EL ROBERTO JIMÉNEZ (ALIAS «EL ROSIQUE»): DEL FACILISMO HUERO A LA IMPOSTURA ZALAMERA



EL ROBERTO JIMÉNEZ (ALIAS «EL ROSIQUE»): DEL FACILISMO HUERO A LA IMPOSTURA ZALAMERA

Entre los muchos y tantos baladreros que pontifician ese alelamiento cretino y comparación falaz de considerar a Tijuana como una megalópolis de la cultura y las artes, a mas de otras mariguanadas de igual calibre, podemos citar a otro batillo que se esmera en urdir disparates de igual calado que los batillos y minas que he pasdo por hacha en mis tantos «Vertederos de cretinadas».
Me refiero al Roberto Jiménez Rosique, pintor que se pudre de ganas de ser escritor y quien, en sus ratos en que deja de pastichear monitos y círculos concéntricos, emulando pachorrudamente la metafísica figurativa de Chirico y las fisonomías geométricas del cubismo picassiano, se dedica a redactar algunas margallatesces que se atreve a publicar en dos tres suplementos y revistas culturales.
Este zagalón de la escritura se acomoda entre la bandada de seudoliteratos y se desmadeja exhibiendo un somnoliento texto que se titula «Tijuana: ciudad creativa», y publicado en el fanzín sarabiano «Tijuana Metro», volumen 6, número 43, de fecha agosto-septiembre de 2006.
Más esmerado en añadir disparates, decapitando la sindéresis y partiéndole la madre a la prosodia, el Rosique despacha su articulejo reverenciando la misma chuchería propalada con el objeto de atribuirle a este mingitorio fronterizo una relevancia que no le corresponde, en el sentido de considerarlo como un «epicentro» del arte y la cultura, a la par de ciudades como Berlín, París, Londres o Bruselas.
Éste es un ejemplo de algunos referentes y despropósitos suyos que anotó en el textito faltriquero y que sacó a la colada:

«El evidente progreso del arte bajacaliforniano observado en los últimos años va en concordancia con el acelerado desarrollo social y económico de la región…» [Roberto Rosique, Tijuana: ciudad creativa, Tijuana Metro, volumen 6, número 43, agosto-septiembre de 2006, página 17].

Como el articulejo del bato está plagado de contradicciones e incongruencias, me limitaré únicamente a transcribir otro fragmento de sus inconsistencias antiteoréticas:

«…el surgimiento de proyectos definitorios y controversiales como inSITE, Salón internacional de Estandartes y Tijuana la Tercera Nación, entre otros, que han incrementado el interés por el acontecer cultural de la frontera, y que a pesar de las carencias de espacios culturales, la pobreza de un mercado local ara el artes y la ausencia de una crítica especializada para el mismo, entre tantas cosas más, se ha ido conformando, al paso del tiempo, un arte plural, incluyente y ambicioso, congruente al dinamismo social en que se desarrolla» [Roberto Rosique, Tijuana: ciudad creativa, Tijuana Metro, volumen 6, número 43, agosto-septiembre de 2006, página 17].

Vaya manera de hacer el recuento de sus ensueños y viajes al paraíso. Cantarle loas a Tijuana porque ya es una «meca» del arte.

—Bueno sería que yo tuviera el tiempo libre que la vida otorga para ejercer esa talacha de llenar libretas y cuadernos de cuanta mamada y media vengan a la cabeza.

Si andan promoviendo la pena de muerte hasta en los libros de texto de escuelas primarias, quienes se arriman al asunto de tales apologías también deberían ser buenos para exhortar al retiro voluntario de ineptos en el terreno de la cultura.

—Qué expectante resulta saber que en este tafanario del turismo de a dólar existe «un arte plural, incluyente y ambicioso».

Y miren si no: Tijuana está saturada de sedicentes artistas con obras absolutamente inanes, gente burda e ignorante, pretenciosa y sin tradición literaria; en su mayoría, artistillas que lastran escuetas líneas o pintan cositas sin relevancia, atendiendo más a caprichos, modas e imitaciones que a cualidades estéticas.
Bisoños concesionarios de una cultura abstracta, libresca, individualista, de casta y que solamente alcanzan a concatenar en su existencia podredumbres artísticas y nociones acríticas de la realidad, aceptando como principios vitales y valores fundamentales las apetencias que impone la psicología mediática y el oficialismo culturoso.

—Para ellos, da lo mismo dónde se introduzcan las ideas, en el culo o en la conciencia. No hay distingo, mi buen.

Desguangüilada cultura con grávidos síntomas de estupidez, engreimiento y petulancia cretina.

¿Esa es la pluralidad del arte que pretende mitificar el Roberto Jiménez Rosique?

Ahora, quienquiera salir de los confines del ninguneo y subir al pedestal de alabastro o, simplemente, que lo acepten en determinada cofradía; que le concedan algún espacio para montar una exposición de pintura o conseguir que le publiquen un libro, es menester, sino se tiene otra opción, recorrer caminos fecalosos.
Y como siempre hay una deuda que saldar, considerando que la dignidad y la ética se han malbaratado, la mendicación requiere debutar de cobero, contagiarse de lambisconería y hasta andar oliendo las erupciones de las nalgas para encontrar cabida en los nichos y mafias tertuleras.

—Y, además, sin reparar en gastos, el chiripero debe estar en la mejor disposición, en grado tal, hasta de cogerse a Dios por el culo.

Todo sea por el anhelo de erigirse en un personaje célebre o, por lo menos, comenzar a comer con manteca. Ya no importa tanto el talento y camellar como galeote, pues para armarla en estos lares se depende de los apalabres y el pitazo de la recomendación en la elección de los ungidos y de los agraciados.

¿Eso significa decir que el arte es incluyente?

El mérito de los artistas y escritores no está en su profundidad sino en su finalidad. No intentan ofrecer algo más que no sean obritas afectadas con lo más rancio, podrido y vetusto que hay en las academias, escuelas de arte y talleres de literatura.
En cuanto a los que se jactan de ser escritores, su actividad letrera es pura pedorrera, miserias escriturales revelan en sus textos raquíticos y superficiales. Por ejemplo, las poetas, en su mayoría, son unas bobas de notoria incultura, paridoras de vacuidades, más preocupadas por el glamur sempiterno que por el talento y la creatividad. Niñitas pequeñoburguesas que viven —y malviven— perdidamente enamoradas de la holganza parasitaria y son adictas duras de la banalidad.

—Y todavía anuncian que el monte es todo de orégano y que Baja California está rebozando de literatos y pintores chinguetas. Pero lo cierto es que estamos casi en trance de muerte.

La mediocridad intelectual, el protagonismo de diva, el feminismo aburguesado y la frivolidad cínica, son lacras que tienen a la pintura y a la literatura al borde del abismo.

¿Eso puede entenderse como arte ambicioso?

Lo que en realidad campea en el ámbito cultural y artístico de Tijuana, y poblaciones circunvecinas de la Baja California, además de lo banal, es un provincianismo rascuacho que agobia a quienes se dedican a la artisteada y a los asuntos vinculados con la literatura, la pintura o la poesía.
Puede que en acciones y conciencia sean proclives al cosmopolitismo pero, al final de cuentas, se delatan como lo que son: aldeanos sin convicción ni compromiso serio con los rollos de la estética. Y ya se sabe que, al final de la comedia, una vez desenmascarada la concha de nácar, aparece la penuria localista de seres simplones, rústicos, vulgares y pueblerinos que explayan el recogimiento individualista y la cerrazón telúrica (es decir, sicológica) de un entorno sociocultural donde solamente —algunos pocos— tienen derecho a ostentar la membresía del club de literatos, el carnet de capilla de pintores o la cartilla que los habrá de legitimar como afiliados a determinada ganga de anacoretas y jaraneros del absolutismo ilustrado. Una minoría de privilegiados cada vez más exigua, entes fantásticos hechos a remiendos, encumbrados en una nube de pedos y rebosando en sus propias heces.

—Y aunque muchos renieguen de tal condición telúrica, el ribete solaz y parroquiano lo llevan inserto hasta el tuétano. Es patente ver en cualquier exposición de pintura, en un festival de literatura, en un encuentro de escritores o en equis simposio de hacedores de arte, trolas que no son más que pachangones y mojigangas en los que, a pura flor de piel, barbotan el cortejo trepador, la alabanza hipócrita, el halago noño, el galanteo ruin y la insulsa frivolidad.

Nula es la calidad plástica de las expresiones del llamado arte visual y la producción de la literatura fronteriza que continúan nadando en sus seis y hundiéndose en los mismos lagos prosopopéyicos.
Por su parte, la lírica agoniza, reproduciendo con profusión los mismos y repetidos lugares comunes, centelleando confusiones babélicas. Poesía que no es ya poesía, pasticheramente abortada por amanuenses con más emoción que talento.
La pintura y la literatura siguen siendo productos de autoconsumo, petulantes cretinadas sostenidas sobre una base de quiméricas naderías.
Editores de suplementos y fanzines son fieles seguidores de la farándula y el espectáculo, mas que culturales son empresas titiriteras que publican lo impublicable.
Los gacetilleros se han vuelto “críticos” al vapor y sólo hablan de un autor cuando éste ya ha sido reconocido por la crítica elogiosa, escrita por comentaristas rastreros y superficiales, quienes, en un abrir y cerrar de ojos, con postulados de «sofistería» discursiva y lenguaje encriptado, anhelan convertir lo mostrenco en cosmopolita.


TIJUANA EN UN LARGO CAMELO DE OCURRENCIAS

Podría pasarse de largo el camelo ese de que Tijuana ya es una “metrópoli” del arte y la cultura, y considerarse como una ocurrencia romántica, sino fuera porque mamadas como esas son elevadas a teorías axiológicas que seducen a la borregada que se cree esos panchos.
Vivir de ensueños y de pedorreras es un candor de optimistas bobalicones, pero lo gacho de tales tontejadas es que luego se convierten en arcanos de la alineación y pasan al subconsciente histórico nacional. No se trata solamente de un frenesí idealista —como el de aquella ficticia «Ciudad de Dios» que ideó el indiscreto africano que usaba solamente la sandalia izquierda—, es una utilería política de vivales y arribistas, o sea, propaganda mediatizadora empotrada en el circuito de la vendimia para embaucar, atolondrar, manipular, ofuscar y castrar la tesitura lógica de la conciencia.

— Pero cada quien está en su derecho de tragarse el camote o descreer en el alijo que inventan los mercenarios del arte.

Pedante bobería que —por estupidez, ingenuidad o conveniencia— un buen carajal de fabulistas, farsantes metidos a trabajadores de la cultura y demás pájaros cilantreros, rematan con petulancia en pápiro y telera.

—Uy, sí. Tijuana es una capital cultural donde hay mucha creación artística de vanguardia, dice, muy fufurufo, el Alejandro Rodríguez, exdirector del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tijuana.
—Uy, sí. Tijuana esta llena de arte y el CECUT es ahora un zócalo de la alegría, dice el Jaime Cháidez Bonilla, padrotín del suplemento «Identidad» [3].

¿A qué obedece tanta bazofia lingüística?, ¿porqué exaltan un cúmulo de virtudes y peripecias artísticas como si cayeran del cielo por toneladas?
El «meollo» del birote está en el negocio de falcar glosas extravagantes y difundir mafufadas inverosímiles para darse tartarín y subirse a la mula parda. Y quienes se suman a la balaca de jugarla como promotores de este tipo de farolerías y gazpachos insensatos son bastantes y muchos. ¿Qué se puede hacer ante estas fabulaciones que se pregonan como el «desiderátum» de una verdad histórica, siendo, desde luego, todo lo contrario? Vulgata en boga, a juzgar por las reseñas que se hacen, la máquina cultural del «establichment» no deja titere con cabeza cuando lanza a los boquiabiertos el atractivo cebo y pone el bozal al desbozalado.

—Ruin es la verdad, mezquina la realidad y la artimaña, hipócrita.

Conmueven y convencen las directrices del «mainstream» y los postulados del libre comercio en la cultura. Arribismo de cultureros, compaginado con la audacia de mercaderes que, por razones de reconocimiento y de rentabilidad, incursionan en las artes y en el ámbito de la cultura, transfigurados, desde los oscuros sótanos de la trivialidad, la frivolidad y la ignorancia, en reverberos de la vaciedad burocrática y en pelanduscas del cretinismo. La mayor parte del ambiente cultural y artístico que prevalece en Baja California equivale a una letrina de panboleros, la cultura se haya regenteada por bribones calabobos y las expresiones estéticas son una oquedad de la que brotan chasquidos de mediocridades, vocecitas marrulleras, miméticas y acartonadas.

—En resumidas cuentas: facilismo, simplificación; ornamento bobo; pendejez y oportunismo.

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