ELIZABETH ALGRAVEZ.
Muy zorrocloca para el camelo nos ha salido la
exfuncionaria culturosa. Ante todo, la estrategia del loro enyerbado; cotos de
lambisconería y complacencia en torno a la nada. Más que a una literata, la
licenciada Algrávez semeja a una repugnante vieja alcahueta. Y pobre de aquel
tontoculo que caiga hechizado y se deje llevar por esa “límpida sinceridad”,
pues acabará contaminado de jeringas, excremento y basura. Toda la verborrea
que la ruca suelta en su bártulo es pura cábula; detrás de su frenesí se
aboceta un acto de politiquería barata. La comadre Algrávez debería de
comportarse educadamente y bajarse un poquito de la demagogia para evitar que
sea mayor el desprestigio que se carga. Es cosa ya de desvergüenza comparar al
Gilberto Licona, partidario de la inoculación mediocre de la literatura, con el
«yo trascendental» de un Paul Verlaine, de un Guillaume Apollinaire, de un
Vicenzio Cardarelli o de un Camillo Sharbari. Desprovista de hueso alguno que
mordisquear, ahora a la señora Algrávez tiene tiempo suficiente hasta para
evangelizar canónigos. Pero sus planteos no se pueden aceptar, pues habla de un
refinamiento exagerado en pro de los textos del Gilberto Licona y,
prescindiendo de un mínimo análisis estilístico, arenga en sus parrafadas que
el mentado libraco, «Bajo la noche tijuanense», es un detonante de «auténtica
poesía», de «bendita locura» y «que ha sido preparado con gusto y con pasión,
además de finos ingredientes y buena mano». Detrás de ese aprecio y magnánimo
reconocimiento hay un discurso plastiquero y de mucha soba, amontillado en la
ingenuidad, la ignorancia y la conveniencia camelera. Jaleo de bombo y palma,
tiroteo de cohetes cortijeros y retintines de campanillas y cencerros.
Al chendear al Gilberto Licona como si fuera un
artífice de altos grados de elaboración estética, la repentista Algrávez
subordina la literatura a la metafísica, porque volteándole al bato la cachaza
de excelso poeta, lo que se descubre en tal bambolla es la pinta real de un
tosco y apresurado contrabandista literario.