coagulado de automatismo social y que ya no convence:

«Quiero yacer perturbada,
Amanecer en tu entrepierna»

Elizabeth Salcedo

Y la expresión es opresión:

«De hoy a mis sueños
duermo, por no recordarlos la bestia
su daga
ata y golpea
lo que hiere y entierra
para crear victorias húmedas»

Elizabeth Sobarzo

Feministas tratando de honrar al macho, almas atormentadas en su insatisfacción perenne de no tener o de tener mucho. Y, no obstante que la poesía erótica, por su paganismo cachondero, suele ser irreversiblemente laica, el ritual de ayuntamiento carnal se halla calcado de figuras de soberbia divinidad, de glorioso sacramento que tiene a Dios como primera divisa.
Y un criterio expositivo no muy alejado de la edad media, con el debido decoro que le corresponde a la expresión erótico-sexual en su oportunismo literario y en el paroxismo del fervor, Elizabeth Algrávez, Alejandra Rioseco, Brenda Yánez, Aglae Margalli y Alma Delia Martínez se dirigen a sus amasios con una jerga digna de una iglesia disidente y, al leer sus poemas, se tiene la impresión de que las rucas han caído en un letargo mental. Pero son como Atenea, traicionan a su sexo.
He ahí el misterio del dios «Falo», salvando religiosamente a la mujer moderna.

—Y el representante varonil de la poesía erótica ¿no reparó ni dijo pío, cuando se avocó a escoger los textos que integrarían el broli?
—¿Luperco Castillo Udiarte?
—Zip.
—Uta, compa… El bato ni siquiera se atreve a desbaratar los lugares comunes. Detrás de su piel de lobo se esconde una oveja panista; proclive al institucionalismo y al dogmatismo académico, su disfraz ya le queda chico.



INCAPACIDAD LITERARIA E INSUFICIENCIA DE TALENTO

«Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers» es una obra que transparenta los avatares y sucesos cotidianos o eventuales, verdaderos o imaginarios, de la cosificación del acto sexual y sus fragmentarias zonas erógenas. Adelantándome a las objeciones que se puedan argüir, en el sentido de que el libro es un objeto netamente artístico, en lugar de la habilitación exitosa para un reconocimiento público, lo que en trasfondo se percibe es un muestrario de color rosa, aunado a que se comete una injuria hacia los lectores por el hecho de publicar flaquezas. Ciertos poemas compaginan la edición de broli por incapacidad de literaria y por insuficiencia de talento artístico en sus progenitoras y, muchas de ellas, personas incultas e impreparadas. Pocas de las barbis lúdicas son las que se distancian del erotismo banal.

—Pero, qué importa, al fin y al cabo, es la indiferencia del pluralismo posmoderno lo que mueve a la machaca en cuestión.

La defensa social de la creación artística está destronando al arte y a don Luperco Castillo Udiarte, al parecer, le vale un sorbete y la mitad de otro, si diez o veinte de sus invitadas son de calidad o no.
«Nuestra cama es de flores. Our bed is made of flowers», más que una obra poética es un librito de ejercicios espirituales, porque una cosa es escribir poemas y otra ser poeta.




NOTAS


1.- Véase el Vertedero de cretinadas intitulado «PADRÓN ESTATAL DE POETAS DE LA BAJA CALIFORNIA».

2.- A continuación un poema de Margarita Roncarolo:

LAS MUJERES DE LA BURGUESÍA NO NOS ANDAMOS
EMBADURNANDO EL CORPIÑO


es cosa de mujeres

nunca una mujer se ensuciaría el corpiño con la grasa del pollo
tampoco la piel que está debajo del corpiño
grasa de pollo entre la piel y el corpiño
todo el tiempo sintiendo ahí la piel sucia el corpiño raspando la grasa del pollo

hay pocas cosas que una mujer no haría

muy pocas cosas

qué guardaría Ud. Señora dentro de su corpiño?
Un billete de cualquier cifra (según su grado de necesidad)
un papel con una dirección vital
un pañuelito perfumado mi abuela guardaba en el corpiño
un pañuelito con puntillas
sobresalía la puntilla / nos secaba las lágrimas con la punta / de la puntilla
un ramo de margaritas?
La bolsita de alcanfor / prendida con un alfiler de gancho /
en una cinta roja para el mal de ojo
una medallita de la Virgen
una navaja un estilete un cuchillo / para asesinar al amante infiel
puedo sacar el cuchillo del centro de mi corpiño sin cortarme la piel
delicada de mis pechos blancos
la carta de mi amorcito
la llave de la alcoba del palacio Sacó la pesada llave con leve mano de entre sus níveos pechos
la mujer de barbazul extrajo la enorme llave de entre sus corpiños / con volantas / la hizo girar en la cerradura / volvió a guardarla en su pecho
un frasquito con veneno insecticida para las hormigas cianuro para echar en la boca / del hormiguero / montonero
un pincel atravesado de lado a lado
una lapicera si es escritora
una manzana / Eva / la que duerme en el paraíso
vuelca la mano dentro del corpiño y ofrece gentil
a Blancanieves / la bruja

todos gestos graciosos

leves

dignos

nobles / incluso con la nobleza del asesinato

o del puñal que se hunde en la propia piel

rasgando el corpiño

hay erotismo en la mano que se hunde en el corpiño

pero la mujer vieja y desdentada que el domingo se presentó en la puerta de una casa del Partido de La Matanza y que pidió comida a la otra mujer (que no era vieja pero tan pobre) y que recibió en su mano la presita de pollo (que le entregaba desde otra mano o sea sin plato ni cuchillo ni servilleta de papel ni siquiera trozo de diario la pequeña hija de la otra mujer) la mujer vieja sólo vieja agarró el pedazo de pollo y se lo guardó en el corpiño.

Desde ese día me baño sin parar. Y he lavado todos mis corpiños con agua de lavandas y espliegos y aromas de inciensos (aprovechando la cercanía de las fiestas navideñas y toda esta cosa tan grata del espíritu ritual)

Y no hay caso con la grasa.
MARGARITA RONCAROLO
29/12/2000

1 de febrero de 2008

«NUESTRA CAMA ES DE FLORES» • EPITELIOMA LÍRICO DE LOS GENITALES



EPITELIOMA LÍRICO DE LOS GENITALES

Supuestamente el ingrediente medular y generador del libro «Nuestra cama es de flores» lo constituye el erotismo, y forzando las expresiones de los tópicos concupiscentes, la ominosa carga estética de la obra se reparte en elementos del estipendio sexual; se abultan en los poemas palabras y sintagmas como «herramientas», «orgasmos múltiples», «ayuntándose», «punto g», «humedad entre las piernas», «abertura que destile sexo», «miembro», «entrepierna», «clítoris», «energía sexual», «vello púbico», «cuerpos desnudos», «semen derramado», «senos», «montada», «copular», «senos», «pubis tibio y acolchado», «muslos», piernas», «caderas», «méteme tu gran falo», «hazme parir», «vente en mí», «lubricidad», «penetración de tu carne», «puta». Y eso sin desglosar los repetidos y refritos lugares comunes.
Qué benignas son las poetas con el lenguaje formal; su «adecentamiento» léxico-gramatical les prohíbe pronunciar términos y alocuciones tan singulares como coger, cochar, culiar, parchar, mamar, chupar, becerriar, bajarse al agua, verga, pito, garrote, palo, riata, bichora, pepa, panocha, culo. Actitud reduccionista del cachondeo en el proceso de equilibrio metapoético. Dicho de otra manera: la formalización hipócrita que convierte lo feo en bello, y viceversa.
¿Dónde está, pues, el arte que destruye y construye? La belleza no se puede retener en si mismo, tiene que encarnar en otras figuras que se le oponen. Parece que —en complicidad tácita— las poetas antologadas se adaptan al cabal cumplimiento de la moral y de las buenas costumbres; a la conveniencia institucional, dirán otros. Con mucha enjundia le pisan el acelerador a sus máquinas reverberas, pero ninguna se atreve a invocar la palabra nalgas. Solamente una jaina (Lorena Cienfuegos) osa en emplear el voquible puta. Y lo aplica de una forma inadecuada:

«caigo a tus pies,
inocente como una puta».


—Háganme el favor. Si acaso habrá putas «decentes», es decir, pendejas, pero inocentes, como que ai sí está cabrón asegurar tal condición.
—Es que no se quieren acorrientar y caer en la leperada vulgar, musitará su amanuense Luperco Castillo Udiarte.
—Ajá. Así le pondremos.

LOS LUGARES COMUNES Y SUPERCOMUNES

La evidencia exacta y próxima a la verdad objetiva, así trascienden en versículos atestados de lugares comunes: «penetración de tu carne a la mía», «hunde tu humedad», «la frescura de tu espuma», «humedece a esta mujer», «tiñe el perfil de mi cuerpo con tu tinta», «tus labios de seda», «impregnar sobre tu piel mis ultimas quimeras», «soy el árbol en que reposas», «los cuerpos se amarran y se anudan en el sexo», «lengua culebra», «el monte de Venus», «furiosas tormentas», «te llevo entre mis piernas», «soplo divino», «delicioso liquido tibio», «en su boca todo sabe a miel», «embrujo de un beso», «contigo dentro soy fuego eterno», «camino al entierro que consumas entre mis piernas», «bebes de mi vino», «deseo ardiente», «rey entre mis piernas», «vientre en llamas», «arder en las llamas de tu fuego», «bebe la vida de mis senos», «dos cuerpos que se entretejen», «incendios que anidan en el vientre», «traigo deseos en mi vientre», «calmar este fuego que me arde», «sentir a flor de piel», «loca de placer», «lecho bañado de rocío», «ojos tiernos», «el calor de tu cuerpo» y etcétera y más etcéteras.
Mezclas espurias de vaguedades equívocas. Así ¿qué perspectiva de progreso puede tener la poesía erótica? Recargado estilo de melodramas pueriles y, además, lírica prejuiciosa e insuficiente. En el talento cuestionable se lleva la penitencia, franqueada por la respetabilidad de las oraciones de poco talante y de minúsculo atrevimiento de poetizar las ganas de cogerse mutuamente. Se incorporan algunos gestos, pero las excepciones no son muchas. La poesía erótica no ha salido del gueto, ni con la infalibilidad de la tecnología porno-visual. El mensaje moralizador ya va implícito en los versos, la indomable pulsación del órgano genital se reprime —¿para ganarse a lector o el sitio en la edición?— con la hibridez genérica de una retórica no muy librada del polvo de la escolástica y de la influencia romántica decadente. Entonces, ¿dónde queda la plenitud concreta de decir la poeta, en su condición de ente sexuado, lo que a ella le valga verga?

—Ay, divina redención de la lingüística. Se ve que trabajan en una sociedad controlada, llena de prejuicios y tabúes.
—Las gallinas cacarean pero no ponen huevos.

La visión del sexo en la literatura es una sensación cáustica-cerebral de que las palabras ya no satisfacen porque la poesía erótica que leemos se trasmite también por adoctrinamiento. Y la tipología es clara: la mujer-poeta se «realiza» a través de la oración y el misticismo. Y, desde ese ángulo de consideración, implora la felicidad (o la satisfacción carnal); la cual sólo puede darle el macho, el bato cogelón. Y pocas, muy pocas, reivindican la condición femenina. En el libre ejercicio de la sexualidad, abstraída en las correspondientes piezas líricas, son triunfadoras en un mundo de mujeres reprimidas.

25 de enero de 2008

PATRICIO BAYARDO GÓMEZ O CUANDO A LAS GALLINAS LE SALGAN DIENTES



PATRICIO BAYARDO GÓMEZ
[O CUANDO A LAS GALLINAS LE SALGAN DIENTES]


A través del gacetillero Israel Ibarra González (periódico El Mexicano, 10 de enero del 2008), y mediante una notícula intitulada «No cultura elitista en administración», el recién nombrado comendador del Instituto de Cultura de Baja California, para la jurisdicción territorial de Tijuana, nos envió este mensaje mamón:

«La cultura no es elitista y no puede ser elitista porque es un patrón de pensamiento, expresó Patricio Bayardo Gómez, representante del Instituto de Cultura de Baja California en esta frontera».

Si hemos de ser absolutamente realistas, hasta este momento, no hay ninguna prueba que confirme la veracidad de tal discurso. Además, el señor Bayardo necesita lecciones de claridad mental. A ver, ¿cómo está eso de que la cultura «es un patrón de pensamiento? Los escombros mentales con los que contamina su cerebro don Bayardo son una inicua propaganda muy parecida a las demagógicas campañas de alfabetización de los años setenta. Un comportamiento lingüístico sin más función práctica que la fetichización de los significados. ¿Qué cualidades quiere desentrañar en esa palpable desorientación discursiva, al margen de las condiciones concretas? Todo lo contrario a lo pregonado, refiérese míster Bayardo, precisamente, a ilusiones refrendadas por una elite cuya concepción del mundo se respalda en la falsedad y el engaño. Afianzamiento conservador y, por ende, deshumanizado de la cultura. Pero es la vieja necesidad de justificar la mitomanía institucional con el servilismo culturoso y la picaresca intelectual. Pero se requiere más perspicacia para poder electrizar el complejo de inferioridad de los humildes, pues la plusvalía del egocentrismo se solaza sólo en la mente de aquellos imbéciles que creen que la cultura no es elitista.
Antes de comenzar con sus «278 eventos programados para el 2008», la administración panista que meneara los asuntos culturales ya inició su periodo de luto. Desde hace tiempo el señor Patricio Bayardo ya estaba en la morgue, pero lo sacaron para que pronunciara abrumadores disparates como esos de que «la cultura durante la administración de José Guadalupe Osuna Millán no será elitista».

—Qué amor a la sandez.
—Pero si hasta la inflación es elitista; chinga sólo a los pobres y jamás a los ricardos.

Y no crean que la cosa para allí, con su pésimo sentido de lo que es la cultura, con suficiente callo en las andanadas de la retórica institucional, el tícher de novicios atrapahuesos y cabecilla de una de tantos grupúsculos culturales de la región, pretende pastorear a la borregada con «tardes de danzón», «ciclos de cineclub en la penitenciaría» y «recorridos culturales».

—Panfleto volteriano contra las mafias culturales; ¿de cuándo acá?
—Ah, cómo son de extraños estos artistas, políticamente, niños de teta, dijo Goebbels.
—Rumiar la impotencia no cuesta nada, salvo perderse en ripios y discursos gratuitos.

Invitar a la población a que participe en los programas de cultura concita poco interés; a la perrada, chinchina o jequería, le agobian menesteres más inmediatos que las runflerías que, invocando el determinismo externo, anuncian los jilguerillos del ICBC, pues es la sociedad la que debe imponer al estado las políticas culturales, no al revés. Mientras la responsabilidad social sea un subterfugio, y aunque saquen a relucir todos los artificios, el asunto de la cultura seguirá igual, con nulas perspectivas de progreso materia y espiritual. Artilugios para simular, y al borde de lo grotesco, escurre lo políticamente correcto de los bienpensantes nodosos, portavoces del gobierno, con descarada actuación: el mismo guión, las mismas frases.

—Por eso yo, parafraseando a Hanns Josht, cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola pa miar.

Tijuana es el culo de San Diego

Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...