EL VENDAVAL DE LOS PARÁSITOS


EL VENDAVAL DE LOS PARÁSITOS
[BUROCRACIA CULTURAL, BECARIOS Y CAPILLAS]



«Zafá, rollera y torpe sos, y en la calle seca yo.
Y Al-Kassar por un cuartel cena moros de un coro NELM.
Alce en la Barreda para que paz en la faz rollera de la puerta al sol,
Su vela escalena y en cien del fa rol...
Y ala media no che me puse a tontear,
Y todas las cuencas me las dieron mal.
Tos y tos son cuadro,
Cuadro y tos sondeéis,
Seis y Dios son Pocho y Pocho decís seis
Pocho vendí cuatro,
Pocho te entra en dos,
A Nimo vendido mea rodillo en voz»

María Paula Zswysig, Mantantirulirula


BUROCRACIA CULTURAL, BECARIOS Y CAPILLAS

Con base en las disposiciones de la Ley de Egresos de la Federación, y para el ejercicio del año fiscal 2008 en rubro de la cultura, la Cámara de diputados aprobó una partida presupuestal de 9 mil 403 millones 580 mil pesos, es decir, hubo un incremento de dos mil millones de pesos, respecto del 2007.
¿Qué se hará con esa firula? Obviamente que pagar sueldos y canonjías a la burocracia cultural y a sus allegados, mandar a construir elefantes blancos, llevar a cabo festividades de oropel, manotear el cochinto y, por último, amamantar al ejército sanguijuelas culturosas y demás entenados de la dádiva oficial.

—Cincho que la bola de léperos y lúmpenes, luego de haberse estado frotando las manitas, esperando los mendrugos de morlaca que les aventó el CONACULTA, ahorita han de andar de plácemes.

Los años pasan y las cosas siguen igual en los asuntos de la cultura. Bueno, con la salvedad de que los pedigüeños cada vez están más cebados y en las corruptelas burocráticas hay más cinismo que contrito. La memez demagógica sigue en sus sietes, apoquinándose la cultura y todos los arrimados chupando del bote, mientras la chinería trabaja y trabaja, rajándose el lomo, para que una desvergonzada mafia de bufones se la siga pasando de lo lindo, desquebrajando aún más la flaca estructura económica, desviando recursos, estafando a la vaca sagrada del presupuesto, otorgando prebendas, becas y amañados premios.
Mientras en el pícaro estómago del hombre pobre apenas caen unos cuantos mendrugos de alimento, el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), Sergio Vela, y demás seudointelectuales palaciegos, gastan dinero a lo baboso, viajando, cortando listones y comprando zapatillas de 24 mil pesos.
Son ineptos, intrigosos, boludos y tracaleros. Y en los tres niveles de gobierno —federal, estatal y municipal— así se muestran los signos de pudrición e inoperancia de las instituciones públicas de la cultura oficial, respectivamente Centro Cultural Tijuana CECUT, Instituto de Cultura de Baja California (ICBC) e Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC). Establecimientos inútiles (con más incultura que cultura) y que, por origen y destino, son pías fundaciones de los privilegios, reguladas por la ley general de los corrillos, y en las que prevalece la charlatanería artística y las abluciones de la falsa erudición.
Mientras el panorama se ensombrece, el «chou» del tortibono de la beca se reactiva, abriéndose la convocatoria «FOECA 2008» del «Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico» del «Fondo Especial para la Cultura y las Artes de Baja California», desde tiempo atrás y esperando el primer pitazo, los chambones cultureros ya están listos para corretear las pingües limosnas que les aventará el Demonio Norzagaray, nuevo titular del ICBC.

—A quien, dicho sea de paso, los ahora lambiscones, antes de que comenzara a chupar tal hueso, no lo bajaban de puñetero mamón).

Ahora, como los ritmos hablados de William Carlos Williams, el elaborado ceremonial del momento ha cambiado y la coyuntura exige lo contrario. O sea, el truco político como recurso rentable (elogios interesados, reverencias forzadas y convenencieras). Los miembros de la pequeña burguesía, marginados de las fuentes de enriquecimiento, como dice el máster Abad Domínguez, «para agenciarse algunos pesos, que dejen sobrevivir a la obra (y a su autor), hay que salir, a veces, armados con las más estrambóticas tácticas del arte pedigüeño. No pocos burócratas respiran satisfechos con el invento demoníaco de poner a competir a los “artistas”, a los “creadores” y a los “intelectuales” por un apoyo, gubernamental o privado, para el “desarrollo cultural de la sociedad” (según gustan perorar). Arte de dividirlo todo. Respiran satisfechos y benévolos para convencerse, y sobre todo, convencernos de que hacen algo por el bien de todos, que cumplen “tareas sustantivas” en la defensa e impulso de “la cultura”… y creen que son “buenos” mientras cobran salarios que muchos trabajadores ni sueñan. Debajo de ese manto de piedad burocrática y burguesa se retuerce entre estertores la realidad laboral de quienes se dedican a la producción llamada, “artística”, “intelectual”… “cultural”. Poca o ninguna protección médica, poca o ninguna protección para el hábitat, poca o ninguna protección jubilatoria, poca o ninguna seguridad laboral. Y la cosa empeora» [Fernando Buen Abad Domínguez, «Cacería de becas y financiamientos para la “Cultura” y las “Artes”, Las Becas Sagradas»].
Respecto a la mentada convocatoria, «FOECA 2008», que ha lanzado el Instituto de Cultura de Baja California (ICBC), sin necesidad de basar mis conjeturas en premisas ya explícitas, me atrevo a decir que en los criterios de selección se impondrán la mitra y el turbante, el cuatachismo y el apalabre, posturas elitistas y excluyentes que son encubiertas con pronunciamientos de democracia teórica y de fingida igualdad, bajo el churrito que, para allegarse de un «estímulo» monetario, «pueden participar todos aquellos artistas originarios del estado de Baja California o aquellos que demuestren una residencia mínima de cinco años en la entidad».
Mentiras, tanto en las instancias municipales, estatales y de la federación —IMAC, ICBC, CONACULTA— los diseños y esquemas que rigen la política cultural son humo de paja, mecanismos ideológicos de propaganda, implantados como quimeras para dar continuidad a la pervivencia y eficacia del caciquismo cultural que se surte en la conciencia colectiva a la manera de indemnización patriótica y patrimonio social de toda la pelusa. Pero no es cierto, pues los jubileos son a puerta cerrada y para unos cuantos.
La inmensa perrada no alcanza las altas cumbres de la cultura porque despertaría de su letargo, lo cual no conviene al sistema de explotación y desigualdad. Por eso la cultura se encierra en los límites de lo artístico y deslustrándose en el talentismo individualista. Llevar la cultura al pueblo sería como quemarle la cara con vitriolo a la burguesía. Ya lo dijo el viejo Marx, cuando la cultura penetra en las masas también deviene en fuerza material, liberadora de la conciencia oprimida. El pueblo llano, arrastrado en sus propias desdichas y, primordialmente, preocupado por talonear el pipirín de cada día, no piensa ni le interesa la cuestión culturera. La clase explotada no tiene tiempo ni oportunidad de andar procurándose la culturización como fin inmediato. Dada su alineación, prefiere el gran “acervo” de la fundación Televisa y los productos subliterarios de pacotilla, puntos clave de su formación son los anecdotarios de la «doxa» en sus adherencias oligofrénicas a los vastos defectos de la superstición y de la malograda educación. O sea, la concreción política (postmoderna) de la ancestral receta romana. ¿País de cultura democrática? «No hay tal lugar», como espetaba doña Carmen Mondragón (alias Nahui Olin). Lo que continúa prolongándose es la existencia de un republica platónica del arte y saber filosófico para beneficio de unos cuantos privilegiados de la clase media, desdoblamiento de la democracia para la felicidad privada. Una superestructura simbólica e indiferenciada en la insostenible idea de servir a dos clases.



LOS GATOS PARDOS DE LA CULTUROSADA

En su modalidad consustancial a la política, y habiendo perdido las instituciones del cultura el poco prestigio que tenían, el bacilo del cinismo comenzó a exhibirse con toda jericaya en la cloaca de una infracultura de postín, donde sus actores y protagonistas ya no alcanzan ni el mínimo nivel de guiñol. Quien hoy no se acopla al vendaval de las limosnas y concesiones del oficialismo cultural, corre el riesgo de ser confinado a la «nada histórica», de la cual hablaba Virgilio Piñera. Sólo en la uniformidad benéfica de la cultura se puede dormir tranquilo y a pierna suelta.

—Así, lo que no se ha podido ganar con literatura se gana con cuchupos.

En las instituciones oficiales están las únicas rendijas por donde los culturosos, gracias a las dádivas que reciben, pueden llegar a ver el cielo azul. A la caza de prebendas y de relaciones ventajosas se alinean los más sonados en las páginas de gacetillas, revistas y catálogos de difusión del espectáculo artístico y cultural. Segundones incapaces de buscarse medios dignos de subsistencia. Hay una reacción en cadena de parasitismo.
Y, ligados a las estructuras del oficialismo cultural, entre los entes que se colocan dentro de las categorías rutinarias de las prebendas y los cuadros de honor, tenemos una vianda muy nutrida: Erasmo Katarino Yépez, Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, Rafa Saavedra, Teresa López Avedoy, Mely Barragán, Mayra Luna, Mónica Arreola, Ivonne Venegas, Carmen García Montaño, Daniel Ruanova y párele usted de contar (véanse los datos proporcionados por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en la página güeb del Sistema de Información Cultural).
Ellos son nada más los “merecedores” de la pequeña burguesía cortesana, los vinculetes de la gallina ponedora a la que le arrancan las plumas en tiempos de mayor inmoralidad pública. Lo que han hecho se lo deben a las arcas de la nación, al determinismo volitivo del cuatachismo y no a la inteligencia creadora. En actos de insólita prestidigitación, han aprendido a tender la mano limosnera para no quedar petrificados; su comedia de humildad para recibir apoyos y estímulos es mitad postiza y mitad falsificada.

—Que los culturosos queden en un estado de simples sobrevivientes en nada les afecta, pues la precaria situación económica en ellos es algo inexistente.

Año tras año se repiten en nómina de los becarios, esperando que se anuncie el momento de la repartición de las carroñas presupuestívoras y cuando la campanilla suena, despiertan como ratas hambrientas y salen de sus madrigueras culturosas, haciendo a un lado a los indeseables. Se han sabido mover muy chidamente dentro del pentagrama de la degradación cultural.
Entre toda esa hinchazón de pediches ¿creen que alguno de ellos, en realidad, necesita de una beca para lograr su ministerio? Ingentes gastos a expensas del erario público que mejor habrían servido para soliviantar urgencias de salud, vivienda o alimentación y dificultades objetivas apremiantes. En verdad, ninguno de los antes mencionados se haya en las condiciones de inestabilidad económica para medrar con tal oportunismo y gandallez. «En Latinoamérica millones de trabajadores de la producción artística, intelectual y cultural viven de manotear, a como se pueda, algunos espacios dentro del mercado capitalista del arte o la inteligencia. Se vive a “salto de mata” con deficiencias técnicas y teóricas de toda índole, con carencias desvergonzadas hasta para lo más elemental. Se vive, frecuentemente, a contramano, esquivando el golpe, diluyendo los significados y santiguándose, de algún modo, para que alguien a quemarropa compre, contrate, pague (luego de regatear) lo que apenas es suficiente para seguir en un trabajo desprotegido y subvaluado por el que, contradictoriamente, suelen “rasgarse las vestiduras” los defensores demagogos de la “Cultura”, del “Arte”, de la “Intelectualidad”» [Fernando Buen Abad Domínguez, «Cacería de becas y financiamientos para la “Cultura” y las “Artes”, Las Becas Sagradas»].

Arribismo de camarillas o grupitos de literatos cuya tendencia artística, ideológica y cultural es casi monolítica y que reducen la noción de cultura a un inmovilismo. Intoxicados con la vieja cultura autoritaria para ser premiados y bonificados sectorialmente, excluyendo a los individuos de extracción humilde. No pueden liberarse del estado ni quieren promover nuevas formas de individualidad, sus niveles de amplitud están a la par de la fragmentación orgánica de la postcontemporánea sociedad de elites.
Y no hay manera de que cambien su ethos funcional, es decir, que renuncien a la planilla de apoyo que les brinda el estatismo cultural. Son elementos abiertos al relativismo y a los prolegómenos de la intermediación, dispuestos a desarticular sus “convicciones” cuando la ocasión lo amerite. De manera velada saltan a la palestra como colaboradores de la fracción dirigente y, aunque cuestionan el sistema, se identifican con él. «No son pocos los trabajadores de la producción cultural, intelectual y artística que han sucumbido, hasta con cinismo, a las tentaciones del sistema y no son pocos los que padecen tales tentaciones como una derrota que hay que tragarse si se quiere sobrevivir en una jungla de menosprecio, manoseo, degeneración, ignorancia, petulancia y esnobismo, a diestra y siniestra. Muchos viven amargados y descreídos y aun con emprendimientos relativamente autónomos se sienten atrapados y sin salidas» [Fernando Buen Abad Domínguez, «Cacería de becas y financiamientos para la “Cultura” y las “Artes”, Las Becas Sagradas»].

La generosa dádiva del poder es canija. Pedirles que renuncien a sus canonjías y prebendas sería como pedirle a Carlos Salinas de Gortari que aceptara que es el dueño de Telmex.

—Ya los seguiremos viendo, en repetición simultánea, mamándole las ubres al estado policiaco.
Y en estos de panegíricos, por poner un ejemplo, los matices de la conversión así suelen ocurrir:

«…en septiembre de 1937 les llegó a todos los directores de teatro de Berlín la orden de que telefoneasen a diez o veinte destacados actores berlineses para preguntarles si les gustaría participar en un viaje breve y agradable, en un tren especial… Gastos: ninguno; única condición: traje de gala. Luego resultó que los llevaron a Munich para recibir a Mussolini. Allí se reunieron, con otros “representantes del mundo de la cultura”, en la Casa del Arte Alemán; un verdadero grupo de celebridades. Pronto aparecieron también Hitler y Mussolini, que recorrieron brevemente las salas de exposición y pasaron entre filas de brazos alzados» [Ernest Jünger, Pasados los 70].

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