23 de agosto de 2009

LA DEGRADACIÓN ONTOLÓGICA DE LA POESÍA Y EL DECOROSO DISFRAZ DE GROTESCA PARODIA DE MACHISMO PAUSADO EN EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS

Ejercicio de escritura que no compromete el tema; poesía como fractura, como dislocación. Poesía en función del simple impulso de escribir pendejadas.

Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez


LA DEGRADACIÓN ONTOLÓGICA DE LA POESÍA Y EL DECOROSO DISFRAZ DE GROTESCA PARODIA DE MACHISMO PAUSADO
[EN JUAN MARTÍNEZ O EL POETA QUE ARRASTRA LAS PATAS]



«Juan me llamo, Juan Todos, habitante
de la tierra, más bien su prisionero,
sombra vestida, polvo caminante,
el igual a los otros, Juan Cordero»

Jorge Carrera Andrade


PURO FANTOCHISMO DE COCHI CON MALDIORÍN

Es un poeta machista ese muchacho. ¡Qué barbaridad! es poeta y reprime a su esposa.
—¿Cómo es posible?
—La incongruencia.
—Si un poeta es innovador, inteligente, sensible al dolor humano.
—El chimuelo Raúl Rincón Meza decía que el poeta es el punto más elevado de la noche, el último eslabón en el chicotazo que nos pega la vida. Y poeta es aquel cabrón que sale a la calle y no lo atropella un camión.

Hoy permanece en el hogar de su jefita, lejos de las labores agotadoras, pordioseándole el «güélfer» que la doña recibe de los Yunaites. Y el poeta arguye que su ascenso al alto escalafón de la güevonería se justifica en términos de las necesidades poéticas. Convencido de que hay que concederles prioridad y, por supuesto, saber encontrar tiempo para algunas bebidas, antes y después de la veladas literarias y recitales poéticos en cafetines o chupaderos. Pero los sueños son siempre inexactos para los miembros de la sociedad conyugal.

OTRO CACHAFAZ DE LA LITERATURA ENANA

La poesía de Juan Martínez es producto de sensaciones visuales, una especie de proyección utilitarista (para no decir catarsis o purga espiritual) de la inconciencia, una lirica de extracción enteramente impresionista, pasiva, sin fuerza, demasiado descuidada en lo que debieran ser sus registros estéticos. Como poeta, el bato, cuaja una lirica en la que no hay canto ni tampoco narración, únicamente describe en su sentido más escueto, una prosa vertical que parece haber sido despachada como si fuera un tíket salido de una máquina registradora de algún supermercado. Si acaso algunas piezas trascienden, se debe solamente al valor técnico de la imagen, expresada no por la economía de la metáfora sino por el simplismo retórico.

—O sea, por la pura exclamación rota y de medio pelo.

Y como la poesía ni puede ser ya definida y tampoco puede aprenderse por medio de tallercitos, lo que se hace entonces es cronopiar ocurrencias, perorar sensiblerías, asignándoles una falsa mácula estética, pero —eso sí— con mucha pretensión de onanismo intelectual, típico de los literatuelos mamones, comodinos, chapuceros y arribistas.

Continuará


Hay que tener —cuando menos— una minúscula honradez; creativitis mentalmente empobrecida. «Liteos pensantes»; optimistas que no actúan porque todo va de maravilla.

TALACHA PAPIRESCA Y PERIODISTAS RAPAPOLVOS


Vertedero de cretinadas


Por Éktor Henrique Martínez


TALACHA PAPIRESCA Y PERIODISTAS RAPAPOLVOS

Del contenido informativo que difunden los pápiros, hay quienes dicen que la mitad es mentira y la otra mitad se la inventan. Y en cuanto a la veracidad, basta con invertir el sentido de la noticia, y más, todavía, si se trata de un medio de prensa burgués, enquistado en intereses políticos y personales. Las notas, artículos y reseñas periodiqueras que se elaboran en la talacha papiresca proceden de especialistas en la escritura rápida y superficial; lo cual significa que sus contenidos informativos son deficientes y no pocas veces de omisiones tendenciosas. Los gacetilleros a medida que se especializan se vuelven más improvisados, más braveros al redactar la nota. Gramsci anotaba en sus cuadernos carcelarios que el diario se aproxima mucho a la oratoria y a la conversación. Los artículos del periódico son, habitualmente, apresurados, improvisados; se parecen muchísimo a los discursos públicos, por la rapidez de la argumentación y de la ideación. En los términos en que se garrapatean las notitas informativos de la mayoría de los pápiros se avizora que en tales condiciones cualquier pelagatos de poca sesera puede ser periodista.
En un periódico, dada su función histórico informativa es difícil distinguir el aspecto comercial del ideológico, y tal conjetura no requiere prueba, sus grandes tirajes lo dicen todo. Importantísimos factores que permiten la eficacia del plan comercial de un medio de difusión impreso en papel son: páginas, diseño, columnas, características de la columna, líneas, densidad, número de caracteres, tipografía, diseño, linotipo, nitidez, cuerpo, cabezales, etcétera. Lo que más interesa a los dueños o accionistas de una empresa periodística es, en primera instancia, asegurar la vendimia y la continuidad de la misma, pero su éxito o prestigio radica en su vertiente ideológica; es decir, en satisfacer una necesidad intelectual del lector-consumidor y, al mismo tiempo, cumplir con las directrices (léase intereses) políticos del grupo social hegemónico. Si no se cumplen estos dos últimos requisitos el papirucho esta destinado al fracaso o a la marginación automática. Sólo en esas condiciones es posible crear el concepto mediático de «opinión pública».

—Pero ¿qué es la opinión pública?

La prensa difusora de los intereses de la clase dominante y propagadora de las mistificaciones burguesas, que no se atreve a violar los principios rectores del «sancta sanctorum», como decía Nicolás Ulianov Lenin, para taparle el ojo al macho reserva solamente algunos espacios mínimos para pavonear la existencia de la libertad de expresión, y se abstiene de emplear los medios de información contra «los verdaderos portadores del mal», porque «la libertad de prensa pertenece al registro principesco burgués». Esa es la causa por la que padece una proclividad a evadir las raíces del problema, y a través del crisol de sus intereses de clase fluye la nota informativa, la imposición del mensaje por medio de sofismas y juegos de palabras. [ Cómo deben ser nuestros periódicos, en Obras completas].
Armand Mattelart señala que la información da la oportunidad de anclar en la realidad la formación ideológica. «El discurso burgués, en efecto, no otorga individualidad e identificación a los grupos sociales y revela ser el propio inventor del abstraccionismo de su taxonomía: opinión pública, masa, ciudadanía, y en definitiva pueblo» [Los medios de comunicación en un proceso revolucionario]. Al anular y ocultar tendenciosamente ciertos aspectos de un hecho real se disloca la verdad, y, una vez fragmentada en una cadena de impresiones, se sustituye por una veleidad de juicios sustentados por simples lucubraciones, prejuicios y datos falseados. El sensacionalismo y lo espectacular como materia prima de un discurso vacío; se banaliza la realidad porque se enjuician los fenómenos socioculturales con escaso o nulo intelecto y con fines meramente espectaculares. Síntomas comunes en las relaciones humanas cuya interacción se moviliza con roles y pautas virtuales y que suele ser reacia a extirpar lacras ancestrales como la intolerancia y el egoísmo. Enlaces de un proceso emocional sustentado en modelos puramente imitativos e irracionales que apuntan a una expresión y representación fetichizada y a la que suponen como reproducción fiel o más o menos objetiva de una realidad subsumida en un discurso grupal. El escarnio, la burla, la chanzoneta, la crueldad y el mastuerzo dan unidad a la ciclotomía (complejo de acusación) disgregada y sin coherencia ideológica. Puntos de partida de artículos y textos mediatizados que a la perrada le sirven como una guía de opinión para justificar y habilitar una antropofagia simbólica, un ritual donde los unos se comen a los otros. De tal forma que el discurso ya no puede ser concebido como un conjunto de signos lingüísticos, sino como un medio para engrandecer el ego personal o colectivo, chingar o inflar. Acto de simbiosis con el que se pretende adquirir virtudes que no se tienen, imponer un hipócrita código moral, remover las fibras sentimentaloides y alcanzar la satisfacción o placeres sincopados a costa de la desinformación. Conformismo artificial y ficticio de la fatua ingenuidad de papagayos, como referia don Tonino Gramsci. La actitud mental que vislumbran el comentario copiado, no es consecuencia, aunque podría darse el caso, de la incapacidad de articular criterios no imitativos o de posibles daños en la corteza cerebral, el origen de esa impotencia de activar la máquina del discernimiento radica en posturas ortodoxas programadas desde los cánones funcionalistas de y los clichés alienantes que se bifurcan en sectarismo malsano y estruendosas intrigas pedantescas. Adquirir conciencia —dice Armand Mattelart— no significa latearse (tan es cierto que el burgués puede reírse de sí mismo con la condición de no conocerse). La burguesía ha creído monopolizar la risa. Alcanzó a hacerlo en el ámbito de lo frívolo. Pero el circo se marginó, con la bohemia». Disertaciones que son burbujas de palabras carentes de eficacia práctica y que en grado de mayor exaltación genérica de “ imparcialidad” de los universales escolásticos —que hoy todavia identificamos como valores de «transparencia» de la información, «libertad de expresión», «secrecía de fuentes», «búsqueda de la verdad»— son solamente entelequias que pregonan los representantes oficiales de las iniciativas abstractas para vender o desviar las conciencias. Sin embargo, acepto los fetiches, pues a mí me enseñaron a respetar las quimeras, siempre y cuando fueren propuestas de innovador empuje y no premisas de porvenir dudoso.
Lo digo porque no siempre es la coherencia la que triunfa; regularmente —y por desgracia— suelen ser las acciones elásticas y mediocres las que salen avante, debido a que cumplen muy bien su compromiso con el idealismo. O sea, el que se va con la rama de laurel es un don nadie o un esnobista, mientras aquellos que permanecen en la retaguardia y en los rincones oscuros de la fama son gente como Joaquín Fernández de Lizardi o Francisco Zarco.
Jamás de los jamases el periodismo debe tener por objeto lograr «una verdad absoluta». Ni siquiera a ciencia tiene verdades absolutas; su madre, la filosofía, desde los tiempos antiguos en que fue creada por Tales de Mileto, se propuso tal cometido, sin lograrlo a la fecha. Y, tocante a los ahcedores de las noticias, no sólo pelagatos o pericoperros alcanzan baños con las aguas bautismales para decir que son de periodistas, comunicadores, informadores o gacetilleros (ah, y que conste, éste último vocablo no lo aplico en sentido peyorativo sino en grado de sinonimia, pero si hay quienes lo consideran como calificativo defenestroso, pues ese ya no es mi problema). Otro dato: creo que adjudicarle a alguien el calificativo de «gacetillero», en sentido positivo, me excedo porque su auténtico significado corresponde a un periodista de muchos huevos, a un progresista, avanzado, revolucionario, contestatario; y para demostrarlo recurro a la historiografía. Antes de que se promulgara en México la Constitución de Cádiz de 1812, Joaquín Fernández de Lizardi, en El Pensador Mexicano, pápiro del cual fue su fundador y editor, escribe al virrey Francisco Javier Venegas pidiéndole que derogue el decreto del 25 de julio de 1812 en el cual «se condena a la última pena a los jefes o cabecillas, a los oficiales de subteniente arriba, a los eclesiásticos del estado secular y regular que tomasen participación en la revolución y a los autores de gacetas o impresos incendiarios...».
Así que, no por ver un gato negro quiere decir que existe la bruja. Ejemplos claros existen para dar fe de la manera en que se deshilacha la figura del periodista cuando el aprendizaje de su profesión no es fácil o se ejerce a la bravota. Y para dar chirrín con llave, remato con esto: hay cabrones que mejor prefieren estarse cogiendo una puta que dilucidar chingaderas como las que aqui adobo.
Y, otra cosa, siento informarles a los dolidos que mi trabajo escritural lo realizo con base en mi propio criterio y convicción y no a petición de nadie, ni con especulaciones, ni a la usanza sensacionalista.

—Soy irrespetuoso pero no intransigente.

3 de agosto de 2009

EL NARCISISMO RATONIL DE LA AURELY MONRAZ



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez

EL NARCISISMO RATONIL DE LA AURELY MONRAZ




CON EL TIRO MONTADO EN LA RECÁMARA DE LA FUSCA LETRERA


Hoy me ocuparé de otro espécimen, «sunt illi testes» (o sea, miembro sin testículos), y perteneciente a la fauna poética del «Proyecto Editorial Existir», empresa que timonea el oscuro Gilberto Licona, y en la que predomina, como ya se sabe, la ginecocracia. El asunto protoliterario concierne de la licenciada en lengua y literatura hispanoamericanas Aurely Monraz Sandoval (Tijuana, BC, 1977), autora del poemario «El libro de los cuatro elementos y dos más».

—O sea, de los seis elementos. Pa no andar con tanto pancho.

Un título esotérico y ajeno a los contenidos temáticos del texto existiroso, publicado en el mes de abril de 2003. El librito de la Monraz corresponde a la edición número 5 de los «Cuadernos Existir» y consta de 44 piezas letreras que van de simples frases a enunciados líricos (y no líricos) de dos, tres, cinco y hasta 14 o 22 renglones.

—No se hagan muchas ilusiones, el producto en comento, estéticamente está más pelón que un monte en invierno.

En cuanto a calidad literaria, deja mucho que desear, por su elaboración y disposición de los detalles y por la forma exterior. Y en lo que toca a la versificación, no hay simetría, la estructura es libre y predomina la tacañería porque la mayoría de los poemas (por llamarlos de algún modo) son demasiado cortos, casi esquemáticos y desprovistos de cesura. De acuerdo con las leyes del arte, el trabajo de la ruca no tiene encanto ni fuerza de sugerencia; es vacuo e insustancial y no satisface el gusto ni contenta al oído.

LAS QUIMERAS DE OTROS GÜEYES SON MIS RUTINAS

Antes de entrarle al asunto, asomémonos a la fatua feria de vanidades que la mentada Monraz Sandoval nos presenta como su pedigrí en la contraportada del minilibraco. Sólo le faltó colgarse las corcholatas, los foquitos de navidad y mencionar las vacunas de su perro y su colección de barbis.
Y aquí suelto el hilo:

«Cursó los diplomados de Historia y técnica cinematográfica (uabc-Cineteca Nacional) y de Gestión cultural (Conaculta). Formó parte del taller 'El acto de la memoria: edición y publicación', impartido por Felipe Ehrenberg». [Mucho gusto]. «Participó» [nomás una vez] «como expositora en el encuentro 'Media and Democracy'» [en el idioma patronal, por si cabe alguna duda] «y en la conferencia 'Poesía en la frontera' en la Universidad de California en San Diego».

Y pa que se vea que en los pedos del pavoneo no se escatima, continuamos oreando a los cuatro vientos su currículum:

«Ha participado con textos en exposiciones visuales» [faltaba más que la ruca se quedara cruzada de brazos, o, mejor dicho: con los brazos cruzados] «como 'La catrina' de Felipe Contreras y 'Cachoras del desierto' del artista Alfonso Arámbula. Su trabajo visual ha sido presentado en las exposiciones colectivas 'Axis mundis' (1999) y en 'Los tesoros de Margarita' (2001)».

Y, además, pa que se les enchueque la jeta de pura envidia, le pintamos otra rayita al tigrillo empampirolado de la vanidad rastacuera:

«Fue ganadora del primer lugar en la muestra 'La noche de los creativoros', en la categoría de diseño de vestuario por dos años consecutivos».

—¡Quihúbole, cabrones! ¿Qué les dije? ¿No que no se puede ser dos veces chinguetas?

Y para que se caguen pa dentro ai les va esto:

«En el 2001 obtuvo el primer lugar en los 'Premios cultura', promovidos por el Instituto Municipal de Arte y Cultura, en la categoría de Rock» [¡ora, tú!; y ¿porqué rock con mayúscula?].

Por lo que se deduce, a la manola Juan Camaney le queda guango y el pendejo de Robert Fripp le viene a dar chain a sus zapatos.
Guachen la modestia que sigue:

«Sus aportaciones musicales aparecen en la compilación Motivos del sitio 29. Además forma parte del grupo de promotores de rock local 'Los de abajito'».

—De cincho que 'Los de abajito' tocan como 'Los de arribita'.

Y el remate no podía ser más seráfico:

«Promueve la cultura desde 1993» [¡jolines!; ¿no será la incultura eso que dice que promueve?], «y actualmente se desarrolla en el campo de la gestión cultural y el mercado del arte» [¡chetos con sabor a fresa!] «con varios proyectos independientes e institucionales» [los cuales omite mencionar por aquello de la piratería y, en cambio, para consolación nuestra, nos atosiga de cretinismos esputos].

Después de leer la anterior plétora narcisista, creo que sólo faltaría escribir el nombre de la rucaila con caracteres diamantinos y bordes orlado; y luego guardarlo para siempre en el fondo de baúl de la conciencia.

—A estas alturas del partido, cinchada la mula que Harold Bloom ya la debe tener inscrita en su Canon occidental.

Y eso que la autora, como ella lo advierte en el prolegómeno de su cuadernillo (página 5), no se considera poeta ni buena escritora. Y, queriendo escurrir el bulto, apunta en sentido masculinizado [¿porqué?]:

«Yo no soy un buen escritor y mucho menos un poeta...».

Y, con actitud circunspecta, insiste:

«Ahora, tres años después, sé que no soy poeta y mucho menos artista».

—¡Uyuyuy! Entonces… todo lo que dijiste; ¿qué se vaya por el resumidero de las aguas puercas y encerotadas?

Con que no es poeta ni escritora. ¡Qué tal si lo fuera! Pues, cinchada la mula, que la mina se lleva el premio Nobel a su cantona.

Aunque pretenda mostrar recato y modoso juicio de humildad, esto de nada sirve, pues el tepache ya está regado. Y allá ustedes si se quieren tragar el sapo creyendo en la salida peregrina que ofrece la ruca, en el sentido de que no le gusta darse bombo.

—¡Qué manera tan pitera de salirse por peteneras! No es decente mamar y dar topes al mismo tiempo.

Como se avizora en lo leído, a la ruca la domina un exagerado espíritu de contradicción. Pero, por un momento, apartémosle la trompa de las henchidas ubres de la vanidad y pasemos a los despliegues verbales que estructura y desestructura la no-poeta en su libraco «El libro de los cuatro elementos y dos más».

CUANDO LA POESÍA NO ESUN FIN SINO UN PRETEXTO

Incapacitado y forastero en el hábitat poético es el escueto texto que abre el poemario (página 9); se titula «Yo», y a pesar de que invoca el elemento sinecuanon que permite la fermentación lírica, el poemita, por así designarlo, es una insulsa y desabrida alusión de baja inspiración.
Comprobémoslo:

«Un reflejo.
El otro lado del espejo y lo que Alicia encuentra ahí
hace cambiar la dirección de la luz».


«Solo» es un poema de dos renglones (página 11), donde la mina lo único que hace es obviar lo obvio:

«Sin inquilinos sobre la cama,
el espacio es más visible».


—¡Agüevo!

Le sigue «Buba» (página 12), una trivialidad inservible para la vehemencia, que en lugar de poema equivale a un pedazo de torva cursilona calcada de alguna canción empalagosa berreada por Los temerarios o por el puñalito que le hizo el Loco Valdez a la Verónica Castro.
Juzguen ustedes lo que afirmo:

«Escucho tu llanto,
persigo tus pasos
y tú no estás»


—Tararararaaá. ¿A poco ño?

Utilizando el recurso de la personificación, la Monraz nos ofrece otra minucia cuyo ribete se emparienta con aquella vieja rola remilgona conocida como Página blanca, y que algunos nostálgicos la tararean más o menos así: página blanca fue mi corazón, donde escribiste.... no sé qué chingados de amor.
En efecto, la poeta titula su pieza como el nombre de la rola ya citada, y para variarlo le agrega una preposición: «Página en blanco»; y apunta en ella una conjetura bobalicona ya muy trillada por escritores y poetas de ayer, hoy y de los que vendrán mañana.

«No soy quien deja de escribir,
es la pluma la que en ocasiones se rebela».


—Aja. Como don Quijote se le rebeló a Cervantes, como Maqroll el Gaviero se le rebeló a Álvaro Mutis, como Pereira se le rebeló a Tabucchi, como Raskolnikov se le rebeló Dostoyesvki o como doña Tere Vicencio (oh, perdón), quise decir como el Gran Preténder se le rebeló a Luis Humberto Crosthwaite.

Hasta aquí la tal Aurely nos ha defraudado. En su elaboración no ha habido mediación creadora; su producción es pobretona y en la lectura se vislumbra una escasa interioridad subjetiva con una tibieza de grititos sensibleros. Sus defectos son palpables y se descubren con poca diligencia por cualquiera que carezca de las nociones más elementales de crítica. Habrá que ver si la autora logra ser una buena poeta o se queda en su sueño, porque el contenido de su cuaderno no pasa de ser una simple concatenación semántica, una mimesis de caparazón vacío, reflejo intuitivo de expresión-representación.

—Pero si la cosa no se trata de producir poemas como una fábrica de salchichas. ¿O sí?

Por mi parte, yo tengo la sospecha (por lo que dicta la moda de «aspirar» a ser o creerse poeta) que la ruca es solamente una socialité metida al menjurje de la poetiada; especializada en pelearse con su alter ego, y que se inspira en traje de baño y con un daiquiri en la baisa, apilando palabras sin ton ni son como luciérnagas sin luz, «huérfanas de calor». A lo mejor son mis desvaríos. Aunque, de lo que sí estoy convencido es que pocas líneas de su texto, parafraseando a la cofrade la Camelia García, tienen sabor a poesía.

ZAPPING CULTURAL: AGÁRRALE LAS NALGAS A LAS CULEBRAS

No quiero ser injusto ni mala leche al juzgar el ejercicio protopoético (o, mejor dicho, de palabras perecederas) de la Aurely Monraz Sandoval, por lo que enseguida me abocaré a localizar, si es que existen, virtudes poéticas en los poemas que ofrece la jaina; o, ya de jodido, cuando menos, encontrar en sus estados emocionales algunos destellos que revelen alguna calidad lírica; aunque sea de baja escala estética pero que se cuadren en un estilo propio. La intención no es echar pestes ni clavarle un clavo más al féretro del difunto. Aunque, viéndola bien, habrá que hacer eso cuando se preste la ocasión. Pues lo acre de mis comentarios es lo que le da sabor al pozole y las palabrotas que uso, aclaro, son un síntoma de la coherencia ética y estética del crítico de la literatura. La función de la crítica es normativa y contribuye a elevar la condición del esteta en aras de la perfección. He aquí la necesidad del crítico literario, que debe fungir —según el Christopher Domínguez Michael— como un mercenario dispuesto a emplearse a las órdenes del ejército que escriba mejor.
Por mi parte, yo prefiero pecar de culero que caer en la meliflua y estercolera hipocresía. Y no nos engañemos: lo que parece turrón puede que sea mierda, y viceversa.

—Muy cierto, men. No todo lo que brilla es oro, ni todo lo que blanquea es coca.

Vindicando la verdad como postura de convicción, el máster Francisco Zarco exteriorizó el adagio a su manera: «Quitad al mundo todo lo que es fingido, y no quedará casi nada». Todo esto se lo platico a usted, lectora o lector, porque bien puede llegar un falso poeta y tomarnos el pelo. Pero una vez detectados, ¿qué haríamos para evitar que proliferen esos bochornos perjudiciales para el arte? No lo sé, pero hace poco leí («Historia del Buscón» de Francisco de Quevedo, capítulo X) acerca de la Problemática contra los poetas hueros, chirles (vanos, aparentes) y hebenes (inútiles e insustanciales). Sucede que un sacristán lee a Pablos, personaje de la obra quevediana, una premática en la que califica a los poetas con los mismos parangones que se les adjudicaban a los moros, refiriéndose a los estetas como miembros de una «secta infernal de hombres condenados al perpetuo concepto, despedazadores de vocablos y volteadores de razones».
Y con esa virulencia el sacristán inicia su premática, proponiendo remediar la situación de los poetas de esta manera:

«Atendiendo a que este género de sabandijas que llaman poetas que son nuestros prójimos y cristianos aunque malos; viendo que todo el año adoran cejas, dientes, listones y zapatillas, haciendo otros pecados más enormes, mandamos que la Semana Santa recojan a todos los poetas públicos y cantoneros (los que están en las esquinas), como a las malas mujeres, y que los desengañen del yerro en que andan y procuren convertirlos. Y para esto señalamos casas de arrepentidos» [página 62].

CLICHÉ DE UNA PINCHI PASIÓN EXCESIVA: ABUSA DE TU INSPIRACIÓN


Pasemos, pues, a tirarle oclayo a los gemidos retóricos que repugiña la malograda esteta en su libraco. «El poeta» (página 17) es uno de los cuatro textos con mayor extensión en la obrita (de 14 renglones para ser precisos). Al meterle faro al texto, luego-luego se descubre que el poeta al que alude Monraz Sandoval es, nada más y nada menos, el mismísimo che Jorge Luis Borges.
La ruca no tiene desperdicio en colmarlo de lisonjas, arrojarse a sus pies y ponerlo en un altar como santo de su devoción. Copio el poema y los comentarios que hago del mismo los encierro en corchetes

«Tras salir del túnel
cayó la bruma de la ceguera,
tiempo en el que descendió la neblina amarilla en la Argentina;»


[Nel, pues al evacuar don Jorge Luis Borges de la panochita de su mamá, no es verdad que hubiera perdido la vista en el momento que lo echan al mundo; el autor del «Aleph» se quedó ciego ya estando de ruco; la visión la fue perdiendo paulatinamente, primero en un ojo y después con el otro faro sólo alcanzaba a videar siluetas con manchas de color gris].

«los ojos del poeta ya no estaban,»

[Nel, esos oclayos sí estaban; lo que no estaba era su capacidad de percepción visualizadora].

«las lágrimas empañaron los vidrios»

[Nel, el che Borges no usaba anteojos; a no ser que la autora se refiera a los vidrios de las ventanas de la casa del poeta].

«fueron los lamentos de Buenos Aires escritos entre líneas,
mensajes enterrados entre fervores e inquisiciones,»


(Nel, a don Jorge Luis Borges jamás se le escuchó proferir lamento alguno por motivo de su ceguera; al menos en público no lo hizo].

«lágrimas sin ojos para el poeta»

—Que sí tenía ojos; lo que padecía era ceguera. ¡Chingado!

«¿Cómo sería el mundo en los ojos del ciego?»

—Pues… cómo va a ser… oscuro y en tinieblas. ¡Joder con esta tía!

«Devorador de libros que cedió sus ojos a las letras»


[Borges jamás cedió ni siquiera las pantaletas de las niñas de sus ojos; y eso de devorador de libros resultaría únicamente aplicable a los ratones que merodeaban en los estantes de la biblioteca donde el che camellaba y que, a falta de algún mendrugo de pan o de chorizo, los roedores se refinaban algún que otro libro].

«Quisiera haber sido la pluma que escribiera sus dictados»

[Qué poca autoestima la de la poeta; ¿porqué no mejor su lazarilla?; pues, acabándosete la tinta, lo más seguro, es que el che te jondeara al puto bote de la basura.

«nadar en tinta por el laberinto de sus ruinas circulares»


[¿A poco las plumas nadan en tinta? Lo probable sería que nadaras entre papeles arrugados, toallas con moco verde y botellas vacías de vino tinto. Y eso de ruinas circulares, supongo que serían las maromas mentales —la metafísica— del che, y ¿tan jodida estaban ya sus ideas para que fueran unas ruinas?].

«Borges ciego de los ojos
Borges ojos de libro»


—Bueno, se trata de metáforas.

Dejémonos de macanas y pasemos a otra mengambrea. Quienes conocen la poética de Guillaume Apollinaire, «Alcools y Calligrammes», creador de una poesía visual y de objetividad informe, libre de la lógica sintáctica y considerada como la primera manifestación antimodernista, podrán advertir que «Llanto» (página 27) es una calca desfigurada y versión deslavada de La pluie (La lluvia, también traducido como Llueve), una forma de trabajo manual que Apollinaire diseñó por medio de una tipografía geométrica de inspiración cubista. La Aurely, fusilándose la técnica apollinariana para hacer su poema, únicamente le bastó refreírse un poquitín los visajes vanguardistas. La ruca no parece empeñarse en buscar una poética propia. Pero, en cambio, es muy dada a alucinar con efímeras glorias.

LO MEJORCITO ENTRE TODO LO SARREADO

En las páginas 14, 30 y 46 de «El libro de los cuatro elementos y dos más», encontramos versos menguados que la poeta lanza en una sola línea. Semejan aforismos de hibridez metafórica y constituyen, creo que por su rigor y parquedad, por su ímpetu, cadencia y color, lo más acabado y digno de ser tomado en cuenta como verdadera materia literaria.
A continuación los transcribo:

«Poeta
Mi experiencia es poesía»


«Caterpillar
Soy un asesino de paredes»


«Arañas
Eterna tejedora de velos de ilusiones»


Siendo la última pieza literaria a criticar, «Mi Yo» (página 37) constituye el poema más extenso de la serie (22 renglones) y una apasionada tentativa creadora casi elaborada con rigor y eficacia. Su temática se reduce obsesiones verbales, a lo íntimo, a lo subjetivo. Por su connotación lúdica es el primer y único soplo de poesía que traspasa el coqueteo literario. Es un lacónico exordio mediante el cual la poeta arroja lo que le agobia, es decir los malestares de la conciencia.
Me limito a dar cuenta de esta semillita verbosa y de la cual pudiera llegar a germinar una verdadera poesía:

«Me gusta sentir frío;
que la piel se enchine,
el techo y el piso truenen,
escuchar ladrar los perros,
que la soledad me abrace con su capa de miedo
y la pluma se deslice en la obscuridad;
escuchar el silencio en la nada
y el gruñir de mis pecados»

«Me gusta dormir días completos,
contemplar mis uñas color frío
y que la almohada trague mi cabeza por completo»

«Amo el ocio y la buena vida,
el embriagarme solo y pregonar mis amores.
Me gusta sentir frío;
que la piel se enchine,
dormir en la cama de Bukowski y Kundera
escribir sobre la pared
y gritar hacia adentro»

«Me gusta morir todos los días
estar solo y dormir»

«Me gusta sentir frío
y que la piel se enchine»


Con veinte poemas portadores de la carga estética y de los signos que manifiesta la praxis escritural en cuestión, la poeta se colocaría en el umbral de la autenticidad y no en la nómina de los letreadores de talento liliputiense y de imperdonable negligencia profesional, pero felizmente incorporados al walfare state cultural. No hay que olvidar que la poesía es la hija consentida del ingenio y la imaginación, pero también es, según decía Mario Benedetti, el tuerto de la literatura, un tuerto que no será rey. Sin embargo, ¿porqué existen pocos poetas dignos de ser llamados así, ahora que la poesía es aparentemente fácil de escribir?

—Ni tanto, afirman pensadores estéticos: parir un niño es más fácil que escribir un buen poema.

Baudelaire
apuntaba en «Nuevos comentarios sobre Poe» esta certeza de valoración: un poema sólo merece su título en la medida que excita, que arrebata el alma, y el valor positivo de un poema está en razón directa de esta excitación, de este arrebato del alma.
Los textos que no abordé fueron descartados porque no merecen el gasto mínimo de papel, tinta y tiempo. Les podría sacar jugo pero... ya pa qué, como contestó la viejita cuando le pidieron el quinto.
Concluyo este Vertedero de cretinadas con una pregunta: ¿porqué la poetastra, siendo una chuchis —o sea, una ruca, hablando lunfardianamente en el lunfardo de los argentinos— se comporta como un machito en su libelo literario?

21 de julio de 2009

EL «MAMÓNICO» GERARDO NAVARRO Y SUS GARRAFALERAS MENSTRUACIONES SINTÁCTICAS


Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez



EL «MAMÓNICO» GERARDO NAVARRO
Y SUS GARRAFALERAS MENSTRUACIONES SINTÁCTICAS



UN NUEVO APÓSTATA DE LAS INTRASCENDENCIAS PAPIRESCAS

Entre los prebendados de oficio, y que aún continúan encenegando las páginas del suplemento anexo al pápiro que regentean los discípulos del Eligio Valencia Roque, está el “esposo” de la «Nueva Tijuana» y el que también se llama Gerardo Navarro, alias el «Mamónico»; uno de los personajes tartuferos más emblemáticos de la degradación de la literatura norbajacaliforniana y del filisteísmo culturero. [1]
Y para la reputación del caso concreto me referiré a un garnache suyo, intitulado «Agramatical, el grado cero de la letra: lenguaje y política mental», publicado en la edición 1886, correspondiente al domingo 19 de julio de 2009, y en el que hace gala de las siguientes gracejadas:

«Hay una tendencia de ciertos escritores tijuanenses “posmodernistas”, en tratar los textos como “pacientes”, sicoanalizando a través de él a su autor con un ferviente “estructuralismo”, evadiendo o minimizando el valor del mensaje a favor de una “pseudocrítica” de los elementos textuales, que cae en la criticonería. Esta práctica obtusa y tendenciosa es una forma de destruir la presencia pensante, creativa y experimental, en aras de la “escritura correcta”» [Gerardo Navarro, suplemento Identidad, 19 de julio de 2009].

Lo que queda muy claro es que a este güevonazo nadie le disputa su derecho a la estupidez. Pero, ¿qué es todo ese bochinche de disparates y peroratas? Y lo anterior es sólo una parte de todo el arsenal de idioteces que eructa el mentado «Mamónico» en su célebre articulejo. Pasemos a despedorrar algunas de las muchas sandeces que glosa el alumno más destacado de don Aniceto Burrerías.
A falta de inteligencia, el bato quiere emplear la astucia en sus enclenques pastiches. De entrada, sus elaboraciones verbales son ramalazos de inconsistencias y vaguedades; la emanación sapiencial se lleva marcada por la ignorancia, y dicha ignorancia es el impulso principal de la escritura.
Que diga lo que diga, pero que el cabrón lo haga a título personal, sin trampas ni cretinismos. Remendando imprecisiones con el ovillo de los circunloquios, el batillo se queda con todos y ninguno de los «ciertos escritores tijuanenses “posmodernistas”».
Qué habilidad para licenciarse en la gasificación de los nombres, sobrepujando la contumacia del silencio. Es preferible afarolarse en el hermetismo y dejar las cosas a medio chile. Tamaña servidumbre hacia la julapería debe tener su compensación. Discurso oblicuo en el que no se permiten las referencias directas a «fulano», «zutano», «mangano» y «perengano», a no ser que se trate de halagos y complacencias; porque allí sí, sueltan con desenfreno toda la babería de detalles y entran hasta los apodos de los gorgojos y los guaguanos. Azotan hasta la cachaza en pleno pavimento, queriéndole sacar lumbre con la lengua deslenguada.

—Gambullar, haciéndose de la vista gorda, es siempre lo ordinario cuando se manejan constantes alusiones a seres «in-nombrables».

Y así son muchos de los garrapateadores que pululan en este tafanario fronterizo; y como ejemplo, en el que los datos informativos se dejan a la buena de Dios, a fin de que lector se atenga únicamente a lo que dicte la casualidad o a la ley de las semejanzas, reproduzco esta notícula que pepené del blog de la hermana putativa del Gerardo Navarro, o sea, la Sidharta Ochoa, quien nos ha salido más cabrona que bonita en el arte de aludir sin aludir. Refiriéndose, debo suponer que al mismísimo míster «Mamónico» y al forúnculo papiresco en el que publica sus descalabros mentales, la ruca —eso sí, muy fufurufa— conceptualizó esta plétora de pedanterías. [2]

«Los neoconservadores. Es penoso como muchos conceptos malentendidos, descontextualizados y tomados al azar de wikipedia son publicados en periódicos que yo creía serios» [http://angelesidharta.blogspot.com/, post del 6 de julio de 2009].

—¡Ole, mi gorda! Así se lleva la luz a las cuevas oscuras; con palabras que parecen escombros tirados al azar.

Siempre la cangalla y la contumacia de forma muy campechana para no enjaretarle a otros los famosos dimes y diretes. Al decir esos «muchos conceptos malentendidos» y «descontextualizados», refiérese la chaflana Sidharta, ni más ni menos, que al charlatán del Navarro. Y cuando la catequista con pujos de filosofastra, ejerciendo el ministerio de las ambigüedades, las ambivalencias y el dato cifrado, como si fuera una súbita manifestación de «ideas polivalentes», y en el instante que dice «periódicos que yo creía serios»; luego-entonces (como dirían mis colegas chupatintas), y dejando a un lado los riesgos de la especulación, «periódicos que yo creía serios» significa literalmente periódico «El Mexicuín», y en su expresión más concreta su reducto culturero; o séase, el suplemento «Identidad».

La Sidharta Ochoa, siendo lo que es, una bufona de la frusilería seudointelectual tijuanaca, fracasa en el intento de escabullirse de sus propias manías y perversiones metatextualeras. No obstante que, desde su alma dividida, la promotora de la filosofía chimoltrufiana, en determinados lugares y con algunos personeros ha encontrado una cómoda y barata justificación para no decir ni «sí» ni «no». O, en contacto más «profundo» con los estereotipos de los Deleuzes y Guattaris, un «ir» y «venir» en la «intercalación de los planos discursivos». O, si se prefiere, y bajo la tesitura borgeana, la indecisa «disyunción tlöniana». [3]

—«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius».

Lo que la Ochoa aduce es parte sustancial de la misma propensión que ella padece, «conceptos malentendidos» y «descontextualizados». Muy satisfactoria la ética que formula para superar obstáculos teóricos. Conqué desfachatez se opone a sus propias interpretaciones y maromas mentales. Y ¿qué eficacia puede tener el sermoneo de valores que la ruca perora?. Nadita de nada. Pues ella misma, conjuntamente con el Navarrín y demás payasos del elitismo rastacuero, encarna la impotencia en la acción; porque si la dimensión moral, por las consecuencias del dualismo kantiano, no puede apelar, más que en teoría, a la unidad entre el ser y el deber.

—Pero ahora resulta que el burro anda hablando de orejas.
—O el comal le dice a la olla: «qué tiznada estás, manita».

En fin, qué se puede esperar. Con bastante anticipación, en su «Miseria de la filosofía», ya lo había dicho el joven Marx: «Este es el tiempo en que inclusive cosas que hasta allí se habían trasmitido, nunca se cambiaban; se deban, pero no se vendían nunca; se adquirían, pero nunca se compraban: virtud, amor, convicción, saber, conciencia, etc., en que, en una palabra, todo se convirtió en objeto de comercio. Este es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal…».

—Y lo más ridículo de la mina en cuestión, es que cree que lleva metida debajo de las pantaletas la biblioteca de Alejandría.

Y, ahora que andamos en tópicos de moralidad e inmoralidad, para darle sabor a las enseñanzas que la cretina de la Sidharta Ochoa quiere proporcionar, pues podría tener algo de atractivo la invitación que hace Guzmán de Alfarache en la página 484 de su broli:

«Si me ves caído por mal reglado, haz de manera que aborrezcas lo que me derribó, no pongas el pie donde me vistes resbalar y sírvate de aviso el trompezón que di. Que hombre mortal eres como yo y por ventura no más fuerte ni de mayor maña. Da vuelta por ti, recorre a espacio y con cuidado la casa de tu alma, mira si tienes hechos muladares asquerosos en lo mejor della y no espulgues ni murmures que en casa de tu vecino estaba una pluma de pájaro a la subida de la escalera».

Y el Guzmanillo no se queda trastabillando; y he aquí una de sus tantas y vigorosas disquisiciones:

«¡Oh, qué gentil consejo que me das ése, amigo mío! ¡Tómalo tú para ti! ¿Quieres por ventura sacar las brasas con la mano del gato? Dilo, si lo sabes; que lo que yo supe ya lo dije y no quiero que conmigo hagan lo que dices que con los otros hacen».

—Pero, mejor prosigamos revisando los febriles delirios del «Mamónico».


OTRA SEÑORONA LLAMADA «PRESENCIA PENSANTE»

Repitamos de nueva cuenta el parágrafo inicial para despepitarlo (y, por favor, no se rían que esto es serio). Sin delimitar las circunstancias en que escribe, y sin expurgar qué hay de verdad en lo que afirma, estropajosamente el baturro teatrero declara en sus vacuidades y retruécanos que «hay una tendencia de ciertos escritores tijuanenses “posmodernistas”», [¡a la puta!; ¿porqué mete coma donde no va?] «en tratar los textos como “pacientes”» [¿cuáles textos y qué tipo de pacientes?],« sicoanalizando a través de él» [¿no será a través de ellos?] «a su autor» [¿cuál autor?, autista engreído] «con un ferviente “estructuralismo”» [¿qué cosa?], «evadiendo o minimizando el valor del mensaje a favor de una “pseudocrítica” de los elementos textuales, que cae en la criticonería» [y ¿quién cae en la criticoneria?]. «Esta práctica obtusa y tendenciosa» [¡obtusa y tendenciosa es la chingadera que usted escribe, cabrón!] «es una forma de destruir la presencia pensante, creativa y experimental» [y ¿quién es esa señorona apodada “presencia pensante”?], «en aras de la “escritura correcta”» [y, precisamente, escritura correcta es lo que te hace falta, mi buen].

—¡Puta, madre!, ¡qué manera tan atroz de escribir!
—Y, encima de todo, llorón y con un estilacho vagaroso y disparatado.

Este individuo necesita, pero de urgencia, acudir a una escuela de primeras letras para que en ella aprenda a pulir su mafufera prosa y adiestrarse en los avatares de la redacción más o menos sensata y correcta. Y todavía el ridículo enano pretende incursionar con tales devaneos —propios de un cerebro trastornado— en el procedimiento literario y jalársela de “concienzudo analista”, “guionista interactivo” y no sé qué otras mamadas.

—Además, el infeliz no sabe siquiera dónde carajos van colocadas las comas.

Y el güey no siente escrúpulos al engañarse y barbotar tontos refritos mediante los cuales revela el vacio insondable que padece en su cavidad craneana. Quienes han contribuido a sufragar los gastos de su educación en el Southwestern College, en la Universidad de San Diego (UCSD), en el Centro de Artes Escénicas del Noroeste (CAEN), en la Casa de la Cultura, con la cresta humillada, seguramente, no hallan fleco alguno que les tape la pena y el abochornamiento que hoy se cargan como si fuera jiricua o vitíligo.
A pesar de todas las medallas, diplomas y corcholatas que el bato se cuelga por méritos y dizque estudios académico, es vergonzosa la baja instrucción y la miseria intelectual que detenta. Pero todo eso se embadurna con el esnobismo provinciano y las conjeturas sofísticas para darse ínfulas de falso erudito y encubrir con apariencias su mediocre e inepta capacidad literaria. Reitera los mismos fetiches de sus correligionarios de capilla, contigua y vecina.
El desdichado «Mamónico», incapaz de encontrar los términos adecuados, trasplanta mecánicamente a su papanduja escritural una serie de términos que acaban en desperdicio y en un informe apocado, incongruente, ridículo y nebuloso. Saca a colación palabrejas tales como «posmodernistas», «sicoanálisis», «ferviente estructuralismo», «valor del mensaje», «criticonería» como «práctica obtusa y tendenciosa», «presencia pensante» y etcétera. Con arreglo a un criterio poco menos que zarrapastroso, y sin recurrir a metodología alguna que le sirva para ordenar toda su porquería de dislates, atentando contra las sindéresis y peregrinando en la orfandad sintáctica y ortográfica, el chaval se lanza publicar en gacetillas cultureras sus pamplinas textualeras.
Esas connotaciones que utiliza, y que por desventura terminan hechas pelotas, tienen un propósito claro y deben ser entendidas y tenidas en cuenta en su área o disciplina específica.

—Pero esto qué puede importarle a don «Mamónico», pues, guarro al fin, a él sólo le basta el recurso de la mentida labia.

Ahora, si la «criticonería» y la «pseudocrítica» no son de su agrado, entonces ¿qué quiere el cabrón?; ¿un enjuicimiento consolidado como expresión puramente optimista?; es decir, una crítica «consuelera», abúlica, rastrera y complaciente. Sin duda, esas son las bazas necesarias para una crítica que, muy del gusto del Navarruco, a merced de la inanidad se rebaje a demagogia y que, como decía el máter Leopoldo Alas Clarín, sea el «refugio de los superlativos encomiásticos, que tiene consonantes para toda clase de vanidades, y de allí hacer caer lluvia de palabras, gordas todas, apestando a incienso, y en lenguaje tosco, vulgar, macarrónico, pedestre, como quiera, alaba y más alaba, seguro de que al paladar más delicado le sabe a cielo la lisonja, aunque venga envuelta en la más indigesta prosa».

—«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius».
—Muchacho, muchacho zonzo, se te resbala lo deslenguado.


NOTAS FINALES
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.- Al final de un redrojo que garrapateó nuestro invitado («El pequeñol, novísimos neoconservadores»), y que además tuvo la desfachatez de sacarlo a la luz pública en el suplemento que regentea el mamacallos del Jaime Cháidez Bonilla, don «Mamónico» intenta justificar una supuesta “neutralidad” oficialista y salirse por peteneras. Mas sin embargo, el babotas lo que hace es dejar muy explícita su postura de disimulado carroñero, y en su picaresca de hincharse el buche de hipocresía; y, lleno de ensueños en favor de la «Nueva Tijuana», postiga esto que a continuación copio:

«Nota de aclaración: Todas mis presentaciones de Nemónico, El futuro es un instante, fueron agendadas durante la administración de Teresa Vicencio, por Javier González Cárdenas del departamento de Literatura, CECUT. Fue él quien me agendó la sala de video para mi temporada de verano. Además, no estoy recibiendo un sólo centavo ni estoy cobrando al público. Es 100 por ciento trabajo social por una nueva Tijuana. Gerardo Navarro, Nemónico, 29 Junio 2009».

El güey, tal vez para no pensar en el abuso del derecho de pensar mal, con tales suatadas pretende quitarle un poco de carga a su tartufera conciencia truhán culturoso. Azotando la bandeja de la limosna, a veces con descaro y a veces sin él.

2.- He aquí el resto del cretinismo planificado que a la rucaila de nombre Sidharta Ochoa, seguramente. le ha de servir mucho para impresionar a su runfla de cofrades y demás melolengos.

«Hice mi disertación de licenciatura sobre Neoconservadurismo en los Estados Unidos. Tiene que ver con la reformulación de la Teoría Realista o sea de una tradición gringa en Ciencia Política muy particular, que se basa en la apropiación del discurso trostkista a principios de siglo XX y de su utilización para fines imperialistas. • Aguas, esos conceptos no pueden ser usados sin antes informarse recomiendo en particular un artículo de David Rieff sobre este tema, da un panorama general y básico de lo que significa el término neoconservador» [Sidharta Ochoa, 6 de julio de 2009, http://angelesidharta.blogspot.com/]

Imagínense nada más el lector las tremendas sacudidas de nalgas que la pavonera ha de pegar cuando algún embelecado con sus rumiaciones metatextualeras le hace trismo al chafallo de altanería, petulancia, egocentrismo y demás vanistorios.

4.- En el capítulo segundo («Escritura postsimbólica»), contenido en el extenso ensayo «Tercer Espacio, Literatura y Duelo en América Latina», Alberto Moreiras reflexiona con rigor y profundidad acerca del invocado artificio borgeano.

«“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius,” el relato que abre Ficciones, de Jorge Luis Borges, permite, entre otras cosas, una lectura basada en tres elementos: el primero tiene que ver con lo que llamaré el encriptamiento o neutralización del lenguaje; el segundo, con la utilización digamos potenciadora del efecto que llamaré de pérdida de mundo; el tercero, con lo que es reconocible como una vuelta de tuerca o torsión catastrófica de elementos alegóricos, que llevan la alegoría hacia el descubrimiento de las posibilidades epistémicas de una cierta alternativa postsimbólica. • Las tres características se relacionan en su raíz misma con la escritura de duelo. Con “neutralización del lenguaje” me refiero al efecto de des-trabajamiento mencionado por Maurice Blanchot en La escritura del desastre:69 cómo, a partir de cierto momento, la descripción de la lengua de Tlön empieza a contaminar la nuestra y a llevarla hacia el fracaso; cómo la lengua de Tlön se hace la nuestra en el movimiento mismo que pretende conjurar su avance; cómo, en una palabra, la lengua común se encripta y hace ajena en virtud de una narrativa que encontrará en tal pérdida la fuerza suficiente para instalarse en una negatividad apenas contrarrestante, pero quizá suficiente: en la más peligrosa de las cercanías con respecto del destrabajarse de nuestro mundo, Borges acierta a paralizar el dominio del feroz antisimbolismo tlöniano mediante el recurso engañosamente simple de reconducirlo hacia su propio desastre. Lo que resta no es sin embargo una nueva afirmación triunfante del símbolo, sino meramente la negación de su contrario, y así, dialécticamente, la entrada en una nueva posibilidad de escritura: escritura postsimbólica, escritura de duelo, traducción de epitafios» [Alberto Moreiras, Tercer Espacio, Literatura y Duelo en América Latina].


Continuará

15 de julio de 2009

LA SIDHARTA OCHOA: UNA BOFERA DE LOS METATEXTOS


Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez




LA SIDHARTA OCHOA: UNA BOFERA DE LOS METATEXTOS



«Creo que si fuera más latinoamericano,
Sería más yanqui.
Feel so proud,
Am i talkin loud enough?
Who the hell is oprah no sé qué?
Who the hell is lennon?
I like lennon
He is like the facha bueno».


Andrés Calamaro, Enola Gay



PIJOTERA DEL NEOESCOLASTICISMO METATEXTUALERO

Importándole poco que la gente los lea o no, la señorita Sidharta Ochoa se dedica a cocinar algunos eventuales y leves chambaretes en los que no hay evidencia racional de lo que afirma; tampoco ideas ni proposiciones cognoscitivas, sino únicamente intuiciones, datos desparpajados e inaprehensibles en la conciencia; signos y símbolos del «pluralismo irreductible de los juegos del lenguaje». Tres reseñitas suyas, y piezas de un mismo montaje metatextualero, así lo evidencian: «David Foster Wallace, el último metaficcionario», «Black Sun» y «El Fin de la Semiótica de Consumo», publicados en el templete papiresco de Eligio Valencia Roque los días 11 de enero, 26 de abril y 31 de mayo de 2009, respectivamente. [1]
En una especie de coliseo verbal, pero sin atender a la correlación de fuerzas históricas, la chamaca sustenta alianzas con su lenguaje, con nadie más. Son las nuevas posiciones políticas de los “escritores”; sus ideas globalizadoras se construyen con retazos y préstamos simbólicos; lo cual no es otra cosa que la contextualización global de la idea particular del grupo dominante. Es decir, el alto grado de la abstracción como ejercicio de control social. El aislamiento fatal infinito porque en el dominio de las relaciones sociales hay implícita e inconscientemente un reconocimiento a la impotencia; un acto de renuncia a los propósitos casi imposibles de lograr.
Guiado por la artimaña chapucera, el primer articulejo («David Foster Wallace, el último metaficcionario») es una tosca especulación cuya corteza blanda se desprende con el mínimo análisis crítico.
Ahora, hay que considerar que los textículos de la chamaca son experimentos primerizos a los que no se les puede exigir buti candela de talento o excelencia de forma.

«David Foster Wallace nacido en Ithaca, Nueva York el 21 de febrero de 1962 y autor de las novelas The Broom of the System (1987) Infinite Jest (1996) traducido al español por Mondadori, 2002, y los libros de relato La niña del pelo raro, Entrevistas breves con hombres repulsivos, Oblivion: Stories (2004) traducidos también al español por Mondadori, se quitó la vida en su casa en Claremont el pasado 12 de septiembre del 2008» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

¿Y qué?; también se suicidaron Nikos Poulantzas, Mariano José de Larra, Guy Debord, José Asunción Silva, Marina Tsvetáieva, Attila József, Emilio Salgari, Unica Zürn, Virginia Woolf, Ernest Hemingway, Cesare Pavese, Stefan Zweig, Sylvia Plath, Reinaldo Arenas, Alejandra Pizarnik, René Crevel, Sandor Marai, Alfonsina Storni, Jack London, Yukio Mishima, Jacques Rigaut, Horacio Quiroga, Anne Sexton y Vladimir Maiakovski. ¿Porqué hacerla tanto de pedo por un suicidio cuando existen tantas formas impunes de acabar con las vidas? Además, esa manera de morirse es una práctica muy extendida desde todos los tiempos.

—Ya lo había dicho yo endenantes: la única manera de perfeccionar la vida es muriéndose.


«Sea quizá el primer escritor en recibir la etiqueta de muerte por depresión clínica. Víctima de una enfermedad: de la metástasis depresiva»
[Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Contando chismes, la chamaca ha de suponer que se convertirá en toda una filosofastra. Está comprobado que el bato se autorreventó con un soga atada al buchi porque era un sicótico (o porque quiso demostrar «holoflux» del perenne tiempo presente). Además, esa metástasis depresiva también acabará por partirles sus madres a todos los metatextualeros. Bien dicen que ninguno de los relativistas posmodernos tiene la decencia de declararse incompetente en cuestiones literarias. Si esto que digo no es cierto, ya lo será en su momento oportuno.
Lo que enseguida viene es una algarabía tan aparatosa como insignificante.

«La primera lectura que obtendremos de David Foster Wallace es propiamente mediática, lo compruebo en las reseñas y obituarios que leo. Mediática en tanto que la inteligentsia hip neoyorkina nos relata a un David de una intimidad que no queremos conocer. Wallace escribiría un artículo titulado Borges on the Couch una reseña sobre el libro de Edwin Williamson, ''Borges: A Life, ‘‘ donde se mostraba molesto de las biografías hechas a grandes autores; muchas veces la vida personal no tiene nada que ver con la obra que escriben y “ni remotamente esa persona que se nos muestra por el biógrafo pudo haber escrito los obras que admiramos”» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Espíritus alienados que se creen lúcidos porque albergan en sus atolondradas cabecitas la idea de que la literatura se disuelve en un siquismo colectivo confuso y difuso. Que tipas como la mentada Sidharta Ochoa sean nombradas como escritoras no es más que una tontería muy exacta. Rebasaría las barreras del pudor quien intentara explicar y entender qué cosa quiso decir la ruca al garrapatear que «la primera lectura que obtendremos de David Foster Wallace es propiamente mediática» (y «mediática en tanto que la inteligentsia hip neoyorkina nos relata a un David de una intimidad que no queremos conocer»). Cualquier ocurrencia que se filtre por los hilos del cerebelo: pechos sin brasier, peregrinos guadalupanos, méndigos retrógradas, relaciones entre historia y ficción, producto de mercado, universales oscuros.
El desgajamiento del «logocentrismo»; ¿dónde quedó aquella literatura como medio para ilustrar a la masa de ignorantes? La «regeneración espiritual» vasconcelista mediante la lectura de un libro «excelso» (La Ilíada, La divina comedia), el paternalismo literario de Luis Humberto Crosthwaite por la bella otredad del cholismo tijuanense. Un texto siempre genera más ideas que las ya incorporadas por el autor, pero aquí sucede lo contrario. Luego de amoldarse al perímetro ilimitado del irracionalismo, puede más el recurso retórico de la confusión textualera. Desinformación y escasa reflexión; la genialidad del escritor como accidente histórico.
Revisemos el estatus teórico o base lingüística reflexiva del caramancho que adoba la pequeña Sidharta.

«En una entrevista de Mark Costello, que fuera compañero de cuarto de Dave Wallace durante sus estudios en Amherst y con quien Wallace escribió Signifying Rappers: Rap and Race In the Urban Present; Costello presenta a un Wallace siempre al borde de la crisis, una figura patética que dependía de la aprobación, del reto constante a su profesores y que pasaba sus noches encerrado viendo la televisión, sobre todo a su regreso a Amherst después de ¨su caída¨. En varias entrevistas que se le hacen a Dave, se hace referencia a esta época oscura; se trata de una amenaza de suicidio que hizo durante sus años en la Universidad. La marca de la opinión omnipresente. También sería por Costello que Wallace pasó una noche en guardia psiquiátrica; ya que existe todo un procedimiento en las universidades norteamericanas si alguien hace alusión al suicidio. Costello aparece en el reportaje que hace la revista Rolling Stone como el amigo que interviene para salvarlo, toda la saña disfrazada de crónica de la bondad» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Unción de esnobismo y cursilería en la bóveda craneana. Una metamorfosis anafórica, homologación de las catáforas. Pobre mocosa, se siente portadora de un fenómeno literario que no comprende. En su relativismo pusilánime pretende renconciliar la estupidez con la inteligencia. Reivindicación unilateral de la creatividad; la relación entre autor y obra se realiza como un comportamiento puramente lingüístico, autónomo; es decir, sin una función comunicativa, práctica, toda vez que el lenguaje pierde su esencia connatural porque las palabras quedan fetichizadas en sus significados. La teoría lingüística ya no está dotada de poder explicativo.

«En otro tono Elizabeth Wurtzel autora de Prozac Nation: Young and Depressed in America: A Memoir (1994) y Bitch: In Praise of Difficult Women (1999) se une a la larga queja sobre la depresión como característica de los escritores que se encuentran en la cima; parece decir: ¨¿Ven? estamos tan llenos de insatisfacción que la vía ética es la muerte¨. Estos autores así como Wallace son parte de este grupo que se encuentra en sus cuarentas y que escribe para NYTimes, NYmag o Harper´s y que el mismo Wallace llamaría: la generación de los escritores ridículamente bien educados [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

En detrimento de la exclusividad pequeñoburguesa, esa «insatisfacción» no es propia de «la generación de los escritores ridículamente bien educados»; la encontramos como sinónimo de la palabra spleen (hastío o tedio de vivir), vocablo deslavado y manoseado en exceso por los escritores de ayer y hoy. Se considera un clisé de rancio abolengo. Antes de 1790, Tomás de Iriarte la insertó en uno de sus versos: «Es el spleen, señora, una dolencia / que de Inglaterra dicen que nos vino» [Poesías, 136]. Después que Charles Baudelaire lo dejó despellejado, muchos escritores y poetas contemporáneos han traslado el «esplín» a sus letras. El autor de Las flores del mal en otro de sus libros, «Los paraísos artificiales (Acerca del vino y el hachís)», emplea la palabra spleen como el estado emocional donde se descarga la bilis, la cólera, la melancolía o el rencor; y, precisamente, sus «Pequeños poemas en prosa» llevan el subtítulo de «El Spleen de París». Para Paul Valéry significaba un sentimiento ambivalente de amor y de odio. Amado Nervo también recurre a este clisé en una metáfora que elabora por vía de aposición: «Y tu spleen, niebla límbica, que haces...». Y así sucesivamente hasta el infinito.
Por lo que se advierte, la ruca necesita lecciones de claridad mental, pues designa un testimonio mediatizado de la realidad, reduciendo los procesos multiformes del desarrollo letrístico en descripciones banales y rutinarias.

«David Foster Wallace durante la década de los noventa había ya previsto el fin del posmodernismo en las letras, el exceso de formas que hipertrofiaba a la literatura norteamericana y su enfoque absurdo: una metafísica del vacío industrial. Dave Wallace fue precedido por el boom posmoderno, el boom “que rompe la narración lineal”, pues ¨la realidad es más compleja para ser abordada por los recursos tradicionales”. Infinite Jest está compuesta en gran parte por pies de página que se desdoblan ante el lector para darle la sensación de mera dificultad (o de mal chiste). Abismos de supuesta autoconciencia desplegados por una nota al final de la página» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Por apasionado capricho, o por complicidad con las fanfarronadas ajenas, uno acaba chutándose esta fritangas de que el «David Foster Wallace —durante la década de los noventa— había ya previsto el fin del posmodernismo en las letras» y que, según los asegunes de nuestra invitada, supone ser algo así como «el exceso de formas que hipertrofiaba a la literatura norteamericana y su enfoque absurdo: una metafísica del vacío industrial» (¡cataplop!). Declaraciones hechas al chilazo, ilusión por ilusión para darse el gusto de sentir que se escribe metacrítica literaria (o antiliteraria, según sea el caso). Ese referido «fin del posmodernismo en las letras» es un cuento que la Ochoa se viene tragando desde rato. Hay maneras de ser y no ser; he aquí una de tantas, como los perros Charles boy o voy a echarles los perros.
La plusvalía del egocentrismo se solaza, mientras la profesora Sidharta Ochoa aprovecha la ocasión para tirarse a babear estas chuchadas:

«Los recursos de la posmodernidad -recordemos que Norteamérica es su principal exportador- estaban acabados para la vanguardia gringa desde la década de los 90, Infinite Jest cumplió con este trabajo, los redujo al absurdo. No hablo de un absurdo kafkeano si no de un absurdo de índole estilística. ¿Cuánto tiempo más se puede hacer parodia de las limitaciones del realismo? ¿Qué importa que una escritura sea realista o no lo sea? ¿Esto la hace en verdad, más conservadora? Estas preguntas parece responderlas David Foster Wallace» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

La pobre concheta habla de lo que ignora. Mejor debería sujetarse a la máxima clásica de no tirarse a chachalaquear sobre aquello no que conoce. Y súmele también la falta de circunspección literaria que ya es un lugar común en los textos de la follona reseñista.

«El chiste que no fue. El siguiente rebelde, el rebelde que Wallace propone es uno que muere al instante, el que se acaba con el primer uso. Es el rebelde que en el fondo es un conservador. ¿hasta que punto Wallace fue un rebelde de la escritura? Sus precursores fueron los escritores que llevaron teorías posmodernas al texto literario y el las llevó a su extremo. Este rebelde es un Oscar Wilde; un esteta sin autoparodia. La posmodernidad anuncia la unificación estética de la literatura, el pie de página como Brand, el nuevo rebelde no está interesado en ello, pues conoce su condición. Rechaza la experimentación como conditio sine qua non de la escritura. ¿La propuesta es entonces el regreso al realismo? Tampoco se trata de eso. Wallace no quería ser celebrado por posmo, o por hip, ¨quería ser verdadermante triste¨, dice en entrevista con Charlie Rose» [Sidharta Ochoa, David Foster Wallace, el último metaficcionario].

Fuera de todo apantallamiento para borregos y descerebrados, ¿esto es literatura? La primera marca de identidad es texto breve, lo «fractal», lo fragmentario; enseguida del desparpajo teórico aparecen los signos del relativismo moral (estético-cultural) y las palabras despojadas de su significatividad «estándar»; y, finalmente, el fetichismo discursivo, el texto sin sentido y la imitación de estilos, posturas y temas. [2]
El gran sistema de la retórica chapucera y la maroma mental es todavía una especie de patente de corso en el submundo de los literatos. Y es que detrás de esa palabrería confusa y enmarañada se esconde una forma esnobista de expresión discursiva. A la mina, le han tirado la cínica jugarreta de desdicha de que hay que ser literata; y, una vez convencida, la ruca se aficiona en bracear metatextos y poner las patas al cielo. Y es que detrás de esa palabrería confusa y enmarañada se esconde una forma esnobista de expresión discursiva. Y habrá quien la alabe o exprese satisfacción ante esa desbozalada incoherencia de la «paralogía», es decir, la discontinuidad, la fragmentariedad y los juegos de lenguaje del «pequeño relato», la minificción, el metatexto, el metadiscurso, etcétera. A lo largo del breve articulejo que garrapatea la Sidharta Ochoa subyacen los presupuestos de la «hermenéutica deconstructivista», en el sentido de concebir al texto «per se» como única fuente de significado, deslindándose su autora de todo contacto con el lector y generándose, por tanto, el contexto lingüístico, el cual no es histórico ni unívoco, sino de criterios multiformes, plurivalentes y polisémicos. O sea, «falacia de la intención», retórica encubridora y una especie de nuevo manierismo. La teoría como un juego epistemológico y nada más. Apología de la academia posmodernista norteamericana, y como diría el máster Eduardo Subirtas, «con sus intelectuales que celebran sus congresos dentro del hotel, que hablan un discurso críptico, supuestamente sofisticado, en verdad vacío, incapaz de un proyecto».



NOTAS FINALES
[O GÜEVOS DE COCHI]


1.-
Por poner un «botón» de muestra, ai tenemos al académico Alfredo Lucero Montaño, quien aplica la misma técnica que la Sidharta (más parecida a la de un truhán que a la de un escritor); y es otro singular ejemplo de lo que viene a ser un experto en «encriptar» patrañas. El bato, igual que la nalgona ya mencionada, recurre a una fraseología que ha perdido su capacidad conceptual y que carece de efectos multiplicadores porque se dirige a un particularísimo lector que solamente alcanza a «entender» la balumba lingüística a través de sortilegios o con auxilio de una máquina desencriptadora de mensajes ocultos. O sea, la eficacia significativa del «rollo» textual radica en la conjetura arbitraria de cada lector. Y, tocante a este menjurje, cabe decir que la nómina de «encriptadores» no es escasa, pues parece ser una prerrogativa del estatuto canónico. El máster Pepe Revueltas afirma que en el momento en que la razón se disfraza, parlando el lenguaje de Esopo, los filósofos han de convertirse en perros, caballos, elefantes o cabrones que hablan y piensan antropomórficamente a través de una «crítica» elusiva, indirecta, pusilánime y complaciente. Ascesis de escribir sin decir nada o puerta abierta al oportunismo, la doblez y la ambigüedad: el escritorzuelo, articulista o gacetillero, mediante imposturas y falseamientos, se sirve de dicho lenguaje; y cuando es llamado a moverse teóricamente, lo hace aplicando groseras fórmulas anfibológicas o lanzando lisonjas de filisteo con el fin de acomodarse u obtener la prebenda de rigor. De esa manera, su «crítica» merece ser leída o escuchada, se vuelve glorioso ejemplo y se acepta el meritorio discurso porque se ha desprendido del «núcleo racional» —transustanciándose en una «crítica-acrítica»— en la que prevalecen únicamente los raseros de la «superestructura emocional», de una conciencia vacía de contenido que opera con el puro entusiasmo o el optimismo. Entonces, se logra el propósito de que las palabras ya no digan nada. Como afirma Revueltas:

«Las palabras pierden por completo la significación que indican, como ocurrió con la ideología cristiana por los tiempos en que el agitador Savonarola intentó restituir las vaciadas significaciones a la pureza original de su antiguo contenido. La horca hizo pagar a Savonarola su osado proyecto de arrancar a la fe religiosa de su optimismo y complacencia ideológicos, y las palabras continuaron vacías» [Dialéctica de la conciencia, libro 20, p. 225].

Lo anterior ha quedado ya dicho y redicho en pretéritos Vertederos de cretinadas, por tanto, remito al articulejo «DE LA ESCUELA DE FRANFORT A LOS BALIZAJES DEL CANTINFLAS Y LA CHIMOLTRUFIA»

2.- Las teorizaciones de la señorita Sidartha Ochoa son un bochinche de impertinencias que no contribuyen a entender el fenómeno estético y lo que más importa: el hecho literario y que, por ignorancia o incomprensión, la pijotera escritorzuela lo desplaza de su ámbito y lo sustituye por el texto, creyendo que éste es objeto mismo; o sea, la esencia de la literatura, cuando —si bien es cierto— sólo se trata de un complemento. Para empachar a los lectores, procedo a reproducir dos metatextos de la maestra metatextualera, esperpentos que le han servido —cuando menos, dirá ella— para agenciarse una birroncha oficial que se traduce en mamarle el choto a la presupuestívora beca que otorga el estatuskú culturero y que la jaina, supuestamente, impugna, cuestiona e increpa con sus ráfagas de artero neoescolasticismo cuchupletero (véase: http://www.bajacalifornia.gob.mx/icbc/doctos/BeneficiadosPECDA2009-10.pdf)
«El Fin de la Semiótica de Consumo. Anunciando el fin llegó cierto estilo del pensar norteamericano: La semiótica de consumo. En menos de dos décadas los libros producidos por semiotas de la segunda generación se convirtieron en fragmentos de corte Baudrillard meets Terminator, anunciando la repetición de la semiótica norteamericana. El fin de quien anunció los fines. Un fin desprovisto de la tragedia que contiene el estructuralismo francés; siendo este su precusor. Un fin que no implica - en su inicio - la desaparición formal de dicho pensar.
La semiótica americana de consumo tendrá un marcado acento noventero y no podrá escapar a dicha marca del tiempo. Opera desconstruyendo la cultura en torno a una “cura” en la que los íconos - una mercancía- son eje de la vida pública. La vida íntima se conforma a partir de esta realidad simulada. El exceso de este pensar es la interpretación fatal de dicha simulación.
Terminator, Blade Runner, el sexo y la máquina, Eros y Technos enuncian la problemática del cuerpo que permanece separado de la conciencia - ¿de sí mismo? - por efecto de “la máquina”. Siendo la máquina el acontecimiento en el que la actividad mental supera brutalmente la realidad actual, corporal. La imagen bajo este pensar suplanta a la vida o cuando menos la satura. Y si, lleva a cabo un engaño perfecto, casi total.
A continuación tres pantallas.
Pantalla uno: Las masas, rigen.
Máximo Gorki el escritor del kitsch ruso asistió a una proyección cinematográfica con gran desilusión por la falta de colores y vida que encontró frente a si. Lúgubre, fue el adjetivo que utilizó. ¿Qué diría hoy Gorki del exceso de mensajes y color digital que puede contener la televisión? Diría que es una maravilla socialista. La dictadura afectiva del proletariado. El fin último de las masas semi escolarizadas.
Este comentario es efecto de mi tiempo, semiótico.
Pantalla dos: Al cristianismo le queda mucho tiempo.
Los símbolos sagrados sufren una metamorfosis terrible. El reciclaje que padeció la cultura grecolatina devorada por la vertiente oficial del cristianismo es casi irreversible. El Hermes pagano se vuelve el Buen Pastor. Lo divino ya no fue un atributo inherente a la existencia humana. Lo divino se convirtió para el cristianismo masificado en lo alejado e inaccesible. En lo separado.
El ícono de masas es la expresión contemporánea de esa separación. Y la semiótica lo perpetua.
Pantalla tres: Otra lente es necesaria.
Es en el extrañamiento - la lente- sobre la cual se basa toda tentativa de explicación de los efectos de Technos sobre Eros. Y es sobre otro reciclaje - el de Baudrillard - que accedemos a la importancia de la semiótica, esta será el registro de la injerencia de Technos sobre toda una civilización ya de por si desprovista de Eros.
Encontraremos que la hermeneútica que va mas allá del extrañamiento no está realizada por pensadores norteamericanos. La realizará quien haya entendido lo gringoide, sin ser devorado por ello. Abriendo por fin! la posibilidad de otra hermenéutica. Haciendo formal el fin de la semiótica»
[El Fin de la Semiótica de Consumo, publicado el 31 de mayo de 2009 en la gacetilla Identidad].


14 de julio de 2009

METATEXTOS Y DEMÁS PAYASADAS MIMÉTICAS



METATEXTOS Y DEMÁS PAYASADAS MIMÉTICAS

Promoción de una «estética del disparate», muestrario de palabrería y esnobismo, en la que, no obstante —con la modulación circunspecta que comienza con Holderlin, seguida por Beckett, y que va de Lacan, Kristeva y Barthes, pasando por el minimalismo y las figuraciones estrictamente gramaticales, desglosadas en metatextos y demás payasadas «miméticas»— se evita llamar a las cosas por su nombre. Y tenemos un acopio bastante considerable para lograr tan persistente efecto de altivez tijuanera. La frontera norte de México es, de un tiempo acá, la pasta con la que se hacen hogaño poetas, escritores y periodistas.

—Y qué importa si al cabo hasta el santo rey David se echaba una cana al aire.

Pero aquí los trapicheos son al fiado y la «kulturkampf» una perrería de mala pécora que mancomuna al arte con la bufonería repugnante, la obstinación cortesana, la creación de famas súbitas, la pedantería arribista y el ejercicio de entretenimiento y banalidad, huérfano de instrumentalización epistemológica y sin condensación estética. Escritores y poetas, de un plumazo, echan a la calle (del olvido) estolos malformados, textos charamusqueros en trance de languidecimiento y de concluida deprecación mental, pues la mayor parte de la producción letrera es vacua e insustancial; un depósito de ignorancia y estupidez en toda su plenitud práctica.

Tijuana es el culo de San Diego

Tijuana es el culo de San Diego, es uno de los tantos retretes, tafanarios y bacinicas que tiene California. Dónde todo mundo se cree poeta ...