La Academia y la literatura en Baja California

La Academia y la literatura en Baja California son pródigas en casos similares a la grandeza del problema que traen en su alma estética los  culturosos  de  estas  comarcas. Tendría yo que abrir un centro especializado en cretinismos para pormenorizar los detalles de cada uno de los individuos e individuas que conforman el gigantesco tumulto de especímenes literarios y culturosos que engrosan el abigarrado intríngulis de inconsistencias intelectuales, requiebros estéticos y patrañas con olor a estafa, truco, fingimiento y simulación. Harían bien dejar a un lado esa «reductio ad nauseam» literaria que se cargan y seguir el ejemplo del emperador Diocleciano, quien renunció al trono para dedicarse a cultivar coles en un lugar perdido. Pues poco de lo que garrapatean contiene expresividad literaria, las hechuras de sus texto están condicionadas social y estéticamente por el formato de la impostura artística de los símbolos polisémicos y la codificación engañosa, una desfigurada redacción de bizarrería repugnante y eclecticismo teórico que los poetas, ensayistas e investigadores exitosamente y con aguda astucia han incorporado a sus trabajos literarios o académicos como una forma metodológica de falso historicismo que ha pasado a ser un obligado estereotipo dentro del canon de la cultura y que, parafraseando a la ñorsa Zulma Palermo, en cierta medida y magnitud ideológica, pareciera ser sospechosamente cómplice de las nuevas hegemonías globalizadoras del mercado.  Algunos embelecados (que significa «munchos»), voltearan la geta y negarán que su posmoderno, poscolonial y posoccidental “gozo estético” sea un cascaron que sirva para encubrir relativistas discursos o estrategias de manipulación, tendientes a «proponer respuestas para la conflictividad de las culturas dependientes», es decir, «propuestas “salvadoras” de una nueva forma —aunque más enmascarada y menos abiertamente “agresiva”— de degeneración de colonialismo intelectual». Pero, de acuerdo con las conjeturas de la señora Zulma Palermo, las deducciones dan pábulo a pensar que de dichas fantasías objetuales guardan correspondencia con el «paradigma» en el que «emergen los Cultural Studies que circulan desde mediados del siglo pasado, y colocan a los estudiosos de las culturas latinoamericanas en una nueva encrucijada, pues vienen a convalidar un posicionamiento que fue siempre marginal y alternativo y que, como tal, no encontró validación en el campo científico. Tal como se ofrecen desde la academia norteamericana para los estudios latinoamericanos en sus diferentes manifestaciones, significan un importante cambio desde la propuesta inicial inglesa, pues pierden su dimensión política de sustitución para las izquierdas después de la caída del Muro de Berlín, para transformarse en una herramienta meramente académica, cuando no de consecución de espacios de poder por la incorporación de las minorías al objeto de estudio. Esta concepción y estos procedimientos se han trasladado al espacio latinoamericano donde –como tantas veces antes en su historia- se transforma  en una moda intelectual, lo que pone en evidencia —parafraseando a W. Benjamín—  su valor de mercancía» [Zulma Palermo, Los estudios sociocríticos y el sujeto colonial latinoamericano, octubre de 2000, Sincronía Invierno 2000].
Se trata del seco mutismo del pensamiento abstracto devenido en fraseología, textualismo chatarra y símbolo parlante de la incongruencia. Entonces, ¿porqué tanto discurso oblicuo?, ¿para qué tanto mensaje velado?, ¿para qué tanta parábola y encriptamiento? ¿Para qué, si ya no existe la censura?


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