una cultura dominadora que impone la falsedad de sus monigotes
Revueltos todos en viejas y nuevas camarillas donde
ya no se sabe quiénes son los léperos y los hombres de talento. Cualquiera sabe
cómo se precisa el “apoyo” o la parola hacia los protegidos y recomendados, es
decir, la complicidad de capilla, simplemente se les pide a la terna de los
«dadores» en turno la dejadez de su responsabilidad moral en aras del
prevaricato y la arbitrariedad. Con una cultura dominadora que impone la
falsedad de sus monigotes ya no se le puede devolver al arte la inocencia
creativa, su libre ejercicio espiritual. Y ante tal imposibilidad de enderezar
lo torcido, la única salida de combate ha de ser entonces una crítica
despiadada y de carnicería analítica en el tratamiento de los temas.