La «regeneración espiritual» de la literatura se subsume en un medio
funcionalista para ilustrar a la masa de ignorantes pelados y en una
estrategia publicitaria para escalar niveles sociales y distinción
egocéntrica. Cultura que se disfruta como un privilegio, pero que —como
decía el máster Aníbal Ponce— envilece tanto como el oro. Más que en una
individualización creadora, las transformaciones del sistema literario
encuentran su explicación en factores sociales, económicos y políticos;
en la secuencial línea cronológica de los asuntos de la hegemonía
cultural, más que en la genialidad estética.
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...

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