la publicidad se conceptualiza

Los imperativos del mercado para allegarse ganancias han modificado el rol de los consumidores, y a través de la publicidad se conceptualiza la noción de la cultura en sentido diametralmente opuesto, introduciéndose la visión ultraligera, es decir, culturalista. «Hoy ya damos por sentado —dice el máster Eduardo Subirats— que el concepto de cultura no es idéntico con aquel significado de libertad y autorrealización que tuvo para los intelectuales de la Ilustración moderna. Y se acepta sin mayores reflexiones que tampoco la cultura es el medio, privilegiado porque marginal, en donde se dan expresión los conflictos sociales e individuales a través de una responsabilidad colectiva de los lenguajes intelectuales o artísticos». Categoría que se sitúa en una pretensión de cultura vacía de sentido, recreada como una glosa romántica pero a la vez perversa, una noción de cultura de poca o nula visión crítica, generada como un mero proceso de intelectualización, abstraída del contexto de la lucha de clases, controlada y reproducida por los miembros más oportunistas, nefastos y parasitarios de la pequeña burguesía; cultura neoescolástica, excluyente, idealista y que, como refiere Antonio Gramsci, «sigue siendo la cultura de una restringida aristocracia intelectual, que a veces tiene influencia sobre la juventud, solamente cuando se convierte en política inmediata y ocasional». Conceptos como «agenda cultural», «balance alternativo de la cultura», «comunidad cultural», «propuestas artísticas», «función pública», «espectro cultural», «desarrollo creativo», «gestor cultural», «promotor artístico», etcétera y demás etcéteras, son usados como si fueran ungüentos o jaleas que le servirían a cualquier hembrita para paliar escozores en la chutama.

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