Como buen chupapollas


«El poeta que arrastra las patas» se distingue por su pasividad, conchudez y por ser un «bueno-para- nada». Y, además, por ojete y gandalla. Desgarbos que se acreditan al peregrinar las reminiscencias de lo que fue la primera versión del blog «El Charkito [http://elcharquito.blogspot.com/]. Bien dicen que los hipócritas no sirven a Dios, pero se sirven de Dios para engañar. 

El autodistanciamiento de la conciencia para paliar sus propias culpas y sublimar (aplastar) las pulsaciones de un superyó edípico, en el caso del «poeta que arrastra las patas», cabe destacar que la hipótesis concerniente a la teoría de la glorificación del útero materno (como refugio de protección y seguridad para el hijo divorciado) no se apoya simplemente en la configuración somática de corte froidiano, sino que se descubre en la recargada holgazanería que padece como megagüevonazo el poeta que arrastra las patas. Es por ello que el bato permanece en el hogar de su jefita, lejos de las labores agotadoras, pordioseándole el «güélfer» que la doña recibe de los Yunaites. Y el poeta arguye que su ascenso al alto escalafón de la güevonería se justifica en términos de las necesidades poéticas. Convencido de que hay que concederles prioridad y, por supuesto, saber encontrar tiempo para algunas bebidas, antes y después de las veladas literarias y recitales poéticos en cafetines o chupaderos, pues «el poeta que arrastra la patas» encontró minuto preciso para pelar la pava y, tomando distancia de las convicciones ideológicas y credo político, intenta acomodarse —como buen chupapollas— en el «yetzet» culturero tijuanaco, creyendo que así logrará un “éxito” artístico.



El poetastro «que arrastra las patas» junta las palabras y va escribiendo lo que se le viene en mente; y, así, por medio de notitas descriptivas, producto de sensaciones visuales y boberías que lo turban y lo emocionan, se ciñe el objeto de la lírica. Su poesía es producto de sensaciones visuales, una especie de proyección utilitarista (para no decir catarsis o purga espiritual) de la inconciencia, una lirica de extracción enteramente impresionista, pasiva, sin fuerza, demasiado descuidada en lo que debieran ser sus registros estéticos. Como poeta, el bato, cuaja una lirica en la que no hay canto ni tampoco narración, únicamente describe en su sentido más escueto, una prosa vertical que parece haber sido despachada como si fuera un tíket salido de una máquina registradora de algún supermercado. Si acaso algunas piezas trascienden, se debe solamente al valor técnico de la imagen, expresada no por la economía de la metáfora sino por el simplismo retórico. O sea, por la pura exclamación rota y de medio pelo. 



Y como la poesía ni puede ser ya definida y tampoco puede aprenderse por medio de tallercitos, lo que se hace entonces es cronopiar ocurrencias, perorar sensiblerías, asignándoles una falsa mácula estética, pero —eso sí— con mucha pretensión de onanismo intelectual, típico de los literatuelos mamones, comodinos, chapuceros y arribistas. Bien haría en quitar del perfil de feizbuk su foto con cara de puerco afeminado que ha posteado [http://www.facebook.com/profile.php?id=676415322&sk=photos].

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