Los culturosos ya no sirven a la cultura, sino que
se sirven de ella. Subsiste en el fondo una sociología de difusión del engaño,
un rótulo anfibológico con el que se pretende seguir contrabandeando los
simulacros de capilla y cofradía en un pueblo de ignorantes y desposeídos, una
simulada idealización del problema cultural en manos de ilusos que, vanamente,
creen que pueden hacer lo que los políticos no hacen. El quehacer intelectual
ya no tiene sentido ni ubicación precisa, se ha descongestionado. Y el cambio
de intención que antes era un fin, hoy es un medio. Y la vida culturosa es un
banquete o una inanición. Y más ahora que hay portentosa hambruna de artistas,
intelectuales y promotores independientes.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...

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La función cultural de la mayoría de los artistas y escritores que han emergido —con más precipitación que talento— es de escaparate y apari...
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