El quehacer intelectual ya no tiene sentido ni ubicación precisa
Los culturosos ya no sirven a la cultura, sino que
se sirven de ella. Subsiste en el fondo una sociología de difusión del engaño,
un rótulo anfibológico con el que se pretende seguir contrabandeando los
simulacros de capilla y cofradía en un pueblo de ignorantes y desposeídos, una
simulada idealización del problema cultural en manos de ilusos que, vanamente,
creen que pueden hacer lo que los políticos no hacen. El quehacer intelectual
ya no tiene sentido ni ubicación precisa, se ha descongestionado. Y el cambio
de intención que antes era un fin, hoy es un medio. Y la vida culturosa es un
banquete o una inanición. Y más ahora que hay portentosa hambruna de artistas,
intelectuales y promotores independientes.