23 de julio de 2013

PONLE CANDADO A TU CORAZÓN Y TIRA LA LLAVE




PONLE  CANDADO A    TU  CORAZÓN   Y  TIRA  LA  LLAVE

Tertulia de   comatosos  y una  canción   blusera
Había buenos  escritores  hace  treinta  años
Monoencéfalo sin actividad  cerebral
Lidocaína y  500 voltios  de  amor
Caminata del  sueño como los  animales  que  huelen el  miedo
Un pudín  de  voces       un grumo de  palabras
Así  es  la  historia
Nunca  se  queda  quieta
Recen   /    pray
Punto de inflexión  antropológico: el  hombre  asumido por  Dios
In-formación (espiritual)  de  los  seudointelectuales
Decir  la  verdad  es   una  cuestión de  honor
Blanco  aullido      humanidad  de   humo
Efectos de  la  pirotecnia  nacional
¿Buena  calidad  de  vida?
Viejo  mapa  de  la  sabiduría
No se  conoce  al  ser  humano  intrínseco
Se  propician  las actividades   o se  frustran
Se  pierde  la  curiosidad  de  amar
Se da  lo que  se  recibe
Populismo   -   ficción  y  demagogia
Alumnos  del Fondo Monetario Internacional
Peste  a  la que se  añade  más    virulencia
Devaluación y  dramatismo  poéticos
Proceso  difícil y  fastidioso
No importa  equivocarse   porque   nadie puede ganar
Sólo  hay presión para  llegar  a  un fin
«Ser alguien  en la  vida»
Sin  saber  que  ya  se  es  alguien en la  vida
Ética anclada  en la  simulación
Opacidad  y  ambición poética
Doble  moral  y  colusión política
La nota  «bien cuidada»
Cultura  de  la  dignidad  y  el  honor  público
Muestran  ya  sus  desparpajos
Coincidencias  generales  con diferencias   concretas
Modificación de    la  composición orgánica  del  capital
Nos  conformamos  con lo que  se  nos  ofrece
La  clase    media    no  tiene  voz  ni  voto
Enajenación   =    criticismo  psicológico
No   hay  santos
Putos  no  faltan
 Palabra  de    honor
Educación  troquelada  en el  ADN
Comienza   uno siendo  promiscuo y  acaba   siendo  fiel  a  una sola   mujer
Don  o  maldición
La  verdad  es  una  aflicción
Ladrón en su  propia   casa
Perdido  como un  tronco  rio  abajo
Estupor  bovino
Mundo  para  sensiblerías
Las  causas imaginarias  pasarán  inadvertidas
El mismo  discurso podrido
Como un   perro   que   todos  los  días  le  huele  la  cola  a  otros  perros
Un trauma  que  no deja  disfrutar  la  vida
Melancolía   profunda
Como una  prostituta  grande   y  grasienta
Displicencia  y petulancia
consagración del  falo  y  la  vulva
A los  que  no les  agradas  son  dos: los  estúpidos  y  los  envidiosos
Pasiones  falsas   y  amores  negociables
Un  chimpancé regodeándose en churrerías  históricas
Hinojos  y  ruda
Carne inteligente  y   mente  trastornada
La  Eternidad  entre   las   piernas  y un loco   convoy en su  cabeza
Tiburones   nadando   en  aguas  puercas
Cuando  el  alma  se  evapore
Ponle  candado a    tu  corazón   y  tira  la  llave  • 

ehm

la indeterminación de la fantasía

Siempre en la realidad objetiva persiste el problema de la indeterminación de la fantasía, la discusión entre  la retórica del ensueño y supuesta verdad. El solapado juego de trasgresiones y rupturas inicia formalmente con «Gargantúa y Pantagruel» de Rebeláis (siglo XVI),  retintineando pasa por  los avatares alucinógenos del  reverendo  Charles Lutwigd Dogson (más conocido como  Lewis Caroll), hasta topar con la «Rayuela» de don Julio Cortázar. Y en ese inmenso  proceso, cuyo receptáculo y espejo del mundo es la escritura, la ficción se  hunde —y se funde— en las entrañas de la construcción verbal, no como una falsedad deliberada, sino como un atributo potencialmente imaginario,  como una manera de reivindicar la credibilidad. 

rockstarismo mamón



              Sé de escritores que pregonan ufanos el amor a la escritura, pero eso lo aseveran de la geta pa fuera, pues anteponen a su devoción literaria  el metalón o al «rockstarismo» mamón.

16 de julio de 2013

El ensueño o la fantasía del «yo» interno

Se postula el oficio de escritor-poeta en adecuación al idealismo como forma de sobrevivencia académica y conceptuación ininteligible que concibe la escritura como un simple juego de palabras, de ciencia novelada, o como diría Gramsci, de «un modo de plantear las cuestiones apto solamente para hacer fantasear a las cabezas huecas». En sus mediaciones catárticas (que también son extrañamientos y enajenaciones), parece que los «creadores» alcanzan «horizontes» que sugieren espacios indefinidos, abiertos al flujo verbal de la imaginación, al ensueño o la fantasía del «yo» interno. Y, de acuerdo con esos «horizontes», prevalece «un oscuro lenguaje» (codificado, confuso, nada diáfano y difícil de comprender; aunque funcional para la irrupción de lo irreal, toda vez que facilita la inclusión de esquemas fantásticos y simbólicos tanto en la poesía como en el relato), identificable por sus imágenes estereotipadas o idealizaciones surrealistas (o sea, se retrata a una chamacona querendona «con manos de lluvia»), que por obra y gracia de la moteada imaginería de los  señores de  la  escritura, las puñeteras manitas de una fémina «amada»,  por  poner  un ejemplo, se trasmutan en «puertas al conocimiento» y, al mismo tiempo, en un acto de «rencuentro con el “otro”» (¿qué valor conceptual engendra tal locución?; pregunto porque tal abstracción encierra múltiples posibilidades de interpretación).  Asi, palabras de  los  poetas se llenan de alimañas y en rondel  de  palabras mamonas comienza a dar marometas y a cantinflear gachamente.  Y de  esa forma  el desdichado  aspirante poeta  a intentar hurtarle los  laureles al poeta que  sin  darse cuenta  es poeta.
Cuántas extravagancias hay en los registros literarios que los  poetas usan para ornamentar un mundo de ilusiones. Según lo afirmado, detrás de las «puertas al conocimiento» está la morada del aprendizaje, del conocimiento que debe adquirir el bizcochito para conquistar el amor de su peoresnada. La jermu que aprende a amar es buena, y quien se resiste o repele la instrucción, pues es mala. Los arquetipos de la ruca católica y puritana —modelos teológicos del rol de la prejuiciosa damisela pequeñaburguesa— están en las «puertas al conocimiento» y en el «rencuentro con el “otro”». Hay una carga de dualismo moral que es una interacción de mando-obediencia en poder de los enamorados. Y quien carga con todo el paquete, obviamente, es la receptiva servidora, la educada, la domesticada. Y el macho sólo entierra el hacha entre las nalgas de la amada, que en su categoría del «otro» es el sujeto mistificado.

Pero Dios no existe


Se ha modificado el rumbo de la vida en la gradación de las polaridades antitéticas (luz-oscuridad), lo profundo y lo abismal se asocian con lo infernal y lo inconciente; la interioridad del alma es la negación ideológica de la contradicción, el ego es un realismo trasmutado en sueño y en perturbador encanto de novia vuelta cadáver. Todo lo que existe es presencia unificadora, pero al mismo tiempo es la nada. Para la poesía lo «uno» es lo «otro». Así, la vida es la muerte y la muerte es un sueño, el sueño es la realidad y la realidad soy yo, y yo soy Dios. Pero Dios no existe.

La Academia y la literatura en Baja California

La Academia y la literatura en Baja California son pródigas en casos similares a la grandeza del problema que traen en su alma estética los  culturosos  de  estas  comarcas. Tendría yo que abrir un centro especializado en cretinismos para pormenorizar los detalles de cada uno de los individuos e individuas que conforman el gigantesco tumulto de especímenes literarios y culturosos que engrosan el abigarrado intríngulis de inconsistencias intelectuales, requiebros estéticos y patrañas con olor a estafa, truco, fingimiento y simulación. Harían bien dejar a un lado esa «reductio ad nauseam» literaria que se cargan y seguir el ejemplo del emperador Diocleciano, quien renunció al trono para dedicarse a cultivar coles en un lugar perdido. Pues poco de lo que garrapatean contiene expresividad literaria, las hechuras de sus texto están condicionadas social y estéticamente por el formato de la impostura artística de los símbolos polisémicos y la codificación engañosa, una desfigurada redacción de bizarrería repugnante y eclecticismo teórico que los poetas, ensayistas e investigadores exitosamente y con aguda astucia han incorporado a sus trabajos literarios o académicos como una forma metodológica de falso historicismo que ha pasado a ser un obligado estereotipo dentro del canon de la cultura y que, parafraseando a la ñorsa Zulma Palermo, en cierta medida y magnitud ideológica, pareciera ser sospechosamente cómplice de las nuevas hegemonías globalizadoras del mercado.  Algunos embelecados (que significa «munchos»), voltearan la geta y negarán que su posmoderno, poscolonial y posoccidental “gozo estético” sea un cascaron que sirva para encubrir relativistas discursos o estrategias de manipulación, tendientes a «proponer respuestas para la conflictividad de las culturas dependientes», es decir, «propuestas “salvadoras” de una nueva forma —aunque más enmascarada y menos abiertamente “agresiva”— de degeneración de colonialismo intelectual». Pero, de acuerdo con las conjeturas de la señora Zulma Palermo, las deducciones dan pábulo a pensar que de dichas fantasías objetuales guardan correspondencia con el «paradigma» en el que «emergen los Cultural Studies que circulan desde mediados del siglo pasado, y colocan a los estudiosos de las culturas latinoamericanas en una nueva encrucijada, pues vienen a convalidar un posicionamiento que fue siempre marginal y alternativo y que, como tal, no encontró validación en el campo científico. Tal como se ofrecen desde la academia norteamericana para los estudios latinoamericanos en sus diferentes manifestaciones, significan un importante cambio desde la propuesta inicial inglesa, pues pierden su dimensión política de sustitución para las izquierdas después de la caída del Muro de Berlín, para transformarse en una herramienta meramente académica, cuando no de consecución de espacios de poder por la incorporación de las minorías al objeto de estudio. Esta concepción y estos procedimientos se han trasladado al espacio latinoamericano donde –como tantas veces antes en su historia- se transforma  en una moda intelectual, lo que pone en evidencia —parafraseando a W. Benjamín—  su valor de mercancía» [Zulma Palermo, Los estudios sociocríticos y el sujeto colonial latinoamericano, octubre de 2000, Sincronía Invierno 2000].
Se trata del seco mutismo del pensamiento abstracto devenido en fraseología, textualismo chatarra y símbolo parlante de la incongruencia. Entonces, ¿porqué tanto discurso oblicuo?, ¿para qué tanto mensaje velado?, ¿para qué tanta parábola y encriptamiento? ¿Para qué, si ya no existe la censura?


textualismo chatarra y símbolo parlante de la incongruencia

Seco mutismo del pensamiento abstracto devenido en fraseología, textualismo chatarra y símbolo parlante de la incongruencia. ¿Porqué tanto discurso oblicuo?, ¿para qué tanto mensaje velado?, ¿para qué tanta parábola y encriptamiento? ¿Para qué, si ya no existe la censura?

El arte es pacotilla y los artistas ya no necesitan de la capacidad ni talento para afianzar su orientación creadora

El amor intelectual que el filósofo Spinoza atribuía al conocimiento se ha convertido en un gargajo de simpatías, en un depósito para rendir homenajes y pleitesías. Es el modelo a seguir y la mejor manera de renovar la charlatanería, toda vez que en los grupúsculos protoliterarios y desideologizados por conveniencia, las apariencias son las que más cuentan para figurar en el canon de las inmundicias cultureras.  Ahora que el arte es pacotilla y los artistas ya no necesitan de la capacidad ni talento para afianzar su orientación creadora, pocas son las virtudes que se mantienen en los parámetros de la auténtica producción estética.  
—Todo sea por la artificialidad de la falsa creación, la degeneración libresca, la pedantería y el simulacro.
—Amén.

Durante algunos días le pusimos cola al mariachi de la ruca

Aquí les va la  túrica de un chusco suceso que presencié en mis años mozos cuando empezaba la faena abogadil. Una ñorsa me solicitó los servicios de representación legal para que le tramitara su divorcio. En cuanto la clienta me expuso el problema supe que se trataba de un caso que en el ámbito leguleyo les nombramos «frankesteins».

En aquellos años empezaba yo apenas trinearme en la litigada y la novatez e inexperiencia lo conducen a uno a aventurarse más allá de los límites de nuestra profesión. La demanda de divorcio debía estar amparada bajo la causal de adulterio, y en ese tiempo dicha figura jurídica tenía que acreditarse mediante prueba plena y directa (hoy, con las reformas al Código Civil el asunto es una papita, pues lo tribunales en materia familiar admiten ya los medios de convicción indirectos para probar la pretensión jurídica, o sea, que es válida la simple presunción).

A lo que me refiero con todo este rollo es que la citada causal, fundamento de la demanda, requería de prueba contundente, así que el cónyuge culpable —adúltero—  necesariamente tenía que ser cachado arriba del guayabo, Y debía yo como abogado presentarle al juez los elementos materiales de convicción pertinentes; esto es pillar al marido infiel en plena faena cogelona y tomarle una fotografía o película para hacer factible la prueba idónea. Así que tuvimos que recurrir a las artimañas de Perry Meison y  durante algunos días le pusimos cola al mariachi. Seguimos al ruco, haciéndole  plantón  donde quiera que caía, hasta que llegó el momento y lo tronamos en un cuarto de hotel. Y lo torcimos en el preciso instante que estaba ensartenes con una jaina.

Previa firula de por medio, el chalán de hotel no aflojó la llave del cuarto y en cuanto  abrimos la puerta, mi acople comenzó a disparar los flashazos sobre el par de calenturientos  para presentarle al juez las fotos  como  medio de probanza de la causal invocada en el juicio de divorcio.

    Lo más ridículo y patético fue cuando el cónyuge libertino —no obstante  que su calzón y  tramado hallaban en  sobre el piso—  hacía  las intentonas para sacudirse la culpa; y,  mientras  la ñora le echaba en cara tal desvergüenza, el ruco  negaba los cargos;  juraba y le perjuraba a su esposa que no estaba haciendo lo que ella creía haber visto. —«¡No, mi vida, no es lo que tú crees. Déjame que te explique, todo es un malentendido!», le decía el cabrón vaquetón a su guaifa,  tratando de convencerla.

¿A poco es lo mismo decir: «La ruca es puta madre» que «La ruca es puta, madre».

¿A poco es lo mismo decir: «La ruca es puta madre» que «La ruca es puta, madre».

15 de julio de 2013

la imitación servil o la inercia mental



Aquí el birote de la cultura ya no es una cuestión de elevación, como decía el Marx hegeliano, tampoco un fenómeno que merezca debatirse; se trata un asunto para hacer negocio e insuflar los egos. Porque —para esta runfla de culturosos— el arte y la cultura se vertebran a partir de lo que dicta la moda, la imitación servil o la inercia mental.

Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales

Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...