14 de julio de 2009

METATEXTOS Y DEMÁS PAYASADAS MIMÉTICAS



METATEXTOS Y DEMÁS PAYASADAS MIMÉTICAS

Promoción de una «estética del disparate», muestrario de palabrería y esnobismo, en la que, no obstante —con la modulación circunspecta que comienza con Holderlin, seguida por Beckett, y que va de Lacan, Kristeva y Barthes, pasando por el minimalismo y las figuraciones estrictamente gramaticales, desglosadas en metatextos y demás payasadas «miméticas»— se evita llamar a las cosas por su nombre. Y tenemos un acopio bastante considerable para lograr tan persistente efecto de altivez tijuanera. La frontera norte de México es, de un tiempo acá, la pasta con la que se hacen hogaño poetas, escritores y periodistas.

—Y qué importa si al cabo hasta el santo rey David se echaba una cana al aire.

Pero aquí los trapicheos son al fiado y la «kulturkampf» una perrería de mala pécora que mancomuna al arte con la bufonería repugnante, la obstinación cortesana, la creación de famas súbitas, la pedantería arribista y el ejercicio de entretenimiento y banalidad, huérfano de instrumentalización epistemológica y sin condensación estética. Escritores y poetas, de un plumazo, echan a la calle (del olvido) estolos malformados, textos charamusqueros en trance de languidecimiento y de concluida deprecación mental, pues la mayor parte de la producción letrera es vacua e insustancial; un depósito de ignorancia y estupidez en toda su plenitud práctica.

29 de junio de 2009

EL GERARDO NAVARRO O LA LITERATURA COMO EXCRECENCIA INTELECTUALOIDE



Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez



EL GERARDO NAVARRO
O LA LITERATURA COMO EXCRECENCIA INTELECTUALOIDE


En la bullanga de las tarambanas de los premios estatales de literatura 2008 otorgados por ICBC, también se coló el marsupial de nombre Gerardo Navarro, escrutador de la peor clase de caramanchos teatreros, lo cual no es óbice para que, gracias al chanchullo y la componenda, lo acaloren con un premio literario en la categoría de dramaturgia. Batiendo el zancajo del perifollo de la ignorancia, la incultura y la estupidez, y casi dispuesto a besarles el culo a los adelantados que le cabildearon el galardón, aunque él escupa la mofeta que el premio se lo ganó con honradez y acrisolada proeza artística.

—Si ese güey no gana ni en el cubilete
—Entonces se hizo de mulas por alianza de cenáculos y todo salió por frioleras.

Este galardonado discípulo del Aniceto Burrerías es una muestra palpable de que para ser «intelectual» no se requiere usar el cerebro. Lo que este infranélido produce como autor de poesía y supuestas obras de teatro son subproductos mentales de estupidez prescolar, empapelados con un nivel tosco de redacción y en un estado primitivo casi de afición pedante y boba. El bato ya lleva tiempo reptando con un eskechillo que titula el «Nemónico», una auténtica cabronada en la que barrunta pastiches pololeados con esoterismo «niuéch» y una que otra mamada de truquitos magicianos.

—Canónico enano de las fatuidades de Taurus de Brasil y Walter Mercado.

Este teatrero mamón también fue incluido en la antología que editó el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana (IMAC) bajo el membrete de «El margen reversible» (2003); y un maltrecho jelengue suyo, intitulado «Hotel de cristal», fue publicado en el libro I de «Dramaturgia». Se trata de un eskechillo en el que su autor gorjea chonchos disparates de pútrida gramática y una sintaxis que parece un auténtico caso forense de malhechura escritural, muy cercana a la que garrapatearía un retrasado mental. Garnache seudoliterario que por cierto me tocó pasarlo por hacha en un Vertedero de cretinadas, demostrando el estado de degradación intelectual y el bajo perfil de creatividad que tiene el seudoesteta galardonado con el premio de literatura en el área de la dramaturgia donde precisamente el laureado no pela un chango a nalgadas.
Transcribo algunos pasajes del ariticulejo en el que me avoqué a darle análisis al garnache seudoliterario para que los lectores consideren las razones por las cuales el Gerardo Navarro amacucó el dichoso galardón literario y sopesen en qué circunstancias se encuentra la picaresca culturera al beneficiar a pillos que ingresan al privilegiado club del elitismo rastacuerero que sin cortapisas intima con la ridiculez y el rebajamiento de lo que se admite como expresión de arte.
«Hotel de cristal» es un intento fallido de dramatizar una de las múltiples facetas del lumpendesarrollo de bajos fondos, pero aflorando un degenerado romanticismo populachero en el que concurren lecturas del calado de «Los asesinos seriales más famosos de la historia», marejadas de «malditismo» decimonónico, aprovechamiento perezoso y paródico de truculencias estilo Goyo Cárdenas y Chinta Aznar. Plantea una visión irreverente de las cosas que se reduce a estupor de nota roja, percepción resemantizada del «ghost story», campechaneada con las travesuras del vampiro de Bram Stoker, Freddy Krugar y Chukie y lo que resta de la legión de freaks. Pura metáfora del miedo cuyo territorio de conflicto y disputa queda situado en la buhardilla del sistema donde malviven los elementos desclasados, sin más estímulos que la jediondez, el vicio y la promiscuidad, y que acaban en sobredosis de desgracias. Una versión aguada de maniqueísmo que mañosamente estigmatiza a los humildes como los detentadores de todo mal, ajenos a la belleza, bondad o fraternidad: los pobres son unos monstruos, bestias sin benevolencia; y sólo la gente bonita de la clase alta y media burguesía es magnánima, civilizada y de elevados valores.

—Jajá. Qué pinche teatrero tan prejuiciosamente tendencioso y balín.

«Hotel de cristal» no representa el contorno de alguien que ha vivido en los arrabales, sino de otro alguien que mira o accede desde afuera. Y esté fenómeno de hipocresía estilística no sólo se advierte en el caso de nuestro invitado sino que es patente en la mayoría de escritoretes de esta región que producen libelos poéticos, narrativos y teatrales, y vale decir que las cosas han empeorado en vez de mejorar.

—Hete ahí la falta de originalidad que provoca la fiebre de pueblo y el «gusto» por el arrabal.

El lenguaje con que se construyen los diálogos y parlamentos discursivos resulta espeluznantemente artificial, los personajes adoptan registros verbales postizos que dan la idea de que fueron construidos apriorísticamente desde un cubículo de academia. En el redrojo navarresco hay una ausencia del protagonismo verdaderamente lumpen en las acciones de los personajes, no hay eclosión del auténtico submundo que habitan los parias y los desarraigados sociales. Un submundo de miseria, explotación, desolación, vicio y crimen que no conoce el autor del esketch por la sencilla razón de que él es un pequeñoburgués atrapado en sus propias contradicciones de clase; clase opuesta y antagónica a la que pone en escena y enchancleta a su clientela teatrera, sin correspondencia con la realidad. Se apasiona falsamente con la situación de una clase social que no es la suya, que no habla su lenguaje ni asume por convicción propia su pensamiento e idiosincrasia. Lo que el Gerardo Navarro sabe de la clase baja y de los paupérrimos que la integran lo ha aprendido en los libros, y ni siquiera por auténticos especialistas que se han introducido en esos recovecos del desamparo y la desigualdad. Su doble formación, burguesa y académica, explica los síntomas de su «voluntarismo» de sentirse gente de pueblo; afán de querencia por sentirse bajuno y parte de la plebe humilde.

—Pero una cosa son las palabras y otra los hechos.

El bato lo único que tiene de pobre es su miseria moral e intelectual, antítesis de su megalomaníaca autopropaganda curricular (pedantería, cinismo esnob y vedetismo mamón) que delata su charlatanería esponjosa y nauseabunda que sólo sirve para atarantar majes. Además, el pequeñoburgués tiene una fijación casi enfermiza de insertarle a su currícula, digamos que hasta la marca de chescos que toma, las vacunas del perro, los güevitos de Pascua, el nombre del médico que le hizo la circuncisión y su primer calcetín de Navidad, entre otros vejestorios. El bato, ingenuamente, cree que basta con simpatizar con los elementos de los bajos estratos, atribuyéndoles la categoría de antihéroes, con el fin de brillar mesiánicamente en la selva oscura de la historia. Su concepción burguesa únicamente permite que los traslade a la literatura como objetos de motivación folclórica, como sujetos raros, curiosos, o sea, simple y llanamente como representantes pintorescos, maquetas de personajes estrafalarios para exhibición de la burguesía ociosa y de un “gusto estético” moralmente infamante.

—Dicho de otra manera, se ocupa de ellos del modo en que lo haría un burgués que arroja unas cuantas monedas al menesteroso.

«Hotel de cristal» no es más que un figurín retórico de un estilo de teatro de forma esnob, diseñado para abrir mercado literario, aprovechando —por gusto puramente «estético»— la vida de los segmentos sociales miserables, «panorama» que le interesa por la intriga, por su visaje grotesco, conveniente para la diversión de carácter mecanicista y para mofa de la clase dominante.

—Y en el engaño de las apariencias, ¿cuál fue el «ne plus ultra» que lo hizo entrar al palco de honor de los premiados?

Por lo que se lee en el sabotaje de las deliberaciones, se trata de un gazpacho titulado «Yonke Humano», que cinchada la venada, igual que el eskechillo «Hotel de cristal», estéticamente hablando no ha de llevar a ninguna parte. Y así el jurado dictaminador —integrado por el David Olguín, el Fernando Muñoz Castillo y el Noé Morales Muñoz— hicieron gala de su bajeza y falsedad, anteponiendo el ciego compromiso que exige el amafiamiento culturero y las capas protectoras de la hipocresía, la mediocridad y la pendejez.

Y guachen lo que provoca el patético comercio de las infusiones correligionarias y las promociones de capilla:

«Decidimos otorgarle el premio por unanimidad, al considerar que retrata, con pericia narrativa y un dibujo sólido de personajes y situaciones, los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país».

—Y tururú-tururú.

Pero los epónimos baladreros exageran hasta extremos irracionales y se niegan a reconocer las evidencias que ponen en entredicho los repugnantes extravíos de pérfidos halagos con los que se solaza la puerilidad, la cutrería, la pifia y la pelma que se desprenden como pestilencias de las sopitas letreras que cocina este paria del «perfórmanz» desvanecido en reguetón de sicomagia.
Gracias a la máscara teatrera, al disfraz del talento y, principalmente, al supremo acto de las murumacas sopladas desde la efímera autoridad del apalabre —considerando que la cultura literaria, como dice Alfred Kazin, padece el mismo desorden y lacras que la política— del boíl de los estropicios de la dramaturgia, por citote, se escogió a este güey del Navarro para el «jápening» del premio de literatura en esa categoría, pese a la ausencia de percepción e intelección para desplegar valores estéticos, pues el bato no tiene talento en la mollera, es superficial, copión y un mentecato con el rasgo común de papagayo emulador del la parasicología y esoterismo de escaparate.
El argumento debería de ser un pesimismo kafkiano: me da gusto que premien y publiquen mis textos, pero yo en su lugar los rechazaría. Pero hay melolengos capaces de sentir admiración hasta por los peores defectos; y lo más grotesco resulta ser cuando son presentados como pertinentes modelos de inspiración destinados a rehabilitar una cultura chatarra.
Que se diga que el Juan Carlos Reyna y el Gerardo Navarro son escribidores hechos y derechos no es más que una desmesurada procacidad de cínica ironía con la cual se da a entender todo lo contrario. A mas de otras personalidades seudoliterarias que también son pura faramalla, verbigracia la Lorena Mancilla, el Gilberto Licona, la Regina Swain, la Amaranta Caballero, la Margarita Valencia, la Mayra Luna, la Karla López, la Abril Castro, el Rafa Saavedra, el Bruno Ruiz, el Roberto Partida, la Brenda Yáñez, la Paula Elena Castillo Hurtado, la Paty Blake, la Diana Licéaga, la Miryam Ruiz, la Mariana Martínez, el Roberto Navarro, la Lorena Cienfuegos, el Horacio Ortiz Villacorta.

—¿Con semejantes babiones de letras pueden erigirse modelos representativos de la literatura norfronteriza?

Ni siquiera la mitad de ellos se ajusta al rango medio de la estética ordinaria; lo cual no es obstáculo para tener entrada al palco de las antologías locales y despacharse con la cuchara grande de la vanidad. Promoción de la literatura con la finalidad de degradarla y aniquilarla de todo basamento de esteticidad, precisamente cuando se suscitan ficticias sensaciones y falsas creencias de que se trabaja chingonamente con la palabra.

—Mientras tanto, el ICBC otorga premios sin importar que el ganador sea un pobre idiota.

Por lo que se advierte, Norzagaray tampoco supera la bajeza y la iniquidad de los prianistas que parodian sin piedad sobre sus propias caricaturas «reductio ad nauseaum».
La pregunta del lector preguntón apunta hacia la suspicacia de creer que existe una selección previa de becados y premiados desde el momento en que las solicitudes y convocatorias son entregadas en la ventanilla de la oficina de recepción del ICBC. Continuidad selectiva que cuenta con amistades y “arreglos” de cabilderos que operan dentro y fuera de las instituciones encargadas de partir y repartir el queso de las dádivas y los merecimientos literarios; y que en realidad no es más que el reflejo del carácter selectivo de la sociedad capitalista mexicana, inspirándose en las simpatías o compadrazgos o filiaciones capilleras para establecer los nombramientos de las tríadas de los jurados dictaminadores de premios y de los también premiados. Así, por ejemplo, y en nombre del excelso mandarinato culturero, la burocrática comisión dictaminadora —integrada por el David Olguín, el Fernando Muñoz Castillo y el Noé Morales Muñoz— decide otorgarle el premio de dramaturgia a un pendejete del calado y tropel del Gerardo Navarro, dizque porque el bato «retrata, con pericia narrativa y un dibujo sólido de personajes y situaciones, los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país».
Conforme al pulso de los géneros literarios, y poniendo la mirada en lo que debe de ser el birote, o sea, sin adarme de sindéresis, la hechura premiada es de teatro, no de novela o cuento.
Se habla de «pericia narrativa» cuando la cosa atañe, por consiguiente, a una transfiguración artística cuyos filones son explícitamente «diegéticos», redactados literariamente en la expresividad del drama escenográfico, donde lo narrativo es un aspecto parcial y secundario, porque la plena expresividad de la «recitación» se suscita por los actores protagónicos y los caracteres materiales de la escena (luz, color, decorado, dirección, etcétera), estrechamente ligados al sentido poético del espectáculo trágico-cómico de la obra de teatro que por naturaleza se vive estéticamente «in situ».
Por tradición, el teatro es parte de una cultura oral y su valoración no se determina por los pañolitos de la narrativa.

—Y eso lo sabe hasta Gurrola.

Pero eso qué importa, si el batillo, autor del «Yonque» premiado le ha robado el corazón al gran jurado. Y con respecto a «los avatares y contradicciones de la vida en la frontera norte de nuestro país» que el teatrero de marras «retrata», seguramente habrá de ser la lucha entre los pobres y los poderosos, introduciendo el autor su moral pequeñoburguesa al presentar a la perrada popular como seres despreciables y repugnantes.
Y desde el bunker donde atiende sus gestiones —o vaya el retruécano— y gestionar sus atenciones, paremos orejas nomás pa oír lo que badulaquea don Ángel Norzagaray, que las becas y los galardones quedan condicionados al «análisis de un jurado imparcial», y que a sus asegunes está formado por ciudadanos “distinguidos”, “respetables”, “honorables”, “experimentados”, “abnegados” y “objetivos”. Pero el contenido real de tales «virtudes» y «valores» dista mucho de la retórica nominal que pregona; toda vez que se identifican con la docilidad, la obediencia y la sumisión hacia el principio de cuatachismo y favoritismo en turno.



UNA «CASTA» LUCRECIA, HIJA DEL FARISEÍSMO TIJUANENSE

Según narra la leyenda, la casta Lucrecia fue violada por Sexto Tarquinio, hijo de L. Tarquinio, último rey de Roma, provocándose por ello el hundimiento de la monarquía. La historia viene a cuento porque la meretriz culturosa Gerardo Navarro sintiose igual que la bella Lucrecia cuando, librando una nimia batalla contra la estupidez, le hice fritangas su magna obra literaria intitulada «Hotel de cristal».
Pieza por pieza le desmonté su mugroso badulaque (andamiaje discursivo, estructura sintáctica, instrumentación teórica, mala educación estética, motivos de falsa pasión clasemediera, sicologismo barato, impericia y falta de técnica en la expresión de caracteres de los dos únicos personajes que figuraron en su escuálido esketch) y la conclusión fue una exhortación a no leerlo nunca; pues, su esperpento teatrero está adobado de una ínfima calidad literaria que ponerle encima los ojos es peor que cogerse una puta con ladillas. Sus postulados esenciales no fueron otra cosa que una flaqueza de talento, representado en una travestida taumaturgia de producto tianguero (a la manera de Taurus de Brasil, Gualter Mercado y Jaime Mafufán), de fantasías metasíquicas y otras vaciedades espiritistas y de tríler superchamuscado. Como ya antes dije, dos personajes intervienen como protagonistas de la acción: el «Gringo», un «hispano, veterano de la invasión a Panamá», y el «Morro», un chaval «tijuanense del Cañón del Pato».
Desde el principio se observa, a simple vista, que la tensión dramática que reporta el libelo navarresco es anémica y, el final, lo que tiene de tormentoso lo tiene de ridículo y facilón. Desde la conciencia de los personajes las ideas surgen sin orden, semejan a algo parecido a una orquesta de músicos que tocan desafinados. La visión descarnada de ese subsuelo social que presenta el autor por medio de sus personajes desprende un tufo a pedantismo e imposición de ideas falsas e inverosímiles.
Asimismo, salta a la vista la incoherencia de la trama y el absurdo final, pésimamente impostado. No hay auténtica dramaticidad, los parlamentos carecen de fundamentación estética, en los personajes no hay ni un ápice de complejidad síquica; de la violencia verbal y el ensañamiento agresivo, que deben propalar la fuerza literaria y la eficacia conmovedora en el lector-espectador, apenas vemos sus pequeños barruntos. Y en cuanto a la calidad de la escritura, el autor no cumple con tal exigencia de primer orden. Desde el punto de vista estético, cuando no degenera en una simple metáfora, su visión del mundo se reduce al solipsismo; y, desde el punto de vista filosófico, es decir como concepción del mundo, «Hotel de cristal» da lugar a formas de irracionalismo y arbitrariedad que intentan extinguir los males del mundo con otras calamidades.
En otras palabras, se trata de elevar la ideología a categoría de sistema filosófico sirviéndose para ello de una metodología pragmática derivada de una política de inmediatez que no mide las consecuencias y no le importa descuartizar al mundo porque su fin ulterior es, precisamente, fragmentar la realidad, a la que únicamente se le otorga valor instrumental.
A continuación sólo reproduciré la acotación introductoria de su vasca teatrera, insertando entre corchetes mis respectivos comentarios, toda vez que la sintaxis que sirve de esqueleto discursivo parece obra de una verdulera o de un tirabichi de la calle Cagüila:

"En una luz de la ciudad que alumbra un cuartucho" [que alguna alma caritativa nos dé la pista; ¿quién alumbra?, ¿la luz, la ciudad o el cuartucho?] "donde se fermenta" [se escribe: fermentan] "el más duro silencio y olvido" [otra pregunta: ¿en qué lugar se fermentan ese olvido y ese silencio nada blando?; además ¿cómo se fermenta silencio, o el olvido?, según sea el caso; y a propósito, ¿hay silencios duros?]; "un par de sombras llegan apresuradas" [construcción sintáctica incorrecta; el adjetivo no puede ser determinador directo del verbo, a no ser que se le agregue el sufijo mente, «apresuradamente»; ya que es función del adverbio; Por tanto, corrijo: «un par de sombras apresuradas llegaron»] "escondiéndose de la policía" [yo diría que ni falta que hace esconderse de la chota; ¿quién puede arrestar a una sombra?]; "entran y ponen un garrote de" [como] "tranca a la puerta" [la preposición correcta es: en]. "Están alterados y dispuestos a prepararse algo para fumar" [¿quiénes están alterados?; si se refiere a las sombras, pues lo correcto sería escribir «alteradas» y «dispuestas»; y ¿para qué tanto pinche prejuicio?, ¿porqué no dice lo que van a fumar?]. "Hay en las paredes:" [¿de dónde?] "poemas escritos con navaja, dibujos del chupacabras en bolígrafos" [ese chupacabras debe llevar mayúscula en su primera letra, pues se trata de un nombre propio, aunque sea un animalejo inexistente que inventó el Neto Zedillo para desviar la atención del «error de diciembre»; y en cuanto a la preposición «en» que complementa a bolígrafo, lo correcto es: «con bolígrafo»]. "La única ventana" [¿de qué lugar?] "está cubierta de aluminio" [¿no serán los vidrios de la ventana los que están cubiertos con aluminio?] "y tiene algunos hoyos por donde entran ráfagas de luz" [¡ah, chingao!, pues ni que fuera metralleta]. "La iluminación es tétrica, como de prisión" [¿a poco así es la iluminación de una prisión?]; "el único foco encendido sube y baja de voltaje. Al fondo del cuarto hay una tina llena de orines con" [donde está, hay, etc] "un patito de plástico que flota y se desliza lentamente" [entonces es un mar, con olas para surfear]. "Uno de ellos" [¿a quién se refiere?, ¿a un patito o a una de las dos sombras?], "apresuradamente se prepara a" [preposición correcta: «para», porque indica finalidad, no destino] "fumar cristal: calienta con una vela un foco roto" [¿verdad que no es el foco que endenantes dijiste que era el único que estaba encendido y que subía y bajaba de voltaje?] "que usa de pipa; mientras, el otro se acerca a la tina para orinar" [¡ufff!, ¡por fin, acabamos!].
Me chismorreó el mamacallos del Jaime Cháidez que en el momento que Navarruco se chutó mis comentarios se le enardecieron bien machín la emociones y se encrespó como gorila al que le pican en el culo un tambache de mochomos; y que el bato del coraje que agarró escupía moco verde y pegajoso hasta por donde le ronca el sapo, es decir, hasta por detroit míchigan.

—Jajajaja.

Más tarde, sumido en su laberinto de melolengueces, el cretinazo preparó una especie de réplica en la cual ni siquiera por pestaña abordó mis argumentos, los escamoteó y prefirió escurrir el bulto por los recovecos de las lamentaciones y reparos de chamaquita ultrajada. Su cerebro obtuso no le permitió más defensa que la rutilación de sabanazos al aire y vituperios de deshonra (no a mí, si no a él), llamándome cotillero y calumniador, pocohombre cargado de complejos, buhonero de la difamación, etcétera y más etcéteras. Que me iba a demandar y no sé otras mamadas sentenciaba en el furor de sus corajes. Yo solamente lo escuchaba como quien ve llover y, de vez en vez, soltaba de la cura mis carcajadas rebelaisianas (murmurando en mis adentros: ¡ay, pobre pendejo!).

A propósito, véase el Vertedero de cretinadas intitulado «EL GERARDO NAVARRO O EL “BARDO THODOL” VERSIÓN ANICETO BARRERÍAS».

22 de junio de 2009

SOMOS UN MUNDO PEQUEÑO COMO NUESTRO MIERDOSO CEREBRO PEQUEÑOBURGUÉS

Los pequeñoburgueses culturosos de Tijuana no son contrarios a los inquisidores medievales que castigaban la herejía, ni a los mismísimos persecutores de la ciencia y de las ideas de vanguardia, pues se comportan como duros fundamentalistas que hacen de las suyas en estos tiempos de pútrido posmodernismo en que todo se mezcla y se confunde entre el «ser» y el «no-ser».



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos —de mentalidad pequeñoburguesa— acostumbrados a negar o sublimar las contradicciones sociales que marcan su involución histórica con actitudes tramposas y de suma ignorancia; no nada más por el hecho de reducir a categoría simplista un concepto tan polisémico como el de cultura, sino por sus espíritus de cretinos oportunistas que siempre fastidian con estúpidas muletillas a las que les anteponen la palabra «cultura», vindicando bajo esta tesitura chingaderas irrelevantes e intrascendentes, chamullando el término hasta dejarlo rebajado a cliché de propaganda política marquetera.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que una y otra vez se repiten el desaguisado: «cultura», «cultura», «cultura», «cultura», etcétera y más etcéteras de «cultura», «cultura», «cultura»; como si con eso se expurgaran la inferioridad intelectual de suyos cabrones y cabronas que hacen de la palabra cultura propaganda hueca.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos para quienes problema de la cultura ya no es una cuestión de elevación, como decía el Marx hegeliano, tampoco un fenómeno que merezca debatirse; se trata un asunto para hacer negocio e insuflar los egos. Porque para esta runfla de papanatas el arte y la cultura se vertebran a partir de lo que dicta la moda, la imitación servil o la inercia mental.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que ayer ostentaban muy orondos credenciales cecutianas y aparecían en las nóminas de becarios como buenos progobiernistas. Ahora presumen de tránsfugas y se han convertido en camaleones y cínicamente hacen eco estéril con su batea de mamarrachadas cultureras.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que en el momento en que se ven impelidos a afrontar las contradicciones y dar prueba de su legitimidad supuestamente contestataria, se van por el camino de los viejos utopismos (de «los sueños gelatinosos», como decía Gramsci) e incurren en la reabsorción convenenciera de su propio materialismo pragmático de «quítate-que-ai-te-voy», adecuándola en grado tal que pueda coincidir con cualquier corriente política, sea ésta marxistoide, agnóstica, liberal o reaccionaria.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que al plantear sus premisas, encaminadas a cuestionar el orden existente, no escogen salivazos o fuego, sino suavidad y buenos sentimientos para llenar el mamoncete discurso que prodigan. Deben ser muy cautelosos cuando hay que «criticar» a la burguesía, a cuyas expensas hacen carrera, fama y logran «estatus», grados de distinción, años sabáticos, premios, becas y galardones.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que no representan peligro alguno para clase dominante ni trastocan algún interés político o económico; se les permite vociferar tratando de encubrir el mensaje con una retórica dualista, ambigua, confusa o abstracta. Estertilizan y estilizan las expresiones que orquestan en temas de jerga rígida y pedantesca.



Algunos de los miembrillos y miembrillas de la pequeñoburguesía culturosa tijuanaca suelen ser más descarados y, a pecho abierto, lengüetean la gastada demagogia tratando de reivindicar lo que no existe. Siguen siendo lo que son y serán siempre: mercenarios de la mentira institucional con relación al birote de la cultura.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos enquistados en las instituciones oficiales o enganchados a pulpos empresariales que difunden chatarra mediática, los seudointelectuales que pretenden justificar un papel de “independencia” crítica, de plastiquera posición progresista; una «ilusión activa» que choca con la realidad del drama social y su monstruosa falsificación histórica.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos que, de un putacazo, arrojan al vacío histórico aquellos esfuerzos y acciones de lucha llevaron a cabo nuestros antepasados para reivindicar las prerrogativas que de manera pingüe somos sus depositarios; ríos de sangre vueltos pura abstracción y charlatanería.



Pequeñoburgueses culturosos tijuanacos, a quienes no les importan las libertades de expresión y pensamiento, o si les importan a leguas se ve que son unos ingenuos inconsecuentes que no tienen conciencia para vislumbrar la magnitud de las atrocidades y melolengueses que cometen con el pensamiento ajeno, el que por supuesto no es de su agrado.



Pequeñoburguesía culturosa de Tijuana cuyas formas de encubrimiento verbal son múltiples y con la gacha intención de que los agentes receptores a quienes dirigen sus mamelucadas no puedan encontrar la intelección teórica. Y es que las estructuras ideológicas dominantes imponen las maneras de expresar un discurso con jedor libresco y de cubículo.



Y este pobre parásito burriciego, y que parece imitar a los cursilones autores del sicologismo «new age»— se autoencarna como hipócrita contestatario de sí mismo y en comentarista suyo, echándose porras él solito, extirpando todo aquello que no se adecua con su desgastada imagen de rabioso literatuelo de cartoncillo (la verdad es que es un culón de siete suelas) para jugarla al magarre y taparle el ojo al macho. Este desdichado chupapijas, además de desabrido cursilesco, ahora se anda parando el culo de “crítico” del sistema del cual mama, vomitando estúpidas alusiones abstractas en contra de nadie y de él mismo.

15 de junio de 2009

LUPERCO CASTILLO, EHRENBERG Y EL MARFUZ VIRGILIO [DE POETAS, CARROÑEROS Y PAYASOS…]


Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez



LUPERCO CASTILLO, EHRENBERG Y EL MARFUZ VIRGILIO
[DE POETAS, CARROÑEROS Y PAYASOS…]





«...la fatua ingenuidad de los papagayos que creen poseer, con unas cuantas fórmulas estereotipadas, la llave para abrir todas las puertas…»

Antonio Gramsci



LOBO QUE SE HARTA DE CARNE SE DISFRAZA DE CORDERO

Ya son escasísimos —por no decir: inexistentes— los literatuelos que —luego de mamar placenteramente el choto del culturalismo oficialista— se convierten en becerros topilleros, renegando entonces de aquello que antes no renegaban y prejuzgando como intolerable lo que ayer también toleraban. Roberto Castillo Udiarte, alias don Luperco, es uno de ellos; y, dando cabezazo y patada, quiere cercenar de su memoria un pasado que, sin duda alguna, todavía le provoca hondas melancolías. Pero ahora alberga otros anhelos (huelga decir: manchados de comedia, sensacionalismo y ridiculez), queriendo comenzar de cero la marcha de su caminata “moral”. Y en un arrebato de fingida indignación, el bato se ha proclamado miembro de la «liga de la decencia» (político-culturera) y en un falso reivindicador de la perfectibilidad ética que chilla como novicia ultrajada.

—No hay que tragarse el churro, se trata de momentáneos sacudimientos.

Faltándole garra, sinceridad y seriedad, Luperco Castillo Udiarte, nuevo prócer de la “decencia”, se lanza en el ejercicio de sus predicamentos con una «carta» que publica el semanario esotérico-seudocultural «Bitácora» (edición #629, de fecha 4 de junio de 2009), y en la expone siete sinrazones.
Este es el proemio de su epístola:

«Lic. Héctor Villanueva G. • Subdirección de Promoción Cultural • Presente.- • Por medio de esta carta doy una respuesta a la invitación editorial tuya, fechada el pasado 12 de Febrero del presente año, y al mismo tiempo hago de tu conocimiento mi decisión para que sea cancelada, temporalmente, la publicación de mi libro, Nuestras vidas son otras (reunión de poemas), que había sido seleccionado por el jurado de la Convocatoria de la Colección Editorial del Centro Cultural Tijuana 2009, por las siguientes razones…» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

—Las desproporciones que causan su malestar se verán en renglones venideros.

Estolidez y pedantería en vana retorica es lo que muestra, de entrada, míster Luperco. Sus divergencias son únicamente de carácter terminológico, nominalista y palabrero; o sea, mamonas y demagógicas. Se defiende por interés particular encubriéndolo bajo un blandengue «moralismo» exhibicionista que se ventila hipócritamente como un interés general. Es la etiología burguesa del egoísmo —en la que hizo blanco Marx en su estudio de la Contribución a la crítica de la filosofía de Hegel— y que aún degenera en misticismo y apología de la meritocracia: «hago de tu conocimiento mi decisión para que sea cancelada, temporalmente, la publicación de mi libro, Nuestras vidas son otras».

—Y tú nieve, ¿de qué la quieres, señor Luperco?

Y, porque se trata de uno más de nuestros carismáticos hombres de letras, de los inspirados por la divinidad, de los prestigiosos de alto rango moral y estético, de los elevados intelectualmente, de las superioridades en el estatus sapiencial, de las trascendentales voces de la conciencia colectiva, etcétera, mucho caso le harán a este partidario de la autofagia culturosa, ahora convertido en una Penélope que se niega a tejerle chambritas a su Ulises.
Ridícula y cínicamente, don Róber Castillo parte de circunstancias que ya no admiten inescrupulosidades en la elección de los medios para llegar a un fin. Pero, además de que la convicción no es sincera, ya es demasiado tarde para el giro ético. El discurso del marrullero poetastro de Playas de Tijuana adquiere un ritmo y una orientación de paradoja, un modo marché de dupes o juego de ilusionistas, pues pretende hacerse independiente de sus propios fines, cuando en su conciencia adulterada, éstos ya habían sido concebidos como medios.

—Así, hasta la infalibilidad resulta barata; basta con meterse la moral en el bolsillo y… san Camaleón.

En la manoseada cantilena epistolar que garrapatea nuestro invitado, ésta es la primera [de las sinrazones] que hace valer:

«Soy uno de los firmantes en la carta que se mandó a la Presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), para protestar y para que reconsidere la decisión de nombrar a un director del Centro Cultural Tijuana sin haber realizado mínimamente una consulta o un consenso entre la comunidad cultural de la región, lo cual la hace aparecer como una decisión de puro compromiso político» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

Tal parece que el señorón no anda muy sólido en los temas de la nueva “ciencia política”. Sin embargo, él quiere saltar de burraca a superhombre y se cubre con un oropel de rígida aversión a la congruencia, parapetando un finalismo teleológico similar al de los priístas «renovados». En vez de andar pegando de gritos por la impresión y publicación de un libraco, el jesuítico vate debería, cuando menos, procurarse en sus dones una mezcla de habilidad técnica y capacidad imaginativa; y, por supuesto, dejarse de macanas.

Ahora, ¿cuál es el verdadero fondo del asunto: la «designación» (el acceso al cargo público) o el «designado» (el núcleo moral de la personalidad)? No se necesita mucha tatema para averiguarlo, aplíquese nada más la ley de la causalidad y la respuesta es pan comido. Pero don Luperco la juega al magarre y hace como que la virgen le habla. Como buen servidor de la plutocracia culturosa y convenenciera, el bato sucumbe ante el autoengaño ético. Sus convicciones corren el pobre vuelo de un eticismo impotente y de cínicas coartadas.
Y con este tipo de rollitos quiere penetrar en las legitimaciones:

«Segunda [de las sinrazones].- Aclaro que la carta en ningún momento se opone a la persona designada, tampoco propone a otra alterna; respetuosamente, la inconformidad se manifiesta en cuanto a la falta de transparencia en la designación. Si bien estas decisiones centralistas son parte de una tradición política común en nuestro país, considero que si tanto se pregona el arribo de la democracia, creo que éste es sólo un acto demagógico más de las instituciones nacionales y con las cuales estoy, y estaré, en total desacuerdo» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

—¡Ájale!, y el punto clave es: ¿el güevo o la gallinuca?

El método de exposición no puede ser otro que desentenderse de lo que se tiene guardado en la memoria desde hace mucho tiempo; es decir, que don Luperco no se haga pato, pues él ya sabe que —por su naturaleza y funcionalidad— los mecanismos, procesos y ajustes tácticos en materia de cultura son centralistas. Si el bato sabe que el desarrollo y la promoción cultural de “provincia” se gestiona desde las iniciativas del centro, entonces ¿porqué hasta ahora hace hogaño y motivo de hilaridad con tales temas tan trillados? Eso no lo berreaba cuando, participando en cacería de limosnas, rozaba compensaciones, dádivas, apoyos y canonjías.

—Quebrantos que, por el bacilo de su hipocresía, el redomado poetastro no confiesa.

De seguro que ya se siente un ser depurado y con suficiente autoridad moral para descalificar la cutrerías que antes no lo irritaban ni le crispaban los nervios.

—Y que no diga que no participaba en tales jubileos y gollerías.




PAYASO, SOY UN PINCHI PAYASO QUE RÍE EN LA PENUMBRA

En similar tesitura que don Luperco Castillo Udiarte, otro payaso se adhiere a «la inconformidad [que] no es contra de una persona [de nombre y apellido Virgilio Muñoz] sino en contra de la manera en que llega al puesto. Se trata del Felipe Ehrenberg, quien —para escurrir el bulto y adelantándose demagógicamente a cualquier acontecimiento molesto para su persona y perjudicial a sus intereses— mueve la víbora de esta manera:

«Firmo una de las cartas publicadas por un segmento importante de Tijuana por considerar que es la única que cuestiona, no al recién designado director, sino a la forma en que acaba de ser designado. Atentamente Felipe Ehrenberg Enríquez».

Puede demostrarse sin dificultad la forma rastrera, y por demás disparatada, de enderezar la queja. O sea, al sucesor de la Tere Vicencio lo quieren hundir y joder, pero no tienen nada en contra de él. Entonces ¿qué anhelan con ese móvil de loca santidad neoquijotesca?; ¿la cruz del martirio? Exhibir públicamente la forma negativa y cochina que medió en el nombramiento del burócrata cultural es, al mismo tiempo, imputarle colusión en el cuchupo.
Y otro personaje de pabellón cirquero, y que se ha vuelto zarandillo mataperros, es el fulanete Gustavo Torres, quien —antes de la morriña que ahora se carga— se engullía sus botanas y se chupaba sus aguas-locas con el billete que recibía como colaborador del Virgilio Muñoz en el pápiro «Diario 29».

—Pero sigamos pelando las antítesis de lo que ayer y anteantier eran puras alabanzas.

Para hacer prevalecer pureza y claridad en el orden de los asuntos relacionados con los retruécanos de la cultura política o la política de la cultura, don Lobo Castillo nos ha salido muy demócrata y honrado.

«Tercera [de las sinrazones].- No es mi posición una forma de resistencia al cambio, sino a la permanencia de los mismos métodos y estrategias de antaño para designar los puestos directivos a través del compadrazgo, las relaciones sanguíneas, los favores políticos, y no por los méritos requeridos o por la experiencia en el campo cultural» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

Deveras que el excompadre del «decadente Elvis Presley tijuanense» (como dijera la hinchadita de la Regina Swain, refiriéndose al Guicho Crosthwaite), es un caradura de tres varandas. Todas las acciones que don Luperco afirma repudiar subyacen latentes en su manera de actuar. Cómo olvidar que la señora Tere Vicencio, anterior titular del CECUT, es —por bautismo y no por simples borracheras— comadre del bato. Luego-entonces (como espetan los leguleyos), y en el supuesto que la ruca aún estuviera meneando el changarro culturoso, la felicidad personal del poetazo Castillo Udiarte estaría subordinada a «una forma de resistencia al cambio». Por tanto, la descripción que hace en su libelo se haya vinculada muy «ad hoc» a esas tendencias de «compadrazgo, relaciones sanguíneas y favores políticos», quedando arrejoladas a segundo o quinto plano las máximas “realizaciones” intelectuales de «méritos o experiencia en el campo cultural».

—Así que… señor Luperco: no mameyes que son plátanos.

El estricto y puritano código moral que ufana nuestro invitado, sicológicamente, no tiene fe sincera porque se trata de una retórica ideológica, muy del estilo de los representantes de la oligarquía estatista-empresarial, destinada a disimular sus particularismos. ¿Cuál devoción hacia el arte y la cultura?, lo más importante es la adecuación en la politocracia que se convierte en la condición indispensable para adquirir ventajas, privilegios, canonjías y recibir la luz del candelabro publicitario. A falta de auténticas convicciones, míster Luperco tiene la conciencia oficial muy desarrollada para dar complacencia al «Leviatán» en turno.

—Enorme arquetipo de cambiar para no cambiar.

Aunque no se abre de capa, el batillo pregona la ruptura de las estructuras vetustas, pero nada pendejo, lo hace desde el énfasis de la derecha y como el invisible muerto que ya han devorado los gusanos. Dijera Georges Bataille en La conjuración sagrada: «tan chocante como la aparición del yo dentro del todo metafísico, o más bien, para regresar al orden concreto, como la de una mosca en la nariz de un orador».
Pasemos al ritornelo en el que nuestro lobo inferoz se muestra muy inflamado:

«Cuarta [de las sinrazones].- Sin embargo, ahora agrego también que las palabras de soberbia, el ninguneo y el desprecio por parte del nuevo director del CECUT hacia la comunidad cultural, públicamente y a través de los medios por haber cuestionado el nombramiento, son una manera de manifestar su necesidad de censurar, negar o descalificar a la diversidad de opiniones en una sociedad preocupada por los quehaceres de la cultura» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

La decadencia y la estulticia de la producción artística de los literatos y seudoestetas tijuanenses no sólo consisten en su mediocridad y talentismo huero, sino en su negligente oportunismo. Por livianas razones se suelta una incontenible pedorrera. Sinceridad y magnimidad o, bien, elitismo y sectarismo. Don Roberto Luperco Castillo chilla y se estremece de asco, pidiendo además que no se publique su libro mientras el Virgilio Muñoz siga de director del CECUT.

—El güey ya parece publicista de partido.

¿No sabe, el cabrón, que la mentada «comunidad cultural» se conforma tan sólo de una porción muy minúscula del conglomerado social, y cuyas masas periféricas tienen vedado el paso al mundo de los aromas poéticos y demás dulzuras artísticas? Cuando el bato dice «sociedad preocupada por los quehaceres de la cultura», se refiere únicamente a los pequeñoburgueses que integran la «comunidad cultural»; una bola de arribistas y parásitos chupabecas, melolengos a quienes invoca como si fueran unos seres dotados de facultades sobrehumanas. Para don Luperco y sus congéneres de piso lo que menos importa es el hombre en general, la pelusa de orden común, el «honest man», como decía Oscar Wilde.

«Quinta [de las sinrazones].- Y si la dirección ya inició su política cultural desde la intolerancia, o con prebendas en busca del silenciamiento a las ideas diferentes, entonces es un mal presagio para los creadores, los públicos, la práctica y la creación de la cultura tanto regional como nacional e internacional» [Roberto Castillo, Bitácora #629, 4 de junio de 2009].

Seamos francos y no nos hagamos pendejitos, estos nos son los motivos por los que se pide la destitución del ruco Muñoz.

Antes de firmar su cartita bitacorera y aventarse al ruedo con posterior «libelus», el Luperco Castillo Udiarte debió haber consultado al Carlitos Salinas de Gortari para que lo aconsejara de no regar el tepache e incurrir en payasadas.

—A estas alturas, el pobre cabrón, ha de ser el hazmerreír de sus colegas y alumnos.


9 de junio de 2009

DUELO DE CARROÑEROS O EL FRACASO DE UNA RETÓRICA AUTOMATIZADA POR LA ARISTARQUÍA TIJUANACA



Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez




DUELO DE CARROÑEROS O EL FRACASO DE UNA RETÓRICA AUTOMATIZADA POR LA ARISTARQUÍA TIJUANACA



Collones, miedosos, pusilánimes, maritornes, apocados, medrosos, culones, encogidos, irresolutos, gallinas, acoquinados, menguados, pávidos, turbados, cagones, chamaquitas, asustadizos, temerosos, sacatones, cortos, capados, culipandeados, timoratos, temientes, rajones, paniquiados, cerotones, gingirines, jindamas, cangueleros, chavalas, julepes, furifais, mansejones, formidolosos, cuitados, pacatos y mariquitas sin calzones.



UN SIMPÁTICO BRIBONAZO DE SONRISILLA SIMIESCA

Aunque cada vez más carcomida y mordisqueada por la enana colmilluda llamada inmoralidad política, la prelación burocrática se impone como una suerte de «bingo» en favor del zutanete de nombre Virgilio Muñoz, quien pela una sonrisota simiesca porque fue elegido como uno de los subcaciques político-cultureros del CONACULTA. Sonrisota simiesca que suelta no solamente por ser el ungido matacuás del Centro Cultural Tijuana (CECUT), sino que tal mueca le sirve para anunciar a los chillones que le andan moviendo el tapete que se ha columbrado y, por ende, se la han pelado.
En efecto, el ruco ya amacucó el hueso y, por lo que parece, todos los intentos persistentes para tumbarlo del macho han quedado precisamente en eso, en intentos. Y aunque le han colgado en su calaca una chaqueta malandrinesca, nadie se ha encargado de arrojar datos certeros sobre su perdularia conducta; y, si acaso lo han hecho, ha sido por encimita y de un modo muy ligero, con desinformación y escasa reflexión. [1]
Tanto los opositores del ruco (léase, mejor, detractores) y los que le hacen cohorte y procesión, son culturosos que despliegan acciones (y, en su mayoría, por conveniencia de lograr un interés particular) predestinadas a promover y difundir la idea de la cultura oficial. Esperando que brinque la liebre, sus devotos hacen votos para que el perseverante esfuerzo rinda frutos y aviente —ya de perdis— el quichi de las uvas o las tres del tabiro.
He aquí una muestra donde hacen pasarela, desde simpatizantes, allegados, prosélitos, correligionarios y hasta secuaces: el Roberto Limón, el Luis Ituarte, el Fran Ilich Morales, el Carlos Fabián Sarabia, el Alex Zúñiga, el Armando García Orso, el Alfonso López Camacho, el José Galicot Behar, el Leobardo Sarabia, el Manuel del Postigo, el Alfredo Álvarez Cárdenas, el Armando Vidal «El Gume», el Octavio Hernández, la Guadalupe Rivemar, la Vianka R. Santana, el Oscar Ortega, el Mario Castillo, el Mario Ortiz Villacorta Lacave, el Javier Bátiz, el Gabriel Trujillo Muñoz, la Aurely Monraz, el Diego Moreno, el Adolfo Morales Moncada, el Ángel ValRa, el Abyss Borboa, entre otros aplaudidores y corretones de la dádiva.
Entanto que a mí me importa un cacaguate quien meta las pezuñas en la oficina principal de «La Bola», el «club de admiradores» del VM chirigotea con buenos ojos «la designación» del mixturizado burócrata “priísta-panista” como director del establecimiento multicitado; «tijuanense con arraigo y décadas de trabajo en el ámbito educativo y cultural en nuestra región», arguyen los piroperos y panegiristas; y quienes, a través de sus alegorías y loas que le dedican al cañiquero tecnócrata prianista, contraídos por la absorción acrítica y mecanicista de la ingenuidad, el pliegue convenenciero o el cínico arribismo, camelean, choricean cábula e incurren en el mismo onanismo intelectualoso que los defenestradores de don Virgiliano.
Guachen qué putota mentira se avientan:

«El proceso seguido para la designación, iniciado a principios del mes de abril pasado, incluyó propuestas de parte de la comunidad cultural, lo que aportó argumentos a la decisión de la presidencia del Conaculta y le restó unilateralidad, a esa facultad ejecutiva».

Como sabrán los que aún recuerdan, el recién designado director del Centro Cultural Tijuana (CECUT), para hacerse de tal hueso recurrió al parolazo del FECAL por interposición de su hijo (de él, no del Fecal). Así, cuáles propuestas, cuáles argumentos —dizque— para «restarle unilateralidad» al «proceso seguido para la designación».

—¡Ah, qué cabrones los del club del VM! Nos quieren mandar a la panadería con el manual del perfecto comprador de pan y escrito por el mismo panadero que vende el pan.
—Son chingaderas —como decía la Yudit Cosmibitch. [2]




LA COBARDE EXPOSICIÓN EX-NIHILO
[O CUANDO LA CENSURA ES CENSURADA POR LA AUTOCENSURA]


Con su cara de Bart Simpson huehueche, con sus lentes de culo de botella, y amparado en un falsa «resistencia» que apesta a rockstarismo, reproche taimado y cabulita lenguaraz, el Erasmo Katarino Yépez —acompañado de una recua de mamertos, entre los que destacan socios y secuaces, invitados y amigos de ocasión— hace gala de sus marrullerías que, como siempre, sólo devienen en cacareos engreídos.
Con el unto de hisopar giña sobre la calaca del fulanete que apenas comienza a calentar el sillón de machincuepas del Centro Cultural Tijuana (CECUT), esta vez sus inquietantes vértigos se expresan de manera colectiva y mediante esta malograda retórica:

«Consuelo Sáizar Guerrero • Presidenta • Consejo Nacional para la Cultura y las Artes • Por medio de esta carta, los abajo firmantes —artistas, intelectuales, promotores de la cultura, profesionistas y personas interesadas en el devenir de las instituciones de cultura y en las políticas culturales aplicadas por los tres niveles de gobierno en Tijuana— solicitamos atentamente la reconsideración del nombramiento del director del Centro Cultural Tijuana (CECUT)».

—¡Úfame, león! Conque se solicita «atentamente la reconsideración del nombramiento del Centro Cultural Tijuana (CECUT).

Luego, Katarino y sus «firmantes» invitados, en un intento muy vano y suato de cuajar su punto petitorio, apuntalan que el bribonazo prianista del «Virgilio Muñoz es una persona que merece nuestro respeto pero cuya trayectoria no cumple con el perfil indispensable en esta área específica de la cultura».

—Oh, sí… claro. Virgilio Muñoz es una persona que merece nuestro respeto pero… qué chingue a su madre (agregarían en voz-off los susodichos «firmantes»); porque el güey «no cumple con el perfil indispensable» en quién-sa-be-qué «área específica de la cultura».
Antítesis de los desfiles alabatorios: detrás de la aceptación hay un rechazo. Sin la negación no podríamos darnos cuenta que el mundo está podrido. Por eso Hegel, puesto al revés, es un horror para el burgués. Y ahora la pregunta del millón, aparte de querer distinguirse: ¿qué pretende lograr el Erasmo Katarino Yépez con sus arengas y parrafadas? ¿La risa, la burla, la envidia, el odio? Esos ya son instintos primitivos.

«No se trata de un profesionista que haya tenido responsabilidades previas en la gestión cultural o en la administración de instituciones culturales; tampoco cuenta con la presencia activa o el conocimiento de la comunidad cultural y de los creadores artísticos de la región; no ha encabezado ningún proyecto de índole cultural en años recientes; estamos seguros su trabajo ha sido valioso y será valioso en otra áreas, pero la dirección de CECUT requiere de un perfil activo mucho más claro. • Por lo cual solicitamos que se reconsidere la designación».

Como si las mentadas «responsabilidades previas en la gestión cultural o en la administración de instituciones culturales» contarán mucho en el momento del dedazo y de ajuariarse con el hueso.

—¡Esas mamadas son solamente para que se las crean los pendejos que desconocen quién es quién en la grilla! —gritarían al unísono los miembros del gabinete del desgobierno del Felipe Calderón Hinojosa.

Y si el ganón del CECUT «tampoco cuenta con la presencia activa o el conocimiento de la comunidad cultural y de los creadores artísticos de la región», ¿para qué le serviría? Lo que cuenta es la carencia de honradez.

— Y si es ampliamente conocida, pues qué mejor.

Y si el mordisqueador del choncho hueso «no ha encabezado ningún proyecto de índole cultural en años recientes», está demostrado en innumerables situaciones que con la incompetencia y la ineptitud basta. Que no se tenga el mínimo sentido de lo que es cumplir una función pública es algo que le tiene sin cuidado al señorón Muñoz. Y, dada la ambigüedad de las proposiciones blandengues que muestran los respingones en sus faltriqueros desplegados, un «perfil activo mucho más claro» también podría ser entendido en la persona del titular, algo así como gozar de la suculenta chuleta presupuestal, hacer trácalas, soportar acusaciones de gacetilleros muertos-de-hambre y dejar una estela de rapacerías. O, díganme, ¿de qué otra manera puede explicarse que pelafustanes y pelafustanas —charlatanes, corruptos, ignorantes, ineptos o malintencionados, según sea el caso— tales como el Sergio Vela, la Sari Bermúdez, la Elba Esther Gordillo, el Emilio Gamboa Patrón, la Josefina Vázquez Mota, el Luis Carlos Ugalde, el Vicente Fox, el Jesús González Reyes, el Jorge Ramos, etcétera, hagan de las suyas en el arte de la polaca y los asuntos de gobierno?
Más que «artistas, intelectuales, promotores de la cultura, profesionistas y personas interesadas en el devenir de las instituciones de cultura y en las políticas culturales», los sedicentes suscriptores y firmantes del quejumbroso libelo parecen ingenuas máquinas que balbucean absurdos caprichos infantiles; empequeñecidos animales que buscan algo nuevo que adorar, con que contentarse y calmar sus necesidades; oligofrénicos que se arrodillan ante la publicidad y el protagonismo, pidiendo que les suministren sus terroncitos de azúcar, que les meneen el rabo y les toquen campanitas.

—Bola de mantenidos.

No anda errado Julio el Sueco cuando dice que la cultura tijuanense es patrimonio de «una mafia, de una élite que no deja que otras personas ajenas al círculo de dinero que presume cierta clase social de Tijuana entre nada más porque sí. Todos se conocen y todos se pasan el tip en dónde está la beca y así, un largo sinfín de ayudas monetarias para los mal llamados artistas cuya visión de Tijuana gira en torno a trilladas y regurgitadas expresiones que las quieren vender cual figura de yeso de piolín o bugs bunny en los múltiples puestos de artesanías que la ciudad presume» [Julio Sueco, Tijuana a secas, desde Suecia, 10 de junio de 2006].

Pero continuemos con el divertido disparatario que nos abona la casta de descastados seudointelectuales, quienes ahora se quejan de los mismos topillos que ellos mismos han creado, propiciado y fomentado.

«De ser ratificada, estaríamos corriendo el riesgo de entrar en un largo proceso de división, y se pondría en entredicho los procedimientos de selección de funcionarios por parte de la presente administración y creemos que esto será tomado por un sector considerable de la comunidad de la frontera como un golpe contra el avance de la cultura de la región y contra el propio CECUT».

—¡Ay, santísima Trinidad! Eso sería el colapso de la cultura oficialista y, por consiguiente, el quebrajamiento y ruina de los cánones de fabricación institucionalizada.

Del mismo modo en que el fenómeno de la cultura es una estructura de clase; trasmisor subalterno con su bello estilo de mistificar las relaciones.

«En la ciudad de Tijuana y la región hay personas que cuentan con la preparación profesional, la trayectoria reciente y la experiencia que se requiere para desempeñarse exitosamente como directoras o directores del CECUT».

—Ajá, igual de rufianes que el míster Muñoz y con un carácter burocrático, acostumbrado siempre a recibir órdenes de los de arriba, lamberles las patas y comportarse despóticamente con los de abajo.

Pongan a quien pongan se van a repetir las mismas cosas. Manotearán de lo lindo los ratas recién llegados, se repartirán enormes sumas de morlaca para difundir patrañas, entre los “ilustrados” y la perrada habrá el mismo abismo infranqueable, los oportunistas, parásitos y arribistas hallarán sus caminos de sobrevivencia y los solitarios defenestrados continuarán predicando en el desierto. La crisálida solamente se sacudirá su vieja envoltura y continuará la irresponsabilidad, la hipocresía, el cuatachismo, el prevaricato y demás lacras ancestrales.

—Pero la requisitoria de los inconformes es también cursi y amorosa:

«Pedimos, pues, respetuosamente: • A. Se permita superar la situación de creciente inconformidad entre la comunidad cultural, propiciando y conduciendo una selección comprometida con el desarrollo cultural de la región que favorezca los auténticos consensos con la ciudadanía, por encima de cualquier criterio político. Consideramos que la dirección de CECUT debe quedar en manos de una persona que no ponga en duda la seriedad de las decisiones de su gestión. • B. Que la selección del director del CECUT sea un proceso en el que los nombres y perfiles de los candidatos, la auscultación de los mismos y el nombre de quien resulte seleccionado, sean fases abiertas a la ciudadanía y donde rijan los intereses estrictamente culturales».

La gente sin pretensiones cultureras y que, día tras día, a chingadazos se abre paso en la vida (y que, dicho sea de paso, no está ligada al arte pero tiene un espíritu más sensible que los estetillas pajaronalgonescos), ténganlo por seguro que se mofará de todas esas mamadas.

«Esta carta no está apoyando a ningún candidato alterno. Lo que estamos solicitando es que se transparente una decisión tan importante para esta región».

—¡Bah! ni siquiera tienen los huevitos para aventar su gallo.
—¡Ay, ay!, «esta carta no está apoyando a ningún candidato alterno».
—¿Recomiendan algunas medidas correctivas para el pillazo del Muñoz? Por ejemplo, darle unos doscientos chicotazos en cada nalga.
—Ni como ocurrencia, son unos cobardes.

Los argumentos que espetan los dolidos «firmantes» —con relación al compromiso que dicen tener en el «avance de la cultura de la región» y «en el devenir de las instituciones de cultura y en las políticas culturales»— son semejantes a los que enseguida transcribo:

«Considero que nuestra misión artística tiene una importancia trascendental para el pueblo, en estos momentos en que debemos elevar el espíritu y la mentalidad del pueblo (sic); estoy segura que todos los mexicanos superaremos el presente y habrá un futuro mejor, pero por supuesto se logrará con la colaboración de todos, no es tarea de un hombre únicamente sino de todo un pueblo de fuerza moral».

Son palabras que —como diría el máster Nikito— salieron de la popa de la filósofa «coñosuriana» Thelma Tixou, mientras enseñaba carnes y meneaba el cacharro frente al entrevistador. [3]
Ahora, en el supuesto de que el pipón designado como macizo del CECUT no fuera un nuboso malcarado, sino todo lo contrario; es decir, un compinche de caterva y compatible al celebrado cretinismo de los supuestos “agraviados”, ¿le dedicarían mentadas de madre y le chingarían la borrega con cartitas plieguitos y minutas?

—De ninguna manera, se refrenarían, esconderían la cachava y guardarían compostura de señoritas modosas.

«Sin otro asunto, confiamos en la prudencia de las decisiones a tomar, porque lo que está en juego es algo muy importante y sabemos que no hay necesidad de convertir esta designación en una arena política que se preste al desgaste de las instituciones y al desprestigio de la presente gestión. Le enviamos un cordial saludo».

Nefandos cañamazos. ¿A poco creen que la «bicicleta que anda sola», la Sáizar Guerrero, va a acudir en auxilio de estos pobres güeyes? Y es que traen el culo en la mano, pues temen que el Virgilio Muñoz les aviente al olvido sus privilegios y canonjías. Y ya se escucha el borregazo de que el ruco quiere chingarse a los cabrones que andan soliviantando pendejos. Pues que se agarren los que le han aventado caca y melcocha; ahora sí va cumplir lo que ha dicho (algo que es muy raro en él): que les hará la pinchi vida de cuadritos.

—Y lo peor del caso es que la topografía tijuanense cuenta con pocos lugares para esconderse.

Ahora bien, como se advierte en los rituales de la imperfecta publicidad y militancia de espectáculo, estos son los superdotados genios de chafetán que se han alzado cuales si fueran inquisitivos bichos de cartelera:

NOTA: con escasas excepciones, la mayoría son pájaros cilantreros, cochis con maldiojo y corucos chupapijas.

Melisa Arreola, Mónica Arreola, Hebert Axel González, Mely Barragán, Paty Blake, Álvaro Blancarte, Amaranta Caballero, Flora Calderón, Carmen Campuzano, Roberto Castillo, Carmela Castrejón, Franklin Collao, Rosina Conde, Luis Humberto Crosthwaite, Jaime Cuanalo, Marvin Durán, Alfonso García Cortes, Fidel Ernesto González Hernández, Edmundo Lizardi, Alfredo Lucero-Montaño, Lorena Mancilla, Karla Martínez, Pepe Mogt, Ana Karenina Ochoa, Sidharta Ochoa, Jaime Orozco, Julio Orozco, Roberto Partida, Omar Pimienta, Raquel Presa, Juan Carlos Reyna, Roberto Rosique, Miryam Ruiz, Rafa Saavedra, Víctor Soto Ferrel, Regina Swain, Margarita Valencia, Yvonne Venegas, Adrián Volt Saénz, Heriberto Yépez.

Cabe destacar que ninguno de los baturros y rucas, ni por descuido o efímera laguneta mental— se sustrae del gusto y la vanidad de acompañar los nombres con un montículo de abombadas adjetivaciones como: «ejecutante musical, periodista cultural, videoartista, gestor cultural, artista de performance, promotor binacional, artista multidisciplinario, promotor de nuevas ideas, promotora de la lectura, organizadora comunitaria por justicia ambiental, realizador visual» y etcétera.

—Entonces, que muera el pueblo y viva la culturosada.
—¡Putamá!

Un síntoma para trazar mejor el cuadro de blasonería muy propia de los principados y señoríos de la baja Edad media. Además, pretenden que sus “enjuiciamientos” reprobatorios se mantengan en un nivel de ambigüedad y de simulada parábola ideológica; meollo de la insuflera vida “poética” y “literaria” que —dicho sea de paso— es de podridas flatulencias. Y como bien afirma mi compa el Julio Martínez, «son pocos los que tienen acceso a una literatura que exija un pensamiento crítico, simplemente, es una minoría la que sostiene las riendas de la cultura en México y Tijuana es mi mejor ejemplo para ello porque es nada más de ver qué clase de personas exporta cultura al exterior para darse cuenta de ello. Puro pinche junior que nunca ha visto una escoba de paja en sus manos de señoritas» [Julio Sueco, Tijuana a secas, desde Suecia, 10 de junio de 2006].

—Cabrones. Reaccionan como si se tratara de un pedotete mundial de magnitudes semejante a las del «caso Padilla».
—Pero… dioquis… porque la dirección de los intelectuales en la cosa pública ha perdido influencia en las funciones hegemónicas. [4]

¡Ah!, ya casi se me pasaba. No faltaron algunas almas caritativas que —en calidad de invitados de piedra— se sumaron a la lista de fieles y aceptaron sumisos el disparate. Así, siguiéndoles el rollo a la tropa de cretinos, impúdicamente dieron su anuencia y repitieron el bochinche: el Luigi Amara, el José Vicente Anaya, el Mario Bojórquez, el Luis Cortés Bargalló, el Alberto Chimal, el Felipe Ehrenberg, el Evodio Escalante, el Guillermo Fadanelli, la Eve Gil, el Jorge Moch, el Carlos Monsiváis, el José Emilio Pacheco, el Daniel Sada, el Juan Villoro, el José Javier Villarreal y el Rogelio Villarreal.

—Pues, qué bien. Bendito sea el «contexto» de los constructos mentales en el que la ideología se ha vuelto una entidad etérea, invisible e imperceptible.



NOTAS FINALES O GÜEVOS DE COCHI

1.- En efecto, sólo cositas así pepenadas: «Nota de Reforma y Excélsior. "En 1995, Centro Binacional de Derechos Humanos (CBDH) acusó a Virgilio Muñoz Pérez, entonces delegado regional en Baja California del Instituto Nacional de Migración, de haber participado en el tráfico de personas migrantes. El funcionario fue destituido y se le abrió una investigación"» [EL BLOG DE SIDH. RESEÑA, MINI CASI FICCIONES, 21 de mayo de 2009].

2.- Si desea chutarse completita la cábula, aquí la tiene: «CARTA CECUT. POSTURA COLECTIVA‏ • POR UN CECUT RENOVADO • Mtra. Consuelo Sáizar Guerrero • Presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes • A la comunidad cultural de Tijuana • A la opinión pública • Los aquí firmantes, trabajadores, organismos y activistas de la cultura tijuanense, deseamos fijar nuestra postura acerca del proceso de transición que experimenta el Centro Cultural Tijuana (CECUT). La mayoría de nuestros proyectos son de índole independiente y contribuyen a forjar el calendario cultural anual de nuestra ciudad. Por eso nos interesa la marcha de las instituciones gubernamentales de cultura, como contraparte a la energía ciudadana que caracteriza a Tijuana. • 1. Respaldamos la designación del nuevo director del Centro Cultural Tijuana, Virgilio Muñoz, tijuanense con arraigo y décadas de trabajo en el ámbito educativo y cultural en nuestra región. El proceso seguido para la designación, iniciado a principios del mes de abril pasado, incluyó propuestas de parte de la comunidad cultural, lo que aportó argumentos a la decisión de la presidencia del Conaculta y le restó unilateralidad, a esa facultad ejecutiva. • 2. Son válidas e importantes las manifestaciones de sectores universitarios sobre el destino del CECUT; enriquecen la vida cultural de la ciudad. Confiamos que su participación no se limite a coyunturas como ésta y aporten su reflexión crítica en forma permanente. La intervención de personajes culturales foráneos expresa compromiso y buena fe, vínculo con la cultura fronteriza. Estos últimos han sido aliados invariables de la cultura tijuanense y es explicable su aprensión, desde su lejanía y desinformación de lo que sucede en Tijuana. • 3. Las primeras declaraciones del director del CECUT, Virgilio Muñoz son relevantes en el sentido de propiciar una apertura que incluya a todos los sectores. Tomamos nota de su esfuerzo por establecer un diálogo con la comunidad y fomentar los foros públicos para la discusión del proyecto de la institución. Entre otras urgencias advertimos: presentar un programa de trabajo, ampliar el registro de escritores, incorporar artistas visuales a la cartelera mensual, abrir la puerta a jóvenes rockeros y otros géneros musicales, establecer foros de reflexión sobre nuestra cultura e interactuar con proyectos, espacios independientes y festivales locales. La cultura binacional asimismo es una fuente de intensidad y recreación cultural. La ubicación estratégica de Tijuana debe ser aprovechada como cruce de culturas y detonante de proyectos artísticos. Asimismo, el Centro Cultural Tijuana debe realizar un esfuerzo para ser un puente con otras dependencias del orden federal (Fototeca, Festival Cervantino, Centro de la Imagen, INBA, Vinculación Cultural) y atraer parte de la vasta oferta cultural nacional a nuestra ciudad. • 4. Urge impulsar un pacto entre la comunidad cultural y el CECUT, para potenciar lo que se realiza habitualmente en proyectos, espacios independientes, colectivos, festivales y en el activismo cultural binacional. El inicio de esta gestión en el CECUT puede ser el momento de adaptar nuevos esquemas operativos y decisiones no tomadas antaño. Eficacia antes que trama burocrática. Diálogo y proyecto de gestión consensado. Decisiones efectivas para atenuar la centralización cultural. La nueva directiva del CECUT debe activar cauces de comunicación con creadores y promotores. En el cambio, las instituciones se superan y combaten las inercias. Es la oportunidad de contar con un CECUT renovado y al servicio de la enérgica y trepidante cultura tijuanense. • Tijuana, Baja California, 3 de junio de 2009»
3.- Nikito Nipongo, Un culo filósofo, en Museo Nacional de Horrores, editorial Océano, México, 1986.

4.- «La sociedad intelectual no trata problemas de la ciudad porque simplemente no es popular tanto a lo que concierne audiencias e intereses locales como nacionales, simplemente no le conviene a la mafia cultural de país y su títere Tijuana hablar de pobreza, ecología, crimen, abusos otros y cómo es que estas infrahistorias revelan los fracasos de una clase media que se da ínfulas de grandeza en las páginas de Sociales de los periódicos de México ni mucho menos cómo es que Tijuana es cuna de defraudadores especialistas ni cómo es que Tijuana es una gran escuela donde el fraude es una forma de vida cotidiana» [Julio Sueco, Tijuana a secas, desde Suecia, 10 de junio de 2006].





Continuará.

5 de junio de 2009

LA PEQUEÑABURGUESÍA CULTUROSA



LA PEQUEÑABURGUESÍA CULTUROSA

Símbolo vivo de la dimensión sicológica
concentración de inmundicia
epítome del sistema de actitudes parasitarias
sopor de frivolidades que venden al mejor postor
todavía portan el simiente de la doctrina tomista
método de asedio y resbaladiza moral
y en sus extremos fascismo atenuado
aunque suene a indolente fanatismo
el deseo es la madre de las perversiones
sin ningún melindre el mejor ejemplo de metáfora
para representar cuerpo y espíritu son el pedo y culo
pandilla de merengueros como unidad orgánica sustancial
fraternidad y lealtad sólo es posible entre pantaleta y mierda
ni siquiera pedacitos de minúscula poesía
¿será verdad que la imaginación se pierde en abstracciones
en la medida que se enciman los años?
dichosa María que tuvo al mesías quedó como señorita •


El que disimula no necesariamente es un bato hipócrita o prejuicioso; puede ser un mentecato que va caminado por la vida como si fuera un pollo espinado.

LA PEQUEÑABURGUESÍA CULTUROSA



LA PEQUEÑABURGUESÍA CULTUROSA


«Que fácil es trascender con fama de original
pero se sabe que entre los ciegos el tuerto suele mandar
que fácil de apuntalar sale la vieja moral
que se disfraza de barricada
de los que nunca tuvieron nada
qué bien prepara su máscara el pequeño burgués»


Silvio Rodríguez, Canción en harapos



Porción de raza usurpadora
y de una parte de su cuerpo al arte
imitadores que se parecen al mono que imitan
merolicos que no se entienden ni ellos mismos
ensalivando el diálogo con mucha frescura
manojos de patrañerías, borbollonadas de turulateces
figuras de dicción y proverbios sustantivados
deben demandar a las musas cuando no les sale la poesía
loca sublimación de personajes jactanciosos
otra atmósfera sentimental
el placer por las fantasías más puras
expresan algo para liberarse de algo
y con la espuma en la boca replican que son artistas
necesitan creer en la necesidad de aquello que no es necesario
para las emociones centrales de la vida
verdadero berenjenal de galimatías y antifaz de seudoliterato
hay quienes se hacen las víctimas para despertar lastima
por omisiones y abusos en materia de derechos culturales
pero no hay que ser… como dijo el compadre Cantinflas
cuando el resentimiento llega a ser un poderoso motivador poético •


Hay que aprender a soportar a los poetas malos para que éstos no puedan ser soportados por los buenos poetas.

Tijuana es el culo de San Diego

Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...