SOLO, COMO UN PERRO QUE ANDA SOLO


SOLO, COMO UN PERRO QUE ANDA SOLO

La María Amparo Escandón es una escritora nacida en la Ciudad de México y que a la edad de 24 años se mudó a los Ángeles, California. El hecho de residir en el suroeste de los Estados Unidos le dio autoridad a esta chilanga renegada para denominarse escritora chicana.

—Qué cretinismos tiene la vida.

Yo llegué a Tijuana cuando tenía 17 años, solo como un perro que anda solo. Vine a estudiar la carrera de leyes en la Universidad Autónoma de Baja California porque la UNISON de Hermosillo, cada mitad del año se paralizaba por el estallido del sinnúmero de huelgas que se suscitaban una tras otra. Allí, una carrera se concluía en el doble del tiempo que requería. Así que el lugar más propicio para estudiar era este culo de San Diego. Y, después de haber calado dos tres sitios para sentar mis reales, aquí me quedé. Aquí comencé a formalizar mis mengambreas literarias; pues, desde edad muy temprana, cuando apenas era yo un mozalbete de escasos diez u once años, ya traía fijada en la tatema la idea de acto escritural. Y, a casi un cuarto de siglo de distancia cronológica, jamás (como dijo la Noelia) me he sentido ni creído un ser fronterizo. Esa especulación de miniatura es algo que siempre me ha valido verga. Pero he visto que a mucha gente la etiqueta de «fronterizo» les ha servido como indispensable tramoya, como una manera de fanfarronear, de ostentarse de frívola ilusión. Un gasto de irrealidad.

—Sí, un gasto de irrealidad.

¿Qué tiene de especial autorrefutarse su primigenia condición telúrica, oponerse enconadamente a su origen chilango, a sus acabados de guachos mexiquenses, a su estridente código postal de sureño? Pareciera ser una premeditación presuntuosa negar la cruz de su parroquia, prejuiciosamente, como si se tratara la cosa de una moralidad de fábula a la que se recurre estúpidamente para distinguir los virtuosos de los licenciosos.

«Tijuas-baja-califas. Aquí mero. Barrio Diecisiete. Rifa Konsafos. Y qué».


—Dijo el exmariachi de la Tere Vicencio.

O, como dirían los académicos ostiones, lo «extradiegético» se trasvasa en lo «diegético»; que en términos mundanos significa que lo ficticio se trasplanta a lo real.

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