Siempre
en la realidad objetiva persiste el problema de la indeterminación de la fantasía,
la discusión entre la retórica del
ensueño y supuesta verdad. El solapado juego de trasgresiones y rupturas inicia
formalmente con «Gargantúa y Pantagruel» de Rebeláis (siglo XVI),
retintineando pasa por los
avatares alucinógenos del reverendo Charles
Lutwigd Dogson (más conocido como Lewis Caroll), hasta topar con la «Rayuela»
de don Julio Cortázar. Y en
ese inmenso proceso, cuyo receptáculo y
espejo del mundo es la escritura, la ficción se hunde —y se funde— en las entrañas de la
construcción verbal, no como una falsedad deliberada, sino como un atributo
potencialmente imaginario, como una
manera de reivindicar la credibilidad.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...

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