Y ME GUSTÓ LA CHINGADERA

Y ME GUSTÓ LA CHINGADERA Todo pasó en un día en que yo fui a buscar a un morro que era compañero de clases, muy trucha para las matemáticas el güey. Y como yo era un pinche burro en cuestiones de números, pues fui a talonearlo a su cantón para que me hiciera un paro con la tarea que nos había dejado el profe. El morro no estaba en su cantona, pero estaba su caenalita de 15 años. Yo tenía como 11 años de edad y todavía no se me paraba la bichora y, además, tenía buenos pensamientos. Solamente conocía lo malo por referencias bíblicas y platicas beateariles. Pero el Chamuco, disfrazado de ángel, andaba en el aire y puso ante mis ojos los pliegues carnosos de una vulva adolescente, haciéndome creer que trataban de pétalos de flor. No lo puedo negar, me gustó la chingadera.

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