consumo de bienes culturales
Induciendo al consumo de bienes culturales, se parte de la convicción de
que la literatura es ahora más chingona; y, a contrapelo de lo que
sucedía en otros tiempos, el arte se privilegia como producto de mercado
y el canon literario se postula desde la industria editorial. La
literatura se contiene en un desaforado discurso —pobre, maltrecho e
incoherente— en el que se habla de todo y de nada al mismo tiempo. O
sea, la literatura como apéndice de lo que ayer fue literatura