21 de julio de 2009

EL «MAMÓNICO» GERARDO NAVARRO Y SUS GARRAFALERAS MENSTRUACIONES SINTÁCTICAS


Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez



EL «MAMÓNICO» GERARDO NAVARRO
Y SUS GARRAFALERAS MENSTRUACIONES SINTÁCTICAS



UN NUEVO APÓSTATA DE LAS INTRASCENDENCIAS PAPIRESCAS

Entre los prebendados de oficio, y que aún continúan encenegando las páginas del suplemento anexo al pápiro que regentean los discípulos del Eligio Valencia Roque, está el “esposo” de la «Nueva Tijuana» y el que también se llama Gerardo Navarro, alias el «Mamónico»; uno de los personajes tartuferos más emblemáticos de la degradación de la literatura norbajacaliforniana y del filisteísmo culturero. [1]
Y para la reputación del caso concreto me referiré a un garnache suyo, intitulado «Agramatical, el grado cero de la letra: lenguaje y política mental», publicado en la edición 1886, correspondiente al domingo 19 de julio de 2009, y en el que hace gala de las siguientes gracejadas:

«Hay una tendencia de ciertos escritores tijuanenses “posmodernistas”, en tratar los textos como “pacientes”, sicoanalizando a través de él a su autor con un ferviente “estructuralismo”, evadiendo o minimizando el valor del mensaje a favor de una “pseudocrítica” de los elementos textuales, que cae en la criticonería. Esta práctica obtusa y tendenciosa es una forma de destruir la presencia pensante, creativa y experimental, en aras de la “escritura correcta”» [Gerardo Navarro, suplemento Identidad, 19 de julio de 2009].

Lo que queda muy claro es que a este güevonazo nadie le disputa su derecho a la estupidez. Pero, ¿qué es todo ese bochinche de disparates y peroratas? Y lo anterior es sólo una parte de todo el arsenal de idioteces que eructa el mentado «Mamónico» en su célebre articulejo. Pasemos a despedorrar algunas de las muchas sandeces que glosa el alumno más destacado de don Aniceto Burrerías.
A falta de inteligencia, el bato quiere emplear la astucia en sus enclenques pastiches. De entrada, sus elaboraciones verbales son ramalazos de inconsistencias y vaguedades; la emanación sapiencial se lleva marcada por la ignorancia, y dicha ignorancia es el impulso principal de la escritura.
Que diga lo que diga, pero que el cabrón lo haga a título personal, sin trampas ni cretinismos. Remendando imprecisiones con el ovillo de los circunloquios, el batillo se queda con todos y ninguno de los «ciertos escritores tijuanenses “posmodernistas”».
Qué habilidad para licenciarse en la gasificación de los nombres, sobrepujando la contumacia del silencio. Es preferible afarolarse en el hermetismo y dejar las cosas a medio chile. Tamaña servidumbre hacia la julapería debe tener su compensación. Discurso oblicuo en el que no se permiten las referencias directas a «fulano», «zutano», «mangano» y «perengano», a no ser que se trate de halagos y complacencias; porque allí sí, sueltan con desenfreno toda la babería de detalles y entran hasta los apodos de los gorgojos y los guaguanos. Azotan hasta la cachaza en pleno pavimento, queriéndole sacar lumbre con la lengua deslenguada.

—Gambullar, haciéndose de la vista gorda, es siempre lo ordinario cuando se manejan constantes alusiones a seres «in-nombrables».

Y así son muchos de los garrapateadores que pululan en este tafanario fronterizo; y como ejemplo, en el que los datos informativos se dejan a la buena de Dios, a fin de que lector se atenga únicamente a lo que dicte la casualidad o a la ley de las semejanzas, reproduzco esta notícula que pepené del blog de la hermana putativa del Gerardo Navarro, o sea, la Sidharta Ochoa, quien nos ha salido más cabrona que bonita en el arte de aludir sin aludir. Refiriéndose, debo suponer que al mismísimo míster «Mamónico» y al forúnculo papiresco en el que publica sus descalabros mentales, la ruca —eso sí, muy fufurufa— conceptualizó esta plétora de pedanterías. [2]

«Los neoconservadores. Es penoso como muchos conceptos malentendidos, descontextualizados y tomados al azar de wikipedia son publicados en periódicos que yo creía serios» [http://angelesidharta.blogspot.com/, post del 6 de julio de 2009].

—¡Ole, mi gorda! Así se lleva la luz a las cuevas oscuras; con palabras que parecen escombros tirados al azar.

Siempre la cangalla y la contumacia de forma muy campechana para no enjaretarle a otros los famosos dimes y diretes. Al decir esos «muchos conceptos malentendidos» y «descontextualizados», refiérese la chaflana Sidharta, ni más ni menos, que al charlatán del Navarro. Y cuando la catequista con pujos de filosofastra, ejerciendo el ministerio de las ambigüedades, las ambivalencias y el dato cifrado, como si fuera una súbita manifestación de «ideas polivalentes», y en el instante que dice «periódicos que yo creía serios»; luego-entonces (como dirían mis colegas chupatintas), y dejando a un lado los riesgos de la especulación, «periódicos que yo creía serios» significa literalmente periódico «El Mexicuín», y en su expresión más concreta su reducto culturero; o séase, el suplemento «Identidad».

La Sidharta Ochoa, siendo lo que es, una bufona de la frusilería seudointelectual tijuanaca, fracasa en el intento de escabullirse de sus propias manías y perversiones metatextualeras. No obstante que, desde su alma dividida, la promotora de la filosofía chimoltrufiana, en determinados lugares y con algunos personeros ha encontrado una cómoda y barata justificación para no decir ni «sí» ni «no». O, en contacto más «profundo» con los estereotipos de los Deleuzes y Guattaris, un «ir» y «venir» en la «intercalación de los planos discursivos». O, si se prefiere, y bajo la tesitura borgeana, la indecisa «disyunción tlöniana». [3]

—«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius».

Lo que la Ochoa aduce es parte sustancial de la misma propensión que ella padece, «conceptos malentendidos» y «descontextualizados». Muy satisfactoria la ética que formula para superar obstáculos teóricos. Conqué desfachatez se opone a sus propias interpretaciones y maromas mentales. Y ¿qué eficacia puede tener el sermoneo de valores que la ruca perora?. Nadita de nada. Pues ella misma, conjuntamente con el Navarrín y demás payasos del elitismo rastacuero, encarna la impotencia en la acción; porque si la dimensión moral, por las consecuencias del dualismo kantiano, no puede apelar, más que en teoría, a la unidad entre el ser y el deber.

—Pero ahora resulta que el burro anda hablando de orejas.
—O el comal le dice a la olla: «qué tiznada estás, manita».

En fin, qué se puede esperar. Con bastante anticipación, en su «Miseria de la filosofía», ya lo había dicho el joven Marx: «Este es el tiempo en que inclusive cosas que hasta allí se habían trasmitido, nunca se cambiaban; se deban, pero no se vendían nunca; se adquirían, pero nunca se compraban: virtud, amor, convicción, saber, conciencia, etc., en que, en una palabra, todo se convirtió en objeto de comercio. Este es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal…».

—Y lo más ridículo de la mina en cuestión, es que cree que lleva metida debajo de las pantaletas la biblioteca de Alejandría.

Y, ahora que andamos en tópicos de moralidad e inmoralidad, para darle sabor a las enseñanzas que la cretina de la Sidharta Ochoa quiere proporcionar, pues podría tener algo de atractivo la invitación que hace Guzmán de Alfarache en la página 484 de su broli:

«Si me ves caído por mal reglado, haz de manera que aborrezcas lo que me derribó, no pongas el pie donde me vistes resbalar y sírvate de aviso el trompezón que di. Que hombre mortal eres como yo y por ventura no más fuerte ni de mayor maña. Da vuelta por ti, recorre a espacio y con cuidado la casa de tu alma, mira si tienes hechos muladares asquerosos en lo mejor della y no espulgues ni murmures que en casa de tu vecino estaba una pluma de pájaro a la subida de la escalera».

Y el Guzmanillo no se queda trastabillando; y he aquí una de sus tantas y vigorosas disquisiciones:

«¡Oh, qué gentil consejo que me das ése, amigo mío! ¡Tómalo tú para ti! ¿Quieres por ventura sacar las brasas con la mano del gato? Dilo, si lo sabes; que lo que yo supe ya lo dije y no quiero que conmigo hagan lo que dices que con los otros hacen».

—Pero, mejor prosigamos revisando los febriles delirios del «Mamónico».


OTRA SEÑORONA LLAMADA «PRESENCIA PENSANTE»

Repitamos de nueva cuenta el parágrafo inicial para despepitarlo (y, por favor, no se rían que esto es serio). Sin delimitar las circunstancias en que escribe, y sin expurgar qué hay de verdad en lo que afirma, estropajosamente el baturro teatrero declara en sus vacuidades y retruécanos que «hay una tendencia de ciertos escritores tijuanenses “posmodernistas”», [¡a la puta!; ¿porqué mete coma donde no va?] «en tratar los textos como “pacientes”» [¿cuáles textos y qué tipo de pacientes?],« sicoanalizando a través de él» [¿no será a través de ellos?] «a su autor» [¿cuál autor?, autista engreído] «con un ferviente “estructuralismo”» [¿qué cosa?], «evadiendo o minimizando el valor del mensaje a favor de una “pseudocrítica” de los elementos textuales, que cae en la criticonería» [y ¿quién cae en la criticoneria?]. «Esta práctica obtusa y tendenciosa» [¡obtusa y tendenciosa es la chingadera que usted escribe, cabrón!] «es una forma de destruir la presencia pensante, creativa y experimental» [y ¿quién es esa señorona apodada “presencia pensante”?], «en aras de la “escritura correcta”» [y, precisamente, escritura correcta es lo que te hace falta, mi buen].

—¡Puta, madre!, ¡qué manera tan atroz de escribir!
—Y, encima de todo, llorón y con un estilacho vagaroso y disparatado.

Este individuo necesita, pero de urgencia, acudir a una escuela de primeras letras para que en ella aprenda a pulir su mafufera prosa y adiestrarse en los avatares de la redacción más o menos sensata y correcta. Y todavía el ridículo enano pretende incursionar con tales devaneos —propios de un cerebro trastornado— en el procedimiento literario y jalársela de “concienzudo analista”, “guionista interactivo” y no sé qué otras mamadas.

—Además, el infeliz no sabe siquiera dónde carajos van colocadas las comas.

Y el güey no siente escrúpulos al engañarse y barbotar tontos refritos mediante los cuales revela el vacio insondable que padece en su cavidad craneana. Quienes han contribuido a sufragar los gastos de su educación en el Southwestern College, en la Universidad de San Diego (UCSD), en el Centro de Artes Escénicas del Noroeste (CAEN), en la Casa de la Cultura, con la cresta humillada, seguramente, no hallan fleco alguno que les tape la pena y el abochornamiento que hoy se cargan como si fuera jiricua o vitíligo.
A pesar de todas las medallas, diplomas y corcholatas que el bato se cuelga por méritos y dizque estudios académico, es vergonzosa la baja instrucción y la miseria intelectual que detenta. Pero todo eso se embadurna con el esnobismo provinciano y las conjeturas sofísticas para darse ínfulas de falso erudito y encubrir con apariencias su mediocre e inepta capacidad literaria. Reitera los mismos fetiches de sus correligionarios de capilla, contigua y vecina.
El desdichado «Mamónico», incapaz de encontrar los términos adecuados, trasplanta mecánicamente a su papanduja escritural una serie de términos que acaban en desperdicio y en un informe apocado, incongruente, ridículo y nebuloso. Saca a colación palabrejas tales como «posmodernistas», «sicoanálisis», «ferviente estructuralismo», «valor del mensaje», «criticonería» como «práctica obtusa y tendenciosa», «presencia pensante» y etcétera. Con arreglo a un criterio poco menos que zarrapastroso, y sin recurrir a metodología alguna que le sirva para ordenar toda su porquería de dislates, atentando contra las sindéresis y peregrinando en la orfandad sintáctica y ortográfica, el chaval se lanza publicar en gacetillas cultureras sus pamplinas textualeras.
Esas connotaciones que utiliza, y que por desventura terminan hechas pelotas, tienen un propósito claro y deben ser entendidas y tenidas en cuenta en su área o disciplina específica.

—Pero esto qué puede importarle a don «Mamónico», pues, guarro al fin, a él sólo le basta el recurso de la mentida labia.

Ahora, si la «criticonería» y la «pseudocrítica» no son de su agrado, entonces ¿qué quiere el cabrón?; ¿un enjuicimiento consolidado como expresión puramente optimista?; es decir, una crítica «consuelera», abúlica, rastrera y complaciente. Sin duda, esas son las bazas necesarias para una crítica que, muy del gusto del Navarruco, a merced de la inanidad se rebaje a demagogia y que, como decía el máter Leopoldo Alas Clarín, sea el «refugio de los superlativos encomiásticos, que tiene consonantes para toda clase de vanidades, y de allí hacer caer lluvia de palabras, gordas todas, apestando a incienso, y en lenguaje tosco, vulgar, macarrónico, pedestre, como quiera, alaba y más alaba, seguro de que al paladar más delicado le sabe a cielo la lisonja, aunque venga envuelta en la más indigesta prosa».

—«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius».
—Muchacho, muchacho zonzo, se te resbala lo deslenguado.


NOTAS FINALES
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.- Al final de un redrojo que garrapateó nuestro invitado («El pequeñol, novísimos neoconservadores»), y que además tuvo la desfachatez de sacarlo a la luz pública en el suplemento que regentea el mamacallos del Jaime Cháidez Bonilla, don «Mamónico» intenta justificar una supuesta “neutralidad” oficialista y salirse por peteneras. Mas sin embargo, el babotas lo que hace es dejar muy explícita su postura de disimulado carroñero, y en su picaresca de hincharse el buche de hipocresía; y, lleno de ensueños en favor de la «Nueva Tijuana», postiga esto que a continuación copio:

«Nota de aclaración: Todas mis presentaciones de Nemónico, El futuro es un instante, fueron agendadas durante la administración de Teresa Vicencio, por Javier González Cárdenas del departamento de Literatura, CECUT. Fue él quien me agendó la sala de video para mi temporada de verano. Además, no estoy recibiendo un sólo centavo ni estoy cobrando al público. Es 100 por ciento trabajo social por una nueva Tijuana. Gerardo Navarro, Nemónico, 29 Junio 2009».

El güey, tal vez para no pensar en el abuso del derecho de pensar mal, con tales suatadas pretende quitarle un poco de carga a su tartufera conciencia truhán culturoso. Azotando la bandeja de la limosna, a veces con descaro y a veces sin él.

2.- He aquí el resto del cretinismo planificado que a la rucaila de nombre Sidharta Ochoa, seguramente. le ha de servir mucho para impresionar a su runfla de cofrades y demás melolengos.

«Hice mi disertación de licenciatura sobre Neoconservadurismo en los Estados Unidos. Tiene que ver con la reformulación de la Teoría Realista o sea de una tradición gringa en Ciencia Política muy particular, que se basa en la apropiación del discurso trostkista a principios de siglo XX y de su utilización para fines imperialistas. • Aguas, esos conceptos no pueden ser usados sin antes informarse recomiendo en particular un artículo de David Rieff sobre este tema, da un panorama general y básico de lo que significa el término neoconservador» [Sidharta Ochoa, 6 de julio de 2009, http://angelesidharta.blogspot.com/]

Imagínense nada más el lector las tremendas sacudidas de nalgas que la pavonera ha de pegar cuando algún embelecado con sus rumiaciones metatextualeras le hace trismo al chafallo de altanería, petulancia, egocentrismo y demás vanistorios.

4.- En el capítulo segundo («Escritura postsimbólica»), contenido en el extenso ensayo «Tercer Espacio, Literatura y Duelo en América Latina», Alberto Moreiras reflexiona con rigor y profundidad acerca del invocado artificio borgeano.

«“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius,” el relato que abre Ficciones, de Jorge Luis Borges, permite, entre otras cosas, una lectura basada en tres elementos: el primero tiene que ver con lo que llamaré el encriptamiento o neutralización del lenguaje; el segundo, con la utilización digamos potenciadora del efecto que llamaré de pérdida de mundo; el tercero, con lo que es reconocible como una vuelta de tuerca o torsión catastrófica de elementos alegóricos, que llevan la alegoría hacia el descubrimiento de las posibilidades epistémicas de una cierta alternativa postsimbólica. • Las tres características se relacionan en su raíz misma con la escritura de duelo. Con “neutralización del lenguaje” me refiero al efecto de des-trabajamiento mencionado por Maurice Blanchot en La escritura del desastre:69 cómo, a partir de cierto momento, la descripción de la lengua de Tlön empieza a contaminar la nuestra y a llevarla hacia el fracaso; cómo la lengua de Tlön se hace la nuestra en el movimiento mismo que pretende conjurar su avance; cómo, en una palabra, la lengua común se encripta y hace ajena en virtud de una narrativa que encontrará en tal pérdida la fuerza suficiente para instalarse en una negatividad apenas contrarrestante, pero quizá suficiente: en la más peligrosa de las cercanías con respecto del destrabajarse de nuestro mundo, Borges acierta a paralizar el dominio del feroz antisimbolismo tlöniano mediante el recurso engañosamente simple de reconducirlo hacia su propio desastre. Lo que resta no es sin embargo una nueva afirmación triunfante del símbolo, sino meramente la negación de su contrario, y así, dialécticamente, la entrada en una nueva posibilidad de escritura: escritura postsimbólica, escritura de duelo, traducción de epitafios» [Alberto Moreiras, Tercer Espacio, Literatura y Duelo en América Latina].


Continuará

15 de julio de 2009

LA SIDHARTA OCHOA: UNA BOFERA DE LOS METATEXTOS


Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez




LA SIDHARTA OCHOA: UNA BOFERA DE LOS METATEXTOS



«Creo que si fuera más latinoamericano,
Sería más yanqui.
Feel so proud,
Am i talkin loud enough?
Who the hell is oprah no sé qué?
Who the hell is lennon?
I like lennon
He is like the facha bueno».


Andrés Calamaro, Enola Gay



PIJOTERA DEL NEOESCOLASTICISMO METATEXTUALERO

Importándole poco que la gente los lea o no, la señorita Sidharta Ochoa se dedica a cocinar algunos eventuales y leves chambaretes en los que no hay evidencia racional de lo que afirma; tampoco ideas ni proposiciones cognoscitivas, sino únicamente intuiciones, datos desparpajados e inaprehensibles en la conciencia; signos y símbolos del «pluralismo irreductible de los juegos del lenguaje». Tres reseñitas suyas, y piezas de un mismo montaje metatextualero, así lo evidencian: «David Foster Wallace, el último metaficcionario», «Black Sun» y «El Fin de la Semiótica de Consumo», publicados en el templete papiresco de Eligio Valencia Roque los días 11 de enero, 26 de abril y 31 de mayo de 2009, respectivamente. [1]
En una especie de coliseo verbal, pero sin atender a la correlación de fuerzas históricas, la chamaca sustenta alianzas con su lenguaje, con nadie más. Son las nuevas posiciones políticas de los “escritores”; sus ideas globalizadoras se construyen con retazos y préstamos simbólicos; lo cual no es otra cosa que la contextualización global de la idea particular del grupo dominante. Es decir, el alto grado de la abstracción como ejercicio de control social. El aislamiento fatal infinito porque en el dominio de las relaciones sociales hay implícita e inconscientemente un reconocimiento a la impotencia; un acto de renuncia a los propósitos casi imposibles de lograr.
Guiado por la artimaña chapucera, el primer articulejo («David Foster Wallace, el último metaficcionario») es una tosca especulación cuya corteza blanda se desprende con el mínimo análisis crítico.
Ahora, hay que considerar que los textículos de la chamaca son experimentos primerizos a los que no se les puede exigir buti candela de talento o excelencia de forma.

«David Foster Wallace nacido en Ithaca, Nueva York el 21 de febrero de 1962 y autor de las novelas The Broom of the System (1987) Infinite Jest (1996) traducido al español por Mondadori, 2002, y los libros de relato La niña del pelo raro, Entrevistas breves con hombres repulsivos, Oblivion: Stories (2004) traducidos también al español por Mondadori, se quitó la vida en su casa en Claremont el pasado 12 de septiembre del 2008» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

¿Y qué?; también se suicidaron Nikos Poulantzas, Mariano José de Larra, Guy Debord, José Asunción Silva, Marina Tsvetáieva, Attila József, Emilio Salgari, Unica Zürn, Virginia Woolf, Ernest Hemingway, Cesare Pavese, Stefan Zweig, Sylvia Plath, Reinaldo Arenas, Alejandra Pizarnik, René Crevel, Sandor Marai, Alfonsina Storni, Jack London, Yukio Mishima, Jacques Rigaut, Horacio Quiroga, Anne Sexton y Vladimir Maiakovski. ¿Porqué hacerla tanto de pedo por un suicidio cuando existen tantas formas impunes de acabar con las vidas? Además, esa manera de morirse es una práctica muy extendida desde todos los tiempos.

—Ya lo había dicho yo endenantes: la única manera de perfeccionar la vida es muriéndose.


«Sea quizá el primer escritor en recibir la etiqueta de muerte por depresión clínica. Víctima de una enfermedad: de la metástasis depresiva»
[Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Contando chismes, la chamaca ha de suponer que se convertirá en toda una filosofastra. Está comprobado que el bato se autorreventó con un soga atada al buchi porque era un sicótico (o porque quiso demostrar «holoflux» del perenne tiempo presente). Además, esa metástasis depresiva también acabará por partirles sus madres a todos los metatextualeros. Bien dicen que ninguno de los relativistas posmodernos tiene la decencia de declararse incompetente en cuestiones literarias. Si esto que digo no es cierto, ya lo será en su momento oportuno.
Lo que enseguida viene es una algarabía tan aparatosa como insignificante.

«La primera lectura que obtendremos de David Foster Wallace es propiamente mediática, lo compruebo en las reseñas y obituarios que leo. Mediática en tanto que la inteligentsia hip neoyorkina nos relata a un David de una intimidad que no queremos conocer. Wallace escribiría un artículo titulado Borges on the Couch una reseña sobre el libro de Edwin Williamson, ''Borges: A Life, ‘‘ donde se mostraba molesto de las biografías hechas a grandes autores; muchas veces la vida personal no tiene nada que ver con la obra que escriben y “ni remotamente esa persona que se nos muestra por el biógrafo pudo haber escrito los obras que admiramos”» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Espíritus alienados que se creen lúcidos porque albergan en sus atolondradas cabecitas la idea de que la literatura se disuelve en un siquismo colectivo confuso y difuso. Que tipas como la mentada Sidharta Ochoa sean nombradas como escritoras no es más que una tontería muy exacta. Rebasaría las barreras del pudor quien intentara explicar y entender qué cosa quiso decir la ruca al garrapatear que «la primera lectura que obtendremos de David Foster Wallace es propiamente mediática» (y «mediática en tanto que la inteligentsia hip neoyorkina nos relata a un David de una intimidad que no queremos conocer»). Cualquier ocurrencia que se filtre por los hilos del cerebelo: pechos sin brasier, peregrinos guadalupanos, méndigos retrógradas, relaciones entre historia y ficción, producto de mercado, universales oscuros.
El desgajamiento del «logocentrismo»; ¿dónde quedó aquella literatura como medio para ilustrar a la masa de ignorantes? La «regeneración espiritual» vasconcelista mediante la lectura de un libro «excelso» (La Ilíada, La divina comedia), el paternalismo literario de Luis Humberto Crosthwaite por la bella otredad del cholismo tijuanense. Un texto siempre genera más ideas que las ya incorporadas por el autor, pero aquí sucede lo contrario. Luego de amoldarse al perímetro ilimitado del irracionalismo, puede más el recurso retórico de la confusión textualera. Desinformación y escasa reflexión; la genialidad del escritor como accidente histórico.
Revisemos el estatus teórico o base lingüística reflexiva del caramancho que adoba la pequeña Sidharta.

«En una entrevista de Mark Costello, que fuera compañero de cuarto de Dave Wallace durante sus estudios en Amherst y con quien Wallace escribió Signifying Rappers: Rap and Race In the Urban Present; Costello presenta a un Wallace siempre al borde de la crisis, una figura patética que dependía de la aprobación, del reto constante a su profesores y que pasaba sus noches encerrado viendo la televisión, sobre todo a su regreso a Amherst después de ¨su caída¨. En varias entrevistas que se le hacen a Dave, se hace referencia a esta época oscura; se trata de una amenaza de suicidio que hizo durante sus años en la Universidad. La marca de la opinión omnipresente. También sería por Costello que Wallace pasó una noche en guardia psiquiátrica; ya que existe todo un procedimiento en las universidades norteamericanas si alguien hace alusión al suicidio. Costello aparece en el reportaje que hace la revista Rolling Stone como el amigo que interviene para salvarlo, toda la saña disfrazada de crónica de la bondad» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Unción de esnobismo y cursilería en la bóveda craneana. Una metamorfosis anafórica, homologación de las catáforas. Pobre mocosa, se siente portadora de un fenómeno literario que no comprende. En su relativismo pusilánime pretende renconciliar la estupidez con la inteligencia. Reivindicación unilateral de la creatividad; la relación entre autor y obra se realiza como un comportamiento puramente lingüístico, autónomo; es decir, sin una función comunicativa, práctica, toda vez que el lenguaje pierde su esencia connatural porque las palabras quedan fetichizadas en sus significados. La teoría lingüística ya no está dotada de poder explicativo.

«En otro tono Elizabeth Wurtzel autora de Prozac Nation: Young and Depressed in America: A Memoir (1994) y Bitch: In Praise of Difficult Women (1999) se une a la larga queja sobre la depresión como característica de los escritores que se encuentran en la cima; parece decir: ¨¿Ven? estamos tan llenos de insatisfacción que la vía ética es la muerte¨. Estos autores así como Wallace son parte de este grupo que se encuentra en sus cuarentas y que escribe para NYTimes, NYmag o Harper´s y que el mismo Wallace llamaría: la generación de los escritores ridículamente bien educados [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

En detrimento de la exclusividad pequeñoburguesa, esa «insatisfacción» no es propia de «la generación de los escritores ridículamente bien educados»; la encontramos como sinónimo de la palabra spleen (hastío o tedio de vivir), vocablo deslavado y manoseado en exceso por los escritores de ayer y hoy. Se considera un clisé de rancio abolengo. Antes de 1790, Tomás de Iriarte la insertó en uno de sus versos: «Es el spleen, señora, una dolencia / que de Inglaterra dicen que nos vino» [Poesías, 136]. Después que Charles Baudelaire lo dejó despellejado, muchos escritores y poetas contemporáneos han traslado el «esplín» a sus letras. El autor de Las flores del mal en otro de sus libros, «Los paraísos artificiales (Acerca del vino y el hachís)», emplea la palabra spleen como el estado emocional donde se descarga la bilis, la cólera, la melancolía o el rencor; y, precisamente, sus «Pequeños poemas en prosa» llevan el subtítulo de «El Spleen de París». Para Paul Valéry significaba un sentimiento ambivalente de amor y de odio. Amado Nervo también recurre a este clisé en una metáfora que elabora por vía de aposición: «Y tu spleen, niebla límbica, que haces...». Y así sucesivamente hasta el infinito.
Por lo que se advierte, la ruca necesita lecciones de claridad mental, pues designa un testimonio mediatizado de la realidad, reduciendo los procesos multiformes del desarrollo letrístico en descripciones banales y rutinarias.

«David Foster Wallace durante la década de los noventa había ya previsto el fin del posmodernismo en las letras, el exceso de formas que hipertrofiaba a la literatura norteamericana y su enfoque absurdo: una metafísica del vacío industrial. Dave Wallace fue precedido por el boom posmoderno, el boom “que rompe la narración lineal”, pues ¨la realidad es más compleja para ser abordada por los recursos tradicionales”. Infinite Jest está compuesta en gran parte por pies de página que se desdoblan ante el lector para darle la sensación de mera dificultad (o de mal chiste). Abismos de supuesta autoconciencia desplegados por una nota al final de la página» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Por apasionado capricho, o por complicidad con las fanfarronadas ajenas, uno acaba chutándose esta fritangas de que el «David Foster Wallace —durante la década de los noventa— había ya previsto el fin del posmodernismo en las letras» y que, según los asegunes de nuestra invitada, supone ser algo así como «el exceso de formas que hipertrofiaba a la literatura norteamericana y su enfoque absurdo: una metafísica del vacío industrial» (¡cataplop!). Declaraciones hechas al chilazo, ilusión por ilusión para darse el gusto de sentir que se escribe metacrítica literaria (o antiliteraria, según sea el caso). Ese referido «fin del posmodernismo en las letras» es un cuento que la Ochoa se viene tragando desde rato. Hay maneras de ser y no ser; he aquí una de tantas, como los perros Charles boy o voy a echarles los perros.
La plusvalía del egocentrismo se solaza, mientras la profesora Sidharta Ochoa aprovecha la ocasión para tirarse a babear estas chuchadas:

«Los recursos de la posmodernidad -recordemos que Norteamérica es su principal exportador- estaban acabados para la vanguardia gringa desde la década de los 90, Infinite Jest cumplió con este trabajo, los redujo al absurdo. No hablo de un absurdo kafkeano si no de un absurdo de índole estilística. ¿Cuánto tiempo más se puede hacer parodia de las limitaciones del realismo? ¿Qué importa que una escritura sea realista o no lo sea? ¿Esto la hace en verdad, más conservadora? Estas preguntas parece responderlas David Foster Wallace» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

La pobre concheta habla de lo que ignora. Mejor debería sujetarse a la máxima clásica de no tirarse a chachalaquear sobre aquello no que conoce. Y súmele también la falta de circunspección literaria que ya es un lugar común en los textos de la follona reseñista.

«El chiste que no fue. El siguiente rebelde, el rebelde que Wallace propone es uno que muere al instante, el que se acaba con el primer uso. Es el rebelde que en el fondo es un conservador. ¿hasta que punto Wallace fue un rebelde de la escritura? Sus precursores fueron los escritores que llevaron teorías posmodernas al texto literario y el las llevó a su extremo. Este rebelde es un Oscar Wilde; un esteta sin autoparodia. La posmodernidad anuncia la unificación estética de la literatura, el pie de página como Brand, el nuevo rebelde no está interesado en ello, pues conoce su condición. Rechaza la experimentación como conditio sine qua non de la escritura. ¿La propuesta es entonces el regreso al realismo? Tampoco se trata de eso. Wallace no quería ser celebrado por posmo, o por hip, ¨quería ser verdadermante triste¨, dice en entrevista con Charlie Rose» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Fuera de todo apantallamiento para borregos y descerebrados, ¿esto es literatura? La primera marca de identidad es texto breve, lo «fractal», lo fragmentario; enseguida del desparpajo teórico aparecen los signos del relativismo moral (estético-cultural) y las palabras despojadas de su significatividad «estándar»; y, finalmente, el fetichismo discursivo, el texto sin sentido y la imitación de estilos, posturas y temas. [2]
El gran sistema de la retórica chapucera y la maroma mental es todavía una especie de patente de corso en el submundo de los literatos. Y es que detrás de esa palabrería confusa y enmarañada se esconde una forma esnobista de expresión discursiva. A la mina, le han tirado la cínica jugarreta de desdicha de que hay que ser literata; y, una vez convencida, la ruca se aficiona en bracear metatextos y poner las patas al cielo. Y es que detrás de esa palabrería confusa y enmarañada se esconde una forma esnobista de expresión discursiva. Y habrá quien la alabe o exprese satisfacción ante esa desbozalada incoherencia de la «paralogía», es decir, la discontinuidad, la fragmentariedad y los juegos de lenguaje del «pequeño relato», la minificción, el metatexto, el metadiscurso, etcétera. A lo largo del breve articulejo que garrapatea la Sidharta Ochoa subyacen los presupuestos de la «hermenéutica deconstructivista», en el sentido de concebir al texto «per se» como única fuente de significado, deslindándose su autora de todo contacto con el lector y generándose, por tanto, el contexto lingüístico, el cual no es histórico ni unívoco, sino de criterios multiformes, plurivalentes y polisémicos. O sea, «falacia de la intención», retórica encubridora y una especie de nuevo manierismo. La teoría como un juego epistemológico y nada más. Apología de la academia posmodernista norteamericana, y como diría el máster Eduardo Subirtas, «con sus intelectuales que celebran sus congresos dentro del hotel, que hablan un discurso críptico, supuestamente sofisticado, en verdad vacío, incapaz de un proyecto».



NOTAS FINALES
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.-
Por poner un «botón» de muestra, ai tenemos al académico Alfredo Lucero Montaño, quien aplica la misma técnica que la Sidharta (más parecida a la de un truhán que a la de un escritor); y es otro singular ejemplo de lo que viene a ser un experto en «encriptar» patrañas. El bato, igual que la nalgona ya mencionada, recurre a una fraseología que ha perdido su capacidad conceptual y que carece de efectos multiplicadores porque se dirige a un particularísimo lector que solamente alcanza a «entender» la balumba lingüística a través de sortilegios o con auxilio de una máquina desencriptadora de mensajes ocultos. O sea, la eficacia significativa del «rollo» textual radica en la conjetura arbitraria de cada lector. Y, tocante a este menjurje, cabe decir que la nómina de «encriptadores» no es escasa, pues parece ser una prerrogativa del estatuto canónico. El máster Pepe Revueltas afirma que en el momento en que la razón se disfraza, parlando el lenguaje de Esopo, los filósofos han de convertirse en perros, caballos, elefantes o cabrones que hablan y piensan antropomórficamente a través de una «crítica» elusiva, indirecta, pusilánime y complaciente. Ascesis de escribir sin decir nada o puerta abierta al oportunismo, la doblez y la ambigüedad: el escritorzuelo, articulista o gacetillero, mediante imposturas y falseamientos, se sirve de dicho lenguaje; y cuando es llamado a moverse teóricamente, lo hace aplicando groseras fórmulas anfibológicas o lanzando lisonjas de filisteo con el fin de acomodarse u obtener la prebenda de rigor. De esa manera, su «crítica» merece ser leída o escuchada, se vuelve glorioso ejemplo y se acepta el meritorio discurso porque se ha desprendido del «núcleo racional» —transustanciándose en una «crítica-acrítica»— en la que prevalecen únicamente los raseros de la «superestructura emocional», de una conciencia vacía de contenido que opera con el puro entusiasmo o el optimismo. Entonces, se logra el propósito de que las palabras ya no digan nada. Como afirma Revueltas:

«Las palabras pierden por completo la significación que indican, como ocurrió con la ideología cristiana por los tiempos en que el agitador Savonarola intentó restituir las vaciadas significaciones a la pureza original de su antiguo contenido. La horca hizo pagar a Savonarola su osado proyecto de arrancar a la fe religiosa de su optimismo y complacencia ideológicos, y las palabras continuaron vacías» [Dialéctica de la conciencia, libro 20, p. 225].

Lo anterior ha quedado ya dicho y redicho en pretéritos Vertederos de cretinadas, por tanto, remito al articulejo «DE LA ESCUELA DE FRANFORT A LOS BALIZAJES DEL CANTINFLAS Y LA CHIMOLTRUFIA»

2.- Las teorizaciones de la señorita Sidartha Ochoa son un bochinche de impertinencias que no contribuyen a entender el fenómeno estético y lo que más importa: el hecho literario y que, por ignorancia o incomprensión, la pijotera escritorzuela lo desplaza de su ámbito y lo sustituye por el texto, creyendo que éste es objeto mismo; o sea, la esencia de la literatura, cuando —si bien es cierto— sólo se trata de un complemento. Para empachar a los lectores, procedo a reproducir dos metatextos de la maestra metatextualera, esperpentos que le han servido —cuando menos, dirá ella— para agenciarse una birroncha oficial que se traduce en mamarle el choto a la presupuestívora beca que otorga el estatuskú culturero y que la jaina, supuestamente, impugna, cuestiona e increpa con sus ráfagas de artero neoescolasticismo cuchupletero (véase: http://www.bajacalifornia.gob.mx/icbc/doctos/BeneficiadosPECDA2009-10.pdf)
«El Fin de la Semiótica de Consumo. Anunciando el fin llegó cierto estilo del pensar norteamericano: La semiótica de consumo. En menos de dos décadas los libros producidos por semiotas de la segunda generación se convirtieron en fragmentos de corte Baudrillard meets Terminator, anunciando la repetición de la semiótica norteamericana. El fin de quien anunció los fines. Un fin desprovisto de la tragedia que contiene el estructuralismo francés; siendo este su precusor. Un fin que no implica - en su inicio - la desaparición formal de dicho pensar.
La semiótica americana de consumo tendrá un marcado acento noventero y no podrá escapar a dicha marca del tiempo. Opera desconstruyendo la cultura en torno a una “cura” en la que los íconos - una mercancía- son eje de la vida pública. La vida íntima se conforma a partir de esta realidad simulada. El exceso de este pensar es la interpretación fatal de dicha simulación.
Terminator, Blade Runner, el sexo y la máquina, Eros y Technos enuncian la problemática del cuerpo que permanece separado de la conciencia - ¿de sí mismo? - por efecto de “la máquina”. Siendo la máquina el acontecimiento en el que la actividad mental supera brutalmente la realidad actual, corporal. La imagen bajo este pensar suplanta a la vida o cuando menos la satura. Y si, lleva a cabo un engaño perfecto, casi total.
A continuación tres pantallas.
Pantalla uno: Las masas, rigen.
Máximo Gorki el escritor del kitsch ruso asistió a una proyección cinematográfica con gran desilusión por la falta de colores y vida que encontró frente a si. Lúgubre, fue el adjetivo que utilizó. ¿Qué diría hoy Gorki del exceso de mensajes y color digital que puede contener la televisión? Diría que es una maravilla socialista. La dictadura afectiva del proletariado. El fin último de las masas semi escolarizadas.
Este comentario es efecto de mi tiempo, semiótico.
Pantalla dos: Al cristianismo le queda mucho tiempo.
Los símbolos sagrados sufren una metamorfosis terrible. El reciclaje que padeció la cultura grecolatina devorada por la vertiente oficial del cristianismo es casi irreversible. El Hermes pagano se vuelve el Buen Pastor. Lo divino ya no fue un atributo inherente a la existencia humana. Lo divino se convirtió para el cristianismo masificado en lo alejado e inaccesible. En lo separado.
El ícono de masas es la expresión contemporánea de esa separación. Y la semiótica lo perpetua.
Pantalla tres: Otra lente es necesaria.
Es en el extrañamiento - la lente- sobre la cual se basa toda tentativa de explicación de los efectos de Technos sobre Eros. Y es sobre otro reciclaje - el de Baudrillard - que accedemos a la importancia de la semiótica, esta será el registro de la injerencia de Technos sobre toda una civilización ya de por si desprovista de Eros.
Encontraremos que la hermeneútica que va mas allá del extrañamiento no está realizada por pensadores norteamericanos. La realizará quien haya entendido lo gringoide, sin ser devorado por ello. Abriendo por fin! la posibilidad de otra hermenéutica. Haciendo formal el fin de la semiótica»
[El Fin de la Semiótica de Consumo, publicado el 31 de mayo de 2009 en la gacetilla Identidad].


14 de julio de 2009

METATEXTOS Y DEMÁS PAYASADAS MIMÉTICAS



METATEXTOS Y DEMÁS PAYASADAS MIMÉTICAS

Promoción de una «estética del disparate», muestrario de palabrería y esnobismo, en la que, no obstante —con la modulación circunspecta que comienza con Holderlin, seguida por Beckett, y que va de Lacan, Kristeva y Barthes, pasando por el minimalismo y las figuraciones estrictamente gramaticales, desglosadas en metatextos y demás payasadas «miméticas»— se evita llamar a las cosas por su nombre. Y tenemos un acopio bastante considerable para lograr tan persistente efecto de altivez tijuanera. La frontera norte de México es, de un tiempo acá, la pasta con la que se hacen hogaño poetas, escritores y periodistas.

—Y qué importa si al cabo hasta el santo rey David se echaba una cana al aire.

Pero aquí los trapicheos son al fiado y la «kulturkampf» una perrería de mala pécora que mancomuna al arte con la bufonería repugnante, la obstinación cortesana, la creación de famas súbitas, la pedantería arribista y el ejercicio de entretenimiento y banalidad, huérfano de instrumentalización epistemológica y sin condensación estética. Escritores y poetas, de un plumazo, echan a la calle (del olvido) estolos malformados, textos charamusqueros en trance de languidecimiento y de concluida deprecación mental, pues la mayor parte de la producción letrera es vacua e insustancial; un depósito de ignorancia y estupidez en toda su plenitud práctica.

29 de junio de 2009

EL GERARDO NAVARRO O LA LITERATURA COMO EXCRECENCIA INTELECTUALOIDE



Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez



EL GERARDO NAVARRO
O LA LITERATURA COMO EXCRECENCIA INTELECTUALOIDE


En la bullanga de las tarambanas de los premios estatales de literatura 2008 otorgados por ICBC, también se coló el marsupial de nombre Gerardo Navarro, escrutador de la peor clase de caramanchos teatreros, lo cual no es óbice para que, gracias al chanchullo y la componenda, lo acaloren con un premio literario en la categoría de dramaturgia. Batiendo el zancajo del perifollo de la ignorancia, la incultura y la estupidez, y casi dispuesto a besarles el culo a los adelantados que le cabildearon el galardón, aunque él escupa la mofeta que el premio se lo ganó con honradez y acrisolada proeza artística.

—Si ese güey no gana ni en el cubilete
—Entonces se hizo de mulas por alianza de cenáculos y todo salió por frioleras.

Este galardonado discípulo del Aniceto Burrerías es una muestra palpable de que para ser «intelectual» no se requiere usar el cerebro. Lo que este infranélido produce como autor de poesía y supuestas obras de teatro son subproductos mentales de estupidez prescolar, empapelados con un nivel tosco de redacción y en un estado primitivo casi de afición pedante y boba. El bato ya lleva tiempo reptando con un eskechillo que titula el «Nemónico», una auténtica cabronada en la que barrunta pastiches pololeados con esoterismo «niuéch» y una que otra mamada de truquitos magicianos.

—Canónico enano de las fatuidades de Taurus de Brasil y Walter Mercado.

Este teatrero mamón también fue incluido en la antología que editó el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana (IMAC) bajo el membrete de «El margen reversible» (2003); y un maltrecho jelengue suyo, intitulado «Hotel de cristal», fue publicado en el libro I de «Dramaturgia». Se trata de un eskechillo en el que su autor gorjea chonchos disparates de pútrida gramática y una sintaxis que parece un auténtico caso forense de malhechura escritural, muy cercana a la que garrapatearía un retrasado mental. Garnache seudoliterario que por cierto me tocó pasarlo por hacha en un Vertedero de cretinadas, demostrando el estado de degradación intelectual y el bajo perfil de creatividad que tiene el seudoesteta galardonado con el premio de literatura en el área de la dramaturgia donde precisamente el laureado no pela un chango a nalgadas.
Transcribo algunos pasajes del ariticulejo en el que me avoqué a darle análisis al garnache seudoliterario para que los lectores consideren las razones por las cuales el Gerardo Navarro amacucó el dichoso galardón literario y sopesen en qué circunstancias se encuentra la picaresca culturera al beneficiar a pillos que ingresan al privilegiado club del elitismo rastacuerero que sin cortapisas intima con la ridiculez y el rebajamiento de lo que se admite como expresión de arte.
«Hotel de cristal» es un intento fallido de dramatizar una de las múltiples facetas del lumpendesarrollo de bajos fondos, pero aflorando un degenerado romanticismo populachero en el que concurren lecturas del calado de «Los asesinos seriales más famosos de la historia», marejadas de «malditismo» decimonónico, aprovechamiento perezoso y paródico de truculencias estilo Goyo Cárdenas y Chinta Aznar. Plantea una visión irreverente de las cosas que se reduce a estupor de nota roja, percepción resemantizada del «ghost story», campechaneada con las travesuras del vampiro de Bram Stoker, Freddy Krugar y Chukie y lo que resta de la legión de freaks. Pura metáfora del miedo cuyo territorio de conflicto y disputa queda situado en la buhardilla del sistema donde malviven los elementos desclasados, sin más estímulos que la jediondez, el vicio y la promiscuidad, y que acaban en sobredosis de desgracias. Una versión aguada de maniqueísmo que mañosamente estigmatiza a los humildes como los detentadores de todo mal, ajenos a la belleza, bondad o fraternidad: los pobres son unos monstruos, bestias sin benevolencia; y sólo la gente bonita de la clase alta y media burguesía es magnánima, civilizada y de elevados valores.

—Jajá. Qué pinche teatrero tan prejuiciosamente tendencioso y balín.

«Hotel de cristal» no representa el contorno de alguien que ha vivido en los arrabales, sino de otro alguien que mira o accede desde afuera. Y esté fenómeno de hipocresía estilística no sólo se advierte en el caso de nuestro invitado sino que es patente en la mayoría de escritoretes de esta región que producen libelos poéticos, narrativos y teatrales, y vale decir que las cosas han empeorado en vez de mejorar.

—Hete ahí la falta de originalidad que provoca la fiebre de pueblo y el «gusto» por el arrabal.

El lenguaje con que se construyen los diálogos y parlamentos discursivos resulta espeluznantemente artificial, los personajes adoptan registros verbales postizos que dan la idea de que fueron construidos apriorísticamente desde un cubículo de academia. En el redrojo navarresco hay una ausencia del protagonismo verdaderamente lumpen en las acciones de los personajes, no hay eclosión del auténtico submundo que habitan los parias y los desarraigados sociales. Un submundo de miseria, explotación, desolación, vicio y crimen que no conoce el autor del esketch por la sencilla razón de que él es un pequeñoburgués atrapado en sus propias contradicciones de clase; clase opuesta y antagónica a la que pone en escena y enchancleta a su clientela teatrera, sin correspondencia con la realidad. Se apasiona falsamente con la situación de una clase social que no es la suya, que no habla su lenguaje ni asume por convicción propia su pensamiento e idiosincrasia. Lo que el Gerardo Navarro sabe de la clase baja y de los paupérrimos que la integran lo ha aprendido en los libros, y ni siquiera por auténticos especialistas que se han introducido en esos recovecos del desamparo y la desigualdad. Su doble formación, burguesa y académica, explica los síntomas de su «voluntarismo» de sentirse gente de pueblo; afán de querencia por sentirse bajuno y parte de la plebe humilde.

—Pero una cosa son las palabras y otra los hechos.

El bato lo único que tiene de pobre es su miseria moral e intelectual, antítesis de su megalomaníaca autopropaganda curricular (pedantería, cinismo esnob y vedetismo mamón) que delata su charlatanería esponjosa y nauseabunda que sólo sirve para atarantar majes. Además, el pequeñoburgués tiene una fijación casi enfermiza de insertarle a su currícula, digamos que hasta la marca de chescos que toma, las vacunas del perro, los güevitos de Pascua, el nombre del médico que le hizo la circuncisión y su primer calcetín de Navidad, entre otros vejestorios. El bato, ingenuamente, cree que basta con simpatizar con los elementos de los bajos estratos, atribuyéndoles la categoría de antihéroes, con el fin de brillar mesiánicamente en la selva oscura de la historia. Su concepción burguesa únicamente permite que los traslade a la literatura como objetos de motivación folclórica, como sujetos raros, curiosos, o sea, simple y llanamente como representantes pintorescos, maquetas de personajes estrafalarios para exhibición de la burguesía ociosa y de un “gusto estético” moralmente infamante.

—Dicho de otra manera, se ocupa de ellos del modo en que lo haría un burgués que arroja unas cuantas monedas al menesteroso.

«Hotel de cristal» no es más que un figurín retórico de un estilo de teatro de forma esnob, diseñado para abrir mercado literario, aprovechando —por gusto puramente «estético»— la vida de los segmentos sociales miserables, «panorama» que le interesa por la intriga, por su visaje grotesco, conveniente para la diversión de carácter mecanicista y para mofa de la clase dominante.

—Y en el engaño de las apariencias, ¿cuál fue el «ne plus ultra» que lo hizo entrar al palco de honor de los premiados?

Por lo que se lee en el sabotaje de las deliberaciones, se trata de un gazpacho titulado «Yonke Humano», que cinchada la venada, igual que el eskechillo «Hotel de cristal», estéticamente hablando no ha de llevar a ninguna parte. Y así el jurado dictaminador —integrado por el David Olguín, el Fernando Muñoz Castillo y el Noé Morales Muñoz— hicieron gala de su bajeza y falsedad, anteponiendo el ciego compromiso que exige el amafiamiento culturero y las capas protectoras de la hipocresía, la mediocridad y la pendejez.

Y guachen lo que provoca el patético comercio de las infusiones correligionarias y las promociones de capilla:

«Decidimos otorgarle el premio por unanimidad, al considerar que retrata, con pericia narrativa y un dibujo sólido de personajes y situaciones, los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país».

—Y tururú-tururú.

Pero los epónimos baladreros exageran hasta extremos irracionales y se niegan a reconocer las evidencias que ponen en entredicho los repugnantes extravíos de pérfidos halagos con los que se solaza la puerilidad, la cutrería, la pifia y la pelma que se desprenden como pestilencias de las sopitas letreras que cocina este paria del «perfórmanz» desvanecido en reguetón de sicomagia.
Gracias a la máscara teatrera, al disfraz del talento y, principalmente, al supremo acto de las murumacas sopladas desde la efímera autoridad del apalabre —considerando que la cultura literaria, como dice Alfred Kazin, padece el mismo desorden y lacras que la política— del boíl de los estropicios de la dramaturgia, por citote, se escogió a este güey del Navarro para el «jápening» del premio de literatura en esa categoría, pese a la ausencia de percepción e intelección para desplegar valores estéticos, pues el bato no tiene talento en la mollera, es superficial, copión y un mentecato con el rasgo común de papagayo emulador del la parasicología y esoterismo de escaparate.
El argumento debería de ser un pesimismo kafkiano: me da gusto que premien y publiquen mis textos, pero yo en su lugar los rechazaría. Pero hay melolengos capaces de sentir admiración hasta por los peores defectos; y lo más grotesco resulta ser cuando son presentados como pertinentes modelos de inspiración destinados a rehabilitar una cultura chatarra.
Que se diga que el Juan Carlos Reyna y el Gerardo Navarro son escribidores hechos y derechos no es más que una desmesurada procacidad de cínica ironía con la cual se da a entender todo lo contrario. A mas de otras personalidades seudoliterarias que también son pura faramalla, verbigracia la Lorena Mancilla, el Gilberto Licona, la Regina Swain, la Amaranta Caballero, la Margarita Valencia, la Mayra Luna, la Karla López, la Abril Castro, el Rafa Saavedra, el Bruno Ruiz, el Roberto Partida, la Brenda Yáñez, la Paula Elena Castillo Hurtado, la Paty Blake, la Diana Licéaga, la Miryam Ruiz, la Mariana Martínez, el Roberto Navarro, la Lorena Cienfuegos, el Horacio Ortiz Villacorta.

—¿Con semejantes babiones de letras pueden erigirse modelos representativos de la literatura norfronteriza?

Ni siquiera la mitad de ellos se ajusta al rango medio de la estética ordinaria; lo cual no es obstáculo para tener entrada al palco de las antologías locales y despacharse con la cuchara grande de la vanidad. Promoción de la literatura con la finalidad de degradarla y aniquilarla de todo basamento de esteticidad, precisamente cuando se suscitan ficticias sensaciones y falsas creencias de que se trabaja chingonamente con la palabra.

—Mientras tanto, el ICBC otorga premios sin importar que el ganador sea un pobre idiota.

Por lo que se advierte, Norzagaray tampoco supera la bajeza y la iniquidad de los prianistas que parodian sin piedad sobre sus propias caricaturas «reductio ad nauseaum».
La pregunta del lector preguntón apunta hacia la suspicacia de creer que existe una selección previa de becados y premiados desde el momento en que las solicitudes y convocatorias son entregadas en la ventanilla de la oficina de recepción del ICBC. Continuidad selectiva que cuenta con amistades y “arreglos” de cabilderos que operan dentro y fuera de las instituciones encargadas de partir y repartir el queso de las dádivas y los merecimientos literarios; y que en realidad no es más que el reflejo del carácter selectivo de la sociedad capitalista mexicana, inspirándose en las simpatías o compadrazgos o filiaciones capilleras para establecer los nombramientos de las tríadas de los jurados dictaminadores de premios y de los también premiados. Así, por ejemplo, y en nombre del excelso mandarinato culturero, la burocrática comisión dictaminadora —integrada por el David Olguín, el Fernando Muñoz Castillo y el Noé Morales Muñoz— decide otorgarle el premio de dramaturgia a un pendejete del calado y tropel del Gerardo Navarro, dizque porque el bato «retrata, con pericia narrativa y un dibujo sólido de personajes y situaciones, los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país».
Conforme al pulso de los géneros literarios, y poniendo la mirada en lo que debe de ser el birote, o sea, sin adarme de sindéresis, la hechura premiada es de teatro, no de novela o cuento.
Se habla de «pericia narrativa» cuando la cosa atañe, por consiguiente, a una transfiguración artística cuyos filones son explícitamente «diegéticos», redactados literariamente en la expresividad del drama escenográfico, donde lo narrativo es un aspecto parcial y secundario, porque la plena expresividad de la «recitación» se suscita por los actores protagónicos y los caracteres materiales de la escena (luz, color, decorado, dirección, etcétera), estrechamente ligados al sentido poético del espectáculo trágico-cómico de la obra de teatro que por naturaleza se vive estéticamente «in situ».
Por tradición, el teatro es parte de una cultura oral y su valoración no se determina por los pañolitos de la narrativa.

—Y eso lo sabe hasta Gurrola.

Pero eso qué importa, si el batillo, autor del «Yonque» premiado le ha robado el corazón al gran jurado. Y con respecto a «los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país» que el teatrero de marras «retrata», seguramente habrá de ser la lucha entre los pobres y los poderosos, introduciendo el autor su moral pequeñoburguesa al presentar a la perrada popular como seres despreciables y repugnantes.
Y desde el bunker donde atiende sus gestiones —o vaya el retruécano— y gestionar sus atenciones, paremos orejas nomás pa oír lo que badulaquea don Ángel Norzagaray, que las becas y los galardones quedan condicionados al «análisis de un jurado imparcial», y que a sus asegunes está formado por ciudadanos “distinguidos”, “respetables”, “honorables”, “experimentados”, “abnegados” y “objetivos”. Pero el contenido real de tales «virtudes» y «valores» dista mucho de la retórica nominal que pregona; toda vez que se identifican con la docilidad, la obediencia y la sumisión hacia el principio de cuatachismo y favoritismo en turno.



UNA «CASTA» LUCRECIA, HIJA DEL FARISEÍSMO TIJUANENSE

Según narra la leyenda, la casta Lucrecia fue violada por Sexto Tarquinio, hijo de L. Tarquinio, último rey de Roma, provocándose por ello el hundimiento de la monarquía. La historia viene a cuento porque la meretriz culturosa Gerardo Navarro sintiose igual que la bella Lucrecia cuando, librando una nimia batalla contra la estupidez, le hice fritangas su magna obra literaria intitulada «Hotel de cristal».
Pieza por pieza le desmonté su mugroso badulaque (andamiaje discursivo, estructura sintáctica, instrumentación teórica, mala educación estética, motivos de falsa pasión clasemediera, sicologismo barato, impericia y falta de técnica en la expresión de caracteres de los dos únicos personajes que figuraron en su escuálido esketch) y la conclusión fue una exhortación a no leerlo nunca; pues, su esperpento teatrero está adobado de una ínfima calidad literaria que ponerle encima los ojos es peor que cogerse una puta con ladillas. Sus postulados esenciales no fueron otra cosa que una flaqueza de talento, representado en una travestida taumaturgia de producto tianguero (a la manera de Taurus de Brasil, Gualter Mercado y Jaime Mafufán), de fantasías metasíquicas y otras vaciedades espiritistas y de tríler superchamuscado. Como ya antes dije, dos personajes intervienen como protagonistas de la acción: el «Gringo», un «hispano, veterano de la invasión a Panamá», y el «Morro», un chaval «tijuanense del Cañón del Pato».
Desde el principio se observa, a simple vista, que la tensión dramática que reporta el libelo navarresco es anémica y, el final, lo que tiene de tormentoso lo tiene de ridículo y facilón. Desde la conciencia de los personajes las ideas surgen sin orden, semejan a algo parecido a una orquesta de músicos que tocan desafinados. La visión descarnada de ese subsuelo social que presenta el autor por medio de sus personajes desprende un tufo a pedantismo e imposición de ideas falsas e inverosímiles.
Asimismo, salta a la vista la incoherencia de la trama y el absurdo final, pésimamente impostado. No hay auténtica dramaticidad, los parlamentos carecen de fundamentación estética, en los personajes no hay ni un ápice de complejidad síquica; de la violencia verbal y el ensañamiento agresivo, que deben propalar la fuerza literaria y la eficacia conmovedora en el lector-espectador, apenas vemos sus pequeños barruntos. Y en cuanto a la calidad de la escritura, el autor no cumple con tal exigencia de primer orden. Desde el punto de vista estético, cuando no degenera en una simple metáfora, su visión del mundo se reduce al solipsismo; y, desde el punto de vista filosófico, es decir como concepción del mundo, «Hotel de cristal» da lugar a formas de irracionalismo y arbitrariedad que intentan extinguir los males del mundo con otras calamidades.
En otras palabras, se trata de elevar la ideología a categoría de sistema filosófico sirviéndose para ello de una metodología pragmática derivada de una política de inmediatez que no mide las consecuencias y no le importa descuartizar al mundo porque su fin ulterior es, precisamente, fragmentar la realidad, a la que únicamente se le otorga valor instrumental.
A continuación sólo reproduciré la acotación introductoria de su vasca teatrera, insertando entre corchetes mis respectivos comentarios, toda vez que la sintaxis que sirve de esqueleto discursivo parece obra de una verdulera o de un tirabichi de la calle Cagüila:

"En una luz de la ciudad que alumbra un cuartucho" [que alguna alma caritativa nos dé la pista; ¿quién alumbra?, ¿la luz, la ciudad o el cuartucho?] "donde se fermenta" [se escribe: fermentan] "el más duro silencio y olvido" [otra pregunta: ¿en qué lugar se fermentan ese olvido y ese silencio nada blando?; además ¿cómo se fermenta silencio, o el olvido?, según sea el caso; y a propósito, ¿hay silencios duros?]; "un par de sombras llegan apresuradas" [construcción sintáctica incorrecta; el adjetivo no puede ser determinador directo del verbo, a no ser que se le agregue el sufijo mente, «apresuradamente»; ya que es función del adverbio; Por tanto, corrijo: «un par de sombras apresuradas llegaron»] "escondiéndose de la policía" [yo diría que ni falta que hace esconderse de la chota; ¿quién puede arrestar a una sombra?]; "entran y ponen un garrote de" [como] "tranca a la puerta" [la preposición correcta es: en]. "Están alterados y dispuestos a prepararse algo para fumar" [¿quiénes están alterados?; si se refiere a las sombras, pues lo correcto sería escribir «alteradas» y «dispuestas»; y ¿para qué tanto pinche prejuicio?, ¿porqué no dice lo que van a fumar?]. "Hay en las paredes:" [¿de dónde?] "poemas escritos con navaja, dibujos del chupacabras en bolígrafos" [ese chupacabras debe llevar mayúscula en su primera letra, pues se trata de un nombre propio, aunque sea un animalejo inexistente que inventó el Neto Zedillo para desviar la atención del «error de diciembre»; y en cuanto a la preposición «en» que complementa a bolígrafo, lo correcto es: «con bolígrafo»]. "La única ventana" [¿de qué lugar?] "está cubierta de aluminio" [¿no serán los vidrios de la ventana los que están cubiertos con aluminio?] "y tiene algunos hoyos por donde entran ráfagas de luz" [¡ah, chingao!, pues ni que fuera metralleta]. "La iluminación es tétrica, como de prisión" [¿a poco así es la iluminación de una prisión?]; "el único foco encendido sube y baja de voltaje. Al fondo del cuarto hay una tina llena de orines con" [donde está, hay, etc] "un patito de plástico que flota y se desliza lentamente" [entonces es un mar, con olas para surfear]. "Uno de ellos" [¿a quién se refiere?, ¿a un patito o a una de las dos sombras?], "apresuradamente se prepara a" [preposición correcta: «para», porque indica finalidad, no destino] "fumar cristal: calienta con una vela un foco roto" [¿verdad que no es el foco que endenantes dijiste que era el único que estaba encendido y que subía y bajaba de voltaje?] "que usa de pipa; mientras, el otro se acerca a la tina para orinar" [¡ufff!, ¡por fin, acabamos!].
Me chismorreó el mamacallos del Jaime Cháidez que en el momento que Navarruco se chutó mis comentarios se le enardecieron bien machín la emociones y se encrespó como gorila al que le pican en el culo un tambache de mochomos; y que el bato del coraje que agarró escupía moco verde y pegajoso hasta por donde le ronca el sapo, es decir, hasta por detroit míchigan.

—Jajajaja.

Más tarde, sumido en su laberinto de melolengueces, el cretinazo preparó una especie de réplica en la cual ni siquiera por pestaña abordó mis argumentos, los escamoteó y prefirió escurrir el bulto por los recovecos de las lamentaciones y reparos de chamaquita ultrajada. Su cerebro obtuso no le permitió más defensa que la rutilación de sabanazos al aire y vituperios de deshonra (no a mí, si no a él), llamándome cotillero y calumniador, pocohombre cargado de complejos, buhonero de la difamación, etcétera y más etcéteras. Que me iba a demandar y no sé otras mamadas sentenciaba en el furor de sus corajes. Yo solamente lo escuchaba como quien ve llover y, de vez en vez, soltaba de la cura mis carcajadas rebelaisianas (murmurando en mis adentros: ¡ay, pobre pendejo!).

A propósito, véase el Vertedero de cretinadas intitulado «EL GERARDO NAVARRO O EL “BARDO THODOL” VERSIÓN ANICETO BARRERÍAS».

22 de junio de 2009

SOMOS UN MUNDO PEQUEÑO COMO NUESTRO MIERDOSO CEREBRO PEQUEÑOBURGUÉS

Los pequeñoburgueses culturosos de Tijuana no son contrarios a los inquisidores medievales que castigaban la herejía, ni a los mismísimos persecutores de la ciencia y de las ideas de vanguardia, pues se comportan como duros fundamentalistas que hacen de las suyas en estos tiempos de pútrido posmodernismo en que todo se mezcla y se confunde entre el «ser» y el «no-ser».



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos —de mentalidad pequeñoburguesa— acostumbrados a negar o sublimar las contradicciones sociales que marcan su involución histórica con actitudes tramposas y de suma ignorancia; no nada más por el hecho de reducir a categoría simplista un concepto tan polisémico como el de cultura, sino por sus espíritus de cretinos oportunistas que siempre fastidian con estúpidas muletillas a las que les anteponen la palabra «cultura», vindicando bajo esta tesitura chingaderas irrelevantes e intrascendentes, chamullando el término hasta dejarlo rebajado a cliché de propaganda política marquetera.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que una y otra vez se repiten el desaguisado: «cultura», «cultura», «cultura», «cultura», etcétera y más etcéteras de «cultura», «cultura», «cultura»; como si con eso se expurgaran la inferioridad intelectual de suyos cabrones y cabronas que hacen de la palabra cultura propaganda hueca.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos para quienes problema de la cultura ya no es una cuestión de elevación, como decía el Marx hegeliano, tampoco un fenómeno que merezca debatirse; se trata un asunto para hacer negocio e insuflar los egos. Porque para esta runfla de papanatas el arte y la cultura se vertebran a partir de lo que dicta la moda, la imitación servil o la inercia mental.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que ayer ostentaban muy orondos credenciales cecutianas y aparecían en las nóminas de becarios como buenos progobiernistas. Ahora presumen de tránsfugas y se han convertido en camaleones y cínicamente hacen eco estéril con su batea de mamarrachadas cultureras.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que en el momento en que se ven impelidos a afrontar las contradicciones y dar prueba de su legitimidad supuestamente contestataria, se van por el camino de los viejos utopismos (de «los sueños gelatinosos», como decía Gramsci) e incurren en la reabsorción convenenciera de su propio materialismo pragmático de «quítate-que-ai-te-voy», adecuándola en grado tal que pueda coincidir con cualquier corriente política, sea ésta marxistoide, agnóstica, liberal o reaccionaria.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que al plantear sus premisas, encaminadas a cuestionar el orden existente, no escogen salivazos o fuego, sino suavidad y buenos sentimientos para llenar el mamoncete discurso que prodigan. Deben ser muy cautelosos cuando hay que «criticar» a la burguesía, a cuyas expensas hacen carrera, fama y logran «estatus», grados de distinción, años sabáticos, premios, becas y galardones.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que no representan peligro alguno para clase dominante ni trastocan algún interés político o económico; se les permite vociferar tratando de encubrir el mensaje con una retórica dualista, ambigua, confusa o abstracta. Estertilizan y estilizan las expresiones que orquestan en temas de jerga rígida y pedantesca.



Algunos de los miembrillos y miembrillas de la pequeñoburguesía culturosa tijuanaca suelen ser más descarados y, a pecho abierto, lengüetean la gastada demagogia tratando de reivindicar lo que no existe. Siguen siendo lo que son y serán siempre: mercenarios de la mentira institucional con relación al birote de la cultura.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos enquistados en las instituciones oficiales o enganchados a pulpos empresariales que difunden chatarra mediática, los seudointelectuales que pretenden justificar un papel de “independencia” crítica, de plastiquera posición progresista; una «ilusión activa» que choca con la realidad del drama social y su monstruosa falsificación histórica.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que, de un putacazo, arrojan al vacío histórico aquellos esfuerzos y acciones de lucha llevaron a cabo nuestros antepasados para reivindicar las prerrogativas que de manera pingüe somos sus depositarios; ríos de sangre vueltos pura abstracción y charlatanería.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos, a quienes no les importan las libertades de expresión y pensamiento, o si les importan a leguas se ve que son unos ingenuos inconsecuentes que no tienen conciencia para vislumbrar la magnitud de las atrocidades y melolengueses que cometen con el pensamiento ajeno, el que por supuesto no es de su agrado.



Pequeñoburguesía culturosa de Tijuana cuyas formas de encubrimiento verbal son múltiples y con la gacha intención de que los agentes receptores a quienes dirigen sus mamelucadas no puedan encontrar la intelección teórica. Y es que las estructuras ideológicas dominantes imponen las maneras de expresar un discurso con jedor libresco y de cubículo.



Y este pobre parásito burriciego, y que parece imitar a los cursilones autores del sicologismo «new age»— se autoencarna como hipócrita contestatario de sí mismo y en comentarista suyo, echándose porras él solito, extirpando todo aquello que no se adecua con su desgastada imagen de rabioso literatuelo de cartoncillo (la verdad es que es un culón de siete suelas) para jugarla al magarre y taparle el ojo al macho. Este desdichado chupapijas, además de desabrido cursilesco, ahora se anda parando el culo de “crítico” del sistema del cual mama, vomitando estúpidas alusiones abstractas en contra de nadie y de él mismo.

15 de junio de 2009

LUPERCO CASTILLO, EHRENBERG Y EL MARFUZ VIRGILIO [DE POETAS, CARROÑEROS Y PAYASOS…]


Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez



LUPERCO CASTILLO, EHRENBERG Y EL MARFUZ VIRGILIO
[DE POETAS, CARROÑEROS Y PAYASOS…]





«...la fatua ingenuidad de los papagayos que creen poseer, con unas cuantas fórmulas estereotipadas, la llave para abrir todas las puertas…»

Antonio Gramsci



LOBO QUE SE HARTA DE CARNE SE DISFRAZA DE CORDERO

Ya son escasísimos —por no decir: inexistentes— los literatuelos que —luego de mamar placenteramente el choto del culturalismo oficialista— se convierten en becerros topilleros, renegando entonces de aquello que antes no renegaban y prejuzgando como intolerable lo que ayer también toleraban. Roberto Castillo Udiarte, alias don Luperco, es uno de ellos; y, dando cabezazo y patada, quiere cercenar de su memoria un pasado que, sin duda alguna, todavía le provoca hondas melancolías. Pero ahora alberga otros anhelos (huelga decir: manchados de comedia, sensacionalismo y ridiculez), queriendo comenzar de cero la marcha de su caminata “moral”. Y en un arrebato de fingida indignación, el bato se ha proclamado miembro de la «liga de la decencia» (político-culturera) y en un falso reivindicador de la perfectibilidad ética que chilla como novicia ultrajada.

—No hay que tragarse el churro, se trata de momentáneos sacudimientos.

Faltándole garra, sinceridad y seriedad, Luperco Castillo Udiarte, nuevo prócer de la “decencia”, se lanza en el ejercicio de sus predicamentos con una «carta» que publica el semanario esotérico-seudocultural «Bitácora» (edición #629, de fecha 4 de junio de 2009), y en la expone siete sinrazones.
Este es el proemio de su epístola:

«Lic. Héctor Villanueva G. • Subdirección de Promoción Cultural • Presente.- • Por medio de esta carta doy una respuesta a la invitación editorial tuya, fechada el pasado 12 de Febrero del presente año, y al mismo tiempo hago de tu conocimiento mi decisión para que sea cancelada, temporalmente, la publicación de mi libro, Nuestras vidas son otras (reunión de poemas), que había sido seleccionado por el jurado de la Convocatoria de la Colección Editorial del Centro Cultural Tijuana 2009, por las siguientes razones…» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

—Las desproporciones que causan su malestar se verán en renglones venideros.

Estolidez y pedantería en vana retorica es lo que muestra, de entrada, míster Luperco. Sus divergencias son únicamente de carácter terminológico, nominalista y palabrero; o sea, mamonas y demagógicas. Se defiende por interés particular encubriéndolo bajo un blandengue «moralismo» exhibicionista que se ventila hipócritamente como un interés general. Es la etiología burguesa del egoísmo —en la que hizo blanco Marx en su estudio de la Contribución a la crítica de la filosofía de Hegel— y que aún degenera en misticismo y apología de la meritocracia: «hago de tu conocimiento mi decisión para que sea cancelada, temporalmente, la publicación de mi libro, Nuestras vidas son otras».

—Y tú nieve, ¿de qué la quieres, señor Luperco?

Y, porque se trata de uno más de nuestros carismáticos hombres de letras, de los inspirados por la divinidad, de los prestigiosos de alto rango moral y estético, de los elevados intelectualmente, de las superioridades en el estatus sapiencial, de las trascendentales voces de la conciencia colectiva, etcétera, mucho caso le harán a este partidario de la autofagia culturosa, ahora convertido en una Penélope que se niega a tejerle chambritas a su Ulises.
Ridícula y cínicamente, don Róber Castillo parte de circunstancias que ya no admiten inescrupulosidades en la elección de los medios para llegar a un fin. Pero, además de que la convicción no es sincera, ya es demasiado tarde para el giro ético. El discurso del marrullero poetastro de Playas de Tijuana adquiere un ritmo y una orientación de paradoja, un modo marché de dupes o juego de ilusionistas, pues pretende hacerse independiente de sus propios fines, cuando en su conciencia adulterada, éstos ya habían sido concebidos como medios.

—Así, hasta la infalibilidad resulta barata; basta con meterse la moral en el bolsillo y… san Camaleón.

En la manoseada cantilena epistolar que garrapatea nuestro invitado, ésta es la primera [de las sinrazones] que hace valer:

«Soy uno de los firmantes en la carta que se mandó a la Presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), para protestar y para que reconsidere la decisión de nombrar a un director del Centro Cultural Tijuana sin haber realizado mínimamente una consulta o un consenso entre la comunidad cultural de la región, lo cual la hace aparecer como una decisión de puro compromiso político» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

Tal parece que el señorón no anda muy sólido en los temas de la nueva “ciencia política”. Sin embargo, él quiere saltar de burraca a superhombre y se cubre con un oropel de rígida aversión a la congruencia, parapetando un finalismo teleológico similar al de los priístas «renovados». En vez de andar pegando de gritos por la impresión y publicación de un libraco, el jesuítico vate debería, cuando menos, procurarse en sus dones una mezcla de habilidad técnica y capacidad imaginativa; y, por supuesto, dejarse de macanas.

Ahora, ¿cuál es el verdadero fondo del asunto: la «designación» (el acceso al cargo público) o el «designado» (el núcleo moral de la personalidad)? No se necesita mucha tatema para averiguarlo, aplíquese nada más la ley de la causalidad y la respuesta es pan comido. Pero don Luperco la juega al magarre y hace como que la virgen le habla. Como buen servidor de la plutocracia culturosa y convenenciera, el bato sucumbe ante el autoengaño ético. Sus convicciones corren el pobre vuelo de un eticismo impotente y de cínicas coartadas.
Y con este tipo de rollitos quiere penetrar en las legitimaciones:

«Segunda [de las sinrazones].- Aclaro que la carta en ningún momento se opone a la persona designada, tampoco propone a otra alterna; respetuosamente, la inconformidad se manifiesta en cuanto a la falta de transparencia en la designación. Si bien estas decisiones centralistas son parte de una tradición política común en nuestro país, considero que si tanto se pregona el arribo de la democracia, creo que éste es sólo un acto demagógico más de las instituciones nacionales y con las cuales estoy, y estaré, en total desacuerdo» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

—¡Ájale!, y el punto clave es: ¿el güevo o la gallinuca?

El método de exposición no puede ser otro que desentenderse de lo que se tiene guardado en la memoria desde hace mucho tiempo; es decir, que don Luperco no se haga pato, pues él ya sabe que —por su naturaleza y funcionalidad— los mecanismos, procesos y ajustes tácticos en materia de cultura son centralistas. Si el bato sabe que el desarrollo y la promoción cultural de “provincia” se gestiona desde las iniciativas del centro, entonces ¿porqué hasta ahora hace hogaño y motivo de hilaridad con tales temas tan trillados? Eso no lo berreaba cuando, participando en cacería de limosnas, rozaba compensaciones, dádivas, apoyos y canonjías.

—Quebrantos que, por el bacilo de su hipocresía, el redomado poetastro no confiesa.

De seguro que ya se siente un ser depurado y con suficiente autoridad moral para descalificar la cutrerías que antes no lo irritaban ni le crispaban los nervios.

—Y que no diga que no participaba en tales jubileos y gollerías.




PAYASO, SOY UN PINCHI PAYASO QUE RÍE EN LA PENUMBRA

En similar tesitura que don Luperco Castillo Udiarte, otro payaso se adhiere a «la inconformidad [que] no es contra de una persona [de nombre y apellido Virgilio Muñoz] sino en contra de la manera en que llega al puesto. Se trata del Felipe Ehrenberg, quien —para escurrir el bulto y adelantándose demagógicamente a cualquier acontecimiento molesto para su persona y perjudicial a sus intereses— mueve la víbora de esta manera:

«Firmo una de las cartas publicadas por un segmento importante de Tijuana por considerar que es la única que cuestiona, no al recién designado director, sino a la forma en que acaba de ser designado. Atentamente Felipe Ehrenberg Enríquez».

Puede demostrarse sin dificultad la forma rastrera, y por demás disparatada, de enderezar la queja. O sea, al sucesor de la Tere Vicencio lo quieren hundir y joder, pero no tienen nada en contra de él. Entonces ¿qué anhelan con ese móvil de loca santidad neoquijotesca?; ¿la cruz del martirio? Exhibir públicamente la forma negativa y cochina que medió en el nombramiento del burócrata cultural es, al mismo tiempo, imputarle colusión en el cuchupo.
Y otro personaje de pabellón cirquero, y que se ha vuelto zarandillo mataperros, es el fulanete Gustavo Torres, quien —antes de la morriña que ahora se carga— se engullía sus botanas y se chupaba sus aguas-locas con el billete que recibía como colaborador del Virgilio Muñoz en el pápiro «Diario 29».

—Pero sigamos pelando las antítesis de lo que ayer y anteantier eran puras alabanzas.

Para hacer prevalecer pureza y claridad en el orden de los asuntos relacionados con los retruécanos de la cultura política o la política de la cultura, don Lobo Castillo nos ha salido muy demócrata y honrado.

«Tercera [de las sinrazones].- No es mi posición una forma de resistencia al cambio, sino a la permanencia de los mismos métodos y estrategias de antaño para designar los puestos directivos a través del compadrazgo, las relaciones sanguíneas, los favores políticos, y no por los méritos requeridos o por la experiencia en el campo cultural» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

Deveras que el excompadre del «decadente Elvis Presley tijuanense» (como dijera la hinchadita de la Regina Swain, refiriéndose al Guicho Crosthwaite), es un caradura de tres varandas. Todas las acciones que don Luperco afirma repudiar subyacen latentes en su manera de actuar. Cómo olvidar que la señora Tere Vicencio, anterior titular del CECUT, es —por bautismo y no por simples borracheras— comadre del bato. Luego-entonces (como espetan los leguleyos), y en el supuesto que la ruca aún estuviera meneando el changarro culturoso, la felicidad personal del poetazo Castillo Udiarte estaría subordinada a «una forma de resistencia al cambio». Por tanto, la descripción que hace en su libelo se haya vinculada muy «ad hoc» a esas tendencias de «compadrazgo, relaciones sanguíneas y favores políticos», quedando arrejoladas a segundo o quinto plano las máximas “realizaciones” intelectuales de «méritos o experiencia en el campo cultural».

—Así que… señor Luperco: no mameyes que son plátanos.

El estricto y puritano código moral que ufana nuestro invitado, sicológicamente, no tiene fe sincera porque se trata de una retórica ideológica, muy del estilo de los representantes de la oligarquía estatista-empresarial, destinada a disimular sus particularismos. ¿Cuál devoción hacia el arte y la cultura?, lo más importante es la adecuación en la politocracia que se convierte en la condición indispensable para adquirir ventajas, privilegios, canonjías y recibir la luz del candelabro publicitario. A falta de auténticas convicciones, míster Luperco tiene la conciencia oficial muy desarrollada para dar complacencia al «Leviatán» en turno.

—Enorme arquetipo de cambiar para no cambiar.

Aunque no se abre de capa, el batillo pregona la ruptura de las estructuras vetustas, pero nada pendejo, lo hace desde el énfasis de la derecha y como el invisible muerto que ya han devorado los gusanos. Dijera Georges Bataille en La conjuración sagrada: «tan chocante como la aparición del yo dentro del todo metafísico, o más bien, para regresar al orden concreto, como la de una mosca en la nariz de un orador».
Pasemos al ritornelo en el que nuestro lobo inferoz se muestra muy inflamado:

«Cuarta [de las sinrazones].- Sin embargo, ahora agrego también que las palabras de soberbia, el ninguneo y el desprecio por parte del nuevo director del CECUT hacia la comunidad cultural, públicamente y a través de los medios por haber cuestionado el nombramiento, son una manera de manifestar su necesidad de censurar, negar o descalificar a la diversidad de opiniones en una sociedad preocupada por los quehaceres de la cultura» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

La decadencia y la estulticia de la producción artística de los literatos y seudoestetas tijuanenses no sólo consisten en su mediocridad y talentismo huero, sino en su negligente oportunismo. Por livianas razones se suelta una incontenible pedorrera. Sinceridad y magnimidad o, bien, elitismo y sectarismo. Don Roberto Luperco Castillo chilla y se estremece de asco, pidiendo además que no se publique su libro mientras el Virgilio Muñoz siga de director del CECUT.

—El güey ya parece publicista de partido.

¿No sabe, el cabrón, que la mentada «comunidad cultural» se conforma tan sólo de una porción muy minúscula del conglomerado social, y cuyas masas periféricas tienen vedado el paso al mundo de los aromas poéticos y demás dulzuras artísticas? Cuando el bato dice «sociedad preocupada por los quehaceres de la cultura», se refiere únicamente a los pequeñoburgueses que integran la «comunidad cultural»; una bola de arribistas y parásitos chupabecas, melolengos a quienes invoca como si fueran unos seres dotados de facultades sobrehumanas. Para don Luperco y sus congéneres de piso lo que menos importa es el hombre en general, la pelusa de orden común, el «honest man», como decía Oscar Wilde.

«Quinta [de las sinrazones].- Y si la dirección ya inició su política cultural desde la intolerancia, o con prebendas en busca del silenciamiento a las ideas diferentes, entonces es un mal presagio para los creadores, los públicos, la práctica y la creación de la cultura tanto regional como nacional e internacional» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

Seamos francos y no nos hagamos pendejitos, estos nos son los motivos por los que se pide la destitución del ruco Muñoz.

Antes de firmar su cartita bitacorera y aventarse al ruedo con posterior «libelus», el Luperco Castillo Udiarte debió haber consultado al Carlitos Salinas de Gortari para que lo aconsejara de no regar el tepache e incurrir en payasadas.

—A estas alturas, el pobre cabrón, ha de ser el hazmerreír de sus colegas y alumnos.


Tijuana es el culo de San Diego

Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...