26 de noviembre de 2009

TIRRIA DE GOMBROWICZ Y CHOCHEZ DE BORGES




ATLETAS DEL ESPIRITU UNIVERSAL


Se dice que el buen Jorge Luis Borges, "atleta del espíritu universal" y malinchista de corazón (pues afirmaba que el español era un idioma feo), gustaba alabar genocidas como Pinochet y Videla. No pocas veces calificó de "caballero" al general Jorge Rafael Videla y a tres años de la masacre en el palacio de la Moneda recibió condecoración del matón chileno.

—Pero, en cambio, en el plano literario, se comportaba implacable con Corneille, sangriento con Breton y desdeñoso con Baudelaire.

Gabriel Cacho Millet escribe al respecto:

"En agosto de aquel mismo año (1976) acepta ser condecorado en la Embajada de Chile en Buenos Aires con la Gran Cruz de la orden al mérito Bernardo O'Higgins y viaja luego a Santiago, todavía ensangrentado por la represión de Pinochet, para ser doctorado por la Universidad de Santiago y asistir a un banquete donde se encontrará con el dictador."

—Y esa fue una razón por la cual los suecos le negaron el premio Nobel en 1979, mandándolo a hacer puñetas; y chillaba cada vez que se lo volvían a negar.

Nikito Nipongo dice que Borges comía mierda para ocultar su resentimiento. Vale la pena reproducir lo que el lingüista y crítico acérrimo de la podrida Real Academia Española, en su libro «Perlas Japonesas», apunta acerca de la agenda oculta del escritor argentino, y nos muestra la deteriorada moral y la vena reaccionaria del discípulo de Macedonio Fernández:

"En 1979 se concedió aquel premio a un oscuro poeta griego. Y Borges volvió a lloriquear: 'Sí, ya sé que el Nobel es para Odisseus Elytis. No conozco la obra de ese poeta, pero me alegro de que sea griego' (también lo era Onassis y no por ello había que alegrarse)". Así berreaba don Jorge Luis: "Si alguna vez me dieran el premio Nobel, me sentiría muy contento".

Y don Nik prosigue, poniéndonos al tanto de la situación borgiana, y guachen como saca a balcón al bibliotecario argentino:

"Al anterior gimoteo le da este remate Borges: 'Pero fíjese, que yo sabía que me jugaba el premio Nobel cuando fui a Chile y el presidente... ¿cómo se llama?' (El entrevistador le sopla: 'Pinochet'). 'Sí, Pinochet me entregó la condecoración. Yo quiero mucho a Chile y entendí que me condecoraba la nación chilena, mis lectores chilenos'... Borges podrá tener muy poca vergüenza; su memoria, en cambio –y lo digo en serio-, se distingue por prodigiosa. Fingir que olvidó el apellido del asesino de Allende no es más que una payasada lamentable. Peor resulta salir conque la condecoración no se la otorgó Pinochet, sino el oprimido pueblo de Chile. Naturalmente que Borges recuerda muy bien el ditirambo que labró en honor del tirano sanguinario, el 22 de septiembre de 1976 (apenas tres años después de la caída de Salvador Allende y de la consecuente destrucción de la democracia chilena). Visitó entonces el palacio Diego Portales de Santiago de Chile, sede de la junta militar, y babeando se dirigió al cerdo de Pinochet así: 'Es un honor ser recibido por usted, general; en Argentina, Chile y Paraguay se están salvando la libertad y el orden.' Basta esa atrocidad, haber exaltado las dictaduras castrenses de su país, de Chile y de Uruguay, con una barbeada a Pinochet, para que los academicos suecos le nieguen de por vida el premio por el que tanto acatarra desconsoladamente."

Ni las obras de Borges están exentas de impregnaciones políticas, e incluso en sus conferencias vociferaba paparruchas como éstas:

"Las teorías pueden ser útiles para estimular la poesía, por ejemplo, yo no creo en la democracia, es una cuestión estadística para mí (sic). La idea de la democracia, esa extraña idea..." (en College de France, 1983).

Cinco años más tarde de haber publicado Historia Universal de la infamia, precisamente cuando los nazis invaden la Rusia estalinista (Operación Barbarroja, 1941), el escritor argentino manda al mercado su libro «El jardín de los senderos que se bifurcan», dedicado, por cierto, a su amigocha Victoria Ocampo, admiradora ferviente de Lawrence de Arabia, mercenario al servicio de la corona británica.

—Y que algunos mamones lo nombran el Che Guevara del desierto

Y de quien la Ocampo tenía una fotografía dedicada, colocada sobre su escritorio en la editorial Sur.

—Pero ¿a qué viene aquí el nombre de ese cabrón llamado T. H. Lawrence (1888-1935)?
—Pues fue un compinche de atrocidades de otro carnicero llamado Liddell Hart (1890-1970), estratega militar inglés que suprimió el concepto de 'población civil' sin reconocer la diferencia entre soldados y paisanos", inventor de la blizkrieg (guerra relámpago), táctica militar que consiste en usar los tanques como fuerza de penetración profunda en el campo enemigo, cortando las tropas y los suministros (José Steinsleger).

Y pues (otra vez) bien, el apolítico Borges, en su libro «El jardín de los senderos que se bifurcan», comienza citando al tal Liddell Hart, mientras que, en sincronía con la publicación del texto borgeano, el general Heinz Guderian, comandante hitleriano, aplica la táctica de la blizkrieg sobre la población soviética.
Así se las gastaba en el terreno estético el metafísico jomi de Adolfo Bioy Casares. Poco le faltó para calificar de "seres divinos" a los tiranuelos a quienes les lamía las botas.

—Y ya inmerso en la cuacha, tampoco tuvo madre al dedicar a Richard Nixon la traducción de un libro de Walt Whitman.

Con excepción de Nikito Nipongo, Roque Dalton y Mario Benedetti, entre otros críticos y pensadores culturales, hubo quienes evitaron las turbulencias y prefirieron anclarse en aguas tibias subrayando solamente lo obvio. En un ensayo escrito en 1971 («El hacedor, El concepto de ficcion», Planeta, 1997), Juan José Saer se refirió a Borges con estas palabras:

"Me abstengo de buscar una relación entre la evolución del pensamiento político de Borges y la poca calidad de sus últimos libros, por temor de que esa relación sea inexistente. Más bien prefiero afirmar que hace algunas décadas Borges ha escrito cuatro o cinco libros que figuran entre los más perfectos de nuestro tiempo, y que el tartamudeo político y literario es uno de los derechos, o de los inevitables estragos, que debemos reconocerle a la ancianidad".

—Bonita forma de dar beneplácito; dispensándolo por su chochez; así que el pobre ruco cegatón ya no sabe lo que escribe y opina.

Funesta fatalidad que no ha lugar, como dirían mis amigos leguleyos. Borges todavía no era un fiambre; la cordura y la memoria prodigiosa lo acompañaron hasta el día en que felpó y entregó el equipo a san Pablo.

—Si Borges viviera en los momentos de agresión bélica en contra de Irak, ya se sabe en qué lado estaría.

Basta recordar una más de sus vilezas, a propósito de los baños de napalm que el Pentágono arreciaba sobre pueblo vietnamita:

"Si se ve la guerra de Vietnam como parte de la guerra contra el comunismo, está plenamente justificada." Borges construyó una constelación asombrosa de la ficción, pero se mostró lánguido y pasivo ante posiciones políticas y sociales, que al final de cuentas le restaron calidad moral al refugiarse en un esteticismo esotérico –l'art pour l'art- y defender únicamente "valores literarios" (la irrealidad es condición del arte").

Hay quienes opinan que la inclinación de Borges hacia el ultraísmo era puro pancho, una actitud esnob ante la vida. Sé que Borges tuvo mucho talento como narrador de ficciones, y sé lo que el ruco vale, visceralmente como un poeta anticomunista. Pero el discípulo de Macedonio, bajo el signo ultraísta, de mozalbete cometió el crimen de mirar hacia la izquierda, tuvo lo suyo de «bolchevique».

—Y es que el men también la cuajó de escritor comunista, como el Octavio Paz de acá.

En la época macarhtiana Borges escribió un poema titulado Ritmos rojos, que le costó la cancelación de la visa para no poder entrar a los Yunaites. Debido a ese poema el tímido escritor de cuentos fantásticos y metafísicos estaba –de pura barbacoa- incluido en la lista negra de Ronald Reagan.

—Cuando éste era balcón de la CIA en Jóligud.

Antes de que fuera famoso sus compinches lo llamaban el poeta ciego, el Homero en penumbras, el hombre gris que se ganaba el pan con el sudor de su frente y que padecía el complejo de Edipo (siempre salía acompañado de su madre; era mis ojos, decía Borges). No hay que olvidar que la fama chipocluda le llegó a partir de que chupó faros (como suele suceder).

—En vida, poca clica lo pelaba; y angora, a un chinguero de güeyes no se les cai del hocico. Borges pallá, Borges pacá...

(¡Cretinos!).

Su divulgación hoy en día, más que seria, es pendeja; se le cita sin conocerlo, sin leerlo (igual que Octavio Paz, quien, dicho sea de paso, negó la poeticidad en Borges, sólo porque éste jamás escribió un poema extenso.

—¡Háganme el favor! Con ese tipo de jaladas salía el tal Paz.
—Retaba a don Yorch a superar al mismísimo autor de la Ilíada.
—Sí, como aquel cabrón ya se había dejado caer Piedra de Sol, pues le venía guango soltar el churro ese.

La juventud de Borges fue muy dolorosa. De morro -el sicólogo Miguel Cohen-Miller fue quien lo atendió- y dice su loquero que Jorge Luis a los 19 años no padecía fobia sexual, pero el che se cargaba un trauma sexual de pocamadre, ya que su jefe lo había iniciado a la vida sexual ni más ni menos que con su madrastra. Es por tal motivo —escribe Gabriel Cacho Millet— que en ningún verso de Borges cabe un muslo, un seno, la apretada sombra de una mujer o un beso que no sea inmortal (y el único cuento de tema amoroso que escribió –a sus 75 abriles- es Ulrica, en El libro de arena). ¿Acaso el pudor froideano lo distanciaba del erotismo? Con quebrada. En su producción no permean las carnes erógenas (pito y panocha), el deseo y la pasión lúbrica.

—A los más que llegan sus escritos es al beso, al apapacho santurrón y a la manita sudada.

Tocante a esto, Enrique López Aguilar escribe:

«Cuando él habla de las relaciones entre hombre y mujer en sus poemas, siempre evita la alusión directa a piel, cuerpos, sexualidad, y prefiere concentrarse en esa condensación absoluta de las emociones asociadas con el amor: encuentro, enamoramiento, fascinación, el leve roce de los labios o las manos, la certidumbre del arrasamiento personal, el abandono o la separación, la falta de correspondencia, la nostalgia».

—Nada de sobar el oso ni repegar la guásima; cero faje ni agasajo marinero.
—¿Se poncharía alguna vez a la María Kodama?
—Nel, prefirió el mundo metafísico que matar la cochi. Zambullirse en las sabrosas nalgas de una mina... ¡ni de loco! Ya de perdis un becerrazo.
—Menos.

A pesar de que siempre estuvo rodeado de puras jainas (mamá, carnala, alumnas, secretarias, amigas, lazarillas, etc.).

—¡Chale, qué desperdicio de jamón!
—Si yo hubiera estado en sus zapatos hubiera rajado más leña que la chingada.

«He sido demasiado pudoroso» –alegaba el ruco. Entre otros, éstos son algunos de los cacharros que desperdició Borges: María Esther Vázquez, Estela Canto, Delia Ingenieros, Matilde Urbach, sin contar una de las Ocampo. Para Borges el único compromiso del poeta es con la belleza:

«el poeta se compromete sólo con la belleza. Ese es su único compromiso». Pero más allá de la estética, ¿era Borges un poeta comprometido? Claro que sí; su bisabuelo (el coronel Juárez) fue chiloguán –vencedor- en la batalla de Junín. Estos fueron los versos de Jorge Luis, escritos en los años del gobierno peronista: «Junín son dos civiles que en una esquina maldicen a un tirano, / o un hombre oscuro que se muere en la cárcel».

Durante el peronismo (1945), la jechu y la carnala de Borges fueron apañadas por los gorilas de la mili. En ese entonces la progenitora del poeta ya estaba muy cáscara y éste era un don nadie que se ganaba la vida como bibliotecario municipal, es decir, un pericoperro que no pelaba un chango a nalgadas por su condición de burócrata oscuro de tercer nivel. Treinta años más tarde Borges elogió la valentía de su jefita:

«tu prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos».

Al poeta, por grillero, no le fue muy bien que digamos, en 1946, a pocos meses de la instalación de la dictadura peronista, lo ascendieron o degradaron (según sea el caso) a inspector de aves, conejos y huevos. Claro está que Borges no le entró al jale. Victoria Ocampo en la revista Sur (agosto de 1946) publicó la declaracion que el jomi de Bioy Casares rajó al respecto: "Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez (sic). Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor."
Borges abandonó su filiación de «poeta bolchevique» debido a las cagasonerías del marxismo estaliniano; pues, ¡no mames!, esa madre era igual que el nazismo, me dijo mi compa el Güero Bitachi (un poeta taquero o un taquero poeta).

—Y ¿qué tal se la refuegueaba don Jorge Luis con los poetas marxistas?
—¡Puta tía! Le cagaban de a madre. Empezando con el joto de Federico García Lorca, Rafael Alberti y, principalmente, Pablo Neruda.

A este último no lo podía ver ni el papel china. Y cada vez podía le aventaba cuacha, a morir. Así se expresaba Borges del autor del Canto general, a quien consideraba un hombre muy mezquino: «Escribió un libro acerca de los tiranos de Sudamérica, y a continuación varias estrofas contra los Estados Unidos. Ahora se sabe que todo eso es basura. Y no dice ni una palabra contra Perón. Porque tenía un pleito en Buenos Aires, eso me lo explicaron luego, y no quería arriesgarse. Y así, cuando se suponía que escribía a voz en cuello, lleno de noble indignación, no tenía nada que decir contra Perón».

—Échense ese trompo a la uña.

A García Lorca, más que por rojillo, lo destestaba por mamilas. Y es que, una vez cuando Borges cayó en España, durante una tertulia, Federico se lo cotorreó al decir que estaba preparando un libro acerca de un personaje muy famoso. Borges, con mucha solemnidad, le inquirió: "¿Y quién es ese famoso personaje del que habla usted?" –Miquimaus –respondió sarcásticamente García Lorca. Don Jorge, emputadísimo, replicó:

"Me retiro. Veo que aquí no se puede hablar con seriedad".

El che se abrió, mientras el jotito gachupas se cagaba de la risa.

—Pero, ¡qué perrón estaba el ruco pa literear! Su inspiración lo hacía apuntar rollos como éstos: las estrellas, -corazones de Dios- laten intensidad.
—¡Úfame, león! A ver, qué más.
—Tripea éste: Aun el alba es un pájaro perdido en la vileza más remota del mundo.
—Ai tuvo, ése. Vas hacer que mi jaina se venga en las pantaletas. Ta bien prendida del argentino. Casi se mea cada vez que oye pronunciar su nombre. Se chorrea como las tácuaras –nacas- que se caldean con el Lupillo Rivera.

Ni el Vicente Fox sabía quién era Borges, se refirió a él –en un congreso de la lengua española- llamándolo José Luis Borgues. ¿Por qué es poca la perrada que lo colorea? Porque era un escritor que escribía pa los escritores (¡y vaya la rebuznancia, men!). Un esteta dificultoso de leer, que atestaba su literatura con frases cultas y eruditas, un creador de la posmodernidad que les ganaba el tirón a aquellos que, precisamente, trataban de definir la posmodernidad, según advierte Jacques Derrida: "Borges hace cosquillas, pero en el cerebro."

—Y ¿qué decía el panzón de Alfonso Reyes acerca de Borges?
—Que don Jorge figuraba como el mejor ensayista occidental de su momento, pero, en cambio, era un hacedor de versos torpes y su poesía poco musical (en otras palabras: valía madre como poeta). El pedo estribaba en que no lo aceptaban en el campo de la lírica.

Escribe Juan Domingo Argüelles que Julio Cortázar cuenta que Witold Gombrowicz, en 1963, al momento que este último hace efectivo su exilio argentino, al pisar la escalerilla de la ballena voladora que lo arrojará a Europa, les aventó a sus discípulos, que lo despedían en el aeropuerto, esta provocación borgiana:

"Muchachos, maten a Borges."

Para los chamacos concretar tal mandato equivalía a un parricidio.

—Tirria de Gombrowicz, chochez de Borges.

14 de octubre de 2009

«EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS» • EN REGÜELDOS TERTULEROS •

En algunos capítulos de la blognovela «REGÜELDOS TERTULEROS O LA DEFORMACIÓN DE LOS HÉROES LITERARIOS DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO» se apostillaran algunos temas acerca de la chocoaventuras de este fanfarrón apodado «el poestastro que arrastra las patas»; y para que el cirro le acabe de hacer malas tripas, diré que, como adelanto, sacaremos del escondrijo de los testimonios y confesiones la ruda emocion habida en su relación conyugal y de qué manera ese ojete pretendía acusar de mariguana a su guaifa para que la encarcelarán y le instruyeran causa penal y privar a a pobre ruca de la patria potestad sobre sus menores hijos. Asimismo, se balicharán otros asuntos, tales como la trácala que el poetastro se aventó en contra de la empresa donde laboró y de donde lo echarón por güevon y por tragarse a cucharadas el ceviche y otras mengambreas que se ofrecía a la clientela; y lo más tétrico, y que se refiere al delicado problema de abuso sexual cometido en perjuicio de menores, en la casa donde vive el poetastro y por cierto pelafustán mañoso, cuyo nombre se revelará en apartado correspondiente, dándosese vista, desde luego, al «Child support» de los Yunaites.


Y ¿porqué le dicen «el poeta que arrastra las patas»? También lo sabrán en próximos capítulos de la blognovela «REGÜELDOS TERTULEROS O LA DEFORMACIÓN DE LOS HÉROES LITERARIOS DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO» [http://elcharkitoencuentontos.blogspot.com/].


se abordará con detalle la peripecia que le costó al bato ganarse dicho apelativo.

12 de octubre de 2009

JUAN MARTÍNEZ / EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS [O LA AFABLE MELINDRERÍA DE LO QUE NO ES POESÍA]

Más que poeta, este charanguero posee el egregio mérito de ser un besamanos, un chupapollas y un zampaboñigas.




Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez



JUAN MARTÍNEZ / EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS
[O LA AFABLE MELINDRERÍA DE LO QUE NO ES POESÍA]



SIEMPRE EL DIABLO LE DISPUTA A DIOS SU CARNE


De la misma manera en que aparece la mueca fea en el instante posterior a una sonrisa, y aunque suene paradójico, en el acto poético de la libre creación también puede haber una restricción deliberada que echa por tierra la proclamada invención sin límites que se pregona. Me refiero a la capacidad de fingir la afición hacia lo bonito, hacia lo suave; poniéndose la máscara de lo afable y el disfraz de la melindrería, los buenos modales y el trato social exageradamente refinado, modoso y lisonjero. Y en esa facultad de “vibrar”, el Juan José Martínez de la Cerda se pinta solo; y al erguirse en poeta —que arrastra las patas— se coloca la careta de la credulidad y el postizo de un ser tiernamente humano en el que deviene la sublime “inspiración”, claro está, de sensaciones abstractas y con sus correspondientes disimulos, fingimientos y reservas mentales. [1]

—Posturas forzadas de la ñoñería y del retraimiento, artificialmente maquinadas desde los fueros de la hipocresía.

Pero... como en el bien se deja ver el mal, el Diablo le disputa a Dios su carne y, más pronto que tarde, se descubre el tarascazo, el moretón en el cachete de la virgen, el jedor de la carne podrida, el orificio de la puñalada trapera, la miseria moral... la neta del planeta.
Y es que nuestro invitado hace —tanto de saliva como de grafías— constantes alusiones a las bondades del espíritu, a la generosidad espontánea, a la ternura humana, a los valores positivos y a las buenas costumbres; pero todo eso es caterva de palabrería insustancial, blofería de patán que en sus relaciones conyugales suple el cortejo con la brusquedad del macho; y que se alebresta cuando su pareja —en turno— menciona los derechos de las mujeres. Entonces las estridencias ya no suenan con tonos y semitonos de cadencia poética; detrás del arrobamiento decoroso se halla el vituperio de doble filo y, en lugar de una compensación de elogios, la esposa recibe jiricuazos entre cachete y oreja; le grita «¡fuckenbicht!» ¿Y ella? Inexpresiva, sirvienta conformista y con la autoestima medio muerta. Y el culero, despótico no sólo con la segunda esposa, también fue tiránico con la primera guaifa.
Ambas muchachas se pasaron y desperdiciaron algunos años de sus vidas en degradante servilismo (tres: la primera y la segunda: ocho), soportando las pujas de humillación y maltrato del poetastro, trabajando para mantener al zángano y marchitándose tras una rutina soporífera entre el «ir-y-venir» de Tijuana a San Diego; limpiando patios, lavando platos y misereando en restaurantes. Mientras el hombre, bregando sus prestigiosas tareas, atendido y mimado por una esposa-segunda-madre; y él, tan satisfecho en su edípico retorno.

En otros tiempos y circunstancias eran otros los detalles que el mantecoso poetastro anunciaba en el proemio de su vitrina bloguera denominada «Letras de cactus» [http://deljuan.blogspot.com/]; cuando su alma todavía era presa de vapores pasionales.
Tripeen:

«Letras de Cactus ©2004 Poetry with a Mexican accent • Juan José Martínez, poeta y traductor, vive en Playas de Rosarito con su esposa y sus hijos. Y es muy feliz. E-mail soldecactus@yahoo.com»

Tortuosidades del amor y humanidad mutiladora. Es «el poeta que arrastra las patas» de la índole de aquellos que aman de a mentiritas. Esa felicidad fue una impresión pasajera, una emoción que duró muy poco.

«Letras de Cactus ©2009 Poetry with a Mexican accent • Juan José Martínez, poeta y traductor, vive en las Playas con sus hijos; en una esquina de Latinoamérica. E-mail soldecactus@yahoo.com»

Si el infeliz, que antes vocingleaba ser muy feliz, es de muy poca pupila para guipar lo que ocurre en el mundo, entonces que no reprima sus impulsos y descargue en sus ventorrillos poéticos todo aquello que trae metido en las entrañas. Que pague su gasto y se deje de pedanterías y de bobadas, que aquí no caben disimulos ni farsas de atildadas emociones. Que escriba una poesía honesta y sin pañoletas de halagos a las prójimas.

— Porque ni como poeta es lo que aparenta; y como cabrón, tampoco.

Y, en efecto, este cachafaz de la literatura enana ha sido escribiente de versitos pachudos desde que tenía la edad de veinte años y, en ese ínter, con cuarenta abriles y mayos encima de su calaca, no ha mostrado un ápice de evolución en los cuadriles de las letras, a pesar de las jactancias que escupe para hacerse notar en la rueda de la existencia. Y, saleroso, pretende engatusar con la terne soflama de poeta y traductor. Pero lo cierto es que no tiene actividad alguna de provecho; se distingue por su pasividad, conchudez y por ser un «bueno-para- nada». [2]

Sus piececitas subliterarias que, en conjunto homogéneo, no valen como arte pero bastan para recordarnos y dar fe que, hoy en día, cualquier pendejo puede hacerla gacha y figurar como poeta.

ME VOICI, IMBÉCILE, IGNORANT
PERO TU MACHÁCAME EL CORAZÓN CON PENDEJADAS


Fingiendo una elevada «ascesis», el Juan José Martínez de la Cerda—mejor conocido con el motete del «poeta que arrastra las patas»— señorea cretina y estólidamente que la güevonería y el parasitismo deben perdurar en comunión permanente con la poesía (o, mejor dicho, con la fístula de cursilerías que este gordo mantecoso considera que es elocuente poesía). Y cada mañana, al despuntar el alba, se confiere él mismo las virtudes cardinales de un «superego» lírico; y que, en realidad, se trata de un autodistanciamiento de la conciencia para paliar sus propias culpas y sublimar (aplastar) las pulsaciones de un superyó edípico. [3]
Dicho en términos escuetos, lo anterior supone que para autoconsumarse en divo de la «poetiada» se requiere la condición de zángano. Y claro está, también es necesario escribir versitos inocuos e inofensivos y crearse “valiosas” amistades de literatuelos de similar corte y confección (igual de ambiguos, pandrosos, gorrones, oportunistas, cobardes y lambiscones). Todo sea para diferenciarse de los demás y adquirir réditos simbólicos (popularidad, prestigio, apoyo), diluyendo la contingencia histórica y viviendo en un estado de interdicción política. Pero con objetivos muy precisos, tendientes a transformar en privilegios sociales y estatutarios su condición de lúmpenes y seres improductivos. [4]
Nadie puede negar el éxtasis que experimenta «el poeta que arrastra las patas» cuando, en tertulias y centros de reunión social, se foguea con tipazos como el Bruno Ruiz, el Rafa Saavedra, el Erasmo Katarino, el Luperco Castillo Udiarte, el Tijuana Gringo, el Juan Carlos Reyna (a quienes, antes de obtener membresía en el forúnculo «Apancho y laurel», no bajaba de batos vergueros, mecos y puñeteros) o con excelsas poetizas como la Aída Méndez o la Petra Bonilla (y a quienes, antes de obtener la membresia de «apancholaurelero» no bajaba de viejas piratonas y putañeras). Más que poeta, este charanguero posee el egregio mérito de ser un besamanos, un chupapollas y un zampaboñigas. Y desde que se convirtió en un detractor de «El Charkito», la «práxis» de su apostolado —de arribismo ideológico-político y repugnante justificación de doble moral— se ha desarrollado casi al último extremo como una especie de «causa sui» de sus propias actitudes (políticas, religiosas, morales, estéticas), perfiladas en deslealtad, charlatanería, oportunismo, pusilanimidad, exacerbada lambisconería y demás lacras y patologías.

—Como quien dice, todo un gañan que no respeta ni cumple los sacramentos que jura en voz alta.

Y en cuanto a los dizque poemas que escribe, los fundamentos de su lirismo son muy angostos, la forma literaria descuidada y los versitos que contienen se hayan alimentados con la culequera más deslavada del romanticismo. En vuelco de sensiblería, el poetastro junta las palabras y va escribiendo lo que se le viene en mente; y, así, por medio de notitas descriptivas, producto de sensaciones visuales y boberías que lo turban y lo emocionan, se ciñe el objeto de la lírica. [5]
En definitiva, se trata de composiciones hinchadas de naderías y de cursilerías extremadamente patéticas.
Guachen el baladro de quinterías que enseguida copio:

MEJOR

los relámpagos
de tu hermosura
me han dejado
moribundo

destellos de belleza
coros del cielo
que anuncian tu destreza
movimientos celestes
fotos con el flash del mundo

cuando miras
el cielo
se ilumina con tu sonrisa
y la noche parpadea
como un ciervo sorprendido

los canes aúllan y yo
prefiero contestarles con silencio

Juan Martínez
http://deljuan.blogspot.com/


—¡Ay, miren cómo le salen los versitos al pillete!

¡Pero qué tontería! Ahora resulta que dejan también yertos de moribundez, no solamente las acciones de los sicarios, de los matones, de los maridos golpeadores, los accidentes automovilísticos, los atropellamientos, las picaduras de alacranes, las enfermedades y las guerras, sino los «relámpagos de la hermosura». El refitolero debe haber sentido que esos «relámpagos» de «hermosura» le picaban el corazón, le tostaban la mollera, le quemaban el rabo y casi lo mandan a velorio. La belleza inextricable es la que está a punto de causarle la muerte al cachichán hacedor de triviales versitos; «los relámpagos de tu hermosura me han dejado moribundo». Y esparciendo estos vahos se llega a ser poeta: «destellos de belleza», «coros del cielo», «movimientos celestes» y gua-gua-guá.
Y entre todo ese chorizal de lugares comunes, ni guiñapo de auténtica poesía que sirva para cubrir el alma; únicamente pellejuelos de puerilidades; síntomas de un trabajo poetizado muy a la brava, de tonalidades y ritmos baratos. No hay manera de engañar a la poesía, a su fuerza contenedora no se le enmascara con expresiones verbales de una voz falsa e imitadora y en la que no subiste un mínimo de dirección en el sentido de la disposición que debe tener un buen poema. Pero aquí la transfiguración lírica, injertada de misticismo, estalla en incoherencias soltadas a boca-jarro: «cuando miras / el cielo / se ilumina con tu sonrisa / y la noche parpadea / como un ciervo sorprendido».

—¡Qué maravilla! El símil habla de un «un ciervo sorprendido» que «parpadea».

Habrase visto semejante idiotez; ésa de que un ciervo sorprendido (y, por ende, asustado) puede parpadear. La saturación emocional encara lo que la razón debería de dictarle a la conciencia; pues, ni el venado, ni la gacela, ni el ñu, ni el conejo o la liebre, estando en tal situación de “sorpresa” no puede reaccionar parpadeando ante tal estimulo.

—A veces, ni siquiera las chamacas de mirada pizpireta hacen eso; se quedan pelando tamaños ojotes. Pero... en fin. Pasemos a otro rollo.

De los arcanos de la confusión surge un mundo de «hiperconciencia», un espíritu que se potencializa como objeto (una sonrisa hace que el cielo se ilumine y que la noche parpadee); transposiciones sin fondo real, signos de negación como determinaciones arbitrarias de un mecanicismo metafísico que muda a idealismo místico platónico, y viceversa. Se trata de un círculo viciosamente repetitivo en el que, instantáneamente, el objeto pasa a ser sujeto (la noche que parpadea) y luego el sujeto se convierte en objeto (la hermosura que deja moribundo), y así sucesivamente.
Además de un zaratán de cursis miriñaques y zalamerías chabacanas, ¿qué se ofrece con esas imágenes? Un extrañamiento del hombre que, como poeta (y que arrastra las patas), ensimismado por la inercia de sus sentidos, por la conciencia enajenada, acaba expresando solamente las fantasías e ilusiones de un paraíso enajenado. Y esta enajenación de los sentidos, en términos de «ensimismamiento» —afirma el máster Revueltas— no únicamente se refiere a la incapacidad de inteligir, sino a la imposibilidad de activar la imaginación real de los sentidos; siendo «el acto que permite transformar la memoria en una creación libre del espíritu: una sinfonía, un poema, una ciudad; imaginación que «ha sido realmente mediatizada por la ilusión sensible de un conocimiento extraviado en las cosas, y él mismo cosificado en ellas» [José Revueltas, Dialéctica de la conciencia, en Obras completas].

El último berrido del poema finaliza con este coto de debilidad mental: «los canes aúllan y yo / prefiero contestarles con silencio». Pobres perros, ni golpeando la puerta van a hacer atendidos. Es más, ni siquiera ejerciendo la «perrogativa» constitucional —que establece el artículo 8 como derecho de petición— van a recibir respuesta.

—O sea que el bato canta con voz sorda.

Un hombre que no tenga güevitos y dignidad en el momento preciso de retachar copa, fácilmente puede convertirse en objeto de desprecio y ridículo; porque contestar con silencio, consabido está que significa no contestar

—Y, a propósito, esos perros, tú; ¿no serán «Luzbel» y «Belial»?


DESFIGURACIÓN DEL TALENTO Y LA IMAGINACIÓN ARTÍSTICA

Estando los asuntos de la poesía como ya se ha ha visto que están, he aquí lo que es pertinente hacer, y esto lo vuelvo repetir una vez más: avocarse con una crítica despiadada de las estrecheces, lacras, melolengadas y contradicciones que vive la culturosada local. El arte impele a trasmitir calidad, pero aquí no hay linaje estético. Más que expresiones y productos del arte lo que se contrabandea en los círculos, agrupaciones e instituciones dedicadas a tal menester, parece una vengadora desfiguración del talento y la imaginación artística. [6]
Seamos testigos de las altas efusiones que barbotan de este genio creador y cuyos principios y presupuestos estéticos (por llamarlos de algún modo) provienen de la precariedad, la ligereza y de la conciencia del desorden.

PISTA

tu calma
tu más fuerte virtud
tus manos
esquinas de mi alma

tus ojos se enfocan
para discernir el futuro
porque la mitad
de tu sonrisa es americana

la energía de tus pensamientos
puede plantar ciudades
modificar nubes
mostrar los secretos del corazón
desatar los ayes del día
alas de palabras
que no dejas despegar

Juan Martínez
http://deljuan.blogspot.com/

—Pero eso no es poesía, son únicamente signos de fugaz abstracción en el cerebro.

Y, efectivamente, en su sentido total no vale como expresión del arte. Si acaso, como partículas de símbolos que ya no encajan en los niveles de lo real. Ni un germen de originalidad creadora se vislumbra en cualquiera de sus piececitas subliterarias que, en conjunto homogéneo, no valen como arte pero bastan para recordarnos y dar fe que, hoy en día, cualquier pendejo puede hacerla gacha y figurar como poeta.

Este cachafaz de la literatura enana ha sido escribiente de versitos pachudos desde que tenía la edad de veinte años y, en ese ínter, con cuarenta abriles y mayos encima de su calaca, no ha mostrado un ápice de evolución en los cuadriles de las letras.


NOTAS
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.- «El poeta que arrastra las patas» se coloca la careta de la credulidad y el postizo de un ser tiernamente humano en el que deviene la sublime “inspiración”, claro está, de sensaciones abstractas y con sus correspondientes disimulos, fingimientos y reservas mentales. Y ¿porqué le dicen «el poeta que arrastra las patas»?, preguntará algún lector curioso. En un capítulo de la blognovela «REGÜELDOS TERTULEROS O LA DEFORMACIÓN DE LOS HÉROES LITERARIOS DE LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO» [http://elcharkitoencuentontos.blogspot.com/] se abordará con detalle la peripecia que le costó al bato ganarse dicho apelativo.

2.- «El poeta que arrastra las patas» se distingue por su pasividad, conchudez y por ser un «bueno-para- nada». Y, además, por ojete y gandalla. Desgarbos que se acreditan por el hecho de que aún quiere peregrinar en las reminiscencias de lo que fue la primera versión del blog «El Charkito» [http://elcharquito.blogspot.com/]. No sé si para joder o pararse el culo (¿de qué). Ese blog no le pertenece y descaradamente se lo ha apropiado. De mi parte no tiene ninguna «concesión» o anuencia para que disponga del referido blog y, si acaso le queda una pizca de decencia, lo que debería hacer es eliminarlo y quitar del perfil su foto con cara de puerco afeminado, que ha posteado junto con otros datos.
Las veces que le he requerido que elimine dicho blog, el cabrón (me imagino que poniendo su pinche carita de «metanmelatoda») se hace pendejo o responde con suatadas y ligerezas que no vienen al caso (prueba fehaciente de su duplicidad oral). Supongo que de esa manera instaura el código ético que servirá de modelo en la educación de sus hijos. Bien dicen que los hipócritas no sirven a Dios, pero se sirven de Dios para engañar.

3.- El autodistanciamiento de la conciencia para paliar sus propias culpas y sublimar (aplastar) las pulsaciones de un superyó edípico, en el caso del «poeta que arrastra las patas», cabe destacar que la hipótesis concerniente a la teoría de la glorificación del útero materno (como refugio de protección y seguridad para el hijo divorciado) no se apoya simplemente en la configuración somática de corte froidiano, sino que se descubre en la recargada holgazanería que padece como megagüevonazo el poeta que arrastra las patas. Es por ello que el bato permanece en el hogar de su jefita, lejos de las labores agotadoras, pordioseándole el «güélfer» que la doña recibe de los Yunaites. Y el poeta arguye que su ascenso al alto escalafón de la güevonería se justifica en términos de las necesidades poéticas. Convencido de que hay que concederles prioridad y, por supuesto, saber encontrar tiempo para algunas bebidas, antes y después de la veladas literarias y recitales poéticos en cafetines o chupaderos.

4.- «El poeta que arrastra la patas» encontró minuto preciso para pelar la pava y, tomando distancia de las convicciones ideológicas y credo político, intenta acomodarse —como buen chupapollas— en el «yetzet» culturero tijuanaco, creyendo que así logrará un “éxito” artístico.
Véase al respecto el Vertedero de cretinadas intitulado «DIARREA POÉTICA DE APANCHO Y LAUREL».

5.- El poetastro «que arrastra las patas» junta las palabras y va escribiendo lo que se le viene en mente; y, así, por medio de notitas descriptivas, producto de sensaciones visuales y boberías que lo turban y lo emocionan, se ciñe el objeto de la lírica. Su poesía es producto de sensaciones visuales, una especie de proyección utilitarista (para no decir catarsis o purga espiritual) de la inconciencia, una lirica de extracción enteramente impresionista, pasiva, sin fuerza, demasiado descuidada en lo que debieran ser sus registros estéticos. Como poeta, el bato, cuaja una lirica en la que no hay canto ni tampoco narración, únicamente describe en su sentido más escueto, una prosa vertical que parece haber sido despachada como si fuera un tíket salido de una máquina registradora de algún supermercado. Si acaso algunas piezas trascienden, se debe solamente al valor técnico de la imagen, expresada no por la economía de la metáfora sino por el simplismo retórico. O sea, por la pura exclamación rota y de medio pelo.
Y como la poesía ni puede ser ya definida y tampoco puede aprenderse por medio de tallercitos, lo que se hace entonces es cronopiar ocurrencias, perorar sensiblerías, asignándoles una falsa mácula estética, pero —eso sí— con mucha pretensión de onanismo intelectual, típico de los literatuelos mamones, comodinos, chapuceros y arribistas.
Véanse los Vertederos de cretinadas cabeziados como «PADRÓN ESTATAL DE POETAS DE LA BAJA CALIFORNIA» y «POESÍA COMO UN MONTÓN DE MIERDA».

6.- La literatura, bifurcada hacia el desprecio del ciudadano común y hacia la frustración del mismo escritor que no consigue proyección colectiva, es ahora un modo de expresión que estéticamente (o sea, espiritualmente) no aporta nada a la redención del la estupidez y su apertura crítica, si acaso la tiene, se exterioriza como un cliché. Y esta es, en realidad, la gran aventura de los hacedores de arte y productos culturales; sueñan con ser chinguetas y lograr un repunte de admiración al margen de toda disciplina y capacidad estéticas. Y los peores ejemplos los tenemos por trocadas. Son más que menos los escritores, pintores y poetas que sobrepujan la peor quincalla letrera, productos indignos y de apocada virtud, pero en un mundo regido por las apariencias, tales hechuras trascienden como si en verdad fueran auténticas obras de arte. Las mediocridades, las medias tintas y las insultantes cursilerías son las que se imponen de manera sucia y tramposa.
Véase el Vertedero de cretinadas «PREVARICATO CULTURAL Y BÁCULOS DEL MECENAZGO».

2 de octubre de 2009

PERO LAS RUCAS SON MÁS CABRONAS


PERO LAS RUCAS SON MÁS CABRONAS

Mecanismo de inversión con el que ha rebelarse la princesa Blanca Nieves
sentido de negación de todo aquello que implica una afirmación
o sea que la gallina debe pasearse como gallo en un gallinero
porque es una mujer «liberada» que no le envidia nada al machomen
el grito desaforado de la histeria como un cliché
superestructuras emocionales que son discursos del «corazón»
y en sus grados más extremos: simbiosis de la cursilería
ingenuidad del reaccionario que se asusta
creyendo que las mujeres pretenden sublevarse
en contra de la mítica sociedad fálica
rucas contestatarias / radicales y feroces guevaristas
hembras que leen a Marx o a Bakunin
pero son modocitas / obedientes y respetuosas del patriarcado
usted no vaya a educar así a su hija
férula doctrinaria en la estructura síquica del pensamiento
zapeando la idea que el esperma es veneno
contrapartida de esa otra fábula que equivale al anatema:
«todas las mujeres son putas, menos mi mamá y mi hermana»
los demonios de la erección / el rincón oscuro de la historia
melodramas de pasión y fervor amoroso
querendonas / halagadoras / dulces como la miel en flor
Concilio de Trento y prebendas otorgadas por el dios de la virilidad
batillos moralistas en busca de sabiduría
acto de virtual concurrencia ante las páginas librescas
una junta fascista / de sexo y poderío
con una mano empuñada para dar el golpe
y la otra puesta en la bragueta / confusos y culpables
son de los que se levantan a medianoche para inspeccionar
la ropa interior de su pareja
con la idea fija de cazar el semen de otro güey en las prendas íntimas
formas mentales por esencia perturbadoras
influencias del macho / no todos los batos somos machines
pero las rucas son más cabronas
¿qué talegudo aguanta una verga adentro?
nueve meses cargando en la barriga un chilpayate
fluidos de sangre escurriendo por el hachazo del Diablo
fluidos de sangre cada mes que se descalabra el chango
una puta gripa / un pinchi dolorcito de muela
la antítesis —el pene es una excrecencia— del feminismo rascuacho
en el convento o en el harén educación antisexual
guías para padres y madres de familias disfuncionales
cochinos libros / «código moral» de las galleras mexicanas
imprecisión a fin de cuentas / para dar tinta
que los signos sintácticos y semánticos no conllevan siempre
a una afectación de la conducta o del temperamento
políticamente correcto es que muchas rucas
emitiendo opiniones feministas
no asuman —por antonomasia o por ipso iure— su condición de hembras
su «pesada sangre femenina» como decía D.H. Lawrence en Lady Chatterley's
soportan sin chistar la afrenta y se dejan llevar por el paroxismo de las palabras
cómodos subterfugios de frívola condescendencia y ciega admiración
banal camaradería maleable como la plastilina
soportan sin chistar la afrenta
y se dejan llevar por el paroxismo de las palabras
sumisión victoriana / gusanos en el anzuelo
hay quienes se bajan los calzones a cambio de comprensión egocéntrica
la inutilidad que reportan las lecciones de Margarite Dures / Hélena Cixous
Sor Juana / Mary Wollstonecraft / Annie Ernaux / Nathalie Sarraute
sentido de la decencia duplicidad ética y cinismo ideológico
energías malgastadas para concluir que solo hay un ser en el mundo
¿qué son los derechos de la mujer?
no respondan y cédanle la palabra al fantasma de Charlote Woodward
una campesina de 19 años convertida en costurera
que en 1920 ya peleaba por la reivindicación mujeril en Seneca Falls
en ese entonces la Charlote dijo que los derechos de la mujer consistían
en «una miserable pitanza que, aunque ganada por mí, ni siquiera es mía»
la trampa vaginal se trastrueca en revolución sexual
—¡Ah, qué tiempos aquellos! Bronte sí era rebelde
Cleopatra sólo un receptáculo de líquido seminal •

28 de septiembre de 2009

LA BIPOLAR REGINA SWAIN Y SU LENGUAJE DE SICARIO


LA BIPOLAR REGINA SWAIN Y SU LENGUAJE DE SICARIO


En próximos Vertederos

http://www.reginaswain.com/

«Ya cuando vayamos a Tijuana, entonces tanto tú como el idiota del charco se verán con mi marido, que tiene muy buenos puños además de muy buen cerebro, y bastantes amigos en el sistema de cómputo de la PGR» [Regina Swain].

16 de septiembre de 2009

EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS • UN DOBLEFEIS QUE NO SIRVE A DIOS PERO QUE SE SIRVE DE DIOS


Flor de chinche
ñusto corazón de la congoja
date las gracias a ti mismo
en un espejo de mierda
y bébete la escasa o nula inteligencia
de idiota al que han parido
con vehemente oligrofenia.


¡Hola, locas! ¿Cómo (se) les ha ido últimamente! No soy Santajuana de los Mataderos; soy Santajuana de los «Apancholaureleros».


Tijuana está saturada de parásitos como el que aquí se guacha; un sedicente artista excretador de poemitas absolutamente inanes. Recua de gente burda e ignorante, pretenciosa y sin tradición literaria; en su mayoría, artistillas que lastran escuetas líneas o pintan cositas sin relevancia, atendiendo más a caprichos, modas e imitaciones que a cualidades estéticas.

POETASTRO CON ARACLES DE CHUPAPIJAS

Uno de los desertores del «Charkito», el «poeta que arrastra la patas», o sea, el Juan Martínez Letras de cactus—; hizo lo mismo que Pedro cuando negó a Cristo, arrimándose chupapollescamente a la capilla de los «apancholaureleros», ya encontró ya lo que quería y buscaba; pues el batillo, presto a mamarle las aguadas y gelatinosas ubres su matrona la Aída Méndez; y después de sus aracles de chupapijas fue dado de alta sin cortapisas; y el güey se integró a la recua que madrotea y padrotean, respectivamente, la Aída Méndez, el Pancho Morales, el Luperco Castillo Udiarte y uno que otro jotito y machorrita reprimidos.

—Quién lo dijera, el vatillo acabó lengüeteando y dando coima.

Todo sea por el arte del doblez, la fanfarronería y el mastuerzo de la egolatría. Ahora, empingorotado en el quillotro tertulero, se le chorrean las gomas en favor del «Apancho y el Laurel», desplegando querencia postiza y falsa cordialidad hacia el macilento club metapoético, repleto de mamertos y mamertas paridores de versitos pachuchos. Caprichos absurdos del destino o voluntarismo tirado a la milonga. El bato es un proxeneta quintopatiero, un fulano con ínfulas de Adonis y que presume de ser un poetazo. Lo cierto es que recoge la cuota de los desperdicios en la bobería pequeñoburguesa y la doblez moral, pero eso sí, muy chidamente se despide de las ribasalseras dándoles las gracias y un besito en la baisa. Sempiterno pendejo de huevitos tibios que se justifica diciendo: "Ella me supo trabajar, me convirtió en un tipo ancho de narices, y me engolondriné con su flamante categoría de chupona, gorrona, mazcorra y trepadora".

—Bien lo decía mi agüela: los hipócritas no sirven a Dios, pero se sirven de Dios para engañar. El «poeta que arrastra la patas», encontró minuto preciso para pelar la pava.


Desguangüilada sea su literatura, y con grávidos síntomas de estupidez, engreimiento y petulancia cretina. quienquiera salir de los confines del ninguneo, como ha sido el caso de este cabroncito de chet, y subir al pedestal de alabastro o, simplemente, que lo acepten en determinada cofradía; que le concedan algún espacio para leer las pendejaditas que garrapatea o conseguir un parolazo para que le publiquen un libro, es menester, sino se tiene otra opción, recorrer caminos fecalosos. Y como siempre hay una deuda que saldar, considerando que la dignidad y la ética se han malbaratado, la mendicación requiere debutar de cobero, contagiarse de lambisconería y hasta andar oliendo las erupciones de las nalgas para encontrar cabida en los nichos y mafias tertuleras. Y, además, sin reparar en gastos, el chiripero debe estar en la mejor disposición, en grado tal, hasta de cogerse a Dios por el culo. Todo sea por el anhelo de erigirse en un personaje célebre o, por lo menos, comenzar a comer con manteca.

27 de agosto de 2009

LOS ARCANOS DEL DOCTOR MEFISTÓFELES



LOS ARCANOS DEL DOCTOR MEFISTÓFELES

Medio litro de pisto para la choya
los nombres han sido cambiados para proteger a los traumados
y aquí va a empezar esta historia de cornucopias letreras
de serafines literarios y de pechugonas sin brassier
nalgasprontas doblegadas a puro billetazo
y en el cochambroso entono de la cultura
se reparten premios y patrañas
encomiástica burla de meretrices
ciénega de la melcocha de las bellas artes
sinvergüenzada o denuedo intelectual
el poeta es el único animal legitimado para la irracionalidad
pero de él ya sólo quedan los restos fósiles
pero qué triste (para ellos) cuando se les achica la cabulita lenguaraz
cuando les levantan la tapadera del guacal
y se descubre que toda la chingadera está putrefactada
ahí es donde está el pedo
donde la puerca tuerce siempre el rabo
por ignorancia pendejismo o incomprensión
vaya usted a saber
desfile alabatorio
representatividad canónica
requisitorias amorosas entre mayates y gingirines
entre machorras y madmuaselas con bichoras desmontables
endiosamiento hacia los viejos maricas
por la bajeza de chuparles la polla para allegarse de simpatías
esos estúpidos encasillamientos de la sensibilidad literaria
consignas para la subversión y la obediencia política
en el mayor conciliábulo de la idiosincrasia “posmo”
empresa intelectual de inoculada conciencia
tareas de subversión oficial-cultural
intoxicación informativa
troupe de intelectuales que muerden la mano que les da de comer
exclusión social
también degradación ecológica
soplos de creatividad en un sistema tan rígido
se colaban por las esclusas que quedaban semiabiertas
las ideas en el abismo poético
rebelión de las ovejas negras en la tierra de Canaán
cosas del cuerpo y el alma
convicción filosófica que huele a estigma del pasado
en papel sobado y resobado
flacucha institución de jóvenes de imparable ascenso metafísico
abriendo los arcanos de del doctor Mefistófeles
y el autor quiere convencer al lector de que es un lelo
al albur de oscuras maniobras orquestadas
para venderle las ideas que interesan al poder
mejor dicho las dudas que han marcado el pensamiento.
falsa conciencia de un conocimiento profundo de los procesos sociales
sentimiento de una desposesión moral:
eres un campeón tienes un gran país y un porvenir muy chingón
superioridad embriagadora del camelo
y no dominio de la verdad
la emoción es más caliente que el del intelecto
posmarxismo estructuralismo
semiótica y deconstructivismo
todo se ha vuelto un el discurso cínico
empapado de literatura en la literatura
y así se vive
tras la idea de que el Occidente es la nada
y ni las academias de la lengua se molestan en proponer una definición
desenvoltura de la herencia clásica
mitología y patología
sempiterno odio al enemigo-lector
historia de la democracia liberal
confluencia neohegeliana para los intereses USA
izquierda y derecha y argumentos refinados
con facilidad para formular teorías paranoicas
efecto retardado de las alucinaciones
películas de Hollywood en un lógico paralelismo
of course
acorde con la dirección política de los pepudos en turno •

23 de agosto de 2009

LA DEGRADACIÓN ONTOLÓGICA DE LA POESÍA Y EL DECOROSO DISFRAZ DE GROTESCA PARODIA DE MACHISMO PAUSADO EN EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS

Ejercicio de escritura que no compromete el tema; poesía como fractura, como dislocación. Poesía en función del simple impulso de escribir pendejadas.

Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez


LA DEGRADACIÓN ONTOLÓGICA DE LA POESÍA Y EL DECOROSO DISFRAZ DE GROTESCA PARODIA DE MACHISMO PAUSADO
[EN JUAN MARTÍNEZ O EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS]



«Juan me llamo, Juan Todos, habitante
de la tierra, más bien su prisionero,
sombra vestida, polvo caminante,
el igual a los otros, Juan Cordero»

Jorge Carrera Andrade


PURO FANTOCHISMO DE COCHI CON MALDIORÍN

Es un poeta machista ese muchacho. ¡Qué barbaridad! es poeta y reprime a su esposa.
—¿Cómo es posible?
—La incongruencia.
—Si un poeta es innovador, inteligente, sensible al dolor humano.
—El chimuelo Raúl Rincón Meza decía que el poeta es el punto más elevado de la noche, el último eslabón en el chicotazo que nos pega la vida. Y poeta es aquel cabrón que sale a la calle y no lo atropella un camión.

Hoy permanece en el hogar de su jefita, lejos de las labores agotadoras, pordioseándole el «güélfer» que la doña recibe de los Yunaites. Y el poeta arguye que su ascenso al alto escalafón de la güevonería se justifica en términos de las necesidades poéticas. Convencido de que hay que concederles prioridad y, por supuesto, saber encontrar tiempo para algunas bebidas, antes y después de la veladas literarias y recitales poéticos en cafetines o chupaderos. Pero los sueños son siempre inexactos para los miembros de la sociedad conyugal.

OTRO CACHAFAZ DE LA LITERATURA ENANA

La poesía de Juan Martínez es producto de sensaciones visuales, una especie de proyección utilitarista (para no decir catarsis o purga espiritual) de la inconciencia, una lirica de extracción enteramente impresionista, pasiva, sin fuerza, demasiado descuidada en lo que debieran ser sus registros estéticos. Como poeta, el bato, cuaja una lirica en la que no hay canto ni tampoco narración, únicamente describe en su sentido más escueto, una prosa vertical que parece haber sido despachada como si fuera un tíket salido de una máquina registradora de algún supermercado. Si acaso algunas piezas trascienden, se debe solamente al valor técnico de la imagen, expresada no por la economía de la metáfora sino por el simplismo retórico.

—O sea, por la pura exclamación rota y de medio pelo.

Y como la poesía ni puede ser ya definida y tampoco puede aprenderse por medio de tallercitos, lo que se hace entonces es cronopiar ocurrencias, perorar sensiblerías, asignándoles una falsa mácula estética, pero —eso sí— con mucha pretensión de onanismo intelectual, típico de los literatuelos mamones, comodinos, chapuceros y arribistas.

Continuará


Hay que tener —cuando menos— una minúscula honradez; creativitis mentalmente empobrecida. «Liteos pensantes»; optimistas que no actúan porque todo va de maravilla.

TALACHA PAPIRESCA Y PERIODISTAS RAPAPOLVOS


Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez


TALACHA PAPIRESCA Y PERIODISTAS RAPAPOLVOS

Del contenido informativo que difunden los pápiros, hay quienes dicen que la mitad es mentira y la otra mitad se la inventan. Y en cuanto a la veracidad, basta con invertir el sentido de la noticia, y más, todavía, si se trata de un medio de prensa burgués, enquistado en intereses políticos y personales. Las notas, artículos y reseñas periodiqueras que se elaboran en la talacha papiresca proceden de especialistas en la escritura rápida y superficial; lo cual significa que sus contenidos informativos son deficientes y no pocas veces de omisiones tendenciosas. Los gacetilleros a medida que se especializan se vuelven más improvisados, más braveros al redactar la nota. Gramsci anotaba en sus cuadernos carcelarios que el diario se aproxima mucho a la oratoria y a la conversación. Los artículos del periódico son, habitualmente, apresurados, improvisados; se parecen muchísimo a los discursos públicos, por la rapidez de la argumentación y de la ideación. En los términos en que se garrapatean las notitas informativos de la mayoría de los pápiros se avizora que en tales condiciones cualquier pelagatos de poca sesera puede ser periodista.
En un periódico, dada su función histórico informativa es difícil distinguir el aspecto comercial del ideológico, y tal conjetura no requiere prueba, sus grandes tirajes lo dicen todo. Importantísimos factores que permiten la eficacia del plan comercial de un medio de difusión impreso en papel son: páginas, diseño, columnas, características de la columna, líneas, densidad, número de caracteres, tipografía, diseño, linotipo, nitidez, cuerpo, cabezales, etcétera. Lo que más interesa a los dueños o accionistas de una empresa periodística es, en primera instancia, asegurar la vendimia y la continuidad de la misma, pero su éxito o prestigio radica en su vertiente ideológica; es decir, en satisfacer una necesidad intelectual del lector-consumidor y, al mismo tiempo, cumplir con las directrices (léase intereses) políticos del grupo social hegemónico. Si no se cumplen estos dos últimos requisitos el papirucho esta destinado al fracaso o a la marginación automática. Sólo en esas condiciones es posible crear el concepto mediático de «opinión pública».

—Pero ¿qué es la opinión pública?

La prensa difusora de los intereses de la clase dominante y propagadora de las mistificaciones burguesas, que no se atreve a violar los principios rectores del «sancta sanctorum», como decía Nicolás Ulianov Lenin, para taparle el ojo al macho reserva solamente algunos espacios mínimos para pavonear la existencia de la libertad de expresión, y se abstiene de emplear los medios de información contra «los verdaderos portadores del mal», porque «la libertad de prensa pertenece al registro principesco burgués». Esa es la causa por la que padece una proclividad a evadir las raíces del problema, y a través del crisol de sus intereses de clase fluye la nota informativa, la imposición del mensaje por medio de sofismas y juegos de palabras. [ Cómo deben ser nuestros periódicos, en Obras completas].
Armand Mattelart señala que la información da la oportunidad de anclar en la realidad la formación ideológica. «El discurso burgués, en efecto, no otorga individualidad e identificación a los grupos sociales y revela ser el propio inventor del abstraccionismo de su taxonomía: opinión pública, masa, ciudadanía, y en definitiva pueblo» [Los medios de comunicación en un proceso revolucionario]. Al anular y ocultar tendenciosamente ciertos aspectos de un hecho real se disloca la verdad, y, una vez fragmentada en una cadena de impresiones, se sustituye por una veleidad de juicios sustentados por simples lucubraciones, prejuicios y datos falseados. El sensacionalismo y lo espectacular como materia prima de un discurso vacío; se banaliza la realidad porque se enjuician los fenómenos socioculturales con escaso o nulo intelecto y con fines meramente espectaculares. Síntomas comunes en las relaciones humanas cuya interacción se moviliza con roles y pautas virtuales y que suele ser reacia a extirpar lacras ancestrales como la intolerancia y el egoísmo. Enlaces de un proceso emocional sustentado en modelos puramente imitativos e irracionales que apuntan a una expresión y representación fetichizada y a la que suponen como reproducción fiel o más o menos objetiva de una realidad subsumida en un discurso grupal. El escarnio, la burla, la chanzoneta, la crueldad y el mastuerzo dan unidad a la ciclotomía (complejo de acusación) disgregada y sin coherencia ideológica. Puntos de partida de artículos y textos mediatizados que a la perrada le sirven como una guía de opinión para justificar y habilitar una antropofagia simbólica, un ritual donde los unos se comen a los otros. De tal forma que el discurso ya no puede ser concebido como un conjunto de signos lingüísticos, sino como un medio para engrandecer el ego personal o colectivo, chingar o inflar. Acto de simbiosis con el que se pretende adquirir virtudes que no se tienen, imponer un hipócrita código moral, remover las fibras sentimentaloides y alcanzar la satisfacción o placeres sincopados a costa de la desinformación. Conformismo artificial y ficticio de la fatua ingenuidad de papagayos, como referia don Tonino Gramsci. La actitud mental que vislumbran el comentario copiado, no es consecuencia, aunque podría darse el caso, de la incapacidad de articular criterios no imitativos o de posibles daños en la corteza cerebral, el origen de esa impotencia de activar la máquina del discernimiento radica en posturas ortodoxas programadas desde los cánones funcionalistas de y los clichés alienantes que se bifurcan en sectarismo malsano y estruendosas intrigas pedantescas. Adquirir conciencia —dice Armand Mattelart— no significa latearse (tan es cierto que el burgués puede reírse de sí mismo con la condición de no conocerse). La burguesía ha creído monopolizar la risa. Alcanzó a hacerlo en el ámbito de lo frívolo. Pero el circo se marginó, con la bohemia». Disertaciones que son burbujas de palabras carentes de eficacia práctica y que en grado de mayor exaltación genérica de “ imparcialidad” de los universales escolásticos —que hoy todavia identificamos como valores de «transparencia» de la información, «libertad de expresión», «secrecía de fuentes», «búsqueda de la verdad»— son solamente entelequias que pregonan los representantes oficiales de las iniciativas abstractas para vender o desviar las conciencias. Sin embargo, acepto los fetiches, pues a mí me enseñaron a respetar las quimeras, siempre y cuando fueren propuestas de innovador empuje y no premisas de porvenir dudoso.
Lo digo porque no siempre es la coherencia la que triunfa; regularmente —y por desgracia— suelen ser las acciones elásticas y mediocres las que salen avante, debido a que cumplen muy bien su compromiso con el idealismo. O sea, el que se va con la rama de laurel es un don nadie o un esnobista, mientras aquellos que permanecen en la retaguardia y en los rincones oscuros de la fama son gente como Joaquín Fernández de Lizardi o Francisco Zarco.
Jamás de los jamases el periodismo debe tener por objeto lograr «una verdad absoluta». Ni siquiera a ciencia tiene verdades absolutas; su madre, la filosofía, desde los tiempos antiguos en que fue creada por Tales de Mileto, se propuso tal cometido, sin lograrlo a la fecha. Y, tocante a los ahcedores de las noticias, no sólo pelagatos o pericoperros alcanzan baños con las aguas bautismales para decir que son de periodistas, comunicadores, informadores o gacetilleros (ah, y que conste, éste último vocablo no lo aplico en sentido peyorativo sino en grado de sinonimia, pero si hay quienes lo consideran como calificativo defenestroso, pues ese ya no es mi problema). Otro dato: creo que adjudicarle a alguien el calificativo de «gacetillero», en sentido positivo, me excedo porque su auténtico significado corresponde a un periodista de muchos huevos, a un progresista, avanzado, revolucionario, contestatario; y para demostrarlo recurro a la historiografía. Antes de que se promulgara en México la Constitución de Cádiz de 1812, Joaquín Fernández de Lizardi, en El Pensador Mexicano, pápiro del cual fue su fundador y editor, escribe al virrey Francisco Javier Venegas pidiéndole que derogue el decreto del 25 de julio de 1812 en el cual «se condena a la última pena a los jefes o cabecillas, a los oficiales de subteniente arriba, a los eclesiásticos del estado secular y regular que tomasen participación en la revolución y a los autores de gacetas o impresos incendiarios...».
Así que, no por ver un gato negro quiere decir que existe la bruja. Ejemplos claros existen para dar fe de la manera en que se deshilacha la figura del periodista cuando el aprendizaje de su profesión no es fácil o se ejerce a la bravota. Y para dar chirrín con llave, remato con esto: hay cabrones que mejor prefieren estarse cogiendo una puta que dilucidar chingaderas como las que aqui adobo.
Y, otra cosa, siento informarles a los dolidos que mi trabajo escritural lo realizo con base en mi propio criterio y convicción y no a petición de nadie, ni con especulaciones, ni a la usanza sensacionalista.

—Soy irrespetuoso pero no intransigente.

3 de agosto de 2009

EL NARCISISMO RATONIL DE LA AURELY MONRAZ



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez

EL NARCISISMO RATONIL DE LA AURELY MONRAZ




CON EL TIRO MONTADO EN LA RECÁMARA DE LA FUSCA LETRERA


Hoy me ocuparé de otro espécimen, «sunt illi testes» (o sea, miembro sin testículos), y perteneciente a la fauna poética del «Proyecto Editorial Existir», empresa que timonea el oscuro Gilberto Licona, y en la que predomina, como ya se sabe, la ginecocracia. El asunto protoliterario concierne de la licenciada en lengua y literatura hispanoamericanas Aurely Monraz Sandoval (Tijuana, BC, 1977), autora del poemario «El libro de los cuatro elementos y dos más».

—O sea, de los seis elementos. Pa no andar con tanto pancho.

Un título esotérico y ajeno a los contenidos temáticos del texto existiroso, publicado en el mes de abril de 2003. El librito de la Monraz corresponde a la edición número 5 de los «Cuadernos Existir» y consta de 44 piezas letreras que van de simples frases a enunciados líricos (y no líricos) de dos, tres, cinco y hasta 14 o 22 renglones.

—No se hagan muchas ilusiones, el producto en comento, estéticamente está más pelón que un monte en invierno.

En cuanto a calidad literaria, deja mucho que desear, por su elaboración y disposición de los detalles y por la forma exterior. Y en lo que toca a la versificación, no hay simetría, la estructura es libre y predomina la tacañería porque la mayoría de los poemas (por llamarlos de algún modo) son demasiado cortos, casi esquemáticos y desprovistos de cesura. De acuerdo con las leyes del arte, el trabajo de la ruca no tiene encanto ni fuerza de sugerencia; es vacuo e insustancial y no satisface el gusto ni contenta al oído.

LAS QUIMERAS DE OTROS GÜEYES SON MIS RUTINAS

Antes de entrarle al asunto, asomémonos a la fatua feria de vanidades que la mentada Monraz Sandoval nos presenta como su pedigrí en la contraportada del minilibraco. Sólo le faltó colgarse las corcholatas, los foquitos de navidad y mencionar las vacunas de su perro y su colección de barbis.
Y aquí suelto el hilo:

«Cursó los diplomados de Historia y técnica cinematográfica (uabc-Cineteca Nacional) y de Gestión cultural (Conaculta). Formó parte del taller 'El acto de la memoria: edición y publicación', impartido por Felipe Ehrenberg». [Mucho gusto]. «Participó» [nomás una vez] «como expositora en el encuentro 'Media and Democracy'» [en el idioma patronal, por si cabe alguna duda] «y en la conferencia 'Poesía en la frontera' en la Universidad de California en San Diego».

Y pa que se vea que en los pedos del pavoneo no se escatima, continuamos oreando a los cuatro vientos su currículum:

«Ha participado con textos en exposiciones visuales» [faltaba más que la ruca se quedara cruzada de brazos, o, mejor dicho: con los brazos cruzados] «como 'La catrina' de Felipe Contreras y 'Cachoras del desierto' del artista Alfonso Arámbula. Su trabajo visual ha sido presentado en las exposiciones colectivas 'Axis mundis' (1999) y en 'Los tesoros de Margarita' (2001)».

Y, además, pa que se les enchueque la jeta de pura envidia, le pintamos otra rayita al tigrillo empampirolado de la vanidad rastacuera:

«Fue ganadora del primer lugar en la muestra 'La noche de los creativoros', en la categoría de diseño de vestuario por dos años consecutivos».

—¡Quihúbole, cabrones! ¿Qué les dije? ¿No que no se puede ser dos veces chinguetas?

Y para que se caguen pa dentro ai les va esto:

«En el 2001 obtuvo el primer lugar en los 'Premios cultura', promovidos por el Instituto Municipal de Arte y Cultura, en la categoría de Rock» [¡ora, tú!; y ¿porqué rock con mayúscula?].

Por lo que se deduce, a la manola Juan Camaney le queda guango y el pendejo de Robert Fripp le viene a dar chain a sus zapatos.
Guachen la modestia que sigue:

«Sus aportaciones musicales aparecen en la compilación Motivos del sitio 29. Además forma parte del grupo de promotores de rock local 'Los de abajito'».

—De cincho que 'Los de abajito' tocan como 'Los de arribita'.

Y el remate no podía ser más seráfico:

«Promueve la cultura desde 1993» [¡jolines!; ¿no será la incultura eso que dice que promueve?], «y actualmente se desarrolla en el campo de la gestión cultural y el mercado del arte» [¡chetos con sabor a fresa!] «con varios proyectos independientes e institucionales» [los cuales omite mencionar por aquello de la piratería y, en cambio, para consolación nuestra, nos atosiga de cretinismos esputos].

Después de leer la anterior plétora narcisista, creo que sólo faltaría escribir el nombre de la rucaila con caracteres diamantinos y bordes orlado; y luego guardarlo para siempre en el fondo de baúl de la conciencia.

—A estas alturas del partido, cinchada la mula que Harold Bloom ya la debe tener inscrita en su Canon occidental.

Y eso que la autora, como ella lo advierte en el prolegómeno de su cuadernillo (página 5), no se considera poeta ni buena escritora. Y, queriendo escurrir el bulto, apunta en sentido masculinizado [¿porqué?]:

«Yo no soy un buen escritor y mucho menos un poeta...».

Y, con actitud circunspecta, insiste:

«Ahora, tres años después, sé que no soy poeta y mucho menos artista».

—¡Uyuyuy! Entonces… todo lo que dijiste; ¿qué se vaya por el resumidero de las aguas puercas y encerotadas?

Con que no es poeta ni escritora. ¡Qué tal si lo fuera! Pues, cinchada la mula, que la mina se lleva el premio Nobel a su cantona.

Aunque pretenda mostrar recato y modoso juicio de humildad, esto de nada sirve, pues el tepache ya está regado. Y allá ustedes si se quieren tragar el sapo creyendo en la salida peregrina que ofrece la ruca, en el sentido de que no le gusta darse bombo.

—¡Qué manera tan pitera de salirse por peteneras! No es decente mamar y dar topes al mismo tiempo.

Como se avizora en lo leído, a la ruca la domina un exagerado espíritu de contradicción. Pero, por un momento, apartémosle la trompa de las henchidas ubres de la vanidad y pasemos a los despliegues verbales que estructura y desestructura la no-poeta en su libraco «El libro de los cuatro elementos y dos más».

CUANDO LA POESÍA NO ESUN FIN SINO UN PRETEXTO

Incapacitado y forastero en el hábitat poético es el escueto texto que abre el poemario (página 9); se titula «Yo», y a pesar de que invoca el elemento sinecuanon que permite la fermentación lírica, el poemita, por así designarlo, es una insulsa y desabrida alusión de baja inspiración.
Comprobémoslo:

«Un reflejo.
El otro lado del espejo y lo que Alicia encuentra ahí
hace cambiar la dirección de la luz».


«Solo» es un poema de dos renglones (página 11), donde la mina lo único que hace es obviar lo obvio:

«Sin inquilinos sobre la cama,
el espacio es más visible».


—¡Agüevo!

Le sigue «Buba» (página 12), una trivialidad inservible para la vehemencia, que en lugar de poema equivale a un pedazo de torva cursilona calcada de alguna canción empalagosa berreada por Los temerarios o por el puñalito que le hizo el Loco Valdez a la Verónica Castro.
Juzguen ustedes lo que afirmo:

«Escucho tu llanto,
persigo tus pasos
y tú no estás»


—Tararararaaá. ¿A poco ño?

Utilizando el recurso de la personificación, la Monraz nos ofrece otra minucia cuyo ribete se emparienta con aquella vieja rola remilgona conocida como Página blanca, y que algunos nostálgicos la tararean más o menos así: página blanca fue mi corazón, donde escribiste.... no sé qué chingados de amor.
En efecto, la poeta titula su pieza como el nombre de la rola ya citada, y para variarlo le agrega una preposición: «Página en blanco»; y apunta en ella una conjetura bobalicona ya muy trillada por escritores y poetas de ayer, hoy y de los que vendrán mañana.

«No soy quien deja de escribir,
es la pluma la que en ocasiones se rebela».


—Aja. Como don Quijote se le rebeló a Cervantes, como Maqroll el Gaviero se le rebeló a Álvaro Mutis, como Pereira se le rebeló a Tabucchi, como Raskolnikov se le rebeló Dostoyesvki o como doña Tere Vicencio (oh, perdón), quise decir como el Gran Preténder se le rebeló a Luis Humberto Crosthwaite.

Hasta aquí la tal Aurely nos ha defraudado. En su elaboración no ha habido mediación creadora; su producción es pobretona y en la lectura se vislumbra una escasa interioridad subjetiva con una tibieza de grititos sensibleros. Sus defectos son palpables y se descubren con poca diligencia por cualquiera que carezca de las nociones más elementales de crítica. Habrá que ver si la autora logra ser una buena poeta o se queda en su sueño, porque el contenido de su cuaderno no pasa de ser una simple concatenación semántica, una mimesis de caparazón vacío, reflejo intuitivo de expresión-representación.

—Pero si la cosa no se trata de producir poemas como una fábrica de salchichas. ¿O sí?

Por mi parte, yo tengo la sospecha (por lo que dicta la moda de «aspirar» a ser o creerse poeta) que la ruca es solamente una socialité metida al menjurje de la poetiada; especializada en pelearse con su alter ego, y que se inspira en traje de baño y con un daiquiri en la baisa, apilando palabras sin ton ni son como luciérnagas sin luz, «huérfanas de calor». A lo mejor son mis desvaríos. Aunque, de lo que sí estoy convencido es que pocas líneas de su texto, parafraseando a la cofrade la Camelia García, tienen sabor a poesía.

ZAPPING CULTURAL: AGÁRRALE LAS NALGAS A LAS CULEBRAS

No quiero ser injusto ni mala leche al juzgar el ejercicio protopoético (o, mejor dicho, de palabras perecederas) de la Aurely Monraz Sandoval, por lo que enseguida me abocaré a localizar, si es que existen, virtudes poéticas en los poemas que ofrece la jaina; o, ya de jodido, cuando menos, encontrar en sus estados emocionales algunos destellos que revelen alguna calidad lírica; aunque sea de baja escala estética pero que se cuadren en un estilo propio. La intención no es echar pestes ni clavarle un clavo más al féretro del difunto. Aunque, viéndola bien, habrá que hacer eso cuando se preste la ocasión. Pues lo acre de mis comentarios es lo que le da sabor al pozole y las palabrotas que uso, aclaro, son un síntoma de la coherencia ética y estética del crítico de la literatura. La función de la crítica es normativa y contribuye a elevar la condición del esteta en aras de la perfección. He aquí la necesidad del crítico literario, que debe fungir —según el Christopher Domínguez Michael— como un mercenario dispuesto a emplearse a las órdenes del ejército que escriba mejor.
Por mi parte, yo prefiero pecar de culero que caer en la meliflua y estercolera hipocresía. Y no nos engañemos: lo que parece turrón puede que sea mierda, y viceversa.

—Muy cierto, men. No todo lo que brilla es oro, ni todo lo que blanquea es coca.

Vindicando la verdad como postura de convicción, el máster Francisco Zarco exteriorizó el adagio a su manera: «Quitad al mundo todo lo que es fingido, y no quedará casi nada». Todo esto se lo platico a usted, lectora o lector, porque bien puede llegar un falso poeta y tomarnos el pelo. Pero una vez detectados, ¿qué haríamos para evitar que proliferen esos bochornos perjudiciales para el arte? No lo sé, pero hace poco leí («Historia del Buscón» de Francisco de Quevedo, capítulo X) acerca de la Problemática contra los poetas hueros, chirles (vanos, aparentes) y hebenes (inútiles e insustanciales). Sucede que un sacristán lee a Pablos, personaje de la obra quevediana, una premática en la que califica a los poetas con los mismos parangones que se les adjudicaban a los moros, refiriéndose a los estetas como miembros de una «secta infernal de hombres condenados al perpetuo concepto, despedazadores de vocablos y volteadores de razones».
Y con esa virulencia el sacristán inicia su premática, proponiendo remediar la situación de los poetas de esta manera:

«Atendiendo a que este género de sabandijas que llaman poetas que son nuestros prójimos y cristianos aunque malos; viendo que todo el año adoran cejas, dientes, listones y zapatillas, haciendo otros pecados más enormes, mandamos que la Semana Santa recojan a todos los poetas públicos y cantoneros (los que están en las esquinas), como a las malas mujeres, y que los desengañen del yerro en que andan y procuren convertirlos. Y para esto señalamos casas de arrepentidos» [página 62].

CLICHÉ DE UNA PINCHI PASIÓN EXCESIVA: ABUSA DE TU INSPIRACIÓN


Pasemos, pues, a tirarle oclayo a los gemidos retóricos que repugiña la malograda esteta en su libraco. «El poeta» (página 17) es uno de los cuatro textos con mayor extensión en la obrita (de 14 renglones para ser precisos). Al meterle faro al texto, luego-luego se descubre que el poeta al que alude Monraz Sandoval es, nada más y nada menos, el mismísimo che Jorge Luis Borges.
La ruca no tiene desperdicio en colmarlo de lisonjas, arrojarse a sus pies y ponerlo en un altar como santo de su devoción. Copio el poema y los comentarios que hago del mismo los encierro en corchetes

«Tras salir del túnel
cayó la bruma de la ceguera,
tiempo en el que descendió la neblina amarilla en la Argentina;»


[Nel, pues al evacuar don Jorge Luis Borges de la panochita de su mamá, no es verdad que hubiera perdido la vista en el momento que lo echan al mundo; el autor del «Aleph» se quedó ciego ya estando de ruco; la visión la fue perdiendo paulatinamente, primero en un ojo y después con el otro faro sólo alcanzaba a videar siluetas con manchas de color gris].

«los ojos del poeta ya no estaban,»

[Nel, esos oclayos sí estaban; lo que no estaba era su capacidad de percepción visualizadora].

«las lágrimas empañaron los vidrios»

[Nel, el che Borges no usaba anteojos; a no ser que la autora se refiera a los vidrios de las ventanas de la casa del poeta].

«fueron los lamentos de Buenos Aires escritos entre líneas,
mensajes enterrados entre fervores e inquisiciones,»


(Nel, a don Jorge Luis Borges jamás se le escuchó proferir lamento alguno por motivo de su ceguera; al menos en público no lo hizo].

«lágrimas sin ojos para el poeta»

—Que sí tenía ojos; lo que padecía era ceguera. ¡Chingado!

«¿Cómo sería el mundo en los ojos del ciego?»

—Pues… cómo va a ser… oscuro y en tinieblas. ¡Joder con esta tía!

«Devorador de libros que cedió sus ojos a las letras»


[Borges jamás cedió ni siquiera las pantaletas de las niñas de sus ojos; y eso de devorador de libros resultaría únicamente aplicable a los ratones que merodeaban en los estantes de la biblioteca donde el che camellaba y que, a falta de algún mendrugo de pan o de chorizo, los roedores se refinaban algún que otro libro].

«Quisiera haber sido la pluma que escribiera sus dictados»

[Qué poca autoestima la de la poeta; ¿porqué no mejor su lazarilla?; pues, acabándosete la tinta, lo más seguro, es que el che te jondeara al puto bote de la basura.

«nadar en tinta por el laberinto de sus ruinas circulares»


[¿A poco las plumas nadan en tinta? Lo probable sería que nadaras entre papeles arrugados, toallas con moco verde y botellas vacías de vino tinto. Y eso de ruinas circulares, supongo que serían las maromas mentales —la metafísica— del che, y ¿tan jodida estaban ya sus ideas para que fueran unas ruinas?].

«Borges ciego de los ojos
Borges ojos de libro»


—Bueno, se trata de metáforas.

Dejémonos de macanas y pasemos a otra mengambrea. Quienes conocen la poética de Guillaume Apollinaire, «Alcools y Calligrammes», creador de una poesía visual y de objetividad informe, libre de la lógica sintáctica y considerada como la primera manifestación antimodernista, podrán advertir que «Llanto» (página 27) es una calca desfigurada y versión deslavada de La pluie (La lluvia, también traducido como Llueve), una forma de trabajo manual que Apollinaire diseñó por medio de una tipografía geométrica de inspiración cubista. La Aurely, fusilándose la técnica apollinariana para hacer su poema, únicamente le bastó refreírse un poquitín los visajes vanguardistas. La ruca no parece empeñarse en buscar una poética propia. Pero, en cambio, es muy dada a alucinar con efímeras glorias.

LO MEJORCITO ENTRE TODO LO SARREADO

En las páginas 14, 30 y 46 de «El libro de los cuatro elementos y dos más», encontramos versos menguados que la poeta lanza en una sola línea. Semejan aforismos de hibridez metafórica y constituyen, creo que por su rigor y parquedad, por su ímpetu, cadencia y color, lo más acabado y digno de ser tomado en cuenta como verdadera materia literaria.
A continuación los transcribo:

«Poeta
Mi experiencia es poesía»


«Caterpillar
Soy un asesino de paredes»


«Arañas
Eterna tejedora de velos de ilusiones»


Siendo la última pieza literaria a criticar, «Mi Yo» (página 37) constituye el poema más extenso de la serie (22 renglones) y una apasionada tentativa creadora casi elaborada con rigor y eficacia. Su temática se reduce obsesiones verbales, a lo íntimo, a lo subjetivo. Por su connotación lúdica es el primer y único soplo de poesía que traspasa el coqueteo literario. Es un lacónico exordio mediante el cual la poeta arroja lo que le agobia, es decir los malestares de la conciencia.
Me limito a dar cuenta de esta semillita verbosa y de la cual pudiera llegar a germinar una verdadera poesía:

«Me gusta sentir frío;
que la piel se enchine,
el techo y el piso truenen,
escuchar ladrar los perros,
que la soledad me abrace con su capa de miedo
y la pluma se deslice en la obscuridad;
escuchar el silencio en la nada
y el gruñir de mis pecados»

«Me gusta dormir días completos,
contemplar mis uñas color frío
y que la almohada trague mi cabeza por completo»

«Amo el ocio y la buena vida,
el embriagarme solo y pregonar mis amores.
Me gusta sentir frío;
que la piel se enchine,
dormir en la cama de Bukowski y Kundera
escribir sobre la pared
y gritar hacia adentro»

«Me gusta morir todos los días
estar solo y dormir»

«Me gusta sentir frío
y que la piel se enchine»


Con veinte poemas portadores de la carga estética y de los signos que manifiesta la praxis escritural en cuestión, la poeta se colocaría en el umbral de la autenticidad y no en la nómina de los letreadores de talento liliputiense y de imperdonable negligencia profesional, pero felizmente incorporados al walfare state cultural. No hay que olvidar que la poesía es la hija consentida del ingenio y la imaginación, pero también es, según decía Mario Benedetti, el tuerto de la literatura, un tuerto que no será rey. Sin embargo, ¿porqué existen pocos poetas dignos de ser llamados así, ahora que la poesía es aparentemente fácil de escribir?

—Ni tanto, afirman pensadores estéticos: parir un niño es más fácil que escribir un buen poema.

Baudelaire
apuntaba en «Nuevos comentarios sobre Poe» esta certeza de valoración: un poema sólo merece su título en la medida que excita, que arrebata el alma, y el valor positivo de un poema está en razón directa de esta excitación, de este arrebato del alma.
Los textos que no abordé fueron descartados porque no merecen el gasto mínimo de papel, tinta y tiempo. Les podría sacar jugo pero... ya pa qué, como contestó la viejita cuando le pidieron el quinto.
Concluyo este Vertedero de cretinadas con una pregunta: ¿porqué la poetastra, siendo una chuchis —o sea, una ruca, hablando lunfardianamente en el lunfardo de los argentinos— se comporta como un machito en su libelo literario?

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Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...