A partir del momento histórico que Ángel Rama denominaba «reconstrucción
de la retórica», el concepto de ideología se abrió a nuevas formas
superestructura les. Se establece la ambigüedad del discurso y la
realidad deja de ser natural y objetiva porque la determina la técnica
literaria. La sociedad clasista es morfológicamente un modelo cultural y
el arte un ejercicio de control social, una confusión de caracteres, de
repetición de fantasmas de telepantalla.
Del hecho concreto se desprendió un flagrante fraude culturero asentado
en el poder, los elementos de la confrontación quedaron subordinados a
los principios conservadores del sistema dominante y a los referentes
igualitarios para tratar de subsanar de manera abstracta, es decir, con
meras ilusiones, los desequilibrios culturales y las condiciones de
desigualdad económica y social. En el acto de los postulados
conceptuales la modernización bifurcó los mismas fórmulas que la tradición
duplicada; culta y popular, tecnificada y escueta, refinada y vulgar.
El corpus ideológico se propaga como la idea de la entonación, como
cliché generado desde de la parte superior de la pirámide. Un lenguaje
de configuración asimétrica ocupa la posición hegemónica en lo que
Bourdieu llamaba el «campo» o «contexto»; el mito local se fetichiza en
un símbolo de universalidad, la parte como el todo: un mismo sentimiento
se amolda y se expresa en el conjunto general simbolizado.
—Contextualización global de la idea particular del grupo dominante.
—La globabalización se ha construido con retazos y prestamos simbólicos
Los grandes exponentes no han sido los filósofos, sino los novelistas y
poetas. O mejor dicho, los literatos que se creen filósofos. La crítica
literaria se ha politizado, las «desviaciones» de los escritores marcan
el rumbo de las valoraciones estéticas y la censura es sinónimo de
empresa editorial o asunto de los medios de difusión. En un ámbito
culturalmente corrompido y atestado de estupidización banal, el triunfo
político es un triunfo literario; y es el destino que saca al escritor
del anonimato público, sin que importe ya la integridad intelectual o la
calidad artística de la obra
«Todo lo que escribo está cargado de dinamita. Mientras tenga fuerza y entusiasmo cargaré mis palabras con dinamita. Sé que mis verdaderos enemigos, los tímidos y los arrastrados, no se enfrentarán a mí en un combate justo. Sé que la única forma de entrar en contacto con ellos es alcanzarlos desde dentro, por el escroto, tiene uno que subir por dentro y retorcer sus sagradas entrañas» Henry Miller
Francisco Morales en la dote cultural de nuestras miserias locales
Y el poeta, compinchado en la rémora de las instituciones cultureras del gobierno empresarial (IMAC, CONACULTA, FONCA, ICBC, CECUT), proporc...

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