«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
4 de septiembre de 2015
bajo perfil intelectual y banalización cultural
Literatura como estrategia política y publicitaria para escalonar posiciones sociales y niveles de distinción egocéntrica. Condición cultural de la vida intelectual donde la expresión es una retórica sin conocimiento ni comunicación. Un bajo perfil intelectual y la banalización cultural, los elementos «sinecuanones» del “renacimiento literario” en Baja California y puntos circunvecinos.
—Y usted, ¿por qué es escritor?
—Nomás por puro decoro, licenciada..
La comadre Liz Algrávez
La comadre Liz Algrávez debería de comportarse educadamente y bajarse un poquito de la demagogia para evitar que sea mayor el desprestigio que se carga. Es cosa ya de desvergüenza comparar al Gilberto Licona, partidario de la inoculación mediocre de la literatura, con el «yo trascendental» de un Paul Verlaine, de un Guillaume Apollinaire, de un Vicenzio Cardarelli o de un Camillo Sharbari.
—Y búsquenle la cuadratura al círculo y verán cómo terminarán con la chompeta reseca y con una especie de baba jabonosa escurriéndole de sus bocas.
Leamos un fragmento de esta ñorsa que ya es considerada como la hada madrina de las letras liconianas (pero... por favor, no se rían; guarden compostura):
«Son textos que pudieron florecer bajo la noche de Paris hace 50 años, y bajo la noche italiana hace 100 años, pero nacen aquí, es esta ciudad, sin falsas pretensiones, en donde Gilberto Licona no pide el jardín del edén, sino vivir en un jardín menos jodido, sus metáforas para cantar el sueño de la amada son igualmente urbanas: el sueño tranquilo de los semáforos en rojo, y una trasgresión en el tiempo, que trae a Heráclito hasta el río Tijuana, porque aunque los textos de Licona no tengan falsas pretensiones, tampoco son simplistas, son de un lenguaje puro, cabal, que dice lo que debe decir, sin palabras más ni palabras menos, fluye para el lector, se deja entender, pero también encanta, sustenta la música en la rima interna algunas veces, en la repetición otras, en la aliteración las menos, pero hay ritmo, el texto se abre paso con su sinceridad de corrientes de agua límpida antes de desembocar en el río Tijuana y contaminarse de jeringas, de excremento, de basura; el torrente de palabras de Licona sale intacto, llega victorioso hasta el lector y deja ese gusto de agua fresca para quien tiene sed de una poesía que diga, que signifique, que hable desde el corazón y nos deje ver esto que no conocíamos de Gilberto...».
—¡Ándale, ándale! A la conchita hoy le tocó la suerte de ser la hazmerreír.
—Bueno, ya estuvo; basta de gracejadas. ¿De cuál fumaría la manolina?
Ante todo, la estrategia del loro enyerbado; cotos de lambisconería y complacencia en torno a la nada. Más que a una literata, la licenciada Algrávez semeja a una repugnante vieja alcahueta. Y pobre de aquel tontoculo que caiga hechizado y se deje llevar por esa “límpida sinceridad”, pues acabará contaminado de jeringas, excremento y basura. Toda la verborrea que la ruca suelta en su bártulo es pura cábula; detrás de su frenesí se aboceta un acto de politiquería barata.
Muy zorrocloca para el camelo nos ha salido la exfuncionaria culturosa.
—Como si de veras lo que escribe el Licona pudiera ser lo que la rucaila zalamea.
Al chendear al Gilberto Licona como si fuera un artífice de altos grados de elaboración estética, la repentista Algrávez subordina la literatura a la metafísica, porque volteándole al bato la cachaza de excelso poeta, lo que se descubre en tal bambolla es la pinta real de un tosco y apresurado contrabandista literario.
Desprovista de hueso alguno que mordisquear, ahora a la señora Algrávez tiene tiempo suficiente hasta para evangelizar canónigos. Pero sus planteos no se pueden aceptar, pues habla de un refinamiento exagerado en pro de los textos del Gilberto Licona y, prescindiendo de un mínimo análisis estilístico, arenga en sus parrafadas que el mentado libraco, «Bajo la noche tijuanense», es un detonante de «auténtica poesía», de «bendita locura» y «que ha sido preparado con gusto y con pasión, además de finos ingredientes y buena mano».
Detrás de ese aprecio y magnánimo reconocimiento hay un discurso plastiquero y de mucha soba, amontillado en la ingenuidad, la ignorancia y la conveniencia camelera. Jaleo de bombo y palma, tiroteo de cohetes cortijeros y retintines de campanillas y cencerros.
Contrariamente al supuesto «banquete preparado ex profeso», lo que el chafado Licona ofrece en su impúdico panfleto «Bajo la noche tijuanense», es un desaguisado de letritas ranciadas, una intoxicación de palabras en las que se percibe la languidez poética. Trufado impudor cuasiliterario que —a pesar de estar respaldado por la mitomanía autopublicitaria— irrumpe para esfumarse en un abrir y cerrar de ojos.
idiotas descerebrados
Es decir, no negamos la vida a estos idiotas descerebrados; sólo exigimos que vendan libremente su producto, como cualquier otra cosa, pero no en nombre de la Literatura. Así que sus famosas historietas guais del Paraguay sobre gente que entra y sale de los armarios, muchachas liberadas fornicando por doquier y pijos aburridos que pretenden filosofar sobre Snoopy, sus ropas de marca y su perfume de cien dólares el bote, se las pueden meter donde les quepa.
Leo Bastardi
ya no se sabe quiénes son los léperos y los hombres de talento.
Y así terminan los viejos y nuevos culturosos; revueltos todos en viejas y nuevas camarillas donde ya no se sabe quiénes son los léperos y los hombres de talento.
¿No será lo mismo transformarse que perecer?
¿No será lo mismo transformarse que perecer?, pues hay gente que cuanto más se acerca a la vejez, más entontece.
La pintura norbacaliforniana anda por los mismos fueros que
la poesía: la mayor parte es pura chet..
lambisconerías y gazpachos
Ahora que el «mérito artístico» es estrictamente subjetivo, pues qué más remedio que incluir todo lo que se mueva y confundir a la «crítica» con los discursos parasitarios, mediaciones tramposas para asombrar a la grey protoliteraria. Si ahora la historia sólo se concibe en metáforas, entonces habrá que aceptar en la categoría de crónicas y reportajes hasta las lambisconerías y gazpachos.
Trujillo Muñoz y los hermanitos Sarabianos
Miren qué afinidad de sacristía literaria ante el derretido calor del compadrazgo que les escurre por todos los poros, Trujillo Muñoz y los hermanitos Sarabianos, entre otros miembrillos y agnados de los organismos cultureros; y a quienes no se les doblan los ánimos para dejarse trastear las nalgas por su recíproca amistad (como el amor idealizado entre Dido y Eneas, o las apostrofadas concupiscencias mayatiles de Nerón y Esporo), muy útiles para taimar cohecho y prevaricato entre literatos y hombres de gobierno.
Cortados con las mismas tijeras están estos pelafustanes interpuestos a la zalamería vocinglera y que por encargo oficial cifran el mundo novelero y las milagrerías poéticas por unos cuantos varos y pingajos de vanidad Todo se incluye en la cachaza de los deseos meritorios para los recomendados, literatos que conforman la reducida mafia culturera vinculada a las directrices del oficialismo y que chupa incesantemente del bote presupuestívoro como sanguijuelas gigantes.
18 de julio de 2015
CORRELACIONES SEMIÓTICAS, TRANSTEXTUALES Y PALIMPSESTUOSAS
CORRELACIONES
SEMIÓTICAS, TRANSTEXTUALES Y PALIMPSESTUOSAS
El poder
expresivo de la conciencia verbal se manifiesta a través de un discurso
descontextualizado, permutación de signos —en correlaciones semióticas,
transtextuales y palimpsestuosas— que derivan del pastiche, las alusión, el
plagio, la glosolalia, la imitación, etcétera. Impulsos que estallan hacia afuera
a través del proceso creador de la palabra, en sus más altas posibilidades de
reinvención del mundo y la realidad; vincular lo uno con lo otro, —transitar de
la memoria al olvido; repulsión y atracción del caos—: imaginación del objeto
real.
UNA HISTORIA IMPREGNADA DE PLACER Y LUJURIA
UNA
HISTORIA IMPREGNADA DE PLACER Y LUJURIA
Lo que voy narrar es una historia impregnada de placer y lujuria, producto de una mente enferma, cochambrosa y pijotera. Es una fábula llena de palabras sucias, obscenas, descompuestas y podridas; muy de la talla de los gamberros, de gente sin oficio ni beneficio, mal educada y sin pudor, carente de cualidad o virtud, que ha sabido gozar de los placeres más insípidos del mundo y que, más temprano que tarde, siempre acaba ensuciándose de lodo.
Es un asunto que a usted, lector o lectora, no le conviene leer; en él no existe ni una brizna de pensamiento diligente. Créame que nada gana su conciencia en zambullirse en esta urdimbre de palabras que los críticos (es decir los aduladores o defenestradores) consideran metaliteratura, es decir una intentona literaria que quiere hablar acerca de la literatura; una historia dentro de otra historia o muchas historias sacadas de otras tantas historias.
Yo le pido de todo corazón que no lea; le causaría mala digestión a su salubérrima conciencia. Usted perderá sin denuedo el tiempo y nada obtendrá de provecho; son barruntos que no ilustran ni entretienen.
Por tanto, lo conmino a que deje de leer, ya no siga. Por el amor de Dios, no me desoiga. Acuérdese que a arca abierta el justo peca. Es por su bien.
Pero si usted insiste en proseguir la contumacia, solamente le pido que no haga público el pregón que hoy despacho. Guárdelo como un secreto en su memoria.
Por otra parte, quiero deslindar posibles culpas. Si usted, lectora o lector, encuentra algunas dosis de pornografía, considérese afortunada, pues ésta era la intención primigenia. Si algunos pasajes narrativos le provocan náusea, vómitos o excitación sexual, ese es un problema estrictamente suyo. Yo no me hago responsable.
La teoría del caracol que penetra por el oído para escuchar al «otro» por un camino circular.
Examinemos por encimita cómo ciertos inquisidores disfrazados de exegetas «sui juris» se pasan por los tanatillos de la señora Leda el "sacrosanto" derecho de discusión e información (eso sin contar que usurpan atribuciones exclusivas de la Secretaria de Gobernación, quien —dicho sea de paso— es la autoridad competente en asuntillos de tal calado).
Así, desparpajadamente se habla de "sanción", de "la moral y las buenas costumbres", de principios "axiologicos", de acciones "obscenas", de escenas "perturbadoras", entre otras paparruchas que ya apestan a mojigaterías e hipocresías deslavadas. La reconstruccion de lo acontecido es historia o arte; y si la historia ha sido suprimida y alterada, entonces qué se puede esperar ya a estas alturas de la congoja donde el silencio también es un proceso discursivo. O sea, la teoría del caracol que penetra por el oído para escuchar al «otro» por un camino circular.
La porvenir es sólo la idea de ser «otro»; pero ese «otro» puede ser un caradura que —en mutua pertinencia con la indigencia mental y la ignorancia histórica— se dedica al oficiar la pulcritud moral, el recato y la decencia. Se trata de una función redefinidora de las apariencias ilusorias, un asunto de muchas ronchas porque en los avatares del dominio cultural se arraiga como una forma de represión subyacente que reivindica los valores tradicionales y otras antiguallas moralizantes. Figura de primera línea es el censor posmoderno, teórico del postindustrialismo que hace suyos los «juegos del lenguaje» wittegesteiniano, la fijación de los registros lingüísticos para encasillar, apartar, parcializar.
Pero en la vida hay más experiencias que lo expresado, que lo transcrito como falsas disyuntivas, como recortes sinuosos, como parámetros que sofísticamente evalúan las idiosincrasias. Se injertan conceptos que ya no tienen significado, fórmulas que son expresiones del fetichismo. Proceso de mimetización de la ideología dominante, ubicuidad de las cosas para esconder su marca de factoría, su estatuto ilusorio.
Y en una realidad social —tributaria de la resemantización— se han infundido creencias y actitudes que no son otra cosa que charlatanerías cultureras, es decir, desvergonadas calcas de los discursos de la compañías trasnacionales (como el monolítico discurso seudoizquierdista de la Coca cola. Así,el apologeta y organizador de las mentalidades favorables a la acumulación del poder, mediante sus filtros y catalizadores diluyentes, fingiendo ingenuidad beata, nos enseña el camino de Damasco; nos define lo que es tolerante, lo que es ecológico, lo que es obsceno, lo que es encomiable.
Palabra y realidad ya no concuerdan.
Así, desparpajadamente se habla de "sanción", de "la moral y las buenas costumbres", de principios "axiologicos", de acciones "obscenas", de escenas "perturbadoras", entre otras paparruchas que ya apestan a mojigaterías e hipocresías deslavadas. La reconstruccion de lo acontecido es historia o arte; y si la historia ha sido suprimida y alterada, entonces qué se puede esperar ya a estas alturas de la congoja donde el silencio también es un proceso discursivo. O sea, la teoría del caracol que penetra por el oído para escuchar al «otro» por un camino circular.
La porvenir es sólo la idea de ser «otro»; pero ese «otro» puede ser un caradura que —en mutua pertinencia con la indigencia mental y la ignorancia histórica— se dedica al oficiar la pulcritud moral, el recato y la decencia. Se trata de una función redefinidora de las apariencias ilusorias, un asunto de muchas ronchas porque en los avatares del dominio cultural se arraiga como una forma de represión subyacente que reivindica los valores tradicionales y otras antiguallas moralizantes. Figura de primera línea es el censor posmoderno, teórico del postindustrialismo que hace suyos los «juegos del lenguaje» wittegesteiniano, la fijación de los registros lingüísticos para encasillar, apartar, parcializar.
Pero en la vida hay más experiencias que lo expresado, que lo transcrito como falsas disyuntivas, como recortes sinuosos, como parámetros que sofísticamente evalúan las idiosincrasias. Se injertan conceptos que ya no tienen significado, fórmulas que son expresiones del fetichismo. Proceso de mimetización de la ideología dominante, ubicuidad de las cosas para esconder su marca de factoría, su estatuto ilusorio.
Y en una realidad social —tributaria de la resemantización— se han infundido creencias y actitudes que no son otra cosa que charlatanerías cultureras, es decir, desvergonadas calcas de los discursos de la compañías trasnacionales (como el monolítico discurso seudoizquierdista de la Coca cola. Así,el apologeta y organizador de las mentalidades favorables a la acumulación del poder, mediante sus filtros y catalizadores diluyentes, fingiendo ingenuidad beata, nos enseña el camino de Damasco; nos define lo que es tolerante, lo que es ecológico, lo que es obsceno, lo que es encomiable.
Palabra y realidad ya no concuerdan.
CONJETURAS RAMPLONAS DE LENGUAJE
Si el lenguaje interactivo proporciona el contacto con la literatura, por hablar de un caso especifico, la nomenclatura que lo conforma, de acuerdo con cada corte histórico, se relabora y se trasmuta en para dar vida a nuevos contenidos semánticos; y para establecer la comunión lingüística se requiere de un código precedente que sirva de enlace retórico multifuncional que acerque al conocimiento, que revele la verdad, que confronte el pasado con el presente, que sugiera, convenza, informe, narre, poetice y que se anticipe a los hechos.
Arquetipo de la palabra que nos induce a escribir como necesidad. Pero, como dice un poeta salvadoreño, hay lenguaje de la vida y lenguaje metafísico. De un tiempo no muy corta hacia estos días, el isomorfismo, la confusión y la redundancia se han aquilato como forma esnobista de retórica, y las categorías lógicas del pensamiento se diseminan abstracciones que simbolizan contrariamente a los objetos concretos que les dieron origen.
La razón de este lenguaje absurdo, contradictorio y pretendidamente científico se ha inventado para justificar determinadas acciones e intereses; por eso la ciencia, dice Ernesto Sabato, ha encontrado su lenguaje propio; «totalmente inventado para sus necesidades: una tranquila multitud de símbolos desposeídos de cualquier otro significado que el convenido para sus creadores».
Muy alejado del lenguaje del hombre del montón es el nuevo acervo lingüístico que se rige por las pautas de la mercadotecnia, unidad de elementos expresivos que no rebasan el nivel de una sicología petrificada que presume de lenguaje cosmopolita, muy útil para mantener en vigencia a sofismas decrépitos.
En esa jerga la interpretación y el significado, ciertos términos no se resuelven con el valor literal que ofrece la etimología o la semántica, y, por tanto, su análisis no puede reducirse a esas disciplinas, ya que el lenguaje empleado en el proceso de homogeneización cultural, como lenguaje tecnocrático y globalizador, es el lenguaje de las mercancías y expresión de un momento histórico que al difundirse -distribuirse- se reproduce como un "imaginario colectivo"; como ilusión que amputa la realidad y domestica la conciencia del aagente receptor (fijémonos en la reducción: hombre-ciudadano-contribuyente-cliente-usuario-consumidor).
Los conceptos de la publicidad como categorías de las formas de control socio-cultural responden a un interés de clase, dominante, cabe afirmar. Separarlos de la relación que guardan con la ideología tecnocrática sería caer en un monismos escuetos, en posturas reduccionistas, como en los que se incurre cuando se estudian aquellos fenómenos de la sociedad reduciendo sus explicaciones a concepciones puramente "legalistas" o "economicistas"; o sea, desde conjeturas ramplonas, propias del determinismo (verbigracia: "libre juego de las fuerzas económicas").
En este caso el problema reside en la identificación fundamental de la relacion bilpolar que surge como una simbiosis en la que resulta casi imposible distinguir las antinomias o separar las antípodas del discurso y de la realidad; es decir, lo que debe ser el concepto (por ejemplo: el amor) y el hecho pertinente (por ejemplo: la mercancía). Señala el máster Antonio Gramsci —en Cuadernos de la cárcel, Tomo I— que tales determinismos conducen a yerros epistemologicos; pues es una bárbara estupidez, creer que que el concepto amor y la belleza son hechos históricamente determinados y que la economía es la naturaleza misma.
17 de julio de 2015
Ñusto corazón de la congoja en flor de chinche
Auroleabale la fama con un credo poético aislado y sin genealogía
Se hinchaba de ruido el silencio
Pero las orejas de trapo estaban rotas
Ñusto corazón de la congoja en flor de chinche
No habla pero mueve los labios
Esos labios pintados de rojo como puerta de pulquería
Se hinchaba de ruido el silencio
Pero las orejas de trapo estaban rotas
Ñusto corazón de la congoja en flor de chinche
No habla pero mueve los labios
Esos labios pintados de rojo como puerta de pulquería
¡Trucha con esas tías!
Cofradía poética oficial profesando sin verdadera vocación
Cuánta palabra brotaba de su inspiración recolera
Se azotaban con el látigo de la disciplina sin reparar en gastos
Los cilicios apenas dejaban libres las coyunturas de los codos
Acompañadas de unos lobeznos que no temen ni a Dios ni al Diablo
¡Trucha con esas tías!
Fogosas sobre la inflamable poesía
Se hicieron de pencas
La imposibilidad de los posible y el melindroso clamor de la poesía
Escucha bien lo que te voy a decir. Ya no hay lugar para los estremecimientos y las demagogias sentimentales. Por tanto, es necesario que limpies el cuadrante de tu reloj; por que tu tiempo está desfasado con respecto al tiempo de hoy. La imposibilidad de los posible y el melindroso clamor de la poesía (con las acotaciones anotadas); tan maravilloso y acomodaticio como mi primera enfermedad venérea, como mi primer juguete infantil, como mi primer agasajo marinero.
6 de julio de 2015
Liderazgo cultural que no es otra cosa que una ignorancia zafia
Para hacer alucinar a profanos, según dicen ellos, y algunos de sus compinches, que son promotores (y, además, culturales), pero yo digo que son publicistas del parpajo espectacular y de la defección artistoide. ¿Y quién les envió ese soplo de exquisita sensibilidad prefabricada? Cuando no hay silencio, toda respuesta de su parte queda a merced de la irracionalidad o se reduce a un «chinga tu madre».
Y los verdaderos promotores ¿qué arguyen al respecto?; ¿quién de ellos respinga ante esa inculta desvergüenza que los rebaja al mismo rasero de los falsos? Bueno, algunos alegarán que no es un problema de personas sino conceptual. Y juntos seguirán compartiendo cartel en los intríngulis de una cultura, que no es más que una etiqueta y lujo intelectualoide.
—Pues… sí. ¿A quién le importan esas futilezas experimentales? Si al final el azar y la lógica se enredan y dan fundamento a un contexto de liderazgo cultural que no es otra cosa que una ignorancia zafia.
Y los verdaderos promotores ¿qué arguyen al respecto?; ¿quién de ellos respinga ante esa inculta desvergüenza que los rebaja al mismo rasero de los falsos? Bueno, algunos alegarán que no es un problema de personas sino conceptual. Y juntos seguirán compartiendo cartel en los intríngulis de una cultura, que no es más que una etiqueta y lujo intelectualoide.
—Pues… sí. ¿A quién le importan esas futilezas experimentales? Si al final el azar y la lógica se enredan y dan fundamento a un contexto de liderazgo cultural que no es otra cosa que una ignorancia zafia.
El Jorge Ortega y sus compinches
Un desprecio hacia la verdad histórica: «cinco o hasta diez años» marcan el límite entre la obscuridad y el brillo del sol. A la bastarda de Chimalguacán, la señorita Sor Juana Inés de la Cruz, le pernoctaron sus versos más de doscientos años, hasta que fue rescatada por unos poetas jotitos del siglo XX; Maquiavelo tuvo que ser redescubierto por Fitche; el marqués de Sade por Guillaume Apollinaire y el borracho de don Edgar Poe por Baudelaire. Y hubo hasta quienes se pegaron un plomazo en la tatema para hacerse de la fama que hoy presumen señoritos como el Jorge Ortega y compinches.
—Es que ahora somos muy veloces.
12 de diciembre de 2014
la mayoría ni siquiera sabe qué cosa es poesía y qué cosa no lo e
Los
poetas raramente vinculan la poesía con sus agendas de vida diría. Por
lo regular, ni los hipocambos de la lírica les funcionan, pues la
mayoría ni siquiera sabe qué cosa es poesía y qué cosa no lo es. Al
firmar que existe apertura en el modelismo culturero, claramente se
demuestra que ocurre lo contrario, el empeño que la oligarquía dominante
impone para aniquilar todo intento de intervención colectiva en las
faenas artísticas; los estratos populares son relegados a las
condiciones materiales y espirituales de la quintaesencia que les
corresponde, es decir, a su pobreza total.
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