los culturosos

La visión que se tiene de la cultura es meramente intelectualosa, libresca, frívola y de farándula; como el humanismo de hoy en día, es una abstracción ajena a la vida concreta. Es la misma concepción que tanto los culturosos como los conservadores tienen de la cultura y no se ha logrado objetivamente un mínimo grado de función social. Cuando se pone de moda es fácil que cualquier cretino u oportu nista la reivindique con ligeros respingos, tan serviles como pendencieros. A partir de los años setenta, luego del fracaso y de la subsunción oficial de las protestas radicales sesentaiocheras, para anestesiar y paliar las gravideces del aparato dominador se recurre a las concepciones antropológicas de la cultura, determinaciones academicistas en las que se aplica la teoría de la «hegemonía cultural» planteada por Gramsci y que señala que los elementos esenciales del orden, control de dirección, dominio y sujeción, no se encuentran en los factores de la producción económica, sino en las categorías superestructura les, es decir, en aquellos requerimientos de índole político-moral, y los intelectuales son las piezas fundamentales en la conformación y reproducción de dicha hegemonía. La coerción, la mediatización y la imposición de valores inicia en los niveles superestructura les de la cultura. Los proyectos culturales adquieren connotaciones políticas casi imperceptibles que refuerzan los bastiones del poder. Si la cultura se ha de entender como sociedad (capitalista) de relaciones pervertidas y sublimadas, entonces los intelectuales, desde el punto de vista ideológico, son coincidentes con los intereses de las clases dominantes. A un manojo de mitos que son una serie de contradicciones le intenta dar el nombre de uniformidad cultural.

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