Roberto Castillo o cuando el paquete de poeta la queda grande




Sumido en un sopor letárgico y besando sus propias llagas se resiste a escribir una poesía decente. Debilucha literatura que a duras penas se levanta es la suya. Lirismo que sólo da unos cuantos pasos como si fuera un caballo flaco y extenuado bajo un jinete gordo y demente. El sol está casi en su cenit y el alma de este poeta no es más que un vapor, exhalación que huele a descomposición. El paquete de poeta le queda grande y su literatura es tan veleidosa que puede ofrecerse como receptáculo de las palabras o de cacas. 
¡Coz del asno al león agonizante! ¡Buitre que devora el hígado!
 El ruco es lo que no es y no es lo que es, como diría Hegel. Porque detrás de la aceptación hay también un rechazo.

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