REFLEXIONES DE UN ALBAÑIL MARIGUANO.


No hay que paniquearse con chuchadas. Restándole el fatalismo providencial y sin apechugar la tesis de darvinismo social que estila, podemos parafrasear aquella sentencia de Mariano José de Larra cuando afirmaba que Dios, el Chamuco, o lo que usted quiera, determinó la mortificación de un bicho en la naturaleza de otro bicho: «como crió el sacre para daño de la paloma, la araña para tormento de la mosca, la mosca para el caballo, la mujer para el hombre, y el escribano para todo el mundo, así crió en sus altos juicios a la trapera para el perro, especies que se aborrecen, se ladran, se enganchan y se venden».
Efectivamente, hasta el más ortodoxo seminarista está tentado a convertirse en un chulo padroteador de suripantas.

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